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Lector 2: ¿No es acaso nuestra vida diaria, un viacrucis? Este ejercicio no nos
conduce solo a la compasión, a la participación del sufrimiento de Cristo y de
María. Caminando por el camino de la cruz, llegarnos al jubiló desconcertante y
magnífico de la resurrección, columna de nuestra fe, nosotros no creemos en
fábulas, nuestra fe se apoya en un acontecimiento palpitante de amor, pleno de
realidad y de verdad; la resurrección de Cristo.
Pueblo. ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de tu
afligidisima madre la virgen María!
Pilato: (llamando a Jesús con la mano da 2 pasos y lo detiene). ¡Así que tú eres
Jesús, el famoso y gran Jesús! ; (Dirigiéndose a los judíos) ¿Por qué me han
traído a este hombre?
Pilato: ¿Con que motivo? ¡No tengo un crimen, esta indefenso porque os
molestar tanto, no es más que un necio que se cree importante pero para
satisfacerlos que lo azoten.
Pilato: Me han traído a este hombre alegando que alborota el pueblo, pero yo
lo he interrogado delante de ustedes y no encuentro ningún delito en él, ¡Aquí
está el hombre!
Sacerdotes, saduceo y fariseo: ¡Crucificado! ¡Crucificado!
Mujeres del pueblo: ¡Sálvalo, libéralo, es inocente!
Pilato: ¿No basta con esto? ¡Mírenlo!
Caifás: Crucifícalo...
Sacerdotes, saduceo y fariseo: ¡Crucificado!, ¡Crucificado!
Mujeres del pueblo: ¡Sálvalo, libéralo, es inocente!
Pilato: (Alza las manos para callarlos); pues llévenselo y crucifíquenlo, por qué
yo no encuentro ningún delito en él.
Caifás: Nosotros tenemos una ley y según la ley debe morir por qué se cree
ser hijo de Dios.
Jesús: No tuvieras poder sobre mí, si no lo vieras recibido desde lo alto; por
esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.
Pilato: Traedme agua (entra el centurión con agua, una jarra y una toalla, y
mientras se lava las manos dice) "inocente soy yo de la sangre de este justo, allá
ustedes".
Lector 2: ¡Jesús, que esté exceso de amor, baste para hacernos aborrecer tantos
deslices de nuestra lengua!, ¡Si señor, detestamos todos nuestros pecados y
lloramos amargamente!, Señor que al recordar la condena injusta que sufriste nos
cuides de no condenar a los demás.
Segunda estación
(Jesús con la cruz a cuestas)
Lector 1: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 2: En esta segunda estación, contemplamos como cargan sobre la espalda
herida del señor, el pesadísimo madero de la cruz.
Pueblo: ¡Bendito y alabado seas por siempre tan gran señor y los Dolores de tu
afligidisima madre la virgen María!
Lector 2: Jesús tenía poder para quitarse ese cuel instrumento de dolor y
humillación, pero no lo hizo por obedecer al padre que le había encomendado
llevar a cabo la salvación de la humanidad por ese camino, apareciendo como
hombre, se humilló así mismo, obedeciendo hasta la muerte en la cruz. A nosotros
Jesús y no a ti, se debe esa pesada cruz, ¡Oh pesadísimo madero de la cruz, que
fuistes fabricado por tantos y grandes pecados nuestros!
Lector 1: También nosotros recibimos todos los días una cruz que debemos
llevar y nuestra cruz no es de madera, sino de pequeñas cosas que forman nuestros
días, sufrimientos, nerviosismos, etc.
Lector 2: Señor, concédenos ser dignos de ti, aceptar nuestra cruz de cada día
con amor.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de tu
afligidisima madre la virgen María!
Cuarta estación
(Jesús encuentra a su santísima madre)
Lector 1: Te adoramos oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 2: En esta cuarta estación, contemplamos el encuentro de Jesús con su
madre en el camino al calvario.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de tu
afligidisima madre la virgen María!
Dolorosa o María: ¿Pero eres tú mi Jesús?, ¿Eres por ventura el niño que
yo he criado tan regaladamente a quien e acariciado siempre con tan tierno y
delicado amor?
Jesús: ¿Que te hizo pecador mi pobre y torturada madre?, ¡Deja ya el pecado,
que ha sido, la única causa de tantas penas sobre tu corazón y sobre el mío!
Lector 1: ¡Oh divino hijo de María!, ¡Oh santísima madre de Jesús!, Míranos
aquí humillados y arrepentidos., Hoy confesamos que somos los traidores que con
nuestros pecados, forjamos el cuchillo de dolor que hoy traspasa sus corazones
heridos.
Lector 1: Señor, que nosotros seamos para quienes nos rodean una presencia de
paz y testimonio que aliente a seguir caminando.
Pueblo: ¡Bendito y alabado seas por siempre tan gran señor y los Dolores de tu
afligidisima madre la virgen María.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los dolores dé tu
afligidisima madre la virgen María!
Mujeres del pueblo: ¡Cómo nos duele señor, en carne viva, mirar tu rostro
ensangrentado tan sucio de escupitajos y de polvo!
Lector 2: Jesús sangra por todas partes, una mujer de entre el pueblo sale y
limpia su rostro, es una mujer valiente que afronta la situación. Cueste lo que
cueste, la Verónica se acerca a Jesús y le enjuga el rostro ensangrentado, como el
lienzo.
(La Verónica lleva un vaso de agua en la mano, cuando llega adonde está Jesús lo
deja en el piso y dice)
(Después de que termina de hablar le quiere dar de tomar agua y llegan los
soldados a quitarle el vaso con una patada y la retiran a Verónica)
Canto….
Séptima estación
(Jesús cae por segunda vez)
Lector 1: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 2: Jesús, agotadas todas sus fuerzas cae al suelo por segunda vez y queda
bajo la cruz.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 2: Jesús callo por segunda vez, eran nuestros sufrimientos los que llevaba,
nuestros dolores los que le pesaban, ha sido traspasado por nuestros pecados,
desecho por nuestras inquietudes. Si Jesús cae por segunda vez, es por qué
volveremos a pecar, a hacer más pesada esa cruz. Cada vez que cristo cae
mezclando su sangre y su dolor con el polvo, enlodando sus manos y cara divina,
sintámonos responsables por qué nuestros pecados son la verdad causada de este.
Octava estación
(Jesús consuela a las mujeres del Jerusalén)
Lector 1: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 2: En el paso del viacrucis, contemplamos como seguían a Jesús una gran
multitud del pueblo y de mujeres que se golpean el pecho y lloran por él.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Jesús: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, más bien lloren por ustedes y por
sus hijos, por qué llegarán días en que se dirá "dichosas las estériles, dichosas
las entrañas que no concibieron, ni los pechos que no amamantaron y se
pondrán a decir a los montes caigan sobre nosotras, y a las colinas cúbranos,
por qué si del leño verde se hace esto, del seco ¿Que no se hará?
Novena estación
(Jesús cae por tercera vez)
Lector 1: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 2: Jesús desfallecido, cae por tercera vez al suelo ante el pecado tremendo
de la cruz.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 2: El viaje más largo del hombre es dentro de su propio Corazón, hasta
descubrir las raíces de su orgullo. El esfuerzo supremo consiste en cortar el árbol
de nuestra propia maldad.
Décima estación
(Jesús es despojado de sus vestiduras)
Lector 1: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
Pueblo: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo y a mi pecador.
Lector 1: Jesús llega cansado y desgarrado hacia la cima del calvario y es
despojado de sus vestiduras.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 2: ¿No se despoja a los niños del vientre de su madre, mediante ese
crimen del aborto que hoy, por desgracia y vergüenza de la humanidad tienden a
realizarse. Y ¿No es acaso a Cristo a quien despojamos de las vestiduras, con
nuestras palabras mordaces y nuestras obras perversas?
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 2: El centurión romano da una orden, dos soldados se acercan a Jesús y lo
colocan sobre la cruz y clavan las manos y los pies de nuestro amado redentor. La
sangre en gotas, como hilillos rojos cae lentas mojando el suelo del calvario.
Saduceo: ¿Dónde está tu dios padre?, ¿Dónde están esos legados de ángel
para venir a salvarte?, ¡Eres un falso profeta, debes morir!
Fariseo: ¡Si eres el elegido, hijo de Dios, rey de Israel, baja ahora de la cruz y
creeremos en ti!
Lector 2: Señor perdónanos por qué con mucha frecuencia hemos olvidado a
tantos hermanos nuestros pendientes de la cruz de miseria, de la cruz de la
ignorancia, de la cruz de la injusticia.
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 1: Desde casi veinte siglos, los labios de Cristo dejaron caer, desde el
púlpito de la cruz, las últimas 7 palabras, el sermón más sublime de toda la historia.
Y el eco de las palabras lejos de apagarse ha ido creciendo a través de los siglos.
Más veinte siglos no han podido agotar su profundidad inseparable, su amor
indefinido y su misericordia infinita.
Lector 2: Desde lo alto de la cruz, cristo pide perdón, para ti, para mí, para todos
los hombres de todos los tiempos.
Lector 2: En este momento sublime, cristo proclama que ante todos los siglos,
que María la madre de dios es dichosamente madre espiritual nuestra, madre en el
orden de la gracia. Juan representa entonces a todos los hombres y mujeres, sobre
todos los que nos unimos a Cristo por la fe; desde aquel momento ya no estamos
solos ni abandonados, ni huérfanos, María es nuestra madre.
Lector 1: Las tres primeras palabras de Jesús en la cruz fueron dirigidas a los tres
grandes amores predilectos de dios, los enemigos, los pecadores y los santos. La
cuarta y la quinta palabra simbolizan los sufrimientos de dios abandonados por el
hombre.
Jesús: Eloi, Eloi, Samma Sabactani., ¡Dios mío, dios mío! ¿Por qué me has
abandonado?
Pueblo: ¡Bendito y alabado sea por siempre tan gran señor y los Dolores de su
afligidisima madre la virgen María!
Lector 1: Los soldados quiebran las piernas de los ladrones y después uno de los
soldados con una lanza traspasa el costado divino de Jesús ya muerto y al instante
sale agua y sangra de la herida.
Lector 1: María recibe en sus brazos a Jesús, María sufre por la muerte de su hijo
y por otra parte se alegra por qué la muerte de su hijo da vida a la nueva
humanidad, a la humanidad redimida. El hijo inocente muere para dar vida y salva
al hijo que estaba perdido. Cristo nos salva muriendo por nosotros, María acepta el
dolor de recibir muerto a su hijo. Y es su hijo nacemos o volvemos a vivir todos
nosotros.
Canto...
(En este momento los hombres del pueblo y las mujeres retiran el cuerpo de los
brazos de María y las mujeres retiran el cuerpo de los brazos de María y lo
envuelven en una sábana y lo cargan hacia el sepulcro).
Oración comunitaria
Lector 1: Hermanos, hemos visto cuánto hizo dios por nosotros. Acerquemos,
pues, a él con toda confianza, pidiéndole sinceramente perdón por todos los
pecados que hayamos cometido y renovándole la entrega total de nuestra vida. Él
nos amó y entrego su vida por nosotros; también nosotros, de ahora en adelante,
tratemos de amarle sobre todas las cosas y de vivir conducidos por su mismo
espíritu.