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Voces:
CONSTITUCION NACIONAL ~ CONSTITUCIONALIDAD ~ ENFERMEDAD
CARDIOVASCULAR ~ HOMICIDIO ~ HOMICIDIO CON OCASION DEL ROBO ~ LIBERTAD
CONDICIONAL ~ MUERTE DE LA VICTIMA ~ PARTICIPACION CRIMINAL ~ PARTICIPE
NECESARIO ~ PLANTEO DE INCONSTITUCIONALIDAD ~ PROCEDIMIENTO PENAL
Tribunal: Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, sala penal(TSCordoba)(SalaPenal)
Fecha: 18/02/2011
Partes: Bustos, Ramón Américo y otros p.ss.aa. homicidio en ocasión de robo -Recurso de Casación
Publicado en: LLC2011 (julio), 648
Cita Online: AR/JUR/1971/2011
Hechos:
Dos hombres interceptaron a un tercero en un campo, lo golpearon y ataron de pies y manos a fin de
sustraerle una suma de dinero. Posteriormente la víctima falleció por una insuficiencia cardiorrespiratoria. El
Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba confirma la sentencia que condenó a los tres
imputados a la pena de prisión, al encontrarlos autores y partícipe necesario del delito de homicidio en ocasión
de robo.

Sumarios:
1. Debe ser encuadrada dentro del delito de homicidio en ocasión de robo, y no en el delito de robo calificado, la
conducta de quienes forcejearon, ataron y dejaron tendida en el suelo a la víctima con el fin de desapoderarla de
una suma de dinero si, a raíz de tal conducta violenta e imprevisible, esta sufrió el agravamiento de una afección
cardíaca preexistente, que le provocó una insuficiencia cardiorrespiratoria y su posterior deceso.
Jurisprudencia Relacionada(*)
Tribunal Superior Provincia
, resolvió que
El mismo Tribunal en "Oporto, Mariano Ramón", 16/04/2008, La Ley Online, AR/JUR/3130/2008
corresponde encuadrar en la figura de homicidio en ocasión de robo la acción que se inició con el
propósito de dos sujetos de desapoderar ilegítimamente a la víctima, quien, luego de haber sido
reducida, fue golpeada violenta y reiteradamente, lo cual le produjo lesiones de carácter grave y una
profunda depresión, que posteriormente derivaron en su muerte, pues fue la violencia utilizada por el
agente para robar la que prestó "motivo u ocasión" a la muerte.
(*) Información a la época del fallo
2. El imputado debe ser responsabilizado a título de cómplice necesario del delito de homicidio en ocasión de
robo, si formalizó una contribución determinante que fue aprovechada por los autores en lo que hace a la
modalidad fáctica de la ejecución concreta del hecho, dado que les proporcionó datos sobre la víctima, su
ubicación precisa y se aseguró de que se encontrara solo e indefenso.
3. El planteo de inconstitucionalidad del art. 14 del Cód. Penal, en cuanto prohíbe el otorgamiento de la libertad
condicional en el caso del art. 165 de dicho cuerpo legal, es improcedente, en tanto se trata de una simple
conjetura construida sin sustento en las particulares circunstancias de la causa, dado que en el futuro, si el
imputado solicitara tal beneficio, podría pronunciarse su rechazo sin necesidad de aplicar la norma cuestionada,
al entender que no se verificaron alguno de los requisitos para su procedencia.
Texto Completo:
Córdoba, febrero 18 de 2011.
1ª ¿Está indebidamente fundada la sentencia en orden a la responsabilidad penal atribuida a Gustavo Daniel
Rosales en el hecho bajo examen? 2ª ¿Se ha aplicado erróneamente el art. 165 del Código Penal? 3ª ¿Está
indebidamente fundada la sentencia en orden a la responsabilidad penal atribuida a Luis Alberto Gauna? 4ª ¿Se
aplicó erróneamente el artículo 45 del Código Penal?, y ¿se inobservó lo dispuesto en el artículo 47 del Código
Penal? 5ª ¿Es procedente el recurso de casación en orden al agravio vinculado a la inaplicabilidad del artículo
14 del Código Penal? 6ª ¿Qué solución corresponde dictar?
1ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
I. Por sentencia n° 21, dictada el 20 de junio de 2008, la Cámara en lo Criminal y Correccional de la ciudad
de Río Tercero, resolvió —en lo que aquí interesa—: I. El Jurado y los sres Vocales intervinientes por mayoría
resolvieron declarar que Ramón Américo Bustos, Luis Alberto Gauna y Gustavo Daniel Rosales, de condiciones
personales ya relacionadas, resultan penalmente responsables del evento contenido en el hecho fijado en la
Requisitoria Fiscal de fs. 744/762, en perjuicio de Armando Rubén Leguizamón. II. Por unanimidad los sres.

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Jueces de Cámara resolvieron calificar el hecho de la Requisitoria Fiscal de fs. 744/762, en relación a Ramón
Américo Bustos y Gustavo Daniel Rosales, como coautores de homicidio en ocasión de robo y en relación a
Luis Alberto Gauna, como partícipe necesario de homicidio en ocasión de robo (arts. 45 y 165 del CP). III. Por
mayoría los sres. Jueces de Cámara impusieron como sanción a Ramón Américo Bustos, Gustavo Daniel
Rosales y Luis Alberto Gauna la pena de diez años de prisión, con accesorias de ley y costas (art. 5, 9, 12, 21,
29 inc. 3°, 40 y 41 del CP y arts. 412, 550 y 551 del CPP) (fs. 1084/2047).
II. Contra el decisorio referido recurre en casación el Asesor Letrado, Dr. A. B. de K., en su carácter de
defensor del imputado Gustavo Rosales e invoca el motivo formal previsto en el art. 468 inc. 2° del CPP.
Reprocha el impetrante que el Tribunal de juicio, integrado con jurados populares, no observó las reglas de
la sana crítica racional, específicamente el principio de razón suficiente, arribando a conclusiones que no eran
las únicas que las constancias analizadas permitían extraer, toda vez que si bien su defendido Rosales tuvo una
participación en el suceso delictivo que culminó con la muerte de Leguizamón, lo cierto y real es que de la
prueba obrante en autos surge claramente que su participación no fue la que se le atribuyó y por la cual fue
condenado.
Concretamente señala que a Rosales se lo condenó por haber sido coautor junto con el imputado Bustos del
desapoderamiento de dinero que sufrió Leguizamón y de haberlo dejado atado de pies y manos en el campo,
situación que con posterioridad le ocasionó la muerte; cuando lo que en verdad aconteció fue que Rosales sólo
le prestó su automóvil a Bustos para que éste junto con otra persona fueran al campo de Leguizamón a ejecutar
el atraco.
En síntesis, su defendido no fue coautor del hecho que se lo acusa, sino que ayudó a uno de los autores
mediante una colaboración no necesaria, consistente en facilitarles el vehículo con el cual concurrieron al lugar
del hecho.
La defensa estructura el embate casatorio en base a las siguientes consideraciones:
1. Análisis de la prueba tenida en cuenta por el Tribunal para acreditar la participación de Gustavo Daniel
Rosales en el hecho.
a. El impugnante critica que la conclusión a la cual arribó el a quo en relación a que su defendido participó
en el hecho que aquí se investiga, sólo encuentra basamento en el llamado en codelincuencia que formuló el
prevenido Bustos, lo cual luce, por lo menos, contradictorio toda vez que en numerosos pasajes de esa misma
declaración no le creyó.
En tanto que el imputado Rosales siempre sostuvo idéntico relato de los hechos y siempre hizo referencia a
que él no concurrió al lugar del hecho y que su participación sólo se limitó a prestarle el auto a Bustos a cambio
de una suma de dinero para que vayan a robar, desmintiendo así lo declarado por aquél.
En relación a este punto aclara que no hay contradicción entre lo expuesto por Rosales y su concubina en
cuanto a las actividades y horarios, debido que ambos se refieren a días distintos, este dato es de suma
importancia puesto que es una de las razones por las cuales la mayoría del Tribunal decidió condenar a su
defendido, por entender que su versión de los hechos se encontraba discutida por su concubina.
b. El Tribunal sostuvo que la declaración del prevenido Bustos se encontró corroborada por los testimonios
de Mario Comini, Mario Quinteros y María Roveres, pero, repara el recurrente, estos testimonios no aportaron
ningún dato que permita sospechar que Rosales habría participado en el hecho que se le enrostra.
c. Denuncia que el Tribunal omitió partes sustanciales de la defensa de Rosales, como ser que no conocía a
la víctima Leguizamón, ni siquiera de vista, sólo sabía que era el novio de Inés Miranda porque es amigo del
hijo de esta mujer, con lo cual contradice la declaración del coimputado Bustos cuando señaló que al momento
de cometer el hecho su defendido se encontraba escondido detrás de un arbusto y se negaba a entrar para que la
victima no lo reconociera, pero al final ingresó con el rostro cubierto; desbaratando de esta manera el indicio
que el iudex construyó en contra de Rosales.
d. Resalta que no se puede explicar racionalmente cómo el reconocimiento de que el auto de Rosales estuvo
en el lugar del hecho permite acreditar su participación, toda vez que la lógica y la experiencia común nos
indican que tanto lo uno —que estuvo allí— como lo otro —que no estuvo y sólo prestó el auto— pueden ser
con igual fuerza convictiva.
e. Otro dato objetivo que el a quo pretende sumar como un elemento de convicción que reafirma la
participación de su pupilo como coautor del hecho es que el coimputado Bustos no sabe manejar ¿y qué? Este

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dato que construye el Tribunal es anfibológico, porque no existe entre el dato conocido —Bustos no sabe
manejar— y el desconocido —quién manejó el auto— una relación necesaria, es decir, una vinculación que
excluya toda posibilidad contraria, sino que admite explicaciones muy variadas.
Así las cosas, el impugnante concluye sobre el punto que este indicio no sindica a nadie como conductor del
auto esa noche, sino que sólo excluye a toda persona que no sabe manejar.
f. El Tribunal teniendo en cuenta los problemas de batería y condensador que tiene el auto de Rosales —con
el cual se cometió el atraco a Leguizamón— infirió que sólo su dueño que es quien conoce estas fallas se
encuentra en mejores condiciones de asumir el riesgo de conducirlo.
Sin embargo, el recurrente advierte que no parece lógico inferir que sólo el dueño del auto está en mejores
condiciones de asumir el riesgo de conducirlo por conocer las fallas, ya que para realizar esa inferencia tendría
que haber verificado que el dueño no sólo conoce las fallas del vehículo sino que además tiene el conocimiento
y la capacidad de solucionarlo o repararlo.
En efecto, la prueba de la causa nos demuestra que Rosales no tenía la capacidad para arreglar el
desperfecto, con lo cual contrariamente a lo afirmado por el a quo no es lógico inferir que sólo el dueño es quien
conoce estas fallas y está en mejores condiciones de asumir el riesgo de conducirlo.
g. Sostiene el iudex que el automóvil era indispensable no sólo para acceder al lugar del hecho, por tratarse
de una casa en plena zona rural, sino para prever el retorno y asegurarse una pronta huída.
A juicio de la defensa, esta afirmación no resulta válida dado que no era indispensable concurrir en un
automóvil al lugar del hecho puesto que bien podrían haber ido, por ejemplo, en una motocicleta que era la
forma en que los empleados iban y volvían del campo y más aún cuando no se requería de un vehículo de mayor
porte ya que los verdaderos autores sólo fueron a robar dinero.
h. Resalta el quejoso que si bien en la sentencia se afirmó que aún cuando Rosales negó haber ido, fue visto
con Bustos según la testigo Luisa Bustos entre las 2300 hs y 23:30 hs, es importante señalar que esta testigo no
vio a Rosales y a Bustos juntos en el campo, tampoco lo vio irse juntos en el auto con dirección al campo, sino
que los vio juntos en ese período de tiempo en la ciudad de Berrotarán y de esta manera corrobora lo declarado
por Rosales.
Lo cierto es que Bustos y Rosales se juntaron aproximadamente a las 21:00 hs. y si éste último hubiera
decidido acompañarlo a efectuar el atraco a Leguizamón ¿por qué se demoraron tanto en ir al campo?, ¿por qué
estuvieron hasta la media noche dando vueltas si Leguizamón se encontraba solo en el campo desde las
19:30hs?, preguntas que el a quo omitió responder y la verdad es que Bustos siempre creyó que Rosales lo iba a
acompañar y cuando siendo las 21:00 hs. éste le confirmó que no iría, la desesperación se apoderó de Bustos
quien debió salir a buscar otra persona —que supiera manejar— u otro vehículo, y por eso la desesperación
primero en buscar a su hermano Marcos Bustos y luego de cargar una tarjeta de teléfono para llamar a quien
finalmente lo acompañaría.
Observa el impugnante que cada una de las consideraciones que efectuó el Tribunal sobre los motivos por
los cuales el llamado en codelincuencia se encontraba acreditado, en realidad, no permiten corroborar la
declaración de Ramón Bustos.
2. Análisis de la prueba colectada que permite acreditar los dichos de su defendido Rosales en cuanto que:
sólo le prestó su automóvil a Ramón Bustos a cambio de una suma de dinero.
a. El reparto de dinero: para comprender este indicio debemos partir de la declaración del imputado Ramón
Bustos, ya que fue considerada por el Tribunal como un elemento de prueba creíble y confiable, así dijo Bustos:
que a Leguizamón le sacaron $ 2.500, importe que contó en el auto luego de salir del campo y antes de llegar al
Barrio San Marco, le entregó a Rosales $ 500. En base a lo que nos indica la experiencia común ¿es ésta la
forma normal en la que dos delincuentes que participan en un hecho delictivo se reparten el botín? Para el
recurrente la respuesta es: no, dado que el reparto del botín se realiza en partes iguales, salvo que alguno de
ellos realice un aporte extra para obtenerlo.
Afirma el recurrente que el reparto inequitativo del botín no es más que un indicio que corrobora la versión
de los hecho que brindó Rosales, dado que este monto de dinero se condice con la verdadera colaboración que
prestó Rosales para la comisión del hecho, su participación fue menor, sólo prestó el auto y no asumió el riesgo
de ir al campo a efectuar el desapoderamiento.
b. La innecesariedad de taparse el rostro ante Leguizamón: si bien en su posición exculpatoria Bustos señala

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que Rosales no quería entrar porque la víctima lo iba a reconocer, el Tribunal nunca se interrogó ¿por qué
Rosales habría de taparse la cara si Leguizamón no lo conocía y él a éste tampoco? En efecto, su defendido no
trabajaba en el campo, es albañil y ejercía su oficio en la ciudad de Berrotarán, no conocía el campo porque
nunca fue y ello fue corroborado por todos los testigos que concurrieron al debate.
Entonces se interroga ¿por qué Rosales habría de tener miedo de que lo reconociesen?, ¿no será que fue el
verdadero coautor quien le dijo esa frase a Bustos porque Leguizamón sí lo conocía muy bien y por eso tenía
miedo de ser reconocido?
c. Ausencia de antecedentes delictivos: señala que no surge de la planilla prontuarial ni del informe del
Registro Nacional de Reincidencias que su defendido tenga antecedentes de haber cometido ningún tipo de
delitos, dato que pierde relevancia si se tiene en cuenta que los otros imputado Bustos y Gauna tampoco cuenta
con antecedentes penales; pero, atento que los imputados son habitantes de una pequeña localidad, muchos
testigos dieron cuenta de un importante número de hechos delictivos cometidos por Bustos y Gauna y por estos
dos en forma conjunta, en tanto que ni un solo testigo mencionó a su defendido Rosales, de quien se dijo que es
una persona trabajadora, con familia, con hijos, que es pobre y vive en una vivienda precaria.
3. Identidad del verdadero coautor del hecho:
a. El Fiscal de Instrucción ya había advertido en la pieza acusatoria la preocupación del prevenido Bustos
por tratar de excluir a Gauna del hecho, primero porque fueron concuñados generando entre ellos y sus
respectivas familias un lazo afectivo. Además, este gesto solidario hacia Gauna no afectaba en nada su ya
complicada situación procesal.
Teniendo en cuenta esta relación de parentesco y amistad entre Gauna y Bustos, corroborada en autos, éste
para desincriminar a Gauna dio una versión de los hechos en la cual pretende desvincularlo absolutamente de
toda participación en el suceso y para ello, situó a otra persona en el papel que tuvo Gauna. Nos dice que fue
Rosales quien manejó el auto, lo acompañó y ejecutó el hecho junto con él, cuando lo cierto es que quien tenía
el dato de la existencia del dinero por parte de Leguizamón, es quien también manejó el auto, lo acompañó y
ejecutó el hecho: Luis Gauna.
Resalta que su defendido jamás mencionó que Bustos lo sindicara a él como su coautor para favorecer a
Gauna porque como explicó durante el debate no sabe con quién fue Bustos, pero sí sabe que él no fue, que sólo
prestó el auto.
b. El binomio delictivo Bustos - Gauna, varios testigos (Zarazaga y Quinteros) señalaron que los nombrados,
antes del hecho que nos ocupa, habían cometido varios ilícitos penales y algunos de esos hechos delictivos los
habían llevado adelante juntos.
c. La necesidad del verdadero coautor en taparse el rostro: si hubiera sido el imputado Rosales quien
concurrió al lugar del hecho, resulta ridículo que se tapara el rostro para que la víctima no lo reconociera ya que
no se conocían de antes, en cambio la víctima sí conocía a Gauna, eran compañeros de trabajo desde hacía
cuatro años. En consecuencia, este indicio que fue utilizado en la sentencia para fundar la participación de
Rosales como coautor no resulta aplicable a éste, pero sí a Gauna.
d. La sentencia pasó por alto cual podría ser el móvil o motivo que llevara a Rosales a querer participar de
un hecho violento como el que se le atribuye, cuando Gauna si tenía motivos para consumar el robo dado que:
tenía una bronca personal con Leguizamón por el confuso episodio de los corderos, del cual pensaba que aquél
lo había delatado, sumado a ello la envidia que le generaba la ostentación que hacía Leguizamón de su dinero,
ello fue el cóctel que motivó el atraco, logrando con su acción personal el desquite, una pequeña venganza por
el dinero que ostentaba y por ser un "buchón".
e. Como bien sostiene la sentencia quien acompañó a Bustos debía saber manejar vehículo y no sólo Rosales
sabía manejar, Gauna también ya que realizaba tareas en el campo manejando tractores y camionetas, entonces
aquél también reúne ese requisito.
f. Durante la investigación se intervinieron varios teléfonos entre ellos y resulta por demás llamativo el
contacto telefónico entre los imputados Bustos y Gauna (14 mensajes de texto y 2 llamadas telefónicas entre el
día del hecho y el posterior) pero, hay un dato que pasó desapercibido para el sentenciante: no hay ninguna
llamada de los imputados con Rosales.
Para el recurrente ello tiene una explicación, la participación de Rosales no fue esencial en el tramo del
delito que investigaba la policía, el auto de Rosales ya estaba secuestrado con lo cual ya estaba implicado y
esclarecido que su auto había estado en el lugar de los hechos y como Rosales sólo prestó el auto no había nada
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de que hablar con él, pero sí era imperioso lograr la impunidad de los dos coimputados y por eso existen tantas
llamadas y mensajes de texto entre ellos y sus familiares.
g. Otro indicio que no debió ser descartado, ya que se suma a los demás y permite que todos adquieran
univocidad, como es la ventaja que le aportaba a Bustos que su acompañante fuera Gauna.
Advierte que la sola presencia de Gauna era una forma fácil de simular cualquier situación ante terceros que
los vieran ir al campo, o si Leguizamón hubiera estado acompañado, ya que aquél era compañero de trabajo de
éste y tranquilamente podía justificar su presencia en el campo, es decir, la ventaja que aportaba ir con Gauna es
que les permitía arrepentirse si se presentaban circunstancias imponderables.
El recurrente concluye en que la sentencia devino en arbitraria puesto que además de no examinar las
pruebas a la luz de la sana crítica racional omitió valorar aquellos elementos de prueba que desincriminaban a su
defendido y a los efectos de dar una apariencia de fundamento optó por ignorarlos sabiendo que resultaban
incontrovertibles.
Por ello, solicita la nulidad de la sentencia en relación a la participación de Gustavo Rosales en hecho
delictivo que se le atribuye (fs. 2067/2094).
III.1. Entrando al tema central del agravio del recurrente, el mismo sostiene que la participación del
imputado Gustavo Rosales en el hecho que se investiga sólo se limitó a prestar su automóvil para que el
coimputado Ramón Bustos cometa el atraco. Adelanto mi opinión desfavorable a la pretensión impugnativa,
según las razones que desarrollaré en los párrafos que siguen.
Repasadas las constancias de la causa, surgen los siguientes elementos de prueba:
— El testigo Héctor Gustavo Cabral (fs. 2022 vta) declaró que el día del hecho alrededor de las 20:00 horas,
al salir del almacén vio el auto del "Urti" Rosales que estaba estacionado sobre la vereda de la canchita de fútbol
del Hospital y al lado se encontraba parado el "Urti".
La testigo Carolina Argüello (fs. 82/83 y 138), relata que ese mismo día a las 21:00 horas su tío Ramón
Bustos se fue de su domicilio diciendo que iba hasta la casa de su padre, pero salió en dirección al Hospital.
Luego, estando ella en la calle se cruzó con su tío Ramón y éste le pidió que le cargara la tarjeta al celular
mientras él iba hasta la casa del "Rata" Gauna, también vio sobre la otra esquina el vehículo del "Urti" Rosales y
cuando volvió su tío le preguntó que hacía el auto del "Urti", respondiéndole que tenía problemas de batería y
que aquél se había ido hasta su casa a buscar una batería. En ese momento la testigo comenzó a sospechar de
Ramón y del "Urti" Rosales, por el nerviosismo que tenían.
En igual sentido, la deponente Luisa Bustos (fs. 2022), señaló que esa noche, siendo las 21:00 horas,
mientras se encontraba caminando hacia el centro se cruzó con Ramón Bustos y Carolina Argüello, con quienes
se quedó charlando unos minutos, en ese instante Bustos le pidió a Carolina que le cargara una tarjeta telefónica
al celular y se fue hasta la casa de Gauna, en pocos minutos Ramón vuelve toma su teléfono y les dice que se
iba a donde estaba el "Urti" Rosales, atravesando la canchita de fútbol. Alrededor de las 23:30 horas vio que
venían caminando Rosales y Bustos en dirección al vehículo de aquél.
Estos testigos corroboran que Bustos y Rosales estuvieron juntos durante un lapso de aproximadamente tres
horas antes del asalto a Armando Leguizamón, tratando de solucionar los problemas de batería que tenía el auto
del imputado Rosales. Asimismo según surge de los dichos de los testigos que Bustos iba antes de encontrarse
con Rosales, a la casa de Gauna.
— El imputado Ramón Bustos señaló en sus declaraciones que la participación de Rosales en el hecho no se
limitó a prestar el automóvil y nada más, sino que fue quien manejó el vehículo y concurrió con él hasta el lugar
del atraco. Este llamado en codelincuencia aparece corroborado.
— El testimonio de Ivana Maricel Ávila (fs. 601) concubina del imputado Rosales quien señaló que ella
siempre le decía a Gustavo que no prestara el auto y de hecho nunca lo hizo en presencia suya, en igual sentido
declaró Rosales (fs 1092 vta.) quien expresó que no es habitual que preste su auto, que a los únicos que se lo
prestó y sólo para probarlo fue a su hermano y a uno de sus tíos.
De estos elementos probatorios surge que el imputado Rosales no le prestaba su vehículo a nadie, sólo a dos
familiares y para probarlo. En consecuencia, resulta poco creíble la versión del imputado de que se lo haya
prestado a Bustos, con quien el mismo Rosales señaló que no es amigo y que hacía mucho tiempo no lo veía,
para cometer un delito.
A ello se suma que en su primera declaración Rosales relató que fueron junto con Bustos hasta su domicilio
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y ahí le entregó el vehículo y Bustos salió manejando (fs. 1092).


Luego, durante el debate y ya con la certeza de que el imputado Bustos no sabía manejar, el prevenido
Rosales señaló que le dejó el vehículo a Bustos no frente a su casa sino frente a la canchita del Hospital y que
Bustos vería como hacía para llegar hasta el lugar donde estaba el botín. El hecho de que Bustos no sabe
manejar hace poco creíble que Rosales lo entregara, con desperfectos, a un desconocido.
En síntesis, el aquí imputado Rosales quien no le prestaba su automóvil a nadie esa noche se lo prestó a una
persona (el coimputado Bustos) con quien no tiene una gran amistad, que no sabe manejar y para que vaya a
cometer un atraco.
— La declaración del comisionado Gustavo Pereyra López (fs. 2030 vta.) quien relató que el dibujo de la
suela de los dos pares de zapatos, igual modelo, que fueron secuestrados del domicilio del imputado Rosales (fs.
69) es similar al de las huellas levantadas en el lugar del hecho. Ello es otro indicio de la presencia en el lugar.
— Por último es importante resaltar que no hubo ningún tipo de comunicación telefónica entre Rosales con
Bustos o Gauna atento que ni aquél ni su mujer tenían teléfono (fs. 2032). Esta circunstancia me demuestra la
fuerza de los otros indicios.
En consecuencia, adviértase que si bien la defensa denuncia una serie de falencias en la fundamentación de
la sentencia, la misma elude el análisis de estos elementos de juicios los cuales destruyen la posición
exculpatoria asumida por el imputado Gustavo Rosales y permite afirmar que su participación no sólo se limitó
a prestarle el auto a Bustos para que asaltara a Leguizamón, sino que actuó conjuntamente, durante el atraco,
con el coimputado.
Voto, pues, negativamente.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
2ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
I. Bajo el amparo del motivo sustancial (art. 468 inc. 1° del CPP), el Dr. A. V. M., defensor del imputado
Ramón Américo Bustos, considera que el hecho aquí investigado no encuadra en la figura del homicidio en
ocasión de robo (art. 165 del CP) y solicita el cambio de calificación legal a robo calificado en despoblado (art.
167 del CP).
Destaca que la autopsia reveló que la causa probable de la muerte de Armando Leguizamón, víctima del
atraco, fue una insuficiencia cardiorrespiratoria aguda y explicó el galeno que el organismo tiene un mecanismo
de defensa, un proceso natural a través del cual segrega sustancias neuro transmisoras, que permiten reaccionar
ante una situación de riesgo, generando mayor ansiedad, irritabilidad, hipervigilancia, esa manifestación es
llamada stress traumático el que podría haber aumentado por estar la víctima maniatada... lo observado le
permite concluir que la insuficiencia cardiorrespiratoria asociada a la presencia de trombos intracardíacos, fue la
causa eficiente de la muerte.
En consecuencia, apunta el impugnante, si la muerte fue producto lógico y derivado del accionar de los
encartados estaríamos frente al hecho calificado como homicidio en ocasión de robo, pero, si la muerte no se
deriva con certeza de aquél accionar resulta obvio que el hecho de la muerte les es ajeno.
Sobre este punto, indica el recurrente, el médico forense señaló que "las ataduras podrían haber
aumentado...", lo cual señala un cuadro de dudas, del cual el a quo no podía derivar lógicamente una certeza.
Por consiguiente y atento que la figura penal nos habla de homicidio y no de una muerte, es necesario que
exista un nexo causal entre el hecho y la muerte, dado que no toda muerte concomitante o posterior a un hecho
delictivo queda atrapada por la dialéctica jurídica del art. 165 del CP.
Insiste en que la muerte como resultado tiene que tener un nexo aunque fuere accidental con el hecho
delictivo, pero no comprende el caso fortuito (muerte natural sin nexo con las violencias del robo).
En este punto, repara el recurrente que la muerte no sobreviene por la violencias sufridas, sino por un cuadro
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de enfermedad natural preexistente, en efecto, los llamados trombos no son el resultado del robo, sino que
pudieron ser o no.
Por consiguiente, aprecia que se está frente a una muerte totalmente natural y por ende ante un caso fortuito
no atribuible a los encartados.
Por ello solicita se mude la calificación legal asignada al hecho delictivo por la de robo calificado en
descampado conforme lo dispuesto en el art. 167 del CP y se le imponga a su defendido la pena mínima atento
los parámetros de edad, educación y falta de antecedentes (fs. 2102/2106).
II.1. El Tribunal a quo, estableció la siguiente plataforma fáctica: En zona rural denominada "Campo Galo",
propiedad de la firma Comini Hnos., ubicada a 5 km al noroeste de la localidad de Río de los Sauces,
Departamento Calamuchita de la provincia de Córdoba, en fecha que no se puede establecer con exactitud pero
de probable acaecimiento entre las 23:30 horas del día 01 de marzo de 2007 y las 00:26 horas del día siguiente,
los prevenidos Ramón Américo Bustos y Gustavo Daniel Rosales, se hicieron presentes con fines furtivos en el
predio rural mencionado a bordo del vehículo marca Ford, modelo Taunus, color amarillo claro, dominio
B-1791310, propiedad de Rosales y conducido por él. Así las cosas, estacionaron el rodado sobre el camino de
acceso al campo a una distancia aproximada de 500 mts., antes de una construcción destinada al descanso y
alojamiento de los empleados de la firma y que específicamente esa noche se encontraba ocupada solo por
Armando Leguizamón, situación específica e intencionalmente provocada por el imputado Luis Alberto Gauna,
quien compartiendo el trabajo y en algunas ocasiones la vivienda con la víctima conocía que él adolecía de una
patología cardiaca, que poseía dinero en efectivo en su poder y que estaba desarmado. Esta información con las
indicaciones necesarias e imprescindibles para llegar al mencionado campo en la oscuridad de la noche, fueron
proporcionadas por Gauna al incoado Bustos, momentos previos al hecho cuando ambos se reunieron en la
cancha de fútbol ubicada sobre calle Ludovica Conti entre Catamarca y Tucumán de la localidad de Berrotarán.
Así las cosas y conforme la distribución de roles antes convenida, los prevenidos Bustos y Rosales descendieron
del vehículo, con la finalidad de apoderarse ilegítimamente del dinero de la víctima y ambos caminaron en
dirección a la vivienda. Una vez en el lugar y mientras Rosales se ocultó detrás de unos arbustos en cercanías a
la casa, el prevenido Bustos golpeo la puerta y argumentando como excusa la necesidad de un bidón con agua
para el motor del auto que se le había quedado en el camino logró que Leguizamón le abriera la puerta. En el
instante que la víctima le entregaba el bidón Bustos aprovechó para abalanzársele y ante la resistencia ofrecida
por Leguizamón se trenzan en lucha y forcejean a lo largo del pasillo, hasta que Leguizamón trastabilla y cae al
suelo, lugar donde Bustos logra reducirlo colocándolo boca abajo y junto con Rosales logran dominar a la
víctima y lo atan boca abajo de pies y manos en la espalda, utilizando a tales fines una cuerda de nylon color
negra que Bustos se había procurado previamente y llevado al lugar con ese fin. Seguidamente y con el fin de
apoderarse ilegítimamente del dinero que sabían Leguizamón guardaba entre sus ropas, Bustos revisó los
bolsillos del pantalón (única prenda que vestía la víctima) sacándolos hacia fuera, sustrayendo de su interior una
suma aproximada a los cuatro mil quinientos pesos ($ 4.500) que probablemente luego repartieron entre los tres
coimputados. Ante las maniobras de la víctima para lograr desatarse Rosales se quedó custodiándolo mientras
Bustos revisó las habitaciones con la finalidad de encontrar más dinero, al no encontrar más se retiraron y
emprendieron raudamente la huída a bordo del vehículo de Rosales. Como consecuencia del hecho sufrió las
siguientes lesiones: excoriación en mentón, codo, brazo, cadera, muslos, rodilla y antebrazo izquierdo, codo y
brazo derecho e impronta en ambos muslos, dos surcos en el tercio inferior de ambos antebrazos y un surco de
0.60 cm de ancho en cada uno de los miembros inferiores y de la traumática situación provocada por los
coimputados y la patología cardiaca que padecía Armando Leguizamón, quien había quedado atado de pies y
manos sufrió una insuficiencia cardiorrespiratoria que concluyó con su muerte pocos minutos después (fs.
1085/1087).
2. El Tribunal al calificar legalmente el accionar atribuido al imputado Ramón Américo Bustos consideró
que: Ramón Bustos y Gustavo Rosales deben responder como coautores responsables del delito de homicidio en
ocasión de robo. Los encartados Bustos y Rosales convergieron intencionalmente para perpetrar el robo y para
ello desplegaron violencia sobre la víctima, resulta indiferente que conocieran o no previamente la existencia de
la dolencia física de la víctima, toda vez que asumieron el riesgo que importaba tal empresa delictiva y no
obstante ello prosiguieron su accionar contra la propiedad, tras lo cual abandonaron a Leguizamón en el lugar de
pies y manos con nulas posibilidades de auxilio. Esta situación provocó en Leguizamón una intensa angustia,
estrés agudo, originando una gran exigencia cardiaca para lo cual su corazón no estaba en condiciones de
soportarlo, desencadenando un cuadro de fallo cardíaco agudo, irreversible y la muerte, guardando una relación
causa - efecto la situación vivida por éste con la causa eficiente de la muerte. En síntesis, Bustos y Rosales
tomaron parte en la ejecución del hecho atentatorio contra la propiedad ajena, con violencia, colocando a la
víctima en una situación de riesgo, ocasión, oportunidad y circunstancia en la que dicha muerte estuvo originada
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en el proceso de violencia generado al atentar contra la propiedad (fs. 2038/2042).


III. En prieta síntesis, la cuestión traída a estudio gira en torno a cuestionar la atribución penal del homicidio
en ocasión de robo al imputado Ramón Américo Bustos en el hecho que culminó con la muerte de Armando
Leguizamón.
1.a. En relación a la pretensión impugnativa y desde la óptica clásica de la dogmática penal, la
determinación de la relación de causalidad entre la conducta y el resultado, exigida en cada caso por el
legislador, queda sometida al proceso conceptual requerido para establecer, en todos los casos, si la acción
ejecutada por el agente es la prevista por la ley penal (Nuñez, Ricardo, Derecho Penal Argentino, Editorial
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1964, Parte General, Tomo I, p. 268).
En consecuencia, el sentido conceptual especificador de la figura delictiva tiene como efecto delimitar la
responsabilidad penal a cierto círculo particular de conductas dentro del más amplio de las condiciones sine qua
non del resultado delictivo. Por ello el límite de la imputación se encuentra cuando el resultado se ha debido al
efecto inicial o la interferencia de otro curso causal, siempre que su génesis sea independiente de la condición
puesta por el agente. Tal como ejemplifica Nuñez, ello ocurre cuando las violencias del autor no hubiesen hecho
más que precipitar la muerte de una persona enferma o bien cuando la muerte es una secuela de los riesgos y
consecuencias de las intervenciones terapéuticas impuestas por las lesiones inferidas a la víctima (Nuñez,
Ricardo, Derecho Penal Argentino, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1964, Parte General, Tomo
I, pp. 269/274 y nota n° 187 y 194).
b. El código penal, en su art. 165 contempla la más grave calificación del robo si con motivo u ocasión del
desapoderamiento resultare un homicidio.
En cuanto a la figura que nos ocupa, en numerosos precedentes esta Sala ha sostenido que el artículo 165 del
Código Penal comprende los homicidios que son el resultado accidental de las violencias ejecutadas con motivo
u ocasión del robo. El homicidio es aquí un suceso eventual que altera el designio del ladrón y que resulta de las
violencias físicas ejercidas por él para facilitar o cometer el robo o para facilitar su impunidad o de las
violencias desenvueltas por la víctima o terceros a raíz de las violencias del autor, pues la ley a diferencia de lo
que dispone respecto de las lesiones (art. 166 inc. 1° del CP), no requiere que el homicidio sea causado por las
violencias ejercidas para realizar el robo, sino, lo que tiene mucha más amplitud, que el homicidio resulte del
robo (T.S.J., Sala Penal, "Aguirre", S. n° 12, 14/3/2000; "Acuña", S. n° 76, 10/9/2003 —entre otros—).
Se señala —como ya se advirtiera— que dicha disposición comprende todas las muertes que se originen en
el proceso de violencia desatado a raíz de la consumación o tentativa del robo y que no sean preordenadamente
dirigidas a preparar, facilitar, consumar, u ocultar el robo ni a asegurar sus resultados o a procurar su impunidad,
o la de otro, o por no haber logrado el resultado perseguido. Por ello, el ámbito de aplicación no se restringe
únicamente a las muertes causadas culposamente, sino que también comprende aquellas muertes causadas por la
violencia propia del proceso ejecutivo del robo, de sus secuelas posteriores en las que la muerte aparece como
un resultado preterintencional (Soler, Sebastián, Derecho Penal Argentino, Tipográfica Editora Argentina, Bs.
As., 1970, T. 4, p. 258, bajo la forma de responsabilidad culposa), y aún aquellas en las que la actitud subjetiva
del autor que tiende al robo, sea compatible con algunas de las formas de dolo admitidas por el homicidio
simple sin que se advierta una conexidad de causa final o impulsiva entre el homicidio y el robo (Cfr. Laje
Anaya-Gavier, ob. cit., pág. 312). Incluye también las conectadas al empleo de la fuerza del robo (víctima que
fallece del terror a raíz de la fractura de la puerta por los autores del robo), y las vinculadas con las violencias no
típicas tal como ocurre con la muerte de la víctima ya dominada porque le reprochaba al autor su conducta
(según ejemplifica Creus, Derecho Penal- Parte Especial, T. I, Ed. Astrea 1999, p. 427) o bien cuando un tercero
—en tanto sometido involuntaria e indebidamente a la situación de riesgo generada por el robo— es muerto por
las acciones de defensa de la víctima, de quien colabora con ella o de las fuerzas del orden (TSJ, Sala Penal,
"Aguirre", S. n° 12, 14/3/2000; "Acuña", S. n° 76, 10/9/2003; "Avila", S. n° 24, 21/4/2004 —entre otros—).
2. A los fines de esclarecer la cuestión traída a estudio, en lo que aquí nos interesa se ha probado que:
*el imputado Ramón Bustos, junto con su compañero de tareas, una vez presentes en el campo donde se
encontraba Armando Leguizamón, aquél lo reduce previo trenzarse en lucha y forcejeo con la víctima, hasta que
esta trastabilla y una vez en el piso lo atan boca debajo de pies y manos en la espalda, utilizando para ello una
cuerda de nylon color negra, para así desapoderarlo de la suma de dinero que llevaba en los bolsillos del
pantalón;
*como consecuencia de ello, Leguizamón sufrió excoriación en mentón, codo, brazo, cadera, muslos, rodilla
y antebrazo izquierdo, codo y brazo derecho e impronta en ambos muslos, dos surcos en el tercio inferior de

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ambos antebrazos y un surco de 0.60 cm de ancho en cada uno de los miembros inferiores y sufrió una
insuficiencia cardiorrespiratoria producto de la traumática situación provocada por los coimputados y de la
patología cardiaca que padecía Armando Leguizamón, que concluyó con su muerte pocos minutos después;
— la autopsia (fs. 188/190) concluye que la insuficiencia cardiorrespiratoria asociada a la presencia de
trombos intracardíacos (coágulos) fue la causa eficiente de la muerte de Armando Leguizamón, que podría
deberse a la situación en que se encontraba el occiso al momento del hecho.
— el médico forense, Gassen Said Sleiman, expresó durante la audiencia (fs. 2003) que del examen médico
realizado sobre el cuerpo de la víctima surge que el corazón se encontraba aumentado de peso más de lo normal
y al corte se observó que tenía un stend (el cual se coloca cuando las arterias coronarias no irrigan bien para
mejorar su funcionamiento). Explicó que el organismo tiene un mecanismo de defensa, se trata de un proceso
natural a través del cual, al ponerse en alerta, el organismo secreta sustancias neuro transmisoras, generadas por
una glándula suprarrenal, que permite reaccionar ante una situación de riesgo, generando mayor ansiedad,
irritabilidad, sentido de hipervigilancia, esa manifestación sintomática, es el llamado stress traumático que
podría haber aumentado por estar maniatado. De las ataduras y la situación vivida sumada a la falencia
coronaria constatada resultaron los desencadenantes de la muerte de la víctima.
3. Establecido el marco dogmático penal y teniendo presente el episodio que se describió en el punto II. 1.,
el encuadre jurídico que el Tribunal a quo efectuó de la conducta desplegada por Ramón Bustos, es ajustado a
derecho.
En el sub júdice nos encontramos frente a una acción que se inició con el propósito de dos sujetos de
desapoderar ilegítimamente a una víctima, a quién, luego de haberla reducido y de desapoderarla, la dejaron
sola, boca abajo y maniatada de pies y manos lo que claramente dificultaba su auto auxilio.
Por ello la condición puesta por los imputados (violencia física) encuadra en el ámbito de las conductas que
el legislador ha querido castigar y, de ellas derivaron la agravación de un curso causal preexistente (afección
cardiaca) que en definitiva causó la muerte. Este resultado causal le es reprochable subjetivamente al autor a
título de dolo eventual, atento las condiciones en que dejaron a la víctima, sin posibilidad de ser auxiliada y el
impacto en la salud de la misma, como resultado del hecho violento lo que no era imprevisible. No se trató de
una muerte por causas naturales, sino de una muerte derivada causalmente del obrar de los encartados, al
agravar una situación preexistente que al menos pudo ser prevista.
Así las cosas, el hecho típico del art. 165 ha tenido concreción, toda vez que el robo realizado trajo
aparejado como resultado (ocasional) una muerte que (a título de homicidio) le es reprochable a Ramón Bustos,
por haber efectuado, junto con su cómplice, las conductas que causaron la muerte de Armando Leguizamón.
Por ello, el Tribunal de juicio ha aplicado correctamente el art. 165 del Código Penal al hecho comprobado
en el debate.
Voto, pues, negativamente.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
3ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
I. Por su parte, el Dr. A. V. M., en su condición de defensor del imputado Luis Alberto Gauna, encausó su
pretensión casatoria esgrimiendo el motivo formal (art. 468 inc. 2° del CPP).
Expone que existe una falta de congruencia y arbitrariedad en el desarrollo de la participación y la
responsabilidad criminal que le corresponde a su representado Gauna, en el caso traído a debate.
Refiere que toda la construcción elaborada en la sentencia en relación a la autoría y responsabilidad de
Gauna en el hecho que se investiga se basó en indicios indirectos y anfibológicos.
En efecto, el a quo tuvo en cuenta el llamado en codelincuencia efectuado por el imputado Rosales respecto
de su defendido "Gauna fue quien le informó a Bustos que Leguizamón tenía mucha plata"; cuando el imputado

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Ramón Bustos, en oportunidad de ejercer su defensa, declaró que se enteró en el bar del pueblo que la víctima
Leguizamón tenía una suma importante de dinero en su poder y que conocía el campo donde éste trabajaba,
pero nada dijo sobre la presunta participación de Gauna en el hecho.
Ahora bien, apunta la defensa, aún cuando ambos imputados no coincidan en sus declaraciones, surge claro
que nada se sabe en relación a si los dichos de Gauna fueron aportados con intencionalidad delictiva o fue
simplemente una conversación de la que surgieron datos que luego fueron convertidos intencionalmente y en
beneficio propio por Bustos.
Se cuestiona la defensa ¿podemos concluir que Gauna dio los datos para que el hecho se cometiera? Nótese
que Leguizamón tenía por costumbre andar con dinero y que no era para nada reservado y cuidadoso con el
manejo del dinero.
En consecuencia, al no ser Gauna el único que sabía de la existencia del dinero, ese dato bien pudo provenir
de otra fuente y aún cuando no fuera así ningún dato supuestamente aportado por Gauna hubiera sido de tal
magnitud que sin su aporte el hecho no se hubiera podido cometer.
Por ello, solicita se declare la nulidad de la sentencia en tanto la prueba reunida resulta anfibológica y por
ende no puede fundar con certeza una declaración de responsabilidad en contra de su asistido, absolviéndolo por
el hecho atribuido (fs. 2096/2102).
II. Las críticas a través de las cuales el recurrente sostiene que los indicios que incriminan a su defendido
Luis Alberto Gauna como partícipe necesario del asalto a Armando Leguizamón no son lo suficientemente
unívocos para arribar a tal conclusión y que para el caso que así sea su cooperación fue meramente secundaria,
no pueden prosperar. Doy razones:
La conclusión incriminatoria del Tribunal de juicio, encuentra suficiente respaldo argumental en los
siguientes elementos de prueba, a saber:
— Los testimonios de Mario Quinteros (fs. 9), Héctor Pedro Garola (fs. 11), Ezequiel Martín Arias (fs. 91),
Eduardo Luis Comini (fs. 23), Guillermo Oscar Comini (fs. 125), Sergio Zarazaga (fs. 22), Enrique Gabriel
Oviedo (fs. 17) y Héctor Antonio Leguizamón (fs. 24, 31 y 45) dan cuenta de que el imputado Luis Gauna era
empleado de la firma Comini Hnos y compañero de trabajo de la víctima Armando Leguizamón, con quién
compartía en ocasiones la vivienda en horas de descanso y durante los cuales Leguizamón comentaba sus
negocios y sus problemas cardíacos.
En tanto, los testigos Viviani (fs. 14), Miranda (fs. 15), Gómez (fs. 16), Cabral (fs. 127) y Zarazaga (fs. 22),
añadieron que Leguizamón siempre llevaba consigo la billetera "abultada" con dinero en efectivo, generalmente
en el bolsillo de la camisa o del pantalón, que ello era notorio a simple vista. La testigo Miranda declaró que
todo el dinero que Leguizamón ahorraba lo tenía consigo ya que una vez lo agarró el corralito y dejó de confiar
en los bancos.
De los testimonios citados surge claramente que la situación económica de la víctima era buena, que poseía
vehículos, una vivienda en alquiler, que compraba y vendía animales y además recibía un sueldo por su trabajo
en la firma Comini Hnos. y ello era conocido por el imputado Gauna.
En consecuencia, Gauna, que era compañero de trabajo de Leguizamón, sabía que este tenía dinero en
efectivo en su poder, que en el campo siempre estaba solo y que no poseía armas para defenderse.
— El testigo Mario Quinteros (fs. 126) señaló que el día del hecho siendo aproximadamente las 19:00 horas,
una vez que terminó las tareas del día en el campo, había decidido quedarse a dormir en la casa de descanso
porque hacía frío para andar en moto. En esas circunstancias, Guillermo Comini cargó algunas cosas en su
camioneta para volverse al pueblo y el deponente le comentó a Gauna que estaba lindo para quedarse a dormir y
éste le respondió que no porque al día siguiente tenía que ir a buscar rollos de pasto al otro campo, ante lo cual
el testigo le dijo que aprovechara y se fuera con Guillermo que estaba a punto de salir, pero Gauna le respondió
"vamos, vamos a que te vas a quedar" insistiendo en que lo llevara al pueblo, Quinteros accedió al pedido de
Gauna y previo tomar unos mates se volvieron al pueblo quedando Leguizamón solo en la casa de descanso del
campo.
Es dable destacar que Luis Gauna, tranquilamente ese día se podría haber vuelto del campo con Guillermo
Comini quien se estaba retirando del lugar en su camioneta y no sólo iba rumbo al pueblo sino incluso a una
vivienda colindante a la casa donde vive Gauna, al domicilio de Duarte, quien también es empleado de la firma.
De ello se desprende que Luis Gauna, al evitar que Quinteros se quedara a dormir en la casa de descanso se

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aseguró de que Leguizamón pernoctaría solo en el campo. A los datos dados para cometer el delito se agrega la
preparación del terreno, dejando a la víctima sola en su casa y sabiendo que no tenía armas.
— Las testigos Carolina Arguello (fs. 82) y Luisa Bustos (fs. 69) manifestaron que siendo alrededor de las
22:30 horas observaron que en la canchita de fútbol del Hospital se encontraban junto al auto de Rosales, Luis
Gauna y Ramón Bustos.
— La versión de que el imputado Ramón Bustos obtuvo los datos para cometer el atraco "de una bulla en el
bar", se encuentra totalmente desvirtuada ya que el nombrado no sólo no vivía en Berrotarán y además no
conocía a la víctima ni tampoco el campo donde aquélla pernoctaba.
En síntesis, la defensa del acusado no asume que los distintos elementos probatorios confluyen en acreditar
que el imputado Luis Gauna era el único del grupo que conocía muy bien a la víctima, era su compañero de
trabajo, sabía que tenía una importante suma de dinero en su billetera la que llevaba siempre consigo. Si bien es
cierto que otras personas allegadas al occiso pudieron haber conocido esas circunstancias, la prueba reunida en
autos claramente señala que fue Gauna y no otra persona, quien horas antes del hecho se reunió con Bustos, uno
de los ejecutores del atraco a Leguizamón a quién le brindó la información necesaria sobre la víctima, el dinero
y el lugar, al igual que con posterioridad al ilícito se mantuvo en contacto con el imputado Bustos (fs. 2035).
El aporte a la comisión del ilícito se encuentra plenamente fundado en los indicios convergentes señalados.
La negativa de Bustos está fundada, sin dudas, en la relación de parentesco que los vincula. No existen
elementos para afirmar que Gauna estuviera en el momento de la consumación del hecho.
En consecuencia, se impone la respuesta negativa al gravamen impetrado.
Así voto.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
4ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
I. Alternativamente, amparándose en el motivo sustancial (art. 468 inc. 1° CPP), el Dr. A. V. M., esgrime de
manera subsidiaria que el aporte de su defendido Luis Gauna para la comisión del hecho delictivo investigado
no lo fue en el carácter de partícipe primario sino secundario y requiere la aplicación del art. 47 del CP.
Señala la defensa que en esta cuestión de los aportes el a quo omitió tener en consideración lo dispuesto por
los arts. 46 y 47 del CP, es decir, si quien cometió el hecho informó que delito iba a perpetrar, por ejemplo si iba
a llevar adelante un hurto, un robo, etc.
En este sentido, subraya que el Tribunal no dio cuenta de porqué concluyó en que el aporte de Gauna fue
específicamente necesario, sino que simplemente afirma que existió una participación necesaria sin que la
misma se encuentre respaldada por elemento probatorio alguno.
En síntesis, no hay prueba de que Gauna haya aportado datos necesarios para que el hecho delictivo se
cometiera y que en consecuencia su cooperación haya sido esencial, a más de que el Tribunal debió
mínimamente fundar porque no se aplicó el art. 47 del CP.
Por ello requiere, subsidiariamente, que se modifique el grado de participación de su pupilo, conforme los
arts. 46 y 47 del CP (fs. 2096/2102).
II.1. El hecho acreditado en la sentencia cuyo encuadre jurídico aquí se solicita se modifique, fue trascripto
supra en el punto II.1. de la segunda cuestión, por lo que corresponde remitirse allí por razones de brevedad.
2. Al momento de calificar legalmente el accionar atribuido al imputado Luis Alberto Gauna el Tribunal de
Juicio consideró que: Luis Alberto Gauna debe responder como partícipe necesario de homicidio en ocasión de
robo. En efecto, los encartados Bustos, Rosales y Gauna tuvieron la finalidad —común— de atentar contra la
propiedad ajena, preordenando tal conducta (decidida e instigada por el coimputado Gauna), representándose la
posibilidad de despliegue de violencia física sobre la persona de la víctima (convergencia intencional), teniendo
en cuenta la presencia de por sí intimidatoria que presuponen dos personas en tales circunstancias y la
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modalidad en que actuaron: en la zona rural, a sabiendas de que la víctima se encontraba sola y en condiciones
de nocturnidad (...) Por su parte Gauna, fue la causa origen del hecho (quien tomó la decisión y le suministró la
información a Bustos junto con todos los detalles del lugar del hecho y de la víctima para que cometiera el
robo), fue quien puso las condiciones de consumación pues era quien conocía al occiso, conocía el lugar, la
existencia del dinero y la situación de indefensión en que se encontraba la víctima y en la que él mismo había
contribuido a ocasionar (le pidió a Quinteros que lo llevara al pueblo para que Leguizamón se quedara solo
durante la noche) y por si ello fuera poco de los tres el era el único que conocía la existencia de una afección
cardiaca en la persona del occiso y la necesidad de medicación periódica que tenía. Los tres imputados tuvieron
la finalidad de atentar contra la propiedad ajena, con despliegue de violencia física, que suponía el ejercicio de
un apremio físico que venciera todo intento de resistencia por parte de Leguizamón, pero, tal propósito tuvo una
derivación que nada permite sostener que quisieran, aceptaran o toleraran la muerte de la víctima. Empero, lo
cierto es que tras la instigación de Gauna a Bustos para tal acometimiento y los actos del primero para provocar
una mayor indefensión con conocimiento del problema de salud que tenía Leguizamón, en tanto Bustos y
Rosales tomaron parte en la ejecución del hecho atentatorio contra la propiedad de aquél, con violencia y
colocando a la víctima en una situación de riesgo en la que dicha muerte estuvo originada. Por lo tanto el
resultado le es jurídicamente imputable en los términos de la figura en cuestión dada la condición de garantes de
la integridad física de la víctima que voluntariamente asumieron Bustos y Rosales, o que conocía y menospreció
Gauna (fs. 2038/2042 vta.).
III.1.a. En base al factum supra descripto, la participación de Luis Gauna no sólo se encuentra acreditada
sino que además reviste el carácter de necesaria.
En efecto, en numerosos precedentes (TSJ Córdoba, Sala Penal, "Cejas" S. n° 48, 18/09/1997; "Rivero", S.
nº 65, 26/08/2002; "Ortiz", S. nº 18, 03/04/2003; "Oviedo", S. n° 136, 28/12/2004; "Becerra", S. nº 105,
22/09/2005; "Moreyra", S. n° 253, 03/10/2007, entre otros) esta Sala sostuvo que cuando se trata de la
cooperación, la distinción entre las categorías de cómplice necesario y no necesario, es efectuada por la ley
conforme la eficacia del aporte. La fórmula que recepta ese criterio alude a "los que... prestasen al autor o
autores un auxilio o cooperación sin los cuales no habría podido cometerse..." (art. 45 del CP).
Así, referíamos: "...es posible calificar como necesarios sólo a los aportes aprovechados por los autores o
coautores en el tramo estrictamente ejecutivo, de acuerdo a la modalidad concreta llevada a cabo. En este
concepto no sólo ingresan los aportes de los cómplices aprovechados por los autores, vinculados con la
modalidad típica de ejecución (v. gr., el suministro del arma utilizada en el robo), sino también otros que hacen
a la modalidad fáctica de la ejecución (v. gr., el suministro de información relacionada a la ausencia de
moradores de la vivienda en la que ingresan los autores del robo, conociendo la ausencia de riesgos). La
complicidad secundaria, en cambio, consistirá entonces en aportes anteriores o concomitantes no aprovechados
en el tramo ejecutivo por el autor o coautores, o bien los posteriores a la ejecución, con promesa anterior.
b. En consecuencia y teniendo en cuenta el marco conceptual apuntado, los aportes que efectuó el imputado
Luis Gauna anteriores al hecho (brindar los datos precisos sobre la víctima, el dinero, la ubicación, asegurarse
que se encontrara solo e indefenso) exceden de aquellos que caracterizan la complicidad secundaria al haber
sido determinantes en la organización del plan criminal tal como se llevó a cabo, aprovechándose de ellos los
autores durante la ejecución misma del ilícito.
En efecto, la contribución que formalizó el prevenido Gauna, fue aprovechada por los autores en lo que hace
a la modalidad fáctica de la ejecución concreta llevada a cabo, toda vez que su aporte fue esencial para la
comisión del hecho delictivo, desde que les proporcionó a los coautores la ubicación del campo y como llegar,
quien era la víctima y que esa noche estaba sola y se aseguró de que así fuera al impedir que su compañero de
trabajo (Mario Quinteros), se quedara a dormir en el campo como lo había resuelto esa tarde, la seguridad de
que Leguizamón tenía dinero en efectivo y que no tenía armas para defenderse.
Por todo ello, resulta correcto que su conducta se haya encuadrado en la complicidad necesaria.
2. a. La última crítica del recurrente gira en torno a cuestionar la atribución penal del homicidio en ocasión
de robo al imputado Luis Gauna, quien sólo actuó como un mero partícipe del atraco que culminó con la muerte
de Armando Leguizamón.
Al respecto, cabe aclarar que "la medida de lo que el partícipe quiso no está dada sólo por su dolo directo o
indirecto, sino también por su dolo eventual, vale decir, por lo que eventualmente quiso al utilizar a sabiendas
medios o proponerse fines peligrosos o susceptibles de implicar la alteración de las modalidades del hecho o de
producir la alteración de su gravedad" (Núñez, Ricardo, Derecho Penal Argentino, T. II, pág. 305; T.S.J., Sala
Penal, "Acuña", S. n° 7, 02/09/2003; "Avila", S. n° 24, 21/04/2004).
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Bajo dicha óptica, es que debe focalizarse el correlato subjetivo de la intervención de Luis Gauna, quien
cooperó en un hecho de robo y ello es así toda vez que debió representarse que tanto Bustos como Rosales para
desapoderar a Leguizamón del dinero que llevaba consigo forzosamente debían utilizar algún tipo de violencia,
toda vez que riñe con el sentido común y no resulta probable suponer que la víctima iba a consentir el
desapoderamiento e iba a entregarles su dinero sin oponer la más mínima resistencia, la que debía ser
necesariamente vencida para consumar el robo. No podía tampoco dejar de prever las consecuencias que podría
traer el uso de la violencia.
Una vez despejado este supuesto (participación en un hecho de robo) y teniendo en cuenta las
particularidades del tipo penal que prevé el homicidio en ocasión de robo —aspectos ya tratados en la segunda
cuestión, punto III.1.b. y sobre los cuales esta Sala ya se expidió en numerosos precedentes: "Mercado", S. n°
108, 11/10/2005; "Herrera", S. n° 154, 24/06/2008; "Gonzáles, S. n° 221, 28/08/2008 y "Mercante", S. n° 313,
07/12/2009—, en caso de pluralidad de partícipes, rige el principio de individualidad de la responsabilidad, por
lo que responderá por esta figura calificada del robo, quien ejerció la fuerza o violencia con cuyo motivo o en
cuya ocasión resultó el homicidio, mientras que los partícipes del robo que no hayan convergido
intencionalmente con el modo violento de perpetración, responderán por el tipo básico, no por el agravado. Por
supuesto que esta convergencia puede manifestarse a través de la mera conformidad con la utilización de
determinados medios para ejercer la fuerza o la violencia (cfr. Creus, Carlos-Buompadre, Jorge Eduardo, ob.
cit., p. 462).
Es en este restringido ámbito que resultan de aplicación las limitaciones subjetivas a la participación (art. 47
CP) que presuponen la no correspondencia entre "lo conocido y lo querido" por una parte, y lo realmente
ocurrido, por la otra. Las peculiaridades que exhibe el art. 165 del CP a nivel subjetivo, hacen que las
limitaciones subjetivas sólo operen desvinculando de la muerte al partícipe que no conocía que el robo se
llevaría a cabo de manera violenta. Pero en modo alguno pueden invocarse en función de la falta de intención
homicida del cómplice, puesto que este requisito subjetivo ni siquiera es exigible al autor que —como se ha
dicho supra— responde aún por las muertes causadas culposamente con motivo u ocasión del robo.
b. Bajo este marco conceptual, puede afirmarse sin vacilación alguna que el encuadre jurídico que el
Tribunal a quo efectuó de la conducta desplegada por el prevenido Luis Gauna, al subsumir su participación en
el delito de homicidio en ocasión de robo (art. 165 CP), resulta ajustado a derecho.
En efecto, conforme surge del hecho tenido por acreditado en la sentencia, el acusado acordó participar en
un hecho de robo, aportando el conocimiento que tenía acerca de la víctima, del dinero y su ubicación,
asegurándoles a los autores del robo que Leguizamón se quedaba solo en el campo y que no poseía armas e
incluso Gauna conocía que el nombrado sufría del corazón y se encontraba medicado.
No obsta a tal conclusión el hecho de que el acusado no haya realizado aportes en la etapa ejecutiva del
hecho, puesto que al converger intencionalmente para perpetrar el robo junto a otros sujetos, sabiendo que en el
evento necesariamente se utilizaría violencia para desapoderar a la víctima que sabía que padecía de problemas
cardíacos, el encartado asumió el riesgo propio que importa una empresa delictiva. De tal modo, su actuar queda
subsumido perfectamente como partícipe de un homicidio en ocasión de robo, siendo inaplicable, por los
motivos expuestos, la cláusula del art. 47 CP.
Así voto.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
5ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
I. El Dr. A. V. M., defensor del imputado Ramón Américo Bustos y Luis Alberto Gauna, solicita la
declaración de inconstitucionalidad del artículo 14 del Código Penal, atento que la aplicación del mismo
determina la no aplicación de la libertad condicional y ataca los principios constitucionales de congruencia,
igualdad y proporcionalidad de la pena.
Sostiene que la norma en cuestión trata de forma similar diversas figuras jurídicas no equiparables, al vedar

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la aplicación del instituto de la libertad condicional y enuncia que el homicidio criminis causa, la violación
seguida de muerte y el secuestro seguido de muerte son figuras netamente dolosas, en oposición a la figura del
homicidio en ocasión de robo que contempla el homicidio no doloso sino accidental.
Recalca que figuras con mayor entidad penal en cuanto a la gravedad y significado, como son el homicidio
simple (art. 79 del CP) y sus figuras calificadas (art. 80 del CP) permiten la aplicación del instituto de la libertad
condicional, posibilidad que la norma en cuestión niega a la figura del homicidio en ocasión de robo.
Por todo ello, solicita se haga lugar al pedido de inconstitucionalidad apuntada (fs. 2106).
II. Al evacuar el traslado, la Sra. Fiscal Adjunta, mediante dictamen P-674, sostiene que corresponde
desechar el planteo de inconstitucionalidad inserto en el recurso de casación.
Señala que se debe tener en cuenta que la legislación penal nacional prevé el instituto de la libertad
condicional, bajo ciertas condiciones, entre las que se encuentra haber cumplido los dos tercios de la condena en
los casos en que la misma haya sido mayor a tres años. Teniendo en cuenta esta premisa, advierte que el planteo
carece de interés por el momento.
Indica que quien intenta un recurso debe invocar que sufrió algún perjuicio, puesto que no hay recursos sólo
en interés de la ley, así, la existencia del gravamen es condición para la procedencia formal y sustancial de la
impugnación.
Advierte que en el caso bajo análisis el defensor denuncia una imposibilidad futura de su defendido a
obtener el derecho a la libertad condicional, siendo así la restricción legal que intenta atacar de inconstitucional
configura una eventualidad de una instancia venidera en el proceso (la etapa de ejecución).
En síntesis, concluye que en la fase actual el agravio invocado aún no se concretó y tan es así que la
sentencia condenatoria aún no se encuentra firme, de modo que el tratamiento de la inconstitucionalidad de la
norma resulta a todas luces abstracto y por ello no se encuentra justificada la apertura de la competencia
extraordinaria del Tribunal Superior de Justicia.
Desde otro costado, considera que el recurrente no explica en qué radica la desigualdad ante la ley que
invoca, teniendo en cuenta que el artículo 14 del Código Penal atrapa tipos que se asimilan entre sí, tanto en su
pena, como en su modalidad comisiva. Frente a esa decisión legislativa, era deber del recurrente explicar
fundadamente los motivos por los cuales considera que se consagró una desigualdad respecto a quien ha sido
condenado en virtud del artículo 165 del Código Penal. Si bien resulta indudable que la reforma introducida al
artículo 14 del Código Penal resulta más gravosa que la anterior redacción (que solo impedía la obtención de la
libertad condicional a los reincidentes), ello "per se" no acarrea su inconstitucionalidad.
III.1. Conforme la Constitución de la Provincia se le asignó al Tribunal Superior de Justicia competencia
derivada, para conocer y resolver, en pleno, los recursos extraordinarios de inconstitucionalidad, y, por
intermedio de sus salas, los recursos extraordinarios que las leyes de procedimiento acuerden (artículo 165, inc.
2 y 3), desde antiguos precedentes se ha insistido en explicitar el organigrama recursivo dispuesto por la ley del
rito local para aquellos agravios que versan —de una u otra manera— sobre la vulneración de normas
constitucionales (T.S.J., en pleno, 6/5/42, "Romero"; Sala Penal, S. n° 76, 11/12/97, "Aguirre Domínguez"; S.
n° 20, 25/3/98, "Gaón"; A. n° 86, 23/3/99, "Moreno"; A. n° 176, 13/5/99, "Olmos"; A. n° 178, 13/5/99, "Arce";
entre otros).
Así, en "Romero" (cit. supra), se sostuvo una prolija escisión: a través del recurso de inconstitucionalidad
podía discutirse la constitucionalidad de normas, mientras que a través del recurso de casación podía
impugnarse la resolución que inobservara una garantía constitucional. La importancia del precedente radica en
que, con motivo de la reforma al Código Procesal Penal de la Provincia y de la previsión de los recursos de
casación e inconstitucionalidad, se hacía necesario interpretar el deslinde entre ambas vías extraordinarias (cfr.
Martínez Paz, Enrique (h), "Las violaciones de la Constitución en el Código de Procedimiento Penal", Justicia,
Revista de Jurisprudencia, t. 2, 1942-43, p. 235; Nuñez, Ricardo C., "Recursos establecidos por el Código de
Procedimiento Penal de Córdoba a los fines de que el Tribunal Superior pueda hacer efectivo el principio de
supremacía de la Constitución", LL, t. 28, p. 429, en nota a "Fernández, Raúl", T.S.J., en pleno, 30/10/42;
posición que mantuvo en "Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba", 2da. edición, Lerner, 1986, p.
490; De La Rua, Fernando, "La casación penal", Depalma, 1994, p. 283 y ss.).
En definitiva, es el recurso de inconstitucionalidad la vía que sirve para impugnar "la ley misma; el vicio
consiste —en ese recurso— no ya en aplicar erróneamente la ley, sino simplemente en aplicarla" (de la Rúa, ob.
cit., p. 285).

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2. Asimismo, en los precedentes invocados se ha descartado que obste a tal hermenéutica la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia (C.S.J.N., "Strada, Luis v/. Ocupantes del perímetro ubicado entre las calles
Deán Funes, Saavedra, Barra y Cullen", 8/4/86, Fallos t. 308-1:490; "Christou; Hugo y Otros v Municip. de Tres
de Febrero", 20/2/87, Fallos 310/1:324; "Di Mascio, Juan R. interpone recurso de revisión", 1/12/88, Fallos
311/2:2478), en cuanto a la obligación del Tribunal Superior de Justicia de pronunciarse sobre las cuestiones
federales planteadas por las partes, ya que para arribar a tal pronunciamiento es necesario abrir la competencia
por la vía procesal apta o idónea que acuerda la legislación local y cuya infecundidad no ha demostrado la
recurrente, que ha optado por una de las vías impugnativas previstas, sin reparar en la específica idoneidad de
otra (T.S.J., Sala Civil, "Imaz de Maubecin Ana María c/Municipalidad de Córdoba - Daños y perjuicios
—Recurso directo—", S. n° 75, 2/10/96; Sala Penal, "Bucheler", cit.; en igual sentido Morello, Augusto, "El
recurso extraordinario", Abeledo-Perrot, 1987, p. 124; Sagüés, Néstor Pedro, "El concepto de instancia útil, apta
o idónea provincial previa al recurso federal", LL 1986/E, p. 1062).
3. Cabe señalar —una vez más, que según doctrina consolidada de la Sala— que el principio iura novit
curia, permite superar errores de encuadre legal entre las distintas causales de un mismo recurso, no así cuando
el error versa sobre la elección del recurso extraordinario local (inconstitucionalidad o casación), atendiendo a
las diferencias cualitativas de ambas vías y a la distinta competencia (Tribunal en Pleno o Sala) (T.S.J. , Sala
Civil, "Imaz de Maubecin..."; Sala Penal, "Bucheler", "Aguirre Domínguez", cit. supra, entre otros).
Ello es así, por cuanto si bien el principio de la formalidad —particularmente acentuado en los recursos
extraordinarios— ha sido atenuado, no ha llegado a receptar legal ni jurisprudencialmente, el llamado recurso
indiferente, conforme al cual el Tribunal puede adecuar la instancia recursiva a los parámetros legales supliendo
vicios o deficiencias, máxime cuando no se trata de un simple error material en su designación, ya que la
fundamentación del recurso exterioriza la consciente elección de una vía equivocada (T.S.J., Sala Civil, "Imaz
de Maubecin...", cit.).
En síntesis, cabe concluir que el quejoso reprocha que el artículo 14 del Código Penal —al agravar hasta el
extremo la pena contenida en el artículo 165— repugna determinadas máximas constitucionales, sin haber
procurado desarrollar las razones (art. 474 CPP) por las cuales ha optado por el recurso de casación, como
medio para introducir la supuesta inconstitucionalidad de la referida norma, resultando así claro que, en
definitiva, no ha escogido la vía impugnativa adecuada —art. 483, CPP—, ya que el sistema recursivo delineado
por el Código Procesal Penal local sí ha cubierto adecuadamente el ámbito que le preocupa —cual es el del
cuestionamiento de la declaración de inconstitucionalidad de normas y su consecuente inaplicación al caso—,
con la sola condición de intentarla con un mínimo respeto al principio de taxatividad (art. 443 CPP).
4. Sin perjuicio de lo expuesto, cabe adicionar a lo ya dicho que la inconstitucionalidad del enunciado
contenido en el artículo 14 del Código Penal constituye un agravio hipotético, insuficiente en cuanto tal para
satisfacer las exigencias que deben cumplimentarse cuando se postula la declaración de inconstitucionalidad de
una norma legal.
Es que, en nuestro sistema de control de constitucionalidad, constituye un principio rector la no procedencia
de la declaración "in abstracto" o "genérica" de inconstitucionalidad, sino que debe verificarse la existencia de
un caso concreto (TSJ, Sala Penal, S. n° 38, 16/5/06, "Sánchez").
Ello implica, además de lo obvio —esto es— que el Juez esté interviniendo en un proceso, que la aplicación
de la norma que se reputa inconstitucional sea de necesaria e inmediata para resolver la controversia de que se
trate. El control difuso, demanda una auténtica estrictez en la delimitación del caso concreto, en tanto es
insuficiente la incertidumbre en el acaecimiento del perjuicio por la aplicación de la ley inconstitucional (TSJ,
en pleno, "Pérez", S. n° 59 del 25/4/07).
Dicho lo anterior, piénsese un instante el escenario que se presentaría si en autos el Tribunal de ejecución de
la condena de Campos, cuando el imputado solicitare la libertad condicional, se pronunciara por su rechazo, sin
necesidad de aplicar la norma cuestionada, al entender que no se verificaron alguna de los requisitos para la
procedencia del referido beneficio establecidos en el artículo 13 del Código Penal.
Ante tales alternativas, se evidencia en este reclamo la ausencia del requisito de "caso concreto", por lo que
el agravio en esta instancia se trata de una simple conjetura que el recurrente construye sin sustento en las
particulares circunstancias de la causa.
No obstante, habiendo introducido el recurrente tempranamente estos agravios, debe tenerse a su planteo
como reserva de la cuestión constitucional para el supuesto en que los mismos se concreten, oportunidad en la
que tendrá el debido recurso contra la decisión final adversa.

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Así voto.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
6ª cuestión.— La doctora Cafure de Battistelli dijo:
Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde rechazar los recursos deducidos por el Asesor
Letrado, Dr. A. B. de K., en su carácter de defensor del imputado Gustavo Daniel Rosales y por el Dr. A. V. M.,
defensor de los imputados Ramón Américo Bustos y Luis Alberto Gauna, con costas (arts. 550 y 551, CPP).
Así voto.
La doctora Tarditti dijo:
La señora Vocal Dra. María Esther Cafure de Battistelli da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden
correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.
La doctora Blanc G. de Arabel dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo que adhiero a la misma en un
todo, votando en consecuencia, de igual forma.
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala Penal; resuelve: Rechazar los
recursos de casación interpuestos por el Asesor Letrado, Dr. A. B. de K., en su carácter de defensor del
imputado Gustavo Daniel Rosales y por el Dr. A. V. M., defensor de los imputados Ramón Américo Bustos y
Luis Alberto Gauna. Con costas (CPP, arts. 550/551).— María E. Cafure de Battistelli.— Aída Tarditti.—
María de las M. Blanc G. de Arabel.

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