Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Menón fue siempre considerado como uno de los personajes menos talentosos
y cooperativos de los diálogos platónicos. Por lo general fue desdeñado por los
comentadores antiguos; aunque su mayor desdén lo reservaron para el argumento que
él presenta con el objeto de mostrar que todo aprendizaje es imposible, en Menón 80d
5-8. Shorey, que no tenía paciencia para la visión expresada en la paradoja misma, se
refería a ella con menosprecio como “este argumento erístico y vago”1. A Taylor no le
gustaban ni el argumento ni las razones de Menón para esgrimirlo: “Menón -escribió
Taylor- intenta una vez más llevar la conversación a un asunto irrelevante. Desarrolla
un trabalenguas sofístico...”2. Klein pensaba en la influencia negativa de la paradoja en
todo deseo de aprender algo nuevo y escribió que Menón mismo era “conspicuamente
reacio a hacer el esfuerzo que le pedía Sócrates. Parece que su conducta a lo largo de la
conversación estuviera de acuerdo con la consecuencia que se deriva del argumento
que acaba de presentar”3. Bemard Philips, quien como muchos escritores toma al
argumento mismo muy seriamente, insiste, de todas maneras, en que para Menón
personalmente “esto es meramente una evasión”4. Hasta Bluck, que es ligeramente más
compasivo con Menón que otros escritores, no puede aprobar lo que hace en esta
ocasión: “En cuanto a Menón, estas cuestiones deben ser consideradas como una
evasión conveniente, un truco erístico; pero para Platón, tenía importantes implicancias
filosóficas”5.
Por cierto, Platón mismo tomó seriamente las paradojas de Menón, tal como
podemos apreciar en el cuidado con el cual desarrolla su compleja y controvertida
solución al problema (Menón 81a5-86c2) y en la íntima conexión que existe entre esa
solución, la teoría de la reminiscencia, con la teoría de las Ideas cuando ésta
eventualmente aparece, si bien no en el Menón, en otros textos platónicos6. ¿Pero
Platón toma seriamente al argumento y Menón no? ¿Está Menón simplemente evadiendo
el asunto y tratando de ganarle a Sócrates un punto del debate? ¿Es su paradoja
simplemente un pretexto para obligar a Platón a presentar sus propias y recién adquiridas
ideas epistemológicas?
Esta visión ha sido investida con considerable autoridad, pero a mí no me parece
que sea la verdadera. Para mostrar que no, debemos examinar primero la situación
general que lleva a Menón a presentar su paradoja, como así también el fraseo preciso
de sus afirmaciones. Si podemos mostrar que Platón piensa que el mismo Menón tiene
una buena razón para traer a cuento la dificultad, entonces estaremos en condiciones
de conectar este pasaje con otros asuntos determinados, algunos de los cuales fueron
de considerable importancia en el pensamiento filosófico platónico.
“Y así, ahora, acerca de la areté, qué es desde luego no lo sé; tú, sin embargo,
quizá sí lo sabías antes de ponerte en contacto conmigo, y ahora, en cambio, te
pareces a uno que no lo sabe” (80dl-3)
Este pasaje es importante. Debemos notar, por un lado, la ironía en la frase final,
en la que Sócrates a pesar de su inicial negación, ahora después de todo le ofrece a
Menón una semejanza, aunque es, por supuesto, para decir -como hace, de hecho- que
el hecho de que Menón se “parece aunó que no sabe” es literalmente cierto .18 Tenemos
que notar también que al decir que quizás al principio Menón pudo haber sabido lo que
era la areté, Sócrates está sugiriendo, igualmente irónico, que algo que se conocía se
puede efectivamente olvidar. En algún sentido esto es cierto y forma el eje central de la
teoría de la reminiscencia. Pero una vez que algo es conocido, una vez que algo es -en
términos platónicos- recordado, entonces se vuelve más difícil olvidarlo o ser persuadido
de cambiar de parecer respecto de él. Es así como, después de todo, Sócrates distingue
entre dóxa y episteme en 97d6-98b5. Las opiniones verdaderas -dice Sócrates-, así
como las estatuas de Dédalo, están siempre escapándose del alma. Pero cuando ellas
son enlazadas por aquello que da cuenta de la “explicación” [aitía], lo cual “como
acordamos anteriormente, es reminiscencia” (98a 3-5), entonces ellas se transforman en
episteme y se vuelven permanentes. Aquí hay una cuestión importante acerca de qué
clase de cosas son las que, una vez aprendidas, se vuelven permanentes. ¿Cree Platón,
por ejemplo, que si uno conoce el camino a Larisa (97a 9-11) no se lo va a olvidar nunca?
¿O, más plausiblemente, está pensando en grados de permanencia? Estos evitarían, por
un lado, que se nos olviden determinadas verdades matemáticas (geométricas) o éticas;
pero a la vez permitirían que verdades de menor nivel escapen del alma por medio del
olvido o por medio de argumentaciones contrarias. Volveremos sobre esta cuestión
hacia el final de este ensayo.
El pasaje que nos ocupa ahora, 80d 1-3, es importante, finalmente, porque
completa el punto de partida para que aparezca la paradoja de Menón. Puesto que ahora
Menón ha admitido que está completamente perdido con respecto a la areté, y puesto
que Sócrates ha repetido su total incapacidad para decir algo al respecto, ninguno de
los dos puede siquiera decir por dónde empezar la investigación. Es recién este punto,
y frente a una nueva exhortación de Sócrates a que diga qué es la areté (80d 3-4), que el
muy malicioso de Menón trae a cuento la pregunta -que no es por otra parte irracional-
de cómo, ya que ésa es en efecto su situación, pueden seguir adelante con la búsqueda.
Al enunciar la paradoja, Menón repite una vez más la palabra de Sócrates toparapan.
“¿De qué manera -pregunta- puedes buscar algo que todavía no sabes qué es?” (80d 5-
6 ) Platón fue muy lejos para enfatizar la ignorancia de Sócrates y para despojar a
Menón de toda aspiración al conocimiento. Dada esta situación, y lejos de ser un
movimiento contencioso, la aparición de la paradoja de Menón es natural y tiene buenos
motivos.
n
Platón toma muy en serio y en su derecho la paradoja de Menón, o sea, que uno
no puede buscar lo que no conoce y no necesita buscar lo que ya conoce .19 Y además
provee a Menón de buenas razones para traerla a cuento. Utiliza la paradoja no sólo
para discutir serias cuestiones de epistemología, sino también para resolver un número
de dificultades dialécticas a las que ha dado lugar la práctica de Sócrates.
Por supuesto, la paradoja de M enón podría fácilm ente ser utilizada
contenciosamente, tal como lo fue, en dos oportunidades, utilizada en el Eutidemo. En
275d 3-4 Eutidemo le pregunta a Clinias si los que aprenden son los inteligentes o los
ignorantes. En 276d 7-8, le pregunta si uno aprende cosas que ya conoce o cosas que
no conoce. En ambos casos se logra que Clinias se contradiga. Cuando responde que
el que aprende es el inteligente, es obligado a admitir que, por el contrario, quien
aprende es el ignorante (276b4-5); a continuación, inmediatamente, lo llevan a decir
que, después de todo, el que aprende es el inteligente (276c6-7). Cuando responde que
uno aprende lo que no conoce, es obligado a acordar que lo que uno aprende es lo que
realmente conoce (277a8-277b4), y, llegados a ese punto, Dionisodoro entra en la
discusión y argumenta que uno aprende lo que no conoce (277c6-7).
Sócrates responde, en defensa de Clinias, que esas paradojas dependen
meramente de artimañas del lenguaje. Ellos confunden dos sentidos del verbo
manthanein (aprender), uno de los cuales apunta a la adquisición en un momento dado
de un conocimiento que antes no se poseía e absoluto, y el otro, apunta al ejercicio de
conocimientos que ya han sido adquiridos en el pasado (277c3-278b2). En esto, lo sigue
a la letra Aristóteles, quien en Refutaciones sofisticas 4 (165b30-4) la clasifica como una
paradoja que se da por homonimia verbal.
Por lo tanto, cuando estas paradojas son utilizadas con ánimo contencioso,
Platón es perfectamente capaz de darles una respuesta breve y sencilla. Su respuesta en
el Eutidemo depende crucialmente e inconscientemente de la noción de adquisición
absoluta del conocimiento. Pero en el Menón a Platón esta respuesta le parece
profundamente problemática. En última instancia, él no cree que esa misma paradoja, la
cual puede sortear con una respuesta meramente verbal, tenga por su parte fuerza
meramente verbal. ¿Cómo dar cuenta, entonces, de este cambio de actitud?
Ya dijimos que Menón usa el término to parapan al establecer esta paradoja.
Algunos comentadores supusieron que Menón simplemente exagera y que Platón
resuelve el problema señalando esta exageración. Esta interpretación depende
fundamentalmente en el hecho de que omite esta calificación al restablecer el problema
de Menón (80el-5). Thomas, por ejemplo, escribe:
Pero admitir que esto es chicanería y que nosotros podemos hacer perfectamente
lo que la paradoja niega, al ser un requisito de la cuestión, es en sí mismo un primer
ejemplo de chicanería. Más allá de las posiciones similares de Moravcsik21 y Scolnicov22,
no me parece que Sócrates refute a Menón cambiando los términos del argumento. El va
a tratar de mostrar que todos poseemos ya algún tipo de conocimiento, pero no puede,
comenzar por ese hecho. En este sentido, al menos, White está en lo cierto cuando
escribe que no hay diferencia sustancial entre la forma en que Menón y Sócrates
enuncian la paradoja. “Lo que Sócrates hace es simplemente poner en claro que el
rompecabezas de Menón puede ser formulado como un dilema”(p.290 [168 de este
volumen], n.4). La función de to parapan es importante.
En las discusiones sobre este pasaje habitualmente se dice que Platón sólo se
refiere a una de las muchas clases de conocimiento. Gregory Vlastos, por ejemplo,
escribe:
Manthanein... es utilizado en este contexto en el sentido restringido de aprender
para tener conocimiento proposicional. La adquisición de temas no articulados entre
sí, aunque es buena para el propósito de lo que llamamos conocimiento en el uso
corriente, está tácitamente excluida.23
Moravcsik también cree que la paradoja sólo concierne al “aprendizaje que tiene
laformadeunaindagación”(pp. 53-4 [112-13 en este volumen]). Platón, sigue Moravcsik,
no se refiere al aprendizaje de temas no intelectuales, ni al aprendizaje de oido, ni al
aprendizaje por imitación (p. 54 [112-13 en este volumen]).
Es en cierto sentido correcto, puesto que en el Menón se habla solamente de
aprendizaje a través de una indagación24. Pero debemos evitar la consecuencia de esta
aseveración, la cual tal vez ni siquiera sea defendida por estos mismos autores; esto es:
que Platón conoce muchos sentidos de aprendizaje pero que en este contexto está
discutiendo sólo uno de ellos. Por el contrario, Platón parece estar defendiendo que
todo aprendizaje y todo lo que merezca ser llamado episteme debe ser adquirido por
indagación y que por lo tanto todo aprendizaje, no sólo una forma particular de
aprendizaje, debe, en palabras de Moravcsik, “obtener dirección del propio aprendiz”
(p. 54 [113 aquí]). Platón no está simplemente excluyendo de la discusión el aprendizaje
de conocim ientos no articulados. Más bien, parece estar negando, al menos
implícitamente, que los conocimientos no articulados sean adquiridos por aprendizaje y
que, por lo tanto, puedan ser llamados, estrictamente hablando, objetos de la episteme.
De manera similar, aparece negando que lo que a uno le digan o la imitación constituyan,
en sí mismos, aprendizaje y produzcan entendimiento.
Pero si el aprendizaje puede proceder solamente de la indagación y si ni Sócrates
ni Menón saben cómo seguir adelante, entonces su impasse es serio de verdad. ¿Dónde
comenzará entonces el elenchos? Encima, Gorgias, que inicialmente fue mencionado
como un posible maestro de areté y que pudo haber ayudado en la discusión, acaba de
ser descalificado. Dado que Menón acepta sus puntos de vista, se acordó que incluirlo
en la discusión habría sido superfluo (71c5-d5). Y en todo caso, su posición sobre lo
que es la areté (71 e 1-72a5, cf. Aristóteles, Política 1,13,1260a 20-8) no sobrevivió a los
argumentos de Sócrates.
III
“Pero las enseñanzas no se pueden llevar en otro recipiente, sino que -una vez
pagado el precio- es forzoso recibir la enseñanza en el alma misma, y luego de
asimilarla, irse, ya sea con daño o con provecho.” (314bl-4) (La traducción del
pasaje corresponde a la edición castellana de Ute Schmidt para UNAM.)
La discusión es, al menos, prudente, pero lleva a otro punto adicional. Comprar
o recibir enseñanzas posee de por sí otras dificultades. Cuando uno compra alimentos
para el cuerpo puede siempre pedir una tercera opinión, la de un reconocido experto,
para que aconseje antes del hecho, y actuar de acuerdo con ese consejo. Pero al comprar
enseñanzas, no se puede consultar al experto -por así decir- antes de la primera
transacción. Uno tiene que determinar de antemano, antes de todo contacto, si escuchar
a los sofistas o cualquier otro profesor de areté va a resultar perjudicial o beneficioso
para la propia alma. Al menos parte del problema adicional en relación con las enseñanzas
es que en este terreno no existen expertos reconocidos. Y por lo tanto, la misma dificultad
que se aplica al sofista se aplica también a los que se dicen expertos: ¿cómo puede uno
decir si sus consejos serán en sí dañinos o provechosos?
La diatriba va empeorando. Son inmensos los peligros que implica el acercarse a
los sofistas, por el hecho de que ello? tratan justamente con lo que nos resulta más
querido y preciado, el alma. La consecuencia, aunque no aparece ilustrada explícitamente
en el texto, es que no debemos acercamos a tales profesores a menos que uno ya sepa
que aquello que se ofrece va a ser beneficioso. Ahora bien, beneficiar o dañar al alma es,
obviamente, volverla mejor o peor (cf. 318a6-9, d7-e5). Y una discusión que se da en el
Laques agrega, en conexión con esto, una cuestión de especial urgencia.
En el Laques, Lisímaco y Milesias le preguntan a Sócrates, Laques y Nicias si
creen que ellos deberían entrenar a sus hijos en la lucha armada. Como los dos generales
no se ponen de acuerdo en este sentido, Sócrates pregunta si alguno de ellos es un
experto (technikos, 185al) en ese tema. Como es su costumbre, luego generaliza aquella
cuestión para aplicarla, no sólo al tema de la lucha, sino también a la pregunta mucho
más amplia de si los chicos pueden o no volverse buenos (agathoi, 185a6). A su tumo
continúa con el problema de cómo hacer a las almas de los chicos lo más buenas
posibles (186a5-6). Pero para contestar a esto -sigue Sócrates- ellos deberían saber qué
es lo que vuelve mejor a un alma. Y saber eso, por supuesto, es saber qué es la areté
(189d-190a).
Para saber, entonces, si un curso de enseñanzas va a ser beneficioso o perjudicial
para el alma, el experto (iatrikos, epaion) del Protágoras debe saber, como el technikos
del Laques, qué es la areté. Pero si el experto lo sabe ¿para qué molestarse en ir hasta lo
del sofista? ¿por qué, en cambio, no aprenderlo de uno que ya ha sido determinado para
saber? Pero el punto es que no hay tales expertos reconocidos. Por lo tanto, los
aprendices sólo pueden estar seguros de que su alma no será dañada por los sofistas (o
por el experto) si ellos mismos son capaces de decir si la instrucción o el consejo será
beneficioso o perjudicial. Pero saber eso, lo acabamos de mostrar, equivale a saber qué
es la areté. Entonces, a menos que uno ya sepa lo que es la areté, y esto es precisamente
lo que dicen enseñar los sofistas, no debe acercarse a ningún maestro de areté. Los
sofistas y todos aquellos que dicen enseñar areté son muy inútiles1
ÍV
Para defender su idea, Irwin se apoya de manera crucial en 85c6-7, donde Sócrates
pregunta si uno que no conoce no tiene sin embargo opiniones verdaderas acerca de
aquello que no conoce (p. 316 n. 14). Pero, por una parte, la posición del pasaje anuncia
el tema más como paso intermedio del argumento que como la conclusión del mismo30.
Más importante, la cuestión de la identificación no me parece que sea crucial para la
forma en que Platón resuelve la paradoja. Es muy cierto que Platón escribe que antes de
que comience el interrogatorio el esclavo tiene opiniones verdaderas acerca del problema
geométrico que está en discusión. Pero estas opiniones no estaban en absoluto
disponibles como tales en ese momento. Ellas fueron mezcladas conjuntamente con
toda clase de opiniones falsas, algunas de las cuales fueron advertidas y eliminadas por
Sócrates durante el interrogatorio. Estas opiniones verdaderas son recuperadas por el
esclavo al final de su examen por Sócrates: no podían, entonces, jugar el rol identificatorio
que Irwin pretende, rol que precisa que ellas estén presentes de manera consciente
desde el comienzo. Más aún, del conocimiento que se dice que el esclavo es
eventualmente capaz de recordar también se dice que lo tiene allí igual que esas opiniones
verdaderas (85d 3-7). Pero si esto es así, no está claro que las opiniones verdaderas se
posean de una manera particular, diferente de aquella en que se posee el conocimiento,
y que entonces les permitiría tener la función diferente que Irwin les asigna.
Pues la opinión verdadera que asegura la estable identificación del objeto de
investigación es necesaria para que esto y también el conocimiento sean independientes
uno del otro. Pero este no me parece que sea el caso. Platón escribe que el esclavo que
ahora sólo tiene opiniones verdaderas va a obtener conocimiento a través de preguntas
sucesivas (85c9-dl). Esta afirmación no es en sí misma muy explícita, pero se vuelve
más clara cuando es conectada con la posterior discusión del “razonamiento sin
explicación” de 97e-98a [aitías logismoi]. Una vez que esto se produce, escribe Platón,
las opiniones “se convierten en epistemar (“items de conocimiento”). O sea: estas
opiniones no sólo fijan el objeto del cual habrá de ser adquirido -o, en términos platónicos,
recordado- el conocimiento; más bien, una vez adquiridas (recobradas) estas opiniones
se convierten en aquel conocimiento cuando han sido correctamente organizadas y
sistematizadas.31
Pero antes de ofrecer algunas observaciones tentativas sobre la resolución de
Platón a la paradoja, debemos erigir un problema más, algo complicado. ¿Qué abarca
exactamente la reminiscencia para Platón? ¿Se aplica al proceso entero de aprendizaje o
sólo a parte de él? O, para dejar toda cuestión sobre el aprendizaje, ¿qué parte del
examen al esclavo realmente lo lleva a la reminiscencia?
La forma en que Sócrates presenta la teoría de la reminiscencia y sus afirmaciones
más o menos generales en 8 Id 2-3, 8 Id 4-5, y 82a 1-2 sugieren que la reminiscencia se
aplica a todos los diferentes niveles que pueden, aunque sea lejanamente, ser asociados
con el proceso de aprendizaje. De acuerdo con esto, esperamos que todo lo que sucede
durante el examen del esclavo constituye una instancia de la reminiscencia. Sócrates
robustece esta expectativa cuando, antes de empezar el interrogatorio urge a Menón a
que vea si el esclavo va a estar recordando o aprendiendo de él (82b 6-7), y también al
decir, al final del primer estadio, que él sólo está haciéndole preguntas al esclavo pero
no está diciéndole nada 982c 4-6).
Pero ¿acaso Sócrates no le enseña o le dice al esclavo toda clase de cosas
durante su discusión? ¿De qué otra forma podríamos crear las preguntas de 82c 7-8 y
82d 1-2 o la pregunta principal (que es en verdad engañosa) de 82d8-e2, que incita al
esclavo a ofrecer una de sus muchas soluciones erróneas al problema geométrico? Y
además, no debemos olvidar los pasajes 83c8-dl y 83d 4-5, en los que Sócrates ni
siquiera se molesta en preguntar una sola pregunta sino que él mismo realiza la inferencia
por el esclavo, marcada en cada caso con la partícula ara.
Bluck, que se ejercitó en este problema, respondió que Sócrates no le enseña al
esclavo “al modo de los sofistas, meramente presentándole propisiciones que ellos
deben aceptar”. Gradualmente él lleva al esclavo hacia la solución correcta y en ese
punto el esclavo “es capaz” de “ver” que lo que se dijo era verdad. El argumento es
simplemente que tal “visión” o comprensión no seria posible “si el esclavo no hubiera
tenido previamente contacto con la verdad...” (p. 12 ).
Pero ¿es tan claro que había tal cosa, o sea “el” método sofístico de enseñar? Y
si lo hubiera, ¿es apropiada la descripción de Bluck? Algunos sofistas, Hipias y algunas
veces Protágoras (Prot. 320c2-4) pueden haber enseñado con este método. Pero
Eutidemo y Dionisodoro usaban un método de interrogación el cual, al menos
superficialmente, no difería tan drásticamente del Elenchos}2Además, la apelación de
Bluck al “ver” me parece algo vacía. El punto no es simplemente que, especialmente en
el Menón, el texto da pocas garantías para identificar el entendimiento del esclavo con
“su sentimiento o convicción interna” (p. 12). Y, más importante, no es claro que aún si
tal sentimiento existiera el esclavo lo tendría solamente cuando “ve” la respuesta correcta
y no también cuando da la incorrecta. Por el contrario, el comentario de Sócrates en
82e5-6 a efectos de que el esclavo piense ahora que conoce la solución, sugiere que
subjetivamente no hay diferencia entre el mero pensar que uno tiene conocimiento y el
tenerlo realmente. Si lo hubiera, y admitiendo que todos conocemos al menos una cosa,
el aprendizaje procedería por sus propios medios hasta adquirir este sentimiento o
convicción interna.
Mientras interroga al esclavo, Sócrates produce en él, o extrae de él, una cantidad
de opiniones falsas sobre geometría. En el caso que nos ocupa continúa hasta clarificarlas
y reemplazarlas por opiniones verdaderas. ¿Pero y si no lo hiciera? ¿Qué pasaría si, en
particular, su conversación tuviera que ver con la areté, acerca de la cual el mismo
Sócrates es ignorante, y también el alma del esclavo? ¿No sería Sócrates capaz de
causar al menos tanto daño al esclavo como los sofistas habían sido acusados de
causar a sus estudiantes?
Es en este punto que nosotros debemos tomar a Sócrates muy en serio, cuando
insiste en que no enseña nada a nadie. El no quiere decir que no va a hacer preguntas
obvias o primitivas, o que no va a hacer afirmaciones o inclusive, en ocasiones, largos
discursos33. Lo que quiere decir es que él le exige a su interlocutor asentir solamente a
lo que cree que es verdadero, nada más y nada menos. Esto es lo que Vlastos ha llamado
recientemente la exigencia del “diga lo que cree” del elenchos,u La práctica de Sócrates
está en contraste frontal con el método de Eutidemo, más allá de su aparente similitud.
Porque Eutidemo insiste en que Sócrates contesta sus preguntas en modos con los que
él está profundamente en desacuerdo, y lo obliga a desarrollar un número de calificaciones
esenciales para probarle que (una vez más de manera superficial y quizás deliberadamente
identificable con el del Menón) que él siempre ha sabido todo, aún antes de que él o el
universo entero fuera creado, puesto que Eutidemo “lo quiere de ese modo” (Eut. 295e-
296d).
Si el conocimiento consistiera en un sentimiento o una convicción interna,
Sócrates habría sido sumamente peligroso para sus interlocutores. Porque, dado que el
conocimiento y la opinión, verdadera o falsa, no difieren subjetivamente, no debería
haber, de hecho, manera de decir desde el interior si una respuesta particular es verdadera
o falsa. Pero por supuesto, Sócrates nunca termina sus cuestionarios cuando él ha
llegado simplemente aúna afirmación. El mayor desafío del elenchos es poner aprueba
tales afirmaciones y Sócrates asume que ninguna afirmación falsa puede sobrevivir a
estas pruebas. Ya sea que esté retratado en el elenchos más negativo de los primeros
diálogos o ya sea que se lo retrate en las investigaciones más positivas del Gorgias,35
Sócrates siempre obliga a sus interlocutores a contestar según sus propias opiniones.
Lo que determina si una opinión es verdadera o falsa no tiene nada que ver con cómo se
siente el que contesta, y tiene todo que ver, en cambio, con la impregnabilidad dialéctica
de esas opiniones.
El elenchos, por lo tanto, depende exclusivamente de una prueba dialéctica de la
verdad: una opinión es verdadera si no puede ser derribada por un argumento sonoro,
no contencioso-, A lo cual, por supuesto, uno se ve tentado a responder ¿pero cómo
puedo saber que una opinión no será derribada? Sócrates, creo, no tenía una respuesta
clara a esta cuestión. Platón puede haber tratado de elaborar una: podemos saber que
estamos ante un caso de este tipo cuando podemos conocer en forma magistral todo el
conjunto de verdades interconectadas al que se refiere nuestra opinión particular.
Tenemos episteme cuando hemos aprendido la estructura axiomática del sistema en
cuestión y podemos probar cualquiera de sus elementos .36
Pero aunque las preguntas conductoras de Sócrates fueran inofensivas para el
esclavo, sin embargo su afirmación de que el examen completo involucra reminscencia
es engañosa para los lectores del Menón. El esclavo sólo produce una opinión falsa en
el primer tramo del razonamiento (82b9-83c3). ¿Debemos entonces inferir que el producir
(o recordar) opiniones falsas es un caso de reminiscencia?37
Al abrir el segundo tramo del interrogatorio diciéndole a Menón que mire cómo
el esclavo comprometerá ahora, en forma adecuada y ordenada, la reminiscencia (82e
11-12),.Sócrates está sugiriendo una vez más que el esclavo estará recordando
propiamente en lo que sigue. Lo que ocurre aquí, por supuesto, es que el esclavo es
obligado a darse cuenta de que él no sabe la respuesta a la pregunta de Sócrates (82e 14-
84a2). ¿Debemos inferir que la reminiscencia se aplica al darse cuenta de que las propias
opiniones sobre un tema son falsas?
Parte de la respuesta a esta pregunta depende en la interpretación de la siguiente
pregunta de Sócrates, que aparece en su resumen del segundo tramo del razonamiento:
¿Te das cuenta otra vez, Menón, de por dónde va ya éste en el camino de la
reminscencia? (84a 3-4)
Thompson interpreta esto como la pregunta “hasta qué punto ha llegado en el
camino de la reminscencia”, y cree que la reminscencia ya ha comenzado .38 Por otra
parte, nosotros podríamos tomar la pregunta como “a qué punto en el camino hacia la
reminiscencia ha llegado ahora”, en cuyo caso, Sócrates estaría diciendo que el paso
hacia la reminiscencia ya está abierto, pero no que la reminscencia ya ha comenzado. En
ese caso, podemos tomar sus primeras observaciones sobre el recordar del esclavo
como aplicables de manera no específica a la primera parte de la discusión, pero, en
forma más general y programática, al examen entero. La reminiscencia puede ser más
restringida de lo que habitualmente se supone.
Esta impresión se refuerza con el resumen que hace Sócrates de la última sección
de su cuestionario. El y Menón coinciden en que el esclavo sólo ha respondido con
opiniones que eran suyas (85b 8-9) y que tiene opiniones verdaderas acerca de lo que
todavía no sabe (85c 2-7). Ahora Sócrates afirma que si “alguien le pregunta la misma
pregunta muchas veces y de muchas maneras”, finalmente él va a tener tanto
conocimiento sobre ese tema como cualquier otro (85c9-dl).39De esto se deduce que el
esclavo todavía no tiene episteme sobre ese tema y Sócrates acentúa el punto al situar
el conocimiento del esclavo en tiempo futuro (epistesetai, 85d 3-4). Luego sigue diciendo
que es precisamente su recuperación del conocimiento, o sea, la reminiscencia, la que
todavía está en tiempo futuro para el esclavo (85d6-7). La reminiscencia parece así
limitada a una muy pequeña porción del proceso de aprendizaje.
Más allá de la tensión que crea con la afirmación general de 81d4-5, una
interpretación tan restringida de la reminiscencia queda bien con la posterior distinción
socrática entre dóxa y episteme: la primera, dice “vale muy poco hasta que ella es
enlazada por razonamiento acerca de la explicación [aitías logismos]” (98a3-4). Y es
esto (touto, 98a4), continúa, lo que, “como afirmamos anteriormente, es reminiscencia”
(98a4-5). Pero el aitías logismos, en mi impresión, no se corresponde con nada en los
primeros tramos del interrogatorio al esclavo. El único proceso con el cual se puede
conectar es el preguntar repetido que eventualmente llevará a recuperar la episteme
(85c-d) y al cual nosotros estábamos considerando, independientemente, como un
candidato para la reminiscencia.
Supongamos ahora que restringimos la reminiscencia de esta forma. Dado que
se nos dice explícitamente que el esclavo no tiene ninguna episteme ¿no se sigue de ello
que él no se ha comprometido con la reminiscencia en el diálogo? Y si esto es así ¿cuál
es el objetivo del extenso interrogatorio? ¿Qué ha conseguido demostrar Platón por
este medio?
Es muy posible que la reminiscencia, estrictamente hablando, no aparezca en
ninguna parte del Menón. De todos modos, pienso que el último tramo del cuestionario
al esclavo, en el cual Sócrates extrae de él la solución correcta al problema, es
profundamente representativa del proceso. O sea, lo representa porque es parte de ella.
El esclavo, dice Sócrates, llegará a tener conocimiento “si uno le pregunta la misma
pregunta de muchas maneras” (85c 10-11). Lo que hace aparecer aitías logismos y
transforma la dóxa en episteme no es una operación nueva, adicional, en el proceso de
extraer dóxa verdadera, sino más bien el extraer suficiente dóxa verdadera sobre el tema
como para hacer que ellas constituyan aitías logismos. Las nuevas opiniones verdaderas
que ahora tiene el esclavo, dice Sócrates en 86a7-8, “habiendo sido extraídas a través de
preguntas, se convierten en conocimiento” {episteme).
Platón no explica cómo debe ocurrir esta transformación y es muy difícil saber
qué es lo que está involucrado en esta transición. Por cierto, el tener simplemente
muchas dóxai sobre geometría no puede ser en sí suficiente para obtener episteme.
Uno también debe adquirir la habilidad de organizarías sistemáticamente, volverse capaz
de moverse de una a otra correctamente y por cuenta de uno, y saber cómo se apoyan
unas sobre otras. Esta es una de las razones por las cuales Platón enfatiza el rol del
cuestionario en la recuperación del conocimiento. El tener las respuestas para tantas
preguntas como uno quiera no constituye episteme a menos que uno sea capaz asimismo
de contestar nuevas preguntas y también de formular preguntas por uno mismo. El
aitías logismos y la reminiscencia propiamente dicha consisten en esta capacidad, que
trasciende el mero tener respuestas para diferentes preguntas, pero que es adquirida (o
revelada) solamente en el curso de su aprendizaje .40
Implícitamente, las opiniones verdaderas están en un camino que es el mismo
que aquel en el que se supone está el conocimiento; explícitamente ellas ingresan al
proceso de aprendizaje y reminiscencia a mitad de camino. Por lo tanto no parece que
la paradoja de Menón se resuelva apelando a ellas con el objetivo de asegurar, desde el
comienzo de la investigación, la referencia al objeto correspondiente a la investigación.
Platón parece rechazar, por diferentes motivos, la afirmación sobre la cual se apoya la
paradoja: “que uno no puede buscar aquello que no conoce porque ni siquiera sabe
qué buscar”(80c5). Uno sabe lo que no sabe porque el preguntar y la incapacidad de
responder reiteradas preguntas muestran que está faltando conocimiento. Y en sentido
inverso, la capacidad de responder tales preguntas sugiere que se ha alcanzado
conocimiento y que uno “está en posesión” de aquello que no sabía (80d8). Por otra
parte, también rechaza la afirmación de que “no se puede buscar lo que uno conoce -
puesto que lo conoce, y quien conoce no necesita buscar”(80c 3-5). Puesto que uno no
necesita saber lo que conoce ya que el conocimiento puede haberse perdido, algo que
ocurre habitualmente, y extraído nuevamente sólo a través de una serie de preguntas. El
conocimiento se alcanza cuando aquello que uno sabía que desconoce es combinado
con aquello que uno no sabía que en verdad conoce. El rol del preguntar es crucial en
llevar a buen puerto esta combinación: la solución platónica a la paradoja de Menón es
más dialéctica que lógica.
La solución dialéctica a la paradoja de Menón, aun cuando es apoyada por la
explicación no dialéctica que se ofrece a través de la teoría de la reminiscencia,41 no da
cuenta por sí misma de la continua insistencia de Sócrates en que él no está
comprometido, ni en este caso ni en ningún otro, con la enseñanza. Hemos visto que
parte de su relato dice que si Sócrates hubiera querido ofrecer conclusiones positivas
acerca de la naturaleza de la areté, no habría debido acercarse más que los sofistas. Pero
en el Menón la cuestión no es la areté, y Sócrates se cuida muy bien de dar la respuesta
correcta. ¿Por qué insiste Platón en que el esclavo debe llegar a ella por su cuenta? ¿Por
qué está tan seguro al señalar que aun cuando Sócrates esté transmitiendo información
al esclavo (algo que él le hace hacer en muchas ocasiones), el esclavo sólo está
recobrando conocimientos que están en su interior?
Platón parece creer que aun en asuntos que no conciernen al cuidado del alma
de modo tan directo como en el caso de la areté, la episteme no puede y no debe ser
alcanzada a través de la transmisión de información. Pero el conocimiento depende
esencialmente de la transmisión de información y es él mismo transmisible. Lo que es
crucial para el conocimiento es que la información en la que consiste haya sido adquirida
en el modo adecuado, ni más ni menos. Como ha escrito Bemard Williams, con respecto
al conocimiento en general:
No sólo no es necesario que el que conoce sea capaz de defender con bases su
opinión en referencia a otras proposiciones, sino que no es necesario que esté
en absoluto en ningún estadio especial en relación con esta opinión, al menos
en el nivel de lo que puede repetir conscientemente. Lo que se necesita... es que
una o más de una serie de condiciones obtengan... condiciones que puedan ser
sumariadas mejor que la fórmula, dada la verdad dep , no sea accidente que A
crea p en lugar de creer no p .42
que el acceso a la verdad matemática debe ser obtenido mediante prueba, y que
por lo tanto la noción de opinión verdadera no accidental en matemática implica
esencialmente la noción de prueba matemática (los puntos en los cuales el modelo
de reminiscencia platónico justamente apunta a oscurecer), (p. 9)