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Antes de la tabla periódica y de los primeros intentos por ordenar los elementos
químicos en función de sus semejanzas, la química estaba envuelta en un aura
incierta y de misticismos. Nadie sabía con precisión cuántos ni cuáles eran todos
los elementos químicos que pudieran existir en la naturaleza. Gracias a esta tabla
se sabe hoy en día que tenemos un máximo de 118 elementos. Lo que antes
parecía oscuro, ahora es claro, entendible y organizado.
En sus inicios, la tabla periódica contenía espacios vacíos, pues para entonces
no se habían descubierto varios de los elementos químicos.
Mientras, los metales, que componen la mayoría de los elementos, integran el lado
izquierdo y el centro de la tabla, así como el bloque f: aquellas dos filas situadas
abajo. Cada grupo, enumerado del 1 al 18, define una familia de elementos. Los
del grupo 1 se llaman metales alcalinos, los del grupo 2, metales alcalinotérreos,
los del 3, grupo del escandio, y así sucesivamente. Algunos grupos tienen
nombres singulares, tal como el grupo 16 o del oxígeno, el cual se llama cal
cógenos o anfígenos.
En las tablas periódicas podemos ver los números de oxidación para cada
elemento, sus energías de ionización, su masa atómica promedio, sus
configuraciones electrónicas, sus electronegatividades, y todo el conjunto de sus
propiedades periódicas.
Siguiendo los grupos y las filas de la tabla periódica, es posible observar con
claridad cómo las propiedades periódicas van cambiando a medida que nos
desplazamos de un elemento a otro.