Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Debe enseñarse la fe, la fe salvadora. La definición de esta fe en Jesucristo se puede hacer con
pocas palabras: es el acto del alma por medio del cual todo el hombre se entrega a la guarda y el
control de Jesucristo. Por la fe él mora en Cristo y Cristo mora supremamente en su alma. El
creyente encomienda su alma y su cuerpo a Dios, y con seguridad puede decir: Cristo es capaz
de guardar lo que le he encomendado hasta aquel día. Todos los que hagan esto serán salvos
para vida eterna. Habrá seguridad de que el alma ha sido lavada en la sangre de Cristo,
revestida con su justicia, y es preciosa a la vista de Jesús. Nuestros pensamientos y nuestras
esperanzas están concentrados en la segunda venida de nuestro Señor. Ese es el día cuando el
Juez de toda la tierra recompensará la confianza de su pueblo.” MCP, T2, p. 550.
La humildad, la mansedumbre y la obediencia no son la fe; pero son los efectos o frutos de la fe.
Tener fe en las promesas de Dios, avanzar por fe, seguir hacia adelante sin ser gobernados por
las circunstancias, es una lección difícil de aprender. Pero aprender esta lección es una absoluta
necesidad para cada hijo de Dios. Siempre se debería albergar la gracia de Dios otorgada por
medio de Cristo; porque se nos da como la única manera de aproximarnos a Dios. La fe en las
palabras de Dios, pronunciadas por Cristo cuando estaba envuelto en la columna de nube,
habría capacitado a los hijos de Israel para dejarnos una historia muy diferente. Su falta de fe en
Dios influyó para que su historia fuera muy distinta.—Manuscrito 43, 1898. MCP, T2, p. 552.