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No son tan conocidos como los famosos diablos de Yare, pero no por eso
son menos espectaculares. En ambas tradiciones son los promeseros
(personas que han hecho una promesa al "Santísimo Sacramento") que se
visten de diablos y salen a bailar, eso sí, con un gran respeto hacia la
iglesia, para agradecer los favores recibidos o solicitar nuevos favores.
La celebración se inicia en la víspera, es decir el miércoles antes del jueves
de Corpus Christi; al mediodía, las campanas y el toque de la "caja"
(tambor) llama a los diablos a concentrarse en la plaza frente a la iglesia
pueblo arriba. Salen los diablos de sus casas y llegan a la plaza en donde se
hace una pequeña ceremonia de iniciación a los nuevos diablos y de allí
salen a recorrer el pueblo con su peculiar danza, tanto en la parte baja como
alta.
El jueves de Corpus Christi todo se inicia con una misa solemne en honor
al Santísimo Sacramento. Los diablos no se acercan y es solo a las 12 del
mediodía, cuando repican las doce campanadas, con la iglesia ya cerrada,
que el "cajero" (el que toca la caja) llama a los diablos que empiezan a
acudir de todo el pueblo. Llegan bailando y una vez en la plaza, frente a la
iglesia, empieza el cumplimiento de la promesa: caminar de rodillas desde
la cruz hasta la puerta de la iglesia (unos 30 metros). Al llegar, aún de
rodillas, se inclinan ante la iglesia, en señal de sumisión al Santísimo
Sacramento.
El día 23 las calles de los pueblos se adornan con coloridos altares en honor
a San Juan; quien es recibido con repiques de tambores el 24 de junio
mientras entonan el verso ¡San Juan to’ lo tiene! ¡San Juan to’ lo da!…
Los actos inician con una solemne misa ante la imagen de San Juan,
seguida con procesión; la algarabía inunda los pueblos al ritmo de los
tambores, mientras los participantes agitan pañuelos rojos.
CRUZ DE MAYO