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2) Ella vivía en un sueño, la vida con la que soñaba era muy diferente a su realidad
llegando a un punto donde su mayor sueño era casarse con Marcos el hombre que
amaba, siendo que este había muerto hacia un tiempo atrás. Los habitantes de Santa
María no querían ayudarla a salir de esa vida, Moncha estaba condenada a vivir algo
irreal, al contrario, eran cómplices de su locura a tal punto de fingir varias veces una
boda donde ella se casaba con un supuesto Marcos. En algunas ocasiones se llegó a
pensar que Moncha presentaba momento de lucidez, pero como su locura se había
apoderado de su vida, para ella era más fácil morir y dejar todo atrás, que seguir con su
vida y afrontar lo que sucedió.
Hubo poco, para unos y otros; en todo caso, vieron y se enteraron de mucho menos.
Vieron, simplemente.
5) Santa María de los Buenos Aires, lugar donde Onetti pasó parte de su vida; sin
embargo, la conformación geográfica parecería responder a ciertas características de
algunas ciudades de la costa del río Uruguay, y los rasgos particulares dibujarían a un
Montevideo evocado y recordado por el escritor.
7) Marcos había muerto. El difunto Marcos Bergner estaba muerto pero en el yate, del
difunto Padre Bergner, muerto pero despidiéndose sin fin en el Vaticano, en Roma, en
la carcomida iglesia de pueblo que serían capaces de soñar.
8) Ellos insistían, así como una vez Moncha regresó del falansterio, golpeó en Santa
María y se fue a Europa, ahora llegaba de Europa para bajar a la Capital y volver a
nosotros y estar, convivir en esta Santa María que, como alguno dijo, ya no es la de
antes.
Pero en realidad, estaba allí y la casa era como suya. Si andaba y curioseaba y revolvía.
Ellos dos la querian siempre, por qué no robó veneno, que de ninguna manera hubiera
sido robar, y terminó más rápido y con menor desdicha.
9) Juan María Brausen, un redactor de cuarenta años de Buenos Aires, atraviesa una
crisis de la mediana edad mientras su esposa desde hace cinco años, Gertrudis, se debe
someter a una mastectomía. El viejo amigo de Brausen, Julio Stein, le dice que el jefe
de la agencia, MacLeod, está a punto de despedirlo.
10) Moncha Insaurralde se había encerrado en el sótano de su casa, con algunos — pero
no bastantes — seconales, con su traje de novia que podía servirle, en la placidez velada
del sol del otoño sanmariano como piel verdadera para envolver su cuerpo flaco, sus
huesos armónicos. Y se echó a morir, se aburrió de respirar.