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Principios exegéticos origenianos

(Περὶ ἀρχῶν IV,1.1-3.15)

Ateneu Universitari Sant Pacià


La unción del Hijo
Prof. Dr. Albert Viciano
junio de 2016

Iñaki Marro

1
Fragmento de las Hexapla de Orígenes. Sal 102,39-103,13 [Aquila], proveniente de la Genizah de El
Cairo, palimpsesto de pergamino 5/6ce (paleográfico). Cambridge Taylor-Schechter Collection.
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ÍNDICE
1. Prolegómenos
2. Introducción al Περὶ ἀρχῶν (De principiis)
3. Comentario personal
3.1.Prefacio al De principiis (I 1-10)
3.2.La inspiración y la interpretación de las divinas escrituras (IV 1-3)
2.2.1. Tres interpretaciones erróneas de la Escritura
2.2.2. La mayoría de errores provienen de la interpretación literal
2.2.3. Los misterios celados en las Escrituras
2.2.4. El triple sentido de la Escritura
2.2.5. Criterios de la interpretación sapiencial
2.2.6. Criterios prácticos para la interpretación espiritual
4. Conclusiones
5. Bibliografía

1. Prolegómenos
El presente trabajo trata de ahondar en las enjundiosas claves de la exégesis
origeniana, recogidas de forma sucinta y clara en el capítulo IV del que fue el primer
tratado exegético ortodoxo en los primeros siglos del cristianismo, el Π λ ἀλξ θ (De
principiis).

2. Introducción al Περὶ ἀρχῶν (De principiis)2


La obra más importante de Orígenes es su De principiis. Constituye el primer
sistema de teología cristiana y el primer manual de dogmática. Como tal, descuella
majestuosa, desde su aislamiento, en toda la historia de la Iglesia primitiva. La escribió
en Alejandría, entre los años 220 y 230. Todo lo que queda del texto griego son unos
fragmentos en la Philocalia y en dos edictos del emperador Justiniano I3. En cambio,
la conservamos íntegra en la traducción libre de Rufino, quien se metió
indudablemente con ella, suprimiendo en una parte y en otra pasajes discutibles. A una
traducción literal hecha por san Jerónimo le cupo la misma suerte que al original.
La obra comprende cuatro libros, cuyo contenido puede resumirse bajo estos
títulos: Dios, Mundo, Libertad, Revelación. El título, «fundamentos» o «principios»,
revela el objetivo de toda la obra. Orígenes se propuso en esta obra estudiar las
doctrinas fundamentales de la fe cristiana. Lo dice claramente en la introducción que
precede al libro primero. La misma fuente de toda verdad religiosa es la enseñanza de
Cristo y de sus Apóstoles ( ά εήλυΰηα).
En el prefacio al De Principiis, Orígenes da a entender claramente que las fuentes
de la doctrina cristiana son la Escritura y la Tradición, y señala la existencia de una
regla de fe, que contiene la enseñanza fundamental de los apóstoles. Éstos, sin
embargo, no dieron argumentos en apoyo de estas verdades ni explicaron las relaciones
recíprocas que existen entre ellas. Además, queda un gran número de cuestiones sin

2
Seguimos para la introducción al P. J. Quasten, Patrología I. Hasta el concilio de Nicea, ed. Biblioteca
de Autores Cristianos, Madrid 1991, pp. 371-375. Tomamos distancia en aquellos puntos más subjetivos
en los que estamos en desacuerdo.
3
Justiniano (en latín: Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus; en griegoμ Ιου δθδαθόμ) (Tauresium, 11 de
mayo de 483-Constantinopla, 13 de noviembre de 565) fue emperador del Imperio romano de Oriente desde
el 1 de agosto de 527 hasta su muerte.

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respuesta a propósito del origen del alma humana, de los ángeles, de Satanás, etc. Ahí
está la misión de la sagrada teología (cf. Prefacio 1-2).
Orígenes distingue los dos elementos de toda teología: tradición y progreso,
teología positiva y teología especulativa (cf. Prefacio 3). La doctrina cristiana, lejos de
ser estéril y estar anquilosada, está en continuo desarrollo y sigue las leyes naturales
del crecimiento y de la vida (cf. Prefacio 10).
Una vez descrita la tarea de la teología en general y de su obra en particular,
Orígenes expone en los cuatro libros una teología, una cosmología, una antropología
y una teología.
I. En el primer libro trata del mundo sobrenatural, de la unidad y
espiritualidad de Dios, de la jerarquía de las tres divinas personas y de sus
respectivas relaciones con la vida creada: el Padre actúa sobre todos los seres; el
Verbo, sobre los seres racionales o almas; el Espíritu Santo, sobre los seres que
son a la vez racionales y santificados. Siguen luego discusiones sobre el origen, la
esencia y la caída de los ángeles.
II. El segundo libro se ocupa del mundo material, la creación del hombre
como consecuencia de la defección de los ángeles, del hombre considerado como
espíritu que ha caído de su primer estado y ha sido encerrado en un cuerpo
material, del pecado de Adán y de la redención por medio del Logos encarnado,
de la doctrina de la resurrección, del juicio universal y de la vida futura.
III. La unión del cuerpo y del alma da a ésta oportunidad de lucha y de victoria.
En este combate, los hombres cuentan con la ayuda de los ángeles y son
obstaculizados por los demonios, pero conservan su libertad. De esta manera, al
examinar la extensión de la libertad y de la responsabilidad, el libro tercero
presenta un esbozo de teología moral.
IV. El libro cuarto resume las enseñanzas fundamentales con algunas
adiciones; se trata también de la Sagrada Escritura como fuente de fe, de su
inspiración y de sus tres sentidos (cf. IV, 1-11).

Esta primera síntesis de la doctrina eclesiástica ha ejercido una poderosa influencia


en el desarrollo del pensamiento cristiano. No debe sorprendernos que, como primer
ensayo, adolezca de defectos, tanto en la forma como en el fondo. Cae en repeticiones
y falta la debida conexión entre las partes. El autor no tiene nunca prisa en llegar a
término. De paso va tocando todas las cuestiones que le parecen importantes. Por eso
la composición del libro resulta demasiado floja para el gusto moderno. Sin embargo,
no sería justo comparar esta obra con tratados científicos de teología de épocas
posteriores o con nuestros modernos manuales de dogma. Su principal defecto, como
veremos más adelante, es la influencia predominante de la filosofía platónica. Para ser
justos con el autor, hemos de tener en cuenta el número de dificultades que tuvo que
salvar este primer ensayo de síntesis, para coordinar los diversos elementos del
depósito de la fe y vaciarlos en el molde de un sistema completo. Se comprende, pues,
sin dificultad que para la solución de muchos problemas recurriera a la filosofía griega.
El haber fundado sus especulaciones en pasajes de la Escritura interpretados
alegóricamente está indicando que, incluso en estas teorías filosóficas, no quería
apartarse de la verdad bíblica ni de la enseñanza de la Iglesia. A pesar de sus
deficiencias, el De principiis señala una época en la historia del cristianismo.

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2. Comentario personal4
2.1.Prefacio al De principiis (I 1-10)
Quien cree que Jesús es el Mesías (Jn 1,17) y la verdad (Jn 14,6), hace de Él la
única fuente de conocimiento (experiencial, gnw/sij), en su propio camino de
búsqueda de la felicidad. Para el creyente, las palabras de Cristo y su doctrina son la
única fuente de «conocimiento experiencial» que estimula a los hombres a vivir feliz
y razonablemente. Cristo, en tanto que Palabra de Dios, no sólo ha hablado desde la
Encarnación, pues, como dice Hebreos, multifariam multisque modis olim Deus
loquens patribus in prophetis, novissime diebus istis locutus est nobis in Filio (Heb
1,1-2)5.
No obstante, habida cuenta del desacuerdo que a pesar de ello se observa entre los
que se llaman cristianos acerca de verdades fundamentales (in magnis et maximis),
parece imprescindible establecer «una pauta segura y una regla manifiesta» (certam
lineam manifestamque regulam ponere) sobre la cuestiones fundamentales antes de
seguir con las restantes. Orígenes hablará desde su propia experiencia en la búsqueda
de la verdad, que ha intentado aprehender solamente de Cristo. Sólo hay que dar fe a
aquella verdad que concuerde con la tradición eclesiástica y apostólica (ecclesiastica
preaedicatio per successionis ordinem ab apostolis tradita, et usque ad praesens in
ecclesiis permanens).
Los apóstoles transmitieron a todos los creyentes de forma bien manifiesta las
verdades imprescindibles acerca de la ciencia divina, si bien dejaron el estudio de sus
razones a los que se hicieran merecedores de los dones del Espíritu, hasta llegar al
«conocimiento por experiencia»6. El resto de verdades quedan para el estudio por el
don de la sabiduría.
Las verdades «transmitidas de forma manifiesta por la predicación apostólica»
(per praedicationem apostolicam manifeste traduntur) son:
a) Acerca de Dios: Uno, creador de la nada, que habló por los profetas, envía al
Señor Jesús Mesías para salvar primero a Israel y luego a todas las naciones.
Es un Dios justo y bueno, por cuyo Hijo nos da la Ley, los Profetas y los
Evangelios…
Jesús nace del Padre antes de toda criatura, por Él se hizo todo, se encarnó de
María y del Espíritu Santo, verdaderamente nació, padeció, murió, resucitó y
subió al cielo.
El Espíritu Santo es de igual honor y dignidad que el Padre y el Hijo, y tal
como inspiró a profetas y apóstoles se predica hoy en la Iglesia.
b) Acerca del alma: dotada de substancia y de vida propia, llamada a ser
retribuida según los méritos (vida eterna o fuego eterno). Hay que creer en la
resurrección de este cuerpo (1Cor 15,42-43). Libre albedrío y voluntad.
Combate contra el diablo y sus ángeles. No estamos sometidos al destino, a
pesar de experimentar la tendencia al pecado. No sabemos suficientemente por
la Escritura y la predicación manifiesta la transmisión del alma.

4
Para el comentario al texto partimos directamente de la versión latina de Rufino, así como del texto griego
de los evangelios (3J. M. Bover) y en su caso, de los LXX (Rahlfs).
5
Cf. tb. Dei Verbum 4, que, parafraseando también Hebreos, abunda en la doctrina de Orígenes.
6
Alii quidem per Spiritum datur sermo sapientiae (sofi,a), alii autem sermo scientiae (gnw/sij) secundum
eundem Spiritum (1Cor 12,8).

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c) Acerca del diablo, sus ángeles y las potencias adversas. Se afirma su


existencia.
d) Acerca de este mundo: ha sido creado y tuvo inicio en un tiempo determinado.
e) Acerca de las Escrituras: coescritas (conscriptae) por el Espíritu Santo, no
sólo tienen el sentido manifiesto, sino también otro latente; de ahí la dinámica
sacramental (formae sacramentorum quoramdam) y la imagen de las
realidades divinas (divinarum rerum imagines). Toda la Ley es espiritual, pero
accedemos a su sentido solamente por la gracia del Espíritu Santo, fundado en
la palabra de la sabiduría y del conocimiento (in verbo sapientiae (sofi,a) ac
scientiae (gnw/sij) condonatur).
En la interpretación de la Escritura hay que tener en cuenta la limitación del
lenguaje y tratar de entender el sentido con el que usaron los términos los
autores7. Por otro lado, es fundamental que el libro haya sido recibido entre
los libros de la Iglesia para considerarlo inspirado por el Espíritu de Dios.
El preciso sentido de la «incorporeidad» aplicada a Dios mismo, a Cristo, al
Espíritu Santo, a las almas o a toda la naturaleza racional de la que se habla en
la Escritura no queda manifiesto.
f) Acerca de la predicación eclesiástica: existen ángeles de Dios y potencias
buenas (virtutes bonas) que ayudan al hombre para la salvación.

En resumen, hay que dejarse iluminar por la luz del conocimiento8,


partiendo de las verdades manifiestas y necesarias para, deduciendo de ellas
en su recto tenor el resto de verdades, poder confeccionar un solo cuerpo
orgánico (unum corpus efficiat).

2.2.La inspiración y la interpretación de las divinas escrituras (IV 1-3)


A pesar del carácter inacabado de la obra9, la estructura de este último libro es
la más sencilla. Los tres primeros títulos se refieren a la Escritura:
-«Quod scripturae divinitus inspiratae sunt» (IV,1)
-«Quod multi spiritaliter non intellegentes scripturas et male intellegendo in
haereses declinarint» (IV,2)
-«Exempla scripturarum de ratione intellegentiae scripturae» (IV,3)
Sólo los dos primeros se han conservado bien, gracias a los manuscritos, Focio,
la Filocalia y la crítica interna, mientras que el tercero refleja solo en sus primeros
párrafos la sección que encabeza. Al final, se encuentra la recapitulación
«αθαε φαζαδπ δμ de Patre et Filio et Spiritu Sancto ceterisque, quae superius
dicta sunt», menos en S10. Así, De Principiis IV,1-3 es un tratado sobre las
Escrituras, conformado por dos secciones:
A) Sobre la inspiración de la Escritura (IV,1)

7
Pone el ejemplo del uso de «incorpóreo» (ἀ πηά οθ) aplicado al cuerpo resucitado de Cristo en el libelo
llamado Doctrina de Pedro (I 8b).
8 Os 10,12: Illuminate vobis lumen scientiae (LXX: φ μ ΰθώ πμ).
9
«El imprudente entusiasmo de Ambrosio habría difundido el De Principiis cuando aún no estaba
completamente terminado» (S. Fernández, 2015, p.77). Cf. esp. J. Rius-Camps, Los diversos estratos
redaccionales del Peri Archon de Orígenes, pp. 5-65.
10
Sorbonicus 16322. S. XIII.

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B) Sobre la interpretación (IV,2-3)11.


Las Escrituras en su totalidad (Antiguo y Nuevo Testamentos) son divinas
porque han sido «inspiradas por el Espíritu de Dios» (Dei spiritu inspiratae).
2.2.1. Tres interpretaciones erróneas de la Escritura
Hay que ahondar en el método de interpretación adecuado en la lectura del
texto sagrado, para evitar los errores de:
a) judíos: no reconocieron en Cristo al Mesías por interpretar las profecías literal
y materialmente
b) herejes: expone principalmente la herejía de Marción. El Dios demiurgo del
Antiguo Testamento a quien dan culto los judíos sería imperfecto y malvado,
en contra del Dios más perfecto anunciado por el Salvador, el Dios del Nuevo
Testamento. Necesitan explicar la creación por mitos.
c) simples: hacen bien al creer en el Demiurgo (Dios creador), pero yerran al
representárselo, desde el miedo, como cruel e injusto.
2.2.2. La mayoría de errores provienen de la interpretación literal
El error principal sería anteponer la letra al sentido espiritual. Hay que partir
de la inspiración y del canon de la Iglesia celeste, conforme a la tradición de los
apóstoles.
2.2.3. Los misterios celados en las Escrituras
Hay dispensaciones misteriosas en la Escritura (incesto, poligamia, etc.) cuyo
valor debe ser simbólico y no histórico. Sin embargo, hay que ser cautos en su
aplicación a realidades concretas, pues a menudo, a pesar de nuestro esfuerzo,
erramos en ello. Algo parecido sucede con las profecías, que debemos leer desde
la mentalidad de Cristo que poseemos (1Cor 2,16: h`mei/j de. nou/n Cristou/ e;comen)
y nunca dar por cerradas las numerosísimas y sublimes acepciones que tienen.
2.2.4. El triple sentido de la Escritura
Partiendo de la versión griega de Pr 22,20.21b12, divide la Escritura,
sirviéndose también de la metáfora de las partes hombre, en tres partes: a) La
carne, que sería el sentido más inmediato; b) el alma, para los proficientes c) el
espíritu, reservado a los perfectos, que contiene la ley espiritual (cf. Rm 7,14),
sombra de los bienes futuros (Heb 10,1). De su ejemplificación desde El Pastor
de Hermas (V II 4,3) parece que distinguiría entre no bautizados, bautizados y
bautizados que han entrado ya en la vida del Espíritu (gnósticos en el buen sentido
de la palabra).
Ejemplos de sentido carnal los hallamos por doquier; en otros, en cambio,
encontramos solamente el anímico y espiritual (cf. Jn 2,6, bodas de Caná; 1Cor
9,9: No pondrás bozal al buey que trilla). La interpretación espiritual, que se sirve
de la alegoría, justificable ya desde la Escritura (cf. Ga 4,21ss.), se basa en el
juego de la figura (exemplum, u`po,deigma) y la sombra (umbra, skia,) de las
realidades futuras (Heb 8,5a).

11
Cf. S. Fernández, 2015, pp. 75ss.
12
εα ἀπ ΰλαοαδ α αυ λδ μ ἰμ ίουζ θ εα ΰθ δθ ἐπ πζ ομ ῆμ εαλ αμ ου |
δ επ οὖθ ἀζβγῆ ζ ΰοθ εα ΰθ δθ ἀΰαγ θ παεο δθ οῦ ἀποελ θ γαδ ζ ΰουμ ἀζβγ αμ οῖμ
πλοίαζζοη θοδμ οδ.

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2.2.5. Criterios de la interpretación sapiencial


El objetivo principal del Espíritu Santo fue iluminar los misterios escondidos
concernientes al hombre. Un lugar preeminente ocupan también los misterios
relativos a Dios, así como los de su Unigénito. En tercer lugar, se muestran los
misterios relativos a los otros seres racionales (ángeles) y, por último, los
misterios relativos al mundo13.
El objetivo secundario del Espíritu Santo son los misterios que entrañan las
expresiones literales, en los relatos de creación de criaturas y del hombre, así como
en los diversos relatos históricos. Estos misterios corporales que envuelven las
realidades espirituales también los ha dispuesto el Espíritu para el provecho del
hombre.
2.2.6. Criterios prácticos para la interpretación espiritual
En los casos en que no es fácil dar con el sentido literal, es de gran ayuda
buscarlo a través de expresiones parecidas (paralelos diríamos hoy).
Conviene pasar de la estricta letra a la comprensión del sentido total, pues toda
la Escritura contiene un sentido espiritual, pero no toda un sentido corpóreo
(literal).

13
Vemos aquí, de nuevo, una plena consonancia con la doctrina de DV 2b: Intima autem per hanc
revelationem tam de Deo quam de hominis salute veritas nobis in Christo illucescit, qui mediator simul et
plenitudo totius revelationis exsistit.

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3. Conclusiones
Tras esta lectura atenta de los pasajes del De Principiis propuestos para el análisis,
y habiéndome adentrado ya algo en el estudio de la Sagrada Escritura, creo que el
método exegético propuesto por Orígenes es máximamente vigente porque, de hecho,
contiene in nuce la mayoría de los métodos y coordenadas de las últimas corrientes en
exégesis.
En estas páginas de Orígenes hallamos las principales claves hermenéuticas del
tratado de inspiración, las intuiciones sobre el canon de las Escrituras, la necesidad de
la concordancia con la predicación eclesiástica por el orden de la sucesión entregada
por los apóstoles en la Iglesia, la doctrina del triple sentido (literal, espiritual y místico)
así como la unidad de toda la Escritura. Todo esto queda recogido en el mismo
Concilio que, como se ha dicho más arriba (cf. nt. 5 y 10), parece parafrasear Orígenes
en diversas ocasiones a lo largo de la Constitución Dogmática Dei Verbum.
En mi opinión y en plena comunión con Orígenes, me parece muy necesario el
retorno a una lectura creyente de la Sagrada Escritura, nunca desvinculada del texto,
pero capaz de ir siempre más allá, en un movimiento anagógico que el mismo texto
nos facilita y casi nos exige, allende una visión meramente categorial (de tejas para
abajo). Convergen dos fuerzas en la Sagrada Escritura, una a-tractiva, centrípeta, con
la que entraríamos a fondo en el texto, y otra expansiva, centrífuga, que habiendo
transformado al sujeto lector creyente por la fuerza del Espíritu Santo lo devuelve al
mundo ardiendo en ansias de difundir la Palabra de Dios en el mundo gestis verbisque
(DV 2).
En Orígenes, todo habla de Cristo. No es baladí que, a pesar de las repetidas
condenas, Orígenes hubiera sido siempre defendido y conservado entre los padres del
desierto primero y entre los monjes de los monasterios más adelante14. Es, sin lugar a
dudas, el primer gran místico cristiano, para el cual todo habla de Dios, lo antiguo y lo
nuevo. Y es que, a nuestro juicio, la tipología sólo puede ser entendida por un corazón
verdaderamente enamorado. De hecho, la misma palabra πομ viene de π π,
‘tocar’, ‘golpear’. Si el corazón no ha sido tocado por Cristo, resulta imposible
reconocerlo en las Escrituras.
Clemente y Orígenes, doctor del cristianismo, fueron los pensadores cristianos
que más contribuyeron, por medio del platonismo, a tender un puente intelectual entre
el cristianismo y el clasicismo pagano15. Por el principio de que el conocimiento es
virtud y la virtud conocimiento, Clemente y Orígenes se convierten en gnósticos
cristianos, considerando que «la unión con Dios entrañaba, además de la fe, un
conocimiento de lo divino y de los misterios del universo»16. Mediante la tipología
consiguen salvar el Antiguo Testamento, de cuyo Dios se consideraban enemigos los
gnósticos. El buen gnóstico cristiano es capaz de llegar desde la letra al Espíritu que
la inspiró, del mismo modo que había que traspasar el velo de la carne de Cristo para
ver, por la fe, su divinidad. El hecho de que el platonismo medio y el neoplatonismo
fueran más místicos y religiosos los tornaba todavía más atractivos para los pensadores
cristianos.

14
Cf. Orígenes, Homilías sobre el Génesis (1999, p. 10).
15
Cf. M. Pérez, Historia de la Biblia (2006, p. 300s.).
16
Ibid. p.301.

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Deus semper maior, y así sucede con la Escritura, locutio Dei según DV 9.
Adamantius, en su genialidad, creo que propone una lectura sacramental, participada,
creyente, sapiencial, kerigmática, remitente y no autorreferencial o partidista-
ideológica, unitaria y, en definitiva, humilde, con los pies en la tierra y los ojos en el
cielo, pues entonces como ahora, el timor Deum es principio de la sabiduría (Prov 9,10,
Sal 110,10) y, por ende, imprescindible para un auténtico fruto humano y cristiano en
la exégesis.

4. Bibliografía
Bover, J.M., s.i., Novi Testamenti Biblia graeca et latina. Critico apparatu aucta, ed.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1953.
Orígenes, De principiis. Primum separatim edidit et annotatione in usum academicum.
Ed. Ern. Rud. Redepenning, Lipsiae 1836, disponible en:
http://www.documentacatholicaomnia.eu/03d/0185-
0254,_Origenes,_De_principiis_(Rufino_interprete)_(Redepenning_edente),_LT.pdf
[consultado 20/06/17].
Orígenes, Homilías sobre el Génesis, ed. Ciudad Nueva, Madrid 1999, pp. 10-17.
Orígenes, Sobre los principios, por Samuel Fernández (trad. y notas), ed. Ciudad
Nueva, Madrid 2015.
Quasten, J., Patrología I. Hasta el concilio de Nicea, ed. Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid 1991, pp. 371-375.
Pérez Fernández, M., et al., Historia de la Biblia, ed. Trotta, Madrid 2006.
Rahlfs, A., Septuaginta. Id est Vetus Testamentum graece iuxta LXX interpretes, ed.
Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart 1979.

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