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¿Qué es lo que caracteriza a un pan con masa madre? ¿Cuál es ese misterio que lo
hace tan especial?
Es muy simple y hasta suena obvio: tiene gusto a PAN, a pan de verdad, a un pan
hecho con dedicación y cariño, al pan que se hacía antes, a un pan lleno de aromas y
sabores, a un pan que nos trae recuerdos de niño, a algo tan básico y fundamental
como sus nobles ingredientes que son tan solo cuatro: harina, agua, sal y tiempo, nada
más.
Un pan de masa madre es un pan que más allá de rico, hace bien al cuerpo y alma,
es un pan con una corteza bien caramelizada y crujiente, aromático, lleno de sabor,
con una miga alveolada, húmeda y con esa acidez marcada tan característica. Ese
rugir al cortar cada rodaja, esas migas que caen sobre la tabla de madera, es un
festival para nuestros sentidos, que podríamos repetirlo infinitas veces, sin nunca
cansarnos.
Compañero ideal de desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, a toda hora, siempre
es bienvenido el pan, desde tiempos inmemorables, fue y es uno de nuestros primeros
alimentos.
Siendo algo tan simple, se deben usar siempre los mejores ingredientes a nuestro
alcance, sobre todo la harina, que es el principal. Para esto se tiene que usar harina
de fuerza y ¿Qué es la fuerza? Obviamente no es la de la famosa película de la Guerra
de las Estrellas, sino esta clase trataría sobre panes de otra galaxia. La fuerza de la
harina está en la cantidad de proteínas que tiene, y parte de ella es el gluten, que es
quien absorbe el agua durante el amasado, logrando que la masa se vuelva elástica
y haga que los panes, luego de horneados, sean bien livianos. Las harinas ideales
para panadería son entonces las de trigo 000 e integral, espelta, kamut, centeno y
sémola, entre otras.
Hay muchas maneras de hacer un pan artesanal con masa madre y muchas maneras
de hacerlo complicado también, pero esa no es la idea en esta clase. El método que
proponemos es un método simple, fácil y práctico para hacer y disfrutar de un rico pan
casero sin mayores inconvenientes.
El secreto para tener éxito en esta aventura, es la práctica y eso se hace amasando y
horneando incansables veces, cometiendo errores y volviendo a empezar de nuevo,
aprendiendo a “leer” la masa, a tocarla, mirarla, conocer en detalle cada fase del
proceso de hacerlo, a dominar la técnica. Esto se logra repitiendo varias veces una
misma receta, mismos ingredientes, mismos utensilios, hornos, etc. Así vamos a
entender, luego poder corregir y finalmente dominar este arte, para así después
probar nuevas recetas con diversas harinas, diferentes porcentajes de hidratación y
tantas cosas más que nos permite el mundo del pan.
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Para resumir un poco lo que vimos en el capítulo me gusta explicar este concepto de una
forma simple y sin complicaciones: La masa madre, es nada más ni menos que un
fermento natural. En pocas palabras, es "levadura", pero artesanal, casera, hecha por
nosotros mismos a base de harina y agua. Así de simple. Las levaduras y los lactobacilos
que están presentes en la harina (y en todos lados) al entrar en contacto con el agua,
despiertan y la naturaleza se encarga del resto... estamos hablando de fermentación,
algo tan básico y que el humano se ha hecho provecho desde tiempos inmemorables en
muchísimos otros alimentos como: vino en el que las levaduras producen el alcohol,
quesos una variedad de lactobacilos y hongos brindan la variedad de quesos que
conocemos, cerveza nuevamente las levaduras, yogures en los que los lactobacilos
logran el producto... y panes obviamente. Gracias a la combinación de estas dos
poblaciones microbianas, los panes resultan mas aromáticos y en general más ácidos
que los panes realizados con levadura por el método tradicional. En la levadura
comercial hay un solo tipo de levadura especializada, en una masa madre hay no
solamente variedad de levaduras sino también variedad de lactobacilos y por eso cada
masa madre es única.
Beneficios de la fermentación lenta
• Menor carga glucémica: Este pan es ideal para personas con problemas de
azúcar ya que una fermentación lenta ayuda a que la levadura fermente la glucosa
en una proporción mayor reduciendo la carga glucémica del pan.
• Es pan con sabor a pan: Un elaborado proceso químico que da como resultado
ese aroma y sabor que nos recuerda al verdadero sabor a pan.
¿Cómo hacer una masa madre?
Para preparar una masa madre necesitaremos: Un poco de harina, agua, un frasco con
tapa y tiempo, el ingrediente principal.
Repetiremos esta operación por unos 2 o 3 días. Es muy importante en este proceso, la
temperatura ambiente, que debería rondar los 25°C. En algún momento, nuestra mezcla
crecerá y se llenará de burbujas, tendrá un aspecto como de “mousse”, muy aireada y
cremosa. Habremos entonces logrado nuestra masa madre. A partir de ese momento,
deberemos ir alimentándola (también conocido como refresco) a diario con más harina y
agua, siempre buscando la misma textura. Una parte la usaremos para hacer pan y el
resto seguirá perpetuando nuestro fermento. Luego, si es que no vamos a hacer pan a
diario, y para no seguir alimentándola y haciéndola crecer demasiado, podremos dejarla
descansar en la heladera sin tener que refrescarla hasta que volvamos a hacer pan.
Cuando nuevamente sea el momento de usarla, la sacaremos del frío y la volveremos a
alimentar y esperar a que crezca.
¿Cómo se utiliza la masa madre?
Al ser una “levadura natural”, la masa madre se usa de igual forma que cualquier otra
levadura. Usaremos una pequeña porción, que añadiremos a nuestra masa, para hacerla
fermentar o levar. La cantidad dependerá de la receta que estemos haciendo, pero lo
usual es usar un 20% del peso total de la harina.
Como cualquier otro fermento, a mayor cantidad levará más rápido y a menos todo lo
contrario. Estará supeditada a la temperatura ambiente, la que siempre debe rondar los
25°C para un mejor rendimiento.
Además no solo se utiliza para hacer pan, cualquier preparación que lleve levadura,
puede entonces llevar masa madre. Es cuestión de ajustarla y adaptar a este nuevo
fermento.
Cuidados de la masa madre
Es fundamental tener nuestra masa madre en buen estado, ya que nuestros panes
dependerán en gran parte de eso. Y es muy fácil hacerlo, solo tenemos que alimentarla
con harina y agua a ojo, sin medidas y sin complicaciones, buscando una textura espesa.
De esa forma podremos ver su actividad mucho más fácil que si fuese más líquida.
Si hacemos panes diariamente, es mejor tenerla afuera y refrescarla al menos una vez
por día, quizás pida más veces, dependerá de su actividad. No hay que esperar a que
esté totalmente abajo, cansada. Hay que darle cariño y alimento, así la mantendremos
siempre activa y lista para usar.
Cuando sube, duplica o triplica su tamaño y la textura es tipo mousse, será el momento
para usarla. Otro factor muy importante es la temperatura ambiente, que tiene que ser
cálida, 25°C promedio. Para eso habrá que darse maña en casa y buscar la forma de
lograrla.
Ahora si no vamos a hacer pan todos los días, la podremos dejar descansando en la
heladera (nevera) por un tiempo, para no tener que alimentarla a diario, aunque al menos
una vez por semana, sería bueno para no dejar que baje tanto su actividad. Esto último
ayudará también mucho a bajar su acidez, algo que suele pasar frecuentemente.
Problemas de la masa madre
La masa madre es un ser vivo y como todo, necesita atención. Es posible que durante
su proceso de creación o mantenimiento sucedan cosas.
Lo primero que notamos es que huele “raro”. Eso que olemos no es más ni menos, que
el producto de la fermentación, la mezcla de alcohol y ácido, producido por las levaduras
y lactobacilos. Puede tener diversos olores como: yogurt, queso, cereales, campo,
acidez, entre otras cosas, y es todo normal. No hay que asustarse ni tirar nuestro
fermento.
Es posible que en algún momento también surga un líquido, sobre o entre la masa madre.
También es normal y no quiere decir que se “cortó”, simplemente es en gran parte ácido
acético, un subproducto de la fermentación. Se descarta y se vuelve a refrescar con más
harina y agua.
Lo único que no está bien es la aparición de hongos, que son más probables en masas
madre de harina de centeno. Si llegan a aparecer, será mejor descartarla y volver a hacer
una nueva.
Los ingredientes y sus características
La harina
El grano de trigo:
Un vez que se quita la cáscara, el grano de trigo está formado por 3 partes
principales que son el salvado o pericarpio, el germen y el endospermo.
El salvado a su vez está compuesto por varias capas celulósicas que son muy
ricas en fibras, tienen también proteínas y algo de almidón.
El germen que es de donde nacerá una nueva planta, se separa del endospermo
y este último se muele para obtener la harina blanca a la que luego se le aplicarán
algunos tratamientos. Se la puede blanquear más aún, por la oxidación de los
pigmentos amarillentos presentes y también es posible mejorar la performance del
gluten mediante maduradores.
En la molienda de harinas integrales se conserva en mayor o menor medida el
pericarpio y el germen. Por esta razón son más ricas en fibra y tienen mayor
cantidad de grasa que las harinas blancas. Esto hace que su vida útil de alta
calidad sea menor ya que esas grasas se pueden oxidar con el tiempo, la
temperatura y la humedad dando sabores rancios.
Según se separe más o menos pericarpio hasta la obtención final, las harinas
integrales tendrán mayor o menor cantidad de fibra.
Al agregar agua a la harina, las proteínas allí presentes se hidratan. Dos de los
grupos de proteínas contenidas en la harina son especialmente importantes para
el amasado: las gliadinas y las gluteninas. Una vez hidratadas, tienen la facultad
de asociarse entre ellas y formar la mencionada trama o malla (el gluten) que
atrapa al resto de los componentes de la masa. Es decir, esa asociación de
gliadinas y gluteninas ocurre durante el amasado, luego de la hidratación, y no
está presente en la harina como malla sino como grupos separados. Es como
tener varios ovillos de lana, que una vez tejidos serán una bufanda pero antes son
solamente los materiales necesarios. En vez de agujas se van a necesitar agua,
movimiento y tiempo.
El gluten, entonces es, una gran malla proteica que se forma luego de la
hidratación gracias al proceso de amasado, formada a partir de las “gliadinas” y
“gluteninas” contenidas en la harina. Estas proteínas son las que absorben la
mayor cantidad de agua de la masa, ya que los gránulos de almidón no se hidratan
hasta que comienza el proceso de calentamiento durante la cocción (salvo una
mínima parte de gránulos partidos durante la molienda). Es por esta razón que si
hemos agregado la cantidad de agua necesaria a una mezcla, la misma va
transformándose de un engrudo a una masa a medida que se amasa o transcurre
el tiempo (como veremos más adelante en el pan que no se amasa)
Los movimientos van produciendo la asociación de la gliadina y la glutenina,
dando cada vez una masa más firme (tensa), es decir una red más compacta. Si
dejamos en reposo la masa una parte de esta red se desarma (ya que son
asociaciones y no uniones verdaderas) , lo que comúnmente se conoce en
panadería, como una masa relajada. l Ésto permite recomenzar el ciclo de
amasado para lograr nuevas asociaciones.
Dejar que se relaje la red de gluten entre cada paso es fundamental, ya que si se
rompe no se puede volver a armar.
Es por esto que verán que entre cada uno de los pasos dentro de las recetas
siempre habrá un tiempo de descanso. Cada movimiento por sencillo e inofensivo
que parezca, genera asociaciones.
Como dijimos la mayor parte de las proteínas presentes en la harina, las que
formarán el gluten, son las más importantes en el amasado. Sin embargo también
contiene, otras proteínas que son las enzimas (sustancias que permiten que las
reacciones químicas ocurran rápidamente), como las amilasas que son las
encargadas de romper el almidón en unidades más pequeñas, dando como
resultado azúcares fermentables ( que tanto a las levaduras como a las bacterias
presentes les servirán de alimento) y moléculas de dextrinas (almidones cortos)
que al permanecer más tiempo hidratadas le darán a los panes mayor durabilidad
y humedad.
¿Qué es el almidón?
El gránulo de almidón es una estructura maciza que está formado por 2 versiones
del almidón diferentes, que son la molécula de amilosa y la molécula de
amilopectina. La proporción aproximada es de ¼ amilosa y ¾ de amilopectina
que variará según el tipo de cereal del que provenga.
Ambas moléculas están formadas únicamente por varios miles de moléculas de
glucosa, sin embargo, son muy distintas. La amilosa es una macromolécula lineal,
quiere decir que todas las moléculas de glucosa están unidas unas con otras
formando una gran cadena.
La amilopectina es una macromolécula de forma ramificada, quiere decir que las
unidades de glucosa que forman parte de ella se van uniendo en cadenas que
luego se unen entre sí como si fueran las ramas de un árbol.
A pesar de estar formadas por moléculas de glucosa, ni la amilosa ni la
amilopectina son solubles en agua fría. Tampoco tienen gusto dulce, ya que las
cadenas interaccionan entre sí impidiendo su asociación al agua. Esto recién
ocurre al calentar, ya que la energía de movimiento supera a la energía de
atracción y por esta razón se pueden asociar con el agua del medio.
El agua
Algunas recetas indican usar agua embotellada por la presencia de cloro que
podría inhibir el crecimiento microbiano. Sin embargo el cloro está en bajas
cantidades y se va evaporando con el tiempo. Dado que no todas las aguas
embotelladas tienen la misma composición de sales, habrá que ver en cada caso
cómo influyen en la masa.
2% sal
¿Qué es el porcentaje panadero?
Lo primero de todo, no tiene que dar 100%. Toda la fórmula ronda en la harina, que es
el ingrediente principal. Entonces vamos a tomarla como que el total de la/s harina/s
que vamos a usar es el 100% y el resto de los ingredientes van a depender de su peso.
Por ejemplo, si tenemos 1K de harina (100%), donde dice agua 70% quiere decir que el
agua a usar será el 70% del peso de la harina, en este caso 700g. Si pone sal 2%,
esto será entonces 20gr., si la MM a usar es el 20% entonces será 200gr. y así con
todos los ingredientes.
Lo bueno de este método es que una vez teniendo los porcentajes es muy fácil aumentar
o disminuir la cantidad de masa que vamos a necesitar y no estamos atados a medidas.
Ahora cuando el peso de la harina no es un kilo, habrá que poner en práctica la regla de
tres simples o sino usar nuestra app Gluten Morgen Porcentaje Panadero.
La app la podés descargar desde cualquier dispositivo Android & iOS. ¡Ya está disponible
para todo el público!
Ingredientes para 2 panes de 750g
- 580g de Agua
- 170g de Masa Madre
- 750g de Harina Blanca 000 / De Fuerza
- 80g de Harina Integral ExtraFina
- 15g de Sal
Procedimiento
Primero mezclar todos los ingredientes menos la sal, hasta lograr una masa bien homogénea,
pero sin amasar, no debemos desarrollar aún el gluten.
A continuación, comienza la autolisis. Vamos a dejar el bollo tapado por una hora,
aproximadamente.
Al mezclar todos los ingredientes junto con el agua se logra la hidratación de las proteínas
presentes en la harina. Algunas de ellas formarán el gluten durante el amasado gracias a la
hidratación.
Además de las proteínas del gluten, se hidratan las enzimas presentes en la harina (amilasas) lo
que las pone activas. Estas enzimas degradan (lisis: romper, cortar) el almidón en azúcares
simples (maltosa y glucosa) que podrán servir de alimento a las levaduras durante la
fermentación. El no agregado de sal durante esta etapa permite el mejor funcionamiento de
dichas proteínas.
Lo que debemos lograr en este punto, es desarrollar el gluten. Nos daremos cuenta
porque la masa se empieza a tensar y opone resistencia.
La acción del amasado genera la trama de gluten fundamental para retener el gas
durante la fermentación y permitir el formado del pan.
La ideal es 24-26oC, a menor temperatura durará más y a mayor, será más rápida.
Mientras ocurre fermentación, deberemos a cada media hora y por tres veces,
realizarle pliegues a la masa. Esto lo haremos tomando con cuidado un lado del bollo y
lo estiraremos hasta el lado opuesto, giraremos y continuaremos la operación. Serán
unos 3-4 por cada sesión.
Para lograr que el pan pueda expandirse en el horno, crezca, abra y genere una oreja,
es fundamental el uso de vapor.
Hay 4 formas de lograrlo. Una es utilizando una pequeña bandeja u olla que va en la
base del horno y a la hora de meter el pan, le vertemos una taza de agua hirviendo, lo
que nos va a dar una nube de vapor instantánea.
La otra opción es usar una olla de hierro con tapa (previamente calentada), en la que
desmoldaremos el bollo. Esto va a hacer que el mismo vapor de la masa al hornearse,
nos ayude a hacerlo crecer. En este caso se hornea 15 minutos con tapa y luego otros
15 más sin.
La tercera opción es utilizar una bolsa de horno, las que se usan para asar pollos, donde
colocaremos el pan desmoldado. Cerramos la bolsa y llevamos al horno, tras 15-20
minutos, una vez que el pan haya abierto, rompemos la bolsa y dejamos que dore por
otros 15 minutos más aproximadamente.
Y la cuarta opción es hacer un papillote con papel aluminio encerrando el pan dentro del
mismo. Cerramos la carpita de aluminio y llevamos al horno, tras 15-20 minutos, una vez
que el pan haya abierto, abrimos el papillote y dejamos que dore por otros 15 minutos
más aproximadamente
Durante el horneado se debe lograr un equilibrio entre una corteza crocante que no se
queme, un levado adecuado y la cocción completa de la miga.
El calor del horno al máximo hace que el agua se transforme en vapor dentro de la masa
y sea la fuerza principal del aumento de volumen.