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LA CRISIS DEL PROYECTO NEOLIBERAL

Del colapso de la convertibilidad a las bases económicas de la recuperación

De la presidencia de Rodríguez Saa “el breve” al interregno de Eduardo Duhalde.

Las jornadas del 19 y 20 de diciembre del año 2001 marcaron el final del gobierno de la
Alianza, dejando al peronismo como el principal partido político del país en condiciones de asumir
el gobierno y conducir el interregno que quedó abierto. De este modo, el peronismo se convirtió en
el partido con mayor viabilidad institucional por ese entonces. Sin embargo, a pesar de su aparente
fortaleza institucional el peronismo no era un bloque homogéneo. Al contrario, estaba bajo un fuerte
proceso de lucha interna. Todavía el partido se debatía entre la guerra interna que dominó la
segunda mitad de la década de 1990 entre duhaldismo y menemismo. A este enfrentamiento le
debemos sumar la constitución a principios del año 2000 del “Frente Federal y Solidario”
formado por las provincias `chicas´ del interior del país que no querían quedar presas de aquella
puja interna. En efecto, el Frente Federal para fines de 2001 había logrado que el peronismo se
reuniera detrás de sí para consensuar quién sería nombrado como presidente del Senado,
convirtiéndolo además en vicepresidente del país. Dada la distribución federal de los votos del
Senado (3 senadores por cada provincia) quien lograra reunir el mayor consenso en las provincias
podría volcar los números a su favor. De este modo, el Frente Federal le impuso su candidato al
peronismo. Resultó elegido el misionero Ramón Puerta para el cargo. En diputados no se logró
hacer lo mismo, dado que allí rige un criterio de representación proporcional de la población. En
este caso, quién impuso a su hombre fue Eduardo Duhalde -ya que éste era el peronista que
controlaba la populosa provincia de Buenos Aires y que contaba con mayor número de diputados-,
designando así a Eduardo Camaño como presidente de la cámara baja. En conclusión, con la
renuncia de De la Rúa el jueves 20 de diciembre, el peronismo tenía sus fichas en orden y estaba
listo para asumir nuevamente él.
Por lo tanto, siguiendo con la ley de acefalía, la Asamblea Legislativa 1 designó a Ramón
Puerta como Presidente de la Nación. El plan era que Puerta gobierne por un período de 3 meses, al
término de los cuales se llamaría a elecciones presidenciales. No obstante, los planes de los
hombres del PJ no iban a resultar: Ramón Puerta no estaba dispuesto a ser el “chivo expiatorio” del
partido. Puerta comprendía demasiado bien las desventajas que implicaba aceptar gobernar por tan
sólo 90 días. En primer lugar, de hacerlo, tendría que comprometerse frente al peronismo a no
competir en las elecciones de las cuales saldría el sucesor de De la Rúa, así el camino eleccionario
para convertirse en Presidente le quedaba vedado. En segundo lugar, esos 90 días sobre los cuales
debía gobernar no serían para nada sencillos. Puerta sabía que quién estuviera a cargo de la
Presidencia tendría que enfrentar “el trabajo sucio”: declarar el default del país como también
devaluar, asumiendo las consecuencias sociales que esto implicaba. Ante la dimisión de Puerta, la
Asamblea Legislativa tuvo que pensar en otro candidato, ¿pero quién?
Así, ante la opción vacante para el cargo presidencial fue otra figura del Frente Federal, el
gobernador de San Luis Adolfo Rodríguez Saá, la que afloró como posibilidad. Éste se había auto
propuesto para el cargo. Rápidamente, con el consenso que terminó por obtener Rodríguez Saá, los
pasos próximos se terminaron por resolver y la Asamblea Legislativa lo eligió como Presidente.
En un principio, el gobernador dijo aceptar la misión de gobernar durante 90 días y realizar
las medidas necesarias e impopulares para salir de la crisis de convertibilidad. No obstante, en su
discurso de asunción dejó sorprendido a todo el auditorio y a la población que lo vio en vivo y en
directo por televisión. Se estableció que el sueldo máximo de la nación sería el del Presidente, el
cual no superaría los tres mil pesos. Por otra parte, sumó otra actitud que caería en suma gracia a
gran parte de la ciudadanía en sus gritos de guerra contra “los políticos” y sus exuberantes
privilegios: se venderían los bienes de lujo con los que contara el Estado, tales como su parque
1
La Asamblea Legislativa fue la unión de las dos cámaras del Congreso para designar de forma interina al presidente de la Nación
después de la renuncia de De la Rúa.

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automotor y el avión presidencial para darles “pan a los más necesitados” e iniciar un vasto
programa de austeridad. También se realizó, de manera espectacular, la declaración de la cesación
de pagos a modo de hazaña libertadora en una clave nacional y popular: según Rodríguez Saá, el
Estado no negociaría más a espaldas del `pueblo´ ni en oficinas a puertas cerradas, como tampoco
se priorizaría la “deuda externa” por sobre “las propias necesidades de los argentinos”. La deuda
pública, en ese discurso, dejó de ser concebida como una “obligación” irrenunciable como
constantemente era referida por las proclamas de la Alianza para ser considerada como “el más
grande negociado de la historia argentina”, un hecho inescrupuloso a espaldas del bienestar general.
Además, el nuevo Presidente se encargó de dejar en claro en su discurso que no sería el responsable
de abandonar la convertibilidad. Al contrario, ratificó que él sería el encargado de sostenerla
apoyándose en la creación de una tercera moneda entre el peso y el dólar: el Argentino. Un bono
estatal con el cual el Estado pagaría sus deudas, sería de curso obligatorio y cotizaría libremente en
el mercado. Lo cual permitiría lubricar la economía y revertir el ciclo recesivo, posibilitando que el
Estado aumentara sus niveles de gasto y darle fluidez, según el nuevo Presidente, “al consumo
popular”. En una palabra, Rodríguez Saá no devaluaría “para, según él, no disminuir el salario de
los trabajadores”. La convertibilidad, al contrario de lo pactado, permanecería en vigencia. Por
último, el discurso presidencial estuvo plagado de poderosas frases grandilocuentes para instaurar
un clima fundacional y emancipatorio en una nueva era, prometiendo la creación de un `millón de
empleos´, la `defensa de los derechos de los trabajadores´, `austeridad´, un majestuoso `plan de
asistencia alimentaria´ y “poner a la Argentina en orden”. Según Rodríguez Saá, con él comenzaba
a gobernar una nueva generación. La Argentina abriría una nueva etapa en su vida.
De forma evidente, el Presidente parecía haber quebrado los pactos establecidos con el arco
político para asumir la Presidencia. De esta manera, Rodríguez Saá atisbaba dos frentes de tormenta
en sus ambiciones. El primero, fue la fuerte resistencia que le oponían los hombres de las finanzas a
sus propuestas económicas que no dejaban de denostar como “populistas” y presas de un
nacionalismo trasnochado que se estaba imponiendo en el país a base de demagogia y del más puro
clientelismo político. Sólo pensar en que con su declaración de default, Rodríguez Saá les había
generado a los bancos miles de millones de dólares en pérdidas les ponía a éstos los pelos de punta.
En segundo lugar, también sabía que tenía que detener las fuertes presiones que estaban llevando
contra su persona los miembros de su propio partido, dado que en el peronismo las aguas estaban
claramente muy agitadas, sobre todo después de los anuncios en el discurso inaugural. A todos los
presentes ese día en el Congreso les pareció por lo menos extraño que un Presidente que debía ser
transitorio propusiera un programa que llevaría varios años para su aplicación.
Tras la caída de los apoyos necesarios para continuar con su proyecto, Rodríguez Saa convocó
a una reunión de emergencia de todos los gobernadores en la localidad de Chapadmalal para evaluar
quienes lo seguían apoyando y quienes le daban la espalda. De los 14 gobernadores peronistas, sólo
6 fueron a la reunión y una era su propia provincia. Mientras tanto, en Buenos Aires, la protesta
social iba en aumento y el 28 de diciembre, una protesta generalizada en la Plaza de Mayo y en la
plaza del Congreso que terminó con manifestantes dentro del mismo Congreso y de la Casa Rosada
ante una sospechosa retirada previa de la policía comandada por el duhaldista Juan José Álvarez,
pusieron en jaque al proyecto del flamante presidente.
La ausencia inocultable de las mayores figuras del PJ hizo patente el abandono y aislamiento con
los cuales contó Rodríguez Saá. Ni Reutemann, Menem, De la Sota, Romero, Duhalde, Kirchner o
Rubén Marín habían asistido al encuentro. Tras comprender su soledad y falta de respaldo para
proseguir como Presidente, Rodríguez Saá decidió renunciar y regresar a San Luis.
La Asamblea Legislativa fue convocada nuevamente. Eduardo Camaño, presidente de la cámara
de diputados asumió la presidencia interina hasta que la Asamblea se decidiera por un nuevo
Presidente. Finalmente, se nombró al exgobernador y excandidato presidencial Eduardo Duhalde,
en ese entonces senador por la provincia de Buenos Aires para tomar ese lugar.
Adaptado de Zicari, Julián: Gobernar con una sonrisa. La semana de Rodríguez Saa como
presidente de la Nación. En Realidad Económica. 272. Noviembre 2012.

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El gobierno de Eduardo Duhalde: las bases económicas de la recuperación.

La transición encarada por Eduardo Duhalde a partir del 2002 no sólo permitió superar lo
peor de la crisis de la convertibilidad sino que logró iniciar una progresiva recuperación económica
y sentar las bases de un nuevo modelo económico que luego sería heredado en gran medida por
Néstor Kirchner.
El objetivo principal del gobierno de Duhalde y del nuevo equipo económico, encabezado
por Jorge Remes Lenicov, era realizar lo que denominaban un “cambio de modelo económico”, en
función del cual los llamados sectores productivos, como la industria, el agro y la construcción
fueran los principales ejes de producción de riqueza. Para ello, el elemento central del nuevo
programa económico fue devaluar la moneda para recuperar competitividad externa y mayor
dinamismo al mercado interno. En igual dirección, se tomaron una serie de medidas para
reconfigurar la situación económica y poner en marcha el nuevo modelo productivo:
1) Una de las más importantes fue la pesificación del grueso de las tarifas de las empresas
servicios privatizadas, para que las tarifas no incidieran en la competitividad externa ni se
trasladara su aumento a los precios.
2) Otra de las medidas fue mantener para los acreedores privados del Estado el default
declarado por Rodríguez Saa, lo que permitió liberar al Estado de su gasto más importante.
3) En cuanto al desempleo, el gobierno intentó impedir que se aumentara todavía más y
prohibió los despidos injustificados por noventa días y duplicó los costos indemnizatorios.
4) Además, anunció el lanzamiento de un programa de contención social destinado a ayudar
económicamente a personas jefes y jefas de hogar desocupados y con hijos a cargo.
5) Este programa sería financiado con la introducción de retenciones a las exportaciones de
productos que, con la devaluación, obtendrían una ganancia excepcional. Estos productos
fueron: el petróleo crudo y sus derivados (20%), exportaciones agrícolas, soja, maíz, trigo,
aceites y carnes (10%) y algunos productos manufacturados agro industriales (5%).
A pesar de todo esto, uno de los temas más delicados y difíciles de tratar era qué hacer con
el corralito. Aunque impopular, el corralito se había vuelto imprescindible para evitar la quiebra
del sistema bancario en su totalidad. Asimismo, existía otra encrucijada fundamental: por un
lado, era imperioso pesificar las deudas bancarias para no arruinar la cadena de pagos y hacer
viable que los deudores pudieran enfrentar sus compromisos, aunque por otro lado, era esencial
garantizar el valor y la moneda originales de los depósitos bancarios. Es decir, se buscaba
aliviarles la situación a los deudores y asegurarles a los ahorristas que no iban a tener pérdidas.
Para resolver esta disparidad se ideó un programa de “pesificación asimétrica”: las deudas
contraídas hasta 100 mil dólares se pesificarían automáticamente, mientras que las mayores a
ese monto lo harían al tipo de cambio oficial de 1,40 pesos por dólar. Por su parte, en cuanto a
los depósitos, éstos se devolverían en forma íntegra en su moneda original. Sin embargo, esta
medida pronto sufrió modificaciones. Por la presión de los grandes empresarios la pesificación
se volvió universal y alcanzó a los grandes deudores. Los depósitos, por su parte, sufrieron
condiciones para su devolución: todos los depósitos en dólares serían reprogramados y su
reintegro en moneda original quedaría sujeto a un cronograma que comenzaría en enero del
2003 con los depósitos de hasta 5 mil dólares. Esta acción fue conocida como el pasaje del
corralito al corralón. Más adelante, Duhalde también incumplió esta promesa por lo que todos
los ahorristas atrapados por el corralón tendrían que elegir: o bien pesificar sus fondos a una
tasa del 1,40 pesos por dólar o bien mantenerlos en su moneda original pero con un cronograma
más extenso de devolución que se realizaría con un bono denominado en dólares y a cargo del
Estado nacional.
A pesar de todas estas medidas, la situación se había vuelto caótica al comenzar abril:
durante el primer trimestre al actividad económica había caído en 16% con respecto al año
anterior, el dólar superó los 3 pesos, la inflación se aceleró sin pausa y alcanzó por primera vez
los dos dígitos mensuales y el resultado fiscal se desplomó a un ritmo vertiginoso. La

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consecuencia de esta situación fue la renuncia del ministro de economía Remes Lenicov, el jefe
de gabinete, Jorge Capitanich, el ministro de Producción, De Mendiguren y el ministro del
interior, Rodolfo Gabrielli. A la par se decretó un feriado bancario y cambiario por tiempo
indeterminado hasta que el panorama se aclarase.
Como consecuencia de esta crisis política causada por la situación económica, el presidente
Duhalde se reunió con los gobernadores provinciales y se acordó un programa de gobierno
conocido como “los 14 puntos”, el cual trataba sobre temas fiscales y el objetivo de obtener un
nuevo acuerdo con el FMI para no deteriorar la situación internacional de la Argentina. Por
último, entre los temas de negociación también se acordó la designación como nuevo ministro
de economía a Roberto Lavagna.
La nueva gestión de Lavagna introdujo una serie de novedades. En primer lugar, modificó
el tipo de ajuste para las deudas con un nuevo coeficiente que se movería según los aumentos
salariales y que no podrían superar el 30% de los ingresos familiares. En segundo lugar, se
obligó a los bancos a hacer aportes de capital propios ante la falta de efectivo en vez de seguir
dependiendo de los fondos que pudieran obtener del Estado. En tercer lugar, se dejó de obligar
a las provincias que tuvieran mayor disciplina fiscal. Cuarto, se dispuso la creación de cuentas
liberadas en los bancos para que el dinero pudiera entrar y salir sin ningún tipo de restricciones
como una forma para que el sistema bancario volviera a ganar fondos propios. En quinto lugar,
se aumentaron los controles cambiaron para limitar la capacidad de acción de casas de cambio y
bancos, como también a las compras mensuales para empresas y particulares. Por último,
Roberto Lavagna introdujo una modificación para terminar con una de las principales fuentes
de incertidumbre de la economía argentina: A partir de ahora el FMI no debía ser
escuchado. El gobierno se mostró más inflexible y se negó a llegar a un acuerdo a cualquier
precio, ya no se comprometería con los postulados más ortodoxos reclamados por el FMI y si la
gerencia no cedía el gobierno no pagaría. Como consecuencia de este cambio de postura, en
enero del 2003 se logró un acuerdo con el FMI donde el gobierno sólo se comprometió a tener
un superávit fiscal del 2,5% sin ceder en su política económica, a cambio de postergar los
vencimientos con los organismos internacionales hasta agosto del 2003
Al comenzar mayo del 2002 se lanzó el primer tramo del plan masivo de ayuda social para
jefes y jefas de hogar, destinado a desocupados con hijos a cargo. Este programa alcanzó a 1
millón de personas y, al mes siguiente, superó los 1,6 millones de beneficiarios. Por su parte, la
redefinición del gabinete de ministros de fin de abril intentó expresar un nuevo pacto social que
estrechó el lazo entre el gobierno y la CGT liderada por Rodolfo Daer, y permitió otorgar un
aumento salarial para el sector privado. A su vez, se dispuso un aumento de las jubilaciones
mínimas que alcanzó alcanzó a 600 mil beneficiarios.
A finales de junio el final del derrumbe económico ya se estaba dando puesto que los
números comenzaron a mejorar mes tras mes: desaceleración en la suba de precios, el superávit
fiscal empezó a mostrarse sólido y el producto dejó de caer en abril para sostenerse durante el
segundo cuatrimestre. Por su parte el dólar comenzó a descender y se alertó que este ya no tenía
fuerza para subir por sí solo, razón por la cual, los exportadores comenzaron a liquidar y el
Banco Central comenzó a ganar reservas. Para diciembre del 2002 los beneficiarios del plan
jefes y jefas superaban los 2 millones, el gobierno levantó el corralito y se firmó un acuerdo con
las provincias para que se dejaran de emitir las cuasimonedas ya que todas registraban superávit
fiscal. Se dispuso otro aumento de sueldos para el sector privado y los empleados estatales y
jubilados cobrarían de forma íntegra sus sueldos sin el descuento del 13% que había dispuesto
el gobierno de la Alianza. El verano del 2003 se mostró sumamente próspero, creció la
actividad industrial, el turismo y el empleo. La crisis parecía haber quedado atrás, aunque el
programa económico duhaldista implicó costos sociales, distributivos, salariales y laborales
altísimos. Los trabajadores, los desocupados y los sectores medios fueron los que asumieron los
costos más pesados de salir de la crisis.

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La masacre de Avellaneda: el fin del proyecto duhaldista

A pesar de que la Argentina parecía mostrar números sustentables a mediados del 2002, el
punto más alto de la protesta social sucedió el 26 de junio en la llamada “masacre de Avellaneda”.
En el marco de una protesta de organizaciones piqueteros en el Puente Pueyrredón, murieron a
manos de efectivos de la Policía bonaerense Maximiliano Kostecki y Darío Santillán. Este hecho
implicó un masivo repudio y un incremento explosivo de la tensión política. Se produjeron
concentraciones en varios lugares, la más numerosa en Plaza de Mayo, y un escenario de vuelta de
la violencia política. El gobierno reaccionó rápidamente impulsando la investigación judicial,
deteniendo a los responsables policiales y ofreciendo la renuncia del ministro de Seguridad de la
provincia. El impacto político que provocaron estas muertes, cuando parecía haberse aplacado el
clima de violencia después de diciembre del 2001, fue muy fuerte. Por el lado del gobierno, se
impulsó un debate respecto del costo político del hecho, mientras que los sectores opositores
cuestionaron la capacidad del gobierno para manejar la protesta social. Lo cierto es que el
Presidente se vio obligado por la situación a poner fecha a las elecciones venideras, adelantándolas
al 30 de marzo del 2003, previendo la asunción de quien fuera elegido para el 25 de mayo de ese
año.
El primer candidato de Duhalde, el gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann, declinó su
candidatura alegando falta de garantías para participar en las elecciones internas del PJ.
Inmediatamente, el gobierno comenzó a pensar en José Manuel De la Sota, gobernador de Córdoba
como el candidato oficial. Por su parte, Carlos Menem, aceleró su campaña y se postuló como el
principal competidor de De la Sota en la interna del partido. Al mismo tiempo, Adolfo Rodríguez
Saa anunció también su candidatura, sumándose así a la lista de postulantes del partido justicialista.
Así, a finales de Julio, había cinco campañas claramente lanzadas del el peronismo: De la Sota,
Romero, Menem, Rodriguez Saa y el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner.
A principios del 2003, y frente a la inminencia de las elecciones de Marzo del año siguiente,
la Justicia determinó que no celebrarían elecciones internas dentro del PJ dispuestas para febrero y
que ninguno de los candidatos podía utilizar simbología que se refiriera directa y alusivamente al
peronismo. El 16 de enero el gobierno realizó un acto partidario donde se lanzó oficialmente la
candidatura de Néstor Kirchner, mientras José Manual De la Sota anunciaba la declinación de su
candidatura, principalmente, por la irremontable baja en las encuestas. De este modo, el Partido
Justicialista tendría tres candidatos para las elecciones nacionales: Kirchner, Menem y Rodríguez
Saa. Los tres podrían presentarse con inscripciones propias desde la identidad peronista, pero
ninguna simbología oficial del peronismo. En ámbitos del gobierno se decidió que la estructura
política que respaldaría a Néstor Kirchner se denominaría Frente para la Victoria (FpV).
El 27 de abril del 2003 se realizó la elección nacional. El resultado de la jornada dio a
Menem el 24,2% de los votos, basando su victoria en el interior y a Kirchner el 22%, sobre todo por
su triunfo en la provincia de Buenos Aires. Quedaba claro que los dos necesitaban nuevas alianzas
para la segunda vuelta. No obstante, no había duda para Duhalde, y las encuestas previas lo
afirmaban, de que Menem no tenía chances de imponerse a Kirchner en el balotaje. De hecho, en las
filas menemistas se inició un áspero debate sobre la estrategia a seguir, la cual incluiría, entre otras
posibilidades, la renuncia a participar de la segunda vuelta. Rápidamente, Menem viajó a San Luis a
solicitar el apoyo de Rodríguez Saa, quien había obtenido el 14% de los votos, mientras que Elisa
Carrió, que había superado levemente a Saa en la elección anunció públicamente su apoyo a
Kirchner, quien además consiguió el apoyo de seis provincias estratégicas (Córdoba, Mendoza,
Santa Fe, Tucumán, Entre Ríos y Salta). El 14 de mayo, Menem bajó su postulación y, por lo tanto,
Kirchner asumiría la presidencia el 25 de mayo del 2003.

Adaptado de Pucciarelli, Alfredo y Castellani Ana (coordinadores): Los años del Kirchnerismo, la disputa
hegemónica tras la crisis del orden neoliberal. Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2016. Capítulos 1 y 2

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RESPONDER

1) ¿Cómo estaba dividido el Peronismo a finales del 2001?


2) ¿Por qué Ramón Puerta renunció a la Presidencia?
3) Explicar por qué Rodríguez Saa comienza a perder el consenso que había logrado para
asumir la presidencia
4) ¿Qué medidas tomó Duhalde para proteger los ingresos de los trabajadores?
5) Explicar en qué consistió la pesificación asimétrica de las deudas y los depósitos.
6) ¿De qué manera se logró salir del corralito?
7) ¿En qué cambió la política económica con la llegada de Roberto Lavagna al ministerio de
economía?
8) ¿Qué consecuencias políticas produjo la llamada masacre de Avellaneda?

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