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DEL JARDIN DE TIRSO

Glosas y aspectos de «La Gallega Mari-Hernández>

Reivindicado el puesto de honor que merece Tirso


de Molina entre las glorias inmarcesibles del Siglo de
Oro español - el único dramaturgo, según Menéndez
Pelayo (1) 1 digno de hombrearse con Lope - se re-
cuerda este año de gracia de 1948, al son transparente
de los claros clarines de la fama, al egregio y opulento
poeta mercedario que hace trescientos años moría
obscuramente en la santa paz del convento de Alma-
zán1 en la áspera y ascética meseta soriana, una tarde,
aun sin primicias primaverales, del mes de febrero
de 1643. .
Un parvo homenaje a su memoria son estos co-
mentarios a la obra de más fuerte ambiente gallego
entre las varias que escribió del llamado ciclo galaico-
-portugués.
Lusitano-galleguismo de Tirso
La vida de fray Gabriel Téllez ha estado envuelta,
hasta hace poco, en frondas de misterio, que van disi-
pándose por la paciente investigación de sus modernos
biógrafos.
Aún hoy no se sabe, aunque se colige .con indu-
ciones de casi evidente certeza, que Tirso estuviera en
Oalicia. La simple lectura de sus obras, en las que
abundan descripciones, rasgos y referencias que sólo

1
(1) "Tirso de Molina». Estudios de crítica literaria. Se-
gunda serie. l·
162 Rl!VISTA DI! OVIMARl!I
DEL JARDIN DE TIRSO 163
por directa observación podían ser captados, basta
como prueba decisiva de ello. ~alici~~ (!). El caso es que después de este hiatus
Men~ndez Pelayo (1) lo sugiere con toda eviden- b_1o¡raf1co apunta el galaico-lusitanismo de Tirso, ini-
cia, sin precisar la fecha del viaje. Aún más lejos cia o con "La Peña de Francia,, y seguido de "La
va la profesora norteamericana del Smith College de Gallega Mari-Mernández,,, 11 EI Vergonzoso en Palaclo11,
Northampton, Massachusetts, EE. UU. 1 Ruth J..ee Ke-
nedy, que estudia el teatro de Tirso de Malina, quien
nos aseguraba tener razones convincentes para afirmar
que el Mercedario había estado en Monterrey entre
los años 1618 y 1622 (~). Pero tales razones no las hay,
sino son las que se deducen por conclusión indirecta.
Existen errores de bulto y apreciaciones someras
del carácter gallego, que a veces son un tributo al
tópic@. Pero es natural que no limitase su fantasía,
ciñéndose con servil obediencia a la verosimilitud his-
tórica. En muchos casos ambientó sus obras con datos
librescos, aunque se haya negado, y en la misma Mari-
•Hernández lo hizo, pero el poeta· sabía tambien eva-
dirse. al vuelo de su traviesa imaginación, fuera de los
lindes de toda realidad.
;Admitida su estancia en Oalicia no es fácil, sin
embargo, precisar ni la fecha ni la duración.
Para Doña Blanca ·de los Ríos (ª) se llena el pa-
réntesis de los Protocolos de Toledo (11 de junio de
1607 a 13 de agosto de 1612) y la ausencia de Téllez,
por entonces del Libro de Visitas del Convento mer-
cedario de dicha ciudad, revisado por el P. Penedo,
en los años 1608, 1610 y 1612 (•) con su asistencia a
la Universidad de Salamanca, donde explicaba Teolo-
gía Moral su maestro Merino. De aquí a Oalicia pa-
saría, según la ilustre escritora, por motivos ,monásticos
o .. alargando sus excursiones hasta pasar la raya de TIRSO DI! MOL/NA
Portugal o adentrarse por los deleitosos campos de (Fray Oabrlel Téllez)

•~a Villana de la Sagra11, "La Santa Juana11,i 11Averl-


(i) Ob. cit. guelo Vargas 11 , 11 D0/ta Beatriz de Silva El
( 2) ' Así nos lo decía en correspondencia particular ; pero. la mddico11 u La R0 S t· . ", ,. amor
, profesora Whyte, también norteamericana, en quien fundaba su l ' . 111:era a an 1ago", "Escarmientos para
aserción por este párrafo de una carta suya : «sé que Tirso pasó un e cuerdo", .. s,emfre ayuda la verdad11 1 11Por el sótano
rato en Monterrey ; lo averigüé realizando yo misma una visita alli . Y el, torno 11 y se cierra con "Las Quinas de Portugal"
el iverano pasado», no podía haber descubierto en Verfn tal cosa. segun el orden , cronológico de Doña Blanca de lo~
. ( 3) Tirso de Molina, «Obras completas». Tomo l. Madrid
1946,ipágs. LXII y sgs.
m A. H. N. Legajo 343. 1
( ) Ob. cit,, pág. 1732~
1.1
J1~
164 Rl!VISTA oe OVIMARles DEL JARDIN DE TIRSO 165

Ríos (1). No obstante, algunos de los argumentos que Aun suena en los documentos el Posarlo dos Xu-
sirven de apoyo a la tesis de la eximia investigadora deus, en los límites de Verín y Monterrey y pervive
con relación a la época de la Mari-Hernández, no son hoy la tradición de que la casa vieja que se conserva
terminantes. El ruidoso proceso histórico de la expul- en Verín, frente al templo parroquial, era una sina-
sión de los moriscos no afectaba a Galicia. Es cierto goga (1).
que la comedia se representaba en poblaciones en Otra razón que alega Doña Blanca de los Ríos (2)
donde el problema existía y pudiera querer buscarse para sospechar que La Gallega Mari-Hernández fué
el efecto en el públko que comprendiese la alusión, escrita antes de 1621 se fundamenta en las alabanzas
pero es que en la época en que Tirso coloca la Mari- al Conde de Monterrey
•Hernández, produjo la expulsión de los judios, con
exactitud histórica impresionante la situación que re- MARIA - i Qué apacible !
trata la obra: 11Errantes y dispersos - dice Mur- OARCIA - i Qué llallo !
guía - (2) sin otros lazos que los que creaba entre MARIA - Es conde
ellos el mutuo peligro, vagaban los judíos gallegos11. OARCIA - Es Acebedo
(Acto 11, Ese. IV)
fueron acogidos en Portugal por sus hermanos de
raza, pero sólo constituyó una pausa breve en el ro- DO~A BEATRIZ- Sois, conde, al fin, Acebedo
sario de persecuciones que este pueblo viene sufriendo Con razón Fernando os fía
con terrible reiteración. "Perseguidos en la nueva el peso de su privanza.
patria- continúa- repasaron las fronteras y tornaron
a las antiguas moradas, hechos cristianos nuevos, pero (Acto 11, Ese. VI)
fieles a las creencias que tenían de sus padres. En su
mayoría escogieron para vivir las poblaciones fronteri- Cree ella que estos elogios no los hubiera hecho
zas, La Guardia, Tuy, Salvatierra, Monterrey, Ribadavia, Téllez a un apellido del Conde Duque, después de la
Orense, Monforte •.. ,, prisión de Osuna.
Las tierras de Monterrey albergaban numerosa Muy cierto que es aguda la observación, no sólo
población judia en los tiempos de Tirso y por tanto porque Olivares por el matrimonio de Don Enrique
ardía vivo el odio a la raza maldita, que la comedia de Guzmán, segundo Conde de Olivares, Contador
recoge con áspero realismo : Mayor de Castilla y Alcaide de los Alcázares de Se-
villa, con Doña María Pimentel de f onseca, hija de
OTERO - ¡ Ojalá que en este sierra I
hiciéramos otro tanto
de los judios que el santo
· ( 1) Hartzenbusch recalca tambien el odio al judio en Galicia:
reye de España destierra «en donde era proverbial la expresión al jadio que lo quemen, de-
(Acto I, Ese. VI) bla. creerse, en_ efecto que todo el que seguía aquella religión estaba
obl1gaclo ª. de¡~rse tostar ~n debida forma» («Teatro escogido de
OTERO - De la Santa esqulnación fray Gabriel Tellez, conocido por el nombre de El Maestro Tirso
huye esta canalla infiel de Malina». Tomo IV. Madrid 1839, pág. 225). A judios portu-
gueses alude el cantar recogido por nosotros en Monterrey, expo-
(id.) nente de este mismo irrefrenable odio :
CARRASCO - I Oh qué maldita cosecha ! ¡ Oh portugués mal cristiano,
(id.) criado na mala ley,
viches o teu pai asado
nas calles de Monterrei.
(1) Ob. cit., pág. CVIII.
(2) «Galicia». Barcelona 1888, págs. 465 y 466. (2) Ob. cit., pág. 1732.
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Don Jerónimo de Acebedo, Conde de Monterrey (1) con detención algún tiempo en el Convento de Verín (1)
llevaba este apellido, sino que además estaba casado a donde vendría, más que para excursionar desde Sala-
con Doña Inés de Zúñiga, hija del quinto Conde de manca - bastante distante para viajes de placer- de
Monterrey don. Oaspar de Acebedo. La fecha de 1621 paso para Portugal, como opinaba también el infati-
puede servir de límite post quern para la redacción de gable P. Guillermo Vázquez (2) o a descansar de' las
la obra, pero este argttmento no prueba nada para el ·
espacio de tiempo de 1612 a 1621.
El apellido Acebedo estaba ostensiblemente enal-
tecido con dos personajes que brillan con limpios
méritos en aquellos turbios años: Nos referimos a los
hermanos Don Oaspar de Acebedo y Don Baltasar de
Zúñiga; el primero Virrey de J\,1éjico y del Perú, que
murió en la miseria después de una vida ejemplar de
sacrificio y buen gobierno, y el otro el primer valido
de Felipe IV, hombre buenlsímo, como le llamó Mara-
ñón (2) y que mereció, igual que su hermano, justas
y unánimes alabanzas 'de contemporáneos e histo-
3
1 riadores ( ) •

. De sus grandes virtudes tenía que saber Tirso,


porqu~ en su tiempo vivieron, y a ellos aludía, de se-
guro, al reconocer en los Acebedos la más firme e
inmarcesible nobleza: la del corazón. V por lo menos Claustro del Con,ven.to Mercedario de Verfn (Oren,se), ret:ien,h/numte rest4IJl'adn.
hasta 1621 nada podía frenar este impulso laudatorio.
Hay sospechas de que Tirso anduvo hacia esta época hablillas cortesanas y envidiosos rivales, apartándose
por Oalicia y Doña Blanca de los Rios cree sea un del mundanal ruido, en donde no tiene asiento la
segundo viaje, pero las alusiones que en "La Mari- malicia
·Hernández,, concuerdan con esta fecha más moderna de envidias y traiciones,
se introdujeron, según ella, en una refundición pos- de lisonjas, engaños y ambiciones
terior (').
(Acto I, Ese. VII)
Resumiendo, resulta para nosotros ·evidente la es-
tada de Tirso .de Molina en Oalicia, en imprecisa fecha, como él mismo decía alabando esta tierra.
fruto de este viaje nació el ciclo galaico-portu-
gués, cuya obra cardinal, en lo que a Oalicia s~1refiere1
( 1) «Fragmentos históricos de la vida de Don Oaspar de
Guzmán, Conde de Olivares, etc,,., por don Juan Antonio de Vera
Y. figueroa. Semanario. Erud. ito de Antonio Valladares. Tomo 11. (1) El Convento habla bajado de su primitiva instalación en
Madrid 1787, págs. 156 y 157. Monterrey al priorato de Verín por acuerdo del Capitulo Provincial
de 1597 (B. N. Ms 2684). Allí quedaron sólo algunos frailes _t:?ar_a
(2) Oregorio Marañón, «Antonio Pérez>. Tomo 11. Madrid cumplir las mandas por los padres enterrados. En 1608 se dio h•
1947, pág. 226. , cencia al Comendador para trasladar la iglesia de la Magdalena a la
( 3) De ambos hemos hecho unas ligeras semblanzas de sus villa de Verín y lo mismo los huesos de los difuntos (B. N. Ms 2438),
vidas en «Varones ilustres de la comarca verinense>. Madrid 1946, En 1642 se desmanteló la iglesia y se trajeron las cenizas.
págs. 25 y sgts. (2) En nota que nos dirigió desde El ferrol, el 16 de enero
(•) Ob. cit. pág. 1853, de 1935.
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Rl!VfSTA DI! OVIMARAe&

1
es uLa Gallega Mari-Hernández,,, en la que, salvo como sucedió y sucederá siempre en los vaivenes ·
las cuatro escenas primeras del Acto I, desarrolladas · y vicisitudes de la política. V cuando
en Chaves 1 el resto se desenvuelve enteramente en
Oalicia. cansancios y pesadumbres
alientan la fuerza al suqño
Acción (Acto I, Ese. VIII)
i

Se inicia el argumento de "la Gallega Mari-Her- surge la protagonista, Mari-Hernández, que brinca en
nández11 con un hecho histórico de poco más de cien la agreste serranía del Larouco y encuentra al noble
años atrás: el abatimiento de la nobleza portuguesa en dormido. El Amor clava, al instante, s~s saetas. en el
el reinado de Juan II, como culminación de un pro- ingenuo corazón de la aldeana y se s?stiene el hilo de
ceso típico en el Renacimiento, que tiende a consolidar la narración con los celos de la arriscada gallega al
el poder real, sin escrúpulos morales, a costa de los descubrirle primerizos amores. . .,
nobles turbulentos. . y aquí es preciso declarar que Tirso conoc10 P?CO
Aquí aporta Tirso los datos librescos que le su- a la mujer gallega. El, que. fué el roeta de la Mu¡er,
ministran las historias sobre las posibles relaciones (con mayúscula como escribe Dona Blanca de los
entre Braganza y los Reyes Católicos; la exigencia del .Rios) (1), ,1en toda su realidad psico-física, en t?da su
monarca a que la 11nova fórmula de menagem que to- variedad opulenta,, no acertó a encarnar el tipo de
dos os representantes em cortes deverian Ier de joe- mujer gallega con imperiosa atrocción de la _verdad.
lhos ante a pessoa do rei,, (1), no excluyese a Braganza, Trazó una mujer a su manera y desde luego irreal Y
de ascendencia real : fantástica, como encarnación psicológica de_ la hemb:a
• de la región. Reconocemos su person~hdad ~e~1a,
Andaba el rey receloso vigorosa y encantadora, pero com_o ficción po~hca,
del Duque, porque al jurarle nunca como caracterización ctopéy1ca de ~as mu1eres
en las Cortes, cuando en Cintra de la raza (2). V en el juicio de las otras Tirso quemó
llevó Dios al rey su padre, 'incienso al más estúpido lugar común; en él me!1os
reparando en ceremonias, disculpable porque conoció el país. ~uando escribe,
por no usadas, excusables, por ejemplo, con su natural desparpajo:
quiso según las antiguas
hacerle el pleito homenaje. que son muchas gollerias 1

: (Acto I, Ese. 1) pedir doncellez gallega


1 1 1 (Acto II, Ese. I)
y sigue relatando la1muerte de Braganza1 ,el castigo de
Montemor y otros pormenores con todo rigor histó-
rico. Como consecuencia de esta persecución, la huida
de Don Alvaro de Ata y de - nombre que habia de (1) Ob. cit., pág. XLVI.
usar después ~alderón en uEl Alcalde de Zalamea11- (2) Es dificil ver en ella l~s harto se¡:uro~ ra~gos que,. l!ª~ª
primo de Montemor, acogiéndose a la emigración, nuestro gran Murgu!a, supo dibu1ar el poeta (cHtston!'- de Gal!Cla_ •
Tomo l. Coruña MCMI, pág. 250). Y e:rtraña tambten q~c _Dona
Emília Pardo Bazán afirme que a la mu1er gallega. «~escnb1óla a
maravilla ta musa del gran Tirso• («La Gallega»._ B1bhoteca de las.
Tradiciones populares españolas. To!llo IV. Sevilla 1881, pág. 164):
( 1) Newton de Macedo, «Historia de Portugal•. Tomo II. Resulta insólito que quienes muy bien conocían el pa1s hayan su
Porto 1936, págs. 48 y sigts. frido tal espejismo literario. 1 :
l
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1
que ya in'cl.ignó, y con, razón, a Hartzenbusch (l), nó lde Tirso, el cual, por le demás, redarguye contra sí
hace más que ser intérprete, en busca del asenso . con la propia Mari-Hernández. . ·
público, de una-vulgar opinión de desprecio a Oalicia, . · . La acción desarrollada COJ1 gracia artística de la
de que hay abundantes testimonios en la literatura ?J~Jor cepa, er.i versos llenos de brío y valentía, ter-
clásica y que expresa el refrán de uantes moro que gal- puna con el trmnfo de la gallega, consiguiendo que el
legon (!), como culminación de esta desdeñosa actitud. · Rey portugués le dé el título de condesa de Barcelos,
Galicia era un pais ignorado y lejano (3) del que para unirse, sin escrúpulos nobiliarios, a Don Alvaro de
· se podían decir las más absurdas patrañas con segura . Atayde. ,
patente de circulació~. Nada extraño, por otra parte,
cuando aun hoy son !frases. vulgares muchos dicterios Tiempo
contra los gallegos.
El desconocimiento es tal, que unos afios más Ya queda dicho que el argumento de 11La Gallega
tarde puede escribir una viajera -y para mayor sar• ' Mari-Hernández 11 comienza con un hecho histórico que
cas1:1? pone la opinión en boca de un gallego 11que · emplaza la acción por el año 1483.
Oahc1a es tan pobre y de escasa belleza que no permite No faltan anacronismos, que prueban que Tirso
alabanzas" (4). , .. . igual que Lop,e-:-- trabajaba de prisa y las pinceladas
No todo es, sin embargo, tan desapacible que no hbrescas eran rap1das y someras, para servir sólo al
haya excepciones honrosas, en la misma literatura de interés dramático del ,momento. •
la época. La Elvira de r1El mejor Alcalde, el Reyn y La expulsión de .los judíos no corresponde a la
los elogios que en esta obra, expresa Lope a la tierra · cronología del argumento, pues fueron arrojados de
y a los h?mbres (5) son una réplica a la desestimación España nueve años . después de la fecha en que sitúa
la acción de •La Gallega Mari-Hernández11. Tampoco
es cierta la existencia de guerra entre Portugal y Es-
( 1) «Cálumnia atroz, por más que esté expresada en buenos • paña (1) cuyas paces se firmaron en octubre de 1479 y
versos. En Oalicia hay tantas virtudes, a Jo menos, como en ca(la fueron confirmadas las avenencias anteriores en 1483
c~al de las otras provincias de España» (Teatro escogido •. Tomo IV, por gestiones de' Hernando de Talavera (2).
pag. 226). Importa, sin embargo, hacer constar que este concepto
depresivo de la mnjer gallega lo extendía Tirso a las demás, cuando Insistimos otra ve~ en lo ya expuesto : estos lapsus
. le ~enfa a cuento'. Valgan esta~ dos ocasiones a vía de ejemplo: no prueban más qQe la despreocupación de Tirso por
«Sets doncellas he forzado ¡ dichoso lbmarme puedo pues seis la estricta verdad histórica y afirman la libertad de la
he podido hallar - en este felice tiempo!,. («El condenado por de&• fantasía para crear sin servil adhesión a nada. No
confiado>, jornada primera). «Que hallar una mujer buena nunca
suele costar poco («La Peífa de Francia», Acto III, Ese. XVI). E.te , Pt:ede exigirse al poeta que viaje por inexorables ca-
concepto de Tirso sobre la mujer parece más producto del restnti· rriles, aunque no sea tan válido el mismo criterio
miento por su origen bastardo que creencia en lo del animal im- cuando de la personal observación se trata; y en esto
perfecto de los Santos Padres, como causa y raíz' del pecado. no le faltan fallos al eximio mercedario.
(2) Todavía, más fuerte es la expresión de «antes puto que
gallego» que recoje el I autor anónimo de «La vida de Estebaníllo . · Por otra parte, en fo _fundamental, la acción se
Oonzález». , ·encuadra con hechos 1 ~iertos, como la agitación nobi-
(3) Esta distancia e incomodidad de Oalicia encarecen los si•
guientes versos de Calderón: «Si vivir no quisiera sin injurias - en
Oalicia o Asturias antes que en esta corle• («La Dama Duende»
jornada I, ese. XI). 1 '
( 4) Condesa de Aulnoy: •Un viaje 'por España en 1679 ... · • ··. (1) «Como tien Castilla guerra - con Portugal tanto ha - los
Cap. VI. Ediciones La Nave. Madrid s. a. pág. 75. . fronterizos de acá - habitamos en la sierra» (Acto r, Ese. VI) y tam•
(•) «Pero en Oalicia, señores, - es la gente tan hidalga - que bi.en en Acto JI. Ese. vr.
sólo en servir al rico - el que es pobre no· 1e iguala» :- («El Mejor , (?) P. Mariana, cHistoria de España». Cap. XXIII. Libro
Alcalde, el Rey», Acto primero, Ese. VII). ' Vigésimocuarto. , '
1
REVISTA DE OUIMARAES 1
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1

liaria en Portugal; los incidentes de frontera, aun firma• Este, con el otro que entraba por Verín siguiendo la
das las paces· la participación del Conde de Monterrey _linea del Támega y empalmaba con la ruta de Puebla
en las batalla; contra Alfonso V; acudiendo a Zamora de Sanabria, eran dos de los que enlazaban el Norte
Don Sancho Sánchez de Ulloa con escuadrones galle- de Portugal con Compostela. . 1

gos, etc. Para localizar las primeras escenas de Oalicia existe


una descripción topográfica bastant~ expresiva:
Lugar
Es de Laroco esta empinada sierra
En nuestras peregrinaciones, rastreando las huellas y Limia este florido •
toponímicas de 11La Mari-Hernández 11 , para, a ser po- valle (que es guarnición de su vestido)
sible, conocer y ubicar s~ es~enario, hemos ?acado. 1~ por fértil estimado: '
conclusión cierta e indiscutible de que Tirso piso el de Laza, que yace a estotro lado,
también aquellos caminos que nosotros recorriamos ameno se avecina
con el alma prendida en su emocionado recuerdo. al val de Monterrey, con quien confina.
Algún error geográfico llama la atención, porque CillCO leguas de Chaves
el deslizarlo voluntariamente no hacía ganar nada al dista este monte.
desárrollo de la trama. (Acto 1, Ese, VII)
Die~ refiriéndose al Larouco:
Tres pueblos, antes de la jurisdicción de Monte-
Aquí el Támega baña rrey, - Cualedro, Pena verde y Valdriz- están situados
Apacible los pies de esta montaña de tal manera que avistan el Larouco y quedan sepa-
rados por las eminencias del Montouto, del Valle de
(Acto 1, Ese. VIII)
1Laza. De los tres,. el más próximo a la sierra, tal y
como parece deducirse del verso, es Cualedro. Situado
Sólo aludiendo a estribaciones que nada tienen en. la c~m?re de l~ divis~ria de l<;>s valles del Támega
que ver con esta sierra, puede justificarse el yerro. y La Limia es quien me1or conviene a la descripción
Pero las tierras que canta con ~an encendid<_> ~n- de Tirso. Hasta pudo en su viaje de ida o regreso a
tusiasmo los valles amenos y floridos de la Limia, Portugal seguir la ruta antes mencionada como impor-
Monterr~y y Laza, paraisos de Oalicia, la aspera sierra tante camino de peregrinación. Quizá también fué
del Larouco lomo empinado que pasa de los 1500 un lugar imaginario, sin precisión geográfica, aunque
metros! no hay duda q!-1~ }as tuvo, a~te s_u reti~a,, e ahora pretende ubicarlo la fantasía del glosador· sin
impresionaron su sensibihdad arttshca, imortaltzan- embargo se delinea el escenario con referencias' tan
dolas, en premio, por la magia de sus versos. exactas que hasta la distancia resulta cierta.
Casi puede recomponerse la acció1_1 con probable El tercer acto en Monterrey, está perfectamente
exactitud. Después de las cuatro primeras escenas adecuado. Asimismo se adapta a la realidad la men-
en casa 1 de Doña Beatriz, en la villa portuguesa de ción de la fortaleza de Portela, situada estratégica-
Chaves, huyen Don Alvaro y C:1,ldeira ~aci:1 la sierra . ' mente en términos de Lodosedo, en la Limia,
del Larouco. Es preciso advertir. que sigm<:,ndo este
recorrido hay un importante cammo que. fue ruta de que coronando la cima
peregrinación jacobea, siguiendo por Vdar· de Per- de aquel apacible monte
dices en donde se conservan restos de un hospital de entrambas rayas registra
peregrinos, a Cualedro, Sarreaus y de aquí a Vilar de
Barrio para unirse al viejo itinerario de la Albergueria. (Acto U, Ese, VI)
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Por la importancia de este castillo en la defensa y dilatado uso en la comarca, a pesar de haberlo dado
de la frontera portuguesa se obligó a los pecheros de_ por desaparecido (1}: , · ·
la comarca con servidumbres diversas, como la pro- \
visión de paja, leña, piedra o .madera para sus necesi- ' · L~s. gallegos al limpiallo
dades y las velas de la puerta en turnos de ocho días robustos juegan el mallo
cada' individuo (1). · y menosprecian el trillo·
Etnografia y Folklore 1
(~cto II, Ese. II)

La literatura clásica ha sabido reflejar de tal modo Y los vería Tir,so cómo retozaban en la boura ·(~),
el ambiente y .la época, que .la lectura de ese acervo con enconadas porflas y burlas para el vencido, cuando
glorioso es fuente inestimable de noticias etnográficas n? golpes y desc~labrad~ra~ al enredarse en 'agrias
y folklóricas y pintura atractiva de costumbres. Pero disputas. Y las mismas nvahdades en la cava o en la
quizá ninguno de nuestros escritores del Siglo de Oro hue~ra, en. la que Don Alvaro pretendía no dar a
aportó, como Tirso, un caudal tan inagotable de datos na~te ventaJa .. 1:odo _lo c~ptaba en sus ojos viajeros,
reales. Con exactfsima expresión dice Doña Blanca de • abierta su cunos1dad msac1able al medio circundante·
los Ríos (2) que 11los caracteres y el ambiente. en la y llevaba luego en el hatillo de camino el bagaje d~
obra del Mercenario son dos creaciones tan grandes sus recuerdos, para/ trasladar a las comedias con
que la suma de las dos constituye un cosmos porten- ironía aristofánica o con delicada y cordial delect~ción
toso". "Tirso cogió la vida a manos llenas y la metió la vida en su más plástica expresión. '
en el teatro n.
· En ,,La Mari-Hemández11 la naturaleza se presenta
con :ricos destellos realistas:· La sierra bravía tapizada
de nogales, encinas, castaños, carballos', juncias y toja- Presenció también, casi seguro, la ingrata labor
. les¡ los sotos umbrosos; los valles amenos con prados de carboneo que María propone a Don Alvaro de
y nabales por los que suspira Dominga ¡ el pan cen- A!ayde, co_mo debió ser testigo de una monteria des-
teno, la boroa, el millo, las celebradas truchas de sus . cnta en briosas y vivas escenas. .
ríos cristalinos ; los col~enares, cabras, vacoriños, ga- ' A lo que se ve, poco o nada variaron, de entonces ·
llinas y lechones, todo nuestro mu¡ido rural, entra en acá, estas cinegéticas correrías. Allí se acosa a la fiera
la escena con vigorosa evocación, al conjuro de los
versos rotundos.
* 1
• ( ) Va~efiano Villanueva, <Agricultura», en Geografía del
Y se recuerda también la malla, una de las más Re!no d~ Gahc1a. Tomo I. Barcelona s. a. pág. 125: •El antiguo
látigo trillador, que se usaba para esta faena en Galicia todavía en
viriles y típicas labores efectuada a la manera tradi- los primeros años de este siglo, ha desaparecido».
cional con el :látigo (mallo) que aun hoy tiene amplio 2
( ) Consiste la boura en la rivalidad entablada entre los dos
h~ndos que, mallan, P~:ª batir con más fuerte golpe. A los que
pierden les msultan d1c1endoles que leven a ovella ao prado, metá-
fora para lfamarles holgazanes. Es tal la pugna que a veces hacen
· apuestas entre dos pueblos cercanos para conseouir cada uno que
(1) Carta de hidalguía de los Dopazo, en mi Archivo par- el ruido de los látigos trilladores se oiga en el otr~. En otros luga•
ticular, res de Galicia _hay porfías que no difieren gran cosa de las que en
(2) <Tirso de Molina», Conferencia leida por su autora en -· la comarca vermense hemos prese.ncíado tantas veces. (Vid. <Prácti-
el Ateneo de Madrid, el dia 23 de abril de 1906. Madrid 1906, cas v costumbres», por Eugenio Carré Aldao Geografía del Reino
págs. 36 y 37. <le Galicía, Barcelona s. a, pág. 732. '
176 RevISTA 'DE'OVIMAR!Es DEL JARDIN DE TIRSO 177
1
con algarabía de gritos, hasta encerrarla en la hoya, teniendo uvas» dice el Bachiller Olea (1) que escribía ·
trampas a que aluden los documentos medievales con en el siglo XVI.
el nombre de fogios (foxos o Jossos) (1) ; cuál se des- Tirso no. deja tampoc? de registrar en las páginas
peña por escarpada hoz1 hostigada por trailla y caza- de la comedia la presencia del oso fiera ahora casi
dores; cuál muere a manos de los monteros. Ni más extinguida y que la literatura de aq~ella época men-
ni menos que lo que hoy se hace, aunque el uso del ciona en Galicia (2). ·
veneno vaya desplazando .la vieja costumbre. En el Acto II, Escena VII, nos relata que:
Al despuntar el 'día sale cada pueblo a cubrir su 1 '

puesto, portando un individuo la taloura, ástil enhiesto, Abrazado a una colmena


rematado en penacho de ramaje que tiene por objeto un oso que de su almíbar
acusar el lugar que cada vecindad ocupa y el avance enamorado, escaló
de la misma al acosar a las alimañas. la custodia de una encina
El monte se bate con estruendo de cuernos, latas se defiende de tres perros,
y calderos, empujando la fiera al foxo de amplios que por más que le persigan,
muros que cierran en ángulo 1 en cuyo vértice está un sin que el robo dulce suelte,
pozo disimulado con maleza. Así es el que aun hoy sus ardides desatina.
existe en Fumaces y de muy análoga manera se des-
criben otros de Galicia y Portugal (i), y así sería la De poco vale la heróica defensa del enjambre que
hoya que Tirso vió y de la que habla en La Mari- zumba y acomete al laprón con valiente y obstinado
-Hernandez. En ella cayeron, además de los lobos empeño, sino vengasen los monteros a las esforzadas
- dos de ellos como burros - abejas.
En Asturias, en donde el oso aun es el 11gran
Diez jabalís, seis venados, señor de las ?olemnidades desdeñosas y las hazañas
tres zorras y tres garduñas gallardas• repite las proezas de antaño en los bardales
intrincados d~ la serranía, como lo cuenta Cabal (3)
{Acto I, Ese. VI) con su prosa Jugosa y palpitante de musicalidad.
~n pleno monte de !érminos de Paradiña, por
, Especies todas ellas que existen en la fauna gallega Valdnz y R~bordondo, smo los osos, perviven las
aun hoy y que entonces abundaban, como es natural1 colmenas, alla por el lugar en que hemos ubicado
mucho más. aAy tantos osos e puercos bravos que estas escenas de ula Mart-Hernández,i.
de noche guardan las viñas porque no se las coman

1
( ) José Pilgue.ira Valverde, «El primer vocadulario gallego
López Ferre.iro, «fueros municipales de Santiago y de
( 1)
Y su _colector, el Bachi!ler Olea» (c 1536). Cuad. de Est. Gal!. VIII.
su tierra», Tomo l. Citado por Pablo Pérez Constanti, «Notas Santiago MCMXLVll, pags. 601 y 602.
viejas galicianas». Tomo l. Vigo, 1925, pág. 196. (2) «Tambien hay oso que en pié- acomete al cazador
con tan extraño furor - que muchas veces se ve - dar con el hom-
(Z) Antonio Fraguas, «El lobo en las tierras de Cotovad». bre en el suelo~. (Lope de Vega, «El mejor Alcalde, el Rey». Acto I,
Bol. Com. Mon. de Orense, tomo XV. fase. 111. Enero-Junio 1946; Ese. VI).
Carré Aldao, Ob. cit., pág. 794. Con curiosos detalles de varias Aun en 1825 Antonio Marquina, vecino de San Pedro de
épocas en Pérez Constanti, Ob. cit., págs. 193 y sigts. En Portu- la Torre (9rense) expone al Real Consejo los males que causaban la
gal puede verse el precioso trabajo de D. Alberto Vieira Braga, abundancia de lobos, osos, zorros y otros anima!es (P. Constanti,
«Curiosidades de Guimaraes. Montarias». («Rev. de Guimaries», Ob. cit., pág. 200). .
vol XL, n. os 3 y 4 y XLI, 1, 2, 3), que demuestra la analogía con
las cacerias gallegas.
e) «Las costumbres asturianas, su significación y sus oríge-
nes». Madrid 1931, págs. 394 y 395,
178 Rf:VISTA ·DE OUIMARAEs DEL JARDIN DE TIRSO
1

. 179
, . ,1 I
¡1 ' Vo~ si me', havés de I leva~; mancebo,'
* I ay! nqn me av~des de pedir celos.
1 '

'· · Costumbre muy extendida antes (t) y que noso- fl_um galan r trage da cinta na gorra;
'.tros hemos visto muchas veces, es la lucha (loita) que diz que lla deu la sua señora.
como juego se entabla entre Benito y Otero. Herencia,
según Murguía, (!) de los pueblos célticos y de cuyas Qaérole bem d lo fillo do crego ·
prácticas gimnásticas, referidas a los lusitanos, dice quér~le bem por lo bem que le quera.
Strabón (3) que servían para ejercitarse en el pugilato, i Ay miiül' mal! passaime no rlo ·
la carrera, las escaramuzas y las batallas campales. que se levan as agoas os lirios. '
* Assentefme em hum f ormlguetro; ·
docho a o demo lo assentadeiro.
Otro aspecto interesante es la fiesta con que se
celebra el cumpleaños de Maria. Aprovecha Tirso H~rtzenbusch (1) advirtió que el 'gallego de esta
, estas escenas para añadir con brochazos folklóricos, comedia er~ un chapurrado para hacer reir· lo que
· sabor netamente gallego a la ·obra. Estos pueblos, puede s~r cierto para el_ del diálogo del m Acto, por-
como los que vió el viajero italiano' Quirini, son pró- que aqm lo que se advierte son voluminosas erratas
digos en los días de gran fiesta, aunque vivan preca• probablemente ·aumei;itadas con la, reimpresipn 1i a 1~
riamente el resto del año. V cuando el anfitrión es castellana, del recopilador. , , • '
rico hacendado y corre el vino de balde y se calientan D. Antonio de la Iglesia' ( ) la rectificó así:
2
los cascos, babia de surgir el cantar picante y desca-
rado en boca de una. mozuela, como aquellas mujeres Cando o crego andaba no forno
alegres de que habla el Arcipreste, que de amor se Ardera-lle o 1bonet,tiio e todo.
repuntan. - ·
La cantiga, con ritmo de gaita gallega al son de Vos se me habés de levar 'mancebo •
la cual bailan los serranos, es de origen popular y en i Ai ! non me habedes de pedir zelo;.
ella sale a relucir el cura, motivo tan repetido en el
cancionero y la paremiología de la. región y que su• U1; galan troy unha cinta na gorra;
pone un acierto de Tirso para rec·oger tema típico y Dtz-que lla deu. a sua señora. .
l
regocijante a la vez.
La cantiga, tal y como la transcribe Hartzen• Quérolle bém á o filio do crego 1·
busch (') dice así : ' Quérolle bém poi-o bém que u, quero.
i Al :miña mal! pasaime no río·
· Cando' o crego andaba no forno Que se levan as dgoas os ,lirios:
ardéra lo bonetiño e toado. ·
Asenteime n'un formigaeiro •' ·
Dóuchov'ó démo o assentad;iro.
(l)Carré Aldao, Ob. cit., pág. 713. 1

Ob. cit., Tomo I, pág. 265.


( 2)
1
(3). lll,3,7, ( )Ob. cit., pág. 226.
(1) Acto 11, Ese. IV. Cítamos siempre por la edición de Har- • e ( ) _ «El
3
Idioma '.gallego. Su antigüedad
La oruna 18l:!6, pág. 144 y 145,
y vida».
:
Tomo m.
tzenbusch que figura en la nota (1) de pág. 165,
1
180 REVISTA DI:! OVIMAR1ES DEL JARDIN DE TIRSO 181

De v1e1a tradición es el ritmo de gaita gallega, mundo desconocido y vagoroso en que se vislumbra
dactílico o anapéstico, propio para ser cantado y bai• la fantasía céltica.
lado y que aparece en las Cantigas de Alfonso el Sabio
y en el Cancionero de la Vaticana. Ritmo de muñeira *
o agallegado, como despectivamente. ha querido lla- Y en este afán del Mercedario de escanciar la vida
mársele (1), en versos endecasílabos o de otros metros, en el teatro, infundiéndole calor de humanidad con
pero siempre armónicos y encantadores en su campe- personajes de carne y hueso, que rien, lloran, picar-
sina musicalidad. dean o r~tozan en la sa!sa de su real y verdadera parla,
De aquí que Tirso haya. querido incorporar a h~y copia en ~us págmas de romances, proverbios,
su obra 11algunos elementos del lirismo tradicional dichos, sentencias, refranes y modismos con que el
gallego" (2) que no son otros que esta cantiga de mal pueblo se' expresa.
decir en seis pareados paralelisticos que .se utilizaron En lo que a «la Oallega Mari-fferndndez,, se re-
en la lírica medioeval galaico portuguesa y después en fiere, se espigan lo mismo romances, como aquel muy
los poetas cortesanos del XIV y del XV y que a nLa bello por cierto que empieza: i
Mari-Hernández11 fué llevada por Tirso como un enlace
con la más antigua tradición lírica¡ hispano-portuguesa. · Mal segura zagaleja
la de los lindos ojuelos
* (Acto 11, Esc1• X)
Y como no podía ser met'los, hay alusión a las que refranes o frases muy conocidas aun hoy, (quien
brujas en una tierra que: escucha su mal oye, un pan tomo unas nueces, llególes
su San Martln, la soga tras el caldero, etc.) u otras
es tan fértil en dar brujas que no lo son tanto. Así : 1

como nabos. !
entrando que parecía ,
Tambien Lope (3) alude a las mismas creencias la gata de Mari-Ramos
gallegas y a un aquelarre, al hablar de Fileno, el gaitero,
quien (Acto III, Ese. I)
toca de noche a l~ brujas
que andan por esos barbechos Con la. frase ala gata d~ Juan Ramos o de Mari-
y una noche le llevaron, •Ramos11 11 se zahiere y nota a alguno de que disimula-
de donde trujo el asiento damente y con melindre, pretende alguna cosa dando
como ruedas de salmón. a ;ntender con humildad afectada que no la quiere" (1).
Tellez, maestro en el bien decir, define con dos trazos
Téllez no quiso omitir en esta obra, que aspiraba una situación o un carácter.
a perfilarse con perspectiva y ambiente regional, una Otras expresiones son hoy de más díficil interpre-
creencia que flota en la atmósfera de Oalicia, viva e tación. Tal ocurre con la frase
J
1
inquietante siempre, porque es expresión de un tras-
¿ Pasaste la eruz del Ferro?
(Acto II, Ese. I)
(1) Cit. por P. José Mouriño: La literatura medioeval en Oa-
Iicia. Madrid, 1929. · 1
1
(?) Menéndez Ptlayo, «Estudios y crítica literaria•, Tomo 11, ( ) «Diccionario de la Lengua Castellana», compuesto por la
pág. 152, R~al Academia Española, Segunda edición, Madrid, MDCCLXXXUl,
(3) «El mejor Alcalde, el Rey.. Ese. XU, Acto m. ~¡.5~ 1
; i ¡'

182 Rl!VlSTA 'D!! OVIMARIEs


1
DEL JMDIN DE TffiSO 183
1 1
en el diálogo con gracejo donaire y a veces chocarre- que haya otra en todo el teatro español tan genial y
rías, entre Caldeira y Dominga, que se refiere posi- de tanta transparencia artística, tan arrogante y que
blemente a si ya podía considerarse ésta capaz de tanto interés nos inspire11.
tener 1novio. En los límites 1 entre Oalicia y Castilla El juicio es quizá hiperbólico, perd lo que sí puede
existía una cruz de hierro en 14 que los segadores decirse es que el genio de Tirso no abatió su vuelo
gallegos dejaban sus· harapo~ (1).' El que servía para aquilino al escribir esta deliciosa comedia que le ins-
ir a Castilla era considerado como hombre entero y piró su viaje a Oalicia y Portugal. ,
cabal. Algo así como 'un rito, de iniciación o entrada
en la juventud que ex,istió en 'todos los pueblos natu-
rales, con ,raigambre en fa prehistonia. No otra cosa JESUS TABOADA. ,
sucede en las comarcas ganaderas 11al' acoger los chicos
que pueden cuidar el rebaño, que es1el primer escalón
para subir a la mocedad11 (~).
En muchos lugares de la provincia de Orense aun '•, ..... ,
la aptitud para la emigración es el espaldarazo que da
categoría viril al adolescente. En Entrimo llaman des-
pectivamente mantán al incapaz de ganarse la vida en
Castilla; y en Laza es el vestirse de cigarrón lo que da
patente mocedad.
Pero impensadamente se va dilatando esto que
quiso ser breve comentario a una obra de Tirso, no
todo lo conocida y apreciada que se merece, a pesar
del juicio laudatorio de su biógrafo Muñoz Peña para
quien uLa Oallega Mari-ffernández.11 no es . sólo la
mej:or, de las creaciones de Tirso, sino que dudamos

1
(1) La cruz de Ferro se hallaba situada en el ¡1herto de Fon-
cebadón y al pié de ella arrojaban los segadores que por primera
vez hadan el viaje a Castilla, una piedra a un montón grande que
allí había. De vuelta, si habían salido libres de latrocinios y ultra-
jes, dejaban sus hoces como ex-voto en el santuario de Nuestra
Señora de las Angustias. (Vid. sobre la Cruz de Ferro : José Fer-
nández Prado, «Dios salve a Galícia», Vigo 1862, 32 p. 4. 0 ¡
Marcelo Macias, «El Obispado de Astorga a principios del s. XIX>,
Orense 1928, pág. 67 y nota 6.ª pág. 116; Enrique Gil, «El sega-
dor», en «Los Españoles pintados por si mismos11, págs. 211-213,
citado por J. Caro Baroja, «Los pueblos de España>, pág. 333.
La frase «pasaste la cruz de ferro> debía emplearse en sentido
metafórico para indicar lá pérdida de la virginidad. Así parece
erse en el verso de Tirso y en «La vida de Estebanillo !,
G ), Cap. primero.
Agradezco al erudito investigador Sr. Bouza-Brey la biblio•
grafía sobre la Cruz de Ferro. ,,
i!

(t) Luis de Hoyos Sainz y Nieves de Hoyos Sancho, «Ma- !' 1'
nuel de folklore•. Madrid 1947, pág. 349. 1' 1

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