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Si bien no todas las universidades buscan competir por los primeros lugares como
universidades reconocidas internacionalmente, pueden retomar las estrategias y
prácticas de esas instituciones de élite para impulsar un proyecto educativo con miras
globales para resolver cuestiones académicas, educación de excelencia, procuración
de recursos, gestión administrativa eficiente y la mejora en las competencias de los
graduados.
El primer paso es discutir qué se entiende por una institución de educación superior de
clase mundial (IESCM). No hay una definición propiamente dicha. Muchos países
claman, justificadamente o no, contar con una o varias instituciones de clase mundial.
En el discurso político, sobre todo en países emergentes, con frecuencia se utiliza el
término; sin embargo, no todos tienen el mismo concepto de lo que es en realidad una
IESCM. Más aún, debe quedar claro que para alcanzar ese nivel no se necesita un
decreto, sino que hay que ganarse paulatinamente con mucho trabajo y recursos ese
difícil reconocimiento internacional.3
Las universidades como Harvard, Stanford o Cambridge (por sólo nombrar estos iconos
mundiales) han obtenido esa reputación a través de muchas decenas de años y es
menester entender que no es necesario que un político o sus propias autoridades las
declaren como tal. Existe una serie de indicadores que, aunque son controvertidos, así
las definen, no obstante, sin existir consenso sobre cuáles son los más relevantes que
se deben reunir para poder aspirar a formar parte del selecto grupo.
Referencia:
https://eduardoandere.blog/2015/05/21/como-es-el-aprendizaje-en-
escuelas-de-clase-mundial/