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“Arauco tiene una pena”: la decolonialidad cantada por Violeta Parra – Perspectives décoloniales

d’Abya Yala (hypotheses.org)

Invierno de 1957. Violeta Parra (1917-1967) retorna, luego de 30 años, a Lautaro, pequeña
ciudad de la Araucanía donde había vivido parte de su infancia, entre los 4 y 10 años11. La
cantautora chilena era hija de un maestro de escuela y de una costurera, y creció en una
familia numerosa de 10 hijos. Tuvo una infancia humilde sin ser pobre, pasada entre
Chillán (comuna de la zona central de Chile) y la ciudad mapuche de Lautaro (situada en la
región de la Araucanía). El nombre de esta comuna alude a Lautaro, un líder mapuche del
siglo XVI que resistió a la colonización de Chile. Fue fundada en 1881 .

Con sus 40 años en 1957, luego de un viaje por Europa, su proyecto es investigar sobre la
música y los cantos mapuches. Los años 1950 estuvieron marcados por el interés de ciertos
artistas hacia la música tradicional latinoamericana, llamada entonces folklórica. … Siendo
ella una huinca (una blanco mestiza para los mapuches), no fue fácil en un principio
establecer el contacto con los cantantes mapuches. Sobre todo porque la folclorista se
desplazaba con una imponente máquina grabadora. Poco a poco se establece la confianza
entre Violeta y los mapuches. De ese intercambio, la folclorista logró compilar un archivo
sonoro de 80 minutos de grabación que contaba 40 canciones y varios diálogos en
mapudungun12. A partir de este periodo de investigación, Violeta Parra incorporó en sus
composiciones instrumentos musicales mapuches como el cultrún.

El título “Arauco tiene una pena” figura en el disco El folklore de Chile grabado en
Argentina entre fines de abril y principios de mayo de 195713. Este tema tiene un contenido
anticolonial muy afirmado que lo convirtió en un tema emblemático y precursor de la
Nueva canción latinoamericana. Esta expresión hace referencia a un movimiento musical
que se desarrolló en la década de los años 1960 en varios países del subcontinente
americano. Se diferenciaba de las corrientes musicales anteriores de la región en el hecho
que portaba una fuerte dosis de crítica y de compromiso social.

En aquella época, pensadores, intelectuales y artistas toman conciencia de las desigualdades


de clase y de raza que azotan a la región desde la época colonial. En el caso de Violeta
Parra, este tema, junto con otros del mismo disco, marcan una ruptura con la música que
ella había realizado hasta ahí. Antes de esta producción musical, su repertorio consistía
principalmente en música mestiza (boleros, cantos españoles, corridos y valses peruanos).

La composición en décimas es muy frecuente en las canciones populares latinoamericanas


y “Arauco” se sitúa en esa línea. En este caso específico le da un tono plañidero de
denuncia de la situación de los mapuches desde 1492, en una crítica externa (“Arauco tiene
una pena que no la puedo callar”) pero comprometida a la vez en un proyecto decolonial
(“nadie le pone remedio pudiéndolo remediar”). Violeta Parra se ubica en una posición
bisagra, de transmisora entre el mundo mapuche y el blanco mestizo chileno. Esta posición
se manifiesta en la elección de incorporar términos mapuches en cada estrofa de la canción
(“huescufe”, “ruca” o “cultrún”). El haber pasado varios años de su infancia en tierra
mapuche debió despertar una sensibilidad y empatía hacia la situación del pueblo mapuche.
Esos sentimientos pueden haber derivado de la experiencia compartida de la
estigmatización. Cuando tenía tres años, Violeta sufrió de viruela lo que le dejó el rostro
marcado de cicatrices. Esto le valió el desprecio de sus compañeres y provocó un
sentimiento de inferioridad que la acompañó gran parte de su vida.

El ritmo de la canción, marcado por el sonido del cultrún hace pensar en una plegaria pero
también en un canto que llama a la acción y a la resistencia, reforzado por la repetición de
“levántate” en cada final de estrofa. De hecho, este tema musical evoca la colonialidad del
poder vivida por el pueblo mapuche desde el siglo XVI pero también reivindica la
genealogía de los héroes anticoloniales de su historia. Lautaro, Galvarino y Caupolicán son
los insignes protagonistas de la resistencia a la colonización española.

El conquistador Pedro de Valdivia (1497-1553) llegó a Atacama en 1540 y fundó la ciudad


de Santiago un año después. Pero los españoles no contaban con la resistencia que
manifestaría el pueblo mapuche durante toda la época colonial. Numerosos con relación a
otros pueblos originarios como los quilmes o los diaguitas, los mapuches eran ya
reconocidos por ser “bravos y valientes” antes de la llegada de los españoles.

Hacia mediados del siglo XVI, se abre un siglo intenso de conflicto (1550-1656)14. Los
mapuches desarrollaron rápidamente una estrategia para enfrentar a los españoles,
aprovechando su conocimiento de la geografía local. Pusieron en marcha una verdadera
guerra de resistencia que duró por más de un siglo y complicaron tenazmente la instalación
española en el sur del continente. Esta situación llegó a su punto álgido durante la batalla de
Curalaba (1598) cuando el gobernador Martín García Oñez de Oyola (1549-1598) fue
decapitado obligando a los españoles a replegarse. Lautaro (ca. 1534-1557) fue uno de esos
combatientes. Hijo de un lonco mapuche, tomó las riendas de la resistencia al invasor,
elaborando junto a su pueblo estrategias y tácticas militares innovadoras. Creó por ejemplo
un eficaz servicio de espías (compuesto por hombres, mujeres y jóvenes). Fue una pieza
central en la resistencia de la primera década de la guerra anticolonial. Caupolicán (†1558)
tomó el relevo de la dirección de la guerra tras la muerte de Lautaro. En cuanto a Galvarino
(†1557), fue uno de los guerreros más importantes de las filas de Lautaro y un mártir de la
guerra de Arauco. Luego la batalla de Lagunillas (1557), fue capturado y como
consecuencia de ello, los españoles le cortaron las dos manos.

Sin embargo la canción de Violeta Parra no se concentra en ese periodo y recuerda que la
colonialidad no terminó en el siglo XIX con la expulsión de los españoles de Chile:

Desde ese tiempo han pasado


las lunas en cantidad,
ya no son los españoles
los que les hacen llorar.
Hoy son los propios chilenos
los que les quitan su pan.
El modelo político adoptado desde entonces busca la imposición de una cultura única y
dominante, en este caso blanco mestiza. Los gobiernos de todas las Américas despliegan
campañas militares de conquista de los territorios indígenas (Conquista del Desierto
argentina, Conquista del Oeste estadounidense, frente pionero brasileño). En el caso de
Chile, estas expediciones de reducción del pueblo mapuche toman el nombre de
Pacificación de la Araucanía (1861-1883). En estas tierras habitaban entonces más de
100.000 indígenas pehuenche y mapuche. El gobierno chileno ocupó la Araucanía en 1861.
La sublevación de les mapuches no se hizo esperar y en 1863, 1500 soldados –que serían ya
5000 en 1867– conformaban el ejército de resistencia. El gran lonco Quilapán fue uno de
ellos. En su canto, Violeta Parra se refiere a él y a otro lonco, Manuel Manquilef, nacido
después de la guerra, en 1887. A través de este ejemplo, la cantautora pone de relieve la
resistencia cultural mapuche. De hecho, Manquilef fue un intelectual formado en la Escuela
Normal de Chillán y autor de varias obras en castellano y también bilingües que son una
suerte de crónicas mapuches que describen las actividades sociales, políticas y económicas
de les mapuches, en la línea de las elaboradas por el Inca Garcilaso de la Vega en el siglo
XVI.

En una perspectiva decolonial, la fuerza y la actualidad de esta canción radican en que no


es solo una denuncia de la opresión de los mapuches en la historia sino también una
visibilización de la lucha y la resistencia política y cultural del pueblo mapuche.
Probablemente por falta de fuentes y de bibliografía en la materia, Violeta Parra se
concentra sin embargo únicamente en las acciones bélicas y masculinas.

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