azulosos de frío, ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío!
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear. Cuando escondes a tu hijito ni se le oye respirar...
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que no son míos;
Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida: hablan extrañas lenguas y no la conmovida lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
cuando en versos y en cuentos
estén los verdaderos relatos del mundo, entonces una sola palabra secreta desterrará las discordancias de la tierra entera.
Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen, Dios (no lo olvides) gobierna el cielo, y tierra, y brisas, y barquichuelo. El rocío de la mañana se hundió frío en mi frente: lo sentía como el aviso de lo que ahora siento.
cada hoja es felicidad para mí
mientras se agita en su árbol otoñal.
En la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena, ¿no la habéis escuchado?
Mecerse en una flor abierta apenas,
Del ala sacudir el oro fino, Y luego alzando el vuelo Perderse en las serenas Regiones de la luz; tal tu destino,
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
Deja que afuera, por siniestro caso,
En son medroso la tormenta brame, el peregrino a nuestra puerta llame,