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de Anel Carmona
Personajes:
ANDREA (En Off): No, no, den otro paso. Es más den dos, tres si quieren. Miren, eso de los seis pies
quizá no sea tan seguro.
July y y Pam retroceden tres pasos más. Andrea, que trae una cubre bocas de alta protección y
guantes de látex, sale y se posiciona a unos tres metros de él.
ANDREA: Perdón, perdón. No, más bien, gra-cias, gracias por venir a escucharme aquí afuera. O
sea no quiero que piensen que estoy loca o algo, solo pensé que sería más seguro hablar aquí que
adentro del edificio.
ANDREA: Es mucho más complicado, no se me acerquen pero sí pueden hablar conmigo a seis
pies de distancia, ocho y lo hacemos más seguro.
Pam: Mira, tenemos cuarenta minutos para estar en el tren de las 12:10 a Stanford, que es el
último que va correr ¿qué es lo muy urgente que nos tienes que decir?
ANDREA: ¿Ustedes son las hijas de la señora Wallace, verdad? Las que viene y le trae comida
enlatada de la que ella siempre se quiere deshacer (Pausa) perdón. Sí son ustedes, ¿verdad?
Pam: Sí.
July: Nos dan reporte una vez al día entre 12 y 1. Ayer fue su segundo día con respirador.
ANDREA: ¡Sí alcanzó respirador, qué bien! Perdón, no es que me dé emoción ni nada. Pero alguna
gente no está alcanzando...
July: No hay problema, gracias por preguntar. Nos tenemos que ir, mucho gusto.
ANDREA: Ahorita no. No bueno, no sé. Es que a tu mamá no la veía nadie, más que yo a veces. Y
pues yo no me había cuidado tanto y un día fui a leerle su correo y todo estaba bien, pero al día
siguiente a mí me dolió la cabeza y pues ya ves que dicen que a los jóvenes no nos da tan fuerte.
Pam: ¿Qué?
ANDREA: Que soy la única sospechosa porque nadie más tiene contacto con ella.
Pam: Mira, no sé a qué viene todo esto pero mi mamá está en terapia intensiva con un respirador,
y tenemos que volver a Connecticut a terminar el plan de rescate de nuestra empresa antes de las
dos de la tarde de hoy o se va nuestra familia a bancarrota.
July: A las 12 nos hablan. Si está bien, tomamos el tren. Cualquier cosa, regresamos en carro.
Breve Pausa
Pam: Esas latas son para que se las coma, no para que le ayudes a tirarlas.
Pausa
ANDREA: Quédense.
Pam: Si nos vamos a bancarrota, no habrá quién pague las cuentas de hospital y eso es
exactamente lo que nosotras como sus hijas hacemos, pagar sus cuentas. Y discúlpame jueza
moral que tenga poco tiempo de venir a verla, pero o la mantengo o la visito. Las dos cosas no se
pueden.
July: Pues no, no sé. Pero algo bueno hay que pensar ¿no?
ANDREA: Quédense
July: Eso no va hacer la diferencia.
July: Ella está aislada, ¿qué vamos a hacer? ¿Sentarnos afuera del hospital?
ANDREA: Pues aunque sea por energía. De veras que si te quedas quizá su cuerpo lo sienta y se
mejore.
ANDREA: Pues entonces si no te importa tanto, de perdida dale al doctor mi número para que me
informen a mí.
PAM: ¡No te atrevas a decir que no me importa! Es mi mamá y yo soy quien tiene el derecho de
saber su estado. ¡Hazme el chingado favor!
ANDREA: ¿Y qué van a hacer si cuando les llamen ustedes ya vas rumbo a Connecticut?
ANDREA: ¡La fe no sirve de una chingada! O se quedan a esperar que les digan cómo está su
mamá o le dan mi número al doctor, porque si algo le pasa a la señora Wallace alguien tiene que
estar en la ciudad para ella.
July: Ahora resulta que tú eres el ángel bondadoso que vino al mundo a hacerse cargo de mi
mamá.
Pam: BUENO ¡GRACIAS, GRACIAS POR LLAMAR! Te lo agradezco muchísimo y también agradezco
que hayas sido casi una santa con la pobre de mi madre y lo que tú quieras, pero eso no te da
derecho a venir a insinuar que, según tú, somos malas hijas.
Pam: (Interrumpiendo) Y si esa es tu humilde opinión es porque no tienes ni puta idea de lo que
pasa conmigo y mi familia. Y quienes se van a quedar sin un dólar para pagar el hospital de mi
mamá, somos nosotras.
Comienza a irse.
Sigue su camino.
ANDREA: ¡Mis papás se quedaron en Puerto Rico! ¡Cuando lo del huracán! ¡Esto es algo de lo que
uno jamás se recupera!
ANDREA: Yo también pagaba sus cuentas, les compraba regalos, les hablaba seguido y hasta los
iba a visitar una vez al año. Cuando alertaron del huracán yo tenía más trabajo que nunca. Mi
empresa estaba contratada por más proveedores que nunca en el Fashion Week. Las noticias me
pasaron de largo, pensé que era un huracán más, que ellos estaban exagerando, que pues ya
estaban grandes y que cada vez le tenían más miedo a las cosas. Cuando me enteré de la gravedad
del asunto, ya no había boletos de avión. Ni para acá ni para ningún otro lado fuera de la isla. Su
casa tenía varios defectos, apenas la iban a remodelar, no era segura. Y no me quedó más que
encomendarlos a Dios, a la suerte, a quien fuera. Y no nos favoreció.
Pausa.
ANDREA: Así que si aún crees que solo soy la fulanita que se deshace de las latas de tu mamá, que
nomás viene para juzgar su relación con ella, no lo soy. Tampoco creo que sean malas hijas. Pero
alguien se tiene que quedar al pendiente. Aquí. Aunque sea por energía, aunque sea para que
haya alguien cerca cuando nos den noticias.
Pam: Ya no me importa.
Pam: ¿Y qué tal si lo perdemos todo? ¿¡Qué tal si pierdo a mi mamá y también el negocio!?
Pam no responde.
July: Cancélalo.
ANDREA: Es tu mamá.
ANDREA: A bancarrota nos vamos a ir todos. Si algunos negocios ya los tuvieron que cerrar a las
dos semanas, ve tú a imaginarte las condiciones del país de aquí a seis semanas, o doce.
July: Es el hospital.
July acomoda el teléfono para que todas puedan escuchar desde sus dos metros de distancia y
contesta.
Oscuro.