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Resumen Nogue: “ Otras geografías, otros tiempos.

Nuevas y
viejas preguntas, viejas y nuevas respuestas.”

páginas 15 a 49

1. EL FINAL DE UN "VIEJO ORDEN", PERO EL COMIENZO DE QUE?


● LOS PILARES DEL NUEVO CONTEXTO
● ¿HACIA UN NUEVO SUPUESTO CHOQUE DE CIVILIZACIONES ?
● GEOPOLÍTICA Y NUEVO (DES) ORDEN MUNDIAL. IRAK COMO EJEMPLO DE
“MALA POLÍTICA”
● LA NECESARIA RECONSIDERACIÓN DE LAS POLÍTICAS DE DESARROLLO
● DE MUROS, FRONTERAS Y FORTALEZAS
● ¿VIDAS DESPRECIADAS?
2. LA INVISIBILIDAD, LA INTANGIBILIDAD Y LA EFIMERIDAD EN
GEOGRAFÍA
● EL ARTE DE HACER INVISIBLE LO VISIBLE
● EL PODER DE LO INTANGIBLE

Vivimos tiempos precarios, tiempos hostiles, tiempos inciertos. Tiempos de muros y vallas.
Tiempos de fronteras entrecerradas. Tiempos en los que prima la invisibilidad y la efimeridad.
Tiempos en los que se abren las puertas a los capitales y las mercancías y se cierra el paso a las
personas. También son tiempos de repliegue, en los que las gentes se "refugian", se "defienden",
se "identifican" cada vez más en función del color de su piel, de su regio, en su etnia o del lugar
en el que viven, más que en función de su ideología o de sus valores.
Esta es la era de la información y la comunicación, nadie sabe hacia dónde nos va a conducir
este proceso de cambio. Nadie puede prever la verdadera profundidad de los cambios y las
imprevisibles consecuencias que se derivan de esta forma de entender la globalización. Si bien es
cierto que la globalización ha venido para quedarse, no es menos cierto que caben, o cabía, otras
formas alternativas de conducirla y gobernarla.
No se trata de movilizaciones que propongan cambios sociales profundos o revolucionarios, sino
explosiones provocadas por la desesperación o movimientos sociales de repliegue impelidos por
mero instinto de conservación en el seno de las sociedades donde cunde el temor y el desánimo.
En los territorios pobres del planeta, más allá de la delimitación tradicional de unas fronteras que
en ocasiones son irrelevantes, la historia también se acelera. Los poderes públicos evidencian
una impotencia y una perplejidad ciertamente llamativa.
La caída del muro de Berlín simboliza un antes y un después. Hemos dejado atrás el final de un
viejo orden, pero ¿cómo definir esta nueva era? Hay muchas referencias que califican este nuevo
contexto y son interminables, “nuevo orden, nuevo desorden, nueva edad media, posmodernidad,
modernidad líquida, etc, etc…”
Esta nueva etapa geopolítica a la que nos estamos refiriendo, tiene como uno de sus hitos
fundamentales el primer gran atentado de la nueva ERA DE TERROR GLOBAL: el
hundimiento de las torres gemelas de NY y del edificio del Pentágono. Este atentado simboliza
muchas cosas, y con él se han derrumbado otras tantas. Se ha desvanecido la sensación de
seguridad interna presente en las democracias occidentales. Se ha desplomado el símbolo de la
globalización económica. Se han desmoronado las bases de la tradición política exterior, de
defensa y de seguridad de los países más poderosos de la tierra. Supone el final de las formas
convencionales de afrontar conflictos armados. El posible enemigo no solo carece de rostro y
territorio concreto, sino que, puede encontrarse viviendo y trabajando entre nosotros. Se ha
derrumbado la idea de hegemonía, de supremacía, y de triunfo definitivo de EEUU sobre el resto
del mundo.
En esta nueva era de desorden global, no puede hablarse de hegemonía geopolítica de un solo
país.
Hay una potencia aun inigualable en el plano militar, pero necesitada de acuerdos y alianzas en el
terreno político y económico. Otras potencias emergentes o en proceso de recuperación disputan
a EEUU espacios de influencia. Europa, como actor geopolítico global, afronta el nuevo milenio
con demasiados interrogantes aún sin resolver. Y la nueva Europa, que ya ha sido capaz de
reparar las deudas contraídas con su propia historia, debe aspirar a ser un actor político capaz de
reconstruir consensos y de devolver la confianza a millones de ciudadanos, de Europa y del
mundo, que asistimos atónitos a este proceso de deterioro moral y de falta de principios.
En momentos decisivos, Europa no es capaz de actuar como un actor político con capacidad de
liderazgo mundial. No dispone de una voz propia ni de una posición común. Hace tiempo que
evidenció su importancia en conflictos internacionales como el de Palestina, Israel o Irak, o en
procesos de dimensión global como el de migración. Europa constituye un mercado más amplio,
pero a la vez se hace políticamente más pequeña.
El actual contexto obliga a tener que hablar de valores, de ideales, de derechos, de culturas, de
civilizaciones, de diálogo y respeto. Europa tiene la obligación de liderar ese debate.

En este nuevo contexto, los conflictos son de otro tipo. Ahora son más regionales, tienen lugar en
el sur, afectan cada vez más a civiles e incrementan el número de damnificados y de refugiados.
Son más anónimos, pero no son menos las personas afectadas, sino que simplemente mueren en
medio del silencio y el olvido. Ahora han perdido el ropaje ideológico que los envolvió durante
el viejo orden. Tienen como fuente de disputa por recursos y materias primas, el enfrentamiento
por razón de religión, de género o por color de piel. Ahora se hacen más visibles, y solamente les
prestamos atención cuando algún estallido o crisis suscita el interés de algún medio de
comunicación, o cuando alguna Organización No Gubernamental llama a las puertas de nuestras
conciencias. Pero pasa el tiempo y las cosas vuelven a la “normalidad”. Se apagan los focos
mediáticos, las ONG y otras instituciones continúan con sus silenciosos trabajos de ayuda
humanitaria, la llamada comunidad internacional vuelve a sus rutinas, los conflictos o crisis
pasan al olvido… y las gentes siguen muriendo en silencio.

LOS PILARES DEL NUEVO CONTEXTO:


La crisis social ha alcanzado niveles hasta ahora desconocidos y aumenta el riesgo para la mayor
parte de la humanidad. Nunca el mundo había sido tan desigual y nunca los niveles de
concentración de la riqueza habían alcanzado proporciones tan obscenas. Pobreza y desigualdad
son los rasgos distintivos de un modelo social que es capaz de mantener a más de 800 millones
de personas en el mundo en situación de hambre extrema y que además ha visto emerger el
llamado Cuarto Mundo en el seno de las islas de seguridad, de las fortalezas, que integramos un
reducido grupo de países del planeta pertenecientes al club de las llamadas democracias maduras.
Aumentan las desigualdades entre Norte y Sur y aumentan igualmente en el seno de las
sociedades del Norte y del Sur.
Los ganadores y perdedores de la globalización, ya no se ajustan de manera precisa a los clásicos
esquemas de la geografía, porque ahora el Norte se presenta cada vez más disperso y
fragmentado, y el Sur también. Según Beck, hemos construido un modelo de sociedad que no
esta asegurada, ni puede estarlo, porque los peligros son incuantificables, indeterminables,
indeterminables, e inatribuibles. El nuevo contexto globalizado entraña nuevos desafíos para los
estados y el riesgo de que la globalización no pueda ser gobernada democráticamente. Controlar
democráticamente procesos que escapan al ámbito de decisión política de los estados y para
abordar cuestiones que son determinantes para garantizar la sostenibilidad y que no conocen
fronteras. Los estados, en un proceso de profunda transformación, han perdido autonomía y han
cedido soberanía.
Nuevos actores y nuevos poderes: empresas multinacionales. Han ampliado drásticamente su
capacidad de maniobra.
Se cuestiona la capacidad de decisión que ostentan determinados organismos internacionales o
instituciones globales que, aun gozando de cierta legitimidad democrática indirecta, tiene
atribuida una capacidad de decisión y de influencia muy superior a la de muchos Estados,
afectando sus decisiones a la vida de millones de personas en el planeta, sin que estos puedan
hacer nada para evitarlo.
El sistema de producción empleado por determinadas empresas multinacionales, que utilizan
mano de obra infantil o adulta en condiciones de semiesclavitud, reclama algún tipo de
reglamentación internacional global que trascienda la frontera de los Estados. Esos poderes
económicos globales plantean nuevos desafíos a los Estados y obligan a abrir el debate acerca de
cuál es el grado de autonomía de los Estados en relación con esas fuentes de poder ilegítimas y a
su vez a explorar formas más efectivas de democracia y de cooperación entre Estados.
La consolidación del propio Estado de Bienestar, garantía de seguridad económica y social para
la mayoría de la población en las democracias maduras, no nos protege de las amenazas y de los
peligros que nosotros mismos hemos creado, en parte para mantener el propio modelo de
“desarrollo”.
Las profundas transformaciones ocurridas en los mercados de trabajo en los países occidentales,
unido a la dinámica de la población y a los cambios sociales y culturales y sus repercusiones en
la estructura de la familia tradicional, abre, por primera vez desde la segunda guerra mundial, un
horizonte distinto, más incierto, de mayor riesgo, de menor seguridad, también aquellos pocos
países que hemos sido capaces de construir, antes o después, el Estado de Bienestar.
Estamos a merced de un conjunto de riesgos cada vez mayores. De una parte, aquellos que
derivan de la incertidumbre que provoca el hecho de que el empleo sea más precario, peor
retribuido y más inestable, de otra, los que se relacionan con el hecho de que no exista certeza de
que va a poder garantizarse un nivel de pensión aceptable a la hora de la jubilación; por otra
parte, aquellos que se relacionan con la reducción o el recorte de algunos derechos básicos hasta
ahora universales, y por último, aquellos riesgos relacionados con los procesos de producción y
de la sociedad de consumo, de los que en buena medida aún desconocemos sus efectos para
nosotros y para la generación venideras.
El nuevo contexto globalizado aumenta también los riesgos para una eficaz garantía de la
“biodiversidad cultural” a las diversas expresiones de renovados sentimientos identitarios,
suponen nuevas fuentes de conflicto y riesgo de desencuentros. Y también se incrementan los
riesgos para la democracia. En las democracias maduras, hace tiempo que se asiente con
preocupación una crisis de representación y , en las jóvenes democracias, la fragilidad del
sistema es aún mayor. Las razones que lo explican están relacionadas con los cambios en la
ESTRUCTURA DE LAS SOCIEDADES, con el incremento de la inseguridad que enfrentaba a
las sociedades nuevas y desconocidas situaciones de riesgo y con la percepción instalada entre
los ciudadanos de que los estados tienen cierta impotencia para combatir las situaciones de
precariedad, nueva pobreza y la exclusión social.
En el caso de las democracias maduras: hay riesgo de que esta nueva situación favorece al
resurgimiento de particularismos agresivos a favor de expresiones políticas de derecha autoritaria
y xenófoba. También existe el riesgo de que el lugar que dejan los partidos y los parlamentos sea
ocupado por los “nuevos mediadores” que no se someten a control democrático. También existe
el riesgo de “democracias autoritarias”.
En el caso de las democracias jovenes: los ciudadanos estan divididos entre los que si creen en la
democracia y los que les da igual si hay democracia o dictadura.
En ambos casos, la coincidencia de crisis economica, social e institucional se traduce a una
notable crisis de gobernabilidad democrática que deja en situacion aun más precaria a amplios
sectores de la sociedad de esos países. (Por ejemplo en Chile, un porcentaje muy elevado de
ciudadanos se considera indiferente ante el hecho de que el gobierno sea una democracia o una
dictadura.

¿Hacia un supuesto choque de civilizaciones? La pobreza cada día aumenta más. La


pobreza y la exclusión social ya no son características exclusivas de los países pobres, pero no
hay duda que la gran mayoría de los casi tres mil millones de personas que viven por debajo de
los límites de la dignidad residen en ellos. La desesperanza, la frustración, la sensación de
humillación y la falta de horizontes de centenares de millones de personas, en especial los
jóvenes, en los países pobres, alejadas de sus propias élites políticas, les inclina a abrazar
cualquier opción alternativa. En especial en países de tradición islámica, abrazan la religión
como última esperanza, fracasadas por todas las demás soluciones.
Culpan al Estado de la situación por las negativas consecuencias de las políticas desreguladoras,
de ajuste y de reducción de los programas sociales. Millones de personas utilizan la religión
como elemento de diferenciación de una identidad que perciben amenazada, como último refugio
y mecanismo de resistencia, más allá o al margen de fronteras estatales. (por ejemplo: esto
sucede mucho en países tales como Irán, Argelia, Marruecos, Egipto, Turquía, la India, Malasia,
Palestina, etc)
¿Cómo no van a tener la sensación de que viven en un mundo que les pertenece a otros, un
mundo en el que ellos tienen algo de huérfanos, de extranjeros, de intrusos? ¿Cómo evitar que
algunos tengan la impresión de que lo han perdido todo, que ya no tienen nada que perder?
La religión será en muchas regiones la única expresión política susceptible de canalizar su
desesperanza, Siempre existirán miles de fanatizados mártires dispuestos a sembrar el terror en
cualquier parte del planeta. “Si no democratizamos la riqueza y las oportunidades, de
democratizarán las amenazas y nuestra exposición a la crisis y a las consecuencias del terror
global no se reducirán, sino que aumentaran. La paz es un bien escaso, y la democracia todavía
más. La imposición o la ocupación deberían dejar paso al diálogo, al respeto mutuo y a la
cooperación. La injusticia, la falta de libertad y la violencia de Estado son el mejor vivero para
legitimar expresiones de violencia.

Geopolítica y nuevo (des)orden mundial. Irak como ejemplo de “mala


política”
Las nuevas amenazas procederán de un conjunto de Estados hostiles como Irán, Irak, Corea del
Norte o Libia, relativamente bien armados y en poder de armas químicas o nucleares, que
obligan a EEUU a mantener el elevado nivel de gastos en defensa para poder ser el garante de la
seguridad mundial y para estar en condiciones de tener que afrontar simultáneamente la
eventualidad de dos o más conflictos regionales.
Con la ocasion del atentado (de las torres gemelas) se eliminaron todas las dificultades para
incrementar los gastos militares y oara poder desarrollar sin complejos y sin el menor respeto a la
legalidad internacional, las teorias de los conflictos regionales, muy centradas en la supuesta
nueva amenaza del “islam”.
El control de los recursos naturales del golfo Pérsico y de la región del Caspio. Esta nueva
intervención militar en Irak estaba decidida de antemano, antes incluso del atentado a las Torres
Gemelas y al Pentágono, con el aval de la comunidad internacional o sin él. Las razones de
fondo que justifican esta intervención son de carácter estratégico y muy vinculadas al control de
los recursos naturales de la zona. Se crearon “espacios de excepción” por parte de las potencias
invasoras, esto ha puesto en evidencia la nula legitimidad de la propia intervención, se ha creado
“una auténtica geografía de la excepción”. Son espacios situados entre el orden y el desorden,
espacios indeterminados, extraterritoriales al margen, en el “limbo jurídico”. Esos espacios de
excepción no están sometidos a ninguna norma y ello nos desarma en todos los sentidos, en
especial en el terreno moral.
Un gran ejemplo de esto es “Guantánamo”, el enclave norteamericano en Cuba. Sus moradores
no son prisioneros, son individuos detenidos sin cargos concretos, a los que se mantiene en el
umbral del ser o no ser, en un espacio sin tiempo, en un tiempo sin espacio. En este caso, es el
propio cuerpo humano el que se ve situado entre el orden y el desorden, el interior y el exterior,
la luz y la oscuridad, la vida o la muerte. Es el estado de excepción convertido en espacio de
excepción.
Guantánamo en Cuba, Abu Ghraib en Irak, Bagram en Afganistán, así como algunas cárceles y
otros espacios de excepción similares cuya existencia quizás nunca lleguemos a conocer,
emergen discretamente a nuestro alrededor con relativa impunidad, además de contar con
silencios cómplices, se aprovechan tanto como pueden de su opacidad e hibridez, y de su
deslocalización. Luego de conocer solo algunos episodios de tortura, de violacion de derechos y
de asesinatos en nombre de la libertad y la democracia, el odio al “otro” se va a acentuar.
Estaremos cada vez más inseguros y más vulnerables. El terror institucional desplegado y la flata
de observancia de reglas y tratados internacionales van a reforzar la geografia del terrorismo y
del odio.

La necesaria reconsideración de las políticas de desarrollo


Se reclama hace tiempo, una profunda revisión de los planes y programas de desarrollo. Y se
reclama esta profunda revisión porque la tasa global (según el informe sobre desarrollo humano
de 2005) de convergencia está disminuyendo su ritmo y para un grupo grande de países, la
divergencia se está transformando en la norma. (Joseph Stiglitz) aboga por una completa
reestructuración de los objetivos del desarrollo, las políticas y los instrumentos. El Estado
necesita un nuevo papel imprescindible, la importancia fundamental de las políticas sociales
públicas y la equidad como pieza fundamental de cualquier estrategia de crecimiento
compartido. América Latina, es la región más desigual del mundo.
Naciones Unidas, CEPAL, e incluso el Banco Mundial señalan que la pobreza ha crecido
considerablemente en la región de América Latina. Entre el 60 y 80% de la población de
centroamérica es pobre. El 43% de la población de Brasil gana menos de dos dólares diarios. El
48% de la población argentina de las provincias del noreste y el noroeste son pobres. El
desempleo, especialmente en jóvenes menores de 24 años, ha aumentado considerablemente. Ha
crecido el desempleo y el empleo informal y ha aumentado la precarización de las condiciones
de trabajo. La nueva pobreza y la exclusión social alcanzan incluso a sectores crecientes de las
clases medias.
Las pésimas condiciones en las que viven 220 millones de personas en esa región, exigen sin
duda un replanteamiento radical de las políticas de desarrollo de corte neoliberal , si bien es
verdad que no puede obviarse el negativo papel de las propias elites políticas, dedicadas a
menudo al saqueo sistemático, a la corrupción generalizada, al bloqueo de iniciativas de
modernización y a la oposición a todo tipo de reformas.
Y si saltamos de América Latina, hacia África, el panorama es aun más desolador. Africa es un
continente a la deriva, consumido por la pobreza extrema, las enfermedades como el sida, la
malaria, las crisis alimentarias y los conflictos interminables. Allí se hace muy difícil salir del
círculo infernal definido por la corrupción de sus rapaces elites, la inseguridad, la falta de
inversiones, el imparable crecimiento demográfico y la impotencia de unos Estados Frágiles ante
tantos retos. África es el continente de los “moribundos sin voz”.

De muros, fronteras y fortalezas.


Más de 180 millones de personas viven en el mundo fuera de sus países de origen. De ellos, en
torno a 90 millones son inmigrados económicamente activos y el resto está integrado por sus
familiares y por no menos de 20 millones de refugiados, solicitantes de asilo, desplazados
internos o apátridas, tutelados por ACNUR, que huyen de la violencia y que muestran el rostro
más amargo de muchos conflictos. Si bien la localización va cambiando, no se reduce su número.
Queda determinar las decenas de millones de inmigrantes ilegales. Las gentes emigran por la
misma razón, la necesidad, el hambre y la miseria. Desde sus particulares infiernos a los
supuestos paraísos.
Según Andres Ortega: La historia está llena de muros para marcar límites y diferencias, para
protegerse de invasiones. Parecía que con la caída del muro de Berlín se abría una nueva etapa
presidida por la eliminación de dichos muros. Y sin embargo, nunca como ahora se ha hablado
tanto de muros y de vallas para impedir que las gentes que viven al otro lado puedan alcanzar las
fortalezas de la sociedad del bienestar. Son los muros de la globalización. Muros en forma de
arancel, de restricciones, de controles de fronteras, pero también son los muros físicos y fosos de
resonancias medievales que se levantan en las fronteras. Es la gran paradoja del nuevo contexto
globalizado. Se apuesta por la libre circulación de capitales y, a la vez, se cierran las fronteras de
las fortalezas recreciendo vayas, construyendo nuevos fosos y proponiendo, como en estados
unidos, la construcción de un muro de más de 1000 km para proteger la frontera sur.
Hay cabida para expresiones radicales y xenófobas que evidencian una patología social de
imprevisibles consecuencias.
La contradicción entre los Estados y mercados, entre la esfera de la política siempre es sensible a
la opinión pública, y las necesidades crecientes de mano de obra barata y precaria de sectores
productivos, se resuelve mirando para otro lado hasta que la situación se hace insostenible. Se
ignoran los derechos básicos.
Cómo reparar brechas de desigualdad tan obscenas, como construir puentes en lugar de muros,
como afrontar las relaciones inmigracion/derechos de ciudadanía, inmigracion/integración,
inmigracion/identidad cultural. En esta época de “fronteras entrecerradas” no existen soluciones
fáciles ni mágicas y que difícilmente se avanzará en la construcción de sociedades democráticas
multiculturales sin el respeto mutuo a la diversidad, sin la aceptación por todos los derechos y
deberes, sin la tolerancia recíproca y la aplicación del principio de trato igual.
¿Vidas desperdiciadas?
“En el mundo actual no se trata tanto de reflexionar acerca de cuantos individuos somos, sino de
quienes somos nosotros y cuantos son ellos.”
En esta especie de destrío social global que opera a varias escalas, las personas apartadas que
viajan en vagones situados en vía muerta son más que los que quedamos en el vagon de los
elegidos, Y van a ser aun mas en las proximas tres decadas, porque mas del 95% de las personas
que han de nacer lo haran en tres de los cuatro mundos posibles: el tercer mundo tradicional, el
llamado segundo mundo, integrado por restos de la ex union sovietica y satelites y el cuarto
mundo, aquel que viaja en el quinto vagon de las sociedades opulentas.
Si uno analiza con cierto detenimiento algunos de los informes más recientes sobre la situacion
de las poblaciones del mundo, puede entender las razones de desconcierto hoy reinante en
instituciones. Nunca como ahora, han proliferado tantas referencias a palabras que empiezan por
des, casi siempre asociadas a procesos que la globalizacion ha propiciado (desindustrializacion,
desregulacion, desesperanza, desconfianza, etc…)
La mayor parte de las brechas entre ellos y nosotros se agrandan y los grandes objetivos dejan
paso a niveles de desigualdad tan obscenos omo injustificables. En cuanto a los paises
desarrollados, no hay mas que leer alguno de los informes recientes sobre exclusion social o
sobre el binomio inmigracion- exclusion / segregación, para entender las periodicas explosiones
sociales an algunas de nuestras ciudades. Además de vivir en tiempos hostiles, vivimos en
tiempos precarios. Los espacios extramuros no corresponden ya unicamente con la tradicional
distincion Norte/Sur/ , sino que los nuevos espacios en blanco, las nuevas tierras incognitas, los
vertederos de residuos humanos, se ajustan a territorios, grupos de poblacion y personas que, con
independencia del lugar, estan mas o menos contectadas a los procesos globales de integracion
selectiva.
Miles de millones de personas en los paises mas pobres y en los llamados paises del capitalismo
pobre no tienen esperanzas de que sus vidas progresen.
En cuanto a los paises desarrollados, para entender como esta segunda modernidad tambien ha
dejado en via muerta a su quinto vagon, en el que viaja casi la cuarta parte de la poblacion total
de nuestras sociedades. La ausencia de referentes, de valores positivos y de alternativas, son
expresion del fracaso del Estado y explican la frustración y la anomalia social.
Ya no sirven las soluciones tradicionales y no parecen existin respuestas politicas convincentes.
Precariedad, dependencia y desconcierto van de la mano.
En un contexto de aumento de desempleo hace tiempo que el trabajo ha pasado de ser un gran
integrador a convertirse en un mecanismo de marginacion. Es falso afirmar que no hay
suficiente para todo el mundo. Por todas partes hay nuevas formas de desempleo oculto.
Más precarios, más vulnerables y más solos. Por eso cobran cada vez más importancia las
geografías personales. Necesitamos nuevos instrumentos de analisis social, algo tenemos que
hacer con rapidez, ya que los sucesos en Francia nos advierten de que los peligros de fractura
generacional crecen día a día, en un claro movimiento de crimializacion de los jovenes.
Hay otras muchas geografías, centenares de millones de vidas desperdiciadas de las que la
geografía también debe ocuparse.
Están las geografias del trabajo infantil, del trabajo informal, de la discriminacion y segregacion
por razon de sexo o color de piel, son las geografías de la supervivencia. Esas geografías
cotidianas de los pobres, en gran medida silenciadas, ignoradas o consentidas, únicamente
sacadas a la superficie por algunos organismos públicos y especialmente por Organizaciones No
Gubernamentales.
Son las geografias cotidianas de los más de 218 millones de niños, atrapados en situaciones de
trata y de explotacion sexual, de trabajo infantil domestico y en industrias manufactureras, de
niños utilizados en conflictos armados o en actividades ilicitas, de niños y niñas obligados a
trabajos forzosos y a servidumbre por deudas. La mayoría trabaja en el sector informal, sin
protección legal y reglamentaria, y más de la mitad lo hace en trabajos peligrosos.
Pero también es la geografía de los jóvenes entre 15 y 24 años, que tienen una tasa de desempleo
entre dos y tres veces superior a la de los adultos.
La geografía de más de la mitad de la población mundial que no tiene ningún tipo de protección
de seguridad social, con diferencias que oscilan desde el 100 por cien en los países
industrializados hasta las regiones de África y Asia donde se estima que solo del 5 al 10 por
ciento de la población activa dispone de seguridad social.
Están también las geografías del trabajo precario de centenares de millones de mujeres en la
economía informal y en las cadenas de producción globales.
Esas geografías cotidianas en las que por ejemplo, más de la mitad de las mujeres con empleo en
América LAtina trabajan en el sector informal o en las que el 71% de las mujeres negras de
Brasil trabajan en el sector informal (en todos los casos con salarios ligeramente superiores a la
mitad del percibido por los hombres). Y casi siempre en trabajos eventuales precarios, sin
horarios, sin respeto a las reglamentaciones laborales o internacionales. O las geografías de la
exclusión de las poblaciones indígenas. O las geografías del acceso desigual de las niñas a los
sistemas educativos. O las geografías invisibles, silenciadas, ocultadas o consentidas de la
segregación y violencia por razón de género. Es elevado el grado de violencia de género y de
marginación que sufren las mujeres tanto en el espacio público como en privado. Son las
geografías y las biografías de quienes siguen muriendo en silencio en espera de un cambio
reiteradamente anunciado desde hace décadas para la década siguiente.

2. LA INVISIBILIDAD, LA INTANGIBILIDAD Y LA
EFIMERALIDAD EN GEOGRAFÍA.

Cuando hablamos de las “otras geografias” no nos referimos solo al nuevo e incierto mapa
geopolitico del mundo o a aquellas expresiones geografias de la globalizacion, poco estudiadas
habitualmente por su intrínseca dificultad y accesibilidad. Nos referimos a un sinfin de
geografías, que no han recibido la atención que se merecen en los textos de geografía humana
convencionales ni tampoco en muchas otras ciencias sociales.
La disciplina de la geografía trata sobre lo visible, lo tangible y el tiempo de medida y de
duración. Es en esencia una descripción visual, de base empírica y cartesiana, que se apoya
fundamentalmente en los tangibles y que sostiene serias dificultades para integrar en su análisis
el tiempo corto, ya sea efímero o fugaz.
Pero es contradictorio, ya que la invisibilidad, la intangibilidad y la efimeridad están cada vez
más presentes en el mundo que nos ha tocado vivir. La globalización se caracteriza por su
invisibilidad. Vivimos en una época dominada por la invisibilidad. El poder hoy en día es
invisible, menos identificable. Se ha desplazado de unos actores y protagonistas claramente
visibles a unos conglomerados anónimos que no tienen una localización precisa. La invisibilidad
es el resultado de un proceso complejo en el que confluyen la movilidad, la volatilidad, las
fusiones, la multiplicación de las realidades inéditas, la desaparición de bloques explicativos, las
alianzas insólitas y la confluencia de intereses de difícil comprensión. La distribución del poder
es hoy muy volátil, la determinación de las causas y de la responsabilidades más compleja, los
interlocutores son inestables, las presencias virtuales y los enemigos difusos. En definitiva, la
representación es equívoca y las evidencias engañosas. No hay más remedio, que hacer visible lo
invisible, si queremos entender el mundo que nos rodea.
La efimeridad de nuestras sociedades, califica al mundo actual de “líquido”, en el sentido que
todos los ámbitos y rincones de la vida actual estarían sometidos a un proceso de licuefacción
inclusive con los vínculos humanos.
Nuevos procesos están impactando en las ciudades y estos procesos están marcados por la
movilidad, la fluidez, la falta de estabilidad, el imperio de lo efímero, sobre todo en
manifestaciones estéticas y lúdicas. La reestructuración de la producción en todos sus ámbitos,
han generado nuevas formas de trabajo que remiten a lo efímero, lo temporal, lo no duradero. El
posmodernismo acepta totalmente esta efimeridad, la fragmentación y la discontinuidad. Y es en
buena parte la efimeridad la que lleva a cuestionar cualquier metalenguaje, metanarrativa,
metateoría, o verdades universales.
Efieralidad que favorece a la fragmentación y, en términos geográficos, la coexistencia en un
espacio imposible de un largo número de posibles mundos fragmentados, es decir, de espacios
inconmensurables que se yuxtaponen y se superponen unos sobre los otros. La volatilidad y la
efimeridad de las modas, de los productos, de las técnicas de los procesos laborales, pero
también de las ideologías, de los valores. Se enfatizan las virtudes de la instantaneidad, de la
obsolescencia instantánea. La espacialidad de la efimeridad y de la fugacidad se está escribiendo
continuamente y nosotros mismos formamos parte de ella.
En definitiva, la invisibilidad, la intangibilidad y la efimeridad son cada vez más presentes en
nuestro mundo.
El arte de hacer visible lo invisible.
Nos movemos a diario en paisajes incógnitos y territorios ocultos, entre geografías invisibles
solo en apariencia. Las geografías de la invisibilidad, aquellas que están sin estar, marcan
nuestras coordenadas espacio-temporales, nuestros espacios existenciales, tanto o más que las
geografías cartesianas, visibles y cartografiables propias de las lógicas territoriales hegemónicas.
Hoy, cuando parecía que la tierra había sido finalmente explorada y cartografiada en su totalidad,
y hasta el más mínimo detalle, reaparecen nuevas “tierras incógnitas”. Están apareciendo nuevos
espacios en blanco en nuestros mapas, con unos límites imprecisos y cambiantes, difusos,
difíciles de percibir y aún más de cartografiar. La geopolítica contemporánea, se caracteriza por
una caótica coexistencia de espacios absolutamente controlados y de territorios planificados con
precisión milimétrica, al lado de nuevas tierras incógnitas que funcionan con otra lógica. Nuevos
agentes sociales han forjado opacas redes espaciales y creado nuevos territorios no siempre de
fácil acceso, a menudo misteriosos y un tanto sombríos. Son territorios, desconectados de y
marginados de un sistema cada vez más segmentado en estratos espaciales absolutamente
distanciados de otros. Los mapas se han llenado de nuevo de tierras desconocidas de regiones
que se alejan, que se apartan. Los desastres naturales por cierto, con una especial incidencia en
las zonas más pobres del planeta, contribuyen tanto como las guerras a la generación de lo que
alguien ha calificado ya de paisajes de la desolación, con un tremendo impacto mediático. Son
poco visibles, pero siempre latentes en el territorio.
Los grandes espacios urbanos y metropolitanos contemporáneos están plagados de zonas
inseguras, indeseables, desagradables, fácilmente sorteables y escamoteables a la mirada. Son los
territorios informales, territorios que en algunas áreas urbanas pueden llegar a ocupar buena parte
de esta ciudad dual dividida en dos, una de carácter formal y otra de carácter informal:
•La ciudad formal: aquella que ven los visitantes y la clase media/alta local, estaría constituida
por los asentamientos legales, los que cumplen con las leyes urbanísticas y se adaptan a la lógica
funcional del sistema.
•La ciudad informal: se caracteriza por la legalidad de sus asentamientos, las ocupaciones de
edificios abandonados, y/o degradados en los centros urbanos o en las periferias, las
construcciones de barracas bajo los puentes, son los territorios de la ciudad oculta.
El surgimiento de infinidad de espacios vacíos, desocupados, aparentemente libres, espacios sin
ninguna función clara en el nuevo entramado urbano más allá de su potencial valor especulativo.
Aparecen como tierras de nadie, territorios sin rumbo, sin personalidad, despojados como están
de su carácter primigenio, de su razón de ser en un territorio que ha dejado de existir. Son
espacios indeterminados, expectantes, en ocasiones híbridos entre lo que han dejado de ser y lo
que no se sabe si serán.
Estos espacios invisibles, opacos y abandonados se multiplican en las periferias urbanas, etre y a
los lados de la autopista, autovías y cinturones orbitales, todos ellos potentes ejes varios
imprescindibles para que el nuevo sistema urbano funcione esquivando la continua amenaza del
colapso.
Hay que convenir que existen múltiples, simultaneas y deferntes formas de mirar los paisajes,
algunas veces incluso en competencia entre si. Los paisajes (visisbles e invisibles) se construyen
socialmente dentro de un juego complejo y cambiante de relaciones de poder, esto es de genero,
de clase, de raza… de poder en el sentido más amplio de la palabra. El propio cuerpo humano
esta siendo considerado por la geografia critica como un espacio social per se, como nivel mas
elemental de penetracion del poder en una taxonomia escalar de los espacios entendidos como
lugares en los que el poder adquiere perfiles especificos y en los que a sy vez, se construyen
formas de resistencia especializadas.
La geografía consideró a la sociedad como un conjunto neutro, asexuado y homogeneo, yq ue las
mujeres fueron simplemente invisibles para la ciencia geográfica durante mucho tiempo.
Los espacios homosexuales, son también una buena muestra de las complejas relaciones de
poder presentes en nuestra sociedad y tambien la dialectica visible versus no visible, socialmente
hablando. Las zonas de contacto gay en espacios publicos se toleran mientras sean invisibles
(mientras no sean molestas) y no indican directamente en las pautas locales de uso tradicional.
Ahora bien, cuando se transforma en una practica abierta y establecida y por lo tanto
suficientemente visible como para ser identificada como un estorbo publico, estos espacios y sus
usuarios sufren la critica vecinal y en algunos paises, el acoso policial, condenando la identidad
sexual al aislamiento y a la clandestinidad. Pero no sucede asi cuando la comunidad gay
participa directamente en la promocion economica y cultural de la zona, garantizando el
funcionamiento de restaurantes, cines y hoteles. La cultura gay entonces, puede declararse
abiertamente homosexual y sera incluso promovida oficialmente como parte del espectaculo
multicultural, precisamente porque representa un sector importante de la ciudad global y de sus
circuitos de inversion. Este es un ejemplo paradigmatico de hasta que punto la invisibilidad no es
independiente de la mirada, ni de los procesos de construcción social, ni de las relaciones de
poder.
También estaria por estudiar la geografia de los sin techo, relacionada las nuevas
vulnerabilidades urbanas, vulnerabilidades qque, junto a la desconfianza ante lo desconocido,
genera miedos, temores, que a menudo afectan al conjunto de la sociedad, pero mayor
concentracion de poblacion.
La geografía escrita deberia explorar estos y otros territorios incognitos camuflados por la
invisibilidad, ya que nos las vemos, pero estan. La realidad no es solo lo que se ve, lo visible no
puede identificarse como lo real, hay que aprender a mirar lo que no se ve. Esta es la magia de la
geografía, es su arte, hay que saber mirar lo que no se ve.

El poder de lo intangible.

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