Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reg. n° 793/2015
En la ciudad de Buenos Aires, a los 21 días del mes de diciembre de
2015, se reúne la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Criminal
y Correccional de la Capital Federal, integrada por los jueces Eugenio
C. Sarrabayrouse, Daniel Morin y Gustavo A. Bruzzone, asistidos por
la secretaria actuante, a los efectos de resolver el recurso de casación
interpuesto a fs. 310 / 355 por la defensa pública a cargo de la
asistencia de Javier Gómez, en la causa nº 17.469/2013/TO1/CNC1,
caratulada “Gómez, Javier s/ recurso de casación”, de la que
RESULTA:
I. El Tribunal Oral en lo Criminal n° 15, mediante la
sentencia del 18 de diciembre de 2014, cuyos fundamentos fueron
dados a conocer el 30 de ese mes y año, resolvió “…I) RECHAZAR el
planteo nulificante planteado por la Defensa. (arts. 166 y ss a
contrario sensu del C.P.P.)….II) CONDENAR a JAVIER GOMEZ, de
las demás condiciones personales obrantes en autos, por
considerárselo autor penalmente responsable del delito de homicidio
reiterado en dos oportunidades, calificado por el empleo de arma de
fuego y uno de ellos, a su vez, agravado por haber sido cometido con
alevosía, ambos en grado de tentativa en concurso real con el delito
de homicidio agravado por el uso de arma de fuego, A LA PENA DE
VEINTITRÉS AÑOS Y SEIS MESES DE PRISIÓN, ACCESORIAS
LEGALES Y COSTAS. (Arts. 5, 12, 29 Inc. 3°, 41, 42, 79 y 80 inciso
2° del CP del Código Penal)…III) CONDENAR en definitiva a
JAVIER GÓMEZ, a la PENA ÚNICA DE VEINTICUATRO AÑOS DE
PRISIÓN, ACCESORIAS LEGALES Y COSTAS, comprensiva de la
pena dictada precedentemente y de la impuesta por sentencia firme
de fecha 01 de agosto de 2013, por el Juzgado Correccional nº 6 del
departamento judicial de Lomas de Zamora, P.B.A., en su causa nº
que lo identificó cuando estaba tirado en el suelo y luego añadió que
una persona de la villa le había dicho que aquél fue el autor del hecho.
e) En el mismo sentido, durante la etapa de instrucción,
en la declaración testimonial brindada en la fiscalía, Samaniego
sostuvo que “…el chanchi quería dispararle a Romero, que el
problema era con él porque le robaba a los chicos que iban a
comprarle droga…”. La defensa remarcó que por esta situación
existía un conflicto de intereses, pese a que el tribunal a quo sostuvo
que no se probaron los motivos de odio, interés o falta de objetividad
de los testigos.
f) En la causa 4358, la defensa cuestionó el testimonio de
Lucas Ortiz en tanto se agravió tanto de su evidente aversión al
imputado como las inconsistencias con lo dicho en la instrucción.
Además, dudó de que Ortiz haya observado la secuencia desde la
puerta de su casa a una distancia de cincuenta metros, en horas de la
noche y con deficiente iluminación. Remarcó que este testigo
manifestó haberle contado ese mismo día a la hermana del
damnificado quién había sido el autor, pero ella declaró que fue al
otro día. Según la defensa, al ser confrontado en el debate con esas
inconsistencias, Ortiz dijo tener mala memoria producto del consumo
de “paco”.
g) Sobre la declaración testimonial de Claudia Karina
Maidana (hermana del fallecido), el recurrente apuntó que ella no
presenció el hecho y que nunca los vecinos sindicaron a Gómez como
el autor de los disparos.
h) La defensa también formuló un planteo de nulidad
absoluta por haberse afectado el principio de congruencia en tanto la
fiscalía modificó la plataforma fáctica del hecho de la causa n° 4358
en su alegato, impidiendo ejercer correctamente el derecho de
defensa.
1
Sentencia del 20.05.15, registro n° 88/15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
la calificación jurídica se mantuvo inalterada, con independencia de
haberse precisado la conducta de Gómez al momento de los alegatos.
Tal como analizaremos con más detalle en los puntos
siguientes, la precisión de la fiscalía en torno a cuál fue el
comportamiento concreto de Gómez respondió a la declaración de
Lucas Daniel Ortiz, que fue ampliamente discutida en las audiencias
de debate y extensamente tratada en el alegato formulado por la
defensa, con lo cual la queja del recurrente carece de sustento.
Es que, en realidad, la defensa en este agravio mezcla dos
planos: por un lado, la alegada violación del principio de congruencia
con cita de jurisprudencia que contradice su propia posición
(obsérvese que se mencionan casos donde existió un cambio de
calificación jurídica; así, las sentencias de la Corte Suprema en los
casos “Antognazza”, Fallos: 330 : 4945 y “Sircovich”, Fallos 329:
4634); por el otro, la valoración de la prueba que, a su juicio, conduce
a una calificación jurídica distinta.
Sin embargo, en ningún tramo de su exposición el
recurrente explica en qué perjuicio concreto se tradujo la violación del
principio de congruencia alegada o qué defensa no pudo plantear.
Lo expuesto, nos lleva a rechazar este planteo.
3. Acreditación de los hechos y la errónea o arbitraria
valoración de la prueba
El tribunal a quo tuvo por probado la existencia e
intervención de Javier Gómez en los sucesos que hemos denominado
A y B.
El “hecho A”, ocurrido el 7 de septiembre de 2012, en
horas de la tarde y en inmediaciones de la intersección de la calle
Iriarte y la Avda. Amancio Alcorta, fue descripto de la siguiente
forma: “…el imputado portando un arma de fuego y acompañado por
otra persona cuyos datos se ignoran que llevaba un palo, efectuó
varios disparos en dirección a Orlando Luis Romero quien en un
2
Sentencia del 18.06.15, registro n° 168/15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
De manera que, frente a las declaraciones prestadas en el
debate por los hermanos Samaniego y Ortiz los argumentos expuestos
por la defensa carecen de entidad para conmover la conclusión del
tribunal de mérito, pues las declaraciones prestadas con anterioridad
al debate no fueron prestadas con las cautelas que brindan las
garantías de la publicidad e inmediación.
Por lo demás, las distintas hipótesis que introduce la
defensa sobre los motivos que habrían derivado en el cambio de los
relatos criticados no logran rebatir lo dicho por los testigos, pues sólo
se trata de conjeturas, sin respaldo en la prueba colectada.
De esta manera, proponemos rechazar el agravio de la
defensa en este aspecto de la sentencia.
5. La errónea calificación jurídica de los hechos
A. Homicidio en grado de tentativa cometido en
perjuicio de Orlando Luis Romero (hecho A; arts. 42 y 79, CP)
Como surge del resumen efectuado al inicio, la defensa
también criticó la calificación legal escogida para el hecho A, con
respecto a Romero, pues según su opinión, en el caso no se ha
configurado el aspecto subjetivo de la figura del homicidio (art. 79,
CP), motivo por el cual el correcto encuadramiento legal sería el de
los tipos penales de las lesiones leves o el abuso de armas (arts. 89 y
104, CP).
El tribunal de la anterior instancia argumentó que el dolo
homicida en la conducta de Gómez se acreditaba a partir de las
siguientes pautas:
a) El medio empleado: un arma de fuego.
b) La circunstancia que Gómez haya arremetido contra el
damnificado de manera previa y apuntando directamente sin emitir
palabra alguna.
c) La cantidad de disparos.
3
Sentencia del 19.10.15, registro n° 567/15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
4
Como integrantes del Tribunal de Juicio en lo Criminal del Distrito Norte, Tierra del Fuego,
sentencias en los casos “Vidal Yañez” del 5.11.2013, registro n° 14, folios 95/12, protocolo 2003;
“Fernández” del 23.06.2004, registro n° 12, folios 147/186, protocolo 2004, entre otras.
5
Cfr. autor mencionado, Dolus eventualis und bewute Fahrlässigkeit, βZStW, 71 (1959), p. 52,
citado por RAMÓN RAGUÉS I VALLÈS, El dolo y su prueba en el proceso penal, J. M. Bosch
Editor, Barcelona, p. 25, nota 2.
6
Cfr. en este sentido CLAUS ROXIN, Strafrecht. Allgemeiner Teil, v.I, 3ª ed., Múnich, 1997, § 12
nm. 29.
7
Cfr. HANS WELZEL, Derecho penal alemán, 4ª ed. Castellana, trad. Bustos Ramírez y Yañez
Pérez de la 11ª ed. Alemana de 1969, Editorial Jurídica de Chile, 1993, p. 79.
secundario en el concepto de dolo o bien no juega ninguno. 8 En este
sentido se ha dicho que: “…El autor actúa con dolo si y sólo si al
actuar se representa las circunstancias que integran el tipo objetivo
de una ley penal, esto es, si se representa los elementos constitutivos
de una conducta definida como prohibida por el derecho…”.9
En España y Alemania, el contenido del dolo se fija a
partir de la regulación legal del error (art. 14.1 del Código Penal
español de 1995 y § 16.1 del alemán): el dolo deberá implicar, por lo
menos, la realización de un hecho constitutivo de infracción con
correcto conocimiento de las circunstancias que integran el tipo de
dicha infracción. De esta manera, mayoritariamente se reconoce que
el dolo implica conocimiento y algo más: conocimiento y querer10
aunque el elemento volitivo difiere de la voluntariedad de la acción.
La voluntad como elemento del dolo toma como punto de referencia
los elementos que integran el tipo penal: quien mata de un tiro en la
nuca quiere, por regla general, causar un resultado de muerte, no
quien mata a alguien a consecuencia de un descuido. Los trabajos más
recientes sobre el tema avanzan en definir al dolo sólo como
conocimiento y apuntan a una concepción normativa del mismo o, con
más precisión, como una propiedad normativa que caracteriza a
casos.11
8
Cfr. ENRIQUE BACIGALUPO, Principios de Derecho penal, 4ª ed., Akal/Iure, Madrid, 1997,
pp. 231 y sigs.; las citas han sido tomadas de GABRIEL PÉREZ BARBERÁ, El delito culposo.
La preterintencionaldiad, en CARLOS J. LASCANO (H), (Director), Derecho penal. Parte
general, Advocatus, Córdoba, 2002, p. 327.
9
Cfr. MANUEL CANCIO MELIÁ, Estudios sobre imputación objetiva’ Editorial AdHoc, Bs.
As., 1998, p. 16; sobre las diversas concepciones del dolo como “conocimiento” y voluntad o sólo
conocimiento, puede consultarse el voto del juez Magariños en autos ‘Ciurana’, CDPJ nº 10 ‘C’,
pp. 545570.
10
Cfr. RAMON RAGUÉS I VALLÈS, op. cit., pp. 2829.
11
Cfr. GABRIEL PÉREZ BARBERÁ, El dolo eventual. Hacia el abandono de la idea de dolo
como estado mental, Hammurabi, Buenos Aires, 2011; del mismo autor, Dolo como reproche.
Hacia el abandono de la idea de dolo como estado mental, revista Pensar en Derecho N° 1, pp.
169211, dirección electrónica
http://www.derecho.uba.ar/publicaciones/pensarenderecho/revista1.php; también puede
consultarse la polémica en torno a este trabajo: FERNANDO CÓRDOBA, Dolo y evitabilidad
individual, revista Pensar en Derecho N° 1, 2012, pp. 213 – 226; ÍÑIGO ORTIZ DE URBINA
GIMENO, ¿Dolo como reproche? Observaciones sobre método y axiología en la propuesta de
abandono de la idea de dolo como estado mental, revista Pensar en Derecho N° 2, pp. 357 – 385;
LAURA MANRIQUE, Reproche al “dolo como reproche”, revista Pensar en Derecho N° 2, pp.
387 – 412; GABRIEL PÉREZ BARBERÁ, Réplicas a Fernando Córdoba e Íñigo Ortiz de
Urbina, revista Pensar en Derecho N° 2, pp. 413 – 422, publicaciones accesibles en
Cfr. autor mencionado, Lógica de las prueba en materia criminal, 4ª ed., Bogotá, 1995 citado
12
por RAMÓN RAGUÉS I VALLÈS, op. cit., pp. 280281, nota 774.
proponen volver al sistema de prueba tasadas; otros, abogan por la
aplicación de criterios normativos.13
Ante el caso que aquí debemos resolver, a simple vista
aparecen dos soluciones con respecto a la acreditación del dolo. La
primera parte del hecho que en definitiva se produjo, es decir, las
lesiones que ocasionó el ataque de Gómez en las humanidades de
Romero y Samaniego; y la otra, parte de considerar que se completó
el tipo subjetivo y faltó completar el objetivo (tentativa de homicidio).
Un ejemplo de la primera posición es la sostenida por
algunos autores del siglo XIX. Pacheco, comentarista del Código
penal español de 1848, señaló: “…tampoco las hay (dificultades)
cuando se han causado heridas, a las cuales no sucumbió el que las
recibiera. En semejante caso no hay homicidio, pues no hubo muerte.
Podría pretenderse que hubo tentativa de tal crimen, o tal crimen
frustrado; pero ni siquiera esto se puede admitir en principios
rigurosos. Ha habido un crimen real, un crimen reconocido por el
Código, el crimen de heridas o lesiones; y por consiguiente, bajo la
existencia del delito específico, se pierde y desvanece la tentativa del
que no se cometió…”14.
Sin embargo, corrientes posteriores afirmaron que
también en la tentativa existe un elemento subjetivo (avalado en
nuestro derecho positivo por el texto expreso del art. 42, CP, en
cuanto menciona a la voluntad); por lo tanto, y pese a que el tipo
objetivo no se había completado (el resultado) aquél otro sí (la
finalidad de matar).
13
En este segunda tendencia y de manera simplificada puede mencionarse la obra de RAMÓN
RAGUÉS I VALLÈS que hemos citado; su posición en el punto puede verse en las conclusiones
del trabajo mencionado, pp. 519529; críticos con esta doctrina ZAFFARONI/ALAGIA/SLOKAR,
a la que consideran una ficción de dolo y cuyos fundamentos normativos equiparan “…a la
consabida afirmación de que en toda guerra mueren inocentes…”; cfr. autores citados, Derecho
Penal. Parte General, Ediar, Buenos Aires, 2ª ed., 2002, p. 527).
14
Cfr. autor citado, Código penal comentado y concordado, Madrid, 1849, p. 27; la cita ha sido
tomada de BORJA MAPELLI CAFFARENA, Entre el homicidio y las lesiones, NDP 1997A, p.
146, nota 4.
B. Homicidio agravado por su comisión con alevosía
en grado de tentativa en perjuicio de Reynaldo Ezequiel
Samaniego (hecho A, art. 80, inciso 2°, CP)
Sintéticamente, en este punto, el agravio de la defensa
sobre la imposición de esta agravante se refiere a que en el lugar
donde se cometió el hecho había terceras personas que podrían haber
acudido en auxilio de Samaniego. A ello, le suma que no se secuestró
el palo con el que fue golpeado previamente ni se individualizó al
agresor.
En este aspecto, la sentencia recurrida consideró
aplicable la agravante porque Samaniego se encontraba en el piso
indefenso, luego de un golpe que recibió como “…un palazo en la
cabeza…” y que lo dejó algo confundido, sin posibilidades de
reacción ni de defenderse. Se encontraba prácticamente inmovilizado
sin siquiera poder intentar escapar corriendo, circunstancia “…
claramente aprovechada…” por Gómez para asegurarse el resultado
que pretendía, sin riesgo para él (fs. 295).
Asimismo, y para descartar el argumento de la defensa en
este aspecto, coincidimos también con nuestros colegas de la instancia
anterior, pues la presencia de terceras personas en modo alguno
influye sobre la imposibilidad de defenderse por parte de Samaniego.
En este punto, se ha señalado que “…es necesario que la víctima se
encuentre en situación de indefensión, que le impida oponer
resistencia, que se transforme en un riesgo para el agente. No es
indispensable, pues, la total ausencia de resistencia, sino que la
alevosía es compatible con la posibilidad de una resistencia,
mínimamente riesgosa para el ofensor, procedente de la actividad de
la víctima misma o de terceros que deban o puedan oponerse a la
16
Cfr. CARLOS CREUS. Derecho Penal. Parte Especial, 6ta edición, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1998, tomo I, pág. 20.
17
Cfr. DAVID BAIGÚN y EUGENIO RAÚL ZAFFARONI. Código Penal y normas
complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial, Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 2007,
tomo 3, pág. 434.
consecuencia de un golpe dado por Gómez con la empuñadura del
arma de fuego, lo que produjo su accionar de modo accidental.
Sin embargo, la hipótesis así planteada no se corresponde
con las conclusiones derivadas de la autopsia practicada a la víctima,
peritaje que fue incorporado al debate por lectura (fs. 38 / 45). Allí se
verificó que:
1) La lesión del disparo fue en la región occipital a 1 cm
a la izquierda de la línea media y 1 cm por encima de la línea que une
el implante superior de ambos pabellones auriculares.
2) La trayectoria ha sido de atrás hacia adelante, de
izquierda a derecha y de abajo hacia arriba.
El orificio de entrada del proyectil y la trayectoria que
trazó impiden, por un lado, considerar la versión que la recurrente
plantea; por el otro, refuerzan la mecánica que tuvo por cierta el
tribunal de grado.
Lo dicho, también conduce a rechazar el agravio
planteado.
D. Aplicación de la agravante prevista en el artículo
41 bis, CP
El tribunal a quo dispuso aplicar la agravante del art. 41
bis, CP, a todos a los dos homicidios tentados y al consumado que
consideró probados.
Tal como sostuvimos en el precedente “Espínola
Cañete”,18 y en otros precedentes y trabajos19, esta agravante no
resulta aplicable al delito de homicidio.
18
Sentencia del 27.10.15, registro n° 595/15, Sala II, jueces Bruzzone, Sarrabayrouse y Morin.
19
Cfr. las sentencias como integrante del Tribunal de Juicio en lo Criminal, Distrito Norte,
provincia de Tierra del Fuego “Yañez” y “Fernández” ya citados. También los artículos
Neopunitivismo e inclusión de agravantes genéricas en el Código Penal. El caso del art. 41 bis y
el delito de homicidio, en DANIEL PASTOR (Director) / NICOLÁS GUZMÁN (Coordinador),
Neopunitivismo y neoinquisición, Ad Hoc, Buenos Aires, 2008, pp. 497 – 525; Los límites del
mandato de certeza y la posibilidad de aplicar el principio in dubio pro reo a la interpretación de
la ley penal. Un debate para limitar la aplicación del derecho penal, publicado el 12.04.2010, en
la revista electrónica “eldial.com.ar”, documento elDial.com DC12FB.
[l]a sociedad reclama vivir en paz y que las personas y sus bienes
sean respetados. Quiere disfrutar de costumbres que humanizan la
vida…la inseguridad figura en las encuestas especializadas como una
de las principales preocupaciones de la ciudadanía…Observamos
con gran preocupación las noticias de la última semana: 1.Tiroteos,
asaltos con rehenes, robos violentos contra casas y otros que también
alcanzaron a políticos y jueces. 2. Convocatorias a consejos de
seguridad tanto en el orden federal como en algunos provinciales. 3.
Contradicción entre los funcionarios que manejan la información
estadística sobre criminalidad, ya que algunos dicen que los delitos
crecen mientras que otros señalan tendencias decrecientes en el
último año…”.
La ley se propuso con esta reforma del CP solucionar
“… un problema muy específico como son los delitos tentados o
consumados con armas de fuego...”,21 en particular los robos
cometidos con estos elementos, buscando una mayor severidad para
los casos de tentativa y de esta manera influir en el régimen de la
excarcelación para ese delito.22 Otro de los motivos para sancionar la
ley, fue que “…en la provincia de Buenos Aires aumentó un ochenta
por ciento la mortalidad por enfrentamientos con armas de
fuego…”.23
Sin embargo, y pese a la voluntad de los autores de esta
ley, rápidamente la inclusión de la nueva agravante fue objeto de
duras críticas. Guillermo A. C. Ledesma la calificó lisa y llanamente
21
El párrafo transcripto pertenece al proyecto elaborado por los entonces diputados Nilda Garré,
Guillermo Aramburu, José I, Cafferata Nores, Melchor Cruchaga y Marcelo Visentini (cfr.
Antecedentes Parlamentarios, t. 2001A, op. cit., ps. 164165). Luego la Comisón de Legislación
Penal de la Cámara de Diputados consideró este proyecto y los de los diputados Alvarez y
Fernández Meijide (4565D98), y Obarrio (6167D98) aconsejando la sanción del texto que se
transformó en la ley 25.297. En la sesión del 24.11.1999, la Cámara baja aprobó el proyecto de ley
de la diputada Garré en general y en particular, sin disidencias ni observaciones ni debate, cfr.
Antecedentes Parlamentarios, t. 2001A, op. cit., pp. 161177.
22
Cfr. Antecedentes Parlamentarios, t. 2001A, op. cit., p. 165. Marina SOBERANO destaca como
objetivo de la ley 25.297 la intención de extender los alcances del encarcelamiento preventivo a
algunos supuestos; cfr. El art. 41 bis del Código Penal o la venganza del principio de legalidad,
NDP 2002/A, p. 224.
23
Cfr. la exposición del senador Agúndez, miembro informante de la Comisión de Asuntos
Penales y Regímenes Carcelarios del Senado, Antecedentes Parlamentarios, t. 2001A, op. cit., p.
184.
postura contraria a la aplicación simultánea de ambas normas triunfó:
la ley 25.882 reformó el art. 166, inc. 2°, CP, que quedó redactado de
la siguiente forma: “…2.Si el robo se cometiere con armas, o en
despoblado y en banda. Si el arma utilizada fuera de fuego, la escala
penal prevista se elevará en un tercio de su mínimo y en su
máximo…”. Más allá del acierto político criminal de esta norma, la
sanción de esta nueva modificación del CP mostró claramente la
imprevisión del legislador en la cuestión, pues uno de los objetivos
proclamados había sido agravar esta especie de delitos.
En segundo lugar, se discutió si el art. 41 bis, CP, debía
aplicarse al homicidio o las lesiones imprudentes. De esta manera,
algunos autores y fallos sostuvieron su inaplicabilidad a estos tipos
penales.34
Paulatinamente, la polémica en torno a la aplicación de
esta agravante se trasladó también al homicidio simple. Así, ya en el
debate parlamentario el diputado Quinzio había anticipado su
oposición a la aplicación del art. 41 bis, CP, al homicidio, posición
luego receptada por parte de la doctrina35 y también por la
jurisprudencia, en tanto o bien se declaró la inconstitucionalidad de la
regla o se limitó su aplicación por la vía de la interpretación.
Así, el 26 de junio de 2009, en la causa "Arce, José
Alberto p.s.a. homicidio agravado por el art. 41 bis" (expediente A63
08) (elDial AA5D90), la Cámara de Acusación de la provincia de
Córdoba con el voto mayoritario de los jueces Pérez Barberá y
Gilardoni, resolvió declarar la inconstitucionalidad del art. 41 bis del
CP.
p. 368; Roberto A. DURÁN y María F. POGGI, El artículo 41 bis del Código Penal. Su implicancia y
alcances como agravante genérica, LL 2003A, p. 96; sentencias judiciales que aplicaron ambas
normas pueden verse en Edgardo Alberto DONNA et al, El Código penal y su interpretación en la
jurisprudencia, t. I, RubinzalCulzoni, Santa Fe, 2003, pp. 416417).
34
Así, Guillermo A. C. LEDESMA, La agravante del art. 41 bis CPen. no es aplicable al homicidio
o lesiones culposas causadas con armas de fuego, JA 2006III891, Lexis n° 0003/012794, con
cita de la CNCP, Sala I, causa 6257, “Ranno, Carlos A. s/ recurso de casación”, sentencia del
3/10/2005.
35
Cfr. Antecedentes parlamentarios, op. cit., p. 162; en el mismo sentido, GARIBALDI, op. cit., p.
523.
36
“Corresponde declarar la inconstitucionalidad del art. 41 bis del Cód. Penal en cuanto
incrementa la pena cuando el delito ha sido cometido con violencia contra las personas mediante
el empleo de un arma de fuego, pues dicha agravante genérica redactada en forma compulsiva
resulta reiterativa y sobreabundante atento lo previsto en el art. 41 del citado Código en el
sentido de que el juez debe tener en cuenta los medios empleados para ejecutar el delito a los
efectos de graduar la pena, lo cual pone de manifiesto que la norma impugnada resulta contraria
al esquema de persecución de los delitos derivado de los arts. 18 y 19 de la Constitución
Nacional. La utilización de un arma de fuego –en el caso, para cometer un homicidio no
determina per se un agravamiento automático de la respuesta punitiva en los términos del art. 41
bis del Cód. Penal, sino sólo cuando ello hubiera implicado una violencia innecesaria y
suplementaria a la sancionada por el delito reprimido…” (del voto del Dr. Carlín, Superior
Tribunal de Entre Ríos, Sala I de Procedimientos Constitucionales y Penal, 15/6/2004, “Clari,
Gaspar M”, LL on line. La cita ha sido tomada de Alejandro SLOKAR, op. cit, 2ª ed., pp. 128129,
sumario 8).
Desde otra perspectiva, no se admitió la aplicación de la
agravante a todo homicidio cometido con arma de fuego, sino cuando
ésta “…se hubiese empleado para ejercer ‘violencia o intimidación
sobre la víctima’, lo que supone una ocurrencia previa al acto de
disparar letalmente, para amedrentar u obligar a la víctima a los
designios del homicida; actúa como un especial elemento subjetivo de
la modalidad comisiva, colocado en una agravante genérica y excede
al tipo subjetivo de la especie, que es el dolo homicida, el que se
agota con la intención de dar muerte, por cualquier medio que no
esté previsto en alguna calificante específica…”,37 tal como desarrolló
y criticó el juez Bruzzone en su voto en la causa “Espínola Cañete”
citada.
Resulta claro que si el art. 41 bis, CP, introduce un
elemento del tipo lo hace fuera de éste, lo cual significa una
incongruencia; y pese a que esta realidad no pueda ser desconocida,
“…ello no significa que tal orientación deba ser apoyada en forma
indiscriminada...”.38 En realidad, lo más correcto hubiera sido
trasladar directamente al tipo esta circunstancia agravante a fin de
evitar contradicciones sistemáticas.39 Por lo demás, la pereza del
legislador no puede justificar tal omisión: si como dijo el senador
Agúndez no se podía modificar cada delito en particular, esto no
implica que automáticamente la agravante deba aplicarse sin más a
cada tipo penal. Asimismo, la pretensión de una “…mejor
sistematización…” tampoco fue alcanzada porque las duras críticas de
37
Cfr. el voto del juez Fégoli, CNCP, Sala II, 28/7/2005, causa “Araujo, José M. y otro s/ reucrso
de casación”, Lexis, n° 22/9253; la cita ha sido tomada de Alejandro SLOKAR, op. cit, 2ª ed., p. 132,
sumario 22.
38
Cfr. David BAIGÚN, Naturaleza de las circunstancias agravantes, Ediciones Pannedille, Buenos
Aires, 1970, p. 35, quien a continuación agrega: “Si bien la tendencia evidente en estos días es la
de volcar en la ley categorías generales, ante la imposibilidad de reflejar en la figura la
complejidad creciente de los fenómenos vitales, ello no significa que tal orientación deba ser
apoyada en forma indiscriminada. La concentración de comportamientos humanos en un número
cada vez más reducido de tipos especiales importa, sin duda, un visible progreso en materia de
técnica legislativa, pero acarrea el riesgo de no respetar suficientemente la esfera de actuación
individual de los ciudadanos y sus garantías personales..”. Marina SOBERANO, op. cit., ps. 229 y
sigs. considera que un elemento descripto por la ley puede ser entendido como una agravante
genérica si se dan dos condiciones: que no forrme parte del tipo penal al que se intente aplicar y
que incida en la culpabilidad del sujeto.
39
Así lo proponía BAIGÚN, op. cit., pp. 9899.
40
Marina SOBERANO, op. cit., p. 233 y sigs., también considera que existe un concurso aparente de
leyes.
41
Sobre el contenido de este principio cfr. Julio B. J. MAIER, Derecho procesal penal, 2ª ed., t. I,
Fundamentos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1996, pp. 595647. Así lo resolvió el Tribunal en
lo Criminal N° 1 de Mar del Plata, en los autos “Martinov, Fernando Gustavo y o.” LL Buenos
Aires, 200385, donde se dijo: “…corresponde tipificar como homicidio simple la conducta de
quien mató a una persona con un arma de fuego, marginando la agravante genérica del art. 41
bis del Cód. Penal toda vez que la misma se encuentra incluida en el tipo penal del art. 79 del
mismo código y su aplicación comportaría una agravación violatoria de la ‘prohibición de doble
desvalorización’; pues si la circunstancia básica o cualificada no puede ser considerada entre los
criterios que incremente la pena por integrar el desvalor del injusto que se reprocha…”.
diferentes gradaciones posibles del hecho. Es decir, que el legislador
intenta que la fórmula elegida para redactar el tipo penal comprenda
en la forma más completa y precisa posible todas las valoraciones
sociales sobre cierto hecho reprochable. Esto no sólo indica el rango
de la norma, sino que en la fijación de los límites penales también
quedan ya reflejadas cuáles son las necesidades de prevención
general respecto de determinado delito. Todas aquellas reflexiones
que ya han sido tomadas en cuenta por el legislador al establecer el
tipo penal, o dicho de otro modo, todas aquellas circunstancias que
fundamentan el ilícito, no pueden ser consideradas nuevamente al
momento de fijar la pena para un hecho concreto…”.42
Además, la aplicación de la agravante conduce a otras
situaciones irracionales. En el caso de la tentativa, si se aplica la tesis
dominante en cuanto al cómputo de la pena para esa hipótesis, la
escala penal se extenderá de 5 años y 4 meses de prisión o reclusión
en su mínimo, a 25 años en su máximo. Mientras tanto, para los
homicidios agravados si la pena fuera de reclusión perpetua, la pena
de la tentativa será de 15 a 20 años y si fuera de prisión perpetua, de
10 a 15 años. De esta forma, un homicidio tentado cometido con un
arma de fuego puede recibir una pena mucho más grave que una
tentativa de homicidio agravado.43
Por lo demás, la escala penal del art. 79, CP, es lo
suficientemente amplia y brinda al juzgador un margen de decisión
adecuado para poder incluir todos los casos que pueden presentarse.
Por ello, es más racional y responde al principio de intervención
mínima considerar el uso del arma de fuego al momento de
42
Cfr. Patricia S. ZIFFER, Lineamientos de la determinación de la pena, op. cit. ps. 106107. Más
adelante agrega que la prohibición de doble valoración no se encuentra prevista específicamente
en nuestra legislación, pero la doctrina ha interpretado que es un requisito propio de la coherencia
interna de la sentencia, vinculado al principio del ne bis in idem. De esta manera, la aplicabilidad
de las circunstancias descriptas por el 41, CP, estaría regido por este principio (cfr. op. cit., p.
108); en el mismo sentido Eugenio Raúl ZAFFARONI, Tratado de Derecho penal, t. V, Ediar, Buenos
Aires, 1988, p. 334.
43
La situación se asemeja, en algún punto, a la planteada entre el robo con armas y el
agravamiento que contemplaba el art. 38 del decreto 6582/52, que elevaba las penas cuando el
objeto sustraído era un automotor; al respecto, cfr. Juan Pablo ALONSO, op. cit., pp. 155159.
peligro real para la vida y la salud de la víctima. Según este autor, se trata de un tipo penal híbrido,
frente al cual caben dos alternativas: derogar los arts. 104 y 105, CP para los casos en que se
demuestre el dolo de matar o lesionar; o reformar el art. 104 y transformarlo en un verdadero
delito de peligro (véase op. cit. pp. 110111).
51
Cfr. Javier Esteban DE LA FUENTE, op. cit., p. 122, con cita de Sebastián Soler,
52
El destacado nos pertenece; cfr. Edgardo Alberto DONNA, Derecho penal. Parte especial, op. cit.,
pp. 242243. En el mismo sentido se han pronunciado algunos tribunales: “…no habiéndose
podido probar que la intención del sindicado fue terminar con la vida de la denunciante, quien
descarta ese propósito de su ex concubino, y habiéndose proferido lesiones graves (art. 90 del
Cód. penal) debe ser responsabilizado por el delito de abuso de armas (art. 104, párrafos
primero y segundo, Cód. Pen.)…” (cfr. Cám.Crim. y Correc. de Capital, Sala III, c. 13.706,
“Parrilla, Jacinto” del 3/4/1981).
53
Cfr. CNCP, Sala II, causa “Di Fortuna, Juan Marcelo s/ recurso de casación”, Lexis N° 22/6478;
Cám. Crim. y Corr. Santiago del Estero, 4ª Nom., 14/2/2002, causa “Navarro, Ramón y o.”, Lexis
Nros. 19/14389 y 19/14388; las citas han sido tomadas de Javier Esteban DE LA FUENTE, op. cit. p.
142, sumarios 53 y 54.
54
Cfr. Tribunal Superior de Córdoba, causa “González, Carlos G.”, del 25/8/2006, LLC, 2006
1163; la cita ha sido tomada de Javier Esteban DE LA FUENTE, op. cit., p. 143, sumario 56.
55
Cfr. Superior Tribunal de Entre Ríos, Sala I en lo Penal, causa “M., C.M.” del 1/7/1980 LL on
line; la cita ha sido tomada de Javier Esteban DE LA FUENTE, op. cit., p. 143, sumario 58.
Del repaso efectuado surge con claridad que el disparo
de armas se encuentra autónomamente penado y según la doctrina y la
jurisprudencia citada, persigue castigar tentativas de homicidio o
lesiones de otra manera impunes; además, constituye una agravante de
las lesiones leves.
Por lo tanto, si nos ubicamos en la cadena del iter
criminis simplificadamente tendremos los siguientes pasos: si el autor
dispara, no lesiona a la víctima y no puede establecerse su intención
lesiva u homicida se aplica el abuso de armas de fuego (art. 104,
primer párrafo, CP): si la lesión es leve, también estaremos en
presencia de un abuso de armas (art. 104, segundo párrafo, CP); pero
si la lesión es grave, gravísima o se produce la muerte, los tipos
respectivos subsumen el abuso de armas (arts. 90, 91 o 79, CP), según
lo ha dicho la jurisprudencia. Inversamente, si el autor emprende un
homicidio u otro ataque a la salud con el empleo de un arma de fuego,
su desistimiento puede dejar subsistente el tipo del art. 104, CP.
Como puede apreciarse, el legislador previó el uso del
arma de fuego justamente para no dejar impunes determinadas
conductas con respecto a las cuales no puede establecerse
inequívocamente la intención homicida o lesiva, o para castigar
desistimientos de tentativas que de otra manera quedarían impunes. Si
la inconsecuencia no se presupone en el legislador, adagio repetido
por los formalistas y muchas veces por la misma Corte Suprema, y la
agravante del art. 41 bis no se aplica al abuso de armas de fuego
(primer escalón de la protección física de las personas) no puede
aplicarse a los siguientes estadios, pues el legislador debió agravar
todas las formas de ataque al bien jurídico. De allí que si la agravante
no se aplica al art. 104, CP, mal puede pretenderse su empleo con
respecto a los delitos que absorben esa conducta.
Por lo tanto, y más allá de la inutilidad de esta figura,
mientras exista el abuso de armas en nuestro CP debe tener alguna
Sin perjuicio de ello, no hemos referido a la cuestión en
el precedente “Giménez”56, entre otros.
En los puntos “b” y “c” de la sentencia citada,
resumimos la polémica generada la constitucionalidad de la
reincidencia, discusión que excede el marco de los tribunales y la
academia, y que, al menos en el plano judicial, se encuentra hoy
provisoriamente saldada por diversas sentencias de la Corte Suprema,
a las cuales nos remitimos.
En efecto, la jurisprudencia enumerada aquéllos párrafos
muestra que la Corte ha mantenido desde 1986 hasta mayo de 2014
una línea constante, en donde se ha pronunciado por la
constitucionalidad de la reincidencia, rechazando que afecte el
principio de culpabilidad, el ne bis in ídem y la igualdad ante la ley.
En esos precedentes también se ha referido al art. 14, CP, en tanto
impide la concesión de la libertad condicional (casos “Valdez”,
“L’Éveque” y “Arévalo”).
Frente a ello, restaba por decidir el carácter que reviste
esa jurisprudencia, esto es, si ella es obligatoria para los tribunales de
las otras instancias.
También este tema ha sido vastamente discutido y la
misma Corte registra sentencias referidas al punto que no establecen
un criterio absoluto.57 Se trata de establecer el efecto vinculante,
horizontal y vertical, de los precedentes de la CSJN, esto es, la regla
conocida en el common law mediante la expresión latina stare decisis
et quieta non movere o stare decisis.58 En este sentido, el art. 19, ley
24.463, establecía que las causas por reajustes jubilatorios podían
arribar a la Corte por recurso ordinario de apelación y que los fallos
56
Sentencia del 10.07.15, registro n° 238/15, Sala II, jueces García, Sarrabayrouse y Días.
57
Cfr. SAGÜES, Néstor, Eficacia vinculante o no vinculante de la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, El Derecho, t. 93, ps. 891 y sigs.; más recientemente,
Compendio de Derecho procesal constitucional, Astrea, Buenos Aires, 2009, ps. 74 y sigs.;
también véase el voto del juez Jantus en la causa “Olea”.
58
Cfr. al respecto, GARAY, Alberto F., La doctrina del precedente en la Corte Suprema, Abeledo
– Perrot, Buenos Aires, 2013, ps. 16 y sigs.
59
Cfr. GARAY, Alberto F., La doctrina del precedente en la Corte Suprema, op. cit., ps. 226 y
sigs.
60
Cfr. MAIER, Julio B. J., op. cit., ps. 640 – 647, en particular, ps. 644 y sigs. Con anterioridad al
fallo “Arévalo” de la CSJN, resolvimos esta cuestión en los casos “Sandoval” del 15.11.2004 y
“Miranda Díaz” del 27.08.2013 como integrantes del Tribunal de Juicio en lo Criminal del Distrito
Judicial Norte, provincia de Tierra del Fuego. En el último caso mencionado, adherimos a una
posición diferente a la sustentada por la Corte Suprema.
Al respecto, cabe recordar que según la jurisprudencia de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la declaración de
inconstitucionalidad constituye un acto de suma gravedad
institucional, toda vez que las leyes dictadas de acuerdo con los
mecanismos previstos por la Constitución Nacional gozan de una
presunción de legitimidad que opera plenamente y que obliga a
ejercer dicha atribución únicamente cuando la repugnancia de la
norma con la cláusula constitucional sea manifiesta, clara e indudable
(Fallos 226:688, 242:73, 300:241, entre otros).
En el caso particular, debe tenerse en cuenta que la
defensa no ha alegado en qué sentido y con qué alcance las reglas en
juego resultan contrarias al texto de la Constitución Nacional o a los
tratados internacionales con esa jerarquía (art. 75, inc. 22, idem) y de
qué manera su aplicación concreta afecta a Gómez.
Al igual que lo resolvió el colega Jantus en el reciente
fallo “Ruiz”,61 “…la defensa se ha limitado a señalar que la
aplicación de esa norma generaría una afectación a diferentes
garantías constitucionales como las de dignidad humana y
proporcionalidad, además de que tornaría a la pena como inhumana
y degradante, pero no se ha hecho cargo de explicar que la
aplicación del art. 12 del Código Penal, en el caso concreto y con
relación a la situación particular del imputado, provoque un
gravamen actual que irremediablemente exija el tratamiento de la
cuestión en esta instancia… no se ha mencionado más allá de hacerse
una referencia general a principios, de qué manera la aplicación al
caso puede afectar algún derecho en concreto del imputado”
Asimismo, la defensa no ha demostrado ni tampoco se
advierte de qué forma lo dispuesto en el artículo 12, CP, puede afectar
el principio de resocialización fin último de la pena conforme lo
61
Sentencia del 13.11.15, registro n° 654/15, Sala III, jueces Jantus, Mahiques y Días.
crítica que se dirige al fallo no logra conmover los sólidos argumentos
que se derivan de las declaraciones de los testigos Samaniego y Ortiz.
c) En cuanto a la calificación legal de tentativa de
homicidio escogida para subsumir el hecho cometido en perjuicio de
Orlando L. Romero, también voy a coincidir con el colega
Sarrabayrouse, en tanto el tribunal de grado valoró adecuadamente el
dolo homicida en el accionar que se le reprocha a Gómez.
d) Otro tanto cabe decir respecto del empleo del
agravante con alevosía, que fue bien empleada en lo que hace al hecho
que afectó a Reynaldo E. Samaniego.
e) En cuanto a la calificación de homicidio en perjuicio
de Villalba, también habré de coincidir con el colega.
La defensa no logra rebatir los sólidos argumentos del
tribunal donde, las conclusiones que surgen de la autopsia realizada,
descartan la versión de descargo.
f) En lo que no habré de coincidir es en la exclusión de la
agravante prevista en el art. 41 bis del CP, por los fundamentos que
expuse al votar en los autos “Espínola Cañete” invocado por el
colega, a cuyos fundamentos habré de remitirme en razón de la
brevedad.
Sucintamente, tras descartar en aquella oportunidad una
posible vulneración al principio de congruencia, sostuve que tampoco
se verificaba una afectación a la prohibición de doble valoración, pues
la propia redacción de la agravante indica que será de aplicación sólo
respecto de aquellos tipos penales que no la tengan prevista, y el
delito de homicidio simple (art. 79, CP) no hace referencia a ese
medio comisivo, ni tampoco en las agravantes del art. 80, CP, por lo
que su aplicación, en el caso, es correcta sin afectar la garantía en
cuestión.
Sentado ello, y en relación con el agravio vinculado a la
mensuración de la pena, advierto que el quantum de veintitres años y
62
Cfr. Ley nº 25.297, sancionada el 9/8/2000 y publicada el 22/9/2000, que incorporó como nuevo
artículo el 41 bis del Código Penal. Su gestación puede ser consultada en Antecedentes
parlamentarios, La Ley 2001A, p. 164 y ss.
Ante mí:
Paula Gorsd
Secretaria de Cámara