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EDUARDO DUHALDE.

(Lomas de Zamora, 05 de octubre de 1941)


El 1° de enero de 2002, en medio de la crisis más importante de la historia
argentina, Eduardo Duhalde fue elegido por la Asamblea Legislativa para
desempeñar el cargo de presidente de la Nación Argentina, el cual ocupó hasta el
25 de mayo de 2003. Duhalde, en vísperas de la asunción presidencial, había
expresado su temor a que se produjera una "guerra civil" en Argentina, y empezó
por reconocer que el país estaba "quebrado" y "fundido", y anunció un Gobierno de
unidad nacional con la triple misión de "reconstruir la autoridad política e
institucional, garantizar la paz social y sentar las bases para el cambio del modelo
económico y social".

Recibió la banda presidencial en manos del presidente provisional y titular de


la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, en un acto de apenas cinco minutos
que estuvo repleto de bulliciosos invitados y de representantes de casi todos los
partidos políticos, exceptuando los de la izquierda. En su discurso de asunción a la
presidencia, destaca, primeramente, su compromiso para afrontar la situación del
país, enfrentando la crisis económica y el desempleo, proponiendo un nuevo modelo
que sea capaz de recuperar la producción, el trabajo de los argentinos, el mercado
interno y la justa distribución de la riqueza. Sostiene, para alcanzar dichos objetivos,
la defensa irrestricta de los intereses permanentes nacionales, incentivando la
conjunción entre el esfuerzo público y el sector privado: “(…) me comprometo a
realizar un gran esfuerzo personal para resolver la crisis y poder transferir la banda
presidencial a otro ciudadano electo por la voluntad del pueblo argentino dentro de
dos años.” (del discurso de asunción ante la asamblea legislativa. 01.01.2002).

Le ha dado gran importancia, como hemos señalado anteriormente, a la dura


situación que estaba afrontando el país en esos momentos. Intentado incentivar a
los ciudadanos a motivarse en las normas y buscando posibles soluciones a los
problemas que el pueblo debía hacer frente, ha pronunciado frases tales como: “Los
pueblos toleran cualquier circunstancia adversa. ¡Y vaya si lo toleran! Lo que ningún
pueblo tolera es el caos, la anarquía. Y quiero decirles que el caos y la anarquía
que vivimos, no se resuelve con balas ni con bayonetas, se resuelve ocupándonos
seria y responsablemente de los problemas que afligen a millones y millones de
excluidos en la República Argentina. Excluidos de todas las relaciones: políticas,
económicas, sociales, culturales, laborales. Millones son los que están afuera. Y
decir que venimos con todo el amor, como antes manifestaba, a poner de pie a
nuestro país.” (del discurso de asunción ante la asamblea legislativa. 01.01.2002)

Una de las frases más criticadas de las que pronunció Eduardo Duhalde a lo
largo de su carrera, fue un error de información que lo llevó a prometer lo que no
podía ser cumplido: “A los afectados por el "corralito", les digo que el Estado no
permitirá que sean víctimas del sistema financiero. Quiero decirles que van a ser
respetadas las monedas en que hicieron sus depósitos. Es decir, que el que
depositó dólares recibirá dólares, el que depositó pesos recibirá pesos.” (del
discurso de asunción ante la asamblea legislativa. 01.01.2002). Sin embargo, unos
días después, no dudó en reconocer públicamente su equivocación, poniendo por
encima de cualquier otro valor, el de la verdad.

A los aplausos de los cerca de 300 presentes, que desbordaron los pasillos
de la Casa Rosada, se sumó la ovación y las bombas de estruendo de cientos de
peronistas congregados en la Plaza de Mayo. Tras recibir los atributos del mando,
la banda y el bastón presidencial, Duhalde y todos los presentes se pusieron de pie
y entonaron el Himno Nacional. Este gesto marcó una gran diferencia con la
asunción de Rodríguez Saá, que optó por cantar la marcha peronista, pronunciada
por el justicialismo con estrepitoso ímpetu.

En su discurso, Duhalde, recepta valores de igualdad e inclusión social, al


pronunciar que su mandato se dirigirá a la inclusión de los excluidos en el sistema,
para lograr poner de pie a la Argentina. Luego de dos años de gestión, se logró
revertir esta situación. El 25 de mayo de 2003, tal como lo había prometido, entregó
a su sucesor una “Argentina de pie y en paz”, atravesada por la fe y el optimismo,
en la que la exclusión social, el desempleo y los enfrentamientos parecían en camino
directo a la extinción; en la que el nuevo rumbo económico, basado en la alianza
con los sectores de la producción y el trabajo, ya comenzaba a arrojar resultados
visibles.

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