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PRÓLOGO
I. Comencé a pensar este libro hace más de 25 años, cuando dictaba mis primeras clases en la Universidad.
Comencé a escribirlo hace 5. Lo hice impulsado por la necesidad de ofrecer otra mirada a aquella que se
nutre en corrientes intelectuales y jurisprudenciales foráneas, aplicadas a-críticamente para analizar,
entender y resolver nuestros problemas. Dicho de otro modo: sentí que la perspectiva "estatal-nacional"
del Derecho Constitucional estaba siendo excesivamente relegada en la Argentina.
II. La reivindicación del carácter "estatal-nacional" del Derecho Constitucional es obvia en los países cuya
jurisprudencia se suele invocar con fruición en nuestra tierra. Países que consideran a las enseñanzas de la
historia (la propia, no la ajena) no sólo como un factor interpretativo relevante sino como una garantía para
evitar el divorcio entre el derecho y el sentido común. Países que ponderan a la jurisprudencia como hija (y
no como madre) de la propia historia, que no la conciben como un producto artificial fabricado en un
laboratorio lejano sino como el resultado de una sabia y prudente combinación de elementos cercanos.
III. Entender al Derecho Constitucional como derecho "estatal-nacional" no implica negar la influencia o el
aporte de la globalización. La llamada "internacionalización" de los derechos humanos (en su doble
aspecto, normativo y jurisdiccional) ha constituido un salto cualitativo de innegable significación. Pero, del
mismo modo que ocurre en otros ámbitos (por ejemplo en la economía), debe admitirse que no todos los
efectos de la llamada globalización han sido positivos.
La perspectiva globalizadora no es inocente, inocua o neutra; recibirla con una actitud desprevenida, sin
beneficio de inventario, sin el filtro de una perspectiva nacional, lleva a proyectar a-críticamente la lógica
internacionalista del mercado a la lógica estatal-nacionalitaria) del derecho, sacrificando a ésta en favor de
aquélla.
IV. El Derecho Constitucional no es solamente un derecho estatal, es también un derecho nacional, que
debe tener como referencia a una comunidad específica, a un pueblo con una identidad intransferible, cuya
voz no se agota en los márgenes de la representación institucional. No creo, por ello, que la Constitución
sea lo que algún poder constituido diga que es; razonar de este modo supone -en alguna medida- consagrar
la paradoja de colocar a los mandatarios por sobre el mandante.
V. Éste es un libro escrito por alguien que se ha dedicado a leer y a reflexionar sobre lo que ha leído. Y que
también ha actuado en la gestión pública (en funciones fuertemente vinculadas al Derecho Constitucional)
procurando aplicar lo que ha leído y actuar en función de lo que ha reflexionado. Creo que teoría y práctica
no son constitutivamente incompatibles sino que expresan diferentes planos de inserción en la realidad. No
comparto el juicio según el cual la teoría es un corset y la práctica política un ejercicio amoral. Creo, en
suma, en la "utilidad" de la ciencia y en la "nobleza" de la política. Más allá (o a pesar) de los malos
ejemplos. Y de los malos gobiernos.
VI. Los malos gobiernos no son la peor condena que puede sufrir) un pueblo. La madre de todos sus males
es la ignorancia; una ignorancia que no es ausencia de erudición sino desconocimiento del valor del propio
protagonismo. En ese contexto, escribir un libro de Derecho Constitucional implica asumir un compromiso
intelectual y también moral. Un acto de civismo tendiente a poner de manifiesto la relación existente entre
el derecho (y sus instituciones) y la calidad de vida. Relación que no equivale a un acto de fe hacía algo que
no se conoce sino de compromiso crítico hacia un universo cultural que se ofrece como alternativa a "la
guerra de todos contra todos".
VII. En pocas palabras: un libro de Derecho Constitucional debería servir para saber pero también para
actuar. Espero que este libro cumpla con ese cometido. Pues como dijo un influyente pensador del Siglo
XIX: La acción sin pensamzento es ciega y el pensamiento sin acción es etéreo.
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I
EL DERECHO
SUMARIO: 1. Definición. 2. El Derecho como sistema. 3. El Derecho como mandato coactivo. 4. Rol del Derecho. A. El Derecho
como instrumento moralizador. B. El Derecho como instrumento de convivencia. C. El Derecho como instrumento de dominación.
D. Nuestro enfoque.
1. Definición
Los problemas que se plantean para definir al Derecho son similares a los que se plantean cuando debe
definirse algo que no es nuevo, que tiene historia. En general se entabla una disputa entre los etimólogos,
los esencialistas y los convencionalistas. Para los primeros, el significado está en el origen de la palabra que
lo expresa; para los segundos, el significado está en una esencia que -una vez descubierta- debe ser
traducida a palabras, y para los terceros el significado es producto de un acuerdo, asumiendo la palabra
que lo expresa el valor de un contrato
Los tres enfoques son incompletos y, en consecuencia, nocivos si se los asume con vocación totalizante y
con prescindencia de los otros:
-La etimología es un buen punto de partida pero suele ser un mal punto de llegada, en la medida en
que no es capaz de adaptarse a cualquier hipótesis de resignificación que con el transcurso del tiempo se
cierna sobre el fenómeno concernido, generando multivocidades y -en el extremo- equivocidades. A título
de ejemplo: la palabra "revolución" (que proviene del latín revolutio, -onis) expresa para la física -y las
ciencias vinculadas a ella- un giro completo de un objeto sobre su eje, de modo que el objeto que
revoluciona termina volviendo al mismo punto de partida; pero para las ciencias sociales expresa casi lo
contrario, en tanto significa el cambio profundo con el que se abandona definitivamente el punto de
partida
- Las esencias son "inasibles" (como las "Ideas" de Platón) y por tanto necesariamente
"interpretables" e influenciables por las ideologías dominantes y -en el extremo- relativas.
-La convención desplaza el fenómeno a definir por un acuerdo que, al sustentarse en sus participes,
puede basarse en la arbitrariedad, generando -en el extremo- un universo sólo entendible desde la
autorreferencia.
Lo anterior no significa que deba abandonarse el intento por definir al Derecho; significa que toda
definición deberá ser siempre considerada imperfecta y/o susceptible de ser mejorada.
Cuando se ha definido al Derecho a partir de la perspectiva más amplia posible, en el sentido de “la más
abarcativa” desde lo cuantitativo, captándolo desde una cierta objetividad (considerándolo como algo que
inventamos y nos regula) y con ánimo preponderantemente descriptivo (antes que valorativo), se lo ha
hecho diciendo que es un conjunto de normas abstractas, generales y obligatorias, destinadas a regular la
conducta humana para garantizar la convivencia.
La definición plantea algunos interrogantes y requiere de ciertas aclaraciones.
Otra tradición del pensamiento occidental, más moderna que la anterior, asume premisas diferentes en
tomo a la relación entre el Derecho y la realidad.
La noción básica para esta concepción no es la de orden sino la de conflicto. De la misma forma en que la
medicina ya no entenderá a la salud como la "ausencia de enfermedad", sino como el logro de un
"equilibrio psicosomático" en un contexto cambiante e imprevisible, lo normal en una sociedad no será el
orden sino el desorden, que no será percibido como una patología sino como una demostración de la salud
del cuerpo social.
Una sociedad homogénea es, para esta tradición, una sociedad primitiva (en el sentido de una
comunidad uniforme e indiferenciada) o una sociedad autoritaria (aquella que penaliza los matices). La
Modernidad viene expresada por la heterogeneidad (desde lo descriptivo) y por la tolerancia de esa
heterogeneidad (desde lo valorativo).
Sus raíces históricas deben buscarse en el quiebre del dominio de la concepción teológica del mundo y
su reemplazo por el paradigma antropocéntrico, caracterizado por el racionalismo, el individualismo y el
relativismo; en suma, lo que contemporáneamente se denominaría una concepción crítica (o no
dogmática) de la interpretación de la realidad. Este nuevo paradigma hilvana el pensamiento científico de
Nicolás Copérnico (1473-1543), quien enseña que nuestro planeta no es el centro "geográfico" del
universo, como lo consideraban Aristóteles y el teologismo medieval, sino apenas un planeta más que
integra un sistema dominado por una pequeña estrella entre las tantas que existen en el universo y
fundamentalmente por el pensamiento filosófico de René Descartes (1596-1650) en el sentido de que el
hombre -no Dios- es la medida de todas las cosas.
BIas Pascal (1623-1662) resume ambas novedades con singular romanticismo: ahora el hombre frente al
universo es tan débil como un junco; pero mientras él sabe de su inferioridad física frente al universo, el
universo nada sabe de él. En Pensamientos, publicado después de su muerte, Pascal escribe: "El hombre es
una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No es menester que el universo entero
se arme para aplastarla: un vapor, una gota de agua, es suficiente para matarlo. Pero aun cuando el
universo lo aplaste, el hombre sería todavía más noble que el que lo mata, porque sabe que muere, y
sobre la ventaja que el universo tiene sobre él, el universo no sabe nada [...] Toda nuestra dignidad
consiste, por lo tanto, en el pensamiento".
La visión antropocéntrica, con su confianza ilimitada en la reflexión humana, no tardará en resultar
incompatible con los dogmas y las interpretaciones oficiales. En ese tembladeral, donde todo se conmueve
-a excepción del hombre y su capacidad reflexiva- no hay lugar -por ejemplo- para una sola interpretación
de la palabra de Dios. El protestantismo religioso, surgido desde la disconformidad con las prácticas de la
Iglesia Católica oficial, sostendrá que también el conocimiento teológico -tal como ocurre con la
astronomía y la filosofía- debe lograrse por el camino individual y racional. Si no hay un solo camino para
llegar a Dios, sino tantos como hombres de fe existen, entonces -dirá el protestantismo- no es posible
aceptar la infalibilidad del dogma establecido por los hombres a través de la Iglesia y su máxima autoridad,
el Papa.
En este nuevo marco, racionalista, individualista, relativista y antidogmático, que reconoce y reivindica la
heterogeneidad y desacredita las verdades absolutas o reveladas, el rol del Derecho no puede ser el de
procurar cerrar la brecha entre un deber ser perfecto e indiscutible y un ser rebelde y errático, sino en
administrar el conflicto que inexorablemente genera la heterogeneidad como factor constitutivo de las
sociedades. Antes que expresar valores indiscutidos e indiscutibles, el Derecho debe reflejar consensos;
consensos siempre provisorios, pues no siendo los valores algo definido de una vez y para siempre, sino
algo que va definiéndose (en su contenido y en su cotización social) al compás de una realidad cambiante,
lo crucial es asegurar que las decisiones sobre ellos provengan de un acuerdo previo, de modo que -en el
límite- las sanciones en caso de incumplimiento tengan la necesaria legitimidad.
Para esta tradición del pensamiento occidental, la eficacia del Derecho no se expresa en su rol
moralizador sino en su rol pacificador, siendo el Derecho lo que separa a la convivencia de la anarquía.
D. Nuestro enfoque
Las tres corrientes han dejado su marca en el pensamiento occidental:
-La primera en el sentido de que el Derecho no es un instrumento neutro sino que debe expresar
algo más que lo que ve en la realidad;
-La segunda en el sentido de que su función es contribuir a lograr la convivencia social, asumiendo
como un dato de la realidad la heterogeneidad;
-La tercera en el sentido de la conveniencia de tener una actitud crítica respecto de las
instituciones, evitando que se generen o conviertan en instrumentos al servicio de unos pocos.
Las tres corrientes han sido -en algún sentido- superadas:
-La primera por su tendencia al perfeccionismo, cometido ajeno al Derecho y funcional al
pensamiento autoritario;
-La segunda por su tendencia al relativismo, incompatible con la construcción social;
La tercera por su acérrimo materialismo, negador de la espiritualidad humana y -desde el punto de
vista histórico- por su profecía no cumplida.
Consideramos que el rol del Derecho no es propiciar cierta idea del perfeccionismo humano ni mantener
o reproducir un sistema de dominación, sino contribuir a lograr la convivencia sobre la base del respeto y la
tolerancia.
Es obvio que para cumplir con esa finalidad no es indiferente el marco político dentro del cual se
producen y se aplican las normas, se evalúan las conductas y se definen las situaciones de incertidumbre o
de conflicto. Un sistema político participativo e igualitario está en mejores condiciones para procesar
jurídicamente las diferencias fácticas, para elaborar decisiones consensuadas y para legitimar los repartos
emergentes del Derecho. Ese sistema es la democracia.
CAPÍTULO II
EL DERECHO CONSTITUCIONAL
SUMARlO: l. Definición. 2. Fuentes del Derecho Constitucional. 3. Ubicación dentro del universo jurídico. A. El Derecho
Constitucional como Derecho estatal. B. El Derecho Constitucional como cimiento del Derecho positivo de un país. a) Las
diferencias entre el Derecho Público y el Derecho Privado. b) Derecho Constitucional y Derecho Público, 4. Vinculación con otras
disciplinas. A. Extrajurídicas. a) Con la Ciencia Política. b) Con la Historia. B. Jurídicas. a) Con el Derecho Civil. b) Con el Derecho
Administrativo. c) Con el Derecho Penal. d) Con el Derecho Procesal. e) Con el Derecho Internacional Público. 5. El Derecho
Constitucional como Derecho estatal en el marco de la globalización. A, Los significados de la globalización. B. Los desafíos. C. Los
Derechos estatales y la globalización. a) Formas puras. b) Formas impuras.
1. Definición
En tanto Derecho, más allá de los aportes de otras disciplinas tales como la Historia, la Sociología o la
Politología, el Derecho Constitucional "habla" de su objeto de estudio con el lenguaje propio de las
manifestaciones jurídicas; manifestaciones jurídicas que no sólo comprenden a las normas positivas
involucradas sino también a las costumbres, a la jurisprudencia y a la doctrina.
En tanto Constitucional, el Derecho Constitucional puede ser interpretado como Derecho que emerge de
la Constitución (Constitución en sentido estricto o en sentido amplio), como Derecho que regula la
organización fundamental del Estado , acamo Derecho que regula la relación política entre la sociedad y el
Estado.
En nuestro criterio, el Derecho Constitucional es la disciplina que se ocupa del análisis jurídico emergente
de la relación de poder que se genera entre la sociedad civil y el Estado, abarcando el diseño institucional
que surge de esa reflexión (la arquitectura gubernamental fundamental, con sus órganos y sus
competencias) y los derechos, obligaciones y garantías de las personas que aquel diseño debe propiciar y
asegurar.
Entendemos que lo constitucional del Derecho Constitucional no debe referirse solamente a la
Constitución como sustantivo, a la Constitución-documento, sino a la Constitución como verbo, como factor
de estructuración de la sociedad política. En términos de Carl Schmitt, sin perjuicio de considerar la
dimensión jurídica de la Constitución (como "norma de normas") también es necesario hacerlo en su
dimensión política (como "forma de las formas")'. Éste es también el significado que adquiere el vocablo en
el pensamiento aristotélico.
Entendiendo por "fuente", a partir de su acepción académica más usual ("manantial de agua que brota de
la tierra"), al "material que sirve de información a un investigador o de inspiración a un autor", puede
afirmarse que el Derecho Constitucional se sustenta en las siguientes fuentes:
a) La constitución formal de un Estado, expresada en un documento (o conjunto de documentos),
que se asume y reconoce como tal (como Constitución de un Estado);
b) los tratados internacionales relacionados con la temática constitucional y las normas
interpretativas de esos tratados, sea que integren o no integren formalmente la Constitución
escrita;
c) las normas formalmente infraconstitucionales de Derecho interno de contenido constitucional
(vgr.: de acefalía, de partidos políticos, de nacionalidad y ciudadanía, electorales, etc.), que no
están insertas en la Constitución formal por contener -en parte- reglamentaciones impropias de un
texto de las características de una Constitución y/o porque regulan un tema sobrevinientemente
constitucional, teniendo en cuenta la fecha de sanción o última reforma del texto fundamental;
d) la costumbre constitucional, es decir, las prácticas con las que se asumen los contenidos
constitucionales;
e) la jurisprudencia de los tribunales nacionales o internacionales sobre cláusulas (J temas
alcanzados por la normativa materialmente constitucional, y
f) la doctrina referida a estos temas.
Se debate si el Derecho Constitucional es una disciplina de Derecho estatal (en el sentido de interno) o si,
en la medida en que es incidido por normas de Derecho Internacional (vgr.: en materia de derechos
humanos) y en la medida en que recurre al análisis comparativo de instituciones de distintos países, se
convierte en una disciplina supraestatal o internacionalista.
Consideramos que el Derecho Constitucional es un Derecho estatal. Considerando la primera de las
observaciones formuladas más arriba respondemos que las normas internacionales ingresan al Derecho
interno en la medida en que el Derecho interno lo permite, de modo que la recepción de algún modo las
convierte en Derecho interno' y, atendiendo a la segunda observación, el hecho de que estudie
instituciones extranjeras -a los fines comparativos- no diluye el carácter de Derecho interno de la disciplina,
pues un "Derecho Constitucional Comparado" no deja de ser un derecho que compara instituciones
"estatales".
El Derecho Constitucional no es una rama del Derecho interno de un país" En realidad -siguiendo con la
metáfora vegetal- es algo más parecido al tronco del Derecho o, desde otro ángulo, a la raíz, habida cuenta
de su rol informador sobre todas las disciplinas. Tradicionalmente se ha ubicado al Derecho Constitucional
dentro del Derecho Público ¿Es correcto este encuadramiento?
a) Las diferencias entre el Derecho Público y el Derecho Privado Los criterios utilizados para formular la
diferenciación entre el "Derecho Público" y el "Derecho Privado" han sido variados.
-Un primer criterio es el que tiene en cuenta el interés prevalente: el "Derecho Público" es el que
tutela o resguarda el interés global de la comunidad, emparentándose con nociones tales como
"bien común" o "bienestar general", en tanto el "Derecho Privado" es el que resguarda el interés de
los particulares.
-Un segundo criterio es el que tiene en cuenta al sujeto jurídico interviniente: si interviene un ente
estatal o público, tal relación será de "Derecho Público", si no existe tal intervención, la situación
será de "Derecho Privado".
-Un tercer criterio es el que tiene en cuenta la simetría o asimetría de las relaciones jurídicas: en el
Derecho Público las relaciones no son igualitarias, en la medida en que por el interés comprometido
o por la intervención estatal (o pública) los particulares están en relación de subordinación,
mientras que lo propio del Derecho Privado es regular relaciones igualitarias. La expresión formal
de la asimetría en las relaciones de Derecho Público es la ley (en sentido amplio) en tanto que es
impuesta, general y obligatoria; la expresión de la simetría en las relaciones de Derecho Privado
sería el contrato, en cuanto manifestación de voluntad consensuada y específica.
Los tres criterios precedentemente descriptos tienen su importancia, pero son insuficientes para
establecer "por sí solos" la línea divisoria entre "Derecho Público" y "Derecho Privado".
El primer criterio es, sin dudas, el más importante, porque atiende al "fundamento" antes que a los
"sujetos intervinientes" o a la "estructura de las relaciones jurídicas" emergentes; pero tanto el segundo
criterio cuanto el tercero son útiles para complementar a aquél y permiten reconocer -en una situación
concreta- la filiación normativa en términos "público" o "privado". No obstante, habrá que tener presente
que no siempre que intervenga el Estado (o un ente público) estaremos en presencia de una situación o
relación regulada (o regulada íntegramente) por el "Derecho Público" (tal el caso en que el Estado actúa
como un particular, contratando un inmueble en condición de locatario en pie de igualdad con el locador);
como así también que no siempre las relaciones de supraordinación-subordinación se dan en el marco del
"Derecho Público", pudiendo observarse en el ámbito de las relaciones normadas por el Derecho Privado
(tal el caso de un negocio entre dos particulares con condición económica fuertemente desigual).
Conforme al análisis precedente, no faltan razones para ubicar al Derecho Constitucional dentro del
"Derecho Público", pues la dimensión desde la que proyecta sus normas es la del bien común el rol del
poder público en su producción, ejecución y control es relevante y sus disposiciones se encuentran en un
status de preeminencia no sólo respecto de la población sino respecto de las llamadas ramas del Derecho.
Sin perjuicio de lo anterior, debería considerarse si su carácter informador y cimero sobre todas las
disciplinas jurídicas (incluidas las ramas del Derecho Privado, a las que le fija límites precisos) no impide
presentarlo desde una sola de las dos vertientes (público-privado) de la clasificación del Derecho".
A. Extrajurídicas
b) Con la Historia
Si la Historia es, como ha dicho Huizinga, "la forma espiritual en que una cultura se rinde cuentas de su
pasado"15, entendiendo por "forma" -en el sentido aristotélico- a aquello que hace que algo sea de
determinada manera y no de otra, y por "cultura" -siguiendo a Recaséns Siches- "la herencia social
utilizada, revivida y modificada", es claro que el conocimiento y la interpretación del pasado (y de todo lo
que "de pasado" se convierte "en histórico", adquiriendo relevancia o significación) devienen
imprescindibles para entender las instituciones de un país, las preferencias valorativas de su población y la
formación de las costumbres constitucionales, tanto aquellas que explican el significado y/o
funcionamiento de una cláusula o institución cuanto aquellas que las desafían. ¿Cómo concebir la
subsistencia de las monarquías en países que reivindican la igualdad si no es a través del conocimiento de
su historia? ¿Cómo interpretar el rol de la obligatoriedad o no obligatoriedad del voto en regímenes
políticos que sostienen alguna de las dos posiciones y se asumen igualmente como democráticos? En el
caso argentino es posible reconocer cláusulas constitucionales que sólo pueden interpretarse a partir de la
historia patria, tales como, entre otras:
-El texto del artículo 29 (prohibición al Congreso de la Nación o a las legislaturas provinciales de
otorgar facultades extraordinarias o la suma del poder públíco al presidente de la Nación o a los
gobernadores de provincia) que refleja la experiencia del Gobierno de Juan Manuel de Rosas, o
-la conjunción -aparentemente contradictoria- de los artículos (sostenimiento del culto católico,
apostólico y romano) y lo pertinente del artículo 14 (libertad de cultos) a partir del deseo de reflejar
el sentimiento religioso mayoritario de la población nativa y, a su vez, fomentar la inmigración
europea.
B. Jurídicas
La vinculación entre el Derecho Constitucional y el Derecho Penal se registra en dos niveles: en el de los
principios filosófico-jurídicos (y sus consecuentes criterios aplicativos) y en el de las referencias a tipos,
sanciones o modalidades de aplicación penal. En el nivel de los principios se destacan: el principio de
legalidad y el principio de inviolabilidad (consecuencia de la dignidad) de la persona humana:
-Respecto del principio de legalidad, se ha afirmado con razón que tiene una especial y estricta
aplicación y vigencia en materia penal, atendiendo a los valores comprometidos (vida, libertad,
honorabilidad, privacidad)". Esta consideración deviene, en el caso argentino, de la propia
Constitución, quien se ocupa de proyectarlo al ámbito penal tanto en sus aspectos "sustantivos" de
delimitación formal de lo prohibido (el arto 18, en la medida en que dispone que "ningún habitante
de la Nación puede ser penado sin juicio precio fundado en ley anterior al hecho del proceso ..." es
una proyección de lo dispuesto -de modo más genérico- en el artículo 19, cuando se afirma que
"ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que
ella no prohíbe") cuanto en sus aspectos "instrumentales" de delimitación aplicativa "vertical"
(corresponde a la Nación dictar el Código Penal [arto 75, inc. 12] no pudiéndolo hacer las provincias
[arto 126] ni provenir su impulso del electorado [arto 39]) y "horizontal" (dentro del Gobierno
nacional sólo el Congreso legisla sobre delitos, estándo1e prohibido hacerlo al Poder Ejecutivo
[arts. 99, inc. 3°, y 23]).
-Respecto del principio de inviolabilidad de la persona, la Constitución lo proyecta al ámbito penal
al desterrar la crueldad (vgr.: prohibición de la tortura, función de las cárceles) y la venganza (vgr.:
prohibición de la pena de muerte por causas políticas) confundidas hasta 1853 con la sanción penal
(entendida como "castigo"). La inviolabilidad no es sólo un principio "defensivo" (o reactivo frente a
amenazas que ponen en riesgo la integridad psicofísica de la persona); también se expresa en un
sentido "proactivo" bajo el rasgo de la benignidad (vgr.: retroactividad de la ley más favorable,
principio in dubio pro reo, instituciones de la amnistía, el indulto y la conmutación de penas). La
inviolabilidad comprende todo el trayecto en la vida de una persona (vgr.: libertad e igualdad como
atributos del ser humano -arts. 15 y 16-, presunción de inocencia, debido proceso legal -
inviolabilidad de la defensa en juicio-, no obligatoriedad de autoincriminación~ hábeas corpus,
trato carcelario~ eliminación progresiva de la pena de muerte).
En el nivel de las referencias a tipos, sanciones o modalidades de aplicación penal, la Constitución
contiene múltiples referencias:
-Define algunos tipos penales, como ocurre con el delito de compra y venta de personas (art. 15) o
la sedición (art. 22, luego aludida en los arts. 6° Y 127).
-Remite a ciertas conductas que considera delictivas aunque no las tipifica, como el caso de los
"delitos políticos" (que no podrán ser sancionados con la pena de muerte [art. 18]).
-Establece hipótesis o ejemplos que encuadran dentro de un tipo penal especifico y que, por tanto,
conllevan la misma sanción, como ocurre con la "traición a la patria" (que es definida "únicamente"
por el hecho de "tomar las armas contra ella [la Nación], o en unirse a sus enemigos prestándoles
ayuda y socorro" [art. 119], y abarca -no obstante- supuestos tales como "la concesión -por parte
del Congreso o de las Legislaturas provinciales al Poder Ejecutivo nacional o a los gobernadores,
respectivamente- de facultades extraordinarias, la suma del poder público o sumisiones o
supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de
gobiernos o persona alguna" [art. 29] o la "usurpación del poder por acto de fuerza o de los cargos
previstos por la Constitución Nacional o las provinciales por parte de un gobierno de facto" [arto
36]) o la "sedición" (que consiste en "participar de una fuerza armada o de reunión de personas que
se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, desconociendo a los
representantes y autoridades constitucionales, mediante las cuales el pueblo delibera y gobierna"
[art. 22] o en "generar hostilidades de hecho entre provincias", asimilándose en tal caso con la
"asonada" [arto 127]).
-Establece criterios para la tipificación penal, obligando a los poderes constituidos a su desarrollo,
como el caso de quienes incurran "en grave delito doloso contra el Estado que conlleve
enriquecimiento" (art. 36);
-remite a la sanción que deben (vgr.: arts. 29 y 36 citados), no deben (vgr.: pena de muerte para los
delitos políticos, art 18), o pueden (inhabilitación en caso de juicio político, arto60) recibir ciertas
conductas;
-prohíbe la aplicación de sanciones propias del pasado (confiscación de bienes [arto 17], azotes y
tormentos [arto 18] o la proyección de la infamia del reo a sus parientes de cualquier grado [arto
119]);
-aclara que los procedimientos políticos (y aun sus sanciones) no inciden en la tipificación y sanción
penales (vgr.: juicio político cuando se analizan delitos cometidos en el ejercicio de la función o
crímenes comunes [arto 60]);
-dispone que el poder político puede (amnistía [arto 75, inc. 20], indulto O conmutación [arto 99,
inc. 5°]) O no puede (art. 36) incidir sobre la aplicación de la sanción penal;
-establece inmunidades que impiden llevar adelante una persecución penal (inmunidad de opinión
[art. 68]) o dispone procedimientos específicos para llevar adelante (o suspender) tal persecución
(desafuero [art. 70]);
-regula procedimientos específicos frente al riesgo o la violación de bienes tutelados por el sistema
penal (hábeas corpus, arto 43).
B. Los desafios
a) Un desafío mental que se traduce en una actitud de apertura receptiva para conocer lo que no se
conoce;
b) un desafío político que se expresa en una vocación tolerante hacia lo que no se comparte;
c) un desafío cultural, signado por la búsqueda de claves comunes que permitan interactuar (lo que
incluye también al idioma);
d) un desafío económico, para hacer posible la comparación entre bienes "nuevos" y "viejos",
conocidos" y "recién conocidos", y
e) un desafío jurídico que se expresa en la necesidad de dirimir las disputas de este mundo
ampliado y variado mediante reglas conocidas y aceptadas de antemano por todos los actores
involucrados, acostumbrados a sujetarse a la vigencia de ordenamientos jurídicos (normas,
tribunales, costumbres) nacionales. C. Los Derechos estatales y la globalización En el mundo
globalizado, la vinculación entre los Estados puede darse según formas puras, así llamadas pues en
ellas dominan la libre determinación y la igualdad de los Estados, y según formas impuras, así
llamadas pues en ellas dominan las relaciones fácticas de poder que consagran (o convalidan)
asimetrías.
a) Formas puras
Son formas puras, en el sentido descripto:
1°) La interestatidad, entendida como la vinculación entre dos o más Estados que se tratan como
iguales y no crean una escala de decisión que los suplante en algún sentido.
La interestatidad surge como una consecuencia lógica de la existencia de una multiplicidad de
Estados que, sin mengua de su soberanía, asumen la necesidad de vincularse con los demás, a
efectos de acordar cuestiones tan heterogéneas como la determinación de sus respectivos límites
geográficos, la definición de acciones conjuntas en temas compartidos (vgr., contaminación de un
río, explotación de un recurso natural) o simplemente para complementar sus actividades O
resolver las necesidades de sus poblaciones en materia económica científica tecnológica, cultural o
de otra índole. "
La juridización de la interestatidad genera el Derecho interestatal subsistema del Derecho
Internacional tradicionalmente reconocida como Derecho de coexistencia o de cooperación entre
Estados iguales. que no pretende diluir la estatidad sino reafirmarla.
2°) La supraestatidad, entendida como la vinculación entre dos o más Estados que, tratándose
como iguales, crean (o adhieren a) una escala decisional que los suplanta en algún sentido y que se
encuentra en relación jerárquica de supraordenación con respecto a ellos.
La juridización de la supraestatidad genera el Derecho supraestatal, subsistema del Derecho
Internacional tradicionalmente enfocado a temas humanitarios y al progreso de la comunidad
internacional, que no pretende diluir a los Estados sino complementar su accionar mediante un
sistema que, en algún sentido, los trasciende.
Una consecuencia del Derecho supraestatal es la creación, por parte de los Estados relacionados,
de organizaciones de carácter supranacional, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En esta forma de vinculación internacional, la eventual transferencia de competencias y/o de
jurisdicción de los Estados es factible, en la medida en que, a través de la suscripción de
instrumentos multilaterales, se generen órganos supranacionales con atribuciones en tal sentido,
tales como el Consejo de Seguridad o la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
3°) La ultraestatidad, entendida como la transferencia, normalmente gradual, de la soberanía
estatal a un sujeto jurídico internacional no estatal.
La juridización de la supraestatidad genera el Derecho ultraestatal, subsistema del Derecho
Internacional conocido como Derecho Comunitario, derecho de integración por antonomasia, en
virtud del cual los Estados resignan crecientemente su soberanía (vgr., Comunidad Europea).
La resignación de las condiciones de la estatidad suele ser gradual, comprendiendo aspectos tales
como la soberanía monetaria, la defensa militar y la juridicidad estatal exclusiva, para concluir con
la desaparición de la delimitación territorial y las nacionalidades estatales.
El Derecho Comunitario no es técnicamente un Derecho interestatal, por cuanto la comunidad
ultraestatal es fuente productora de Derecho (en las materias propias de la integración) y las
normas emergentes se aplican de modo directo a los ciudadanos de los Estados miembros.
b) Formas impuras
SUMARIO: 1. Precisiones conceptuales, 2. Fuente de reconocimiento. A. Criterios. B. Nuestra opinión. 3. Tipología de los
derechos humanos. A. Conforme a su contenido. a) Derechos civiles. b) Derechos económicos, sociales y culturales. e) Derechos
políticos. B. Conforme a la legitimación procesal. 4. "Derechos humanos" y "derechos constitucionales". A. Correspondencia de
estas categorías. B. Explicitud e implicitud de los derechos humanos. 5. Vigencia territorial de los derechos humanos
constitucionales. A. Los derechos humanos en el sistema federal. B. El debate sobre la naturaleza sustancial o procesal de un
supuesto derecho. C. La matriz de complementación del artículo 41 como modelo.
1. Precisiones conceptuales
Los derechos humanos son las prerrogativas jurídicas necesarias para una vida digna. O, dicho de otro
modo, las condiciones necesarias para una vida digna susceptibles de ser juridizadas. En tanto
derechos, los derechos humanos:
-No deben confundirse con las necesidades, pues -por lo generalmuchas de nuestras necesidades
las satisfacemos con prescindencia del derecho, como las derivadas del funcionamiento fisiológico;
-no constituyen una condición de nuestra existencia sino de nuestra existencia digna, pues la
experiencia histórica revela que es posible vivir sin dignidad, como el caso del esclavo que vive -en
tanto existe- sin libertad;
-son prerrogativas activas o activables (en tal caso también reactivas) frente a las hipótesis de
desconocimiento o vulneración;
- su existencia no depende de la posibilidad efectiva de reclamo por parte de su titular, pues en
ocasiones la "titularidad del derecho" no coincide con el "protagonista del reclamo" (vgr.: las
futuras generaciones tienen el derecho a gozar de un ambiente sano y equilibrado aunque no
puedan ejercer por sí mismas el reclamo de esa prerrogativa, del mismo modo que un nasciturus
también tiene derechos aunque necesite de un tercero para hacerlos valer).
En tanto humanos, los derechos humanos:
- No pueden ser titularizados por quienes no son humanos (animales, vegetales, seres inertes);
- no excluyen el reconocimiento de prerrogativas a quienes fueron humanos (vgr.: muertos) o a
quienes aún no existen (vgr.: las futuras generaciones);
- no inhiben la posibilidad de un reconocimiento "no individual" (o colectivo), en tanto ese
"colectivo" esté conformado por seres humanos (vgr.: derechos de incidencia colectiva).
Aunque en la consideración jurídica suelen confundirse, los derechos se diferencian de las garantías, pues
aquéllos son las prerrogativas a tutelar y éstas los medios para asegurarlos en caso de desconocimiento o
violación. Dicho de otro modo: el derecho es el contenido que debe protegerse y la garantía es el
instrumento de protección.
2. Fuente de reconocimiento
A. Criterios
C. Nuestra opinión
Adherimos al criterio que considera a los derechos humanos básicos como derechos naturales,
suprapositivos, que encuentran su fuente de legitimación y reconocimiento en la hominidad.
Ello no significa:
-Negar relevancia al poder público como regulador o intérprete del alcance de los derechos en
función de garantizar la convivencia, pues es notorio que los derechos no están hechos de una vez y
para siempre ni que es fácil aplicarlos cuando contrastan entre si;
-considerar al ser humano como un ser desligado de responsabilidades hacia todo lo que no sea
humano (reino animal, vegetal, cosas inertes).
A. Conforme a su contenido
a) Derechos civiles
Son los derechos que expresan de modo más inmediato y tangible la dimensión individual y libertaria del
ser humano, cuyo reconocimiento precede cronológicamente a los demás, por los que suelen denominarse
derechos de primera generación.
Los derechos civiles tienen una faz negativa, en el sentido de presentarse como prerrogativas de no
interferencia frente al Estado o al prójimo, y una faz positiva, en el sentido de ser factores del libre
desarrollo de la personalidad.
Lo anterior no significa predicar el rol solamente "abstencionista" del Estado en la materia, pues si en
ocasiones basta con que el Estado no intervenga para que los derechos civiles se verifiquen, en otras tantas
es necesaria su participación activa para hacerlos posibles (como el caso de la creación de un sistema de
seguridad pública para la efectiva vigencia del derecho de locomoción o de reunión).
Los derechos civiles comprenden, según el siguiente listado meramente enunciativo, no taxativo:
- Los derechos personales más inmediatos, tales como el derecho a la vida, a la identidad, a la
integridad física, a la personalidad jurídica, al respeto por el diseño del propio proyecto de vida, al
honor, a la privacidad, a la seguridad, a transitar y circular, a salir y regresar del país, etcétera;
--------derechos de formación de la personalidad, tales como el acceso a la información, el derecho
de aprender, etcétera;
-derechos de expresión y comunicación, tales como el de expresar las ideas sin censura
previa, de enseñar, de peticionar a las autoridades, de ejercer libremente el culto, etcétera;
-derechos de vinculación, como el de asociación, reunión, etcétera.
c) Derechos políticos
Son los derechos de participación en la vida pública, en la integración de los órganos representativos y en
la conformación de las decisiones institucionales.
Un listado meramente enunciativo (no taxativo) de los derechos políticos abarcaría:
-El derecho a manifestarse políticamente sin censura previa;
-el derecho de reunirse y asociarse con fines políticos, integrando manifestaciones o constituyendo
agrupaciones o partidos;
-el derecho de peticionar a las autoridades, cuando el contenido de la solicitud es político;
-el derecho a elegir a las autoridades representativas;
-el derecho a ser elegido para cargos representativos
-el derecho a destituir a los funcionarios electos, mediante técnicas participativas como la
revocatoria de mandato;
-el derecho a participar en las decisiones políticas, por medios tales como -entre otros- la iniciativa
legislativa popular o la consulta popular;
- el derecho de resistencia a la opresión.
El reconocimiento generalizado de los derechos políticos ha recorrido un largo camino y ha debido
sortear los obstáculos de la discriminación racial (apartheid), étnica (minorías), económica (voto preferido
de los mayores contribuyentes), sexual (voto femenino) e ideológica (proscripción).
En América Latina, el cercenamiento de los derechos políticos se conoció antes de la organización
constitucional de los Estados nacionales y después de ella, durante los Gobiernos de facto y aun durante
ciertos Gobiernos electos.
- En ocasión de fallar el caso "Halabi, Ernesto c/PEN -ley 25.873, dto. 1563/04- s/Amparo-ley 16.986", el
24 de febrero de 2009, la Corte Suprema de Justicia de la Nación estableció la siguiente clasificación de los
derechos según su legitimación procesal: derechos individuales, derechos de incidencia colectiva que
tienen por objeto bienes colectivos y derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales
homogéneos.
- Los derechos sobre bienes jurídicas individuales: son ejercidos por su titular, lo que no cambia por la
circunstancia de que existan numerosas personas involucradas, toda vez que se trata de obligaciones con
pluralidad de sujetos activos o pasivos, o supuestos en los que aparece un litisconsorcio activo o pasivo
derivado de la pluralidad de sujetos acreedores o deudores, o bien una representación plural, y en tales
casos no hay variación en cuanto a la existencia de un derecho subjetivo sobre un bien individualmente
disponible por su titular, quien debe probar una lesión a ese derecho para que se configure una cuestión
justiciable.
-Los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos (art. 43 de la Constitución
Nacional): son ejercidos por el Defensor del Pueblo de la Nación, las asociaciones que concentran el interés
colectivo y el afectado, y la petición debe tener por objeto la tutela de un bien colectivo -lo que ocurre
cuando éste pertenece a toda la comunidad-, siendo indivisible y no admitiendo exclusión alguna, razón por
la cual sólo se concede una legitimación extraordinaria para reforzar su protección, pero en ningún caso
existe un derecho de apropiación individual sobre el bien ya que no se hallan en juego derechos subjetivos,
no perteneciendo estos bienes a la esfera individual sino social y no son divisibles de modo alguno.
- Los derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos: son derechos
personales o patrimoniales derivados de afectaciones al ambiente y a la competencia, derechos de los
usuarios y consumidores como los derechos de sujetos discriminados, casos en los que no hay un bien
colectivo ya que se afectan derechos individuales enteramente divisibles; hay un hecho, único o
continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es identificable una causa fáctica homogénea,
dato que tiene relevancia jurídica porque la demostración de los presupuestos de la pretensión es común a
todos esos intereses, excepto en lo que concierne al daño que individualmente se sufre, existiendo una
homogeneidad fáctica y normativa que lleva a considerar razonable la realización de un solo juicio con
efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a la prueba del daño.
A. Los derechos humanos en el sistema federal Los derechos humanos reconocidos en la Constitución
Nacional ¿rigen también en las provincias? Efectivamente, por los siguientes dos motivos jurídicos:
-De modo directo y por la afirmativa porque toda la Constitución Nacional (y más específicamente en lo
que aquí interesa, la Primera Parte de la Constitución -vgr.: arts. 14, 14 bis, 15, 16, 17, 18,
19,20,28,29,33,37,40,41,42,43, entre otros-, la parte correspondiente a la competencia de los poderes
estatales nacionales -vgr.: arto 75, incs. 22 y 23, entre otros- y la de los gobiernos de provincia -arto 128,
entre otros-) tiene vigencia suprema en todo el pais (arts. 31 y 126), en la medida en que han sido las
propias provincias quienes originariamente -o luego mediante las reformas concretadas según el
mecanismo previsto por la propia Constitución (art. 30)- así lo quisieron.
-De modo indirecto y por la negativa, pues por aplicación del artículo 5" de la Constitución Nacional las
Constituciones provinciales deben adecuarse -o sea que no pueden contradecir- a los principios,
declaraciones y garantías de la Carta Magna nacional.
Si toda la Constitución Nacional rige en todas las provincias, es obvio que ninguna provincia puede
reconocer "menos" derechos o derechos "menos intensos" que los que reconoce aquélla, porque -en este
caso- la estarían contraviniendo, lo que tienen prohibido. Pero, ¿pueden reconocer "menos" derechos o
derechos "más intensos" que los que reconoce la Constitución Nacional?
En principio sí pueden hacerlo, por los siguientes motivos:
- Porque, siendo por regla la competencia provincial y por excepción nacional (art. 121, Const Nac.), es
claro que las provincias no delegaron expresamente la potestad de ampliar los derechos o de reconocer
derechos más intensos, y
- porque -como consecuencia de lo anterior- no existe una norma constitucional que les prohíba hacerlo
(ver arto 126).
En esta inteligencia, las provincias han reconocido históricamente más derechos (o derechos más
intensos) que los reconocidos por la Constitución Nacional'. Lo que les está prohibido a las provincias es lo
siguiente:
-Reconocer derechos fuera de su competencia, como aquellos que surjan de los llamados códigos de
fondo (vgr.: arto 75, inc. 12), y
-perturbar el ejercicio de los derechos reconocidos por el nivel nacional, aunque ello sea producto de un
supuesto mayor reconocimiento (argumento del arto 28, Consto Nac.). En ese caso, la carga de la prueba
debe corresponder a quien considera que un derecho más intenso es perjudicial en algún sentido, pero no
a quien reconoce un derecho más intenso.
C. El debate sobre la naturaleza sustancial o procesal de un supuesto derecho
En el ejercicio concreto de los derechos es posible distinguir un aspecto sustancial (o contenidista) y otro
procesal (o instrumentalista). Sabido es que en nuestro sistema constitucional federal la regla indica que la
regulación sustancial o de fondo pertenece a la Nación y las regulaciones procesales corresponden a las
provincias (vgr.: arts. 75, inc. 12, Y conc.). Se trata de una pluralidad jerárquica con complementación
sustantivo-adjetiva, pues cada escala de decisión (Estado central o Estados miembros) tiene competencia
para regular y controlar integralmente un aspecto del tema o actividad concernido (el sustancial o el
procesal, respectivamente), con la particularidad de que si uno de los niveles no actúa, el otro tampoco
puede actuar (vgr.: un código de fondo sin normas de procedimiento carece de operatividad y un código de
procedimientos' sin norma de fondo carece de encarnadura jurídica).
El tema en análisis presenta una arista opinable cuando una cuestión vinculada a los derechos humanos
se considera en ocasiones procesal y en ocasiones sustancial, o en parte procesal y en parte sustancial, de
modo que no queda claro, a efectos de la regulación y a efectos de ponderar la existencia o no de
interferencias en su disfrute concreto, quién está habilitado para hacerse cargo del tema.
Por ejemplo, si se considera que la regulación del allanamiento domiciliario es una cuestión procesal (y
por ende de regulación local)', entonces puede haber una gran disparidad de criterios entre las distintas
jurisdicciones que asumen el tema, potenciándose la posibilidad de que en algunas de ellas los derechos o
las garantías emergentes puedan ser menos o más intensas. para el allanados. Si, en cambio, se considera
que la regulación del allanamiento domiciliario es una cuestión indisolublemente ligada al derecho a la
intimidad (inviolabilidad del domicilio), entonces las regulaciones locales sobre el tema no debería existir o
deberían seguir el criterio nacional (legislativo y jurisprudencial) en la materia".
El debate no es sólo casuístico o puntual; en ocasiones es genérico y dogmático, cuando -por ejemplo--
se discute si el ejercicio de la acción penal integra la sustantividad propia de la regulación federal o reviste
carácter procesal y por tanto local.
Si entendemos por principio (del latín principium) al criterio, norma o idea fundamental que rige el
pensamiento o la conducta y por interpretar (del latín interpretar¡) a la acción de explicar o declarar el
sentido de un texto', los principios interpretativos de la Constitución serán aquellos criterios que, guiando
el significado de sus cláusulas, permitan -en caso de duda- mantener la "unidad de sentido" de su texto.
En nuestro criterio, el sistema constitucional argentino reconoce tres principios interpretativos en el
sentido indicado: el de juridicidad (también conocido como de legalidad), el de igualdad y el de
razonabilidad, con los alcances que les asignaremos infra.
Es claro que desde un cierto ángulo podríamos afirmar que la legalidad es un derecho (en el sentido de
que no se nos puede exigir lo que no es debido), que la igualdad es un derecho (en el sentido de que no
debemos ser tratados de modo discriminatorio) y que la razonabilidad es también un derecho (en el
sentido de que se condena la arbitrariedad). Si bien lo anterior es cierto, no lo es menos que legalidad,
igualdad y razonabilidad también pueden ser asumidas desde una perspectiva más escatológica y
entendidas como criterios generales aplicables a todos los derechos y obligaciones constitucionales. Desde
esta mira, los principios son algo más que los derechos, pues si éstos se entienden como pretensiones
específicas reconocidas por el sistema jurídico, aquéllos serían los criterios que permiten medir sus alcances
concretos en cada tiempo y lugar.
Si, como vimos, una de las acepciones académicas de la palabra principio es la que lo considera como una
"norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta". no sería errado concluir que
juridicidad, igualdad y razonabilidad son ideas fundamentales que permiten establecer el funcionamiento
de los derechos y de su contracara, las obligaciones.
En tal sentido habremos de asumirlos en las páginas siguientes.
CAPÍTULO II
PRINCIPIO DE JURIDICIDAD
SUMARIO: 1. Las- posibles interpretaciones del articulo 19 de la Constitución Nacional. 2. El conocimiento de la juridicidad. 3. El
orden jerárquico de la juridicidad. A. Constitución. tratados y leyes. B. La jerarquía normativa según la Constitución. 4. El control de
lajerarquía normativa constitucional.
El reconocimiento del principio de legalidad (O, más propiamente, del principio de juridicidad, puesto
que el derecho no se agota con la ley) expresa la decisión de una comunidad de establecer delimitaciones
precisas entre lo que se puede hacer, lo que se está obligado a hacer y lo que no se debe hacer para
garantizar la convivencia y, consecuentemente, para no sufrir una sanción jurídica.
Se trata de un principio interpretativo del alcance del derecho antes que de un derecho subjetivo y -en
tal carácter- sirve como medida de todos los derechos y deberes, de las acciones y de las, omisiones.
La Constitución Nacional consagra el principio de legalidad en su artículo 19 con el siguiente texto: "Las
acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados.
Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no
prohíbe".
A partir de esta cláusula, el campo de la juridicidad puede ser definido desde dos diferentes puntos de
vista:
a) Por exclusión: la juridicidad comprende todo aquello que no es ajurídico, o
b) por inclusión: la juridicidad comprende todo aquello que el Derecho dice -explícita o implícitamente-
que es jurídico.
Según el primer criterio (criterio a) no todas las conductas están juridizadas, distinguiéndose entre:
-Conductas juridizadas (y dentro de ellas las permitidas -expresa o implícitamente- y las prohibidas), y
-conductas no juridizadas, extrañas al mundo jurídico.
Según el segundo criterio (criterio b) todas las conductas están juridizadas, distinguiéndose entre:
- las prohibidas;
- las obligadas;
-las permitidas expresamente, y
- las permitidas implícitamente.
Un ejemplo puede ilustrar la diferencia. entre los dos criterios reseñados: si se puede fumar en la vía
pública, ¿es porque se trata de una conducta ajurídica (extraña al mundo del Derecho), o. es porque se
trata de una conducta jurídicamente permitida de modo implícito? En el primer caso, la conducta no estaría
alcanzada por el Derecho, en el segundo sí.
Dicho de otra manera: cuando se afirma -por exclusión- que una cierta conducta A, por no estar
prohibida ni obligada, está permitida, ¿se piensa que el Derecho no ha dicho nada porque no tiene nada
que decir O se piensá que el Derecho ha realizado un análisis de juridicidad de tal 'conducta y ha concluido
que se la debe permitir, aunque no lo diga expresamente (permisión implícita)?
En nuestra opinión, el artículo 19 de la Constitución Nacional asume, desde una perspectiva filosófica, el
primero de los criterios reseñados (criterio a). En su primer párrafo, la cláusula distingue: Lo que no es
juridizable (reservado a Dios)' reconociendo -por tanto- la existencia de conductas ajurídicas, y
-lo que es juridizable (e incumbe a la autoridad de los magistrados). En el segundo párrafo, ahora dentro
de las conductas juridizadas distingue:
-Las permitidas, que incluyen:
• las permisiones explícitas (vgr.: comerciar, navegar, peticionar, etc.), y
• las permisiones implícitas, es decir las conductas que la ley no manda hacer y las que no prohíbe (vgr.:
. afiliarse o no afiliarse a un partido político).
-Las obligadas (vgr.: armarse en defensa de la patria y la Constitución en el caso de los ciudadanos
argentinos) y
-las prohibidas (vgr.: celebrar contratos de compraventa de personas).
En términos lógicos, la opción por el primer criterio (criterio a) presupone que antes de determinar si una
conducta está permitida obligada o prohibida, es necesario preguntar previamente si esa conducta es
jurídicamente relevante o jurídicamente irrelevante y, luego –o luego-, en caso de concluir en el primer
sentido, asumir la pregunta por lo permitido, obligado o prohibido. Creemos que si los llamados operadores
del Derecho realizaran siempre la primera operación como condición de la segunda, es posible que el
mundo de la libertad tuviera un margen más amplio.
En términos filosóficos, la opción por el primer criterio (criterio a) presupone una diferenciación entre
una zona ajuridica (donde el Estado nada puede decir) y una zana jurídica (donde el Estado habla a través
de la ley), en tanto el segundo criterio (criterio b) expresa una omnipresencia del Estado y una visión
panjuridica de la realidad (el Estado siempre habla sobre las conductas humanas, prohibiéndolas,
obligándolas o autorizándolas, expresa o implícitamente).
2. El conocimiento de la juridicidad
El principio de juridicidad se afirma en la presunción del conocimiento generalizado del orden jurídico
vigente. Si el Derecho no se conoce, no se conocen los límites que separan la juridicidad de la ajuridicidad
o, en términos más clásicos, los límites entre lo jurídico permitido y lo jurídico-prohibido.
La presunción del conocimiento generalizado del Derecho es una ficción. Una ficción necesaria para
hacer posible su aplicación (eventualmente incluso por métodos coactivos), pero una ficción al fin.
Incumbe al Estado disminuir la brecha que se abre entre la ficción del conocimiento generalizado del
Derecho y la realidad de su desconocimiento generalizado; se trata de una barrera cultural que debe ser
levantada para garantizar la igualdad real de oportunidades (art. 75, inc. 23, Cons. Nac.). Así como luce
natural que un extranjero tenga derecho a ser asistido por un traductor para entender lo que sucede en un
ámbito que no es el suyo, así como es reconocido a los inmigrantes el derecho a conocer los derechos que
rigen en el país al que arriban, es igualmente razonable que la población nativa acceda al conocimiento de
los derechos y obligaciones a los que cotidianamente está sujeta.
Complementa por tanto el principio de juridicidad, como delimitación conceptual de lo jurídico dentro
de lo real y de lo permitidoprohibido dentro de lo jurídico, el conocimiento generalizado de tales
diferencias. Se trata de un presupuesto insoslayable para garantizar la convivencia, pues resulta evidente
que en un sistema democrático la peor carencia que puede tener una comunidad es la ignorancia del
Derecho (en el sentido de las disposiciones que establecen derechos y obligaciones) que la rige.
El conocimiento del Derecho no es un conocimiento meramente especulativo sino eminentemente
práctico y, por tanto, no debe estar reservado a los abogados. Su difusión es una obligación tanto estatal
cuanto social'
En un Estado de Derecho, la Constitución Nacional es la norma que establece la jerarquia de todos los
componentes del sistema jurídico.
En el caso argentino, la disposición constitucional respectiva es la del articulo 31 que establece: "Esta
Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las
potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas
a conformarse a ellas, no obstante cualquiera disposición en contrario que contengan las leyes o
constituciones provinciales, salvo para la provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del
Pacto del 11 de noviembre de 1859".
La reforma constitucional de 1994 vino a resolver un problema interpretativo recurrente desde la
sanción misma del artículo 31: el del status jurídico de los tratados internacionales. Lo que se debatía antes
de la reforma era si los tratados, siempre por debajo de la Constitución, tenían menor, igualo mayor
jerarquía que las leyes.
La reforma determinó la jerarquía supralegal de todos los tratados internacionales y los tipificó en base a
la materia objeto de regulación. El disímil contenido prohíja una jerarquización que se expresa en su
articulación con la Constitución y la ley y en la facultad/dificultad con que pueden ingresar, 'progresar o
egresar al sistema jurídico nacional.
Ahora las categorías constitucionales de los tratados, según los ejes temáticos concernidos, son las
siguientes:
-Tratados sobre derechos humanos (art. 75, inc. 22, 2° Y3" párrs.);
-tratados de integración (art. 75, inc. 24);
- tratados no incluidos en los ítems anteriores celebrados con otras naciones o con
organizaciones internacionales (art. 75, inc. 22, 1" párr.);
-concordatos con la Santa Sede (art. 75, inc. 22, 1" párr.), y
- convenios celebrados por las provincias con conocimiento del Congreso nacional (art. 124).
Circunscribiendo el análisis a los tratados internacionales celebrados por el Estado nacional, la jerarquía
resultante es la siguiente:
-Tratados con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, 2° párr.), Y
-tratados con jerarquía 'superior a la ley, que a su vez pueden subclasificarse en:
• 1°) tratados que pueden alcanzar la jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, tercer párr.), y
• 2°) tratados que no pueden alcanzar la jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22, primer párr. y arto
75, inc. 24)
Las modalidades de ingreso, progreso y egreso al sistema jurídico argentino de los tratados internacionales
bajo análisis permiten reconocer:
Respecto del ingreso:
-Tratados con ingreso constitucional "directo" (los citados en el arto 75, inc. 22, 2° párr.), y
-tratados con ingreso constitucional "indirecto" (por ley), que podrían subclasíficarse en:
• 1°) Tratados qu.epueden ingresar por ley con mayoría "normal", es decir, mayoría absoluta de
cada una de las Cámaras computada sobre el quórum (art. 75, inc. 22, 1" Y 3" párrs.);
• 2°) tratados que pueden ingresar por ley con mayoría "agravada", es decír, mayoría absoluta de
la totalidad de los miembros de cada Cámara (tratados de integracíón con otros países de Latinoamérica
previstos en el arto 75, inc. 24, 2° párr.), y
• 3°) tratados que pueden ingresar por ley luego de dos votaciones del Congreso, la primera con
mayoría "norma'" y la segunda con mayoría "agravada" (tratados de integración con Estados no
latinoamericanos previstos en el arto 75, inc. 24, 2' párr.).
Respecto del progreso:
-Tratados que pueden progresar desde una jerarquía superior a la ley hacia la jerarquía
constitucíonal (art. 75, inc. 22, 3" párr.), y
-tratados que no pueden progresar desde la jerarquía superior a la ley hacia la jerarquía
constitucional (art. 75, inc. 22, 1" párr. y arto 75, inc. 24).
Respecto del egreso:
- Tratados que pueden egresar del sistema jurídico argentino mediante una ley votada con mayoría
"nominal". es decir, con mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara que forman quórum (art. 75,
inc. 22, 1" párr.);
- tratados que pueden egresar del sistema jurídico argentino mediante una ley votada con mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara (art. 75, inc. 24), y
- tratados que pueden egresar del sistema jurídico argentino mediante una ley votada con las dos
terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara (art. 75, inc. 22, 2' párr.)
Agregar cap 01 3° y 01 4°