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Toda mujer cristiana es una guerrera, pero ¿qué significa eso? En el contexto militar, una guerrera es una mujer entrenada para luchar y
derrotar a sus enemigos utilizando la fuerza y la estrategia. Ella se enfrenta al peligro con valentía para defender su causa. Una guerrera no
huye de la lucha.
Las guerreras de Dios luchan por la causa de Cristo, por el evangelio que se esfuerza en ganar almas para el Señor . Y la guerra en
la que se encuentran es muy real.
INTRODUCCIÓN: La sociedad de hoy pone mucho énfasis en nuestro aspecto exterior: la ropa, el cabello, el maquillaje... Se valora
excesivamente cómo nos vemos, lo que llevamos puesto, las marcas que usamos. ¡Qué bueno saber que Dios no se fija en eso! Sí, él
desea que nos cuidemos, que nos alimentemos bien y vigilemos nuestra salud. Pero a nuestro Padre celestial le interesa aún más nuestro
crecimiento espiritual.
Dios anhela que cada una de nosotras reciba su amor. Su amor nos llena, nos transforma y nos capacita para bendecir a los demás en su
nombre. No hacemos esto por nuestras propias fuerzas. Necesitamos cultivar una comunión diaria con Dios y permitir que su Espíritu
Santo nos llene. Cuando abrimos nuestro corazón a su mover, él comienza a limar las asperezas de nuestra vida y a capacitarnos para
que seamos de bendición a otros. Puede que sea un proceso largo y hasta doloroso, pero vale la pena.
DESARROLLO DEL TEMA: En la Biblia hay unos versículos muy conocidos que nos hablan sobre la mujer que teme al Señor. Se
encuentran en Proverbios 31:10-31. A muchas mujeres nos intimida ese capítulo, porque lo vemos como una lista inacabable de deberes
por hacer... Sin embargo, ese capítulo contiene en realidad las enseñanzas de una madre para su hijo "el rey Lemuel". En los versículos 1-
9 ella le advierte sobre la inmoralidad sexual. El resto del capítulo habla sobre la mujer virtuosa que teme al Señor, esa que sería buena
como esposa para el rey Lemuel.
Es en esa sección que encontramos los dos versículos base para nuestro estudio de hoy, Proverbios 31: 25-26.
Prestemos atención porque aquí encontramos una vestimenta que nos hará brillar y triunfar de verdad. Junto con la armadura de Dios en
Efesios 6:10-18, estos dos versículos de Proverbios nos hablan de la mejor vestimenta que podemos llevar. Aquí en Proverbios 31:25 se
nos habla de fuerza, de dignidad y de una gran seguridad. Luego, en el versículo 26, leemos sobre la sabiduría y la instrucción amorosa.
Veamos cada una de las frases en detalle.
SE REVISTE DE FUERZA Y DIGNIDAD: La mujer que teme al Señor está vestida de fuerza y de dignidad. ¡Qué vestidos más
maravillosos! ¿Cuántas veces vamos por las vidas cargadas de problemas, pensando que no podremos salir adelante? Los afanes del
hogar y del trabajo, los problemas sociales que nos rodean... Necesitamos detenernos a orar y pedir al Señor que nos dé su fuerza, esa
que nos ayuda a fijar nuestros ojos en Dios y no en los problemas o dificultades de la vida.
Es al detenernos en su presencia que logramos sentir el abrazo del Señor llenándonos de fuerza y de ánimo. Nuestra confianza en él
crece y vemos las cosas de otra manera. Sabemos que Dios puede obrar y que lo hará a su debido momento. Mientras esperamos,
recibimos el ánimo y la fuerza necesarios para seguir adelante con la frente alta, con dignidad, confiadas en nuestro Papá. Porque
sabemos que en él estamos completas (Colosenses 2:9-10).
NO TEME AL FUTURO: Esta mujer no teme al futuro, más bien lo afronta con seguridad porque sabe quién tiene el control: su Padre
celestial. Como un bebé que duerme en los brazos protectores de su papá, nosotras podemos descansar confiadas sabiendo que Dios
tiene nuestro futuro en sus manos. Sabemos que él obrará en medio de cualquier situación que tengamos que afrontar. Nuestro Padre nos
ayudará venga lo que venga. ¡Preciosa certeza!
En la sociedad de hoy nos enteramos de los problemas del otro lado del mundo casi tan rápido como si ocurrieran en nuestro propio
barrio. Esto nos puede causar ansiedad: las enfermedades, las guerras, los conflictos, el desempleo... Puede ser una carga demasiado
pesada para nosotras. Entreguemos todas nuestras preocupaciones al Señor. El futuro está en sus manos. No nos afanemos por lo que
no podemos controlar o ni siquiera sabemos si sucederá. Confiemos en nuestro Señor y descansemos en él.
HABLA CON SABIDURÍA: ¿Cómo son las palabras que salen de nuestra boca? ¿Son palabras de ansiedad? ¿Son palabras hirientes?
¿Son chismes? ¡Evaluemos nuestras palabras! Busquemos la sabiduría que viene de Dios y hablemos cosas que reflejen su corazón
(Santiago 3:17). Nuestras palabras muestran nuestro nivel de madurez en el Señor. Según crecemos en nuestro andar con Dios nuestras
palabras tenderán más a edificar y bendecir.
La Biblia dice que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34-35). Por esta razón, si deseamos hablar con sabiduría
necesitamos llenar nuestra mente y nuestro corazón con la sabiduría que se encuentra en la Palabra de Dios. ¿Cuánto tiempo pasamos al
día leyendo cosas que no edifican o viendo series que no nos aportan gran cosa? Sí, está bien tener algo de tiempo de ocio, pero no
bajemos la guardia. Vigilemos lo que dejamos entrar en nuestra mente y en nuestro corazón.
Busquemos cosas que nos edifican. Crezcamos en el Señor y en su sabiduría. ¡Leamos su Palabra!
ENSEÑA CON AMOR Y CON BONDAD: Por último, la mujer que teme al Señor no solo crece en fuerza, en dignidad, en seguridad y en
sabiduría, sino que aporta a la vida de otros enseñándoles con amor y con bondad. ¡Recibimos para dar! Podemos enseñar con nuestras
palabras y con nuestras acciones. Podemos ser ejemplo de bondad y de amor a los que nos rodean. ¡Podemos marcar la diferencia en
este mundo!
Comenzamos con los más cercanos: nuestra familia, nuestros vecinos, los hermanos de la iglesia. De ahí, nuestra influencia se extiende a
la gente con la que trabajamos y al vecindario en general.
¿Qué enseñamos a los demás? ¿Enseñamos a decir gracias y buenas tardes? ¿Honramos a los demás en nuestro trato diario?
¿Hablamos bendición sobre los demás? Hay muchas maneras de enseñar, probablemente la mejor es con nuestras acciones. Seamos
bondadosas y demos amor. Podemos impactar a los demás con solo sonreír y tratarlos con dignidad. No seamos perezosas en dar lo que
nos gustaría recibir de parte de los demás.
CONCLUSIÓN: Son muchas las cosas buenas que podemos aportar a esta sociedad. ¡Hagámoslas! Bendigamos a los que nos rodean,
movámonos en amor. Es verdad que no lo lograremos solas. Lo haremos con las fuerzas que el Señor nos da. Que nuestro deseo sea de
vestirnos cada día más de él, que su corazón y sus actitudes vengan a ser nuestra norma. Pidamos al Espíritu Santo que nos llene y nos
capacite para impactar a nuestras familias y a la sociedad que nos rodea en el nombre de Jesús, con su amor y su poder.
UNA MUJER QUE ALEGRA EL CORAZÓN DE DIOS
¿Has conocido una de esas mujeres que parecen brillar con una luz especial? Que cuando llegan a un lugar
imparten paz, gozo y optimismo. No hablamos de belleza exterior, maquillaje o ropa lujosa. Tampoco hablamos de
sonrisas forzadas y practicadas. Se trata de esa belleza que refleja la paz de un corazón perdonado y enamorado del
Padre celestial.
La Biblia nos anima a que, como mujeres cristianas, reflejemos el carácter de Cristo. Esto trae alegría al corazón de
nuestro Padre celestial. ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué distingue a una mujer que ama a Dios?