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Teatro absurdo

El siglo XX puede caracterizarse como una época de esplendor en el


campo científico, la educación de las masas, la evolución tecnológica y
artística, pero también un período en el que se llevaron a cabo los
mayores genocidios conocidos hasta el momento. Frente a esta visión
contradictoria, los artistas adoptan una mirada escéptica ante la
posibilidad de que el ser humano pueda ser mejor.
La corriente dramática del teatro absurdo surge de ese clima de
descontento y angustia.
Este teatro está relacionado con otros movimientos artísticos y corrientes
del pensamiento que se fueron gestando desde los fines de siglo XIX: las
vanguardias (como el surrealismo, expresionismo y arte dadá ), el teatro
de la crueldad, y muy especialmente la filosofía existencialista.
Los autores más representativos son: Eugene Ionesco y Samuel Beckett,
en Argentina Griselda Gambaro y Eduardo Pavlovsky.
Eugène Ionesco nació en Rumania en 1902 y murió en Francia en 1994. Es
uno de los representantes más importantes del teatro del absurdo. Es autor de
obras como La cantante calva, Las sillas, Rinoceronte, Frenesí para dos y el
rey muere. En ellos aparecen personajes sumergidos en un mundo en el que no
es posible percibir o descubrir ningún sentido. Sus piezas teatrales por lo
general presentan situaciones humorísticas pero atravesadas por la crueldad y
el desamparo que exhiben sus protagonistas.
Frente a una obra de teatro del absurdo, muchos espectadores desprevenidos
tienen la impresión de no haber entendido nada, de que el significado último
de la obra se les escapa. En realidad, gran parte de estas obras plantean
precisamente ese mismo “sin sentido”. Por este motivo, requieren de un
público muy activo, capaz de fabricar ese espectáculo diferente, alejado de las
convenciones más previsibles del realismo.

En la obra La lección de Eugène Ionesco, una alumna se prepara para un


doctorado y recurre a las clases particulares de un profesor ya anciano.
Durante esa clase, los vínculos entre una y otro se irán degenerando hasta
llegar a un final extremo. La obra presenta una serie de rasgos que
evidencian un clima social vinculado con la situación de angustia que se
vivía en la Europa después de la Segunda Guerra. La visión crítica de
Ionesco contribuyó a la toma de conciencia que trajo como consecuencia
un proceso de reconstrucción económica y social.
Los personajes de las obras clásicas son héroes, ya que llevan adelante
acciones que el hombre medio no realiza para lograr un objetivo
determinado (conseguir el amor de una mujer, liberar a su pueblo de una
peste, etc.).

Los personajes de La lección no tienen metas claras, ni deseos definidos, ni


llevan adelante acciones heroicas, sino que parecen dejarse llevar por las
pautas formales que impone la sociedad. De esta manera, alejados de su
interioridad y de sus deseos, se vuelven poco más que fantasmas ridículos.
Cuando el profesor y la alumna se harten de esa formalidad vacía que no
responde a un verdadero interés por el otro ni al respeto, ocurrirá el desenlace
trágico: el profesor mata a la alumna.
Sin metas y sin deseos, los dos personajes parecen desconocer por qué y para
qué hacen lo que están haciendo. Si los personajes de la tragedia clásica y
moderna sabían para qué estaban en el mundo (cuál era su destino), los
personajes del teatro del absurdo no lo saben. Ese desconocimiento no los
hace ignorantes sino ridículos, puesto que permanecen en sus sitios sin saber
por qué.
Esta forma de presentar a los personajes se relaciona con una visión del ser
humano "medio", considerado como alguien desprotegido en un mundo en el
que las decisiones que tienen que ver con su vida y con su muerte están fuera
de su control.
Las posturas críticas y pesimistas con respecto a los seres humanos son
presentadas por medio del humor, a menudo violento. Entonces, se propone a
través de la risa, una reflexión sobre las situaciones absurdas o sin sentido que
viven los personajes. La insistencia del profesor hacia la alumna, por ejemplo,
resulta sumamente graciosa, excepto para la propia chica que no escapa del
tormento en el que está metida. El espectador ríe pero también se cuestiona
por qué no abre la puerta y huye: la alumna no escapa porque no puede o
porque no se le ocurre. No es consciente de su sufrimiento, ya que se
comporta casi como una autómata; no tiene libertad.
El hombre contemporáneo, según esta visión absurda, no puede tener metas ni
ambiciones trascendentales (llegar a Dios, ganar el Paraíso o hacer la
Revolución) ya que es un ser que no tiene creencias. Sin embargo, como la
alumna, todavía espera, aunque no sabe muy bien qué. El tópico de la espera
por algo que no se sabe bien qué es ni para qué sirve aparece en muchas obras
de estos autores, como Esperando a Godot, de Samuel Beckett.

En la obra de Ionesco, el tema de la incomunicación entre el profesor y la


alumna, es decir, la imposibilidad de encontrar acuerdos y puntos de
encuentro con el otro, aparece como predominante. El planteo de la
incapacidad para comunicarse refleja también una visión pesimista
acerca de las personas. Si estos no pueden dialogar (es decir, compartir
sus deseos, sus miedos, sus alegrías y sus sueños), ¿qué presente pueden
construir?

Un mundo de palabras vacías


La incomunicación aparece reflejada especialmente en la manera en que se
utiliza la palabra. Los personajes se comunican entre sí y con el público
mediante el lenguaje oral. El teatro del absurdo, en cambio, se vale de la
palabra precisamente para denunciar la falta de comunicación y de contacto
entre las personas. En La lección, los protagonistas hablan y hablan todo el
tiempo, casi sin parar, pero sus palabras sólo sirven para ocultar que no tienen
nada para decirse y que no tienen capacidad para entenderse. La palabra
pierde su contenido, su significado, para transformarse simplemente en un
significante vacío que nada transmite. El siguiente fragmento sirve para
ejemplificar lo dicho:

EL PROFESOR.-Usted tiene ... Usted tiene ... Usted tiene ...


LA ALUMNA-Diez dedos.
EL PROFESOR.-Como usted quiera. Perfecto. Usted tiene, pues, diez dedos.
LA ALUMNA-Sí, señor.
EL PROFESOR.- ¿Cuántos tendría si tuviese cinco?
LA ALUMNA-Diez, señor.

La poca acción
En el teatro moderno, por ejemplo el que producen dramaturgos como
William Shakespeare, los personajes por lo general persiguen grandes metas:
saber la verdad, tomar el poder, instaurar la justicia, salvar al pueblo. Para
alcanzar esos objetivos se producen situaciones colmadas de enigmas, enredos
y acciones secundarias.

En el teatro del absurdo, en cambio, el argumento es mínimo; por ejemplo


la trama de La lección puede reducirse a dos polos de acción: una alumna
ineficiente y un profesor que no logra hacerse entender. Pero estas acciones
mínimas están fuera de toda lógica y resultan siempre inesperadas. Es más,
pueden adoptar la forma de una pesadilla de la que no es posible salir, como
sucede cuando el profesor le pregunta a la alumna cuántas orejas le quedan si
le saca una. Se busca, de esta manera, que el espectador se centre en las
emociones más íntimas de los personajes y en los efectos que estas producen
sobre los otros personajes.
El teatro del absurdo reflexiona sobre las convenciones de la sociedad
moderna, sus certezas y las seguridades que brinda y, en consecuencia, suele
cuestionar los fundamentos de las instituciones sociales.

Disponible en:

https://didactalia.net/comunidad/materialeducativo/recurso/el-teatro-del-absurdo-
caracteristicas-la-leccion/790f6580-bfbf-4ffa-a9a4-f6342ef3f310

El teatro del absurdo nace en Francia, a cargo de un autor de origen rumano, Eugene Ionesco,
y otro irlandés, Samuel Beckett. Surge en los años 50 y supone dar un paso más respecto al
teatro existencial, que ya había planteado, con razonamientos lógicos, el absurdo de la
condición humana. Se trata ahora de abandonar la reflexión y la lógica para enfrentar al
espectador al absurdo puro, a base de argumentos disparatados, personajes vacíos y diálogos
incoherentes.
La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había
sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y
reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente
contradictorias. Sin embargo, lo que se propone no es tanto el sin sentido como una perpetua
prórroga del sentido, sino mostrar una realidad oculta y amarga que subyace en la idea de
felicidad y confort del modo de vida burgués.
Este teatro no corresponde propiamente a ningún movimiento o escuela sino que presenta un
panorama muy heterogéneo, una diversidad de autores con algo en común: el rechazo
generalizado del teatro realista y su base de caracterización sicológica, estructura coherente,
trama y confianza en la comunicación dialogada. Además de los ya citados, otros dramaturgos
representativos de este teatro son el armenio Arthur Adamov, Jean Genet y Fernando Arrabal
(en España, se asocia a la figura de Miguel Mihura).
Cada obra crea sus propios modelos implacables de lógica interna, a veces triste (como en la
obra de Beckett “Esperando a Godot”, 1952), patética (también en Beckett, “Fin de partida”,
1957), angustiosa (en la obra de Ionesco “La lección”, 1950), cómica (también en otra obra de
Ionesco, “La cantante calva”, 1950), macabra (en la obra de Arrabal, “El cementerio de
automóviles”, 1958), humillante (en la obra de Adamov “El profesor Taranne”, 1953), o violenta
(como sucede en la obra de Genet “El Balcón”, 1957). Todas ellas, sin embargo, tienen en
común la presentación de una realidad grotesca.

Existencialismo literario: Características, autores y


obras

El existencialismo fue una de las filosofías más influyentes del


siglo XX en el continente europeo, específicamente a partir de la
década de 1930.

Nació como respuesta al problema de la existencia humana, por lo


que sus características gravitan en torno a la subjetividad de pensar,
sentir y accionar.
Para los existencialistas, el hombre sufre de angustias, confusión e
incertidumbre ante la dinámica absurda o sin sentido que tiene el
mundo.

Por esta razón, los representantes del movimiento se enfocaron


constantemente en investigar y analizar todo lo que tiene que ver con
el sentido, la finalidad y el valor de la existencia de los seres
humanos.

Según el existencialismo, la existencia es siempre individual o


única. Es decir, mi experiencia no es igual a la tuya y no lo será
jamás. En este camino, los promotores de esta corriente enfocaron su
investigación al sentido del ser.

Los existencialistas se opusieron a cualquier regla o norma que


entendiera al ser humano como algo infinito o absoluto.

Por esta razón, se oponían al idealismo o cualquier filosofía enfocada


en el espíritu, la consciencia o la razón. El existencialismo se
enfocaba en la relación que existe entre el individuo y el universo
o Dios.

El existencialismo en la literatura

Gracias al carácter «vívido» del existencialismo, inspirado en la


experiencia individual, no es extraño que buena parte de los
existencialistas se dedicaran a la producción literaria en forma de
ficción.

De esta forma, los tratados filosóficos no fueron los únicos


instrumentos para transmitir su pensamiento, sino que también lo
eran los relatos, las novelas y el drama teatral.

El existencialismo literario no es una categoría aislada o una rama


del existencialismo, sino el movimiento en sí.

Los existencialistas ven la vida a través de las emociones, lejos


de cualquier lógica, y la literatura tiene que ver mucho en ello.

Jean Paul Sartre, uno de los filósofos más prominentes del


existencialismo, enseñó y produjo obras magistrales sobre el tema.

Las obras de Jean Paul Sartre incluían sus fundamentos filosóficos y,


al ser tan exitosas, llevaron su visión existencialista del individuo a la
corriente principal y la convirtieron en tendencia.
Sartre no era el padre del movimiento, y tampoco llevar la filosofía al
plano literario era algo nuevo. Platón lo hizo en sus magistrales
diálogos. Voltaire llevó su pensamiento a la ficción.

Características del existencialismo literario

El existencialismo tenía tres pilares: la existencia del individuo, su


poder de elección y su libertad.

 La existencia precede a la esencia

Los existencialistas tienen el sentimiento de que no hay explicación


o propósito en el fondo de la existencia.

Por esta razón, como no existe Dios u otra fuerza verdaderamente


trascendente, el único camino para abordar este vacío es abrazar la
propia existencia.

 La singularidad del individuo

El existencialismo literario apuesta al hombre auténtico. Por ello, se


opone a cualquier «ejemplo» o «modelo» de ser humano.

Por ello, la religión o las identidades nacionalistas estaban lejos de


su discurso. Para los existencialistas, es mejor decir «yo debo morir»
a pensar que «uno debe morir».

La singularidad del individuo es una perfecta razón para pasar


del plano filosófico al de la literatura.

De esta forma, el drama y la ficción existencialistas se presentan


personajes y elementos individuales para mostrar de manera concreta
cómo es el hombre y cuál es su esencia como ser humano.

Estos personajes ficticios responden preguntas filosóficas


constantemente.

 Crítica hacia el sistema racional

Para el existencialismo literario, el ser humano define su propio


sentido de la vida y elige de manera racional, a pesar de que su
existencia se desarrolla en un mundo irracional.

De esta forma, el ser humano no es una etiqueta, un estereotipo, un


rol o un concepto.
Si bien estalló a mediados del siglo XX, en Francia, el
existencialismo existía desde el siglo XIX, aunque no bajo el
mismo nombre.

Las obras de Fiódor Dostoyevski enfatizaron que el universo es más


irracional de lo que creemos. Según el autor, no hay patrones
racionales ni manera de crear pequeñas categorías a partir del
«todo».

En general, el existencialismo literario aceptaba que podemos


experimentar cierto tipo de orden, pero la verdad es que el universo
es demasiado impredecible e inexplorado en su magnitud como
para pretender que existen verdades absolutas en el mundo.

 Énfasis en la decisión personal y las emociones

El motivo por el cual el existencialismo literario no adquiere una


postura política o moral coherente es su enfoque en la elección
personal y única.

Por ello, los existencialistas se oponen ampliamente entre sí, debido


a sus convicciones en materia moral, religiosa y política. Sin
embargo, coincidían en la necesidad de la autenticidad de la elección
individual.

En efecto, en todo momento se nos muestran opciones entre las que


tenemos la posibilidad de elegir. Como dijo Sartre, «estamos
condenados a ser libres».

Por otra parte, los escritores existencialistas se enfocaron en las


emociones y estados de ánimo humanos, como la culpa, la rabia, el
dolor, la libertad y el arrepentimiento.

Con esto, se alejaron totalmente del análisis de la ciencia, el lenguaje


y el conocimiento.

Exponentes: Fiódor Dostoyevski (1821-1881), Jean Paul Sartre (1905-


1980), Albert Camus (1913-1960), Franz Kafka (1883-1924).

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