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Tal vez sea el minimalismo, o el realismo sucio y la debilidad que los críticos y

escritores tienen por él. Raymond Carver y sus cuentos pueden ser la razón por la que
el 90% de los libros de relatos tratan, según sus autores y editores, del “hombre
contemporáneo”, de la “tragedia cotidiana”, de “la soledad”, o de la "incomunicación"
“Si me necesitas, llámame” es una serie de cinco cuentos

sobre gente que vive situaciones que ni siquiera alcanzan a ser extraordinarias. Sin
finales, con una prosa árida y escueta. Fue un libro publicado después de la muerte del
autor con textos recuperados por su viuda y tal vez por ese afán de publicar como sea
algo firmado por Carver al libro no se le acaba de coger el tranquillo. Aunque parezca
una blasfemia no alabar un texto de Ratmond Carver la verdad es que frente a alguno de
los relatos que componen este libro uno no puede evitar sentirse engañado. ¿Cosas del
mercado?

No ocurre lo mismo con “Tres Rosas Amarillas”, esta recopilación de seis


cuentos destila melancolía y resignación. Las fatalidades de la vida y la soledad son
tratadas por Carver con calma y bajo una actitud libre de juicios, en las que las únicas
reflexiones vienen a cargo del lector. “El elefante” y “Caballos en la niebla” son claros
ejemplos de la atmósfera que logra Carver, agobiante y reflexiva. Un libro en el que
queda patente el egado de su autor al genero del relato corto. Como punto final al libro
el relato "Tres rosas amarillas", que se escapa de la temática del libro para contar los
ultimos días de Anton Chejov, más estructurado y clásico, en el que Carver deja patente
su admiración por el realismo del cuentista ruso.
En el lado diametralmente opuesto del cuento

se sitúa Eloy Tizón. “Velocidad en los Jardines” es una recopilación de cuentos


cargada de lirismo. Sus relatos distan de ser pedazos de realidad (tal vez debería decir
jirones de realidad para acercarme a su estilo – televisor, divorcio, el Chevrolet del 68,
la custodia compartida, el whiskey con soda), si no pedazos de poesía esparcidos a
través de once cuentos. Un libro de esos que se releen, que a los buenos lectores y a
todo aquel con un mínimo de sensibilidad por la palabra, no puede dejar indiferente.
Cargado de poesía y de enumeraciones melódicas que dibujan historias sencillas. Son
cuentos narrados con imágenes bellisimas, en los que uno compone la historia como
quien pasa de forma veloz un taco de fotografías desñumbrantes. Sirva para muestra
algún botón:
"La primera comida del día consiste siempre en un desayuno de niebla"
"Él es largo y oscuro como un tunel puesto en pie", "El límite del parque, dónde un
chopo solitario pierde el tiempo".
He de confesar que ya ha habido alguna relectura. Como para no.
Con este, empieza la lista de artículos repasando lecturas.

Leer a Kjell Askildsen e intentar contar de lo que va su literatura puede ser bastante
parecido a hacerlo sobre Raymond Carver, borrando el nombre de este último y
sustituyéndolo por el primero.

Compré "Los perros de tesalónica" en la pasada feria del libro de Madrid, un par de
días después de que Quim Monzó me hubiera firmado mi ejemplar de “86 Cuentos” y se
hubiera mostrado perplejo (o es su expresión habitual), cuando le dije que mi amigo
David me lo había recomendado.
<>
Esa pregunta, extraída de uno de los cuentos de Askildsen y que además sirve de inicio
de la contraportada, resume un libro en el que todo es desolador, especialmente el
matrimonio
Y ese trozo sirve para definir todos los cuentos del libro. El libro es interesante, pero yo
no pude evitar cierta sensación de desconcierto, y es que todos los cuentos son iguales,
la misma narración cínica, la misma técnica austera, las mismas situaciones secas, al
acabar el libro no sabía distinguir entre los personajes de uno u otro cuento, pero eso no
es todo, hubiera asegurado que todos vivian en el mismo barrio de Oslo, incluso en la
misma casa.
Conclusión número uno:
No me iré nunca a vivir a Noruega.

Para intentar evitar sentirme engañado, me compré otros dos suyos. Sí, ya sé que no
suena lógico, pero en mi descargo diré que esta vez en edición de bolsillo para al menos
esquivar el abusivo precio que pone Lengua de Trapo a sus ediciones.
Para “Un vasto y desierto paisaje“ vale todo lo dicho para el anterior, sustituyan
matrimonios por vecinos o amigos, todo es desolador, especialmente la socialización.
<> esto dice una crítica de elmundo.es, y me ha parecido acorde con lo que yo pensaba,
muchas gracias, Askildsen es el escritor, pero yo, nosotros, los lectores, tenemos que
hacer la composición
Conclusión número dos:
Quizás la culpa la tengo yo, por vivir en España, o por haberme pegado un atracón de
minimalistas americanos antes de Askildsen.

Así que cojo mi ejemplar (firmado) de los “86 Cuentos” de Quim Monzó, que no sé si
vive en Españal, pero se mueve en ese límite impreciso que encierra los habitantes de
este país: el absurdo.
Y resultó ser todo lo contrario al noruego, incluso siendo lo mismo. Para relatar las
mismas miserias, Monzó recurre a la exageración, a la hipérbole, al humor, al juego con
el lector, en el que tiene la suficiente confianza como para que entre en el juego. Si bien
a veces se le va el trazo hacia cierto esnobismo de nuevo hippie, me hace recordar que
las figuras estilisticas existen.
Una vez resuelto el problema con el realismo sucio, vuelvo a Askildsen. “Ultimas
notas de Thomas F. para la humanidad" me gusta más. Y me reconcilió, casi del
todo, con el autor, y con mis decisiones consumistas. En este – oh, sorpresa - todo es
desolador, especialmente la vejez
Aun así, el viejo protagonista de todos los cuentos no te reconcilia con la tercera edad,

pero sí con esos sentimientos que alguna vez nos asaltan cuando nos encontramos
con un anciano en el metro, en el bús, en la frutería o en la cola del cine... sí, esos
mismos sentimeientos. Se acaba de realizar la adaptación al cine, Thomas, tal vez Mai
pueda darnos alguna pista de como ha quedado.
Conclusión número tres (derivada de las anteriores aunque no tiene nada que ver y de
hecho no sé ni si se trata de una conclusión):
Realmente nunca se me ha pasado por la cabeza ir a vivir a Noruega (ni a Cataluña),
pero tengo un amigo al que le encantaría vivir en Suecia, un consejo:
Huye de los sótanos.
Por mi parte voy a seguir leyendo a Murakami para que así se dispersen las ganas que
nunca he tenido de ir a vivir a Japón.

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