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Por otro lado, se pone de relieve la alabanza en el v.26 (de la gran asamblea) y el
(carácter universal de la Iglesia) toda en el v.28, como respuesta inmediata de un Dios
que acoge al grito de su Hijo bajo expresión de abandono del v.2 “Dios mío, Dios mío
¿por qué me has abandonado?” Bajo el mismo acto sufriente se encarna de manera
cruel, humillado, golpeado, desfigurado, aquel que carga con nuestras dolencias y que el
texto de Isaias 53, 6-7 lo compara como una oveja muda, ante el que la esquila.
Pero la muerte de Jesús no puede ser asumida desde nuestra oración sin poder
antes contemplar el escenario que lo acompaña, aquel donde se enmarca el “perdón”
como petición al Padre asumida desde el Hijo, justificando a los que proceden a su
crucifixión en el grito que no desespera, pero espera con generosidad la reconciliación
de aquellos “que no saben lo que hacen” con el Creador. Puesto que aquí se extiende un
puente que une dos polos opuestos, por un lado, la ignorancia de los que proceden a la
crucifixión con la erudición o aparente sabiduría de aquellos que, conociendo la ley a su
juicio, habilitan el proceder de los primeros. El punto de unión donde convergen estos
1
RATZINGER, J., Jesús de Nazaret, Trad. Del Río J. Fernando, M
polos opuestos son puesto de manifiesto en una incomprendida armonía que se genera
por medio de la “conversión” ofrecida por el Padre, aquella que es habilitada libremente
por el pedido de Jesús, dirá Benedicto XVI.
Así testificamos que la salvación nunca ha sido de carácter individual, sino que,
al contrario, esta nutrido desde siempre en la universalidad que se manifiesta en el
pasado, presente y futuro. Y que los padres de la Iglesia lo llaman “personalidad
corporativa”, reconociendo que Jesús ora como Cabeza y Cuerpo, puesto que ora por
todos como aquel que nos une, teniendo presente nuestras luchas y esperanzas.
Sin embargo, no podemos pasar por desapercibida las palabras del evangelista
Juan en la narración de la muerte en Cruz de Jesús, aquella que reza en el capítulo 19,30
“Todo está cumplido”, debido a que
En el texto griego, esta palabra tetélestai remite hacia atrás, al principio de la Pasión, a la hora
del lavatorio de los pies, cuyo relato introduce el evangelista subrayando que Jesús amó a los
suyos “hasta el extremo télos”. Este “fin”, este extremo cumplimiento del amor, se alcanza
ahora, en el momento de la muerte. Él ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá
del límite. Él ha realizado la totalidad del amor, se ha dado a sí mismo.2
2
RATZINGER, J., Jesús de Nazaret, 211
Todo está dicho por el Padre en la Cruz, ya no hay nada más perfectible que Él
pueda decir, el mundo ya tiene garantía absoluta “el nuevo Cordero de Dios” ha sido
ofrecido por voluntad propia para que la humanidad acceda a la expiación.
“En la Pasión de Jesús toda la suciedad del mundo entra en contacto con el
inmensamente Puro, con el alma de Jesucristo y, así con el Hijo de Dios mismo” 3. La
gracia ha sido derramada, la semilla del bien seguirá nutriéndose del humus que le
asegura una bondad infinita, que ahora tiene presencia operante y activa en el mundo, en
la historia “ En este contacto la suciedad del mundo es realmente absorbida, anulada,
transformada mediante el dolor del amor infinito”4.
3
RATZINGER, J., Jesús de Nazaret, 218
4 RATZINGER, J., Jesús de Nazaret, 218
5 4 RATZINGER, J., Jesús de Nazaret, 218
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De esta manera nuestra existencia queda justificada por medio de un nuevo
diálogo con el Creador, un nuevo culto, que el hombre es digno de ofrecer por la
donación voluntaria y generosa del Hijo. A pesar de todas nuestras miserias, por la
entrega de Jesús en el Padre podemos ser incluidos en su Cuerpo, tan solo requiere la
conversión de nuestras vidas bajo el signo del sacrificio en la Cruz que enraíza y
retroalimenta nuestra fe.