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Cómo acceder al poder de Dios a través de los conv

Conferencia General de abril de 2023

Cómo acceder al
poder de Dios a
través de los conve‐
nios
Por el élder Dale G. Renlund
Del Cuórum de los Doce Apóstoles

Conforme anden por la senda de


los convenios, del bautismo al
templo y a lo largo de la vida, les
prometo que tendrán el poder de
ir contra la mundana corriente
natural.

En noviembre pasado, tuve el


privilegio de dedicar el Templo de
Belém, Brasil. Fue un gozo estar
con los consagrados miembros de
la Iglesia en el norte de Brasil. En
esa ocasión, aprendí que Belém es
la puerta de acceso a la región que
incluye el río más caudaloso del
mundo: el río Amazonas.

A pesar de la fuerza del río, dos


veces al año sucede algo aparente‐
mente sobrenatural. Cuando el
sol, la luna y la tierra están en
cierta alineación, una potente
marea Buye río arriba, contra el
curso natural del agua. Se han
documentado olas de hasta seis
metros de altura 1 que llegan a
recorrer hasta cincuenta kilóme‐
tros 2 corriente arriba. A ese fenó‐
meno, conocido generalmente
como macareo, se lo llama local‐
mente pororoca o “gran rugido”,
debido al fuerte ruido que produ‐
ce. Podemos concluir correcta‐
mente que aun el poderoso
Amazonas debe ceder ante los
poderes del cielo.

Tal como el Amazonas, tenemos


un curso natural en nuestras
vidas; tendemos a hacer lo que
surge de manera natural. Como el
Amazonas, con la ayuda del cielo
podemos hacer cosas sobrenatura‐
les; después de todo, no es natural
que seamos humildes o mansos, ni
estemos dispuestos a someter
nuestra voluntad a Dios. Sin
embargo, solo al así hacerlo pode‐
mos ser transformados, regresar a
vivir en la presencia de Dios y
alcanzar nuestro destino eterno.

A diferencia del Amazonas, noso‐


tros podemos escoger si cedemos
ante los poderes del cielo o si
“seguimos la corriente” 3. Ir contra
la corriente puede ser difícil, pero
cuando nos sometemos “al inBujo
del Santo Espíritu” y ponemos de
lado las tendencias egoístas del
hombre o la mujer natural 4, pode‐
mos recibir el poder transforma‐
dor del Salvador en nuestra vida,
el poder para hacer cosas difíciles.

El presidente Russell M. Nelson


nos enseñó cómo hacerlo. Él
prometió: “Cada persona que hace
convenios en las pilas bautismales
y en los templos, y los guarda,
tiene un mayor acceso al poder de
Jesucristo […], [a] Sn de elevar‐
nos por encima de la atracción de
este mundo caído” 5. En otras
palabras, podemos acceder al
poder de Dios, pero solo cuando
nos conectamos con Él mediante
convenios sagrados.

Antes de que se creara la tierra,


Dios estableció convenios como el
mecanismo mediante el cual noso‐
tros, Sus hijos, podríamos unirnos
a Él. Con base en una ley eterna e
inmutable, Él especiScó las condi‐
ciones innegociables por las cuales
somos transformados, salvados y
exaltados. En esta vida, hacemos
dichos convenios al participar en
ordenanzas del sacerdocio y
prometer que haremos lo que Dios
nos pida hacer y, a cambio, Dios
nos promete ciertas bendiciones 6.

Un convenio es un compromiso
para el cual debemos prepararnos,
que debemos comprender clara‐
mente y honrar absolutamente 7.
Hacer un convenio con Dios es
diferente de hacer una promesa a
la ligera. Primero, se requiere la
autoridad del sacerdocio. Segun‐
do, una promesa débil no tendrá
la fuerza conectora para elevarnos
por encima de la atracción de la
corriente natural. Solo hacemos el
convenio cuando tenemos la inten‐
ción de comprometernos a
cumplirlo de un modo considera‐
blemente excepcional 8. Llegamos
a ser hijos de Dios por convenio y
herederos de Su reino, en especial,
cuando nos identiScamos comple‐
tamente con el convenio.

La expresión senda de los convenios


se reSere a una serie de convenios
mediante los cuales venimos a
Cristo y nos conectamos con Él. A
través de ese vínculo por conve‐
nio, tenemos acceso a Su poder
eterno. La senda comienza con la
fe en Jesucristo y el arrepentimien‐
to, seguidos por el bautismo y la
recepción del Espíritu Santo 9.
Jesucristo nos mostró cómo entrar
en la senda cuando se bautizó 10.
Según los relatos del Nuevo Testa‐
mento en Marcos y Lucas, el
Padre Celestial habló directa‐
mente a Jesús en Su bautismo,
diciéndole: “… Tú eres mi Hijo
Amado, en ti me complazco”.
Cuando nos embarcamos en la
senda de los convenios mediante
el bautismo, imagino al Padre
Celestial diciéndonos algo similar
a cada uno de nosotros: “Tú eres
mi hijo amado, en quien me delei‐
to. Sigue avanzando” 11.

En el bautismo y cuando tomamos


la Santa Cena 12, testiScamos que
estamos dispuestos a tomar sobre
nosotros el nombre de Jesu‐
cristo 13. En ese contexto, tenga‐
mos presente el mandamiento del
Antiguo Testamento: “No tomarás
el nombre de Jehová tu Dios en
vano” 14. Para nuestros oídos
modernos, aquello suena como
una prohibición contra el uso irre‐
verente del nombre del Señor. El
mandamiento incluye eso, pero su
precepto es aún más profundo. La
palabra hebrea traducida como
“tomarás” signiSca “izar” o “por‐
tar”, como lo haríamos con un
estandarte que identiSque a uno
mismo con una persona o con
algún grupo 15. La palabra tradu‐
cida como “vano” signiSca “vacío”
o “engañoso” 16. Así, pues, el
mandamiento de no tomar el
nombre del Señor en vano puede
signiScar: “No te identiScarás
como discípulo de Jesucristo a
menos que te propongas represen‐
tarlo bien”.

Llegamos a ser Sus discípulos y lo


representamos bien cuando de
manera intencional y creciente
tomamos sobre nosotros el
nombre de Jesucristo mediante
convenios. Nuestros convenios nos
dan poder para permanecer en la
senda de los convenios debido a
que nuestra relación con Jesu‐
cristo y nuestro Padre Celestial
cambia. Nos conectamos con Ellos
mediante un vínculo de convenios.

La senda de los convenios


conduce a las ordenanzas del
templo, tal como la investidura del
templo 17. La investidura es el don
de Dios que consiste en sagrados
convenios que nos conectan más
plenamente con Él. En la investi‐
dura, primero, hacemos convenio
de esforzarnos por guardar los
mandamientos de Dios; segundo,
arrepentirnos con un corazón
quebrantado y un espíritu contri‐
to; tercero, vivir el Evangelio de
Jesucristo. Hacemos esto ejer‐
ciendo la fe en Él, haciendo conve‐
nios con Dios al recibir las orde‐
nanzas de salvación y exaltación,
guardando esos convenios a lo
largo de nuestras vidas y esforzán‐
donos por vivir los dos grandes
mandamientos de amar a Dios y a
nuestro prójimo. Cuarto, hacemos
convenio de guardar la ley de
castidad y, quinto, dedicarnos a
nosotros mismos y todo con lo
que el Señor nos ha bendecido
para ediScar Su Iglesia 18.

Al hacer y guardar los convenios


del templo, aprendemos más sobre
los propósitos del Señor y recibi‐
mos una plenitud del Espíritu
Santo 19; recibimos dirección para
nuestra vida; maduramos en nues‐
tro discipulado para no permane‐
cer como niños perpetuos y sin
conocimiento 20. Antes bien, vivi‐
mos con una perspectiva eterna y
estamos más motivados a servir a
Dios y a otras personas. Recibimos
mayor capacidad para cumplir
con nuestros propósitos en la vida
terrenal. Somos protegidos de la
maldad 21 y obtenemos mayor
poder para resistir la tentación y
arrepentirnos cuando tropeza‐
mos 22. Cuando Baqueamos, el
recuerdo de nuestros convenios
con Dios nos ayuda a volver a la
senda. Al conectarnos con el
poder de Dios, nos convertimos en
nuestra propia pororoca, capaces
de ir contra la corriente del
mundo, a lo largo de nuestra vida
y por las eternidades. En deSniti‐
va, nuestros destinos cambian
debido a que la senda de los
convenios conduce a la exaltación
y la vida eterna 23.

Guardar los convenios hechos en


la pila bautismal y en el templo
también nos proporciona la fuerza
para soportar las pruebas y los
pesares de la vida terrenal 24. La
doctrina relacionada con esos
convenios facilita nuestro camino
y brinda esperanza, consuelo y
paz.

Mis abuelos, Lena SoSa y Matts


Leander Renlund, recibieron
poder de Dios mediante su conve‐
nio bautismal cuando se unieron a
la Iglesia en 1912, en Finlandia.
Estaban felices de ser parte de la
primera rama de la Iglesia en
Finlandia.

Leander murió de tuberculosis


cinco años después, cuando Lena
estaba esperando su décimo hijo.
Aquel hijo —mi padre— nació dos
meses después de la muerte de
Leander. Con el tiempo, Lena
sepultó no solo a su esposo, sino
también a siete de sus diez hijos.
Al ser una viuda pobre, tuvo diS‐
cultades. Durante veinte años no
tuvo ni una noche de descanso;
Durante el día, luchaba para
proveerle comida a su familia. Por
la noche, cuidaba a sus familiares
agonizantes. Es difícil imaginar
cómo pudo afrontarlo.

Lena perseveró porque sabía que


su esposo y sus hijos fallecidos
podrían ser suyos por las eternida‐
des. La doctrina de las bendicio‐
nes del templo, incluida la de la
familia eterna, le brindaban paz,
pues conSaba en el poder para
sellar. Durante su vida terrenal no
recibió la investidura ni se selló a
Leander, pero Leander siguió
siendo una inBuencia vital para su
vida y parte de su gran esperanza
en el futuro.

En 1938, Lena envió los registros


para que pudieran efectuarse las
ordenanzas del templo por sus
familiares fallecidos. Fueron algu‐
nos de los primeros en enviarse
desde Finlandia. Después que
murió, otras personas efectuaron
las ordenanzas del templo a favor
de ella, Leander y sus hijos falleci‐
dos. Mediante una representante,
Lena fue investida, ella y Leander
se sellaron el uno al otro, y sus
hijos fallecidos y mi padre se sella‐
ron a ellos. Al igual que otros,
Lena “[e]n la fe muri[ó] […] sin
haber recibido las cosas prometi‐
das, sino mirándolas de lejos, y
creyéndolas, y aceptándolas” 25.

Lena vivió como si ya hubiera


hecho esos convenios en su vida;
sabía que los convenios del
bautismo y la Santa Cena la
conectaban con el Salvador. “Per‐
mitió que la dulce añoranza del
santuario [del Redentor] tra[ jera]
esperanza a [su] desolado cora‐
zón” 26. Lena consideraba como
una de las grandes misericordias
de Dios el haber aprendido sobre
la familia eterna antes de experi‐
mentar las tragedias de su vida.
Mediante convenios, recibió el
poder de Dios para perseverar y
elevarse por encima del inBujo
depresivo de sus desafíos y adver‐
sidades.

Conforme anden por la senda de


los convenios, del bautismo al
templo y a lo largo de la vida, les
prometo que tendrán el poder de
ir contra la mundana corriente
natural: el poder de aprender, el
poder de arrepentirse y ser santiS‐
cados, y el poder de hallar espe‐
ranza, consuelo e incluso gozo al
afrontar los desafíos de la vida.
Les prometo a ustedes y sus fami‐
lias protección contra la inBuencia
del adversario, en especial cuando
hacen del templo un lugar funda‐
mental en su vida.

Conforme vienen a Cristo y se


conectan con Él y nuestro Padre
Celestial por convenio, sucede
algo aparentemente sobrenatural:
son transformados y llegan a ser
perfeccionados en Jesucristo 27;
llegan a ser hijos de Dios por
convenio y herederos en Su
reino 28. Puedo imaginarlo a Él
diciéndoles: “Tú eres mi hijo
amado, en quien me deleito. Bien‐
venido a casa”. En el nombre de
Jesucristo. Amén.

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