Está en la página 1de 3

DEBILIDAD HUMANA vs FIDELIDAD DE DIOS

Romanos 8.28-39; vs.31,32.

El creyente enfrenta luchas interiores y también tentaciones. Hay momentos en los cuales puede sentir
que “no da más”. Esto sucede en el caso de luchas repetitivas –conocidas también como debilidades-. Lo
que llamamos debilidad puede ser la tentación que usualmente usa el enemigo contra el creyente. PERO
ASI COMO LA TENTACION NO ES PECADO, ENTONCES LA DEBILIDAD TAMPOCO LO ES.

Por otro lado, pueden existir áreas de debilidad espiritual, por ejemplo, el orgullo, el resentimiento, la
sensualidad, etc.; esto es, áreas sobre las cuales el enemigo lanza sus dardos, sus malignas tentaciones.
PERO ESO NO SIGNIFICA QUE EL CREYENTE ESTE EN PECADO.

El típico ataque maligno consiste en “amplificar” esa debilidad, trayendo tristeza al corazón del
creyente, haciéndole sentir miserable y pecador. Lo que quiere es desalentar al creyente a seguir
creciendo en el Señor, esto es, venciendo sus debilidades, y cumpliendo con el propósito de Dios para su
vida. Cuando el enemigo logra hacer creer al creyente que esa debilidad es un pecado, que Dios está
enojado con él, entonces el peligro es muchísimo mayor. ¿Qué hacer?

Primero: La batalla en el interior del creyente

En primer lugar, debemos tener en mente una gran verdad: Una cosa es que tengas una batalla interior,
alguna área de debilidad, otra que seas derrotado por ella. ¿A qué se debe esto?

La Biblia llama “carne” a nuestra naturaleza humana caída, vendida y esclava del pecado. Esta
naturaleza vieja está crucificada con Cristo, y muerta, no obstante, observamos que hay períodos en los
cuales parece “resucitar” y trae aflicción al creyente, al que teme a Dios. (Quien no tiene temor de Dios
no siente ninguna aflicción cuando es tentado) Es como si aparecieran tentaciones ya olvidadas, o
reacciones que no esperábamos, etc.

En algunos creyentes hay luchas interiores muy duras. Están batallando. Están luchando en ayuno, en
oración, en clamor delante de Dios. Otros creyentes, aparentemente, no tienen lucha alguna; pero
notan que hay tiempos en los cuales enfrentan situaciones espirituales que los pueden entristecer.
(Recuerdo, para ilustración, cuando un querido hermano, lleno de Dios y del Espíritu Santo, un día se
encontró en la iglesia con otro hermano que años atrás había vertido comentarios muy crueles contra
él. Se sintió tan mal, que llorando me dijo: “Pastor, no puede estar cerca de él; no quisiera verlo”. Yo me
quedé preocupado: “Este es un precioso hombre de Dios, un santo y de oración….¿por qué ahora está
así?. La respuesta era simple: Era y es un santo, pero ese momento difícil sacó a luz una debilidad
espiritual. Por la gracia de Dios, oramos, lo guié a perdonar….y ahora son muy buenos amigos)

Segundo: La carne –la vieja naturaleza- genera aflicciones. Es un instrumento del enemigo, y en el
momento menos esperado puede causar una tristeza al corazón porque desea pecar, desea sucumbir a
la tentación. Nuestro Señor dijo: “En el mundo tendréis aflicción”, sin embargo, para que no quedemos
sin esperanza y sin solución, añadió: “pero confiad, yo he vencido al mundo”. El mundo es el elemento
usado por Satanás para tentarte.

Tercero: La carne NUNCA reconoce lo que Dios nos ha dado, lo que Dios ha hecho por nosotros a través
de Jesucristo. Todo lo contrario, ella se enfoca en la debilidad: “Yo soy así; ya nada puedo hacer. Tal vez
un día Dios tenga misericordia de mí” ….y un largo etcétera de excusas, racionalizaciones, escapes, o
autocompasiones…

Cuarto: La carne siente que jamás ha recibido nada de Dios. “Yo le pedí a Dios, y El no me dio”. Esta
afirmación es triste, porque le sigue otra pregunta: “Si Dios no te dio, entonces, ¿el diablo te lo va a
dar?”. Normalmente, es en este punto cuando el creyente se desalentó y ya no quiere batallar más. El
enemigo logró engañarle.

Quinto: Grandes hombre de Dios enfrentaron sus debilidades, y vencieron. Santiago nos dice que Elías –
aquel profeta extraordinario- era un hombre con pasiones semejantes a las nuestras. El propio Pablo
escribe: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”. No eres el único con tus debilidades. No eres el único
al cual Dios va a ayudar para que seas un vencedor todos los días.

Más aún, Santiago escribe que ninguna tentación procede de Dios; pero cuando son permitidas por Dios,
y las soportamos, hay dos grandes consecuencias: Primero: El desarrollo de la PACIENCIA, de la
RESISTENCIA, del VALOR; y segundo, LA CORONA DE VIDA. Entonces, positivamente hablando, aun
cuando las debilidades parecen cobrar fuerza, DIOS ESTA EN EL CONTROL DE LA SITUACION ESPERANDO
UNA RESPUESTA CORRECTA DE NUESTRA PARTE, o sea, AFERRARNOS A EL Y A SU PALABRA.

Segundo: El amor de Dios y nuestra debilidad

Dios no nos ama menos porque tenemos alguna debilidad con la cual luchamos.

La carne quiere que “compremos o mendiguemos” el amor de Dios. Ella te susurra: “Hoy día has orado y
leído tu Biblia, entonces ahora Dios está contento y feliz contigo. Ahora El te ama”. Pero si al día
siguiente no lo haces, esa misma carne te susurra: “Hoy día Dios no está feliz contigo”. ¿Acaso Dios es un
títere de nuestra condición espiritual? ¿Acaso El se mueve en la dirección de nuestro nivel espiritual?
¡No! El nos ama, incondicionalmente, porque SOMOS SUS HIJOS. Si El nos amó tanto cuando aún éramos
pecadores, ¡cuánto más hoy! (Romanos 5.8)

Tercero: La fidelidad de Dios –Su Palabra es firme-

La fidelidad de Dios es una poderosa ancla para nuestra alma. Su palabra no cambia. Su palabra no está
sujeta a los vaivenes de nuestra vida.

La Biblia dice que por medio de Jesucristo estamos RECONCILIADOS CON EL, que somos SUS HIJOS, que
somos JUSTOS para El. Y todo esto NO CAMBIA MAS. Mis luchas y debilidades no cambian la promesa, la
estabilidad de Su palabra, ni tampoco Su manera de pensar. DIOS ES CONSTANTE.

Cuando pensamos que debido a alguna debilidad Dios no nos quiere más, estamos pensando que la
muerte de Jesucristo no fue eficaz, que ella realmente no nos salvó, no nos transformó, ni que su sangre
nos limpió. Pero la gloriosa verdad es esta: LA MUERTE DE JESUCRISTO ES MAYOR QUE TU DEBILIDAD.

La única forma de que nuestra carne esté BIEN CRUCIFICADA es apropiándonos por la fe de lo que Jesús
ha hecho por nosotros: Nos ha salvado, nos ha santificado, nos ha justificado, nos ha redimido, nos ha
hecho libres, nos lleva al cielo, nos da victoria todos los días. LA FE ACTUA COMO LOS CLAVOS QUE
CRUCIFICAN LA CARNE.

Tenemos que creer en Su Palabra, esto es, EN LO QUE EL DICE ACERCA DE TI. Recuerda: La verdad más
importante en tu vida es la verdad de Dios acerca de ti. Lo que El piensa de ti es lo que importa
eternamente.

Cuarto: Viviendo victoriosos sobre la carne

a) Reconocer la existencia de alguna debilidad. Esto es, para batallar contra ella. Para estar prevenidos.
b) No es pecado reconocer la debilidad. El pecado es ceder y ser esclavo de la debilidad.
c) La victoria no es la ausencia de la debilidad, sino el crucificar la debilidad –con Cristo-, y vivir sobre
ella.
d) Aprender a concentrarnos en la fidelidad de Dios, y NO en la debilidad humana. Cuando el creyente
se mira hacia adentro solo encontrará fracaso; pero si mira a Cristo, confía en su Palabra, su vida se
llena de la victoria que el Señor le otorgó en la cruz.

Concluyendo:

a) Si hoy somos creyentes, y estamos adorando a Dios, es porque DIOS HA SIDO FIEL. No porque
somos débiles, o porque de nosotros haya salido alguna fuerza especial para vencer la debilidad.
b) Dios nos concede, en todo tiempo, gracia y poder para vivir venciendo toda debilidad. Recuerda que
en Cristo ere más que vencedor, y aquellas debilidades NO TE DERRIBARAN. Por el poder
sobrenatural de Dios tú vivirás sobre ellas.
c) Tú no estás sujeto a ninguna debilidad; ellas están sujetas a ti.
d) Sobre todas las cosas: La fidelidad de Dios es mayor que nuestra debilidad.

También podría gustarte