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Sofistas.

Los conceptos de justicia afloran y toman cuerpo en el idioma


de los hombres cuando la balanza de la necesidad está
suspendida en equilibrio entre dos fuerzas iguales. De lo
contrario, el más poderoso actúa, el débil se encorva.

Tucídides (−465? −395?), La Guerra del Peloponeso, V, 89.

La sofística es un movimiento con origen, posiblemente, en el


siglo −V, aunque el nombre de sofista ya se aplicaba a los
sabios griegos del siglo −VI. El libro Vidas de Sofistas, escrito
por el sofista Flavio Filostrato en el siglo III, incluye cerca de
setenta nombres provenientes de distintos lugares a lo largo de
siete siglos. Un sofista (sofist»j) es un sabio, un maestro del
saber. Cubre la necesidad política, en una democracia directa
(no representativa), de educar a los ciudadanos participantes
en ella a convencer y refutar. Pródico, un sofista él, define a
éste como un “ser intermedio entre el filósofo y el político”.1
Muchos estudiosos los han catalogado como maestros de
retórica.

Fueron profesionales, en el sentido más concreto, por ser los


primeros en cobrar para enseñar (algo que nunca los griegos
terminaron de aceptar). Sin embargo, cuando un discípulo ha
terminado de recibir mis lecciones −decía Protágoras− me
paga, si lo tiene a bien, el precio que le he pedido; de lo

1
López Pérez.
contrario, declara en un templo, bajo juramento, el precio en
que evalúa mi enseñanza y no me da más que aquello.2

Isócrates (436 338), discípulo de Gorgias y contemporáneo de


Platón, asegura que ninguno de ellos llegó a tener una fortuna
importante y que sus ingresos jamás superaron una medida
discreta.3

El sentido peyorativo dado por Platón y reforzado por


Aristóteles es el de fainomen» sof…a. Aristóteles escribió De
sophiticis Elenchis para señalar las falacias de los sofistas. De
hecho, creó la palabra “sofisma” con connotación de
proposición engañosa. Sin embargo, el comediógrafo
Aristófanes hace que Sócrates se vea como un sofista en su
obra Las Nubes.

Se los define como relativistas. Para ellos la ¢ret» tiene una


dimensión fundamentalmente colectiva. No debería existir
diferencia entre el éxito individual y el colectivo. Las leyes
humanas son convencionales, mientras que las naturales son
fijas.

Antes de que ellos aparecieran, los elementos de formación


fueron difundidos por poetas como Homero y Hesíodo, y
llevados a cada ciudad y cada persona por rapsodas errantes.
En la República de Platón se encuentra un testimonio claro de
la importancia que tuvo Homero, cuando se dice que fue el
poeta que “educó a la Hélade” (606 e). Más recientemente,
Werner Jaeger (1888-1961) expresa una posición equivalente

2
Platón, Protágoras, 328 b.
3
López Pérez.
al decir que Homero fue “el primero y el más grande creador y
formador de la humanidad Griega”.4 Los sofistas continúan y
profundizan esa acción educadora. No constituían escuelas al
estilo de la Academia de Platón (la cual abriría sus puertas en
la Olimpíada 97 (−387)). Tampoco revestían el conocimiento de
ningún secreto (como los pitagóricos, por ejemplo), ni
practicaban ritos de iniciación. Su enseñanza posee una gran
similitud con la que se practica en la actualidad. Gorgias, por
ejemplo, ofrecía conferencias de manera regular y llegó a dictar
cursos que se prolongaban por varios años. Werner Jaeger, en
Paideia, México, Fondo de Cultura Económica, 1967, pág. 289,
es enfático al sostener que “el sistema griego de educación
superior, tal como lo constituyeron los sofistas, domina
actualmente en la totalidad del mundo civilizado”.5 En uno de
los fragmentos del texto Sobre la Concordia de Antifón,
contemporáneo de Sócrates, se lee: Lo primero para los
hombres, creo que es la educación, pues si alguien realiza el
comienzo de algo correctamente es casi seguro que su fin será
excelente.6

Algunos7 mantuvieron ideas igualitarias. Por ejemplo Antifón e


Hipias no aceptaban la desigualdad racial. Veían en ello una
desviación del nÒmoj en contra de la fÚsij.

Alcidamas, discípulo de Gorgias, diría que Dios hizo a todos


los hombres libres; la naturaleza, a ninguno hizo esclavo.8

4
López Pérez. Cita a Jaeger 49.
5
López Pérez.
6
López Pérez.
7
También Eurípides (480 406), en Alejandro: No hay signos distintivos entre el noble y el
plebeyo, pero “el tiempo, por medio del nÒmoj, hizo del nacimiento un motivo de orgullo
Wilhelm Dilthey (1833 1911) habla de una primera y una
segunda generación de sofistas.9

Reconoce como miembros de la primera a Protágoras de


Abdera, considerado el primer sofista, Gorgias de Leontini,
Pródico de Queos (s. −V), Hippias de Elis10 (s. −V), etc.
Todos ellos llegan a Atenas en algún momento después de la
guerra con Persia, y aproximadamente antes del inicio de la
guerra civil del Peloponeso. Sus recorridos por las distintas
ciudades de la Hélade y sus colonias, debieron ser en cada
caso el crisol en el que se forjó ese espíritu de pensadores
libres, transgresores, no obstante que uno de los aspectos
menos reconocidos de los sofistas fue el de su individualismo.

Entre ellos, Protágoras y Gorgias son, seguramente, los más


ilustres de cuantos se tiene noticia. Sócrates, de Alopeca,
nacido el día 6 del mes de Targelión del año 4 de la Olimpíada
77 (−469.), debió haber sido entre 10 y 15 años menor que
Protágoras o Gorgias.

La segunda sofística, a diferencia de la primera, habría


buscado liberar al individuo de la tiranía de la pÒlij. La
naturaleza humana estaría en oposición al nÒmoj.

Antifón, representante de la segunda sofística, preconizaba


que cuando no hubiesen testigos, se debería seguir la fÚsij
contra el nÒmoj. Polo, aparece en Gorgias de Platón,
representando la tesis del hedonismo de la segunda sofística.

8
Cappelletti, Notas 28.
9
López Pérez. Cita a Dilthey, Historia de la Filosofía (Fondo de Cultura Económica, 1993, págs.
40-41.
10
Llamado el Polimathista, por sostener que conocía muchas ciencias.
En dicho diálogo, Calicles defiende la teoría del derecho del
más fuerte. Arnold Hauser (1892 1978) aplaude la
independencia de los sofistas, su existencia libre y vagabunda,
como un triunfo sobre el Estado disciplinario.

El último sofista, ya dentro de la dominación romana, puede


haber sido Sinesio de Cirene (c. 370 415).11

Protágoras (485 410). Nacido en Abdera, Tracia, también


ciudad de su contemporáneo Demócrito (vide supra).
Protágoras fue de origen humilde, porcurándose por sus
medios una educación que le permitió enseñar gramática y
retórica, viajando de un lugar a otro. Fue uno de los primeros
en proclamarse sofista. Estuvo por lo menos tres veces en
Atenas, la primera, durante la Olimpíada 83 (−444), y llegó a
atraer la atención de Pericles (−495 −429) quien lo puso en
contacto con Eurípides (480 406). En −443 preparó la
constitución de Thurii, Lucania, una colonia de la Atenas de
Pericles en la Italia actual. En −411, Protágoras fue acusado de
impiedad por Pythodoros, debiendo elegir entre exilio o muerte.
Finalmente naufragó y fue sepultado en el mar. Sus obras
fueron quemadas, sobreviviendo algunos fragmentos. Estas
obras perdidas fueron Sobre la verdad, Sobre los dioses y
Antilogías.

Protágoras es conocido por su p£ntwn mštron ¤nqrwpoj, “el


hombre es la medida de todas las cosas”.12 Agregando: “de las
cosas que son, lo que son; de las cosas que no son, de lo que

11
Obispo de Ptolemais. Considerado, sin embargo, un neoplatónico
12
Neel. La cita está en Diels 263 y en la Ancilla de Freeman 125.
no son” (Teeteto 152a2-4). Por esa propuesta se le ha llamado
el Individualista.

En Protágoras 320c-322d, Platón lo muestra relatando un mito


donde Epimeteo, hermano de Prometeo, distribuye entre los
animales capacidades equilibradas (a los más débiles, por
ejemplo, velocidad). En el mismo mito aparece el fuego como
símbolo de la técnica (“sabiduría hecha arte con fuego”, 321c-
d). También en el mito, el hombre, en sus orígenes, viviá
aíslado e incapaz de toda vida social ya que carecía de ¢ret»
política (322b). En cambio la ¢ret» técnica estaría presente en
modo desigual en todos los hombres. Pero todos los hombres
comparten, por mandato de Zeus, justicia y pundonor (322c-d).
En el mismo Diálogo se preciaba de enseñar a sus discípulos
“a cuidar sus propios asuntos, para manejar mejor su propia
casa y también los asuntos públicos, como hacer la más
efectiva contribución a los asuntos de la ciudad por la palabra y
la acción” (Protágoras 319a1).13 La virtud es enseñable para
Protágoras, no para Sócrates, pero la cuestión no se zanja
entre ellos (361a). Enfrentado al agudo razonamiento de
Sócrates, dice no considerarse una mala persona ni envidioso
de nadie y reconoce su admiración por Sócrates (361d-e).

En el Teeteto 151e, Platón señala que este relativismo hace


imposible cualquier tipo de conocimiento. Protágora podía
argumentar que un mismo viento podía causar frío en una
persona y calor en otra por lo que el viento era, a la vez,

13
Esta expresión podría justificar su homo mensura, según piensa Jasper Neel.
caliente y frío. Platón se mofa preguntando por qué no son los
cerdos o los monos la medida de todas las cosas.

Protágoras decía en el cuarto fragmento, posiblemente del


texto perdido, Sobre los Dioses, que no podía saber si los
dioses existen o no porque se lo impedía la brevedad de la vida
y la complejidad del asunto.14 Se ha visto a expresión como
una manifestación de agnosticismo.

Diógenes Laercio hizo circular una historia que el pupilo de


Protágoras, Euatlos, convino de pagar a Protágoras su servicio
cuando ganara su primer juicio. Protágoras demandó a Euatlos
produciéndose la paradoja de que si Protágoras perdía, Euatlos
ganaba su primer juicio y tenía que pagar; y si Protágoras
ganaba, Euatlos tenía que pagar en cumplimiento de la
sentencia.

Pericles le confió la tarea de redactar una constitución para la


colonia de Turios, recién creada en el sur de Italia. Protágoras
establecía la instrucción escolar obligatoria para todos los hijos
de los ciudadanos, financiada enteramente con cargo al
Estado.15

Gorgias. Nació en Leontini, Sicilia, en la Olimpíada 73 (−485) y


murió en Larissa, Tesalia (c. −380).16 Por sus ideas, fue
conocido como el “Nihilista”. Llegó a Atenas en el año 1 de la
Olimpíada 88 (−427), en una embajada de sus ciudad natal

14
Neel. La cita está en Diels 26566 y en la Ancilla de Freeman 126.
15
López Pérez. Cita a Wilhelm Nestle, Historia del Espíritu Griego, Barcelona, Ariel, 1987, cap.
IX.
16
Las fechas que se dan para su vida son o distantes entre sí o señalan una longevidad muy grande.
En efecto, se ha mencionado −483 a −378 o −427 a −320.
para conseguir ayuda contra los siracusanos. Alcanzado su
objetivo, retornó a su ciudad pero poco tiempo después regresó
a Atenas. Flavio Filostrato lo llama el padre del arte de la
sofística (Vidas de Sofistas, I, 9), arte que revivió. Perduran dos
obras atribuídas a él: la Apología de Palamedes y Elogio de
Helena. En esta obra, dice Gorgias que existen cuatro
explicaciones posibles de su huida con Paris:

(1) El destino decretó su acción.


(2) Paris la tomó por la fuerza.
(3) Paris utilizó su poder de persuación.
(4) Se enamoró de Paris y no necesitó persuación.

En los dos primeros casos, sigue Gorgias, Helena no necesita


defensa. Si fue convencida, tampoco, ya que no pudo resistirse
a un poder mágico o hipnótico. Y si se enamoró cayó víctima
del dios del amor.17

En su obra, Sobre la Naturaleza de lo no Existente, que


sobrevive resumida en Sexto Empírico (fl. 200) y en Sobre
Meliso, Jenófanes y Gorgias de Aristóteles, se expresa su
filosofía que puede ser condensada en tres proposiciones:

a) Nada existe.

b) Si algo existe, no puede ser conocido.

c) Si algo existe y puede ser conocido, no puede ser


comunicado.18

17
Neel. La cita está en la Ancilla de Freeman 13133.
18
Neel. La cita está en Diels 27983 y en la Ancilla de Freeman 12829.
Para fundamentar su primera propuesta se apoya en las
paradojas de Zenón de Elea (vide supra) y en la paradoja sobre
el origen de las cosas (que no pueden provenir de la nada) de
Parménides de Elea. La imposibilidad de conocimiento
proviene de la creencia de que éste se lleva a cabo por medio
de las sensaciones: dada la diversidad del conocimiento
sensible, se estima que el conocimiento es imposible. Su
comunicación también es imposible pues no se puede
transmitir una sensación. Aparte del diálogo Gorgias, Platón lo
menciona también en Apología 19d8.

Hay, para Gorgias, dos clases de retórica, una de ellas será


adulación y vergonzosa oratoria demagógica, pero la otra, en
cambio, será hermosa, porque su objetivo es que las almas de
los ciudadanos lleguen a ser mejores (Gorgias, 503 a). Gorgias
insistirá en que la retórica siempre debe emplearse dentro de
los márgenes de la justicia (Gorgias, 456-57)

Según Flavio Filostratro (175 249), en su Vidas de los Sofistas,


Gorgias se presentaba ante la multitud diciendo: “Preguntad”.

Trasímaco. Nació en Calcedonia de Bitinia (colonia de Megara)


en el Bósforo, aproximadamente en el año −450. Fue excelente
retórico y orador, interesado en la enseñanza de la ética y la
política. Se conserva un fragmento de un discurso suyo en la
boul» de Atenas realizado durante la última etapa de la guerra
del Peloponeso. En él aconseja la armonía entre los partidos
político y evitar que el ansia de poder legitime las luchas
partidistas. Afirmaba que la justicia es el interés del más fuerte.
No está interesado por el “debe ser” de la justicia sino por lo
que ella es. Interactúa con Sócrates en el primer libro de la
República.

Bibliografía.

• Jaeger Werner (1967). Paideia. Los Ideales de la Cultura


Griega: México: Fondo de Cultura Económica.
• López Pérez, Ricardo (1996). “Reinterpretación de los
sofistas” en Excerpta Nº 3, mayo
• Neel Jasper (1988). “Protagoras, Gorgias, Sophistry, and
Democratic Departmental Governance”, Asociation of
Department of English Bulletin 090 (Fall 1988): 27-33.
http:/www.adfl.org/ade/bulletin/n090/090027.htm
• Platón (1980). Obras Completas. Caracas: Universidad
Central de Venezuela.
• Tucidide (1974). Guerra del Peloponneso. Milano: Garzanti.
Zeller Eduard (1955). Sócrates y los Sofistas. Buenos
Aires: Nova.

2. Gorgias de Leontinos
Gorgias pertenece a la primera generación de sofistas.
Contemporáneo de Protágoras, nació en Leontinos (Sicilia)
aproximadamente en el 490 a.de C. y murió sobrepasando
los cien años de edad (aprox. en el 380 a.de C.).

Gran viajero, y supuesto alumno de Empédocles (también


siciliano) Gorgias trabajó en muchas ciudades griegas,
hasta que se instala en Atenas en el 427 como jefe de una
embajada de su ciudad, cuando tenía ya 60 años.

Entre sus obras escritas destacan:

manuales de retórica: Encomio a Helena y Defensa de


Palamedes

Numerosos discursos políticos, epidícticos, etc.: Oración


fúnebre, Discurso Olímpico

Escribió también un tratado llamado Sobre la naturaleza o


Sobre el no-ser

Fue un orador famoso y sutil. Se dedicó fundamentalmente


a enseñar el arte de la retórica como el camino más
adecuado para acceder al poder.

Compartió el presupuesto básico de la filosofía de


protágoras: el relativismo. Nos movemos en el mundo de
la mera opinión, siendo la verdad para cada uno de
nosotros aquello que nos persuade como tal. La retórica es
la técnica de la persuasión, y el sofista, el maestro de la
opinión.

a. Las tres tesis de Gorgias

Sexto Empírico (finales del siglo II d. C.) recoge en un


escrito las tres tesis de Gorgias que desafiaban las tesis
eleatas de la existencia de un ser único e inmutable.

Las tres tesis son las siguientes:

1. nada es (existe)

2. Si algo existiera, sería incognoscible

3. Si fuera conocible, sería incomunicable

Veamos cómo se desarrollan:


1. Nada es

1.1. El Ser es, pero la Nada no es

1.1.1. El no-ser no es. Si fuera algo, caeríamos en la


contradicción de decir que lo que no-es, es y no es al
mismo tiempo.

1.1.2. El ser, si existe, o es engendrado o es sin principio


(siempre).

- Si es ingénito, sería incondicionado, por lo que carecería


de determinación y, por lo tanto, no sería. Además, si es
ingénito, sería ilimitado, infinito e inmóvil. Pero todo lo que
es ha de ser en alguna parte, por lo que tendría que haber
algo mayor que lo abarcara, mayor que lo ilimitado mismo.
Por lo tanto, lo ilimitado no es.

-Si es generado, entonces habrá surgido de lo que es o de


lo que no es. De lo que es, no puede haber nacido, pues ya
sería. Y de lo que no es tampoco puede haber surgido,
pues la nada no es origen de nada.

CONCLUSIÓN: el ser no existe.

2. Si el ser fuera, no podría ser conocido o pensado

2.1. Si el ser es cognoscible, o es idéntico o es distinto


al pensar.

- Siendo idéntico, el ser sería incognoscible, porque todo lo


pensable tendría que ser, y existirían cosas totalmente
absurdas e inverosímiles, por ejemplo, un caballo con alas.

- Si es distinto, también sería incognoscible, porque


implicaría que el pensar es un no-ser, siendo imposible
conocer el ser a partir del no-ser.

CONCLUSIÓN: si el ser existiera, sería impensable.

3. Si el ser fuera cognoscible, sería incomunicable

3.1. La palabra, como instrumento de comunicación, es


idéntica o distinta al pensar.

- La palabra no es la cosa ni es el conocimiento de la cosa.

CONCLUSIÓN: si el ser fuera conocible, sería


incomunicable.

Los sofistas: Protágoras de Abdera(- 481 a - 401)

Los Sofistas
1.

Hemos visto que los filósofos anteriores se habían ocupado


preferentemente del estudio de la naturaleza, es decir de la
investigación acerca del principio último de la realidad, del
"arjé". Los sofistas, aunque contemporáneos prácticamente de
los pluralistas, desplazarán su centro de interés hacia el estudio
del hombre y de la sociedad, y de todo lo relacionado con ellos.

2.

Se ha intentado explicar este cambio de orientación en la


investigación filosófica por el cansancio al que había conducido
la investigación de los filósofos anteriores: la multiplicidad de
explicaciones acerca del principio de la realidad habría
generado un cierto escepticismo respecto a la posibilidad de
obtener un conocimiento verdaderamente objetivo y seguro de
la naturaleza última del universo. Pero quizá influya más en
este cambio de orientación el hecho de que la sofística se
desarrolle fundamentalmente en Atenas, aunque no
precisamente a través de filósofos atenienses, sino de
extranjeros afincados en Atenas o que residen temporalmente
allí, y que encuentran una predisposición por parte de la
sociedad ateniense hacia la recepción de sus conocimientos.
Los cambios sociales que tienen lugar en Atenas a lo largo del
siglo V y que la llevarán a ejercer la hegemonía cultural y
política en el mundo griego, bastarían para explicar el
desarrollo de la sofística, así como el papel de los sofistas
como personajes "ilustrados", poseedores de un saber útil que
transmitirán a los atenienses.

3.

Los sofistas no formaron una escuela, aunque sus enseñanzas


poseían características comunes entre las que podemos
destacar:

3.1)

El interés por el hombre y la sociedad, en relación con la


creciente reflexión sobre el fenómeno de la civilización y la
cultura;

3.2)

El mantenimiento de una posición relativista, tanto respecto a la


posibilidad del conocimiento como respecto a las formas de
organización social y política del hombre;

3.3)

La consecuente distinción entre las leyes sociales (nómos) que


se consideran un mero producto humano y las leyes de la
naturaleza (physis), dando lugar al estudio y teorización de la
oposición entre convención y naturaleza;
3.4)

El interés por la retórica y la erística, en una sociedad


democrática en la que el dominio de la palabra y del discurso
significaba el éxito y la consideración de sus miembros; ello les
convertiría en los educadores de la sociedad ateniense y en los
primeros pedagogos, especialistas en el arte de enseñar,
estudiosos y conocedores de sus dificultades y recursos;

3.5)

por último, lejos de un interés especulativo, lo que guiaba la


investigación de los sofistas era la finalidad práctica, es decir:
enseñar el arte de vivir y de gobernar.

4.

La mala reputación que posteriormente adquirieron los sofistas


es debida en gran parte a la interpretación que hace Platón de
ellos, en varias de sus obras. Originariamente el término
"sophistés" era sinónimo de sabio y como tal fue utilizado por
Heródoto para referirse a Solón y a Pitágoras, o
tradicionalmente para referirse a los sabios en Grecia. Por lo
demás, las acusaciones de Platón de que cobraban por
enseñar, o de que eran relativistas y que sus teorías conducían
al escepticismo, y que tanto influyeron históricamente en la
consideración negativa de los sofistas, no pueden dejar de
resultar ridículas en nuestros días.

Entre los sofistas más destacados podemos citar a Protágoras


de Abdera, Pródico de Ceos, Hipias de Elis y Gorgias de
Leontini.

Protágoras de Abdera

Según la mayoría de los autores Protágoras nació en Abdera el


año 481, aunque Burnet y Taylor retrasan su nacimiento hasta
el año 500 a. c.; hacia mediados de siglo se instaló en Atenas,
entablando amistad con Pericles, ciudad en la que alcanzó un
elevado protagonismo. Acusado de impiedad, probablemente
de ateísmo y/o blasfemia, por haber afirmado en su libro "Sobre
los dioses" que no es posible saber si los dioses existen ni cuál
es su forma o naturaleza, se vio obligado a abandonar Atenas
refugiándose al parecer en Sicilia.

Pensamiento
1.

Protágoras defendía el relativismo y el convencionalismo de las


normas, costumbres y creencias del hombre. Es su tesis más
conocida y que queda reflejada en la frase "El hombre es la
medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y
de las que no son en cuanto que no son", uno de los
fragmentos que conservamos de su obra. Respecto al
relativismo de Protágoras cabe interpretarlo de dos modos:

1.a)

Si concebimos que el hombre al que se refiere Protágoras es el


hombre particular y concreto, el individuo, Protágoras estaría
afirmando un relativismo radical, de modo que cada hombre
tendría "su verdad". Platón en el Teeteto así lo interpreta: lo
que a mí me parece frío es frío, aunque no le parezca así a
otro.

1.b)

Pero podemos interpretar que Protágoras entiende "hombre"


como "ser humano", y tendríamos que hablar entonces de un
relativismo social, en el sentido de que aceptamos como
verdadero lo que en nuestra sociedad es aceptado como
verdadero.

2.

También se ha discutido si Protágoras aceptaba el relativismo


ético o moral. Si Protágoras afirma que el hombre es la medida
de todas las cosas parece que el relativismo se hacía extensivo
a los valores éticos, (aunque Platón en su diálogo "Protágoras"
mantenga que el relativismo no se extendía a los valores
éticos). De tal modo, lo bueno será lo bueno "para mí", si
adoptamos la perspectiva del relativismo individual, o lo bueno
"para la sociedad", si adoptamos la perspectiva del relativismo
social o cultural.
3.

En relación con la tesis del relativismo se desarrollará la


contraposición "nómos / physis", entre las leyes sociales y la
naturaleza. Las leyes sociales son el resultado del pacto o de la
convención entre los individuos, es decir no tienen carácter
natural; el determinante de la ley social no es ni el individuo, ni
la naturaleza, sino el conjunto de los hombres que viven en esa
sociedad. De ese modo se explica el carácter modificable de la
ley, y las diferencias entre las leyes imperantes en distintos
pueblos y culturas, o dentro de la misma cultura entre distintas
ciudades. Dado que no existe una ley que por naturaleza
obligue a los hombres a organizarse de esta u otra manera, las
leyes de la sociedad quedan sometidas al acuerdo o a la
convención de todos los hombres; en este sentido será el
criterio de la utilidad el que determine qué leyes se adoptarán y,
una vez adoptadas, serán de obligado cumplimiento.

1. Protágoras

Protágoras fue el primer sofista del que tenemos noticia.


Nació en Abdera, en la costa N del Mar Egeo,
aproximadamente en el año 490 a.deC. y vivió en Atenas y
Sicilia. En Atenas, lugar donde adquirió una gran fama, se
hizo amigo de Pericles y se dedicó a la enseñanza basada
en el arte del discurso persuasivo, ejercitando a los jóvenes
en las técnicas de argüir a favor de las dos caras de un
mismo argumento.

Entre sus labores profesionales se le encomendó la


elaboración de un código penal para Turios.

Entre sus obras se encuentran:

Sobre la verdad , llamada también Discursos demoledores


, que comienza con su famosa declaración del hombre
como medida.
Antilogías o Argumentos contrarios

Sobre los dioses

Sin embargo, la dificultad principal de conocer sus


principios filosóficos estriba en que las fuentes de
conocimiento sobre Protágoras provienen de sus mayores
oponentes: Platón y Aristóteles.

De vuelta a su tierra natal, Protágoras murió ahogado en


un naufragio después de ser desterrado de Atenas, donde
fue juzgado por impiedad (fundamentalmente por su
agnosticismo sobre la creencia en los dioses).

a. El relativismo de Protágoras

Protágoras defendió un relativismo del conocimiento y


de los valores, esto es, negó que existieran valores y
verdades universales para todos los hombres.

"El hombre es la medida de todas las cosas, de las que


son, en tanto que son, y de las que no son, en cuanto
que no son"

No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino


que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno
de nosotros. Este relativismo se aplica a todos los ámbitos
de nuestra existencia.

Por ejemplo, lo que para una persona sana es un sabor


agradable, para un enfermo es amargo. ¿está confundida
la persona enferma? Protágoras dirá que para él, en su
situación, la verdad es que el sabor es amargo.

El relativismo impide establecer un criterio de verdad,


teniendo todas las opiniones la misma validez. Esto nos
lleva a poder permitirnos defender tesis contrarias al mismo
tiempo, tecnica en la que el filósofo destacó con maestría y
que fue duramente criticada por Platón y Aristóteles.

Sin embargo, según Guthrie, Protágoras difuminó la


radicalidad de este criterio hacia una postura utilitarista:
aunque todas las opiniones particulares tengan la misma
validez, algunas son más ventajosas que otras. En el caso
mencionado anteriormente, es ventajoso para el enfermo
volver a reestablecer el sabor que tenían los alimentos
antes de la enfermedad.

El relativismo de los valores implica que una misma cosa o


acción puede ser buena para un sujeto y mala para otro.
Es más, una acción puede ser mala o buena para un
mismo sujeto dependiendo de cada circunstancia, y en la
medida en que él lo crea así.

b. Nómos y Physis

Nómos significa ley moral y política, ya sea en forma de


usos y costumbres recibidas de la tradición, como en forma
de leyes formales y normas obligatorias que codifican la
vida en comunidad y que son respaldadas por la autoridad
del estado.

Con el término physis los griegos denominaban a la


naturaleza como principio que no depende de los
aconteceres humanos. La naturaleza se rige por leyes
universales y permanentes.

En el siglo V los términos nómos y physis, lo artificial y lo


natural, eran considerados opuestos y mutuamente
excluyentes. La leyes de los hombres son fruto de un
pacto, de un consenso humano y no fruto de un principio
divino.

Las leyes no son principios innatos, sino adquiridos con


esfuerzo. Los nómoi nos permiten vivir en comunidad y
diferenciarnos de las bestias que viven en un contínuo
estado de conflicto y agresión. En este sentido, la
concepción del nómoi como opuesto a la naturaleza implica
la aceptación de la idea de progreso de la humanidad,
que, con su inteligencia, se ha levantado a sí misma con su
propio esfuerzo.

Pues bien, aunque la ley sea meramente convencional y,


por tanto, modificable, Protágoras defiende que hay que
mantener las leyes que ya se poseen, si estas parecen
buenas a la mayoría. La vida en comunidad es necesaria
para la supervivencia de la especie humana y, sin leyes,
nos veríamos abocados a vivir en un estado de naturaleza.

c. El agnosticismo

Protágoras fue acusado de impiedad y obligado a dejar


Atenas por ese motivo.

En un escrito suyo "Sobre los dioses", el sofista niega la


posibilidad de un conocimiento de la realidad que vaya más
allá de las apariencias sensibles:

De los dioses no puedo saber ni que son, ni que no


son, ni qué aspecto tienen; pues múltiple es lo que me
impide saber: tanto la no patencia (de lo ente mismo),
como el ser breve de la vida del hombre.
Protágoras criticó las supersticiones y los ritos religiosos de
su tiempo, pero mantuvo siempre una postura agnóstica y
escéptica, no atea.

En sus orígenes, en la antigua Grecia, el vocablo sofista se


utilizó para designar a quien se mostraba experto en
alguna actividad. Podía ser la filosofía, la poesía, la música
o la adivinación, pero siempre un sofista era un maestro de
sabiduría, alguien que se proponía hacer sabio a quien
recibiera sus enseñanzas. Hombres célebres como los
míticos Siete Sabios de Grecia fueron llamados sofistas,
implicando con ello un profundo reconocimiento a su
condición de hombres de excepción. El filósofo Tales, hijo
de Hexamias de Mileto, o el estadista Solón, hijo de
Execéstides de Atenas, recibieron esta designación como
una expresión clara de respeto y admiración.

Todo esto sucedía todavía a la altura de la Olimpíada 80,


(mitad del siglo V a. C.). Lo que viene después es una cosa
muy diferente. Llegan a Atenas hombres como Protágoras
de Abdera, Gorgias de Leontini, Pródico de Ceos, Hipias de
Elis o Trasímaco de Calcedonia, a los que habría que
sumar el nombre del ateniense Antifón. Todos ellos se
atribuyen el calificativo genérico de sofistas y son
reconocidos por desarrollar una influyente actividad
intelectual. Luego, en virtud principalmente de la
intervención de Sócrates, quien vivió
contemporáneamente, y Platón, quien sin conocerlos
personalmente recoge esta experiencia en sus diálogos, el
nombre sofista pasa a formar parte de la controversia y
termina siendo una categoría infamante; más bien un
estigma que pocos desearían para sí mismos.

En una época en que ya comenzaba a ser sospechoso el


nombrarse sofista, Platón nos ofrece un testimonio de la
forma asertiva en que Protágoras asume sin reservas su
condición, haciendo al menos dudosa la misma
interpretación que luego les asignará el papel de
engañadores sin moral:

En cuanto a mí, tomo un camino opuesto; hago


francamente profesión de enseñar a los hombres y me
declaro sofista. El mejor de todos los disimulos es, a mi
parecer, no valerse de ninguno; quiero más presentarme,
que ser descubierto. (...) Ningún mal me ha resultado por
hacer ostentación de ser sofista, a pesar de muchos años
que ejerzo esta profesión, porque a mi edad podría ser el
padre de todos los que están aquí, (Protágoras, 317 b).

Pese a todo, inevitablemente, la palabra no volverá a ser la


misma. Su primitiva identidad quedará destrozada. Ahora
tendrá un nuevo sentido, y ya no gozará del mismo
prestigio. En síntesis, una buena palabra se fue
transformando gradualmente hasta llegar a ser una
expresión vergonzante e indeseable.

En distintos diálogos de Platón, en los que Sócrates actúa


como personaje central, se califica duramente a los
sofistas. En el Protágoras, por ejemplo, Sócrates aconseja
a su amigo diciéndole: "Vas a poner tu alma en manos de
un sofista, y apostaré a que no sabes lo qué es un sofista",
(311 c). Agregando luego: "¿No adviertes, Hipócrates, que
el sofista es un mercader de todas las cosas de que se
alimenta el alma?", (312 a). En un diálogo posterior, El
Sofista, se agrega una singular lista de descalificaciones:
Cazadores interesados de jóvenes ricos, mercaderes en
asuntos referentes al alma, fabricantes y vendedores al
detalle de conocimientos, atletas que compiten con la
palabra y se muestran hábiles en el arte de la disputa, (231
d).

Platón reprocha a los sofistas básicamente el hecho de


que sólo enseñan medios para alcanzar un fin, sin reparar
en las exigencias de la moral. Los acusa de ofrecer, según
conveniencia, el triunfo para el razonamiento débil por
sobre el más fuerte, de hacer prevalecer la apariencia por
sobre la realidad.

Aportando otro capítulo en esta historia, algún tiempo


después, Aristóteles define a la sofística como un arte de
la apariencia, completamente ajeno a la verdadera
sabiduría, y al sofista como aquel que comercia con una
sabiduría aparente y no real. Para completar su
contribución, inventa el término sofisma como sinónimo de
falacia, de una refutación aparente, mediante la cual se
puede defender algo falso y confundir al adversario,
(Refutaciones Sofísticas, 164-65 a).

Así, finalmente, el pasado luminoso del nombre sofista


queda sepultado bajo una montaña de autoridad socrática,
platónica y aristotélica. En la actualidad, aun para quienes
se han aproximado a la filosofía, sofista equivale a
demagogo, a un engañador que no tiene otra moral que su
interés particular, a un traficante de apariencias.

No es nada fácil incursionar en la trama de esta polémica


historia. La mayor parte de la información disponible sobre
los sofistas es indirecta y fragmentaria. De sus obras, que
debieron ser numerosas, escasamente se conservan
algunos restos no siempre fáciles de interpretar. En
contraste, la obra del mayor de sus adversarios nos ha
llegado en su totalidad. Con todo, parece haber buenas
razones para sostener una nueva interpretación sobre el
papel de los primeros sofistas, y reconocer en ellos la
categoría de educadores y el papel de grandes
innovadores sociales.

Los sofistas no tienen en absoluto el carácter de un grupo


cerrado y homogéneo. En modo alguno estamos hablando
de una categoría uniforme o de una escuela organizada.
Por el contrario, hay numerosas diferencias entre los
distintos sofistas, que se acentúan si agregamos algunos
representantes de las generaciones siguientes.
Comúnmente no se reconoce que la sofística es un
movimiento que se prolonga hasta los primeros siglos de
la era cristiana, y que posee una notable diversidad. El
libro Vidas de Sofistas, escrito por el sofista Flavio
Filostrato en el siglo III de nuestra era, incluye cerca de
setenta nombres provenientes de distintos lugares a lo
largo de siete siglos. Observando esta galería de sofistas,
en la que aparecen desde los ya mencionados Gorgias,
Protágoras, Hipias y Pródico, hasta personajes de escasa
significación histórica y mínimo valor intelectual, es fácil
reconocer numerosas diferencias, a partir de las cuales el
mismo texto distingue entre sofistas genuinos y una nueva
sofística.

Precisamente uno de los aspectos poco reconocidos por el


cual los sofistas diferían de sus contemporáneos, fue un
marcado individualismo. Era usual en aquellos tiempos
fundar una escuela, que muchas veces tenía la
característica de una hermandad en donde se compartía
una concepción del mundo y una forma de vida; pero esta
situación no se reproduce en la experiencia sofística.
La filosofía académica ha presentado siempre a los
sofistas como un todo, sin detenerse en distinciones, y ha
reconocido sus distintos aportes a través de ciertos
elementos comunes tomados en mayor medida de los
diálogos de Platón. Especialmente en los manuales de
filosofía aparece una pobre imagen de los sofistas,
preparada con unos pocos datos elegidos sin mucha
generosidad. Esa versión de caricatura, sin embargo, no
puede resistir un análisis serio, porque en la práctica sólo
ha considerado aspectos muy parciales del propio
testimonio platónico. En muchos diálogos de Platón
intervienen distintos sofistas, y cualquier lector atento
puede reconocer que se trata de intelectuales de suficiente
categoría. En particular Protágoras y Gorgias están
representados como pensadores muy sólidos y de
tremenda fuerza dialógica, al margen de las notables
diferencias que mantuvieron con el genial filósofo. De
ninguno de ellos podría decirse que están por debajo de la
discusión que los convoca.

Es efectivo que los diálogos de Platón contienen enérgicas


acusaciones contra los sofistas, planteadas normalmente
en términos generales, pero ello no impide el
reconocimiento de algunos méritos particulares, tal como
ocurre en los diálogos Protágoras y Gorgias. En ellos los
sofistas que dan nombre al texto obtienen el respeto de
Sócrates, quien, no por simple casualidad, se somete a los
rigores del diálogo con unos interlocutores representados
como hombres cultos y extremadamente hábiles.

Sin perjuicio de lo anterior, también es cierto que se


mantiene una ambiguedad en la obra platónica. En el
Menón se retoma el tema de los sofistas y Sócrates habla
de Protágoras con frases muy duras:

Lo que yo sé es que Protágoras, por si solo, ha ganado


más riqueza con este talento que Fideas, el autor
indiscutido de tantas obras maestras, y otros diez
escultores juntos. ¡Qué cosa tan extraña y sorprendente es
esta que nos cuentas! Un remendón de zapatos viejos, un
zurcidor de vestidos, no podrían aguantar treinta días
antes de traicionarse si devolvieran los zapatos y los
vestidos en peor estado de como los recibieron, y
ejerciendo este oficio, no tardarían mucho en morir de
hambre. Protágoras, en cambio, habrá podido disimular a
toda Grecia que está engañando y estropeando a los que
se le acercan, que los hace partir de su lado peores que
cuando los recibió, y esto durante más de cuarenta años,
(92 a).

Como es evidente desde el comienzo, la interpretación no


es simple. Cualquier intento encontrará suficientes
dificultades como para justificar el abandono de la
empresa o preferir la comodidad que brinda la versión de
mayor circulación. Pero el desafío está precisamente en
avanzar por el camino menos transitado y buscar apoyo
para una mirada renovada.

Con una metáfora bastante expresiva, el filósofo inglés R.


G. Collingwood afirma que "ningún escritor o pensador de
mérito pierde su tiempo atacando un espantapájaros",
(1972, pág. 30). Platón, probablemente el filósofo más
importante de occidente, no hubiese mantenido esta
vigorosa polémica con los sofistas, sino porque ellos
fueron de algún modo importantes en su propio ambiente
cultural y en sus motivaciones intelectuales más
profundas. Gastón Gómez Lasa, el mayor especialista en
filosofía platónica de nuestro país, admite una diferencia
entre los sofistas "del tiempo de Sócrates", y aquellos
contemporáneos de Platón. Respecto de los primeros,
opina que "inspiraron en Platón un gran respeto", en tanto
que descalifica a los siguientes porque estima que son
impostores que usurpan sus ideas de los filósofos jonios y
de Sócrates, (1992, págs. 262-63).

En este sentido un primer paso consiste en establecer una


diferencia entre los primeros sofistas, y todos sus
discípulos y seguidores posteriores, que constituyen un
conjunto de desigual calidad intelectual y muy difícil de
someter a una misma interpretación. Hay bases sólidas
para identificar una primera generación de sofistas,
distinta de todas las siguientes, compuesta por
pensadores pioneros de gran nivel y educadores
decididamente innovadores, entre los cuales pese a sus
diferencias existe un núcleo común. Algo así como un aire
de familia, un parentesco espiritual, que les otorga una
identidad específica.

En este grupo se incluyen los seis pensadores


mencionados: Gorgias, Protágoras, Pródico, Hipias,
Trasímaco y Antifón. Respecto de otros nombres que
ocasionalmente aparecen en algunas referencias,
carecemos de datos o pertenecen a otras generaciones.
Sobre estos primeros sofistas la información es desigual,
en algunos casos excesivamente breve, y casi en su
totalidad de fuentes indirectas, lo que obliga a considerar
todo lo que se diga sobre ellos, con doble razón, sólo
como una interpretación posible.

La existencia de un grupo de primeros sofistas parece


fuera de duda, pero se puede discutir a propósito de su
composición. El filósofo alemán Wilhelm Dilthey habla de
una primera y una segunda generación de sofistas, sin
embargo sólo reconoce como miembros de la primera a
Protágoras, Gorgias, Pródico e Hipias, (1993, págs. 40-41).
Por otra parte, también existen dudas sobre Antifón debido
a que éste y el orador del mismo nombre, que forma parte
de los diez grandes oradores áticos, no serían la misma
persona, (Zeller, 1955, pág. 51).Otros autores ubican a
Pródico abriendo una segunda generación de sofistas, en
la que se incluiría también Hipias, (Barrio Gutiérrez, 1980).
En medio de esta incertidumbre, son los nombres de
Protágoras y de Gorgias en último término los que resultan
más seguros y fértiles.

El propósito de esta nueva mirada es romper el estereotipo


que ha reinado sobre los sofistas, y mostrar aspectos que
permiten una imagen con más justicia, orientada a
descubrir el carácter de minoría activa de la primera
generación de sofistas. No es la idea retomar el sentido
originario de la palabra sofista, pero si recuperar para la
reflexión una experiencia que podría aportar lucidez en la
fundamental tarea de la autoconciencia, tan necesaria
como escasa en la actualidad.
Los sofistas Protágoras de Abdera Gorgias de Leontinos
Sócrates El método socrático La doctrina de Sócrates
La virtud en Sócrates Los dioses y los hombres El
proceso a Sócrates

Los sofistas.
Luego de las Guerras Médicas, que enfrentaron a las
ciudades y colonias griegas con los medos y los persas,
hacia el Siglo V A.C. varias de esas ciudades adoptaron
el sistema político de la “polis”, el de la democracia; que
significaba reconocer a todos los ciudadanos libres no ya
la posibilidad sino hasta la obligación de participar en el
gobierno.
Ese sistema - unido a la prosperidad que en general
alcanzaron varias ciudades - produjo un verdadero auge
de la actividad de los preceptores, ambulantes de ciudad
en ciudad, que ofrecían la enseñanza apropiada para el
ejercicio de las actividades de la ciudadanía y de los
cargos del gobierno - especialmente la retórica, el
derecho y la política - a aquellos ciudadanos que estaban
en condiciones de pagar a esos preceptores los
importantes honorarios que cobraban por sus
enseñanzas.
Especialmente Atenas - triunfadora principal de las
Guerras Médicas - se convirtió en el centro económico,
político e intelectual de toda Grecia antigua. Allí floreció
especialmente la sofística - denominación derivada del
nombre de los preceptores o sophós, sabios - doctrina
filosófica que, abandonando el estudio de la Physis, se
orientó fundamentalmente a los temas del hombre, la
organización social, las leyes, y las costumbres.
El movimiento de la sofística se difundió por toda Grecia,
abarcando practicamente a todas sus sociedades. Su
orientación general estaba pautada por un gran
escepticismo, una inclinación general a someter todos los
temas a la discusión retórica, y sosteniendo en definitiva
que no había ninguna verdad auténtica, sino que la
verdad dependía del poder de persuación con que fuera
expresada y la utilidad que tuviera.
Lo más caraterístico de los sofistas era el uso del método
dialéctico, mediante el cual se pronunciaban extensas
argumentaciones que, más que a la búsqueda de la
verdad, tenían por finalidad evidenciar las incoherencias
de la argumentación del adversario. El máximo grado de
habilidad del sofista, consistía en convencer a su
auditorio de algo, para de inmediato demostrar lo
contrario.
Los sofistas cultivaban y enseñaban como un
componente fundamental de la educación, la retórica,
como arte de convencer mediante la palabra. También
daban gran importancia a la eurística o arte de polemizar;
llegando en su ejercicio a extremos que llevaban a
realizar extensas discusiones sobre asuntos totalmente
absurdos, sin el menor objetivo de alcanzar una
conclusión acerca de nada.
Una de las actitudes más características de los sofistas,
estuvo referida a su concepción de la normativa social;
considerando que ni la moral ni las leyes respondían a la
naturaleza, sino que eran solamente nomos, es decir
resultados de las convenciones humanas; por lo cual los
hombres podrían establecer un orden social y moral
totalmente distinto, sin que con ello lesionaran el orden
natural. Con ello, sentaron las bases de la discepancia
entre las concepciones del llamado jusnaturalismo que
considera que hay reglas jurídicas y morales inherentes a
la naturaleaza; y el llamado “positivismo jurídico”, que
solamente considera que las reglas están vigentes por
imposición humana.
En sentido estricto, y debido tanto a su probable gran
número como a su método de actuación, no puede
decirse que las doctrinas de los sofistas sean conocidas
por la posteridad en forma directa, a través de sus
expresiones escritas. En realidad, se les conoce
principalmente a través de las transcripciones de sus
supuestos diálogos, principalmente las contenidas en las
obras de Platón. Entre ellos pueden mencionarse a
Hipias, Protágoras, Euridemo, Pródico, Gorgias,
Antifonte, Licofón, Trasímaco, Critias y Calicles.
En realidad el movimiento sofístico puede subdividirse
entre el de la primera generación, fundamentalmente
integrado por Hipias y Protágoras; y la segunda
generación cuyos principales representantes fueron
Antifonte, Trasímaco, Critias y Calicles. Todo indica que
en realidad, la inclinación al pesimismo y al irracionalismo
fue principalmente una característica de los últimos
sofistas; ya que los primeros predicaban una doctrina
conforme a la cual la posesión de mejores conocimientos
permitiría cumplir mejor los deberes del ciudadano.
Si bien los sofistas principales - al menos aquellos cuya
prédica fue recogida ulteriormente por Sócrates y Platón -
actuaron en la Atenas de la segunda mitad del Siglo V
A.C., en realidad eran casi todos extranjeros; por lo cual
carecían de derechos políticos en la ciudad. Sin embargo,
se hacían notar publicamente, porque varios de ellos
ejercían funciones diplomáticas como embajadores de
sus ciudades de origen, lo que les confería el derecho de
hablar en la Asamblea y les facilitaba el trato con todos
los hombres prominentes.
En este sentido, es preciso tener presente que los
sofistas actuaron en la época de oro de Atenas, y que
fueron contemporáneos y frecuentaron el trato de
hombres como Pericles, Herodoto, Tucídides, Sófocles,
Eurípides, de Fidias, de Anaxágoras y de Zenón.
Los sofistas recibieron juicios altamente negativos, por
parte de Sócrates y de Platón, quienes al parecer los
despreciaban principalmente por atribuirles un desmedido
afán de lucro. Sin embargo, no puede perderse de vista
que si obtenían éxito en su medio, de alguna forma
quienes aceptaban pagar por sus servicios habrían de
encontrarlos valederos. Al parecer, en su medio y época
tuvieron su prestigio; al extremo de que se dice que
cuando la ciudad de Atenas resolvió fundar una colonia
en la península italiana, en Turos, encargó a Protágoras
que redactara su constitución.

Protágoras de Abdera.
Protágoras, que posiblemente vivió entre los años 480 y
411 A.C., pasó a la posteridad por la frase que se le
adjudica y que condensaría la doctrina sofística, de que
“El hombre es la medida de todas las cosas; de las que
son en tanto que son, y de las que no son, en tanto que
no son”; que sienta lo que se conoce como la tesis de la
homomensura.
Para Protágoras - se dice - ninguna cosa tiene entidad
propia, y es por ello que solamente adquieren las que el
hombre les otorga. Pone el ejemplo de la enfermedad,
que puede ser mala para el enfermo, pero que es buena
para el médico que la atiende.
A pesar de que en general los sofistas no dejaron
exposiciones escritas, se sabe que Protágoras escribió
una obra titulada “Sobre los Dioses”, en la cual
sustentaba una posición agnóstica que seguramente no
era aceptable en su época; otro llamado “Discursos
enfrentados” o Antiologías, y un tercero denominado
“Acerca de la Verdad”.
De esas obras han perdurado algunas afirmaciones, tales
como la de que acerca de cualquier asunto hay dos
posiciones que se oponen entre sí; y la de que debe
perseguirse como objetivo transformar el discurso más
fuerte en el más débil.
En definitiva, Protágoras postularía una teoría del
conocimiento de índole relativista, conforme a la cual el
hombre no cuenta con elementos objetivos que le
permitan evaluar correctamente los datos de sus
percepciones. De ahí que no existan medios para tener
seguridad de que lo que conocemos existe tal como lo
conocemos, que siempre exista la posibilidad de que los
hombres discrepen en torno a toda clase de asuntos, o de
que en realidad tampoco puedan llegar a alcanzar certeza
en asuntos religiosos, en cuanto a la propia existencia de
los dioses.
En su diálogo “Protágoras”, Platón relata un mito en el
cual éste trata de explicar el origen del mundo, y el
dominio de las artes y la técnica por parte de los
hombres. Dos hermanos, Epimeteo y Prometeo recibieron
de los dioses la encomienda de darles a todos los seres
las cualidades adecuadas para sobrevivir; pero Epimeteo
utiliza todas las cualidades disponibles antes de llegar a
ocuparse de los hombres, por lo cual Prometeo, para
proteger a los humanos, roba la sabiduría a la diosa
Atenea y el fuego al dios Hefestos. Es un relato conocido,
pero al cual agrega Protágoras que, a pesar de tener
esos atributos, los hombres eran incapaces de subsistir,
porque no disponían de la sabiduría política; de modo que
Zeus envió a Hermes a dar a los hombres el aidós, algo
así como el concepto del deber de respetar las leyes de
la polis.
En consecuencia, para Protágoras lo que separa al
hombre de los animales no es solamente el lenguaje y el
dominio de la técnica, sino la capacidad de convivir
políticamente.
Las interpretaciones más modernas - sobre todo
atendiendo a la valoración de las reglas relativas a la
convivencia política, que de todos modos ha sido una de
las vertientes importantes de la filosofía en sus orígenes y
tal vez lo es todavía más en la actualidad - la concepción
de Protágoras, y de la sofística en general, se señala
como una forma de resaltar que, en la dinámica de la
democracia, debe cultivarse la capacidad de persuadir; a
partir del concepto de que si bien no puede afirmarse que
la mayoría tenga razón meramente por serlo, de todos
modos el mejor curso de acción posible para la sociedad
sea aquel que cuenta con el respaldo de la mayoría.

Gorgias de Leontinos.
Se adjudica a Gorgias de Leontinos, en Sicilia, que habría
vivido entre 484 y 375 A.C., asumir posiciones todavía
más extremas que las de Protágoras.
Frente al relativismo que sustentaba Protágoras respecto
a que el conocimiento de la verdad era relativo al hombre,
y que las cosas no tienen un ser en sí mismas; Gorgias
profesa un auténtico nihilismo, conforme al cual la verdad
sencillamente no existe, todo se disuelve en la nada. En
el campo del conocimiento, no existe una physis, un
modo del ser; y en el campo de la moral o de la ética, no
existen ni el bien ni el mal.
Se le atribuye - a través de uno de sus diálogos relatados
- haber sostenido que “Nada existe. Si algo existiera no
podríamos conocerlo. Y si acaso pudiéramos conocerlo,
no nos sería posible comunicarlo".

Sócrates.
Hijo de un escultor llamado Sofronisco, y de una partera
llamada Fenaretres Sócrates nació en Atenas,
probablemente en el año 470 A.C. y murió en la misma
ciudad, en el 399 A.C. Su familia pertenecía a la tribu
antióquida de Alópeque, de la polis de Atenas; por lo cual
fue ciudadano de ella con todos los derechos políticos. Se
educó casi seguramente como alumno de Arquelao,
sucesor de Anaxágoras, en la época de oro de Atenas,
siendo contemporáneo del gobierno de Pericles; pero a
raíz de la Guerra del Peloponeso Atenas se vió ocupada
por los ejércitos de Esparta y quedó bajo el gobierno de
los Treinta Tiranos. Casado con Xantipa, tuvieron tres
hijos. Fueron sus discípulos más destacados Alcibíades,
Jenofonte y Platón.
Jenofonte lo describe como un hombre grosero y vulgar;
Platón lo elogia de manera destacada y lo considera en
todo momento como su maestro; Aristófanes lo incorpora
a la galería de los destinatarios de sus sátiras, en su
comedia “Las nubes”. Sin duda fue Sócrates un individuo
polémico en su tiempo; juzgado por algunos con la
superficialidad de apreciación de sus actitudes, propia de
quienes no perciben las diversidades y las sutilezas de
las ideas y los desarrollos más elaborados del intelecto.

El método socrático.
Un aporte esencial de Sócrates al progreso del
pensamiento y también de la ciencia, lo constituye su
descubrimiento y aplicación del método inductivo,
consistente en que, a partir de los conceptos individuales,
particulares, se llegue a obtener conceptos de validez
universal; método que a menudo se resume expresando
que es el que va “de lo particular a lo general”.
El método socrático para llegar a la verdad, era el diálogo
con sus alumnos, mediante el cual les formulaba
preguntas acerca de las cuestiones que planteaba a la
discusión, y luego confrontaba y analizaba criticamente
las respuestas, hasta que llegaban todos a una respuesta
que les pareciera verdadera. La palabra diálogo,
precisamente, tiene en griego la significación de la
búsqueda del conocimiento entre dos. Es precisamente
esta metodología las que muestra Platón en sus
“Diálogos”, obra en la cual, recogiendo los dichos de
Sócrates sus alumnos, expuso el pensamiento de aquel.
El método de Sócrates de expresa en tres formas:
La ironía, mediante la cual, a través de las
preguntas, el maestro procura desconcertar al
alumno, exponerlo a sus contradicciones,
destruyendo su aparente conocimiento, hasta que
sea consciente de su ignorancia. Según la
“Apología” de Platón, Sócrates descubrió este
método cuando su amigo Querefonte preguntó al
Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio y
recibió como respuesta que lo era Sócrates.
Meditando sobre eso, llegó Sócrates a la conclusión
de que como él era consciente de su propia
ignorancia - lo que expresaba en su también
célebre frase “sólo sé que nada sé” - el Oráculo
reconocía que su sabiduría consistía en ese
conocimiento de la propia ignorancia, que pone al
hombre el camino de disponerse a buscar la
verdad.
La mayéutica, expresión equivalente a “dar a luz”
que Sócrates asociaba a la condición de partera de
su madre, de quien decía haberla aprendido, en
cuanto en vez de aplicarla a los cuerpos, él la
aplicaba a las almas. Por medio de ella, aplicando
el método de las preguntas y respuestas, se
lograba que el alumno encontrara la verdad dentro
de sí, haciendo nacer sus ideas innatas, no
nacidas.
El descubrimiento, resultante del empleo de la
mayéutica, cuando a partir de un pasaje de lo
oscuro a lo iluminado, de lo particular y accidental a
lo general y permanente, se alcanza el concepto
universal; que por encima de las particularidades se
expresa en la definición.

La doctrina de Sócrates.
Aunque formado en la sofística, Sócrates se convirtió
finalmente en un acérrimo crítico de los sofistas; a
quienes expuso a su desprecio, especialmente por recibir
dinero por sus enseñanzas. Su pensamiento se conoce
solamente mediatizado por los relatos de sus discípulos,
porque no dejó ninguna obra escrita. En particular Platón
en sus Diálogos es quien ha expuesto sus ideas de una
manera más completa; aunque también Jenofonte lo ha
hecho en sus obras “Memorables”, “El banquete” y
“Apología de Sócrates”. Otra fuente importante acerca del
pensamiento socrático, son las referencias contenidas en
la obra de Aristóteles.
La idea principal en que Sócrates se apartó radicalmente
de los sofistas - al menos respecto de los últimos
representantes de la sofística - fue su afirmación
terminante acerca de la existencia del Bien y del Mal,
sustentando la existencia de valores absolutos, en
contraposición con el relativismo de los sofistas; pero
igualmente consideró esencial mantener una actitud
crítica como medio de alcanzar el conocimiento de la
verdad. Sostuvo la diferenciación entre el cuerpo y el
alma, considerando que ella es inmortal; y afirmó que
existe una inteligencia suprema que gobierna los destinos
del mundo.
Pensaba Sócrates que era indispensable apartarse del
relativismo postulado por los sofistas, y que para ello era
necesario descubrir la existencia de algo universal y
objetivo, que no estuviera sujeto a la opinión de los
hombres (lo que recuerda, sin duda, el mito de
Protágoras). Surge de ello una inclinación hacia la
búsqueda de las definiciones de las cosas, tratando de
enunciar a su respecto un concepto de objetividad, de tal
manera que conforme una unidad que esté presente en la
pluralidad; con lo que en cierto modo constituye un
retorno a las especulaciones presocráticas que buscaban
una explicación racional y única del Universo.
Una definición, según Sócrates, permitiría acceder a la
esencia universal y objetiva de las cosas. A la cuestión de
cómo sería posible tener la certeza de que esa definición
fuera verdadera, respondía Sócrates afirmando que en el
alma de cada hombre están presentes de una manera
originaria, innata, los verdaderos conceptos de todas las
cosas; de tal manera que mediante la introspección es
posible alcanzar a descubrir la verdad existente en el
interior de uno mismo.
La concepción del alma como aquello que
fundamentalmente es el ser humano, adquiere gran
importancia en la filosofía de Sócrates; que la considera
el centro de la personalidad intelectual y moral del
hombre. La introspección es el medio de descubrir la
verdad en el interior de uno mismo, por lo cual Sócrates
consideraba que su misión no consistía en enseñar
determinadas concepciones, sino en lograr que sus
alumnos aprendieran a conocerse a sí mismos, en
ayudarlos a descubrir el contenido de su propio espíritu
para cuidarlo y cultivarlo. De ahí la expresión célebre que
Platón pone en sus labios: “conócete a tí mismo”.

La virtud en Sócrates.
Sócrates contrapuso a la escala de valores tradicionales
de los griegos antiguos - la fuerza física, la riqueza, la
fama y el poder - un valor de índole espiritual consistente
en la obtención de la sabiduría por medio del
conocimiento de la propia alma.
Para Sócrates, la ciencia o sabiduría que busca el
filósofo, es esencialmente virtuosa, mientras que quien
permanece en la ignorancia incurre en el vicio. El primer
paso para alcanzar esa virtud del saber, es reconocer la
propia ignorancia.
El obrar moral del hombre responde a los mandatos que
cada uno lleva en su alma. Pero Sócrates introdujo
también el concepto de la jerarquía entre los valores,
considerando que existe una graduación interna de los
valores. Por lo tanto, para obrar justamente, es preciso
atenerse a la tendencia del hombre a la perfección que se
consigue con el ejercicio de la virtud.
Actuar según la virtud es posible cuando se posee el
conocimiento del Bien y del Mal, porque, en tal posesión
del saber, la práctica del bien es el resultado espontáneo
del obrar humano. El hombre que actúa mal, en
consecuencia, no lo hace por ser malo, sino porque está
en la ignorancia de la virtud.
La moral que propone Sócrates se origina y se nutre en sí
misma; en ella, el obrar correctamente es resultado de la
reflexión que el hombre hace sobre las exigencias de su
alma, de tal manera que esencialmente se convierte en
juez de sí mismo.
Esta concepción del llamado “intelectualismo moral”, es a
menudo criticada en función del concepto de voluntad.
Pero no se puede perder de vista que, en definitiva, su
aporte a la concepción de la regla moral como algo
absolutamente íntimo y personal es sumamente valioso, y
no significa para nada la prescindencia de la
consideración de la existencia de las reglas morales
como tales.

Los dioses y los hombres.


Enfrentado al problema religioso, que más tarde en
Filosofía será “el problema de Dios”, Sócrates percibe
que no es admisible atribuir a los dioses todo el poder y
toda la razón.
Considera Sócrates que el hombre posee el poder propio
de la razón humana; pero que ésta tiene sus límites,
mientras que sólo la razón divina es capaz de pasar más
allá de esos límites.
Sócrates critica a aquellos que niegan la existencia de
una razón divina, que preside todos los acontecimientos.
Pero, en la medida en que considera “insensato”
consultar al Oráculo para resolver aquello que los
hombres deben resolver por sí mismos - y afirma que eso
persigue eludir la propia responsabilidad de decidir en
relación a los acontecimientos de la propia realidad - se
anticipa a plantearse la cuestión del “libre albedrío”, que
será tema de gran importancia para las filosofías
posteriores, sobre todo en el cristianismo.
A propósito de una lectura de Anaxágoras referente a su
concepto del “Nous” o inteligencia creadora, concluye que
existe una inteligencia, que es una sabiduría que habita
en todo lo que existe, que ve todo lo que ocurre y que
gobierna todas las cosas. La inteligencia está en el origen
y en el orden de todas las cosas, como un opuesto al
azar.
Percibe con ello la existencia de una gran armonía y
coherencia en la Naturaleza; con lo cual se encuentra a
un paso de sustentar que existe una inteligencia única y
superior, lo que equivale a vislumbrar los fundamentos
filosóficos de las concepciones religiosas de base
monoteísta. Desde este punto de vista - si bien no fue
éste el tema planteado en el proceso que le fue seguido
por impiedad - puede pensarse que, después de todo,
realmente el pensamiento socrático contenía una
amenaza para la religión oficial de Atenas.

El proceso a Sócrates.
A mediados del Siglo V, en la época de Sócrates, los
tiempos del apogeo de Atenas estaban terminando. En el
431 A.C. estalló la guerra con Esparta, la Guerra del
Peloponeso, en medio de unas epidemias de peste que
mataron a una gran parte de su población, incluído el
propio Pericles que era el símbolo vivo de su grandeza.
Los primeros desenvolvimientos de la Guerra del
Peloponeso no fueron favorables a los atenienses. De tal
manera, hacia el 415 A.C. se propusieron realizar un gran
movimiento estatégico y emprender la conquista de Sicilia
construyendo una gran flota. Comandaba la flota
Alcibíades, un alumno de Sócrates, que formaba parte de
un grupo de jóvenes disolutos, ricos y aristócratas, que se
caracterizaban por cuestionar las tradiciones.
Pocos días antes de la fecha de partida de la flota, ocurrió
que al amanecer se advirtió en Atenas que todas las
estatuas de los dioses habían sido mutiladas de sus
órganos masculinos; lo que fue tomado como un presagio
de derrota. Se culpó a Alcibíades, quien huyó a Esparta y
se puso a su servicio. La expedición a Sicilia, fue un
fracaso.
En el 411 A.C., Atenas enfrentó una conspiración de la
cual resultó el gobierno de los Treinta Tiranos, entre ellos
Critias y Carmónides. Su concepción era restablecer en
Atenas el respeto a las tradiciones. En 432 A.C., al
principio de la Guerra del Peloponeso, se había
establecido en Atenas el delito de asébeia o impiedad,
que consistía en poner en cuestión la existencia de los
dioses. Esta ley se había aplicado a Anaxágoras y al gran
escultor Fidias, autor de los principales templos de la
ciudad. Al primero por impartir enseñanzas contrarias a la
religión en cuanto al Sol y la Luna; y al segundo por haber
pretendido divinizarse al representarse a sí mismo, en
una estatua de un templo.
Por su calidad de ciudadano ateniense, parece que en
varias oportunidades correspondió a Sócrates ocupar los
cargos públicos anuales, que se elegían por sorteo.
Cuenta Jenofonte que durante la Guerra del Peloponeso,
habiendo sido derrotada la flota ateniense, Sócrates se
opuso, en nombre de las leyes de la ciudad, a que se
juzgara y condenara en conjunto a los jefes de la flota.
En 404 A.C., luego de la derrota por Esparta, el gobierno
de los Treinta Tiranos dispuso detener a un ciudadano
llamado León de Salamina; para lo cual, siguiendo las
normas del caso, se designó por sorteo a 5 ciudadanos
para ir a arrestarlo, entre ellos Sócrates que, sin cumplir
con ello, se volvió a su casa. Sin embargo, al parecer eso
no le ocasionó ningún contratiempo.
Finalmente, cinco años después los Treinta Tiranos
habían sido derrocados por el partido democrático de
Atenas; restableciendo las antiguas instituciones de la
polis. Entre quienes más habían contribuído a ello, se
contaba Anito. Según la versión de Jenofonte, Anito había
hecho fortuna con una curtiembre que, como todas las
actividades productivas atenienses, empleaba esclavos.
También Anito tenía un hijo, y al parecer Sócrates le
reprochaba la forma en que lo educaba, diciendo que lo
estaba educando para ser un curtidor y no un ciudadano
de Atenas.
Ante un tribunal de 501 ciudadanos atenienses elegidos
por sorteo, Sócrates fue acusado por Meleto, “de no creer
en los dioses en que cree la ciudad, de introducir
divinidades nuevas, y de corromper a los jóvenes”. La
acusación fue secundada por Licón y también por Anito,
que parecería haber sido su promotor. Se le imputaba el
delito de impiedad; en caso de ser hallado culpable, la
sentencia era la muerte por medio de un veneno, la
cicuta.
Nacido, criado, habitante y ciudadano de Atenas toda su
vida, Sócrates era un personaje absolutamente conocido
en la ciudad. La “corrupción de los jóvenes” que se le
atribuía, no se refería a otra cosa que a su enseñanza
contraria a las tradiciones. Según cuenta Jenofonte,
cuando Sócrates demandó a su acusador que mostrara
alguno de los por él corrompidos, Meleto mencionó a
todos aquellos que había convencido a seguir su
autoridad en vez de la de sus padres.
El proceso de Sócrates solamente es conocido por los
relatos de Platón y Jenofonte, sus amigos, que por
supuesto le tienen simpatía. En el relato de Platón, el
discurso de defensa de Sócrates es la oportunidad de
exponer su doctrina, según la cual la virtud, la justicia y la
verdad no son cuestiones que puedan resolverse según
las costumbres, sino conforme a las exigencias de la
razón.
En la primer votación, 280 jurados lo consideraron
culpable y 211 inocente. Se le requirió que propusiera
una pena alternativa de la de muerte, como pagar una
multa. Sócrates, considerando que su enseñanza había
sido en bien de la ciudad, propuso que como a los
campeones de las Olimpíadas, se le alojara en un palacio
y la ciudad pagara su sustento. Cuando se hizo la
votación acerca de la pena a aplicarle, 361 optaron por la
pena de muerte, y 140 por la que Sócrates propusiera
como alternativa.
La sentencia de muerte no podía ejecutarse en Atenas
hasta que volviera el barco sagrado que había sido
enviado a Delos para conmemorar el triunfo de Teseo
sobre el Minotauro. Pasaron 30 días, durante los cuales
sus amigos le instaron a fugarse bajo su protección; pero
Sócrates sostuvo que el primer deber del ciudadano
ateniense era respetar sus leyes.
Dicen sus cronistas, que cuando bebió la cicuta, a punto
ya de morir, miró a su amigo Critón, y le dijo: “Le debo un
gallo a Asclepio; no te olvides de pagárselo”.

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