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Cantera
Coordinadoras
Combatir al otro
Serie Extensión
Colección Ciencias Sociales y Humanidades
Combatir al otro: el Río de la Plata en épocas de antagonismos, 1776-1830/Carmen Susana
Cantera ... [et al.]; coordinación general de Marcela Tejerina; Carmen Susana Cantera. - 1a ed. -
Bahía Blanca : Editorial de la Universidad Nacional del Sur. Ediuns, 2016.
267 p.; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-655-130-4
1. Historia Argentina. I. Cantera, Carmen Susana II. Tejerina, Marcela, coord. III. Cantera,
Carmen Susana, coord.
CDD 982
Libro
Universitario
Argentino
7 Introducción
17 El destierro en la etapa virreinal, una aproxi-
mación a conflictos y prácticas políticas de antiguo
régimen
Marcela Tejerina - Luciana Francisco
231 Bibliografía
257 De los autores
Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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Introducción
Notas
1 PGI dirigido por la Dra. Marcela V. Tejerina con cuyo subsidio se financia en
forma parcial la presente publicación, sumándose el Proyecto sobre
«Identidades en conflicto: representaciones sociales del extranjero en
producciones textuales rioplatenses. Siglos diecinueve y primera mitad del
veinte», (2011-2014) que se desarrolló en el Instituto de Historia Americana de
la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam bajo la dirección de la Dra.
Carmen Cantera.
2 Nos referimos a la Mesa sobre «Instituciones, actores sociales y sociedad
corporativa. El Río de la Plata en la transición de fines del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX», coordinada por Marcela Aguirrezabala y Javier
Kraselsky en las XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,
realizadas en la ciudad de Mendoza, del 2 al 5 de octubre de 2013, y la Mesa
sobre «Actores y prácticas en la transición del período colonial al
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El destierro en la etapa virreinal, una aproximación a
conflictos y prácticas políticas de antiguo régimen
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(…) todas las Sedes Vacantes en estas tierras son unas mismas, y
que tocar la Campana a ellas, es tocar a la discordia, a los
desarreglos y a los insultos. Yo siento mucho que Vuexcelencia
haya tenido que tropezar precisamente con este lance de
disgusto, pero tal vez será medio para intimidar y contener el
orgullo de unos, y la ambición de otros, y para que sepan que hay
Justicia, mano, y Legislador sobre ellos (Citado en Salvadores,
1937: 351)21.
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Consideraciones finales
Tal como hemos visto a lo largo del trabajo, en el virreinato del Río
de la Plata el destierro de miembros conspicuos de las principales
corporaciones de la capital no resultó una medida excepcional sino
que, por el contrario, nos hace pensar en una alternativa a través de
la cual el gobierno de los Borbones terminaba dirimiendo los
conflictos por el poder ocasionados a raíz de las reformas encaradas.
Los casos analizados en el Buenos Aires tardocolonial dan cuenta
de la dimensión política del destierro, en la medida en que los
Borbones encontraron en esta pena un instrumento de disciplina-
miento político, en el marco del proceso de profundización del
absolutismo y el regalismo frente a la eventual resistencia de las
corporaciones locales. La corona frente a la pretensión del Cabildo
de la ciudad de representar u oponerse a su decisión o a la de sus
funcionarios, el virrey frente a algún influyente sacerdote que
pudiera poner en peligro los principios del regalismo, o el pres-
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Notas
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S/f AHPBA, RA, 1794-115-16 Don Benito se casó en primeras nupcias con su
prima hermana, doña Josefa Ribadavia, hija de su tío José. A su muerte, se
casó con Ana, la hija del coronel Otalora. (Palcos, 1936: 7 y 8)
38 Segunda representación de Ana de Otarola al virrey, s/f. AHPBA, RA, 1794-
115-16.
39 AHPBA, Real Audiencia, 1794-115-16.
40 Representación de Juan Viola al virrey, como apoderado de don Benito
González Ribadavia, s/f AHPBA, Real Audiencia, 1794-115-16.
41 AHPBA, Real Audiencia, 1794-115-16.
42 «Un temperamento sumamente seco; una continuación de tormentos en su
espíritu e imaginación al verse separado de su mujer, sus hijos, de su casa, y
de sus temporalidades, y sobre todo con la variedad de opiniones sobre su
honor por este suceso (…)» Y con esto qué ha de esperarse, se preguntaba
«ninguna otra cosa que la conclusión y exterminio del Sr. Ribadavia, y con
ello la ruina de toda su familia y casa» AHPBA, Real Audiencia, 1794-115-16.
43 AHPBA, RA, 1794-115-16.
44 AHPBA, RA, 1794-115-16.
45 AHPBA, RA, 1794-115-16. Así constaba también en el Real Decreto del 18 de
Marzo de 1789, «(…) todos los dependientes que obtienen título real no
deben ser privados de sus empleos hasta que, previa audiencia en juicio
formal, se les imponga dicha pena» (Novísima Recopilación de la Ley de
España, 1872: 6.9.8).
46 Cabildo del 25 de agosto de 1794 (Acuerdos del Extinguido Cabildo de
Buenos Aires, 1907, X: 367).
47 Representación de Juan Viola al virrey, como apoderado de don Benito
González Ribadavia, s/f AHPBA, RA, 1794-115-16.
48 «El conocido adagio ‘se obedece pero no se cumple’ no indica la impotencia
del poder regio, sino que es una formulación del pactismo y un llamamiento
a la negociación» (Guerra, 1998: 255).
49 «(…) pero como el ilustre cabildo de esa capital, por una parte, por otra la
mujer de Ribadavia, y por otra su apoderado, me hubiesen hecho repetidas y
muy vivas representaciones, implorando unos y otros las omnímodas
facultades de los virreyes, y solicitando todos el regreso pronto de este sujeto;
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entre todas las causas que se alegaron para que yo suspendiese el destierro, la
que me pareció ser más eficaz, era la responsabilidad de Ribadavia a los
muchos depósitos que estaban a su cargo (…)» «Memoria de Don Nicolás
Arredondo» (Memoria de los Virreyes del Río de la Plata, 1945: 378).
50 Oficio de la Real Audiencia al virrey. Buenos Aires, 5 de septiembre de 1794.
AHPBA, RA, 1794-115-16.
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Bajo el signo de la sospecha. Los pulperos españoles
en tiempos de revolución. Buenos Aires 1810‐1820
Julián Carrera
(…) el pulpero muy pocas veces fue hombre que llegó con ansias
de construir el país. Vino a hacer pingües ganancias y en ello no
paraba en actitudes que justamente no pueden ni deben cali-
ficarse de ‘patriotas’ (Bossio, 1972: 247).
L
as revoluciones de independencia en los dominios españoles
de América se caracterizaron, entre otras cosas, por el inicio
de un proceso de cambio en las representaciones de los actores y en
la redefinición de las identidades (Tejerina, 2012). En particular, se
advierte la preocupación de los gobiernos por distinguir entre un
«nosotros» y un «ellos» que, en este caso, se cristalizó en las figuras
de españoles americanos y europeos respectivamente (Herzog,
2006). En este sentido, la construcción del otro-enemigo, es decir, el
español-europeo, se difundió por distintas fuentes de producción
discursiva como boletines oficiales, periódicos, pasquines y textos
literarios. Es así que los sectores revolucionarios intentaron construir
una imagen del nosotros/ellos que fue tomando distinta intensidad
de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos1.
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Julián Carrera
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Julián Carrera
Todos los mozos de tienda (europeos los más) y las señoras que
aún estaban en sus casas salieron á sus puertas, ventanas y
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Julián Carrera
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Abastecedor 2 2
Afincado 3 2 5
Agregado 2 2
Albañil 2 2
Almacenero 1 3 1 5
Artesano* 31 7 1 39
Ayudante 1 1
Barbero 2 2
Boticario 1 1 2
Cafetero 2 1 3
Calafate 1 1 1 3
Cirujano 1 1 2
Comerciante 21 5 4 30
Comisionista 1 1
Corredor 1 1
Dependiente 5 12 2 19
Empleado 2 1 1 4
Escribiente 3 1 4
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Julián Carrera
Conducta
Ocupación Preso Sospechoso Total
Buena Mala Regular
Habilitado 1 1
Hacendado 3 3
Impedido 1 1
Jornalero 6 1 5 12
Labrador 1 11 12
Lanchero 1 1
Librero 1 1
Maestro de escuela 3 3
Marinero 1 1
Mayordomo 1 1
Mercachifle 2 1 3
Mercader 1 1
Militar 2 2
Mozo 6 1 7
No tiene 15 11 7 33
Hortelano 2 2
Peón 4 4
Piloto 1 1
Pintor 2 2
Pulpero 47 14 10 2 73
Quintero 18 4 22
Retirado 16 1 17
Sacristán 1 1
Sangrador 1 1 2
Tendero 5 7 3 3 18
Torero 1 1
Tratante 2 2
Vago 1 3 4
Vendedor de tabaco 1 1
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Bajo el signo de la sospecha. Los pulperos españoles en tiempo…
Cuadro n.° 2. Ocupación de algunos españoles europeos afectados por las inter-
naciones. 1813
Ocupación Frecuencia
Comerciante 24
Pulpero 23
Artesano 16
Tendero 8
Sin oficio 4
Tratante 3
Revendedor 3
Almacenero 2
Comercio de indios 2
Mozo de almacén 2
Contador 2
Estanciero 2
Peón 2
Aserrador 1
Barbero 1
Boticario 1
Capataz de panadería 1
Empleado 1
Lanchero 1
Marinero 1
Militar 1
Puesto 1
Quintero 1
Sangrador 1
Vago 1
Verdulero 1
Villar 1
Abogado 1
Capataz de chacra 1
Escribiente 1
Presbítero 1
TOTAL 111
Fuente: AGN, X-7-3-3.
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Julián Carrera
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TOTAL 1032
Fuente: AGN, X-7-3-3.
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Julián Carrera
Comerciante 109
Pulpero 45
Artesano 32
Tendero 23
Almacenero 22
Afincado 5
Boticario 4
Empleado 4
Médico 3
Militar 3
Pintor 2
Revendedor 2
Total 254
Fuente: AGN, X-7-3-3.
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Julián Carrera
Quintero-abastecedor 45
Panadero 24
Carpintero 12
Boticario 7
Repartidor de pan* 6
Cirujano o médico 6
Sangrador 4
Pulpero * 4
Herrero 3
Chocolatero 2
Fabricante de armas 2
Talabartero 2
Velero 2
Cívicos 2
Empleado de maestranza 2
Carbonero 1
Carretillero 1
Fabricante de tambores 1
Fundidor 1
Escribiente 1
Librero 1
Zapatero 1
Tonelero 1
Armero 1
Estanciero 1
Hortelano 1
Piloto 1
Cómico 1
Sacristán 1
Almacenero* 1
Total 138
Fuente: AGN, X-7-3-3.
*Dicen creerse exceptuados.
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(…) que por las tertulias que ha visto en casa de los pulperos
europeos, pocos o ninguno habría que no estuviese metido, que
por los principales conoce al pulpero Manuel Rodríguez que vive
una cuadra más acá del pulpero Juan en cuya pulpería también
eran las juntas6.
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Conclusiones
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Notas
1 Fabián Herrero (2008) describe la función política de los pasquines para esta
época. Por un lado, construyen en el plano simbólico al enemigo alimentando
temores y, por otro, legitiman la violencia política.
2 González Bernaldo (2009) plantea que el gobierno revolucionario desconfiaba
de las reuniones en pulperías pues fomentaban el desorden y la desobe-
diencia. Por otro lado, Di Meglio (2006) señala que en las pulperías, cafés y
fondas, al igual que en las iglesias se leía la prensa en voz alta, se discutía de
política, y circulaban rumores y opiniones al respecto. Agregamos que en
esos discursos se construía al otro enemigo ya sea español o patriota.
3 El interés del gobierno en los cantos políticos se refleja en un bando de agosto
de 1812 citado por Jorge Bossio, en el que se promueven las canciones en las
pulperías que tengan relación con la libertad y con la patria y dispone mayor
vigilancia para impedir que jóvenes permanezcan en las pulperías.
4 Mariana Pérez presenta una causa de 1812 en la cual diversos vecinos denun-
ciaron que en un almacén se reunían periódicamente españoles que «can-
taban escandalosamente la canción patriótica española» (Pérez, 2010).
5 Si bien no figura en nuestras fuentes como motivo de excepción, segura-
mente sostener una familia era una razón de peso para permanecer en la
ciudad, más aun si la cónyuge era patricia. Este motivo de excepción fue
oficialmente establecido para el caso de México en 1827 (Gamboa y Maceda,
2003).
6 AGN, X-6-7-4.
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La máscara de la Independencia.
Martín deÁlzaga ¿realista o revolucionario?
Mariano Schlez
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Mariano Schlez
Isidoro Ruiz Moreno asegura que, como Alcalde de primer voto del
Cabildo porteño durante el período de las invasiones, Álzaga
«quedó, virtualmente, a la cabeza de la ciudad» y dirigió la posición
del ayuntamiento con el firme objetivo de deponer al virrey
Sobremonte, tanto en el cabildo abierto de 1806, como en la junta de
guerra de 1807, en la que habría ocurrido «una auténtica revolución».
Para ello apela a tres pruebas ya aportadas por Enrique Williams
Álzaga (1965): a) que Sobremonte escribió a Godoy para «responsa-
bilizar a Álzaga de su caída», acusándolo de ser «uno de los motores
de la insurrección»; b) que el Fiscal del Crimen de la Real Audiencia,
Antonio Caspe y Rodríguez, señaló la confabulación de dos grupos
en disputa: quienes criticaban a Sobremonte por impericia y quienes
buscaban la independencia (colocando a Álzaga como parte de este
último); c) que el general británico Auchmuty reconocía, en un in-
forme, que la ciudad estaba al mando de Álzaga. Veamos uno por
uno.
En primer lugar, debe señalarse que, en fuentes no tratadas por
Ruiz Moreno, como las actas del Cabildo de Buenos Aires (Acuer‐
dos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, 1926), o a partir de uno de
los testimonios más reputados sobre el tema (Nuñez, 1898), es
evidente que la destitución de Sobremonte fue motorizada por una
vigorosa movilización popular, acaudillada por una alianza entre
los comerciantes monopolistas y los hacendados bonaerenses, por
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Ruiz Moreno considera que Álzaga fue parte del grupo que buscó,
en la coyuntura de las invasiones inglesas, independizar al Río de la
Plata bajo los auspicios británicos. Para ello se vale, en primer lugar,
de un testimonio de Bernardino Rivadavia a Florencio Varela, de
1842, que prueba los vínculos entre el comandante británico
Beresford —preso en Luján— y los dirigentes de este grupo de
revolucionarios. No obstante, el comentario no solo elude cualquier
mención a Álzaga —aunque sí se nombra a Castelli—, sino que
otorga elementos que niegan la hipótesis de Ruiz Moreno, en tanto
Rivadavia asegura que el maltrato que Beresford dio a Castelli
«ocasionó la enemistad del Partido, que se ligó en daño del inglés
con los españoles realistas partidarios del monopolio» (Ruiz
Moreno, 2014: 133). Es decir que, según este testimonio, el intento
por independizar el Río de la Plata fue abortado rápidamente,
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Expuse a don Martín de Álzaga que tal vez hubiera sido más
acertado apoderarse de la persona de Peña, aunque me convencía
de los interesantes fines que se había propuesto en dejarlo
marchar, y que consideraba que el partido con que contaban era
sin duda poderoso y temible cuando había tenido el atrevimiento
de venir a proponerle un plan tan infame y criminal, cuya sola
gestión debía ponernos en el mayor cuidado: a lo primero me
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¿Republicano o monárquico?
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instaurar una junta. Pero antes que una prueba sobre el carácter
revolucionario de 1809, se ve el intento de dos revolucionarios que,
frente al restablecimiento del Rey en España buscaron detener la
represión por medio de una misión diplomática que lograra ganar
tiempo con promesas de sumisión que lejos estuvieron de cumplirse.
Y aunque Álzaga estaba preso, Ruiz Moreno intenta probar que
estaba de acuerdo con la destitución de Cisneros que votó el Cabildo
del 22 de mayo de 1810. Para probarlo plantea que uno de sus
aliados de 1809, el militar español Pascual Ruiz Huidobro, votó por
el cese del virrey. De allí se desprendería que existió un partido
alzaguista que alentó la Revolución. Pero una mirada más certera de
este episodio refuta tal idea. En primer lugar, Ruiz Huidobro votó el
pase del poder al Cabildo, diferenciándose de la propuesta final-
mente triunfante, de Cornelio Saavedra, de traspasar el poder a una
junta gubernativa. Es evidente que los españoles realistas notaron la
debilidad de Cisneros y buscaron tácticas alternativas para retener el
poder. Una de ellas fue la esgrimida por Ruiz Huidobro, y la otra la
del propio Cisneros, que luego del Cabildo se colocó a la cabeza de
la nueva junta gubernativa, que finalmente fue desarmada gracias a
la acción del partido revolucionario —y no del partido alzaguista—.
En segundo lugar, entre quienes votaron la permanencia del virrey
Cisneros se encuentra el corazón del partido alzaguista, es decir, sus
principales aliados: los dirigentes de la asonada de 1809 —Olaguer
Reynals, Francisco Neyra y Arellano e Ignacio Rezával— y sus
principales impulsores y defensores —José Martínez de Hoz,
Francisco Antonio de Beláustegui, Juan Bautista de Elorriaga, Juan
Ignacio Ezcurra, Juan Antonio Zelaya, Juan Fernández de Molina y
Norberto Quirno y Echandía—23. Evidentemente, el partido alza-
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el pago de los salarios a las milicias. Como los Oidores relatan, esto
provocó la resignación de los «buenos españoles».
Como podemos ver, una mirada más atenta y amplia del texto
enviado por los Oidores relega el papel de los europeos en el
proceso revolucionario, colocándolos en el lugar que efectivamente
tuvo la mayoría de ellos: el de antagonista de la revolución.
Otro tipo de problema encontramos en la utilización del tes-
timonio del cónsul norteamericano Miller, para filiar a Álzaga con el
proceso revolucionario. Ruiz Moreno cita la misma carta de 1812
que ya hemos mencionado, por la que el cónsul informaría a James
Monroe que «Dúdase poco que Álzaga hubiese sido un vigoroso
sostenedor de la independencia de este país, si se hubiese llevado a
cabo por un español europeo». Ruiz Moreno utiliza la traducción al
español de la correspondencia, editada por Manning. Pero si
observamos su original en inglés, nos damos cuenta de que la
traducción no es del todo acertada: It is little doubted, but that he would
have been a strenuous supporter of the independence of this Country if it
could have been effected by European Spaniard26. Dejando de lado
cuestiones formales, como que Álzaga ni siquiera aparece en la frase
original en inglés (su nombre debiera aparecer entre corchetes y
como nota del traductor), es evidente que la intención de Miller es
clarificarle a Monroe que la información que le va a otorgar es
dudosa (It is little doubted). Y a continuación, luego de un «pero»
(but), le escribe que Álzaga hubiera defendido (that he would have
been a strenuous supporter, una nueva suposición no comprobada) la
independencia, si ella hubiera sido efectuada o impulsada (if it could
have beene fected) por los españoles europeos (cosa que nunca
ocurrió). Evidentemente, se trata de una gran especulación y de allí
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pan a los pobres por sobre el impulsar una salvaje represión contra
(la mera posibilidad de) un movimiento de emancipación social?
Tales falencias exigen una mirada materialista de los sujetos
sociales que nos permita superar prejuicios personales y concep-
tualizaciones superficiales. En este sentido, no sería erróneo
considerar a Álzaga como «un conspicuo miembro de la más alta
sociedad de la capital del Virreinato». ¿Pero qué significa eso? ¿Qué
intereses concretos representaba? ¿A cuáles se oponía? Solo un
estudio sistemático de sus actividades, que ninguno de sus biógrafos
ha realizado, puede responder esta pregunta. Porque es falso que no
existan fuentes nuevas —o, mejor dicho, no utilizadas— para su
estudio: un análisis de los registros de navíos y de los protocolos
notariales, tanto de Buenos Aires, como de Montevideo, Sucre,
Potosí, Sevilla y Cádiz, se encuentra pendiente. Implica un esfuerzo
notable, es cierto. Pero la producción de conocimiento no puede
reducirse a la divulgación de ideas viejas o a la «interpretación» de
documentos ya conocidos. Un debate científico, no solo sobre
Álzaga, sino sobre la naturaleza de los enfrentamientos revolu-
cionarios de principios del siglo XIX, implica un arduo trabajo de
investigación inédito.
Notas
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become an unforgiving bigot in the new world, at the close of his days! (Gillespie,
1818: 123).
2 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sala IX, Cabildo de Buenos
Aires, Archivos, 1807, enero-abril, 19-5-6.
3 Asimismo, el 1 de agosto de 1807, el Cabildo escribió a sus apoderados en
España, mostrándole su preocupación por el crecimiento del comercio con
extranjeros y, una vez más, vinculando este tráfico con los «enemigos
domésticos». En septiembre de 1807, el síndico del Cabildo solicitó la
expulsión de ingleses, anglosajones y «todos los extranjeros que sean
sospechosos» del Río de la Plata.
4 De hecho, el Cabildo mantenía correspondencia cotidiana con la monarquía
e, incluso, exigía de ella el reemplazo de Liniers por el virrey de Lima, José
Fernando de Abascal.
5 «Carta de don Martín de Álzaga, alcalde de primer voto del Ayuntamiento
de Buenos Aires, dando cuenta con documentos de sus servicios y de las
proposiciones de independencia que le hicieron don Saturnino Rodríguez
Peña y don Manuel Aniceto Padilla, asociados e influidos por Beresford»
(Williams Álzaga, 1965: 333-353).
6 En primer lugar, una carta de Beresford a Álzaga no prueba su aceptación
del plan propuesto y, si se la lee completa, se ve que la respuesta del alcalde
evidencia un conflicto entre ambos. Por su parte, tampoco resulta menor que
la fuga de Beresford se logró, finalmente, sin participación alguna del alcalde
de primer voto. De hecho, no existió correspondencia entre Álzaga y
Beresford. En segundo lugar, los informes de Beresford que cita Ruiz
Moreno, que refieren a un partido revolucionario porteño y a la adhesión de
«los habitantes más notables de Buenos Aires», nuevamente refieren a
Castelli, y no a Álzaga. Y, finalmente, Ruiz Moreno debiera explicar por qué
alguien que aspira a erigirse en el poder haya rechazado la posibilidad de ser
reelecto, a principios de 1808.
7 «Llegó en aquella sazón el desnaturalizado Goyeneche: despertó a Liniers,
despertaron los españoles y todos los jefes de las provincias: se adormecieron
los jefes americanos, y nuevas cadenas se intentaron echarnos y aun cuando
éstas no tenían todo el rigor del antiguo despotismo, contenían y contuvieron
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Marcela Aguirrezabala*
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Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur.
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(…) como el ilustre cabildo de esa capital, por una parte, por otra
la mujer de Ribadavia, y por otra su apoderado, me hubiesen
hecho repetidas y muy vivas representaciones, implorando unos
y otros las omnímodas facultades de los virreyes y solicitando
todos el regreso pronto de este sujeto, entre todas las causas que
se alegaron para que yo suspendiese el destierro, la que me
pareció ser más eficaz, era la responsabilidad de Ribadavia a los
muchos depósitos que estaban a su cargo, de los cuales debía dar
razón puntual por sí mismo (Memorias de los Virreyes del Río de
la Plata, 1945: 378).
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(…) que hace tres días se presentó ante V.E. poniendo en sus
superiores manos una representación de su marido y supli-
cándole que antes de otro expediente pasar el dictamen del
Asesor General del Virreynato la causa de su esposo19.
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los géneros de más moda y que no sean listados hazle conocer del
maestro Rafael para que él hable con él y le diga la hechura como
ha de ser pues lo quiero a la inglesa, hazme hacer una bata de las
más de moda y lujo para la iglesia50.
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10 El ensayo referido a tres destacadas mujeres del siglo XIX desarrolla las
ideas sobre la identidad nacional y el lugar de la mujer en las nuevas re-
públicas a través de la correspondencia y de las conversaciones de Manuela
Sáenz, de la gran Colombia y su relación con Simón Bolívar, Mariquita
Sánchez de Argentina y su relación con Thompson, y de Carmen Arriagada
de Chile y su relación con Juan Mauricio Rugendas.
11 Representación de Ana de Otarola al Virrey, mediante la cual le hace llegar
una representación de su marido para que le permitan viajar a la Península.
S/f Buenos Aires, 23 de agosto de 1794. Archivo Histórico de la Provincia de
Buenos Aires (en adelante AHPBA), Real Audiencia (en adelante RA), 1794-
115-16.
12 Copia del Auto de la Real Audiencia en Acuerdo del Cabildo del 20 de
septiembre de 1794 (Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos, 1907: 392).
13 Ana María Otalora era hija del coronel José Antonio Gregorio de Otálora y
de Josefa Ignacia del Rivero y Cossio, habría de casar el 12/01/1788 con Benito
González Ribadavia, Abogado, Regidor, había nacido en Monforte de Lemos,
Galicia. Su primera esposa fue María Josefa de Ribadavia. viudo (Fernández
de Burzaco, 1990, V: 94 y 1988, III: 270).
14 Representación de Ana de Otarola al virrey, mediante la cual le hace llegar
una representación de su marido para que le permitan viajar a la Península.
S/f Buenos Aires, 23 de agosto de 1794. AHPBA, RA, 1794-115-16.
15 Segunda representación de Ana de Otarola al virrey, s/f. AHPBA, RA, 1794-
115-16.
16 Segunda representación de Ana de Otarola al virrey, s/f. AHPBA, RA, 1794-
115-16.
17Segunda representación de Ana de Otarola al virrey, s/f AHPBA, RA, 1794-
115-16.
18Segunda representación de Ana de Otarola al virrey, s/f. AHPBA, RA, 1794-
115-16.
19 Representación de Juan Viola al virrey, como apoderado de don Benito
González Ribadavia, s/f AHPBA, RA, 1794- 115-16.
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representaciones del enemigo en la prensa
periódica bonaerense durante la década de 1820
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Acabó por fin el infausto año 20, que será marcado con piedra
negra en los anales de nuestra revolución. Gracias a Dios que no
hemos sido sepultados en el abismo de desgracias, que se abrió
delante de nosotros. Gracias a los ciudadanos fuertes y virtuosos,
que han trabajado por salvar la Patria de la anarquía, y por
restablecer el orden público. Infamia y reato eterno a los autores
de tan grandes males. Jamás será pronunciado su nombre sin
indignación y nadie podrá dolerse de los desastres, ruinas y
trastornos de este fatal año 20 sin identificarlos con la execración
de su memoria (Gaceta de Buenos Aires, 1910, VI: 347).
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1821, un oficio por parte del nuevo gobierno de Salta que celebraba
la muerte de Güemes y la carta de un «sujeto respetable de Córdoba»
a otro de Buenos Aires en la que identifica como «facinerosos» a
Güemes y a Ramírez.
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Sin embargo, aclara que lo más importante era que para «otras gen-
tes será el defensor clásico de la libertad» (El Tribuno, 1826: 3).
En el número 13 del 22 de noviembre de 1826, El Tribuno pretende
«enmudecer» a su contrincante El Mensajero Argentino8 con quien
mantenía una disputa política que se hizo evidente en las sucesivas
ediciones de ambos periódicos.
En el año 1827, El Tribuno inició la edición de su segundo tomo y
redobló su advertencia a la facción contraria sobre una base de
adhesiones por parte de suscriptores y corresponsales que habían
acompañado la defensa de las garantías sociales, la denuncia de la
infracción a las leyes, los ataques a los abusos y arbitrariedades y la
defensa de la «causa de los pueblos», principales motivos del esfuer-
zo de la publicación que combatía al «despotismo», a la «anarquía»,
a las «pasiones innobles» y a los «manejos subterráneos» (Del Solar,
1907: 232-233).
En la edición del 10 de febrero de 1827, el periódico federal se
dirige al «servil mensajero», «miserable», «parásito del poder» y
«trompetero» de la facción unitaria por haberlo acusado del plagio.
En el mismo número se hace referencia a que El Tribuno había
criticado de torpe y anti política la conducta de El Mensajero porque
había «deprimido» al régimen monárquico con una manía ultra
republicana. Sin embargo, el periódico federal considera que la
«tolerancia» a las diversas formas de gobierno posibles era un efecto
de la «civilización» y es lo que defiende en este artículo, en especial
para propiciar las relaciones amigables con los «poderes europeos»,
particularmente con la monarquía inglesa que había sido la primera
en reconocer la «independencia» de estos territorios (El Tribuno,
1826‐1827: 489-496). Este intercambio entre los periódicos se daba en
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Consideraciones finales
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Notas
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otro, por ejemplo mediante una cita explícita, la segunda refiere a la inclusión
de rasgos específicos de una formación discursiva en otra. La presencia de
otros textos u otras formaciones discursivas en un texto sometido al análisis
permite plantear la problemática sobre los modos de circulación de discursos.
Estos no poseen capacidad de acción independiente sino que su movilidad se
inscribe en el conjunto de opciones que realiza el agente en el proceso de
producción (Mozejko y Costa, 2000).
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San José de Córdoba (1829‐1831)
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buscaba obtener una renta que les permitiera sustentarse sin con-
sumir el capital que poseían. Por ello, las inversiones que realizaban
se orientaban al largo plazo y a mecanismos que proporcionaran
una renta suficiente para mantenerse sin arriesgar su capital. En
otras palabras, más que buscar una mejor rentabilidad apuntaban a
una mayor seguridad. Con ese fin adquirían inmuebles y otorgaban
préstamos de dinero (censos consignativos y depósitos). Las casas se
alquilaban, como ocurría con otros conventos femeninos en Indias y
en la Península (Soriano Triguero, 2000: 11-31), o se entregaban a
censo enfitéutico (von Wobeser, 1995: 51-61)26. Los bienes hipote-
cados, gravados con censos a favor de las carmelitas, eran variados,
pero se concentraron sobre todo en viviendas dentro de la traza
urbana. También podían hipotecarse capellanías. Al funcionar como
unidad crediticia, debido a los numerosos censos consignativos
otorgados a particulares de la sociedad cordobesa, el monasterio de
San José obtuvo propiedades muebles cuando sus deudores no
pudieron cumplir con las obligaciones de pago.
Como en los siglos anteriores, el monasterio de carmelitas des-
calzas continuó invirtiendo el dinero percibido por el pago de las
dotes en préstamos a particulares. Por ejemplo, en 1806 don Tomás
Montaño se había convertido en deudor del monasterio por una
cantidad de mil pesos de principal. Seis años después quien había
sido su fiador, don Ambrosio Funes, pidió que se lo eximiera de la
obligación por lo que don Tomás nombró, con el consentimiento del
obispo Orellana, a dos nuevos garantes, sus hermanos políticos don
Narciso Moyano y don Pedro Juan González. Ambos se compro-
metieron a saldar la deuda en un plazo de cuatro años27.
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Conclusión
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Notas
1 Por citar solo algunos, cfr. Ayrolo (2007); Ayrolo, Barral y Di Stefano (2012);
Calvo, Di Stefano y Gallo (2002); Di Stefano (2004); Troisi-Melan (2008).
2 En la ciudad de Buenos Aires no hubo monasterios femeninos hasta bien
entrado el siglo XVIII. En 1745 se inauguró el de Santa Catalina de Sena para
monjas dominicas y unos años después el de Nuestra Señora del Pilar de
Zaragoza, para capuchinas (Fraschina, 2010). Hasta ese momento, las mujeres
que deseaban abrazar la vida religiosa se dirigían a Córdoba para ingresar en
algunos de los dos monasterios que allí se habían levantado, el de Santa
Catalina de Sena, un monasterio calzado o el de San José, para carmelitas
descalzas.
3 Las de velo negro se preparaban fundamentalmente para el rezo del Oficio
Divino, que se llevaba a cabo en latín. Eran monjas contemplativas cuya tarea
principal consistía en lograr la unión con Dios por medio de la oración
mental y vocal. También tenían momentos dedicados a su formación
espiritual, que llevaban a cabo mediante la lectura de textos de mística y de
ascética. Realizaban los más diversos oficios, ocupándose de la dirección del
monasterio, la formación de las novicias, la contabilidad de todas las entradas
y los gastos, la conducción del rezo, la organización de las lecturas y de todos
los actos litúrgicos, el control de lo que ocurría en el locutorio y los tornos y
las compras para la despensa, la ropería y la sacristía. Las de velo blanco no
tenían acceso al rezo del Oficio Divino en latín, sino que debían rezar un
determinado número de Avemarías y Padrenuestros en las distintas horas
canónicas. Tenían la obligación de asistir diariamente a misa y debían ocupar
el resto del tiempo en tareas corporales como cocinar, lavar la ropa y limpiar
las dependencias monásticas. Tareas que llevaban a cabo personalmente o
bien dirigían a las donadas y esclavas para que las realizaran. Debido a que
las monjas de velo negro o blanco realizaban tareas muy distintas, eran
formadas durante el noviciado en dos grupos separados. Igualmente la dote
que cada una entregaba al momento de ingresar era distinta. Para las monjas
de velo negro estaba indicada en dos mil pesos y en quinientos para las de
velo blanco.
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4 A modo de ejemplo, en los primeros treinta años del siglo XVIII ingresaron
11 religiosas, seis de ellas provenientes de Córdoba y las restantes de las ciu-
dades de Santa Fe, Buenos Aires, Salta y Andaguaylas. En las tres primeras
décadas del siglo XIX hubo 18 profesiones: tres hermanas que provenían de
la ciudad de Jujuy, cinco de la ciudad de Córdoba y las restantes del curato
de Río Segundo, del de Tulumba, del partido de Río Tercero Abajo y del
curato de Río Cuarto.Vecino al curato de Calamuchita ubicado al suroeste de
Córdoba, fundado en 1762, se encontraba el de Río Tercero, fundado diez
años después, que constituía el límite con los indios del sur. Hacia fines del
siglo XVIII este curato se dividió en dos: Tercero arriba y Tercero abajo. La
cabecera de este último fue Villa Nueva del Rosario.
5 María Lucía Álvarez era natural del Río Segundo abajo, en el partido y curato
de los Ranchos. Tenía 28 años y era hija legítima de don José Bernardino
Álvarez y doña Feliciana Argüello.
6 Teresa Caldas era natural de Córdoba e hija de José Caldas, portugués y de
Margarita Guzmán, ya fallecido al momento de la profesión. Había cumplido
los 23 años y, según lo que se escribió en la «exploración de la voluntad»,
«cada día está más firme en su determinación de haber elegido el estado
religioso». Entró en la vacante dejada por Teresa Luisa de San Ángel quien
había fallecido el 3 de marzo de 1802 alrededor de las tres de la tarde, anciana
y tullida de los pies por varios años. Se trataba de una de las declaradas
huérfanas de la ciudad que había ingresado para servir en el convento en
1737.
7 Teresa de los Dolores se apellidaba Fernández, natural del Partido de Santa
Rosa, que pertenecía antes al curato de Río Segundo. Sus padres, ambos con
vida en el momento en que profesó, eran don Mayoriano Fernández y
Petrona Gigena, ambos feligreses del expresado Partido.
8 En la vacante dejada por Luisa del Santísimo Sacramento, fallecida un 4 de
mayo de 1824 a las dos de la tarde, luego de haber recibido los sacramentos
tras una larga enfermedad, ingresó María Lorenza Alba. Proveniente del
Cerro de Intihuasi, curato de Río Cuarto, era hija legítima de Antonio Alba y
de Celedonia Echenique, tenía 29 años. Luego de entregar una dote de 500
pesos, el día 17 de junio renunció a sus bienes y legítimas en favor de su
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priorato entre los años 1807 y 1810, actuando como clavaria hasta el día de
su fallecimiento.
12 Juana María Haedo profesó en 1787. Fue elegida priora en 1810, cargo que
ocupó hasta 1813 y, desde ese momento y hasta su muerte, sirvió como cla-
varia. Falleció el 20 de noviembre de 1835 a las 3.30 horas, después sufrir una
terrible enfermedad, que la mantuvo seis meses en la cama llagada y con
fuertes dolores.
13 María Alberta de Santa Teresa, en el siglo apellidada Baigorri, había
ingresado en enero de 1790. Hija del sargento mayor Roque Baigorri y de
Jacinta Álvarez, vecinos de Córdoba. Poseía en heredad junto a su hermano
Gabriel la estancia de la Falda de Soconcho, que fuera parte de una antigua y
amplia merced del Valle de Calamuchita, que se repartió entre varios de los
colonizadores recién llegados a la región. Para el Siglo XVIII parte de ella la
heredó don Juan Clemente Baigorri de los derechos del alcalde Melchor
Ramírez Camacho, con Francisca de Cáceres (Page, 2012: 11). Ejerció el
priorato durante los trienios 1816-1819 y 1824-1827. Su hermana menor,
María Luisa, profesó en 1809. María Alberta había ingresado al monasterio en
1790 y ejerció el priorato durante los trienios 1816-1819 y 1824-1827. Era hija
de Roque Baigorri y hermana mayor de sor María Luisa, profesa de velo
negro que ingresó en 1809.
14 En el siglo, Elía, proveniente de Buenos Aires, había ingresado en 1798 a los
21 años de edad. Fue priora durante el trienio 1822-1824 y 1832-1835.
15 Archivo del Arzobispado de Córdoba (en adelante AAC), Legajo 59, Monjas
Teresas, Carta al Sr. Provisor y gobernador del Obispado doctor Pedro
Ignacio Castro, sin firma y sin fecha.
16 En Buenos Aires hubo manifestaciones notables como la adhesión de la
mayoría del clero a los ingleses, la sumisión del cabildo y la Audiencia —con
sede en Buenos Aires—, la incapacidad del imperio español de defender el
virreinato en el terreno militar o de tomar la dirección política de la
resistencia, la creación de milicias urbanas en las que prevalecieron criollos,
lo que produjo su incipiente ascenso social (Gorriz, 2007).
17 Las facciones cordobesas, los jesuitas y antijesuitas, luego devenidos en
funistas y sobremontistas respectivamente, se habrían puesto de relieve con
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para el uso de los ejércitos, se les exigió erogar sumas en metálico para
financiar las guerras, unos fueron sindicados de realistas y otros de patriotas
y fueron prisión de mujeres de ambos bandos, así como lugares de
ocultamiento. La política, que había irrumpido de pronto en la ciudad,
irrumpió también en los conventos igual que antes, pero ahora con apremio y
desconcierto» (Serrano, 2009: 505-535).
41 AAC, Monjas Teresas, Legajo 8, Tomo I, Señor Provisor y Gobernador del
Obispado.
42 AAC, Historia del Monasterio de Santa Teresa, Legajo 59, Principales que
están corrientes…, «Iten a los 21.900 pesos de principales corrientes y que
pagan en plata corrientemente se debe agregar la escritura del finado Cabral
(que actualmente está en autos) de cantidad de 1600 pesos y son dichos prin-
cipales 23 500 pesos y sus réditos anuales son 1175 pesos.
Iten se advierte que el cuarto en que yo vivo, y la esquina y trastienda
contigua a él, se trabajaron también con parte de la dote de una religiosa y
que actualmente y desde ahora nueve años no reditúan cosa alguna. El cuarto
en que yo vivo porque me lo tienen prestado con respecto a que esté más
cerca del convento por lo que ocurre a cada paso; si bien yo no me
desentiendo de hacer los socorros que puedo y la esquina porque la tienen
prestada al mulato Elías que en ella trabajó todas las tallas del retablo, el
sagrario, y otras obras sin interés y está pronto a trabajar cuanto se le pida
para el convento».
43 AAC,Monjas Teresas, Legajo 8, Tomo I, Expediente de la gracia, f. 9.
44 AAC, Monjas Teresas, Legajo 8, Tomo I, Expediente de la gracia, Córdoba,
1815. «Sr. Provisor Vicario General y Gobernador del obispado don Juan
Francisco de Castro y Careaga. Habiéndoseme notificado por el notario
eclesiástico el decreto de V.S. de 22 del corriente, consecuente al del supremo
Director de estas Provincias de 27 del inmediato enero, para que como síndico
que soy del Monasterio de Santa Teresa de esta ciudad, dé razón dentro de
ocho días de la cantidad que hay perteneciente a la fábrica de la iglesia del
citado monasterio: debo hacer presente a V.S. que no hay renta alguna
destinada para la fábrica, sino que todo el gasto, que se impende en cera, pan y
vino y los paramentos necesarios, sale de los réditos que producen los capitales
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49 Debe tenerse en cuenta que las religiosas mantenían estrechos vínculos con
sus familias de origen, cuya lealtad al rey y sus delegados nunca había sido
puesta en entredicho hasta 1810.
50 El 17 de abril de 1817, a los 20 años de edad, profesó Josefa Catalina
Martínez y Pérez. Sería recordada por ser la fundadora en Salta del convento
de carmelitas de San Bernardo. Doña Josefa era descendiente de uno de los
linajes más distinguidos de la ciudad como era el de los Cabrera.
51 AAC, Legajo 59, Monjas Teresas, Su Ilustrísima, sin fechar.
52 En 1806 profesó Manuela de Jesús María y José, en el siglo, Jacinta Isasi. Era
hija de Juan Bautista Isasi y Juana Echenique y Villafañe. Juan Bautista se
convirtió por matrimonio en yerno de José Gregorio Echenique, enlazándose,
a su vez, con los Cabrera. La familia Echenique monopolizaba las varas con-
cejiles en esa época.
53 Juana María Haedo, en religión, Juana María de San Alberto, había pro-
fesado en 1787 y murió en 1835. Familiar directo del coronel unitario José
Tadeo de Haedo, fusilado por las tropas federales.
54 Se trataba de María del Rosario de la Santísima Trinidad, natural de la villa
de Tulumba, hija del comerciante y estanciero Guillermo Reynafé y de doña
Claudia Hidalgo de Torres. AMSJ, Libro de las profesiones, ff. 56 r. al 58 r. A
María del Rosario le atrajo la vida religiosa. Ingresó como pensionista en 1802
al Colegio de las Huérfanas de Córdoba y en 1809 tomó los hábitos como
beata, con el nombre de María del Rosario de la Santísima Trinidad. Pasó en
1819 al monasterio San José, donde recibió el hábito de la Orden del Carmelo
descalzo y vivió allí por 35 años; fue priora y madre del Consejo. Falleció el
12 de octubre de 1855 después de haber padecido una penosa enfermedad
por tres años. María del Rosario era hija de doña Claudia Hidalgo de Torres y
de Guillermo Reynafé, fuerte comerciante irlandés que operaba traficando
mercadería y hacienda entre Córdoba, Santiago del Estero y Salta y que se
afincara en Tulumba aproximadamente hacia 1770. Dueño de la estancia “Los
Manantiales” criará allí a sus 12 hijos. Entre ellos se destacarán en la vida
política José Ignacio que llegará a ser gobernador (Ferreira Soaje, 1974: 4-13).
55 AAC, Legajo 59, Monjas Teresas, Carta al Sr. Provisor y gobernador del
Obispado doctor Pedro Ignacio Castro, sin firma y sin fecha.
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Las guerras civiles en la clausura: el monasterio de…
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De los autores
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Se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2016,
en la Ediuns, Santiago del Estero 639, Bahía Blanca, Argentina.
Se imprimieron 150 ejemplares