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Las mareas son originadas por el Sol y la Luna, que funcionan como
enormes imanes: girando alrededor de la Tierra, cuando coinciden en una
misma línea, atraen y luego en cierto modo rechazan el agua del mar.
Normalmente, las olas se forman por el viento aunque su historia
comienza muy lejos, en el Sol. Los rayos del Sol calientan la atmósfera y
como unas partes se calientan más que otras, se generan los vientos.
Cuando el viento sopla sobre el mar, las partículas de aire rozan a las
partículas de agua y se empiezan a formar pequeñas olas de pocos
milímetros de longitud, llamadas ondas capilares. Si el viento sopla a lo
largo de muchos metros o varios kilómetros, las ondas capilares crecen y
se van formando olas mayores, que pueden llegar a tener alturas de hasta
10 o 15 metros, aunque las olas más comunes (las que vemos en las
playas) tienen alturas entre 0,5 y 2 m. y longitudes entre 10 y 40 m.
Hay muchos científicos que estudian ambos tipos de olas, tanto para hacer
de la costa un lugar más seguro, como para ver la manera de aprovechar la
gran energía de las olas de viento y las corrientes que generan.
La fricción generada por el viento sobre el agua da lugar a un arrastre de unas gotas
de agua sobre otras. Así, a medida que el viento emite más energía, más grande
termina siendo la ola. El roce del viento origina la formación de rizaduras sobre la
superficie del mar, lo que permite la acumulación de las gotas.
Por otra parte, encontramos que en la formación de las olas existen dos
movimientos: La oscilación circular de la onda y la propagación de dichas ondas
hacia delante.