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CRITICA DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA

Bolívar Echeverria

La múltiple modernidad de América Latina

La población latinoamericana presenta una pluralidad tan amplia de usos y


costumbres, de lógicas de comportamiento, que resulta difícil hablar de una sola
identidad latinoamericana.

Podemos pensar en dos contraposiciones que son paradigmáticas:

- La primera, la que se observa entre el modo de ser de los habitantes de la


sierra y el de los de la costa en los países andinos, que los lleva incluso a
entrar en graves conflictos
- La segunda, la que se da entre los ‘porteños’ del Rio de la Plata y los llamados
‘chilangos’ de la capital de México.

La incompatibilidad entre los modos de ser parece desplegarse, contradictoriamente,


dentro de una muy sutil similitud de empleo de sus lógicas de comportamiento, como
si hubiera una tendencia unitaria en las formas de comportamiento y en su cultivo.

Lo primero que es necesario advertir es que esta pluralidad identitaria es que son
identidades que se observan en poblaciones que pueden tener, cada una, el más
variado origen étnico e histórico. Todas ellas rebasan las fronteras nacionales y se
muestran por igual en cualquier parte del continente.

Este reacomodo del mundo con la globalización neoliberal, lleva a cabo una
uniformización de las características de lo humano civilizado, como el establecimiento
de un prototipo de ser humano basado en la versión mínima de lo que ha sido el
hombre occidental.

Hay una especie de prototipo de ser humano occidental, en su figura más simple y
elemental, que está siendo postulado ahora como el ideal de lo humano universal, y
que trata de imponerse también en América Latina.

Las políticas modernizadoras neoliberales tratan de introducir formas de


comportamiento que dicen no a esta inclinación tradicional de la población baja o
mayoritaria de la América Latina, puesto que implican como necesaria una exclusión y
una represión del otro y de lo otro, es todo lo que resulta disfuncional para la
modernidad capitalista y su figura actual, la norteamericana.

Una peculiaridad de la cultura americana es la estrategia del mestizaje y la


convivencia o presencia simultánea de los distintos tipos de modernidad que fueron
apareciendo a lo largo de la historia en América Latina.

No hay ningún ser humano que sea simplemente humano y nada más. Los seres
humanos son siempre y en cada caso seres humanos concretos, es decir seres que
están involucrados en un cierto compromiso, en una determinada historia que orienta o
da sentido a la reproducción de sus vidas singulares.
Para hablar de este problema de la identidad hace referencia a las identidades
elementales que provienen del tránsito del ‘tipo natural de la vida animal’ al ‘tipo
propiamente humano de la misma’. (Hominización) > proceso evolutivo biológico

La hominización implica un trascender la naturalidad animal y en ese trascender se


constituye precisamente la especifidad de lo humano; el ser humano no es un ser
natural sino un ser transnatural.

3 tipos básicos de seres humanos: los ‘hombres del maíz’, los ‘hombres del
arroz’ y los ‘hombres del trigo’

Los hombres del maíz serán hombres que tengan una identidad diferente de aquella
que tendrán los hombres de trigo y de arroz, porque estas otras plantas habrán exigido
un ordenamiento diferente de la vida de las comunidades que hayan elegido tenerlas
como su alimento principal.

Esta sería una manera posible de abordar el problema de la identidad: hay aquí un
primer estrato de determinación identitaria muy elemental, que es el estraro que hacer
referencia a la sociedad en tanto que comunidad productivista, una sociedad que
necesita concentrar su trabajo en la consecución del producto, en la acumulación de
un excedente del mismo y que tiene por lo tanto que organizar su vida en torno a las
características muy peculiares. Se trataría entonces de una identidad elemental
productivista pero inclinada hacia una forma concreta.

Sobre la base de estas identidades elementales que observamos podemos reconocer


también infinitas posibilidades de añadir otros compromisos al compromiso básico de
cultivar maíz, trigo o arroz. Otros compromisos que van enriqueciendo y precisando
cada vez mas lo que sería la concreción de una identidad social real. Por ello se puede
decir que la cultura como cultivo es la identidad es el cultivo de estos compromisos.

Cultivar la identidad es entonces actualizar esta historia profunda, conectar el presente


con esos compromisos sucesivos que se han venido acumulando en la determinación
de lo humanos como una realidad concreta e identificada.

Un hecho esencial que se puede formular así: es la existencia de las culturas es el


mestizaje.
El hecho de poner en peligro la propia identidad para cultivarla o reproducirla, implica
necesariamente un momento de interpenetración con otras identidades sociales, es
decir, de aceptación de la validez de sus modos diferentes alternativos.

Las identidades arcaicas se fundas en los tiempo de escasez absoluta, en los que el
ser humano sobrevive acosado por lo otro, por lo que llamamos naturaleza. Las
identidades arcaicas o elementales entran en crisis con el hecho de la moderniadad.

La modernidad implica así una revolución civilizadora: cada una de las formas
identitarias arcaicas es llevada a dudar con mayor fuerza de su propia validez. La
modernidad trae consigo la necesidad de que cada una de ellas busque, en otras
identidades, ciertas posibilidades, versiones o estrategias de afirmación de lo humano.
La modernidad es un claro reto para que las formas identitarias alcancen una
universalidad concreta. Su tendencia fundamental la lleva a provocar una especie de
‘revolución cultural’ en el cultivo de esas identidades tradicionales.

Lo que observamos entonces en la modernidad realmente existente es que esa


posibilidad de revolucionamiento de las identidades, mestizaje y de creación de
identidades nuevas se encuentra reprimida, obstaculizada sistemáticamente por la
forma capitalista de la modernidad. Esta forma, lo que hace es congelar las
identidades antiguas.

La modernidad elige la vía capitalista, que necesita reproducir la vida humana como
amenazada, condenada a la escasez y a la represión. No es una escasez espontanea
sino una escasez artificial, reproducida por el capital como condición de su propia
existencia. Es en este sentido que el capital está interesado en reproducir las formas
arcaicas de la vida y la cultura de las mismas.

Tan revolucionaria en otras cosas, la modernidad capitalista es sin embargo


sumamente conservadora en lo que respecta a las formas identitarias. Su
conservadurismo impide a estas formas la experiencia propia de crisis, es un
conservadurismo destructivo.

El rasgo moderno de la crisis de las identidades arcaicas, de su necesidad de


refundarse y mestizarse, no ha podido ser vencido en las sociedades latinoamericanas
por la tendencia capitalista a la fijación de las mismas. Esa falta de coincidencia plena
entre lo moderno y lo capitalista hará que el tipo de modernidad capitalista que
aparezca en América Latina se diferencia considerablemente del que será dominante
en la historia moderna de Occidente.

No hay entonces una sola modernidad en la América Latina, sino que en ella la
modernidad es múltiple. La vigencia de varios estratos de la modernidad da una
explicación a esa diversidad identitaria de la América Latina.

Para desarrollar esta idea se puede decir que son 3 los estratos principales de
determinación identitaria. Tres estratos que corresponden a también tres distintos
momentos de configuración histórica de la modernidad latinoamericana.

1) La primera modernidad que constituye el estrato más determinante, el que con


más frecuencia domina en la identificación seria la modernidad barroca.
Proviene de la época que se extiende desde finales del siglo 16 hasta
mediados del siglo 18.
2) El segundo estrato se trata de la que vino con el segundo shock de
modernización, el impuesto por el despotismo Ilustrado y que corresponde a
la época en que la España borbónica intento dar un trato propiamente colonial
al continente. Reorganizo a la sociedad latinoamericana ya desde la primera
mitad del siglo 18 y que se continuo hasta desde de las guerras de
Independencia.
3) La tercera modernidad es la modernidad republicana o nacional que ha
prevalecido durante el siglo que va de mediados del siglo 19 hasta mediados
del siglo 20.
Estas son las 3 modernidades históricas que pueden reconocerse hoy sobre la
modernidad actual de la América Latina.

El ultimo reacomodo de la modernidad, el más reciente de todos, que tiende a


reconfigurar los procesos de identificación de las poblaciones latinoamericanas desde
comienzos de los años 70, es el que podríamos llamar de globalización neoliberal.
Proviene de otro shock de modernización cuyos efectos no son despreciables.

Marx afirma que la principal diferencia de la vida del ser humano moderno respecto de
formas de vida social anteriores está en que el debe ahora organizar su vida en torno
a una contradicción fundamental, la contradicción entre el valor de uso y el valor
mercantil de su mundo vital.

Por ello es que la modernidad es en sí misma plural. Existen muchas modernidades y


no solo una, porque hay muchas estrategias posibles de vivir la modernidad capitalista
y de construir “mundos” para vivirla.

Su estrategia para vivir la vida capitalista, consiste en desconocer su contradicción


experimentándola como inexistente.

Es posible distinguir 3 maneras más de neutralizar la contradicción capitalista y volver


vivir la vida en la modernidad establecida. Ellas serian:

- La manera romántica: Se da en el siglo 19 en Europa. La contradicción


desaparece de la vida cotidiana porque cada uno de los individuos se
experimenta autorrealizado al participar en la empresa estatal de realización
del pueblo como nación.
- La manera barroca y clásica derivan de un comportamiento cuya estrategia
para neutralizar la contradicción capitalista no se dirige a borrarla sino a
contrarestarla, a crear un mecanismo de protección frente a ella y su presencia
devastadora.
El aparecimiento del ethos barroco en América tiene que ver directamente con
el hecho de la conquista, con la destrucción que hace el mundo europeo de los
mundos americanos para ponerse en su lugar y la sumisión o expulsión de las
poblaciones indígenas americanas.
Tiene que ver sobre todo con el modo como los indios americanos
sobrevivientes se inventan una manera de sobrevivir y de mantener la vida
civilizadora en América.

El siglo 17 es un siglo muy creativo. Aparece en América el proyecto de los indios que
quedaron y que viven en las ciudades españolas, de rescatar la vida civilizadora y de
hacerlo mediante una reconstrucción de la civilización europea en América.

Los indios vencidos no solo reconocen su condición de vencidos, no solo aceptan que
la reproducción de la identidad europea absorba los restos de la suya, los devore y los
integre sino que son ellos mismos los que asumen el papel de sujetos de ese proceso,
los que construyen una identidad mestiza.

El fenómeno del mestizaje aparece aquí en su forma más fuerte y característica: el


código identitario europeo devora al código americano, pero el código americano
obliga al europeo a transformarse.
Este es el comportamiento típicamente barroco: inventarse una vida dentro de la
muerte. Los indios están condenados a morir y han venido muriendo durante todo el
siglo 16. Y sin embargo, dentro de ese proceso de morir, se inventan una manera de
vivir, se trata de una estrategia que los indios emplearan a lo largo de la historia.

A partir de esta identidad barroca comienza la historia propiamente latinoamericana y


es esta forma identitaria la que a comenzar a reproducirse y a cultivarse desde
entonces. Sobre la base de esta cultura barroca, van a aparecer después nuevos
shocks de modernización. Comenzará a ser cuestionada en los primeros decenios del
siglo 18.

Pero con el despotismo Ilustrado, con el planteamiento de ese otro tipo de modernidad
que es la modernidad clásica francesa, España cambia y deja de ser un sistema
imperial para convertirse en un imperio colonial que emplea unos métodos de
colonización que no son propios sino que adopta de la corona y de la tradición
borbónica francesa.

Hay un último shock de modernización, que es el actual. A partir de los años 70 del
siglo 20, se extiende un escepticismo, inducido por la impotencia de la economía
capitalista autóctona en el proceso de globalización, acerca no solo ya de la
posibilidad de generar formas propias de modernidad sino incluso de toda la
posibilidad de ser moderno por cuenta propia.

La población de la América Latina es llevada a considerarse a sí misma como un puro


objeto de la modernización.

El shock de la modernización impulsado por la globalización neoliberal intenta


homogeneizar a la población mundial bajo el signo del apartheid: al construir el mundo
global, lo civilizado, lo propiamente humano debe entenderse así mismo como
occidental-USA y debe mantener distancia.

La modernidad “americana”

El interés en distinguir lo específicamente ‘americano’ que hay en la modernidad


contemporánea proviene de una constatación de hechos y tendencias: el proceso de
deterioro del conjunto es la vida económica, social y política en el último medio siglo es
un proceso que sigue la línea de desarrollo definida por una de las múltiples versiones
de la modernidad capitalista, la versión “americana”.

Las diferencias de todo orden entre la modernidad prevaleciente hace un siglo y la que
domina actualmente (la americana) se pueden ser evidentes en detalle.

La modernidad capitalista puede ser vista como un “proyecto civilizatorio” que


comenzó a gestarse de manera espontanea e inconsciente en la vida de las
sociedades europeas a comienzos del segundo milenio de nuestra era.
Su propósito ha sido reconstruir la vida humana y su mundo mediante la actualización
y el desarrollo de las posibilidades de una revolución técnica.

Lo peculiar está en su modo de emprender esa reconstrucción civilizatoria: darle una


vuelta de tuerca capitalista.
Una radicalización que convierte esta subsunción, de un hecho solo exterior o ‘formal’
en el otro ‘real’ o de alcance técnico y que al hacerlo, “interioriza” o incorpora el
peculiar modo capitalista de reproducir riquezas, promoviendo y generalizando asi la
configuración del trabajo humano como un proceso de explotación asalariada de la
mayoría de la población por parte de una minoría de ella (burguesía).

El proceso que lleva a la generalización de los telos de la valorarización del valor,


inducido por el modo capitalista de reproducción de la vida social, es sin duda el
proceso dominante en la historia de la modernización europea: pero está lejos de ser
el único.

El proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista solo pudo llevarse a cabo en


términos históricos concretos, primero, invadiendo las figuras pre-existentes de la
civilización en Europa e imponiéndose dentro de ellas o incluso sustituyéndolas y
segundo, reprimiendo las prefiguraciones civilizatorias que resultaban de otras
actualizaciones, estas no-capitalistas.

En la lucha o enfrentamiento desatado por esta resistencia, la parte vencedora, la


capitalista, solo resulta serlo a través de un conjunto dinámico de compromisos en los
que debe entrar con esas otras civilizaciones ya establecidos.

La “subsunción formal” impuesta por el capital comercial y el capital usurario sobre la


civilización de Occidente, había descantado en la vida social en un rico entramado de
usos y costumbres, en un amplio y complejo conjunto de identidades cultivadas.

La historia de la civilización moderna-capitalista se divide a partir del siglo 17:


aparecen dos ramas o líneas de desarrollo paralelas y contiguas pero autónomas: la
línea europea y la norteamericana.

Lo que distingue entre si a estas dos ramas es el grado de densidad y compromiso


que se establece entre la realización del proyecto civilizatorio capitalista y la realidad
ya civilizada (desde lo arcaico) o recivilizandose (desde el presente).

- La rama europea es una rama “impura” debido al alto grado de densidad que
ese compromiso adquiere en ella. Se da en el siglo 16 al siglo 17 y es en lo
fundamental una modernidad de Europa del sur o mediterráneo.
Es una modernidad europea católica que presentaba un grado de
cristianización relativamente bajo, Esto se debía a que provenía de un proceso
de evangelización cuyo efecto destructivo sobre las identidades y culturas de
las sociedades mediterráneas se encontró con fuertes resistencias. Si llego a
dominar fue gracias a que siguió una estrategia peculiar de tolerancia ante las
idolatrías.

- La rama americana es en cambio una rama prácticamente “pura” debido a que


lo delicado de ese conflicto entre lo capitalista y lo ‘natural’ se desenvuelve sin
mayores contratiempos siguiendo una trayectoria casi rectilínea.
La modernidad “americana” a partir del siglo 17 deriva más bien de una
modernidad de la Europa noroccidental.
Era una modernidad protestante que presentaba en cambio, un grado alto de
cristianización cuyo efecto devastador había avanzado sin grandes obstáculos
sobre las ruinas de las identidades y culturas noreuropeas.
La modernidad americana, viene a culminar una socialidad dotada de un
“ethos” que la vuelva capaz de dar una respuesta positiva “realista”.
En la vía americana de la modernidad capitalista, la mercantificacion de la vida
y su mundo, la subsunción de la “forma natural” de esa vida a su “forma de
valor” se cumple en condiciones de extrema debilidad de la primera, de su falta
de recursos para resistirse a la acción de esta última.

En la vida moderna “americana”, el desarrollo de una ‘forma natural’ sometida al


capital explora mas allá de todo limite. Sin embargo, por otro lado, impone una
repetición sin alteraciones sustanciales de la consistencia cualitativa ancestral de los
mismos. Los nuevos valores de uso deben descubrirse así a partir de la proyección.

La historia de la modernidad europea registra fenómenos que sería inimaginables en


el desarrollo de la modernidad americana. El más importante de todos ellos es tal vez
la multiplicidad de modos que la modernidad europea abre a los individuos singulares
y colectivos para sobrevivir.

El ser humano modernos desarrollo otro modo y otra vida de denegación inverso al
primero, el “romántico”, según el cual la ‘forma natural’ de la vida rige como el sujeto
que incorpora, mientras el capital es la potencia incorporada a él.

La “americanización” de la modernidad en el siglo 20 sería sin duda una culminación.


Sería la conquista del grado más alto de incorporación de la lógica ‘natural’ o la lógica
del valor de uso de la vida social moderna a la lógica capitalista de la autovalorizacion
del valor mercantil.
La americanización de la modernidad traería consigo un empobrecimiento radical:
implica una ruptura tajante con el pasado pre-moderno, no solo pagano sino también
cristiano católico. Además también una eliminación sistemática de la competencia
entre las múltiples propuestas de vida o los distintos ‘ethe’ posibles dentro de la
modernidad capitalista.

La europea y la norteamericana son dos ramas de la historia moderna que se


reencontraran a partir de la segunda mitad del siglo 19. Para entonces, mientras la
primera ha llevado a la modernidad capitalista a un estado crítico de autonegacion, la
segunda la ha conducido a uno de realización plena.

La modernidad ‘europea’ se encuentra en plena crisis debido a que no pudo concluir a


satisfacción la tarea de subordinar completamente la ‘forma natural’.
La modernidad ‘americana’ está en pleno crecimiento y expansión.

El ‘americanismo’, la ‘identidad americana’ se presentaría así como un progresismo


pero llevado al extremo. Como un progresismo que ha eliminado obstáculos de orden
identitario, social y político que lo refrenaban en la modernidad europea.

El progresismo americano se muestra como un presentismo y como un apoliticismo.


Genera una fobia ante cualquier instancia de orden político o republicano que pretenda
‘imponerle’ determinados intereses y metas trascendentes o de alcance meta-privado.
Allí donde el domina, la política solo puede aceptarse como una ‘supraestructura’ de la
sociedad civil o burguesa.

Sustituir un valor de uso por otro ‘mejor’, una tecnología por otra ‘más eficiente, un ser
humano por otro más desarrollado es el proceder propio del progreso. La búsqueda de
lo mejor define lo que es el futuro.

La gran industria moderna a partir del siglo 18 convirtió a esta de instrumento de


liberación del trabajo en instrumento de su esclavizacion orgánica.
El valor de uso de la ciudad del siglo 20, de las vías de comunicación, es un valor de
uso deformado que no responde a necesidades ‘naturales’. Sino que se adelanta a los
deseos del ser humano e infunde en él una necesidad que no es de él sino del capital.
La modernidad americana es así una modernidad que promueve necesariamente el
fenómeno del consumismo.

Los hechos del ‘nuevo mundo’ vinieron a demostrar que la tierra donde vive el ser
humano no es necesariamente un lugar de prueba y sufrimiento. Sobre todo a volver
evidente que la ‘riqueza terrenal’ no es solamente el fruto del sacrificio humano en la
guerra o en el trabajo, que no consiste en el puro valor económico, que ella proviene
solo a medias del esfuerzo humano, pues la naturaleza pone su parte, como una
colaboración con ella.

Los fundadores de la modernidad ‘americana’ minimizaron el aporte activo de la


naturaleza en la constitución de la riqueza concreta.

En el capitalismo del siglo 20, que ha sustentado a la modernidad americana, la ‘renta


de la tecnología’ vino a remplazar la ‘renta de la tierra’. La naturaleza perdió ese rasgo
ilimitado que siempre tuvo y el abuso destructivo de ella pasó a ser cosa de menor
importancia.

La más característica y determinante de todas las transformaciones que


experimenta la modernidad capitalista con su ‘americanización’ es la introducción a la
“hybris americana” que consiste en una ‘artificializacion de lo natural’ o ‘naturalización
de lo artificial’.

Con la modernidad americana se estaría ante la entrada de una nueva ‘naturalidad


artificial’. Esta se desentiende de la tarea elemental ‘natural’, la de crear
simultáneamente y articuladamente en la vida humana una suficiente para el
subsistema de capacidades sociales de producción y una saciabilidad para el
subsistema de necesidades sociales de consumo.

La democracia americana se autolimita hasta reducirse a si misma a una simple


‘supraestructura’ de la sociedad civil o burguesa. En esta práctica política, la ‘hybris’
americana alcanza su culminación, la ilusión de que lo artificial puede sustituir
perfectamente e lo natural.

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