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El Orden ....................................................................................................................... 8
Pertenencia .................................................................................................................. 9
Cada uno somos hijo o hija de, hayamos conocido o no a nuestros padres, estén muertos o
estén vivos. Estamos hechos de ellos. Nuestros cromosomas son sus cromosomas. Somos cada
uno una mezcla única de ellos dos.
En y a través de nosotros, los sistemas familiares maternos y paternos de origen continúan su
servicio a la humanidad. Somos un eslabón más, siempre fusión del pasado, creando un nuevo
presente, paso hacia algo nuevo.
Los hijos son la vida que los padres han transmitido en su abrazo.
La reproducción asistida ha creado nuevas estructuras familiares, en las que por un lado el
abrazo del donante de esperma o de óvulo no se reduce a un abrazo entre células, si no que
sigue siendo un abrazo entre dos individuos y sus sistemas familiares. Y por otro lado una
relación, desconocida anteriormente, se establece entre una madre gestante y el embrión pres-
tado. Esta relación basada en todo un intercambio celular y de sistemas, va a tomar a ese nuevo
ser como un trasplante. El embrión ha sido trasplantado a una madre donante de útero. El
sistema familiar de esta madre “subrogada” adopta a ese nuevo bebé como suyo. Esta nueva
familia consta de tres progenitores y tres sistemas familiares: el padre biológico o el donante
de esperma, la madre biológica o la donante de óvulo, la madre gestante como madre adop-
tiva. Esta relación no es una relación temporal, se mantendrá de por vida. Una última obser-
vación, sobre el bebé: el trasplante de los embriones de un útero a otro es vivido como una
separación brutal, que origina un primer movimiento interrumpido extremadamente precoz
y por lo tanto difícil de reconocer y liberar, y al nacer, ser entregado a otra mujer provoca un
segundo movimiento interrumpido que tendrá consecuencia sobre la vida emocional de este
bebé.
Nuestra relación a nuestros padres es nuestra conexión base. Es nuestra sintonía con la vida y
con algo más grande. Reconocer que somos hijos nos conecta, inmediatamente e instintiva-
mente, con la fuente de la vida y con la vida misma.
Somos la vida engendrada por ellos. Somos vida.
Al situarnos como hijos de nuestros padres, nos colocamos en nuestro lugar al servicio de la
vida, nos inclinamos humildemente ante el misterio de la vida, ante algo más grande, sea cual
sea nuestra representación de ello según nuestra cultura y evolución.
En la conexión con los padres está implícita la conexión con algo más grande.
Sólo cuando tomamos1 a nuestros padres, empieza el camino del crecimiento y el de la espiri-
tualidad no dual. Todo lo que hacemos antes de haber podido tomarlos incondicionalmente
como padres, será anhelo y necesidad de supervivencia, marcado por la dualidad (por el juicio
bueno/malo y la separación entre espiritual y material). Nos creamos padres universales, su-
periores, en sustitución de los humildes padres de carne y hueso que no hemos podido todavía
reconocer como nuestros únicos y verdaderos padres. Esta creencia de sustitución se desdibu-
jará en cuanto aceptemos ser las criaturas de nuestros padres físicos. El soltar esas creencias
puede ser doloroso y suele representar una gran etapa de crecimiento, de renuncia de lo ideal
y rendición a lo real.
Los padres dan la vida; los hijos la toman, incondicionalmente. Al tomar la vida, los hijos to-
man incondicionalmente a sus padres y viceversa. Después el hijo o la hija toma también in-
condicionalmente todo lo que los padres dan además de dar la vida: la herencia familiar, lo
que los padres hicieron con esta herencia, lo que lograron ser y hacer con esta misma herencia,
lo que no supieron hacer ni dar, todo lo que hubo tal como fue.
Así fue.
El hijo honra el regalo tomado: honra la vida y todo lo que le acompaña.
1 Aceptamos incondicionalmente.
Algunas personas tienen la creencia de que eligieron a sus padres. Todas las creencias ayudan
a superar algo en un momento dado. Una vez pasado ese momento, es interesante darse cuenta
de si la creencia me favorece o me perjudica. Si me hace sentir superior a mis padres entonces
me perjudica y me conviene renunciar a ella.
El tomar condicionalmente a los padres o no tomarlos se manifiesta a través de:
✓ La depresión – estar vacío de alguien necesario.
✓ La alimentación selectiva – la alimentación representa a la madre, lo que rechazo de
ella lo proyecto en la comida.
✓ El misticismo – amar y entregarse al misterio por no poder amar y entregarse a la ma-
dre.
✓ Los idealismos – sustitución del padre real.
✓ Esoterismo – sustitución del padre y de la realidad por otro padre y otra realidad.
✓ Búsqueda de autorrealización – en sustitución del servicio a los demás que nace espon-
táneamente del agradecimiento a los padres.
La decisión del hijo de considerar a sus padres como una unidad de la que es el fruto, conlleva
amarlos a los dos por igual, respetarlos y tener gratitud a los dos por igual. Y produce por
resonancia un efecto sanador muy potente sobre la relación entre los padres. Los padres aca-
ban reconciliándose internamente.
En ciertos casos, como los vistos anteriormente, o en caso de adopción o de madre de leche, se
tratará de amarlos a todos por igual, aunque todavía desconozcamos exactamente el grado de
implicación genética y sistémica de estas relaciones.
Todo en el universo está organizado por polaridades que necesitan unirse para formar algo
completo. Los padres también son dos polaridades complementarias y necesarias. Dos polari-
dades que al fusionarse crean una nueva vida que simultáneamente tiene las dos polaridades
masculino y femenino, y es solamente una de ellas; lo que va a impulsar a ese nuevo ser a
buscar su complemento en otro ser.
Al tomar incondicionalmente a su madre, la persona recibe de las fuerzas del destino la salud
y el éxito para transitar por la vida. Al agradecerle la vida recibida, se añade la capacidad para
amar y la abundancia.
Tomar al padre abre la puerta a la fuerza, la realización profesional y la responsabilidad.
La esencia del padre está totalmente arraigada a la vida como es, a la realidad por lo que es y
es el que más seguridad da a los hijos. Por lo que la fuerza de vivir y de estar en nuestro lugar
nos viene al tomar al padre tal como es. Y las observaciones nos dicen que el 75% de los hijos
se sienten más seguros con su padre que con su madre.
Cuando la mujer acepta colocar a su rol familiar como la prioridad, le viene la energía para
realizarse también en el trabajo y toda su vida se vuelve armoniosa. El lugar del trabajo de la
mujer está entre los hijos, como el último de los hijos. Cuando la mujer en pareja pone la prio-
ridad sobre su trabajo, se suele observar la pérdida de la armonía en toda la familia: distancia
entre los conyugues, los hijos suelen tener varias patologías y se sienten huérfanos.
En Europa un estudio demostró que un 6 a un 10% de los padres no son los padres biológicos
de uno de los hijos y no lo saben. La madre o no sabía u ocultó quien era el padre biológico.
Este hijo nunca se encuentra bien, ni ninguno de los dos padres, el adoptivo y el biológico.
Están fuera de su lugar y de su papel. El padre adoptivo ha usurpado, sin quererlo, un papel
que no le corresponde, e inconscientemente se siente desplazado. Al padre biológico la madre
le ha robado su paternidad. Y al hijo la madre le ha robado su filiación y la pertenencia al
sistema familiar de su padre. La madre carga con esta culpa secreta.
El que da, da porque antes tomó. Su dar es un devolver. Es decir que lo primigenio es recibir.
En el equilibrio entre dar y recibir, recibir existió antes que el dar en la vida de todos los seres
humanos.
El recibir la vida que nos dieron los padres provoca una deuda inconsciente que impulsa a
cada ser humano a devolver. Pero no puede devolver la vida a sus padres; por esa razón la
persona instintivamente necesita dar a su entorno lo mismo que recibió. Devolver a los padres
se realiza, también inconscientemente, dando al entorno. Por ello todos los seres humanos se
sienten impulsados a dar proporcionalmente a lo que aceptaron tomar de sus padres.
Los agradecidos dan mucho y a cambio reciben mucho. Los amargados dan poco, por lo que
reciben poco.
Así podemos entender por qué es tan agradable dar: uno se siente más liviano, una deuda sutil
se está aligerando… El que sólo da, sin permitir a los demás que devuelvan, actúa por puro
egoísmo, sólo por el placer de dar, no por el bien del otro…
El que sólo le gusta recibir está identificado a un niño que murió tempranamente.
Conseguimos estar al servicio de la vida cuando estamos en sintonía con las fuerzas del amor:
concordancia con lo que hay, con mi origen y mi época. Orden (el sistema más nuevo tiene
preferencia sobre el sistema más antiguo, la persona más mayor tiene preferencia sobre la per-
sona más joven), pertenencia (todos pertenecen a todo, independientemente de lo que hayan
El Orden
El orden entre personas significa que el pequeño honra a sus mayores, a cambio los mayores
se entregan a los pequeños. Primero está el respeto, luego llega el amor.
El hermano que llega después honra al anterior que ya tomó todo, y a cambio el hermano
mayor da su amor y protección al pequeño (más sobre el orden entre los hermanos en el pá-
rrafo correspondiente).
Cuando un progenitor no ha tomado a uno de sus padres, va a utilizar a uno de sus hijos para
hacer de ese padre o madre que no ha tomado. O sea que uno de los hijos se va a transformar
en abuelo o abuela.
Juzgar a los padres, sentirnos superior, significa que estamos reemplazando a alguien mayor
que ellos. Y ese alguien fue un perpetrador que no asumió su culpa, por lo que necesita juzgar
a los demás para alejar el miedo a ser descubierto. Y ese hijo hace lo mismo que el ancestro al
que reemplaza. Lo que juzga, ya lo tiene dentro.
El orden en los sistemas es a la inversa del orden individual. Tienen preferencia los sistemas
más jóvenes sobre los sistemas más antiguos. El sistema de los padres se retira, al servicio del
sistema de cada uno de sus hijos adultos. El respeto individual de los hijos por sus mayores
equilibra esa dinámica y permite que toda la familia, todo el sistema familiar encuentre un
nuevo equilibrio entre la pertenencia de todos y la individuación de los adultos y sus nuevos
sistemas.
El no respeto de los sistemas suele tener consecuencias graves, mayores que el no respeto a las
personas individuales.
Cuando una persona tiene un hijo, ese hijo concreta un nuevo sistema y si los padres no se
responsabilizan de este sistema familiar recién creado, uno más pequeño representará a este
sistema eliminado, viviendo la misma eliminación, que lleva muy a menudo a la muerte de
ese pequeño. Esto ocurre cuando un hombre no reconoce ni asume el hijo nacido fuera del
matrimonio, o la mujer oculta a su marido y al hijo la paternidad real de ese hijo.
Lo mismo ocurre cuando uno prometió fidelidad a un sistema (religioso, social, espiritual, etc.)
y renuncia a esa promesa para crear una familia. El primer hijo representará a ese sistema
despechado, y casi siempre muere.
Pertenencia
Todos pertenecen por igual. Todo olvidado o excluido será representado por uno más joven
para ser visto por los padres, y por el resto del sistema familiar.
Por lo que los hijos ven a los excluidos que sus padres no ven. Y lo ven a través de cualquier
comportamiento anómalo y de muchas enfermedades.
El primogénito suele tener, además, el destino de reemplazar a las parejas anteriores de sus
padres cuando estas fueron excluidas u olvidadas.
Las palabras “mi hijo” o “mis hijos”, crean la exclusión del otro progenitor y debilitan a los
hijos. Lo que les da fuerza es hablar de ellos diciendo: “nuestros hijos” o “nuestro hijo/a”.
También podemos observar que en esa comunidad de compensaciones que es la familia, rigen
dos frases asesinas: una, a menudo transmitida por las madres: “Tú por mí”, y la otra, dicha
por los hijos: “Yo por ti”.
En la compensación inconsciente de las vivencias, la madre que ha arriesgado su vida con el
embarazo de su hijo, puede decir inconscientemente a uno de sus hijos: “Tú por mí. Que lleves
mi carga en mi lugar, tú que enfermes, que fracases, que mueras en mi lugar.”
Y la frase liberadora será: “Tú por ti, yo por mí”; dicha por el grande o el pequeño.
Los hermanos
El amor entre hermanos es tan grande como el amor a los padres, y la solidaridad entre her-
manos pasa antes que el amor a los padres.
Entre hermanos, el que llegó primero transformó a sus padres en padres, abriendo el camino
para los hermanos siguientes. Cuando el primogénito está en su lugar, los hermanos siguientes
tienen una verdadera veneración por él que abre el camino. Cuesta mucho a un hermano más
pequeño tener más éxito que un hermano mayor, se siente culpable.
El primogénito tiene, además de las cargas más fuertes de su sistema, el destino de reemplazar
a las parejas anteriores de sus padres cuando fueron excluidas u olvidadas; porque él existe,
gracias a que esa pareja anterior se retiró y dejó sitio al padre o a la madre.
Cuando esto se da, el primogénito no se siente hijo sino novio o amigo de uno de sus padres.
Crece sin padres, en rivalidad con ellos y con todos, viviendo los sentimientos de frustración
y celos de la verdadera pareja anterior…
El hermano pequeño es el que recibe más amor, por ello suele sentir una gran deuda hacia sus
hermanos y a menudo estos hermanos pequeños dejan de respetar el orden para llevarse la
mayor carga de sus hermanos mayores. Por eso, el hermano siguiente siempre dice al hermano
El amor entre hermanos es muy poderoso. Tan poderoso que cuando un hermano ha muerto
o lo está pasando mal, los demás hermanos no se dan el permiso de ser más felices que aquel.
Desde el amor infantil le están diciendo: “Yo como tú”; aumentando la carga del hermano que
sufre, pues con esta frase el hermano sufriente, además de llevar su carga, se siente culpable
de la desgracia del otro.
La familia es una comunidad de destino: todos forman parte del mismo gran sistema familiar,
que podemos llamar campo morfogenético u holograma familiar: todo lo que afecta a uno
afecta a todos.
Los hijos son los pequeños, están al servicio de los grandes. Todo ser vivo, por esa misma ley,
está al servicio de su especie. El destino no es individual, el destino de uno será lo que la
especie necesite a través de ese ser. Paradójicamente, al mismo tiempo, cada ser es visto y
amado individualmente por algo más grande.
En la relación entre los grandes y los pequeños, la actitud de los pequeños es fundamental. Si
respetan a los mayores, sus destinos serán livianos. Pero el pensamiento mágico del niño y su
amor arcaico incondicional, hacen que se otorguen los sufrimientos de sus mayores, a la vez
que les toca compensar los desórdenes de sus mayores.
Todo olvidado o excluido será representado por un pequeño, para ser visto y reincluido por
los grandes del sistema familiar.
Por lo que los hijos ven a los excluidos que sus padres no ven…
Y lo muestran a través de cualquier comportamiento anómalo.
Mientras son dependientes de los padres sólo pueden vivir la pertenencia a su familia, la ad-
hesión incondicional a los valores y hábitos de los padres. Sólo pueden imitarlos. Ahí es donde
aprenden la buena conciencia que da pertenecer y que el rechazo de todo lo que no pertenece
es bueno, aumentando con ello la seguridad de pertenecer y la buena conciencia.
El fracaso escolar, las dificultades sociales, la enfermedad, el mal dormir o el mal comer son
manifestaciones de la fidelidad de nuestros niños a excluidos.
Lo que tiene que ver con letras, ortografía, lectura, suele mostrar un desorden en la rama ma-
terna, o bien que alguien no ha tomado a la madre.
Y lo que tiene que ver con matemáticas señala un desorden en la rama paterna, o no haber
tomado al padre.
El rechazo de muchos niños adoptados a empezar a leer y escribir: muestra que conocen la
existencia del secreto de su adopción y tienen miedo de hacerle frente, sabiendo leer algún
documento que lo demuestre.
La falta de concentración: muestra que el alumno sólo puede prestar atención a un excluido.
La falta de memoria: suele permitir no asumir una culpa, no recordar un daño hecho por un
pariente.
En la anorexia: el hijo dice a alguien mayor, frecuentemente a su padre: “Mejor que me muera
yo antes que tú”.
En caso de separación de los padres, el hijo quiere por igual a ambos padres. Manifestará una
fidelidad externa (tendrá las mismas opiniones, gustos y actitudes) al que tiene el poder (a
menudo es la madre) y fidelidad inconsciente al que es despreciado (imitando los rasgos des-
preciados por el otro progenitor). Y con esa fidelidad inconsciente, actuará haciéndose despre-
ciar por amor al despreciado.
En caso de que haya un desequilibrio entre los padres, el hijo se ofrece inconscientemente para
compensar el desequilibrio.
La agresividad
• La agresividad puede ser debida a un desorden, este hijo no está en su sitio y ha adop-
tado la agresividad de alguien anterior.
• Cuando los padres llevan un conflicto reprimido, no expresado, los hijos vivirán el
conflicto y su exteriorización sin poder evitarlo.
• Cuando uno de los progenitores quiere morirse, un hijo quiere evitar que se muera y
para eso se va a mostrar más fuerte que la muerte. Quiere matar a la muerte.
• Otro motivo de la agresividad es que el hijo se quiere morir y los padres no le dejan.
En todos los casos de dificultad, de fracaso o mal comportamiento hay que tener en cuenta que
el hijo lo hace por fidelidad y amor a alguien, a un excluido, o para evitar que los padres se
hagan cargo de algo que les haría sufrir.
Las herencias
Primero recordaremos que los beneficios o las culpas sólo pertenecen al que actuó.
Recordaremos también que los padres dan y los hijos reciben. Los padres son libres de dar lo
que quieren a quien quieran. También son libres de no dar. Lo que tienen no pertenece a sus
hijos, solamente a ellos dos.
El hijo que reclama o exige ya no puede recibir, no está en actitud de recibir; se ha puesto por
encima de sus padres y no recibirá nada …
Las herencias son totalmente sistémicas. Representan la compensación entre dar y recibir, son
la respuesta de abundancia a un descendiente respetuoso y agradecido.
Las herencias representan la integración de todas las fuerzas del amor. Esta respuesta de amor
de los mayores sólo llegará si todas las fuerzas del amor se cumplen:
- Equilibrar dar y recibir: Agradecimiento a todos los anteriores hayan hecho lo que
hayan hecho. Si no existe este agradecimiento, la herencia no fluirá.
LA VIDA FLUYE
Cerramos los ojos y nos centramos. Nos vemos como hijos de nuestra madre y nuestro padre. Los
miramos con todo recogimiento, con la mirada de niños pequeños hacia sus padres.
Sentimos la mayor entrega que jamás hayamos experimentado. Era esa mirada de nuestra madre y
nuestro padre antes de que se pusiera algo en medio.
Miramos a los padres y vemos detrás a sus padres y allá detrás a los padres de los abuelos y sus
padres, muchos, indefinidamente, hasta el principio.
A través de todas esas generaciones la vida fluye hasta nuestros padres y, a través de ellos, hasta
nosotros. Es la misma vida.
Todo lo que es transmitido y recibido, todo está perfectamente hecho. Nadie puede añadir nada.
Nadie puede quitarle nada. La vida fluye en su abundancia a través de todas esas generaciones. Para
nuestra vida no hay ninguna diferencia, cuales hayan sido los detalles, si fueron buenos o si fueron
malos, si fuimos estimados o despreciados. Al servicio de la vida, todos fueron igualmente buenos.
Así la vida alcanzó a mi madre y a mi padre y a través de mi madre y de mi padre llegó hasta mí.
Ahora abrimos nuestro corazón y nuestra alma a la abundancia de la vida, para que nos alcance a
través de nuestra madre y de nuestro padre. Les decimos: “Gracias. Lo tomo todo de vosotros, a su
precio completo, a lo que os ha costado y que a mí me cuesta. Lo sujeto todo firmemente en vuestra
honra. Y me entrego a su abundancia en lo que por circunstancias yo también sé y tengo permiso de
transmitir.”
Entonces nos apoyamos en nuestros padres de los que hemos tomado enteramente la vida. Miramos
hacia delante y después la damos, como siempre, a muchas generaciones que llegarán después.
La vida fluye a través de nosotros y sigue después de nosotros. Estamos profundamente vinculados
con ella. Y así la vida fluye, como el amor.
BERNE Eric: Juegos en que participamos: psicología de las relaciones humanas. Ed. Diana,
México 1997.
Más allá de juegos y guiones. Ed. Jeder.
DOLTO Françoise: La dificultad de vivir: Familia y sentimientos. Ed. Gedisa, Barcelona 2005.
La dificultad de vivir: Psicoanálisis y sociedad. Ed. Gedisa, Barcelona 2005.
DYKSTRA Ingrid: Niños que heredan el destino familiar. Ed. RBA Libros, Barcelona 2007.
HARRIS Thomas A: Yo estoy bien, tú estás bien: Guía práctica del análisis conciliatorio. Ed. Grijalbo,
Barcelona 1997.
OPI Juan Manuel y BELTRÁN Mª Isabel: La dieta del P.A.N. Ed. Amat, Barcelona
2005.
PREKOP Jirina: El primogénito. Una posición especial entre hermanos. Ed. Herder,
México 2007.
PREKOP Jirina y HELLINGER Bert: Si supieran cuánto los amo. Herder, México cop. 2003.
STEINER Claude M: Los guiones que vivimos: Análisis transaccional de los guiones de vida. Ed.
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STEWART Ian y JOINES Vann: AT hoy. Una nueva introducción al análisis transaccional.
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