Está en la página 1de 33

Autor: Marcelo Koenig

Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Ficha de cátedra:1

Globalización y neoliberalismo.
“En el cabaret de la globalización, el Estado realiza un striptease y al final
de la función sólo le queda lo mínimo: el poder de la represión. Destruida su
base material, anuladas su soberanía e independencia, borrada la clase
política, el Estado Nacional se convierte en un mero servicio de seguridad
de las megaempresas.” Subcomandante Marcos.

➢ El fin del Estado de Bienestar en los países centrales.

Podríamos marcar como punto de inflexión que da inicio a la etapa globalizadora, fines de la década del
setenta, cuando en los países centrales se inicia una revolución antikeynesiana encabezada por el
monetarismo. La preocupación central de los economistas corre su eje hacia el combate contra la inflación.
Esto se produce “no como resultado del descubrimiento teórico de los problemas que acarrea la inflación, sino
más bien como expresión ideológica de las necesidades prácticas del capital en su pretensión de reconstituir
sus condiciones para valorizarse a largo plazo en el contexto de la onda larga depresiva; por tanto, este
fenómeno debe entenderse sobre todo como un aspecto del proceso de reestructuración del capital” (Flores
Olea, 1999).

El monetarismo no sólo lanzó una cruzada contra la inflación que se devoraba sus ganancias sino también
contra la intervención estatal en la economía; justificada como un combate contra cualquier mecanismo que
distorsione el “libre” funcionamiento de las fuerzas del mercado, es decir, la libre autodeterminación del
capital.

Señalemos que el keynesianismo histórico había construido el Estado de Bienestar en los países centrales,
lo que le permitía administrar el capitalismo concediendo poder, fundado en tres pilares; la creciente
organización de los trabajadores, la amenaza del contagio comunista y finalmente, los procesos autonomistas
de los países del Tercer Mundo. El sistema entonces fue funcional a esta coyuntura con una notable eficacia y
al tiempo que permitía la integración de los trabajadores garantizada por un cierto reparto de los beneficios de
la acumulación, fue motor de la aceleración del crecimiento.

Ahora bien, hacia la década del 70 las tres condiciones fueron paulatinamente perdiendo vigencia, en la
medida en que el capital comienza a reestructurar el aparato productivo, a partir de la caída del “socialismo
real” así como la redomesticación de las elites periféricas. De manera que el reparto relativo del poder y la
riqueza que ese equilibrio de fuerzas del Estado de Bienestar implicaba en los países centrales, fue perdiendo
su posibilidad de subsistencia. Así, el keynesianismo abandonó la escena histórica para dejar su lugar al
retorno de los liberales -que se produjo a partir de los ‘80- porque tal sistema significaba un alto costo para el
capital.

1El presente artículo es una síntesis realizada por la JTP Victoria Bedin sobre el libro del titular (UNPAZ) y adjunto (UBA-UNDAV) de la
cátedra, Marcelo Koenig, actual diputado nacional, titulado: “Combatiendo al Capital. Una perspectiva Sudamericana del Estado
Nacional en los tiempos de la globalización y la exclusión.” Ed. De la Campana, La Plata, 2009.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

A instancias del presidente del Chase Manhattan Bank, David Rockefeller -preocupado por el deterioro
relativo de las tasas de ganancias y la competencia interimperialista entre las “democracias industrializadas”-
se crea en 1973 la Comisión Trilateral destinada a estrechar vínculos de cooperación entre las potencias
capitalistas. Con fundamento en la necesidad de complementarse entre los principales sectores oligárquicos
norteamericanos, japoneses y europeos propone la integración de esas tres regiones en un organismo que
promueva el intercambio sobre todo en el campo de las relaciones científico-tecnológicas y sus efectos
comerciales.

Acaso un antecedente donde se empezó a ver la euforia y la omnipotencia de los poderosos fue en el Foro
Económico Mundial de Davos, que -excepto en 2002- se reunió allí todos los años, por eso su nombre,
convertido en un emblema de la globalización, en tanto reúne a la más rancia aristocracia del capitalismo
mundial.

Pues bien, la Comisión Trilateral, que en principio fue un vínculo cooperativo a nivel internacional -entre
los Estados Nación dominantes- en la práctica significó un punto de inflexión porque fue una herramienta para
establecer nexos entre agentes individuales que forman parte de los sectores de elite a nivel mundial,
extendiéndose a las oligarquías de otros países. Sus impulsores fueron los más importantes empresarios,
banqueros, figuras del ámbito académico y político, periodistas prestigiosos y funcionarios encumbrados. De
modo que dicha Comisión se fue configurando de a poco en la más genuina representación de los intereses del
capital financiero y de producción del incipiente carácter transnacional del capital concentrado.

Incluso fue desde allí que surgieron los primeros embates contra la
Así, el keynesianismo propia estructura del Estado-Nación, pues pretendían moldear a un
abandonó la escena histórica mundo en pos de su propia supervivencia que aparecía como
para dejar su lugar al retorno amenazante al sistema del capital por el avance de los Pueblos. Las
estrategias expuestas por los trilateralistas se centraron sobre el
de los liberales -que se
disciplinamiento tanto de la fuerza de trabajo como de los Estados
produjo a partir de los ‘80- Nacionales.
porque tal sistema significaba
George Ball, miembro de la Comisión Trilateral y ex subsecretario
un alto costo para el capital.
de Estado de Estados Unidos, ya hacia fines de la década del 60,
sostenía que “las fronteras políticas de los Estados-Nación son
demasiado estrechas y constreñidas para definir el alcance y las actividades de las empresas modernas (…).
[C]on el objeto de sobrevivir, el hombre debe usar los recursos del mundo de la manera más eficiente (…) esto
solamente es posible cuando las fronteras nacionales no tienen ya un papel crítico en la definición de los
horizontes económicos” (Corbalán, 2002).

El citado autor sostiene que el proyecto neoliberal aplicado desde los años 80 fue el trilateralista, en tanto
expresión de los intereses corporativos de las transnacionales y el capital financiero. Proyecto que consiguió
un importante consenso entre los países trilateralistas del capitalismo desarrollado plasmado en lo que se
conoce como el “Consenso de Washington” de 1980.

Koenig (2009: 110) señala que el dictador chileno Augusto Pinochet tuvo el dudoso orgullo de ser el
primero en impulsar estas políticas, que en rigor fueron un tubo de ensayo dadas las condiciones
“químicamente puras” del régimen del terror impuesto por la dictadura chilena, que había “esterilizado” el
territorio de cualquier contaminación posible. La sangre de miles de patriotas chilenos, incluida la de Salvador
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Allende, estaba aún fresca. En estas condiciones, sin oposición posible y aislada por un sistema represivo feroz,
el neoliberalismo hizo su entrada en la historia.

Aunque la inserción más fuerte del modelo neoliberal se dio en los países centrales, con la vanguardia de
los casos norteamericano -con Reagan (1979)- y británico -con Thatcher (1980)- en los que la estabilidad de los
precios se convirtió en el objetivo principal de sus políticas económicas debido a la suba de los precios del
petróleo -que venía desde los ’70-, que agravaba las presiones inflacionarias. De este modo, ambos
mandatarios impulsaron programas fundados en el achicamiento del Estado, la desregulación de los mercados
y la reducción de la carga impositiva para los grupos de mayores ingresos. La oleada neoliberal se difundió en
otros países como Alemania a partir de 1982 y Dinamarca en 1983, extendiéndose luego al resto de Europa. La
estrategia estabilizadora fue exitosa desde el punto de vista de la baja de la inflación, no obstante -en términos
de producción, inversión y comercio- dichas políticas neoliberales produjeron malos resultados.

Ahora bien, el neoliberalismo como punto de arranque del proyecto globalizante hay que estudiarlo en el
marco del fortalecimiento del poder del capital frente a los Pueblos del mundo, pues no debemos reducir el
fenómeno a la mera aplicación de cierto tipo de políticas monetarias, sino que la posibilidad de instalación de
estas políticas reaccionarias sólo encuentra su base en la involución de las relaciones sociales, cada vez más
desfavorables a las clases trabajadoras y en general a los Pueblos de la periferia, e inversamente proporcional
a las condiciones cada vez más propicias para el capital dominante. Así, las políticas neoliberales son una
necesidad del capital en el proceso de reformulación de las condiciones de la dominación a escala mundial,
con el objetivo claro y concreto del aumento de las ganancias del capital.

Tanto el estancamiento del rendimiento productivo del trabajo, por el techo alcanzado mediante el
fordismo-taylorismo, como el aumento en los salarios reales que implicaba el estado benefactor, se visibilizan
como un claro obstáculo para la libre acumulación del capital. Se debilita así, la rentabilidad creciente que el
capital siempre exige y, en consecuencia, el Estado de Bienestar se torna excesivamente “oneroso”, visto en
función de los niveles insuficientes de flujos de ganancias hacia el capital.

De este modo, las condiciones estructurales que en el período expansivo de capitalismo industrial
sustentaban el auge, en el período recesivo se convierten en trabas a la reestructuración del capital y al
restablecimiento de la acumulación que éste requiere. Esta es la verdadera razón por la cual el Estado de
Bienestar, en sus diversas variantes nacionales, se convierte en el principal objeto de ataque de las doctrinas
que acompañan el surgimiento de la globalización.

No obstante, es importante señalar que el


neoliberalismo es tan sólo el modo en que el capitalismo Las políticas neoliberales son una
toma conciencia de que sus antiguas formas de necesidad del capital en el proceso de
dominación y disciplinamiento (como las cuatro paredes reformulación de las condiciones de la
de la fábrica que encierran un obrero con pertenencia a
dominación a escala mundial, con el
un sindicato y su dependencia general a la acción del
Estado como árbitro de la explotación) constituyen un
objetivo claro y concreto del aumento
sistema funcional pero costoso para las ambiciones del de las ganancias del capital.
capital.

Entonces, para comprender el carácter de la globalización, como etapa del sistema-mundo, es preciso
distinguirla de las particularidades de su implementación. Es el funcionamiento económico propio de esta
nueva fase del capitalismo y no un modelo o política determinada (ni neo-conservadora, ni neo-liberal) lo que
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

produce cada vez más desempleo y en general, más exclusión. Pues, en esta expulsión de personas del
sistema productivo está la base de la sociedad dual que la globalización está engendrando.

El límite encontrado por el capital en su aumento del beneficio, lo hace ahora avanzar sobre los pilares del
sistema de dominación anterior, es decir aquellos que soportaban el peso de la construcción del sistema: los
trabajadores y el Estado Nacional, sobre todo en la periferia. No existía otra forma de romper ese techo que
iniciar un complejo proceso de emancipación del capital, del que intentaremos dar cuenta posteriormente.

En este sentido, la nueva ideología que florece toma como mandamiento fundante la exigencia al Estado
de que abandone toda función económica por no corresponderle “legítimamente”, incluido lo relativo a
educación, salud y vivienda. Ello así, pues la existencia y utilidad misma del Estado es puesta en
cuestionamiento en la nueva fase global. Todas las empresas o servicios nacionalizados comienzan a
privatizarse, pasando así a manos de su “legítimo” propietario, que en una sociedad “sana” es la “iniciativa
privada”. Esto es, dicho sin eufemismos: las empresas, el capital y -en particular, en los países del Tercer
Mundo- los grupos económicos provenientes de los países centrales. En este marco se da la conversión del
Estado a partir del abandono de toda función regulatoria, deviniendo en un simple garante del
funcionamiento de las “libres” y “espontáneas” leyes del mercado.

La dinámica de la globalización económica mundial otorga un nuevo sentido al desarrollo de las


fuerzas económicas, que consiste en una reformulación regresiva del ingreso, a partir del poder casi ilimitado
que adquiere el capital, lo que Lasch (1996) llama, la rebelión de las elites. Incluso, los datos de esta rebelión
se hacen más notorios si contemplamos los dos extremos de la pirámide social a nivel mundial, pues la
distancia se acrecienta de manera tal que se produce un quiebre que no es precisamente por el medio, sino
que es una formidable brecha, una enorme grieta entre los que más
tienen y los que menos tienen, que nos lleva a una sociedad dual. A esto
debemos sumar el crecimiento de los ingresos de capital de los de arriba
que contribuye a la progresión geométrica de las diferencias. Este
desacople explica muchas veces por qué el crecimiento de la
macroeconomía, es decir del PBI, no va acompañado de una mejor
situación de los sectores más pobres, sino muy por el contrario.

El equilibrio inestable de la guerra fría termina por definirse desde el


punto de vista económico que otorga la preeminencia a los países
capitalistas, lo que precipita el colapso implosivo sufrido por la URSS y al
mismo tiempo por la redomesticación del Tercer Mundo, mediante el
mecanismo -fundamentalmente- de la deuda externa. La nueva lógica
del capital está fundada en una nueva correlación de fuerzas surgida de estas novedosas circunstancias. En
este marco político y económico se acelera la tendencia a la concentración y la expansión de las empresas
multinacionales de producciones industriales diferenciadas, fenómeno que también alcanza a los grandes
conglomerados de servicios.

Llegamos así a la última etapa de un proceso creciente y acelerado de mundialización de la economía


que se explica fundamentalmente a partir de la concentración del poder en el capital y tiene como actor
excluyente a los Grupos Económicos Transnacionales (en adelante, GET). “La tierra, como en el siglo XV, está
ahora disponible para una nueva era de conquista. En la época del Renacimiento, los Estados eran los
principales actores de la expansión colonizadora. Hoy son empresas y holdings privados los que se plantean
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

dominar el mundo, lanzan sus razias y amasan un botín inmenso. Nunca los amos de la Tierra han sido tan
poco numerosos, ni tan potentes.” (Ramonet, 1999)

Es imprescindible poner énfasis en el flujo de capitales, acompañado de una desregulación


generalizada de su circulación prácticamente de alcance global. Esta libertad de circulación mundial del capital,
se conforma como un dato insoslayable de la nueva etapa globalizante y más aún, vehiculizada por el
desarrollo tecnológico de la informática y las comunicaciones, dicha circulación alcanza a ser realizada en
tiempo real. Cuestión que no es ni anecdótica, ni mucho menos abstracta. Pues, consideremos que un inversor
de capital financiero puede operar simultáneamente en los grandes mercados de valores del mundo
globalizado los 365 días del año, las 24 horas del día, transmitiendo sus órdenes de compra y venta, es decir,
moviendo el capital de forma permanente sin condicionamientos de espacio ni de tiempo.

Entre tanto, la organización social del industrialismo continúa cabalgando en la fase globalizadora
como el caballo del Cid con la armadura que contiene la carne muerta del héroe que aun sirve para vencer
enemigos (Koenig, 2009: 114). Paradójicamente al mismo tiempo que habla de la problemática “transitoria”
del empleo, necesita la expulsión laboral como fuente de crecimiento de las ganancias, en razón del reemplazo
de la fuerza de trabajo por las nuevas tecnologías o simplemente por la opción del capital de transitar por el
carril de los mercados virtuales que producen suculentos dividendos. A diferencia de los tiempos en que los
índices de la bolsa de valores guardaban relación con la
No se trata como algunos dicen prosperidad y del crecimiento de las empresas cotizantes, hoy
de un Estado ausente, sino de cuando una empresa se achica despidiendo empleados sus
acciones suben sistemáticamente.
un Estado garante del libre
desenvolvimiento del capital. Mientras que la tasa de reinversión productiva
disminuye, la de beneficio aumenta. Mientras los salarios y la
participación de los trabajadores en el reparto del PBI, se
reduce paulatinamente a estándares anteriores al Estado de Bienestar, la distribución de las ganancias entre
los accionistas y la remuneración de la casta gerencial, crece. Es a ellos exclusivamente a quienes comienza a
apuntar una producción cada vez más refinada de mercaderías, que proporcionalmente se vuelven
inaccesibles para el común. Pues los cambios que operan en la producción conllevan necesariamente -como
veremos- a una redefinición del consumo. De este modo, aparece como dato central la concentración del
ingreso y del capital, con un segmento de la población, poderoso y rico, cuyo horizonte de progreso propio no
necesita de las mayorías populares.

➢ Una polarización propia de la Globalización: incluidos y excluidos.

Las nuevas formas de organización económica y política ponen hoy el concepto mismo de trabajo como
derecho humano, en tela de juicio a escala mundial. Y esto teniendo en cuenta que la participación en el
trabajo socialmente organizado sigue siendo la clave principal del bienestar material, de la identidad personal
y del reconocimiento social. Todo el sistema de derechos económicos y políticos está fundado sobre esta
piedra basal. Todo el conjunto social es transfigurado a partir del desempleo masivo. Cualquier alternativa que
considere el pleno empleo es en la actualidad tildada de nostálgica o acusada de utopía social romántica. La
aparición de las nuevas técnicas de información y comunicación, la reingeniería de la organización laboral, la
desregulación del capital, el poder de las transnacionales no sólo aceleró el ritmo productivo, sino que
terminaron por debilitar el poder de los trabajadores y las naciones periféricas.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

“El mercado mundial se debate entre dos lógicas la de la globalización y la de desmasificación


generalizada. Esto conduce a la búsqueda de segmentos trasnacionales, es decir, de grandes agrupaciones de
individuos que comparten, más allá de las fronteras nacionales, las mismas condiciones de vida, los mismos
sistemas de valores, de prioridades, de gustos, de normas: o sea mentalidades socioculturales análogas”
(Mattelart, 1999). A estos segmentos transnacionalizados es a aquellos a los que nosotros llamamos, de un
modo general, incluidos. Todo el resto, más de tres cuartos de la población mundial, sólo constituimos
sobras, a los que definimos como excluidos.

Mientras tanto frente la realidad incontrastable de un mundo devastado se hace añicos la promesa de
que la tecnología habría de expandir la felicidad por los rincones del universo. Las connotaciones y los
resultados de esta “evolución” tecnológica son tan obvios y abrumadores2 que llevan a muchos a cuestionar el
significado y el sentido del “progreso”. Para los Otros, los olvidados, los dominados, los oprimidos, los
explotados, los excluidos, los condenados de la tierra, existe otra lectura del proceso globalizador y de sus
caminos tecnológicos. El futuro, entonces, para millones de hombres y mujeres, se torna incierto. Se
reconocen como los extranjeros de la “aldea global”. Saben
En la expulsión de personas del que el mundo globalizado los ignora y tienden a sentir

sistema productivo está la base de impotencia frente al sistema para reclamar un lugar donde
ser felices, donde la vida valga la pena de ser vivida.
la sociedad dual que la “Apartados por los poderes fácticos, y forzados a
globalización está engendrando. languidecer en la periferia del proceso económico son los
grupos de ciudadanos cuyo temperamento colectivo se hace
tan impredecible como los cambios de aires políticos, una masa de seres humanos cuyos destinos tienden,
cada vez más, hacia los disturbios y rebeliones sociales contra un sistema que les ha hecho casi invisibles”, dice
Rifkin (1996) acaso desde miedo de los verdaderamente incluidos.

En el centro de la escena de esta globalización están los GET que van dando forma con su práctica a
una clase transnacionalizada, es decir, una elite de alcance mundial de consumidores cuyo alto poder
adquisitivo, rompe con el mito de la masividad como única forma de obtener beneficios empresarios. En los
circuitos tales como la informática la velocidad de la innovación tecnológica, provoca la obsolescencia en
cortos plazos, renovando el circuito de ventas. Lo mismo sucede en la industria del entretenimiento donde la
moda tiende a acortar los tiempos. En la misma línea, Rifkin (1996) sostiene que la industria del ocio, cada vez
más segmentada es otro ejemplo de como la diversificación de los objetos de consumo puede reemplazar al
consumo masivo.

➢ Verdades y mitos de la globalización.

La globalización como sistema de dominación está en su etapa de transición. Esto permite explicar la
subsistencia de fenómenos industriales y sociales propios de la etapa anterior, que parecen cuestionar la
vigencia y novedad del sistema. Además, los Estados Nacionales -ni los centrales ni los periféricos- han
desaparecido, pese a la idea generalizada en torno a la tesis de que el capitalismo está entrando en una
especie de fase global absoluta (Sklair, 2003).

Ahora bien, a fin de completar la caracterización de esta última etapa del capitalismo, debemos resaltar
que el control de la mundialización de la economía se asienta sobre una serie de monopolios que Samir Amin

2“Según datos de la ONU (…) globalmente, las personas con 20% de los ingresos más altos en el mundo gasta 86% del total de bienes
privados de consumo, mientras que el 20% más pobre apenas consume 1.3%.” (Flores Olea, 1999).
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

(1999) describe como: 1. el monopolio de las nuevas tecnologías, 2. el monopolio de control de flujo financiero
en escala mundial, 3. el de control del acceso a los recursos naturales del planeta, 4. el control de los medios
de comunicación, 5. el monopolio de las armas de destrucción masiva. Como decíamos el complejo proceso de
globalización se presenta en la acción confluyente, complementaria y también conflictiva del gran capital y
de los Estados Centrales, condicionados por aquellos. Pues, la vital importancia de los citados monopolios,
que no necesariamente son de naturaleza económica, habla de la todavía subsistente necesidad de los Estados
Nacionales centrales o imperialistas, que tuvieron sobre sus espaldas el despliegue de la etapa de dominación
anterior. En el proceso globalizante, si bien no suprime su poder, su ejercicio se encuentra condicionado por el
creciente poder de los GET. Todo lo cual, termina por configurar un sistema complejo en el que las políticas de
subordinación y deterioro del poder de los Estados Nacionales (en particular de los periféricos), deja inermes a
los Pueblos frente a la dominación.

Reafirmemos entonces que las relaciones de dominación no pueden ser entendidas como una simple y
llana “interpenetración de las economías”, o bien digamos sin eufemismos que, en esa famosa
interpenetración, a algunos les toca penetrar y a otros ser penetrados. Acaso no existen para graficar esta
cuestión, palabras más cínicas que las de uno de los representantes más conspicuos del pensamiento y la
acción de la oligarquía mundial, don Henry Kissinger: “Hoy todos somos dependientes. Vivimos en un mundo
interdependiente. Los Estados Unidos dependen de las bananas hondureñas tanto como Honduras depende
de las computadoras norteamericanas”3. La frase es tan clara y contundente, que los comentarios huelgan.

Más allá de los márgenes de autonomía es una realidad innegable que el intercambio a nivel mundial va
cambiado su naturaleza y ya no obedece a las reglas de la etapa anterior. La globalización va tejiendo una
compleja telaraña de personajes, GET, fondos de inversión, prácticas transnacionales, construcciones
ideológicas globalistas, etc. Todos nuevos agentes son interdependientes entre sí y abarcan el conjunto del
planeta. Un ejemplo de la autorreferencia de esta red globalizante es que la mayoría del intercambio
internacional de mercancías son entre o intrafirmas, es decir, exportaciones/importaciones que tienen a los
dos lados del mostrador a los mismos Grupos Económicos Transnacionales. A esto debemos sumarle que en
estas cuestiones como en algunas otras se ha visto deteriorado el peso y el rol incluso regulatorio del Estado
Nacional.

Los intercambios virtuales o de información (Internet mediante), y los capitales circulan más fácil y más
rápidamente que las mercancías y en volúmenes significativamente mayores, en cuanto a la cantidad de
dinero que mueven. “Las ventajas comparativas ya no son el fundamento de la inversión económica: los
principales países exportadores de autos son al mismo tiempo los principales importadores: definitivamente
ha quedado obsoleta la imagen de David Ricardo de una Inglaterra que cambia sus tejidos contra el vino de
Portugal” (Passet, 1998).

La característica esencial de la globalización, pues, no es el comercio, el intercambio de mercaderías y


servicios a nivel mundial, como dicen los neoliberales, sino la organización concentrada a nivel mundial de
los grandes oligopolios transnacionales.

“Estas doscientas megafirmas para las que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hace de
escudo y de promotor, abarcan el conjunto de la actividad humana: desde la industria a la banca, del comercio
al por mayor al comercio al por menor, de la agricultura extensiva a todas las esferas posibles de los servicios
financieros, ya sean lícitos o ilícitos. En efecto, para los grandes de la banca y de los seguros las distinciones

3 Citado por Atilio Borón, 2002.


Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

entre dinero limpio y dinero sucio han desaparecido desde hace mucho tiempo” (Clarimont 1999)4. El proceso
de concentración transnacional de las empresas coloca al tejido económico global bajo el control de un
reducido número de grupos económico-financieros.

➢ La vigencia de la distinción entre centro y periferia del sistema.

En el mundo actual, con un importante segmento del mercado mundial globalizado, lejos de zanjarse las
asimetrías internacionales estas tienden a profundizarse. Las economías de los países centrales y sus bloques
productivos comerciales concentran gran parte de su comercio y de sus inversiones entre ellas mismas, y
aumentan el proteccionismo respecto de los países del Sur (directo o indirecto como por ejemplo los subsidios
a la producción agrícola). Al mismo tiempo, expanden mediante los organismos internacionales de crédito, la
OMC, etc., el credo neoliberal de “apertura total” e indiscriminada y distorsionan vía los GET las economías de
los países periféricos, comprando las empresas nacionales de máxima facturación.

Este proteccionismo por parte de los países ricos ha sido un factor adicional de empobrecimiento para las
economías de los países periféricos lo cual contribuye a disminuir los precios de los productos provenientes de
esos países y también los productos tecnológicos que se puedan desarrollar. Lo cual no es una cuestión
marginal, pues uno de los mitos de la globalización es la autosuficiencia de los países centrales, pero ningún
país del mundo es enteramente autosuficiente mucho menos las grandes potencias. EEUU por ejemplo, es
particularmente vulnerable porque tiene carencia de algunos recursos valiosos y además porque sus vastas
máquinas productivas utilizan mucho de todo. La importación más significativa de los norteamericanos es sin
duda el petróleo, compran más de la mitad de su petróleo y uno de sus principales exportadores es la
República Bolivariana de Venezuela, su declarado enemigo político, al cual no pueden bloquear como a la Cuba
socialista, pues eso lesionaría fundamentalmente sus propios intereses y necesidades.

Es importante ubicar conjuntamente con este predominio económico una exigencia respecto de la
periferia que es más bien de carácter ideológico. La economía de mercado y la democracia liberal, se postulan
como condición de pertenencia al mundo “civilizado”. La ideología de mercado se utiliza con el fin de presionar
a los países que no cumplen esas condiciones, buscando “abrirlos” a la indiscriminada inversión externa, a
conveniencia de los inversionistas -que no causalmente provienen de los países centrales, que una vez más
confirmarían su condición de dominadores-.

El mito de la libre competencia a escala mundial que requiere de la atracción de capitales externos para el
desarrollo, configura la última cadena ideológica de sojuzgamiento de los Estados periféricos y se configura
como la condición necesaria de la adopción de políticas de corte antipopular. Estas son presentadas en
frecuentes ocasiones como un mal necesario, pero siempre imprescindible para el libre despliegue del capital.
Entonces, se genera una competencia entre los Estados dependientes, que funciona, al mismo tiempo, como
método de aplicación de la voluntad del capital. Se explican así las políticas de gobiernos dependientes (…)
[de] relajamiento de las condiciones del capital que configuran sistemáticamente un proceso creciente de
exclusión y al mismo tiempo la profundización de las diferencias entre los países ricos y los países pobres.

Las principales inversiones de los GET se realizan en la Triada (EEUU, Europa y Japón), y recién
secundariamente en los países periféricos5. Igual relación se guarda respecto del comercio mundial. Sólo las
migajas del gran banquete las que reciben los hoy llamados mercados emergentes. Mientras tanto, los países

4 Le Monde Diplomatique edición española dic 1999


5“La antigua relación centro periferia refería al intercambio de productos primarios y manufacturas fue progresivamente sustituida por
la relación centro centro en el comercio de manufacturas” (Ferrer, 2006).
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

más pobres, que no han logrado siquiera la formación de un mercado apetecible para los GET, como por
ejemplo muchos Estados africanos, son los grandes excluidos de la globalización. Son como los desocupados
en el interior de las naciones, no interesan a nadie, salvo para los discursos conmovidos y las actitudes
“caritativas”.

Para finalizar podemos concluir que uno de los objetivos de la aplanadora del pensamiento único, de la
ideología globalista, fue sin duda la liquidación de teorías como las del imperialismo o las de la dependencia, e
incluso de las distinciones más básicas entre centro y periferia. Estas marcaban la tendencia hacia la
acentuación progresiva de la brecha entre los países ricos de mundo y las naciones pobres. Tendencias que
hoy, sin dudas y ante los fríos e incontrastables números, aun se siguen verificando.

El abaratamiento, mejora y difusión de la comunicación es presentado como el instrumento decisivo en el


proceso de disolución de las diferencias entre centro y periferia, como también de la desaparición de fronteras
estatales, sociales y culturales. Proceso abierto que se intenta presentar como una irrefrenable marcha hacia
la democratización global. Pero la realidad, obstinada y distante de los objetivos de esta oligarquía globalizada
se empeña en demostrar que la brecha entre los países ricos y los pobres es cada vez mayor, al igual que entre
las personas consideradas individualmente. El carácter polarizador en el plano nacional del capitalismo lejos de
estar en su ocaso, se presenta en su apogeo.

Ni siquiera la supuesta igualdad se verifica en el plano de la llamada era del conocimiento. En efecto, si
alguien considera que el conocimiento es la base del desarrollo, tendría que reconocer también las asimetrías
que se dan en este terreno y el enorme abismo entre las regiones ricas y pobres, no es circunstancial el hecho
de que el 90% del gasto mundial en investigación científica y tecnológica se haga en el Norte.

Es importante destacar que la desigualad entre países ricos y pobres no debe ser entendida como una
diferencia de posiciones relativas al interior de una dinámica de progreso general. La fantasía de que “todos
avanzan” en el marco de la globalización es también desmentida por los hechos. Esta idea de que los países
periféricos y los centrales avanzan conjuntamente a partir de la innovación tecnológica es parangonable con el
mito de la inclusión al interior de la sociedad excluyente. En efecto, se machaca la idea de que los excluidos,
cada uno de ellos considerado individualmente, tiene la potencialidad de incluirse, pero que si no lo hacen es
por su exclusiva y particular responsabilidad (con la depreciación de la autoestima que no lograrlo implica).
Este argumento se repite a nivel internacional, incluyendo su versión desarrollista.

En síntesis, para el conjunto de la periferia la globalización significó concentración y desnacionalización


económica acompañadas por la ruina de pequeñas y medianas empresas urbanas y rurales. En particular, los
ajustes neoliberales produjeron el desmantelamiento de burocracias estatales, sistemas de seguridad social,
empresas públicas y estructuras proteccionistas combinado con la reconversión de elites locales a negocios
parasitarios. La desaparición o degradación de grupos “nacionales” de poder acompañó a la formación de
nuevas configuraciones económicas bajo la hegemonía de los GET.

Por eso a esta globalización hay que estudiarla en su doble carácter polarizante. Por un lado, la
profundización de la brecha entre países centrales y periféricos. Y por el otro hay que agregarle la
responsabilidad en la generación de disparidades sociales como nunca antes: concentración extrema de la
riqueza y extensión de la pobreza; inclusión, opulencia y ostentación para unos pocos y exclusión y
marginación para las mayorías. La economía de la globalización viene funcionando exitosamente como una
cruel máquina de explotación y exclusión, transfiriendo la riqueza de las zonas débiles del mundo a las más
ricas, de los individuos más pobres de un país a los más ricos. Se origina así una concentración de riquezas en
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

tan pocas manos como no se había visto probablemente toda en la historia de la humanidad. Esta misma
situación deviene por sí misma en insostenible y debiera llamar a la reflexión incluso a aquellos que son sus
beneficiarios.

➢ Debilidades y oportunidades en la sociedad globalizante.

La globalización como todo sistema de dominación tiene los pies de barro. Por un lado se enfrenta con la
resistencia de los Pueblos del mundo que se niegan a vivir en condiciones de esclavitud y marginación, y por el
otro se enfrenta a sus propias contradicciones. Es que un sistema sustentado no en el trabajo humano sino en
la lógica de autodesarrollo del capital es como una bicicleta debe seguir pedaleando sobre sí misma para evitar
caerse.

Así como se produjo el proceso de implosión del socialismo realmente existente, también la economía de
mercado o capitalismo de empresa tiene serias posibilidades de seguir la misma suerte, aunque las causas que
motiven su destrucción sean otras. Y esto no es una advertencia voluntarista sino una posibilidad en una
economía cada vez con menos sustento en la producción y el consumo de masas, y con cada vez más eje en el
capital, sobre todo en sus formas especulativas, es decir, un capital que es capaz de reproducirse a sí mismo
sin que esto se refleje en niveles de producción material de la riqueza, sino tan sólo esas ficciones que son
los papeles y los asientos informáticos que la instrumentan. Muchos de los principales “tanques de
pensamiento” de los países centrales son conscientes de los riesgos, sobre todo, los ligados con el Estado
Nacional Imperialista. Las contradicciones entre el sector “productivo” del capital y el sector especulativo se
hacen más fuertes que nunca tanto en el centro del sistema como en los sectores periféricos.

Como dice Samir Amin (1998) el capitalismo sabe que no puede resolver su crisis terminal por lo cual se
dedica a “gestionarla”. Es decir, no tiene intenciones serias de construcción de un nuevo orden social
sustentable, ni vincular seriamente a los excluidos a un nuevo proceso de integración de la producción del
futuro, sino que todos son consientes que lo que pueden hacer con la crisis del capitalismo es gestionarla,
estirarla, perpetuar en la dominación y en la opresión de los pueblos su continuidad. Pero vano es el intento
de la noche por perpetuarse. La noche no es eterna sólo oscura.

Sumario:

✓ Fin del Estado de Bienestar. Fin del mundo bipolar de la posguerra.


✓ Nuevos actores: Grupos Económicos Transnacionales y oligarquía transnacional (personas detrás de los GET).
✓ Papel del Estado en la globalización en sentido amplio: paradoja de ser vehículo de la europeización y lugar
desde donde resistirlo.
✓ El papel del Estado en la globalización en sentido estricto: disputa de poder con los GET que los cuestiona al
mismo tiempo que los necesita.
✓ Vigencia de la distinción entre los Estados centrales (gendarmes o garantes militares del sistema de dominación
mundial) y Estados periféricos (policías de la territorialización de los excluidos).
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Transformación del capital en la etapa globalizante.


➢ Etapas del capital.

Nuestra intención es analizar algunos de los mecanismos que hacen a la auto-reproducción del capital,
para lo cual proponemos en forma sintética y simplificada -para facilitar su comprensión- nuestra hipótesis de
trabajo:

Primera Etapa: el capital genera riqueza a través de la apropiación de lo que produce la fuerza de trabajo
(plusvalía), no sólo de la clase obrera al interior de los Estados nacionales europeos, sino también mediante la
explotación del trabajo esclavo o semi-esclavo en los países colonizados.

Segunda Etapa: apogeo imperialista, el capitalismo de empresa genera riqueza por medio de la generación
de consumidores mediante el incremento del salario en su versión keynesiana, entendido como un subsidio al
consumo, y los nuevos mercados “conquistados” (muchos mediante el uso de la fuerza) con la subordinación
de las estructuras productivas de los países dependientes y la desigualdad del intercambio internacional.

Tercera Etapa: el capital se deshace de gran parte de la costosa mano de obra para su reproducción
haciendo uso de la tecnología, al tiempo que adquiere su posibilidad de auto-reproducirse: el capital adquiere
la capacidad de producir capital. El que se mantiene únicamente por su propio movimiento, sólo puede
representarse en asientos formales, pues no es posible traducirlo materialmente. Este capital especulativo o
virtual adquiere un grado de autonomía que incide negativamente sobre la economía real-material generando
aún mayores condiciones de dominación y opresión.

➢ Proceso de hegemonía del capital especulativo: desprendimiento de la economía real o material.

El capitalismo siempre necesitó de una unidad de medida que permita los intercambios, fue entonces la
oligarquía británica la que impuso el patrón oro, que permitía la homogeneidad requerida para unificar el valor
de las transacciones. A fines del siglo XIX ya Gran Bretaña dictaba los principios rectores a los cuales deberían
atenerse todos aquellos países que decidieran la adopción del patrón oro (contenido metálico -cantidad de oro
y grado de pureza-; convertibilidad de la moneda; libre acuñación y desmonetización del oro; libre importación
y exportación de oro), que rigió hasta su colapso en la depresión del ’30.

Luego de las dos guerras interimperialistas, el nuevo ordenamiento del tablero mundial trajo como
consecuencia la reformulación de la economía mundial bajo la influencia de EEUU como potencia emergente
del capitalismo. Así en los acuerdos de Bretton Woods (1944) se plasmó la hegemonía monetaria del dólar en
un sistema que encuadraba a las principales monedas de los países centrales respecto del dólar y este
respecto al oro, manteniendo el vínculo entre la masa monetaria y el oro atesorado en el Fuerte Knox del país
del norte. En este sistema de cambios fijos –“Gold Exchange Standard” o patrón de cambio oro- el margen de
fluctuación permitido era el 1%.

En dichos acuerdos –que se materializaron en 1958 cuando los países europeos y Japón hicieron
convertibles sus monedas- se estableció la libre convertibilidad a precios estables entre las monedas y del
dólar con el oro a una paridad fija, en una clara preeminencia de EEUU puesto que al ser el dólar la moneda de
reserva podía saldar sus déficits con sus propios billetes.

No obstante en los ‘70, la posición relativa de EEUU en la economía mundial experimenta un rápido
deterioro –si bien conserva su lugar hegemónico-, su participación en las exportaciones mundiales cae y su
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

participación en las importaciones crece. Ya en 1971 su saldo comercial y su saldo de intercambio de bienes
manufactureros dan guarismos negativos (Arceo, 2002) y mientras sus reservas en oro se reducen velozmente,
la cantidad de dólares en poder no-norteamericano cuadruplicó a las que poseía el propio país, de modo que
empieza a discutirse la eliminación del dólar como moneda de reserva. En consecuencia, en agosto de 1971,
Nixon eliminó unilateralmente la convertibilidad del dólar, lo que le permitió devaluar su moneda (10%) a fin
de recuperar en parte su capacidad competitiva. Se destruyó entonces el sistema establecido en Bretton
Woods y con él uno de los anclajes que unían a la economía monetaria y financiera con la economía real.

Es el comienza de era de hegemonía del capital especulativo, donde esa decisión norteamericana produce
implicancias profundas en el proceso de liberalización del capital al establecer un nuevo sistema monetario
basado en la llamada “cotización flotante” -es decir, sujeta a las veleidades del mercado- que fue proclamado
oficialmente en 1976, a través del “Acuerdo de Kingston” y puesto en vigor a partir de 1978.

La caída de los acuerdos de Bretton Woods pone en cuestión la lógica de que el ámbito nacional era el
marco donde se resolvían las tensiones macroeconómicas y donde cada Estado podía emplear sus
herramientas monetarias y fiscales según sus objetivos –ej. asegurar pleno empleo o el crecimiento de la
demanda-. Por contrario, ese nuevo sistema se basaba en la desregulación de los mercados financieros
internacionales y los tipos de cambio flexibles, donde la disciplina ya no la fijaba el consenso de los Estados
(aunque fuera con la preponderancia de los Estados imperialistas), sino que ésta era impuesta por el mercado,
por “lo privado”, es decir, por la voluntad del capital.

A partir de la “cotización flotante” -que otorga una nueva posición estructural al gran capital financiero o
especulativo: la hegemonía dentro del bloque de clases dominante- la paridad de las monedas es definida por
el mercado, decisivamente condicionado por la política monetaria y fiscal de EEUU (Arceo, 2002). Porque el
nuevo sistema fue una afirmación de la hegemonía norteamericana, más allá de que colateralmente le dio al
capital financiero una plataforma para su despliegue.

De hecho en su comienzo, fue pensado para favorecer y fortalecer la preponderancia del capital
productivo norteamericano, no obstante sus efectos posteriores que abre la puerta a contradicciones internas
de los distintos tipos de capitalistas en el seno de la potencia imperialista. Pues, el conjunto de decisiones que
se tomaron en 1971 se dieron dentro de un proceso de enfriamiento general de las economías centrales que
bloqueaba las inversiones productivas, entonces los excedentes financieros que no podían orientarse hacia
ellas y quedaban disponibles para cubrir los déficits estatales. Se trata entonces de un mismo movimiento de
restructuración del poder y de la hegemonía al interior de los países centrales.

➢ Ola desreguladora: circuito autónomo y superproducción del capital financiero.

Podría decirse que el proceso de globalización en sentido estricto se caracterizó por la organización del
capital para liberarse de las trabas del Estado Nación (el mismo que fue vehículo de expansión de la
globalización en sentido amplio). Su hegemonía encuentra expresión en aplicación de políticas idénticas en
todo el globo que son reflejo de un cambio de poder a partir del cual se constituyen bloques hegemónicos
antipopulares. Este bloque -cuyos segmentos más poderosos son los relacionados con el capital financiero y
especulativo- se cimienta con la ola desreguladora de los 80 que abre el espacio mundial sin restricciones a los
movimientos de los capitales.

Esas políticas intentan patear o gestionar la crisis –encontrando salidas financieras a la superproducción de
capitales- para evitar lo más temido desde la caída del cambio fijo y aparición del flotante con la hegemonía
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

del dólar, que es la explosión de la burbuja. No hay un correlato de esa superproducción de capitales y una
expansión del sector productivo, sino que hay un circuito autónomo del capital financiero, explica el egipcio
Samir Amin.

La ola desreguladora eliminó primero los límites y las reglas con que los países centrales restringían e
impedían una amplia variedad de transacciones financieras. A su vez, los Estados periféricos son
condicionados para levantar cualquier reglamentación respecto de las transferencias y, en general sobre los
movimientos de capital de cualquier tipo, entre ellos las opciones de inversión financiera (como los mercados
de valores) para “atraer” capitales. Y bajo el verso tantas veces repetido que sólo el capital es quien es capaz
de crear riqueza, se van implementando las desregulaciones que favorecen al capital financiero. De este modo,
el campo de acción de los capitales especulativos, lo mismo que sus instrumentos, se ha amplió
espectacularmente.

➢ Burbuja financiera.

Desde una perspectiva amplia podemos ver que progresivamente, en función del sistema de flotación de
las monedas y casi absoluta desregulación de la circulación de divisas, el capital se va conformando una
burbuja que impone su lógica a los restos de la economía que se desarrollan aun con el marco estatal,
productivo. A su vez el capital financiero le pone su impronta al sistema capitalista aumentando la necesidad
de movimiento del propio capital, otorgándole un dinamismo intensivo pues cuando deja de moverse deja de
ser capital porque se desvaloriza, entonces se va generando un circuito propio –cada vez con mayor
autonomía- del capital especulativo.

“La globalización financiera, apadrinada por la revolución conservadora norteamericana y británica del
comienzo de los años ochenta, ha autonomizado la esfera financiera, sometiendo la economía real a su lógica.
Nunca fue tan grande en la historia contemporánea, incluidos los años veinte, la disociación entre el reino de
los signos monetarios y la realidad económica de la que se supone es expresión. Desde 1970, el alza
vertiginosa del volumen de los flujos internacionales de capitales no va acompañada por un aumento
correlativo del valor de los bienes y servicios intercambiados” (Golub, 1999).

Así, la economía real y la virtual tienden a desvincularse y sus nexos a desmaterializarse. La circulación
electrónica multiplica las posibilidades de la especulación permitiendo transferir capital desde cualquier punto
del globo a otro en forma instantánea. Fortalecido por el desarrollo de estas nuevas tecnologías se consolida la
preeminencia del capital especulativo sobre los actores y fuerzas económicas aun vinculado al trabajo, y por
consiguiente a relaciones de carácter social y nacional, es decir en el marco del Estado-Nación.

Nos encontramos con la tendencia intrínseca del capital a producir más capital, toda vez que en una
economía simbólica que tiende a desgajarse de la economía real o productiva sin duda que la tendencia
natural del capital especulativo es la de reproducirse en el ámbito financiero casi sin límites, o mejor dicho,
con el último límite de la explosión de la burbuja.

Sin el anclaje con la economía real, las características inherentes al capital especulativo se exacerbaron al
máximo transformándose en una especie de cáncer de la economía capitalista. Pues genera un círculo vicioso
(que el libre accionar de los mercados no puede/quiere resolver): la valorización especulativa es expresión de
la generalizada sobreacumulación del capital existente en el sistema, que a su vez es el resultado de la falta de
opciones de inversión productiva suficientes con expectativas atractivas de rentabilidad.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Lo importante es entender que la hipertrofia del capital especulativo en la etapa globalizante que genera
esta burbuja financiera, es un sistema que no encuentra salida mediante el crecimiento económico productivo,
de manera que toda la maquinaria económica y subsidiariamente también la política se tiene que poner al
servicio de una válvula de escape para ese gigantesco excedente de capitales flotantes. Para graficarnos la
enorme dimensión de este excedente, pensemos la cifra que aporta Samir Amin (2003) del comercio mundial,
que era aproximadamente de tres billones de dólares en el año y la cifra de los movimientos internacionales
de capitales flotantes que era entre ochenta y cien billones, es decir treinta veces más importante.

La colocación del capital excedente en los países dependientes a modo de deuda, integra a los sectores
periféricos en el circuito de la economía especulativa a escala mundial. En los 70 empieza un vertiginoso
crecimiento de las deudas periféricas que, más allá de que su incidencia y dimensión a escala mundial es
manifiestamente menor respecto del endeudamiento de los países centrales, el peso en relación a sus propias
economías, es determinante, desequilibrante y se constituye en un factor principal de dependencia. Pues así
como las sociedades se polarizan entre minorías ricas incluidas y sectores crecientes excluidos, los Estados –
también los de los países centrales- acumulaban deudas haciéndose cada vez más frágiles y condicionados por
los vaivenes de la especulación financiera. Acaso la diferencia sea que el endeudamiento público en los países
periféricos a diferencia del centro, terminó funcionando como un condicionante de las relaciones y fundante
de estructura de dependencia; es difícil de discutir que estos países son mucho más vulnerables a la volatilidad
de los mercados financieros globales.

Reafirmando lo dicho, en la de constitución de esta burbuja de capital financiero-especulativo resulta


decisivo el proceso de empapelamiento especulativo universal mediante el aumento incesante de las deudas
públicas de los países centrales (que potenció la financierización acelerada de los Grupos Económicos) y la
constitución de grupos financieros que desataron una marea de negocios rápidos y de muy alta rentabilidad en
la periferia (privatizaciones salvajes, proliferación de mercados de valores puramente especulativos, etc.) que
completaron así la hipertrofia del capital.

En definitiva, el poder del capital financiero impone su lógica a partir de su capacidad de auto-
reproducción, la lógica especulativa puede más que las lógicas económicas productivas, la renta aun con sus
riesgos es más segura que el beneficio. Aparece entonces por un lado una economía “virtual” o “simbólica”
(compuesta por movimientos contables, tipos de cambios, tasas de interés, bonos, acciones, especulación con
derivados, etc.) y por otro lado una economía real que convive con aquella, una economía de capitalismo
industrialista clásico, pero que, en gran medida a la vez de disputar la hegemonía, se va vinculando
intrínsecamente con aquel capital especulativo. Así vamos llegamos a una realidad de terribles consecuencias:
el capital especulativo no requiere sino en ínfima medida de la economía “real” para su crecimiento y
reproducción. Esta es la lógica del capitalismo actual, más allá del abismo al que conduzca.

El proceso de autonomización -o de surgimiento de la hegemonía del capital financiero- se sustenta


también en la complejización y en la diversificación de la maquinaria especulativa, de modo que la timba
financiera se multiplica en una infinidad de fuentes de especulación y beneficio. En los mercados se negocian
cada vez más operaciones de cobertura de riesgos sobre los productos financieros. La ingeniería financiera
aceleró ese desarrollo. Fondos de pensión y de inversión, grandes bancos y otros GET encontraron en la
revolución informática el atajo tecnológico que les permitió crear productos financieros derivados, articular
una red bursátil y cambiaria internacional operando las 24 horas del día, los 365 días del año.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Sin duda el nivel más alto de la especulación ha sido alcanzado en la gestión de los llamados “productos
financieros derivados” cuya expansión exponencial ha llevado a ciertos autores a considerarlos una tercera
esfera económica y no por cierto la menos importante, sino por el contrario, la que va adquiriendo mayor
envergadura. Con este complejo desarrollo de herramientas especulativas como los productos derivados
finalmente se borra toda proporcionalidad entre la económica real y efectiva y la economía imaginaria,
ilusoria, falsa o ficticia, que comienza a manejarse con relativa independencia de las leyes de la producción de
plusvalía. Así desaparece la posibilidad de descubrir detrás de cada forma de la economía especulativa una
forma económica real.

Consecuentemente, se fueron generando especulaciones sobre las especulaciones, apuestas sobre las
apuestas, los productos derivados han ido asumiendo formas cada vez más enmarañadas articulando cadenas
financieras muy complejas que enlazan –por ejemplo- divisas, acciones y materias primas, todo en una misma
operación. La ingeniería financiera apoyada en los avances informáticos ha permitido crear más y más insólitos
“productos derivados”. De este modo, se acumulan operaciones sobre las operaciones, riesgos sobre riesgos y
beneficios sobre beneficios. Estos suculentos beneficios que se acumulan como un castillo de naipes son, al
mismo tiempo que la fortaleza que le permite seguir, la debilidad que amenaza el sistema.

En síntesis, son muchos y muy variados los índices de retribución del capital que facilitan que el capital
produzca capital directamente, sin la mediación de la mercancía, sin necesidad de trabajo. Lo cual va
corriendo el eje de la multiplicación del capital hacia el ámbito financiero dejando de lado el proceso de
producción en la acumulación del mismo. Esto tiene consecuencia directa en la vida de miles de millones de
hombres y mujeres que viven de su propio trabajo.

Cuando hablamos de capital especulativo no estamos hablando de riqueza, porque entonces sería
necesario que fuese capaz de cambiarse por algo real, concreto, ya sea mercancía o servicio. “Son
transacciones de compra y venta de lo que no existe” como por ejemplo, los riesgos asumidos por los
contratos a mediano o largo plazo que todavía no se firmaron (Forrester, 1997). Mientras se especula y se
acumula produce la ilusión de existir, pues fuera de su circuito corre peligro de aparecer como lo que
verdaderamente es: datos de archivos en discos rígidos de computadoras, que pueden desaparecer con tanta
facilidad como se reprodujeron.

Acaso la solución no esté en reventar la burbuja especulativa sino el desafío de pincharla sin que reviente y
que se vaya desinflando. Todo esto en beneficio de una recomposición de la economía productiva. “La gestión
de la crisis consiste pues en encontrar “otras salidas” a ese excedente de capitales flotantes, a fin de evitar que
se desvaloricen masiva y velozmente. La solución de la crisis implicaría, en cambio, modificar las reglas sociales
que gobiernan el reparto del ingreso, el consumo, las decisiones de inversión; es decir, otro proyecto social –
coherente-, diferente del que se ha fundado sobre la base de la regla exclusiva de la rentabilidad” (Amin,
2003).

Sumario:

➢ Doble proceso de emancipación del capital: autonomía de los Estados y del trabajo.

Existe una intención del capital de autonomizarse por un lado del trabajo y su sujeto: el trabajador
depreciando su necesidad como productor de riqueza, y por otro lado de generar independencia del poder
político institucional para lo que genera el eufemismo del “mercado” donde rigen sus propias y absolutas
reglas de desarrollo. Ese mercado es la encarnación dinámica de una relación social injusto entre las personas
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

que genera cada vez más desigualdad, fundamentalmente de carácter económico –en la relación entre capital
y trabajo- pero que forma parte de un sistema con una lógica expansiva que abarca también lo político y
cultural.

En consecuencia, el capital pretende que las reglas del mercado no estén condicionadas ni por los Estados,
en tanto ámbito de disputa de las decisiones políticas, ni por el ámbito productivo, en donde disputa con la
fuerza de trabajo, su antagonista histórica a la que somete con la amenaza de la abolición final del trabajo.
Debilitando la subjetividad de los trabajadores intenta implantar su proceso emancipatorio.

➢ Utopía del capital del no lugar: imponerse desde afuera del E-N y trabajadores territorializados.

El capital en la etapa globalizada intenta construir un Imperio cuyo poder se imponga desde el exterior de
los Estados (cuyo poder se intentó destruir con el modelo neoliberal) y sobre sus trabajadores territorializados,
localizados. Su utopía es el no lugar desde el cual determinar y restringir la libertad real de las mayorías. La
idea es un poder sin sociedad y sociedades sin poder, poniendo en crisis la idea misma de Estados soberanos.

Los capitales puramente especulativos –que desarrollaremos cómo surgió y sus características- se mueven
a su antojo en el ciberespacio de las finanzas globales y tienen intereses contradictorios muchas veces no sólo
con los Estados Nacionales de los países periféricos, sino también con los centrales. Su pretensión es situarse
en un espacio “virtual”, es decir un “territorio” sin problemas de población, sin vínculo alguno con las
negociaciones propias que le imponen los Estados y los trabajadores. Desde este lugar, desde la negación del
hombre y sus contradicciones, se convierten en cada vez más en amos del Imperio de la Muerte, e
instrumentalizan a los Estados, tanto centrales como periféricos en su propio beneficio.

Transformación del trabajo en la etapa globalizante.


La novedad más importante de esta etapa histórica, que implicó un profundo cambio en el trabajo, es la
exclusión como nueva forma de opresión que -como veremos- aparentemente no es muy lógica con el
desarrollo del propio capitalismo. Vimos que cada sistema de dominación tiene como correlato un modo de
opresión, es decir así como existen modos mediante los cuales se transfieren riquezas, recursos, de un sector
del mundo a otro sector del mundo, de un estado nación a otro, también existen mecanismos a través de los
cuales hacia el interior de las sociedades se apropia de un pequeño núcleo del trabajo de la mayoría.

En el colonialismo el mecanismo de apropiación del trabajo del otro que se utilizó fue la esclavitud con el
trabajo de los pueblos africanos la mita, la encomienda y el yanaconazgo con el de los pueblos originarios. En
el imperialismo la forma de apropiarse del trabajo del otro al interior de las sociedades capitalistas fue la
explotación, la apropiación de la plusvalía es decir que algunos tengan que vender su fuerza de trabajo en el
mercado donde no le pagan según lo que produce.

Entonces si uno entiende el capitalismo como la forma de apropiación del trabajo del otro, no tendría
lógica que en el mundo haya cada vez más desocupados, pues tomando los empleos formales y en blanco en
términos absolutos son la misma cantidad de empleos aproximadamente que en la década del 70, mientras
que la población mundial creció en una progresión geométrica.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

De manera que tenemos que enfocar en los cambios que se dieron en el sistema de dominación, de una
etapa en la que el capital necesitaba incorporar más trabajadores para producir más riqueza a otra etapa en la
que el sistema deja afuera a una parte importante de la población, puesto que –en mayor o menor medida- en
todas partes del mundo hay desocupación. No existen hoy prácticamente sociedades de pleno empleo. La
explicación del cataclismo es provocado por la innovación tecnológica no sirve para describir regularidades
(como si la tecnología fuera producto de la magia o la casualidad); en realidad son las decisiones políticas:
determinar en qué se invierte y para qué se orienta lo que invierte.

➢ Fordismo-Taylorismo (Producción en masa) – Keynesianismo (Consumo de masas).

Para explicar cómo funcionaba este sistema que producía y que necesitaba cada vez más productores
como así también cada vez más consumidores tenemos que remitirnos a principios del siglo XX y al primero
que acelera la producción que es Henry Ford. La manera en que lo aceleró fue haciendo producción en serie.
Hasta Ford, los autos se construían artesanalmente, mediante un grupo de trabajadores que construía un sólo
coche y tardaba cierta cantidad de tiempo. Ford, copiando la idea de los frigoríficos de Chicago armó una línea
de montaje donde un trabajador hace siempre lo mismo en esa línea y el resultado de todos esos trabajos es el
auto. Lo que cambiaba era el tiempo y los movimientos, el conflicto de la sistematización en la vida del
trabajador está reflejado por Chaplin en “Tiempos modernos”.

Lo importante de entender es que hasta los tiempos estaban controlados, vino a completar esta cuestión
un ingeniero llamado Taylor que medía los tiempos de trabajo de las personas y a partir de ello le ponía
objetivos, es decir el trabajador tenía cronometrado por ejemplo cuánto tiempo tardaba en poner una rueda y
si no conseguía producir lo fijado la consecuencia era el disciplinamiento. Visto desde el punto de vista
empresario, lo que eliminaba eran los tiempos muertos en términos de maximizar la ganancia, visto desde el
punto de vista del trabajador, lo estaban sobre explotando intentando evitar los momentos que le resten algo
aunque sea mínimo de esa plusvalía, porque matar los tiempos del trabajador no significó mayor
remuneración sino sólo mayor productividad. Con lo cual el que se quedaba con esos beneficios de mayor
productividad no era el trabajador. Esa manera de organizar el trabajo redundaba en mayor producción,
beneficio del que también se apropiaba el dueño de los medios de producción.

Ahora bien, nos encontramos con el problema habitual del capitalismo de producir mayor cantidad que es
quién va a consumir lo producido. Porque la producción de bienes se realiza cuando lo absorbe el mercado,
hasta ese momento no es nada (producción acopiada) o en todo caso parte de las deudas que tiene el
capitalista. Las altas tasas de producción se convierten en beneficio para el dueño de los medios de producción
una vez que se vendió en el mercado, recién ahí puede el dueño de los medios apropiarse del trabajo que
vienen agregando los trabajadores a la mercancía, es decir cuando transformo la producción en capital.

Entonces el problema de producir muchos autos era pensar a quién vendérselos. La primera crisis del
capitalismo en 1930 puso un límite al desarrollo del capital: el subconsumo de los sectores asalariados
(mayorías populares) era un obstáculo para la ganancia del capital. 30 años de producción en serie llevó a la
siguiente situación paradójica: sobraba la mercadería, faltaban los consumidores. La transformación en la
manera de producir -es decir, de organizar el trabajo- que significó el fordismo y el taylorismo con línea de
montaje y los tiempos cronometrados, condujo al crecimiento de las tasas de producción, es decir a la
producción en masa, pero sin compradores de esos excedentes, las altas tasas de producción pueden ser signo
de problemas en la estructura económica, en especial si quienes generan realmente la riqueza (trabajadores)
no participan en su distribución.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Las crisis de sobreproducción son las crisis cíclicas del capitalismo, porque evidentemente el desarrollo
indefinido del capital no es tal. ¿Cómo se resolvió en ese entonces? Se destruyó gran parte de ese capital. Y
millones de trabajadores quedaron en la calle. Gran Depresión. Dicho en términos de los monetaristas
actuales, se enfrió la economía. Enfriar la economía es un eufemismo para no hablar de la destrucción de las
vidas de los sectores mayoritarios de la población mundial, principal actor en la generación de la riqueza
mundial, pero sistemáticamente relegada de su rol histórico. El guión que repiten los monetaristas es que
enfriar la economía significa destruir industrias y consumidores, el problema es que los consumidores somos
personas.

El primero en darse cuenta de esto fue un lord inglés, Keynes. Fue el primer economista en pensar el
subsidio al consumo. La escuela keynesiana -economía política- propone al salario como subsidio al consumo.
El Estado de Bienestar debía convertirse en un agente que intervenga en el mercado para estimular el
consumo. En el mercado de trabajo la intervención estatal responde al objetivo de generar pleno empleo.
Keynes es el primero en vislumbrar que la salida a la crisis de sobreproducción era crear consumidores. No
obstante, vale señalar que las políticas de pleno empleo del Estado keynesiano no perseguían el objetivo de
redistribuir la riqueza ni tender a un orden social más justo como objetivo prioritario, sino evitar como vías
anticíclicas, para evitar las crisis de superproducción.

El keynesianismo fue la escuela económica que indagó en las causas de las crisis estructurales de la
producción industrial: el subconsumo de los sectores trabajadores. El lema keynesiano fue: creemos a los
sujetos que consuman los excedentes que se acumulan, creemos a nuestros propios consumidores. No
importa si el trabajo genera riqueza, sino dotar a los sectores trabajadores de poder adquisitivo para que
consuman (ejemplo de emplear cuadrillas que por la mañana hagan pozos, por la tarde los tapen y por la
noche los vuelvan a cavar). Pero claro que a las metas de pleno empleo el sector privado no acude, sino que es
el sector público el que genera empleo y fortalece al mercado interno. El modelo keynesiano tendrá gran
predicamento, ante la incapacidad de los economistas clásicos para plantear soluciones a las crisis cíclicas del
capitalismo. Bajo este paradigma, el capitalismo experimenta décadas de gloria, de desarrollo de las fuerzas
productivas, crecimiento de las tasas de producción, consumo y riqueza que van desde el período de entre
guerras hasta 1970. Acaso sea oportuna la reflexión del egipcio Samir Amin, acerca de que el capitalismo
funciona mejor cuando se encuentra condicionado.

Cuando la organización de los factores de producción (producción en masa) se acopla al fortalecimiento


del mercado interno (consumo en masa) el capitalismo logra sus años de apogeo. El Estado de Bienestar no
sólo impulsaba consumo directo por vía del salario, sino también el consumo por vía indirecta a través de
distintos instrumentos complementarios (salario familiar, indemnizaciones, aguinaldo, etc.) al ingreso de los
sectores populares, que a su vez son los que tienen mayor propensión al consumo sencillamente porque
tienen menor capacidad de ahorro.

No obstante, como hemos desarrollado con mayor profundidad cuando explicamos la transformación del
capital, la caída de los acuerdos de Bretton Woods marca la ruptura entre la economía real y la economía
financiera. En esta nueva etapa de hegemonía del capital financiero, el capital logra autor reproducirse a sí
mismo, en otras palabras, ya no necesita apropiarse de la fuerza de los trabajadores para generar ganancia,
ahora cuenta con fondos de inversión, de seguro, títulos, bonos, activos, innovaciones financieras en las que el
capital se reproduce a tasas que no guardan relación con los niveles de productividad de las empresas que
cotizan en bolsa. En otras palabras, en la lógica de ganancia del capital, el salario de esa masa de trabajadores
incorporados al mercado de trabajo deja de ser vista como un estímulo, sino como un gasto.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

➢ Toyotismo: cambios en la organización del trabajo y en la subjetividad del trabajador

En Japón, una conocida empresa de capital hoy trasnacionalizado (Toyota), un ingeniero llamado Ono
llevó adelanta una nueva transformación en la organización del trabajo conocida como toyotismo. ¿En qué
consistió esta revolución en la organización del trabajo? Hasta el momento, las distintas transformaciones en
la organización de los factores productivos (línea de montaje y producción en serie) significaban la apropiación
de la fuerza de trabajo del trabajador, fuerza de trabajo manual. La fuerza de trabajo que las empresas
compraban a través del salario al trabajador consistía en un trabajo físico. ¿Qué se trasforma a partir del
toyotismo? El capital le exigirá al trabajador no sólo su fuerza –física- de trabajo, sino ahora también su fuerza
intelectual.

Hasta ese momento la estructura de la empresa era piramidal (al igual que la estructura social), con una
base muy amplia de trabajadores manuales sobre la cual se sustenta el resto de los puestos jerárquicos
intermedios dentro de la empresa, hasta la cima de la pirámide ocupada por los cargos de dirección (podemos
pensar analógicamente en la pirámide social compuesta por los sectores populares o asalariados en su base,
los sectores medios y las burguesías montadas sobre la amplia base que con su trabajo generan la riqueza
social). Los cambios en la línea de producción en la empresa de estructura piramidal se decidían en la cúspide
de la pirámide (dueños, gerentes, directores) y bajaban por la línea jerárquica (subgerentes, subdirectores)
hasta comunicarse a la base compuesta por trabajadores manuales, quienes efectivamente generaban el valor
en la producción. El problema de este sistema de comunicación en la línea de producción de la empresa era el
tiempo que demoraba la toma de decisión y su concreta aplicación.

Entonces, el ingeniero Ono armó los círculos de calidad en Toyota, integrados cada uno por un ingeniero,
un director, un subdirector, un gerente, y subgerente, un capataz y empleados de base. En estos círculos, la
voz de los trabajadores empieza a ser tenida en cuenta en la toma de decisiones de la empresa. El toyotismo
fue una profunda transformación en la organización tradicional de los factores productivos (fordismo,
taylorismo), y de la estructura piramidal del trabajo en la empresa, que permitió a los dueños de los medios de
producción apropiarse no sólo de la fuerza manual de los trabajadores, sino también de su capacidad
intelectual. El problema subsiste: ¿acaso el trabajador es quien se sirve de la experiencia de los círculos de
calidad? El toyotismo desarrolló en el trabajador el sentido de pertenencia, de sentirse parte del equipo
integrado por los círculos de calidad, la ficción de que sus experiencias y su conocimiento fueran a redundar en
un beneficio para él, cuando en todo caso beneficiaban a la empresa.

La primera consecuencia del cambio en la organización del trabajo, fue la ruptura de la conciencia de
clase del trabajador, el pleno reconocimiento del papel que juega en la estructura productiva (empresa). La
conciencia de clase de los trabajadores, la convicción de saberse explotados, esa ahora una nueva mercancía:
su subjetividad es cooptada por la empresa, no porque participe de las ganancias de la empresa, sino porque
crea ser parte dinámica de las empresas. La idea de pertenecer a la familia de la empresa reemplazó la
pertenencia a las estructuras propias de los trabajadores asalariados: los sindicatos. La confrontación entre
sindicatos y patronales quedó “superada” por la gran familia Toyota, Mitsubishi. Pensemos estos cambios en
plena crisis del estado keynesiano, en la que la ampliación de la base de trabajadores es entendida como un
gasto, en que el capital ya no necesita necesariamente de apropiarse de la fuerza de los trabajadores para
generar ganancia, sino que cuenta con instrumentos financieros que importan menos gasto y reportan
mayores ganancias. En este contexto, la conflictividad que los movimientos de trabajadores organizados
demuestran con los regímenes de disciplinamiento fordista son excusa para la flexibilización laboral.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

La segunda consecuencia es la alta capacidad de cambio en el producto en serie. La revolución en la


organización del trabajo resultó también en una profunda trasformación en el concepto de consumo. ¿Para
quién producir? La respuesta que daba el fordismo, la producción en masa, producir para muchos, pierde
vigencia. Resurge el paradigma del consumo de una elite, el consumo para pocos, paradigma viejo como la
injusticia. Pensemos ejemplos, cuando se inventó el reloj en la baja edad media, principio de la Edad Moderna,
el reloj como mercancía era pensada para el consumo suntuoso de unos pocos (el negocio de los relojeros era
producir relojes artesanales para el consumo de la nobleza europea, eran bienes de lujo) no era mercancía de
consumo masivo. Entre el reloj de la edad moderna y el reloj que salía de la línea de montaje fordista, cuatro
siglos de desarrollo de las fuerzas productivas. Hacia fines del SXX, el reloj es un producto típico de consumo
masivo, incluso hoy podemos decir que ha sido reemplazado por el celular.

En la última etapa de la globalización en sentido


amplio, la globalización en sentido estricto, las
transformaciones de la tecnología y en la organización
del trabajo dieron lugar nuevamente al consumo para
pocos. Pensemos en la indumentaria. El denim que
originalmente era la tela que se utilizaba para la
confección de uniformes industriales, se convierte en un
producto de consumo masivo: el pantalón de jean. Si
alguna vez, en pleno apogeo del fordismo, el negocio fue
venderle un jean a cada ser vivo del planeta,
actualmente el sector de la industria textil se ha
fragmentado, y junto con aquellas marcas que producen mercadería para consumo masivo, también han
aparecido aquellas marcas cuyo sujeto de consumo no es masivo, sino exclusivo. El negocio de la Alta Costura
es venderle a sectores minoritarios productos exclusivos. El precio del producto no guarda relación con el valor
de la tela (al igual que el producto masivo) pero el salto del precio es mucho mayor, porque lo que cotiza es la
marca.

El paradigma detrás de los consumos exclusivos es pertenecer a un mundo de innovaciones tecnológicas.


Y claro este mundo no es para todos. También podemos pensar en el mercado de la telefonía celular. Como
vemos, el desarrollo del capital tiene se relaciona directamente también con el sistema de opresión, en tal
caso pensemos en la hegemonía del capital especulativo, la producción para consumo exclusivo, y la exclusión
de los sectores populares tanto del mercado de trabajo, como del consumo. Al cambiar la lógica en las
dinámicas de producción, es decir al dejar de producirse en masa, entonces no hace falta montar trabajadores
en la línea de montaje, ni tampoco dotar a los trabajadores de poder adquisitivo. El problema ético que
supone eliminar trabajadores y consumidores es el alto costo social que importa la hegemonía del capital.

Hacia la década de los 90, con la caída del Muro de Berlín y el aparente fracaso del Socialismo Real, la
ficción de la autorregulación del capital, concentrado cada vez en menos manos, se instala como lógica
hegemónica. Si el trabajo ya no genera riqueza, sino la tenencia del capital y la posibilidad de licuar el capital
con capitales que provienen del tráfico de armas, la trata, el narcotráfico, el rol de los sectores mayoritarios
que participan de la generación real de riqueza queda negado, ocultado, olvidado. En términos de hábitos de
consumo, las mercancías suntuosas también crean un cerco entre las mayorías populares y las minorías
elitistas cada vez más insondable. La rueda del capitalismo no se mueve con las mayorías, sino con las
minorías. Esto no significa que la producción en masa no exista más, sino que las dinámicas productivas
coexisten, pero las dinámicas de concentración y exclusión tienen altos costos sociales que eventualmente
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

eclosionan generando fuertes crisis. La producción primaria en términos de materias primas sigue latente en la
periferia, y convive con formas económicas más modernas, e incluso con dinámicas de producción y consumo
para elites. Recordemos que el proceso de transnacionalización de la economía, es decir la integración de
sectores de la economía de cada país (central o periférico) al mercado mundial, ha generado sectores sociales
integrados a ese capitalismo global.

Nuevamente en la historia moderna, los cambios en la organización del trabajo y la producción (fordismo)
han dado lugar a una nueva División Internacional del Trabajo: si durante el desarrollo del imperialismo tuvo
vigencia la producción de materias primas en la periferia y la producción industrial en el centro, hoy los GET -
actor emergente de esta última etapa histórica- producen lo que les conviene, donde les conviene, para quien
les conviene. Si antes el criterio para el trazado de mercados apéndice en plena expansión del imperialismo
europeo era el aprovisionamiento de materias primas, actualmente los sectores de las economías nacionales
se han desprendido de las estructuras económicas nacionales para integrar un mercado global en cuyo los
aspectos o criterios a tener en cuenta son otros: la ausencia de derechos laborales, la posibilidad de explotar
niños, etc. Si antes las empresas estaban condicionadas por los estados nacionales y las sociedades locales,
están fronteras actualmente se han borrado para el capital financiero internacional.

En este punto, pensemos al Estado nacional como aquel lugar donde se condensan las relaciones sociales,
donde se plasma la tensión entre los sectores sociales, donde se refleja la tensión entre el capital y el trabajo.
En el Estado, el debate ente las fuerzas sociales es en términos democráticos, y la herramienta para ese
intercambio es la política. Sin embargo, en la empresa, si bien concurren las mismas fuerzas sociales, el debate
nunca es democrático. La decisión política la tomaba el patrón. Y actualmente es difícil hablar de patrón,
porque el capital se ha transformado de manera que es imposible saber quién es el dueño de una empresa. Ni
Bill Gates es el dueño de Microsoft, ni Steven Jobs el dueño de Apple.

Ahora, la composición de la empresa es totalmente distinta, tanto en cuanto al factor social que lo integra
(trabajadores) como al factor del capital. En general, las empresas trasnacionales están integradas por un
sector financiero, sea por su origen, o bien porque su capital accionario se colocó en el mercado de valores. En
cualquier empresa del mundo, la compra el 10% de acciones de una empresa da el derecho a designar un
director. Con lo cual vemos, el dueño ya no es más el empresario sino el capital financiero que compra accede
al menos al 10% de su capital accionario. Los que verdaderamente tienen poder adentro de la empresa son los
CEOS que detentan el poder decisorio, incluso respecto del directorio. No son dueños del capital, a veces
tienen un pedacito. Pensemos en Clarín ¿Quién toma la decisión en la empresa? ¿La viuda de Noble?
¿Goldman & Sachs, dueño del 20% de Clarín? ¿O su CEO, Magnetto?

En síntesis, actualmente las empresas tienen esta conformación. Dejan de ser estructuras piramidales,
conservan su centro, pero no son más homogéneas. Si la estructura piramidal fordista buscaba ampliar la
base de trabajadores (pirámide homogénea), la nueva organización empresarial no busca emplear más
trabajadores, ni ampliar la base de fuerza de trabajo. La ganancia no se genera a partir de la incorporación
de trabajadores para potenciar los niveles de productividad porque el negocio ya no es elevar la producción,
sino que es la timba financiera. De este modo, si deben reducirse COSTOS para maximizar las GANANCIAS,
los CEOs bien pueden expulsar a la mayoría de los trabajadores de una empresa, dado que la apropiación
del plusvalor de los trabajadores ya no es la única fuente de riqueza, ni la mejor.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Sumario:

✓ Fordismo-taylorismo: producción de masas y consumo de masas.


✓ Toyotismo: disciplina jerárquica reemplazada por la política de cooptación.
✓ Reingeniería de la organización de la empresa: pequeño círculo de trabajadores de salario
permanente, contratados según requerimiento de la empresa y gran masa de periféricos.
✓ Proceso de precarización del empleo: variación del tiempo del contrato de trabajo, parcelación de la
negociación colectiva, individualización de la relación laboral y tercerización.

Exclusión como modo de opresión del sistema globalizado.


El disparador para entender esta forma de opresión es qué pasa en el capitalismo que cada vez necesita
de menos gente. Donde la lógica que antes era incluir para dominar, ahora excluye. El crecimiento
estructurado sobre las bases del capitalismo globalizante necesariamente trae consigo un proceso de
concentración, disparidad y polarización. Ejemplos de ello es que en la mayoría de los países -sobre todo en los
dependientes- una minoría consume en un par de días lo que la mayoría de la población del mismo país
consume en un año o que el 20% de la población mundial más rica recibe más del 80% del producto mundial.
“Posemos los ojos sobre nuestra tierra: ‘Al iniciarse el siglo XXI en América Latina viven 211 millones de
pobres y 90 millones de ellos son directamente indigentes. El 35% de los hogares carece de recursos para
satisfacer sus necesidades básicas y el 14% no cuenta con un
ingreso que le permita llegar al mínimo alimentario. La mayor
parte de esos pobres son niños y jóvenes: la mitad de los
menores de 20 años son pobres. Es además la región con la
distribución de ingresos más desigual del mundo en términos
generales, el 10% de los hogares ricos capta una proporción
del ingreso total 19 veces mayor que la que recibe el 40% de
los hogares más pobres (Fuente, CEPAL)’ (Casalla, 2003).”
(Koenig, 2009).
La globalización en su última etapa, genera una miseria
que afecta a la gran mayoría de la población de la tierra. Da
gloria y opulencia para muy pocos, pero hambre e injusticia
para las mayorías populares que quedan marginadas de sus
beneficios. Los datos duros muestran que esas tendencias a la
polarización están cada día agravando la desigualdad y la
injusticia a escala planetaria, tanto hacia adentro de los
propios países como entre Centro-Periferia, continua e
histórica diferencia de toda la globalización en sentido amplio. Estas tendencias polarizantes son postales de
una realidad agobiante del infierno que el proyecto globalizante ha construido en la tierra, pese a la imagen de
paraíso que han pretendido propagar sus medios de comunicación masiva.
La elite u oligarquía transnacional detrás de los GET (Grupos Económicos Transnacionales) ha construido
este sistema de dominación, explotación y enajenación que abarca las cuatro relaciones básicas del ser
humano: económico, político, cultural y militar, que va desde los centros de poder mundial hasta los barrios
recónditos de América Latina, Asia y África. De hecho, los países sub desarrollados o dependientes son
aquellos en los que prevalece el fenómeno de la marginalidad excluyente afectando parte importante de
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

población, de las actividades económicas y del espacio físico, presentándose como un problema básico,
urgente y agudo.
La ideología consumista se apropia gradualmente de todos los aspectos de la vida social y suprime, o al
menos subordina, todas las relaciones sociales de las personas, resignificando el rol atribuido al ciudadano en
el capitalismo más crudo convirtiéndolo en mero consumidor en el plano económico y espectador en el
político. Pero las capacidades de consumo y de decisión política están determinadas por un proceso de
exclusión creciente que abarca ambos aspectos.
Los excluidos son vistos sólo como una sobra desde la mirada de los incluidos. El desposeído de nuestro
tiempo se caracteriza precisamente por no tener nada útil para el mercado que determina las relaciones
humanas en el capitalismo globalizado. El excluido aparece ante los ojos de la oligarquía mundializada como
la negación de todo lo positivo que este encuentra en un hombre.
Muchas de las relaciones sociales en la historia (de modo particular la que Marx estudió entre las clases
burguesas y proletarias) se enmarcaban en una dialéctica de contrarios, que establecía un vínculo de
interdependencia (no necesariamente simétrica, mucho menos justa) entre las clases, los estamentos o los
grupos. Así los esclavos se encontraban “sujetos” a sus dueños, de algún modo encadenados a ellos, lo cual
explica también que a algunos pocos esclavos les asustaba perder esta condición porque tenían un
“responsable” de proveerle habitación y ocupación, aun cuando fueran miserables (aclararemos que
igualmente miserables eran el trabajo y la vivienda que les ofrecía la “libertad” en el capitalismo). Así también
los siervos eran dependientes de la tierra del Señor feudal y “beneficiarios” de su “protección” y
posteriormente, los obreros “debían” al burgués su “fuente de trabajo” mientras que este fundaba en ese
trabajo su riqueza (apropiación de la plusvalía) y la misma relación se daba al interior del socialismo realmente
existente, siendo el Estado y sus funcionarios que lo controlaban (Nomenklatura) quienes cumplían de alguno
modo ese rol.
Ahora bien, a diferencia de aquellos, los excluidos (sin considerar los
potencialmente excluidos) no están ligados económicamente con los Los excluidos son
incluidos. Su único vínculo es la presencia molesta, la constante amenaza, vistos sólo como una
lo cual genera el proceso de segregación territorial, expresión física de la sobra desde la mirada
sociedad de exclusión. de los incluidos.
Siguiendo el análisis de Samir Amin, tomamos como comienzo el
Renacimiento Europeo, porque consideramos que allí se inicia la
Civilización que impulsa el proceso de globalización en su sentido más abarcativo. Marcamos la existencia de
una primera etapa mercantilista y colonialista (siglos XV al XVIII) que precede a la revolución industrial. En este
período, la producción militar y naval a nivel mundial se configuran como los monopolios determinantes de la
dominación, la conquista de las Américas y su conformación en periferias del sistema de la época (que se
especializan en producciones particulares útiles para la acumulación del capital mercantil) y el tráfico de
esclavos africanos que la acompaña y enriquece las arcas de ciertos países como Holanda e Inglaterra. Tal
como vimos, no es posible entender el surgimiento del capitalismo sin poner énfasis en la relación entre la
acumulación originaria y la mano de obra esclava secuestrada en África o de los pueblos originarios y puesta a
trabajar en la extracción de recursos de América.
No obstante la triangulación atlántica, para entender la exclusión focalicemos en la constitución del
sistema de explotación hacia el interior de los países centrales que arranca con la primera revolución
industrial. Los primeros obreros de las fábricas inglesas fueron los marginados, es decir, individuos
completamente desarraigados, obligados a sobrevivir haciendo cualquier cosa. Fueron los únicos que
aceptaron trabajar en las más precarias condiciones y la más cruel explotación, lo que constituye una
paradoja: ese cambio en el modo de producción que da nacimiento a lo que conocemos por capitalismo y a su
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

forma concreta de opresión (la explotación: apropiación de la plusvalía) se sustentó en los grupos marginados
de entonces. Pero en la medida en que esos marginales se van integrando -con sufrimiento y subordinación-
como proletariado y luego la sumatoria de la asimilación de la mano de obra campesina, ya no se puede hablar
más de ellos como excluidos (Castel, 1999). Este va a ser el núcleo fundante de la clase obrera, en torno de la
cual va a girar la historia hasta nuestros días.
Una segunda etapa de la globalización (en sentido amplio) basada en el contraste centros
industrializados/periferia “subdesarrollada” a quienes se impide la industrialización, se extiende entre la
primera revolución industrial hasta la crisis mundial del 29 y el fin de la segunda guerra inter-imperial (1800-
1930/45). En esta etapa, que llamamos imperialista, se da una contraposición entre Imperio y Periferia que
presenta una nueva forma de ley del valor a escala internacional.
No es el resultado natural de las “ventajas comparativas” que funda la “división internacional del trabajo”
(David Ricardo), ni mucho menos de la “riqueza de las naciones” (Adam Smith), invocadas por los economistas
burgueses. Se trata de un sistema de expoliación por parte de los países poderosos, aplicado sistemáticamente
a recursos que abarcan tanto dimensiones económicas (el “libre comercio” impuesto a los socios de la nueva
periferia en formación), como dimensiones políticas (las alianzas con las clases dominantes de la nueva
periferia, su “aceptación” en los sistemas de “compradores”, la intervención de las cañoneras en Asia y
también la conquista lisa y llana en África). Así, las sociedades dependientes eran confinadas a la producción
primaria en función de los intereses metropolitano: entonces -así como al interior de las naciones industriales-
respecto de la explotación de la periferia, también estuvo basada en la incorporación para la explotación
extractiva de las grandes masas.
Paralelamente la característica social propia del capitalismo industrialista fundamentalmente a nivel de
los países centrales fue su carácter inclusivo (en el sentido de clase). Su objetivo jamás dejó de ser la
apropiación del excedente económico (tanto externo como interno), pero las características propias de este
periodo, constituidas por las relaciones de fuerza logradas por las clases populares fueron poniendo un bozal a
los bríos desenfrenados del capital.
En cambio, la última etapa entre las que preceden a la actual fase de globalización (en sentido estricto) es
la que denominamos sociedad salarial o keynesiana y se desarrolla entre 1930/45 y 1975/89. Desde la super
explotación, primero en los países centrales, luego en los periféricos, propios de la etapa del surgimiento de la
revolución industrial y en la medida de la industrialización de las periferias y las particulares condiciones
coyunturales de los países imperialistas se fue generando el pacto social fundante del Estado de Bienestar,
donde no desapareció la explotación como forma de apropiación del excedente, sino que la distribución más
equitativa de la riqueza ablandó sus consecuencias. A todo lo cual se suma la red establecida por el propio
Estado de beneficios sociales que terminan por atemperar el carácter polarizante propio del capitalismo en
todas sus épocas.
El capitalismo industrialista se caracterizó por un marcado carácter homogenizador a través de la
generalización de la relación salarial. La sociedad capitalista industrial keynesiana constituyó sin lugar a dudas
una sociedad inclusora. Los de abajo, los desposeídos, bajo este sistema no eran otros que los trabajadores
asalariados, que sin embargo eran poseedores de una mercancía útil, digamos indispensable, para la
reproducción del sistema: su fuerza de trabajo. El papel integrador y vertebrador del empleo es el núcleo que,
al mismo tiempo que fuente de la riqueza de las clases propietarias por medio de la explotación, fue también
mecanismo de cohesión social. Inclusive ese proceso se da en los países periféricos.
La sociedad industrial-salarial esencialmente inclusiva, trató a los que estaban afuera con respuestas de
inclusión disciplinaria. Las fábricas fueron las grandes disciplinadores de masas y se complementaban a la
perfección con las cárceles y los hospitales psiquiátricos, como forma de encierro de los que se quedaban al
margen (Villarreal, 1998). Nadie debía quedar “afuera”. Todo este proceso se va a extender hasta el
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

advenimiento del neoliberalismo al poder y el inicio del impulso globalizante. En estos tiempos de la
globalización la tendencia se revierte y la sociedad capitalista se transforma en excluyente. Se proyecta la
diferenciación social a través de la deslegitimación del afuera, combinada con la segregación territorial y la
fragmentación social.
De manera que ya no nos sirve la PIRÁMIDE para explicar la organización social, porque lo que antes era el
trabajo de los de abajo que se apropiaban de los de arriba, ahora es reemplazado por tecnologías de
sustentación, dejando al margen de la pirámide una cantidad considerable de personas. En el sistema
imperialista, la cuestión social se debatía en escalar esa pirámide ya sea individualmente –dirán los liberales- o
colectivamente –sostendrán los movimientos nacionales y populares- o bien la inversión de la pirámide –desde
los clasistas marxistas-. Pues en todos los casos se trata de una base homogénea con eje en el trabajador como
sujeto.
El sistema va construyendo muros, reales y virtuales. Así la sociedad de la exclusión se convierte
rápidamente en una sociedad que expulsa en forma no pocas veces violenta. Las cárceles siguen siendo uno de
los mecanismos preferidos de control, pero ahora la cantidad y la naturaleza de los allí hacinados no es igual
que antes. En un sentido, todo el proceso policíaco-judicial que culmina en la prisión es un rito externo y
rígidamente estructurado de rechazo simbólico y exclusión física. La exclusión, en este sentido, se hace
humillante con toda premeditación y alevosía; su objetivo es que el rechazado-excluido acabe por aceptar su
imperfección e inferioridad social. No es casual que muchas veces las víctimas respondan violentamente.
Algunos, antes que aceptar sumisamente el rechazo y convertir la expulsión del sistema en un autorrechazo,
prefieren rechazar a quienes los rechazan. Este es el caldo de cultivo de la marginalidad más absoluta. El
rechazado-excluido recurre a veces a la violencia como modo de incrementar su “poder de molestar”, y
lamentablemente, en muchos casos la violencia individual es vislumbrada como único medio para oponer al
poderío abrumador de los rechazadores-exclusores. “Esto no significa que no existan otras causas de
delincuencia ni delincuentes auténticos, pero sí que el proceso de rechazo-exclusión aplicado por el medio del
sistema penitenciario es parte integrante de la producción social del crimen, y que no se puede separar
nítidamente su influencia de las estadísticas globales de incidencia de la criminalidad” (Bauman, 2000).
Cárceles y psiquiátricos mantienen su función disciplinaria: encerrar a los de afuera, los desposeídos. Pero
lo cierto es hoy no pueden cumplir con esta función. Son más los que quedan al margen de la sociedad de los
que estas instituciones pueden encerrar. Por eso es que están tan abarrotadas de gente y con su capacidad
desbordada. El escritor uruguayo Eduardo Galeano dice: “El sistema fabrica a los pobres y les declara la guerra.
Multiplica el número de desesperados y de los presos. Las cárceles, sucursales del infierno, no alcanzan ya a
contener a todos”. Y como ya no alcanzan para encerrar a todos los “peligrosos” a este efecto se destinan los
“guetos” para excluidos: barrios pobres, asentamientos, villas miseria, etc.
La cárcel es, sin duda, la forma más drástica de las restricciones espaciales. Pero no es más que una de las
formas de la separación espacial que agrega brutalidad y rigor en el marco de un sistema que actúa
generalmente con un grado mayor de sutileza. Las prisiones son un recurso casi bestial cuya función es
convertirse en permanente amenaza para perpetuar la separación mutua de la sociedad dual y polarizada. La
cárcel es, en parte, el muro más alto entre los muros con que la sociedad exclusora pretende someter a las
mayorías populares a condiciones de extrañamiento forzado, vigiladas por fronteras espaciales rigurosamente
supervisadas para mantenerlas a distancia y prohibirle el acceso comunicativo regular, manteniendo al Otro, a
las masas, en carácter de extranjeros en su propia tierra.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

➢ Del panóptico al control perimetral. Segregación territorial y la sociedad de dos velocidades.

La tendencia actual hacia la exclusión se manifiesta en la fragmentación social, a través de lo que


podríamos llamar una disciplina de control externo. Los mecanismos represivos ya no están en mantener
“adentro” sino en no dejar entrar, “mantener afuera”. Ejemplo de esto es el control de ingreso que hace la
policía privada de los countries. Probablemente la segregación territorial es donde más acabadamente se
expresa esta tendencia a la polarización social.
Del control panóptico estudiado por Bentham y Foucault se pasa a un control de visión perimetral
(Villareal, 1998), control del ingreso al territorio de los incluidos, marcando un afuera que es el lugar al que
deben ser confinados los desposeídos. La mayoría de la población ya no es arrastrada a los espacios de
disciplinamiento. Mientras que la sociedad panóptica entendía que nadie podía escapar del espacio
rigurosamente vigilado, la sociedad exclusora funciona por un control perimetral, un control de frontera, real y
virtual, impidiendo que ningún indeseado la penetre.
La etapa de la globalización/exclusión nos propone un mecanismo de control indirecto, a través del
confinamiento y el control del acceso que no sólo se desentiende del problema de los de “afuera” (aunque
cuando estos se transforman en molestos los encierra en sus cárceles y manicomios que siguen atiborrados de
pobres), sino que, al mismo tiempo, disciplina a los de adentro y abajo, mediante el pánico que les genera el
caer más allá de los límites...
El sistema libra contra los excluidos una guerra de baja intensidad a través de conflictos selectivos, de
diferenciación y segregación. Una multiplicidad de pequeños conflictos que intentan instalar una lucha de
sector, parcializarla, o bien instalar una lucha de tribu contra tribu, de pobres contra pobres, de todos contra
todos. Detrás de estos conflictos se esconde un pensamiento negador de la diferencia, propio de la exclusión
cultural, que tiene su raíz profunda en la Razón Imperial.
El sistema capitalista está engendrando sus propios bárbaros, en un proceso de encierro y auto
concentración. Los bárbaros como siempre lo fueron a través de la historia, desde la mirada de los imperios,
son una especie de sub-humanos al margen de la sociedad “civilizada”. Los más peligrosos entre los nuevos
bárbaros, esa gente distinta -inferior e incivilizada según este pensamiento- se localizan al costado mismo del
camino de la “civilización”. Así en las márgenes de las megalópolis, los barrios pobres se han constituido en
verdaderos receptáculos de los de “afuera”. Al igual que todos los conjuntos de bárbaros en la historia, estos
barrios son considerados una amenaza constante y son objeto de un control periférico, de naturaleza
netamente represiva.
Una de las claves de cómo se estructura territorialmente la sociedad exclusora lo constituye el tema de la
seguridad. La mayoría de los barrios residenciales de medio pelo para arriba contratan agencias de seguridad
privadas para controlar sus vecindarios. El bombardeo televisivo nos trata de hacer creer que este es un
fenómeno puramente local, debido a “la ola de inseguridad que azota nuestro país”, pero lo cierto es que se
trata de un mismo movimiento mundial. El fantasma de la inseguridad, el miedo del Otro, va encerrando a la
gente en su casa, los aísla, los incomunica respecto de la sociedad en su conjunto. El proceso de polarización y
exclusión genera una sociedad de dos tiempos. La globalización es a un tiempo una redistribución de
privilegios y despojos, riqueza y pobreza, recursos y desposesión, poder e impotencia, libertad y restricción.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

La sociedad de
dos tiempos va
abriendo grandes
brechas, esta es la
verdadera grieta.
La polarización se
acentúa y la
incomunicación
crece. En este
marco “los sectores
medios irían
estrechándose,
empujados por una
fuerte corriente de
movilidad social
descendente; en
medio de la
vulnerabilidad,
otras franjas tratarían de mantener sus posiciones sociales; mientras que, por último, un contingente menor,
caracterizado por una mejor articulación con las nuevas estructuras del modelo, se vería beneficiado por el
ascenso social” (Svampa, 2006).
La economía de dos tiempos de la globalización elitiza y marginaliza el consumo, el trabajo y a la sociedad
en su conjunto y es la causa profunda de la criminalización de los más diversos segmentos sociales, y la
creación de verdaderos guetos de pobreza e inseguridad urbana. En la base de la sociedad de la globalización
se produjo un proceso de incriminación de pobres, excluidos y minorías étnicas consideradas inferiores.
La oligarquía mundial de globalizados goza de gran circulación y velocidad internas, en un mundo cada vez
más cosmopolita y extraterritorial. Mientras, los excluidos, son -parafraseando a Fannon- los condenados de
la tierra: están territorializados, situados, atados al territorio, y en todo caso si viajan son inmigrantes ilegales
o refugiados. Sobre ellos se levantan muros de control migratorio, leyes de residencia, criminalización de la
pobreza, mientras tanto cada vez se agranda más la brecha o la grieta entre incluidos/excluidos. Los
INCLUIDOS se desplazan porque el mundo global es atractivo y son bien recibidos. Los EXCLUIDOS se desplazan
porque la hostilidad de la marginación es insoportable.

➢ GRÁFICO DE LA SOCIEDAD EXCLUYENTE:

Para poder entender cómo opera la exclusión en tiempos de globalización, es necesario entender que
no se trata de una cuestión lineal entre adentro y afuera del sistema, así como tampoco consiste en tener o no
tener empleo y que ello de por sí constituya la única razón que determine la inclusión social, porque en
realidad existen distintos aspectos así como diferentes grados de exclusión. Para nosotros, el gran desafío es
pensar la exclusión desde los excluidos y no desde los incluidos, para entender cómo actúan los distintos
mecanismos de exclusión.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

CIRCULO DE INCLUSIÓN

EMBUDO DE EXCLUSIÓN ECONÓMICA

CIRCULO DE EXCLUSIÓN

MARGINALIDAD

EMBUDO DE EXCLUSIÓN POLÍTICA

EMBUDO DE EXCLUSIÓN CULTURAL

➢ Modo en el que operan los EMBUDOS o MECANISMOS de exclusión.

I. SISTEMA DE EXCLUSIÓN POLÍTICA: a través de democracias meramente delegativas, donde el Pueblo


vota pero no decide, se constituye la negación de la posibilidad instituyente del pueblo, de la construcción de
proyectos alternativos, tendiendo a que todo -también la política- se rija con las normas de la economía y del
mercado. Para garantizar ello, es necesario demonizar y degradar a la política, cuestión sine qua non para la
democracia procedimental o democracia de baja intensidad.
“Desde esta mirada procedimental, la democracia no es más que un conjunto de reglas que permite la
selección de equipos de gobierno, que atienden (a la preservación) de intereses privados y cuyo resultado
final es un supuesto bien común alcanzado con la intervención de una mano invisible como la que ordena
el mercado (Adam Smith), que necesariamente está acompañada (como le retrucaba el pensador egipcio
Samir Amin) de un puño visible que ejerce el monopolio de la violencia.” (Koenig, “Democracia Plebeya”,
Cooperativa editorial Azucena, 2019, p. 55)
De hecho, los propios embates contra el Estado-Nación instrumentados por los GET, tienen como
consecuencia este aspecto político de la exclusión:
"El desguace del Estado, connatural a las políticas de ajuste del modelo neoliberal en la construcción del
dominio globalizante y la creciente injerencia de los grupos económicos transnacionales en la concepción
de la producción y el consumo, atentan directamente contra la sustancialidad de la democracia. Un Estado
cada vez más inerme frente al mercado, que resalta sus funciones represivas por sobre su intervención en
la economía no solamente es un abandono del papel igualitarista que cumplió en las distintas versiones
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

del Estado de Bienestar, sino que además desalienta todo tipo de participación democrática activa, sea
por el miedo a la represión sea por la falta de consecuencias de esta intervención en la política." (Koenig,
2019, p. 140)
Así, en la etapa globalizante, los PARTIDOS LIBERALES O NEOLIBERALES MONOPOLIZAN la OPINIÓN (de
hecho, es fácil verificar cómo en los medios masivos de comunicación son prácticamente las únicas voces que
se escuchan, cuando no son diez liberales y un peronista, para que lo descosan a gritos, acusaciones e
interrogatorio como escarnio público merecido por animarse a expresar los intereses populares). De este
modo, se MEDIATIZA la PARTICIPACIÓN y la REALIDAD, generando cada vez más DESCOMPROMISO SOCIAL Y
POLÍTICO teñido de un escepticismo corrosivo. Ejemplos claros de todo este proceso, son las ideas repetidas y
publicadas hasta el hartazgo -acaso actuando como las actuales zonceras que describió magistralmente
Jauretche- acerca de que los dirigentes políticos “son todos corruptos”, que “se robaron todo”, donde la
política es mala palabra y el nuestro, es un “país de porquería”.
"Estamos frente a un vaciamiento de la política que pretende convertirla en un hecho de
consumo, una cuestión de marketing a la cual se aplican las mismas reglas de mercado, en la
restricción de una concepción procedimental de la democracia. Con la política reducida al
procedimiento electivo de ‘consumidores’ en un mercado, generado por recetas producidas
por gurús de la publicidad electoral, se cierran los caminos de la democracia entendida como
posibilidad de transformación social. El pueblo no tiene otra función que delegar y
desentenderse del ejercicio de su poder. Esto genera en las masas incomodidad y la
inconformidad con la política, a la cual se la demoniza como causa de todos los males,
exponiendo públicamente sus hechos de corrupción como si fueran la regla intrínseca de lo
político." (Koenig, cit., 2019, p. 137)
De este modo se va armando un mundo que tiende a la aparición de representantes políticos que no
tengan prácticamente ninguna relación con los pueblos y las sociedades que gobiernan, peor aún que les
tengan miedo a sus Pueblos (como vimos en los años de gobierno 2015-2019 en nuestro país); repletos de
guardaespaldas, autos blindados, amenazas, peligros, vallas que los separen de la gente. Es decir, políticos que
están aislados y a expensas de lo que los titulares y los medios masivos publiquen respecto de él, casi sin
posibilidades de defenderse frente a esa mediatización, sumado a los jueces y servicios de inteligencia
persiguiéndolos con causas judiciales para demostrar que la política es mala y esencialmente corrupta.
Entonces el objetivo es la instauración de políticos inventados por el marketing, encerrados en sus
despachos y alejados de la realidad, mientras que los medios de comunicación y las corporaciones deciden
sobre las políticas y los Pueblos se encuentran completamente excluidos del sistema decisorio. El ideal que
tienen los capitales en el mundo actualmente es que de tal desprestigio de la política se derive que los pueblos
se alejen de ella, no se involucren y mucho menos que participen activamente. Que reine el “que se vayan
todos” (y no, que se vayan ellos, los exclusores). Es decir, sacar a las sociedades de la discusión política porque
esos son espacios emancipadores.
“La globalización instala la primacía y la extensión de las relaciones económicas y de mercado (costo-
beneficio) a todas las relaciones humanas (...) lo cual implica la pérdida del sentido de lo público, la
despolitización y la apatía políticas, cruzadas con un consumismo que aparece como objetivo central de
las políticas económicas (incluso de las progresistas). Ello induce a pensar al ciudadano como un
consumidor. Este es el sujeto agregado expresamente en nuestro orden constitucional por la reforma de
nuestra Constitución de 1994, en función del núcleo de coincidencias básicas establecida por el acuerdo
entre Memen y Alfonsín, llamado Pacto de Olivos. Es que el neoliberalismo trae aparejada la concepción
de los ciudadanos como usuarios y consumidores de servicios y prestaciones estales directas o
intermediadas, lo cual inclina la cancha en la disolución de las identificaciones e identidades colectivas,
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

que antes eran tan sólidas. Es la modernidad liquida de la que habla el pensador polaco-británico
Zygmund Baumann, parado desde la Europa globalizada, planteándolas como un hecho inexorable. La
lógica del mercado segmenta la identidad, la realidad, las cosas y las personas, estableciendo nichos de
mercado, fragmentaciones donde es posible hacer negocios particularizados, en base a un marketing
personalizado que les hace sentir a los consumidores que el producto que consumen ha sido hecho
especialmente para satisfacer sus necesidades. Toda esta función consumista está apuntada hacia el
segmento de la población mundial que está verdaderamente incluida, mientras que las grandes mayorías
excluidas se tienen que arreglar con las sobras, con lo que únicamente les queda una compulsión al
consumo que no puede llevar a cabo, instalada permanentemente por los canales masivos de
comunicación audiovisual." (Koenig, cit., 2019, p. 140/141)
A esto debemos sumarle un proceso que se fue consolidando en los últimos años, consistente en un gran
activismo judicial, muchas veces sin apego a la prueba de los hechos y a la interpretación del derecho,
desplegado frente al avance político de las mayorías en la región que consiguieron construir movimientos o
proyectos políticos que lleguen a los Poderes Ejecutivos y Legislativos que son los únicos poderes con
raigambre en el voto popular.
En este marco, es oportuno citar a la máxima magistratura actual del Vaticano, el Papa Francisco, quien
-en reunión con integrantes de la Asociación Internacional de Derecho Penal6- ha delineado recientemente los
aspectos importantes a reflexionar sobre el contexto actual de la globalización:
“La idolatría del mercado. La persona frágil y vulnerable se encuentra indefensa ante los intereses del
mercado divinizado, que se han convertido en la regla absoluta (cf. Evangelii gaudium, 56; Laudato si', 56).
Hoy en día, algunos sectores económicos ejercen más poder que los propios Estados (cf. Laudato si', 196):
una realidad que se hace todavía más evidente en tiempos de globalización del capital especulativo. El
principio de maximización del beneficio, aislado de cualquier otra consideración, conduce a un modelo de
exclusión -¡automático, eh!- pernicioso para quienes sufren sus costos sociales y económicos en el
presente, al tiempo que condena a las generaciones futuras a pagar sus costos ambientales. Lo primero
que los juristas deberían preguntarse hoy es qué pueden hacer con el propio saber para contrarrestar este
fenómeno, que pone en peligro las instituciones democráticas y el desarrollo mismo de la humanidad. En
concreto, el reto actual para todo penalista es contener la irracionalidad punitiva, que se manifiesta, entre
otras cosas, en el encarcelamiento masivo, el hacinamiento y la tortura en las cárceles, arbitrariedad y
abusos por parte de las fuerzas de seguridad, la ampliación del alcance de la pena, la criminalización de la
protesta social, el abuso de la prisión preventiva y el repudio de las garantías penales y procesales más
básicas.”
Sobre el fenómeno de guerra jurídica (lawfare) al que venimos asistiendo, sobre todo, los referentes
populares de región hispanoamericana, señaló que:
“Periódicamente se verifica que se recurre a acusaciones falsas contra líderes políticos, concertadas con
los medios de comunicación, los opositores y los órganos judiciales colonizados. De esta manera, con los
instrumentos propios del lawfare, se instrumentaliza la lucha, siempre necesaria, contra la corrupción con
el fin de combatir a los gobiernos no deseados, reducir los derechos sociales y promover un sentimiento de
antipolítica del que se benefician aquellos que aspiran a ejercer un poder autoritario. Y al mismo tiempo,
es curioso que el recurso a los paraísos fiscales, que sirven para ocultar todo tipo de delitos, no se perciba
como una cuestión de corrupción y delincuencia organizada. Del mismo modo, los fenómenos masivos de

6
Discurso recuperado de http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/11/15/jur.html
pronunciado en fecha 15/11/2019 por el Papa Francisco.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

apropiación de fondos públicos pasan desapercibidos o se minimizan como si fueran meros conflictos de
intereses. Invito a todos a reflexionar al respecto.” (Papa Francisco, discurso cit.)
Podemos concluir entonces este apartado, señalando que la creciente participación y politización de las
mayorías populares es la única vía posible para que la multitud con su poder destituyente se convierta en
Pueblo con poder constituyente a través del Estado (único espacio permeable a la instancia democrática), que
de ningún modo ello es incompatible con la democracia representativa sino que pueden ser complementarias,
pero que tienen que partir de la interpelación de esas mayorías mediante la política cómo épica, recuperando
su valor como herramienta para la liberación nacional y popular en esta etapa del capitalismo senil,
parafraseando a Samir Amin.
“Sólo desde democracias protagónicas, que recuperen la política como herramienta de transformación (en
las que el pueblo organizado es instituyente), se puede hacer renacer el entusiasmo por las grandes
causas. Los procedimientos prolijos, la democracia de derechos y garantías, el honestismo, la limpieza y la
transparencia en el gobierno y la administración, pueden ser deseables y hasta ganar el centro de algún
proceso electoral, pero no son capaces de enamorar y movilizar a nadie. Las masas creen en la política
exclusivamente cuando ésta es capaz de transformar la realidad injusta, jamás cuando su objetivo
máximo es administrarla correctamente. Sin recuperación de la idea de gesta como impulso de la política,
ésta es incapaz de volver a seducir a las mayorías.” (Koenig, cit., 2019, p. 142, el resaltado me pertenece)

II. SISTEMA DE EXCLUSIÓN CULTURAL: es instrumentada principalmente por los MEDIOS MASIVOS DE
COMUNICACIÓN generando como consecuencia la ALIENACIÓN CULTURAL. Aquí no se trata de la alienación en
términos de extrañamiento de la propia esencia como se plantearía desde una visión marxista del trabajo del
obrero industrial que no le permite ver el lugar que ocupa en las relaciones de producción; sino como FALSA
IDENTIFICACIÓN CON LA ESENCIA AJENA. Esto sería la transculturación globalizante, que en el altiplano las
cholas vayan escuchando Chayane en los colectivos en los que viajan, por ejemplo.
Entendemos por exclusión cultural a un proceso mediante el cual se niega, se impide la expresión libre
de la propia identidad. Dicho en otras palabras, ni los Pueblos ni cada persona considerada individualmente
pueden convertirse en sujetos, afirmar su propia identidad, su aporte no es tenido en cuenta para la
integración cultural universal. Esta integración entonces, cobra forma de sumisión o subordinación y
construida en base a un modelo único global de sociedad y de individuo, que toma como paradigma a la
cultura individualista, anglosajona, blanca, racista, machista, negadora del Otro y sobre todas las cosas
mercantilista. El mecanismo mediante el cual se integra a esta “inclusión” cultural es el consumismo,
entendiendo como tal la ideología que acompaña al capitalismo y que es intrínseco a sus métodos de
comunicación y relación entre las personas y las cosas en la actualidad.
La riqueza y el despliegue de las naciones, entendidas como identidades, definidas como
particularidades de la cultura universal, como baldosas del rico y variopinto mosaico de la humanidad, eso es
lo que sistemáticamente niega la globalización. Pero el proceso globalizante no tiene el oscuro privilegio de ser
demasiado innovador en esta materia. De algún modo los últimos quinientos años de dominación colonialista
e imperialista, tuvieron mucho de exclusión de las culturas de los Pueblos dominados.
El nudo cultural de la globalización como sistema consiste en deslegitimar las Naciones, como modos de
resistencia y producción cultural, al mismo tiempo que exalta el comportamiento estandarizado
mundialmente en base a la lógica del mercado que se da en los grandes conglomerados urbanos, similar sino
idéntico en todo el mundo, en definitiva, un comportamiento de individuos anónimos que funcionan con
prescindencia del lugar en el que están situados, a través de prácticas transnacionalizadas y
transnacionalizantes. En este sentido, la globalización impacta sobre las culturas nacionales con su
impresionante carga de uniformización y transculturización.
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

Si a esto le sumamos el efecto nocivo de difusión de la cultura individualista y de la expansión a la esfera


privada de la lógica del mercado instaurada por los medios masivos de comunicación, termina por configurarse
un cuadro de deterioro de los vínculos relacionales que caracterizaban históricamente a los sectores
populares. El individualismo introducido por la dominación cultural globalizante tiene un objetivo claro: se
trata de generar una crisis de valores profunda que produce una suerte de indiferencia “inducida” sobre lo
social y colectivo.
En la cultura dominante, el consumidor (categoría a la que no todos pueden acceder) ocupa el lugar
filosóficamente central que tenía el trabajador. El consumidor se convierte así en un elemento central del
proceso de legitimación. No se trata de un consumidor cualquiera, sino de un “consumidor soberano”, capaz
de “elegir libremente en un mercado libre”. En su lucha contra cualquier forma de control del mercado y de
sus actores, el neoliberalismo exalta la “libertad”, sancionando la representatividad del consumidor en una
“democracia de mercado”. En intencional confusión se equipara el poder de la oferta y la demanda, resaltando
el poder de los “consumidores” y “usuarios”. Pero más allá de la trampa que esta equiparación conlleva, lo
importante de destacar son las consecuencias culturales de la lógica consumista. El consumismo –en tanto
ideología fundante del consumidor- no sólo significa inducción de valores (individualistas y posesivos), sino
que, a la vez, rompe la estructura de acción colectiva, fortaleciendo la acción individual y la competencia sobre
la cooperación. Y fundamentalmente modifica el esquema de solidaridad social vinculado históricamente al
mundo del trabajo.
Este nuevo modelo-arquetipo social de ciudadano se caracteriza por una orientación centrada en la
adquisición de bienes, la exhibición y ostentación como elementos centrales de la identidad. La ideología
cultural del consumismo proclama, literalmente, que el significado de la vida se encuentra en lo que se tiene,
las cosas que posee hacen lo que el individuo es. Consumir, por lo tanto, es tener entidad, es estar vivo, y para
permanecer completamente vivo se debe consumir continuamente. En el modelo globalizante, el sistema de
dominación ya prácticamente no necesita ejércitos industriales, sino que requiere, indispensablemente, de
consumidores. Y aunque no dota a todos de la capacidad de consumir, en función del camino escogido por el
capital en la relación de producción, es sin duda el modelo de consumidor, el arquetipo cultural de esta
sociedad globalizante.
A su vez, y dada la expulsión del trabajo del sistema productivo como consecuencia de que el capital ya no
lo necesita como productor de riqueza, se extiende la cultura de la meritocracia, que pone el eje en un modelo
de individuos que se crean empresarios de sí mismos, los llamados emprendedores. De modo que los fracasos
sean propios y en todo caso, los triunfos también sean sólo propios, contrariamente a pensar qué sacrificios la
sociedad hizo para poder brindarles por ejemplo Universidades Públicas y más a grandes rasgos, qué sacrificios
hicieron los próceres de la Patria que fueron individuos que dejaron de pensar en sí mismos para pensar por
todos. A su vez, se intenta producir a un gran culpable y deudor, donde el individuo no solo debe pagar las
supuestas fiestas que los políticos corruptos hicieron desde el Estado, sino que además es responsable de no
tener trabajo porque entonces no supo venderse bien o bien, no supo ser un buen trabajador.
El objetivo en última instancia, es -mediante la DESTRUCCIÓN DE LA CULTURA- aislarnos unos de otros,
para que no exista solidaridad con el Otro sino sólo ese empresario de nosotros mismos que vive del “sálvese
cada uno como pueda”. Este fenómeno de desculturización no es solamente político sino que es mucho más
profundo, porque se trata de debilitar las defensas culturales que hacen que en un determinado momento, en
algún Estado o conjunto de Estados alguien se alce y proponga -por ejemplo- que el futbol sea gratuito, que
todos los alumnos de escuelas públicas accedan a una computadora, construir satélites propios para asegurar
la conectividad nacional y regional, o bien que la televisión digital no sea un gran negocio para unos pocos sino
un negocio del país en términos de vehículo para que un pueblo se forme mejor, se conozca mejor -porque la
Autor: Marcelo Koenig
Edición: Victoria Bedin, 2020.-

historia no son las noticias del día- y entienda más el mundo en el que vive. De eso se trata la creación de una
cultura propia.
Por contrario, la falsa identificación con la esencia ajena tiene que ver con la importación de valores
comprados, así como se importan campañas (“sí se puede” de Obama) y películas o novelas enlatadas, se
compra una forma de vida, de gustos, de vestimenta, enlatadas. Para ello los medios masivos de comunicación
tienen que estar en el centro de la escena del poder, prescindiendo de los partidos y la militancia política que
puedan vehiculizar un cuestionamiento al sistema. De allí la resistencia de los medios oligopólicos para
conservar su hegemonía, y no adecuarse -con la inestimable ayuda del activismo judicial- a la ley de
democratización de los medios audiovisuales, cuyos votos rozaron las dos terceras partes de ambas Cámaras
en el Congreso Nacional. Mediante la monopolización de la palabra no existe democracia real, según el fallo
de la Corte Suprema de la Nación que entendió que la ley se encontraba en un todo de acuerdo con la
Constitución, basada en los fundamentos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la materia.
Esta es la condición necesaria -junto con la exclusión política- para que opere la exclusión económica.

También podría gustarte