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COMENTARIO DE TEXTO LECCIÓN VII

ALEJANDRO MAGNO Y EL HELENISMO

El texto propuesto es un fragmento de la obra Vidas paralelas de Plutarco, más


concretamente del título donde el autor expone la biografía del personaje histórico y
legendario griego Alejandro Magno emparejado y en comparación a su homólogo
romano Julio César. En concreto, corresponde al capítulo XIV del libro V de su obra.
Plutarco, autor clásico, no fue contemporáneo de los hechos ni de los personajes
descrito y biografiados por lo que se clasificaría por su naturaleza como texto de autor-
fuente. La obra fue escrita varios siglos después de la vida de Alejandro.
Por su tipología, el texto puede ser catalogado de histórico, pero también posee rasgos
filosóficos y morales. Plutarco, en Vidas paralelas escribe la biografía en “paralelo” de
célebres artífices griegos y romanos buscando describir las virtudes y los defectos
comunes. No pretende escribir historias propiamente dichas sino examinar e investigar
la influencia, positiva o negativa, de la vida y ventura de los personajes elegidos.

En el texto presentado, en una primera escena nos narra el encuentro entre Alejandro y
el filósofo Diógenes de Sinope.
En ella nos narra el encuentro que existió entre ambos (la veracidad de dicho encuentro
no está demostrada) en Corinto donde Alejandro fue nombrado general jefe del ejército
griego tras la muerte de su padre Filipo II por elección realizada por la liga de Corinto
para la campaña militar contra los persas (1).
El encuentro tuvo lugar en el Craneo, uno de los barrios aristocráticos situado al oeste
de Corinto.
Lo interesante de este pasaje es el encuentro entre estos dos personajes de contrastes
tan acentuados.
Por un lado, está Diógenes, representante destacado del cinismo, escuela filosófica que
despreciaba y rechazaba los honores, los convencionalismos sociales, la moral
comúnmente admitida, las riquezas y placeres y que consideraba como exclusiva forma
de conseguir la felicidad estar al margen de la civilización y mayor contacto con la
naturaleza. Los cínicos pensaban que la inmensa mayoría de las necesidades eran
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(1). En una primera reunión de la liga de Corinto en el año 337, Filipo propuso invadir Asia con la finalidad de aumentar los territorios
a Macedonia aprovechando la muerte de Artajerjes III Oco en el año 338. Alejandro, en su primer viaje a Grecia en el año 336 ya
había renovado el nombramiento de jefe de la liga que le correspondía como heredero. Según parece, Alejandro quería en esta
segunda visita renovar el cargo de general en jefe sobre las tropas que se enviaban a Asia. Las tropas que en su momento Filipo envió
a Asia al mando de Parmenión y Átalo fueron derrotados por Memnón y tenían en su poder únicamente un pequeño territorio en
los Dardanelos.
inventos de la sociedad y que en realidad no eran necesarias. Por tanto, había que
desprenderse de todo y no anhelar nada. Diógenes estaba entregado por completo a
una vida de rigurosa austeridad a la indigencia más absoluta.

Por otro lado, se encontraba Alejandro Magno, el gran conquistador, descubridor,


estratega y rey de Macedonia cuyo imperio no tenía límites y el poder que acumulaba y
su prestigio lo engrandecían a la misma jerarquía, condición y clase de un dios.
En la escena se encuentran los dos personajes, tan antagónicos entre sí, y se entabla una
conversación entre ellos, uno que lo posee todo y otro que ni de desea y tiene nada.
Alejandro, sorprendido por las condiciones de vida de Diógenes, le preguntó si podía
hacer algo por él, si podía hacer algo para mejorar su situación que a su entender era
tan lamentable a lo que el filósofo le contesta: “si, retírate un poquito del Sol”. Ésta fue
la única necesidad que Diógenes tenía y le demandaba al mismísimo Alejandro, que se
apartara ya que le estaba tapando los rayos del Sol. Esta actitud arrogante y desafiante
del cínico no supuso ofensa alguna para Alejandro, al contrario, dicha respuesta tuvo una
reacción de admiración y respeto hacia Diógenes por su negación a cualquier vínculo con
la aristocracia, altas esperas sociales y políticas y a los bienes materiales. El propio
Alejandro confiesa y reconoce que “si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes”.
Plutarco nos da con este pasaje una imagen positiva del filósofo, dejando en evidencia
al mismísimo Alejandro, gran representante de la civilización griega del momento, su
presumida actitud de que podía hacer realidad cualquier deseo de Diógenes debido a su
inmenso poder.

En las dos escenas siguientes, Plutarco nos muestra a Alejandro y su carácter


profundamente religioso, al personaje que tras las victorias organizaba ritos de gratitud
a los dioses, al personaje supersticioso y muy creyente de los oráculos.
En una primera escena, Plutarco cuenta la visita que Alejandro realizó a Delfos para
consultar al oráculo sobre su expedición militar (2).
La ciudad de Delfos se encontraba en la falda del monte Parnaso y a muy pocos
kilómetros de Corinto y el puerto de Itea. Allí se encontraba un gran recinto sagrado
formado, entre otros, por un templo dedicado al dios Apolo.
Plutarco nos narra la escena en la que Alejandro, tras ser nombrado general jefe de la
liga Panhelénica para luchar contra los persas, visitó el oráculo en uno de sus días aciagos
en los que no estaba permitido realizar ceremonias. Alejandro estaba impaciente y quiso
que la pitonisa le atendiera urgentemente. Los sacerdotes no quisieron atenderle ya que
consideraban que era ofensivo molestar al dios Apolo de esa forma y Alejandro se dirigió
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(2) Esta visita es contada también por Diodoro, XVII 93,4 y posiblemente tuvo lugar en su primera visita a Grecia teniendo en cuenta
una inscripción que rememora una donación de 150 filipos entre otoño del 336 y primavera del 335.
hacia la pitonisa, arrastrándola y empujándola hacia la zona del templo donde se
realizaban las predicciones. Ella, atemorizada al ver que Alejandro la iba a obligar a entrar
en trance, le dijo que “era invencible”, contestándole éste que ya no necesitaba de
ningún vaticinio ni predicción más, que ya había oído lo que necesitaba.
Alejandro derrotaría al poderoso imperio persa aqueménida y permanecerá invencible
el resto de su corta vida.

En el tercer y último pasaje, Plutarco nos menciona y narra el episodio donde Aristandro
de Telmesos, intérprete de sueños, sospechas y temores de Alejandro y antes de su
padre Filipo, descifra y explica un acontecimiento para éste, que siempre confió en sus
profecías. Aristandro fue el adivino oficial de Alejandro y éste le consultaba
continuamente y en sus respuestas, adivinanzas e interpretaciones siempre adulaba al
rey, que tenía fe absoluta en que la Fortuna estaba de su lado.
Cuando Alejandro marchaba hacia Persia, los griegos vieron que, de la estatua de Orfeo,
(hijo de Tagro el tracio) cerca de Libertra (3), emanaba mucho sudor sin parar. Ante esta
situación, el miedo se propagó y cada adivino daba su interpretación, pero Aristandro
interpretó y aconsejó a Alejandro que tuviera confianza, que realizaría hazañas dignas
de ser cantadas y aplaudidas y así daría mucho trabajo y “sudor” a poetas épicos y líricos,
músicos y todos aquellos que compusieran odas para celebrarlo.
Como he dicho anteriormente, Alejandro era muy supersticioso y creyente de los
oráculos. Esta superstición y su religiosidad un tanto primitiva le llevó a tener una
ambición sin límites. No le asustaban los peligros, creyó en su destino y en la idea de que
estaba protegido por los dioses.
Consultar a los adivinos era una práctica común en Alejandro (y no sólo en él) y tenía
siempre muy presente sus vaticinios, pronósticos y augurios. Alejandro interpretaba
como intervención de los dioses muchos fenómenos y hechos ocurridos en situaciones
decisivas y estuvo convencido toda su vida de que los dioses protegían tanto su vida
como todas las empresas que llevaba a cabo.

La obra Vidas paralelas de Plutarco está formada por 22 pares de biografías a las que hay
que sumar las de Arato, Artajerjes II, Galba y Otón, con un total de 48 personajes
analizados y ordenados en parejas de un griego vs un romano.
La fecha exacta de su realización no está clara, pero se suele situar entre finales del siglo
I y principios del siglo II.
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(3). En la Pieria macedonia, al pie del monte Olimpo, región donde se situaba el mito de Orfeo.
Plutarco consideraba que su obra no era histórica sino biográfica, que en la época eran
disciplinas muy distintas. El propio autor lo explica diciendo “es preciso tener en cuenta
que mi propósito no es escribir historias, sino vida y las hazañas más gloriosas no siempre
revelan la virtud o el vicio”. El autor no intenta contar hechos pasados sino mostrar las
pautas morales que condujeron a las acciones de sus personajes con la intención de
servir de ejemplo al resto de la polis. Aun así, no descuida los criterios que se aplicaban
en la historiografía clásica, es decir, enjuiciar los hechos y simplificar los mitos. Plutarco
analiza en sentido crítico todas las versiones antes de elegir una y rehúsa las apologías o
las invenciones malintencionadas. Su intención última es que el lector adivine, con el
relato, los principios éticos y las virtudes que orienten y guíen las vidas de los personajes,
en este caso, de Alejandro Magno. Que Plutarco realice las biografías de forma paralela
tiene dos objetivos. Por un lado, Plutarco utiliza la comparación de los personajes como
instrumento expositivo mediante el cual las vidas comparadas se iluminan entre ellas y
por otro lado los lectores de las biografías tienen más fácil distinguir entre lo importante
y lo accidental que existe en cada virtud. Cada pareja de biografías forma una unidad
independiente que por lo general va precedida de una serie de consideraciones
generales y terminada con la comparación de los personajes, que como he dicho son
uno griego y otro romano, biografiados.
Las biografías comienzan con un pequeño prólogo y continúa con un resumen de la
educación, juventud y algunos aspectos personales del biografiado. Después entra en
sus comienzos en la vida pública o militar para continuar con los hechos más
sobresalientes en la vida de cada uno. El autor, en su deseo de resaltar sus virtudes o
defectos, da más valor a la juventud y a la educación de los personajes y diluye las
batallas y la vida pública en perjuicio de las anécdotas y las características de carácter de
ellos. Para el agudo lector, hay escenas que parecen triviales pero que recogen una gran
carga moral y ejemplificadora. En este caso de Alejandro, Plutarco lo trata con gran
elogio, pero a su vez su biografía no está exenta de crítica. La Vidas paralelas han servido
de inspiración de filósofos, reyes y grandes militares los cuales han querido de alguna
manera imitar y reproducir las hazañas narradas.
No está claro si Plutarco fue un historiador o un moralista que para exponer su ética
utilizó hechos y personajes pasados pero lo que es innegable es el gran interés de su
obra no ya sólo por los hechos que describe de la antigüedad, sino de la sociedad tanto
griega como romana que se refleja en ellos. Por medio de sus biografías podemos
comprender los principios morales de la Roma de principios del siglo I así como de la
Gracia helenística.

Plutarco nació en Beocia de Queronea sobre los años 45d.C. y 50d.C. en el seno de una
familia acomodada. Se formó en matemáticas y filosofía en Atenas y entre sus mentores
se encontraba Amonio que fue quien lo introdujo en el círculo de la Academia.
Representó en misiones diplomáticas a Beocia realizando así numerosos viajes tanto
culturales como diplomáticos por Egipto y Asia Menor, pero de importancia fue el
realizado a Roma y fue tal la influencia que el Imperio resultó en él que se convirtió en
interlocutor entre su ciudad natal y Roma. Su prestigio le llevó a ser nombrado sacerdote
del santuario de Delfos y arconte de Queronea. Falleció sobre el año 120d.C.

BIBLIOGRAFÍA

Plutarco (2005). Vidas paralelas. Alejandro-César, Pericles-Fabio Máximo, Alcibíades-


Coriolano. Edición de Emilio Crespo. Madrid: Ediciones Cátedra.
Blázquez, J.M; Melero López, R; Sayas, J.J. (2012). Historia de Grecia Antigua. Madrid:
Ediciones Cátedra.
Finley, M.I. (2000). La Grecia antigua. Barcelona: Editorial Crítica.
Bengtson, H (2008). Historia de Grecia. Madrid: Editorial Gredos.

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