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Nuevas y
viejas preguntas, viejas y nuevas respuestas.”
páginas 15 a 49
Vivimos tiempos precarios, tiempos hostiles, tiempos inciertos. Tiempos de muros y vallas.
Tiempos de fronteras entrecerradas. Tiempos en los que prima la invisibilidad y la efimeridad.
Tiempos en los que se abren las puertas a los capitales y las mercancías y se cierra el paso a las
personas. También son tiempos de repliegue, en los que las gentes se "refugian", se "defienden",
se "identifican" cada vez más en función del color de su piel, de su regio, en su etnia o del lugar
en el que viven, más que en función de su ideología o de sus valores.
Esta es la era de la información y la comunicación, nadie sabe hacia dónde nos va a conducir
este proceso de cambio. Nadie puede prever la verdadera profundidad de los cambios y las
imprevisibles consecuencias que se derivan de esta forma de entender la globalización. Si bien es
cierto que la globalización ha venido para quedarse, no es menos cierto que caben, o cabía, otras
formas alternativas de conducirla y gobernarla.
No se trata de movilizaciones que propongan cambios sociales profundos o revolucionarios, sino
explosiones provocadas por la desesperación o movimientos sociales de repliegue impelidos por
mero instinto de conservación en el seno de las sociedades donde cunde el temor y el desánimo.
En los territorios pobres del planeta, más allá de la delimitación tradicional de unas fronteras que
en ocasiones son irrelevantes, la historia también se acelera. Los poderes públicos evidencian
una impotencia y una perplejidad ciertamente llamativa.
La caída del muro de Berlín simboliza un antes y un después. Hemos dejado atrás el final de un
viejo orden, pero ¿cómo definir esta nueva era? Hay muchas referencias que califican este nuevo
contexto y son interminables, “nuevo orden, nuevo desorden, nueva edad media, posmodernidad,
modernidad líquida, etc, etc…”
Esta nueva etapa geopolítica a la que nos estamos refiriendo, tiene como uno de sus hitos
fundamentales el primer gran atentado de la nueva ERA DE TERROR GLOBAL: el
hundimiento de las torres gemelas de NY y del edificio del Pentágono. Este atentado simboliza
muchas cosas, y con él se han derrumbado otras tantas. Se ha desvanecido la sensación de
seguridad interna presente en las democracias occidentales. Se ha desplomado el símbolo de la
globalización económica. Se han desmoronado las bases de la tradición política exterior, de
defensa y de seguridad de los países más poderosos de la tierra. Supone el final de las formas
convencionales de afrontar conflictos armados. El posible enemigo no solo carece de rostro y
territorio concreto, sino que, puede encontrarse viviendo y trabajando entre nosotros. Se ha
derrumbado la idea de hegemonía, de supremacía, y de triunfo definitivo de EEUU sobre el resto
del mundo.
En esta nueva era de desorden global, no puede hablarse de hegemonía geopolítica de un solo
país.
Hay una potencia aun inigualable en el plano militar, pero necesitada de acuerdos y alianzas en el
terreno político y económico. Otras potencias emergentes o en proceso de recuperación disputan
a EEUU espacios de influencia. Europa, como actor geopolítico global, afronta el nuevo milenio
con demasiados interrogantes aún sin resolver. Y la nueva Europa, que ya ha sido capaz de
reparar las deudas contraídas con su propia historia, debe aspirar a ser un actor político capaz de
reconstruir consensos y de devolver la confianza a millones de ciudadanos, de Europa y del
mundo, que asistimos atónitos a este proceso de deterioro moral y de falta de principios.
En momentos decisivos, Europa no es capaz de actuar como un actor político con capacidad de
liderazgo mundial. No dispone de una voz propia ni de una posición común. Hace tiempo que
evidenció su importancia en conflictos internacionales como el de Palestina, Israel o Irak, o en
procesos de dimensión global como el de migración. Europa constituye un mercado más amplio,
pero a la vez se hace políticamente más pequeña.
El actual contexto obliga a tener que hablar de valores, de ideales, de derechos, de culturas, de
civilizaciones, de diálogo y respeto. Europa tiene la obligación de liderar ese debate.
En este nuevo contexto, los conflictos son de otro tipo. Ahora son más regionales, tienen lugar en
el sur, afectan cada vez más a civiles e incrementan el número de damnificados y de refugiados.
Son más anónimos, pero no son menos las personas afectadas, sino que simplemente mueren en
medio del silencio y el olvido. Ahora han perdido el ropaje ideológico que los envolvió durante
el viejo orden. Tienen como fuente de disputa por recursos y materias primas, el enfrentamiento
por razón de religión, de género o por color de piel. Ahora se hacen más visibles, y solamente les
prestamos atención cuando algún estallido o crisis suscita el interés de algún medio de
comunicación, o cuando alguna Organización No Gubernamental llama a las puertas de nuestras
conciencias. Pero pasa el tiempo y las cosas vuelven a la “normalidad”. Se apagan los focos
mediáticos, las ONG y otras instituciones continúan con sus silenciosos trabajos de ayuda
humanitaria, la llamada comunidad internacional vuelve a sus rutinas, los conflictos o crisis
pasan al olvido… y las gentes siguen muriendo en silencio.
2. LA INVISIBILIDAD, LA INTANGIBILIDAD Y LA
EFIMERALIDAD EN GEOGRAFÍA.
Cuando hablamos de las “otras geografias” no nos referimos solo al nuevo e incierto mapa
geopolitico del mundo o a aquellas expresiones geografias de la globalizacion, poco estudiadas
habitualmente por su intrínseca dificultad y accesibilidad. Nos referimos a un sinfin de
geografías, que no han recibido la atención que se merecen en los textos de geografía humana
convencionales ni tampoco en muchas otras ciencias sociales.
La disciplina de la geografía trata sobre lo visible, lo tangible y el tiempo de medida y de
duración. Es en esencia una descripción visual, de base empírica y cartesiana, que se apoya
fundamentalmente en los tangibles y que sostiene serias dificultades para integrar en su análisis
el tiempo corto, ya sea efímero o fugaz.
Pero es contradictorio, ya que la invisibilidad, la intangibilidad y la efimeridad están cada vez
más presentes en el mundo que nos ha tocado vivir. La globalización se caracteriza por su
invisibilidad. Vivimos en una época dominada por la invisibilidad. El poder hoy en día es
invisible, menos identificable. Se ha desplazado de unos actores y protagonistas claramente
visibles a unos conglomerados anónimos que no tienen una localización precisa. La invisibilidad
es el resultado de un proceso complejo en el que confluyen la movilidad, la volatilidad, las
fusiones, la multiplicación de las realidades inéditas, la desaparición de bloques explicativos, las
alianzas insólitas y la confluencia de intereses de difícil comprensión. La distribución del poder
es hoy muy volátil, la determinación de las causas y de la responsabilidades más compleja, los
interlocutores son inestables, las presencias virtuales y los enemigos difusos. En definitiva, la
representación es equívoca y las evidencias engañosas. No hay más remedio, que hacer visible lo
invisible, si queremos entender el mundo que nos rodea.
La efimeridad de nuestras sociedades, califica al mundo actual de “líquido”, en el sentido que
todos los ámbitos y rincones de la vida actual estarían sometidos a un proceso de licuefacción
inclusive con los vínculos humanos.
Nuevos procesos están impactando en las ciudades y estos procesos están marcados por la
movilidad, la fluidez, la falta de estabilidad, el imperio de lo efímero, sobre todo en
manifestaciones estéticas y lúdicas. La reestructuración de la producción en todos sus ámbitos,
han generado nuevas formas de trabajo que remiten a lo efímero, lo temporal, lo no duradero. El
posmodernismo acepta totalmente esta efimeridad, la fragmentación y la discontinuidad. Y es en
buena parte la efimeridad la que lleva a cuestionar cualquier metalenguaje, metanarrativa,
metateoría, o verdades universales.
Efieralidad que favorece a la fragmentación y, en términos geográficos, la coexistencia en un
espacio imposible de un largo número de posibles mundos fragmentados, es decir, de espacios
inconmensurables que se yuxtaponen y se superponen unos sobre los otros. La volatilidad y la
efimeridad de las modas, de los productos, de las técnicas de los procesos laborales, pero
también de las ideologías, de los valores. Se enfatizan las virtudes de la instantaneidad, de la
obsolescencia instantánea. La espacialidad de la efimeridad y de la fugacidad se está escribiendo
continuamente y nosotros mismos formamos parte de ella.
En definitiva, la invisibilidad, la intangibilidad y la efimeridad son cada vez más presentes en
nuestro mundo.
El arte de hacer visible lo invisible.
Nos movemos a diario en paisajes incógnitos y territorios ocultos, entre geografías invisibles
solo en apariencia. Las geografías de la invisibilidad, aquellas que están sin estar, marcan
nuestras coordenadas espacio-temporales, nuestros espacios existenciales, tanto o más que las
geografías cartesianas, visibles y cartografiables propias de las lógicas territoriales hegemónicas.
Hoy, cuando parecía que la tierra había sido finalmente explorada y cartografiada en su totalidad,
y hasta el más mínimo detalle, reaparecen nuevas “tierras incógnitas”. Están apareciendo nuevos
espacios en blanco en nuestros mapas, con unos límites imprecisos y cambiantes, difusos,
difíciles de percibir y aún más de cartografiar. La geopolítica contemporánea, se caracteriza por
una caótica coexistencia de espacios absolutamente controlados y de territorios planificados con
precisión milimétrica, al lado de nuevas tierras incógnitas que funcionan con otra lógica. Nuevos
agentes sociales han forjado opacas redes espaciales y creado nuevos territorios no siempre de
fácil acceso, a menudo misteriosos y un tanto sombríos. Son territorios, desconectados de y
marginados de un sistema cada vez más segmentado en estratos espaciales absolutamente
distanciados de otros. Los mapas se han llenado de nuevo de tierras desconocidas de regiones
que se alejan, que se apartan. Los desastres naturales por cierto, con una especial incidencia en
las zonas más pobres del planeta, contribuyen tanto como las guerras a la generación de lo que
alguien ha calificado ya de paisajes de la desolación, con un tremendo impacto mediático. Son
poco visibles, pero siempre latentes en el territorio.
Los grandes espacios urbanos y metropolitanos contemporáneos están plagados de zonas
inseguras, indeseables, desagradables, fácilmente sorteables y escamoteables a la mirada. Son los
territorios informales, territorios que en algunas áreas urbanas pueden llegar a ocupar buena parte
de esta ciudad dual dividida en dos, una de carácter formal y otra de carácter informal:
•La ciudad formal: aquella que ven los visitantes y la clase media/alta local, estaría constituida
por los asentamientos legales, los que cumplen con las leyes urbanísticas y se adaptan a la lógica
funcional del sistema.
•La ciudad informal: se caracteriza por la legalidad de sus asentamientos, las ocupaciones de
edificios abandonados, y/o degradados en los centros urbanos o en las periferias, las
construcciones de barracas bajo los puentes, son los territorios de la ciudad oculta.
El surgimiento de infinidad de espacios vacíos, desocupados, aparentemente libres, espacios sin
ninguna función clara en el nuevo entramado urbano más allá de su potencial valor especulativo.
Aparecen como tierras de nadie, territorios sin rumbo, sin personalidad, despojados como están
de su carácter primigenio, de su razón de ser en un territorio que ha dejado de existir. Son
espacios indeterminados, expectantes, en ocasiones híbridos entre lo que han dejado de ser y lo
que no se sabe si serán.
Estos espacios invisibles, opacos y abandonados se multiplican en las periferias urbanas, etre y a
los lados de la autopista, autovías y cinturones orbitales, todos ellos potentes ejes varios
imprescindibles para que el nuevo sistema urbano funcione esquivando la continua amenaza del
colapso.
Hay que convenir que existen múltiples, simultaneas y deferntes formas de mirar los paisajes,
algunas veces incluso en competencia entre si. Los paisajes (visisbles e invisibles) se construyen
socialmente dentro de un juego complejo y cambiante de relaciones de poder, esto es de genero,
de clase, de raza… de poder en el sentido más amplio de la palabra. El propio cuerpo humano
esta siendo considerado por la geografia critica como un espacio social per se, como nivel mas
elemental de penetracion del poder en una taxonomia escalar de los espacios entendidos como
lugares en los que el poder adquiere perfiles especificos y en los que a sy vez, se construyen
formas de resistencia especializadas.
La geografía consideró a la sociedad como un conjunto neutro, asexuado y homogeneo, yq ue las
mujeres fueron simplemente invisibles para la ciencia geográfica durante mucho tiempo.
Los espacios homosexuales, son también una buena muestra de las complejas relaciones de
poder presentes en nuestra sociedad y tambien la dialectica visible versus no visible, socialmente
hablando. Las zonas de contacto gay en espacios publicos se toleran mientras sean invisibles
(mientras no sean molestas) y no indican directamente en las pautas locales de uso tradicional.
Ahora bien, cuando se transforma en una practica abierta y establecida y por lo tanto
suficientemente visible como para ser identificada como un estorbo publico, estos espacios y sus
usuarios sufren la critica vecinal y en algunos paises, el acoso policial, condenando la identidad
sexual al aislamiento y a la clandestinidad. Pero no sucede asi cuando la comunidad gay
participa directamente en la promocion economica y cultural de la zona, garantizando el
funcionamiento de restaurantes, cines y hoteles. La cultura gay entonces, puede declararse
abiertamente homosexual y sera incluso promovida oficialmente como parte del espectaculo
multicultural, precisamente porque representa un sector importante de la ciudad global y de sus
circuitos de inversion. Este es un ejemplo paradigmatico de hasta que punto la invisibilidad no es
independiente de la mirada, ni de los procesos de construcción social, ni de las relaciones de
poder.
También estaria por estudiar la geografia de los sin techo, relacionada las nuevas
vulnerabilidades urbanas, vulnerabilidades qque, junto a la desconfianza ante lo desconocido,
genera miedos, temores, que a menudo afectan al conjunto de la sociedad, pero mayor
concentracion de poblacion.
La geografía escrita deberia explorar estos y otros territorios incognitos camuflados por la
invisibilidad, ya que nos las vemos, pero estan. La realidad no es solo lo que se ve, lo visible no
puede identificarse como lo real, hay que aprender a mirar lo que no se ve. Esta es la magia de la
geografía, es su arte, hay que saber mirar lo que no se ve.
El poder de lo intangible.