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LA LUCHA CONTRA LAS TENTACIONES

Hemos escuchado al apóstol Santiago en la primera


lectura que dice:

Beato l'uomo che resiste alla tentazione perché, dopo


averla superata, riceverà la corona della vita, che il
Signore ha promesso a quelli che lo amano.

Las tentaciones, junto con esa infinidad de pruebas


que nos puede pasar, conforman el camino ordinario
de la santidad y como dice San Pablo, “nos es
necesario todo género de tribulaciones para entrar
en el reino de los cielos”

A lo largo de toda la vida espiritual el alma tendrá


que luchar, porque com decía el justo Job “milicia es
la vida del hombre en este mundo”.
Cada prueba son medios de madurez en la vida
espiritual y tienen diferentes sentidos, si las miramos
con ojos sobrenaturales. Todas ellas, sean las que
sean, tienen –entre otras cosas– una función
purificadora, de madurez, de conocimiento propio,
etc, etc.
Hay luchas o penas que provienen de lo exterior

1.La prosperidad y la adversidad


2.Calamidades públicas y privadas
3.Riquezas y pobreza
4.las dificultades en las relaciones con el prójimo

Las pruebas que provienen del cuerpo y del espíritu


1.La salud y la enfermedad. Las consecuencias de
la enfermedad
3.La desigual distribución de los dones naturales

Las pruebas en los bienes de opinión


1.Reputación
2.Las humillaciones
3.Persecuciones de parte de las personas buenas.
Incomprensión,etc

2.Los fracasos y las faltas. Fracasos en las obras


de apostolado, Fracaso en nuestra propia
santificación, El fracaso en el trato con las almas,
Nuestras propias faltas…

Las pruebas interiores en general:


1.La lucha contra el amor propio
4.Los consuelos y las arideces
5.Las tinieblas, la insensibilidad, etc
1.Las tinieblas del espíritu
2.La insensibilidad del corazón, los disgustos,
etc...
3.Las impotencias de la voluntad
6.los temores y escrúpulos
Etc.
La tentación, como la define Tanquerey, es una
solicitación al mal, que proviene de nuestros
enemigos espirituales.
Como decía el P. Buela:
Tentación contra la fe es no darse cuenta que el
primer e incuestionable fruto es ¡estar ahí!.
considerar las dificultades como insuperables.
querer ver los frutos apostólicos. Tal vez nunca vea el
misionero frutos apostólicos de envergadura. En otros
lados, fructificarán, porque no hay acciones que no
realice algún miembro del Cuerpo Místico que no
redunde en bien de todo el cuerpo
En última instancia, la gran tentación de desconfiar de
la providencia de Dios: Dios es infinitamente grande,
Dios es infinitamente poderoso, y está en todas partes
Otra tentación es imaginarse mejores destinos, aun
teniendo allí un sagrario y una imagen de la Virgen. Y
el mejor destino siempre es aquél al cual hemos sido
destinados.
Última tentación de las tantas que podríamos poner
dentro de las tentaciones contra la fe: olvidarse que el
Espíritu Santo es “el protagonista de la misión”
Son tentaciones contra la caridad el no aprovechar las
dificultades de la misión para amar más a Dios hasta
vivir la vida unitiva; no aprovechar para amar más al
prójimo en todas esas circunstancias difíciles que le
toca vivir al misionero; dejar pasar oportunidades
para practicar las obras de misericordia, tanto
espirituales como corporales. No entender que sólo la
caridad de Cristo salvará al mundo. No son nuestros
programas, no son nuestros métodos, no es nuestra
sabiduría; sólo es la caridad de Cristo la que salvará al
mundo.

La necesidad y utilidad de las tentaciones (nº 141).


El ejemplo del Señor al sufrir los embates del demonio
en el desierto será siempre fuente inexhausta de aliento
para los religiosos. Porque quiso darnos fuerza contra
las tentaciones: venció "nuestras tentaciones con las
suyas"1; para que nadie, por muy santo que sea, se
tenga por libre de ser tentado: Hijo mío, si te das al
servicio de Dios, prepara tu ánimo a la tentación (Qoh
2,1); para enseñarnos con qué prontitud y firmeza, y

1
San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, XVI, 1.
con qué justicia, hay que vencer las tentaciones del
demonio
Nuestra reacción frente a ellas (nº 142).
No es buena señal el asustarse de tener grandes y
graves tentaciones, y darles importancia desmedida,
por dos razones: 1ª, "El Cristo Total era tentado por el
diablo ya que en El eras tú tentado...Reconócete a tí
mismo tentado en El y reconócete también a tí mismo
victorioso en El...nuestro progreso se realiza por medio
de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si
no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido,
ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si
carece de enemigo y de tentaciones"2; 2ª, No os ha
sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es
Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre
vuestras fuerzas; antes dispondrá con la tentación el
éxito para que podáis resistirla (1 Cor 10,13).

1) Los fines providenciales de la tentación


Dios no nos tienta jamás directamente, como dice
el Apóstol Santiago: Ninguno, cuando es tentado,
diga que Dios lo tienta; porque Dios no puede
dirigirnos al mal, y así él a ninguno tienta (St 1,13).
Sin embargo, permite que seamos tentados por
nuestros enemigos espirituales, dándonos al mismo
2
San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, LX, 3.
tiempo las gracias necesarias para resistir: Fiel es
Dios que no permite que seáis tentados por encima
de cuanto podéis, sino que con la tentación dispone
el éxito para que podáis resistirla (1 Cor 10,13).
Ante todo, permitiendo la tentación Dios quiere
hacer merecer el cielo.
En segundo lugar es un medio de purificación,
porque: nos trae a la memoria que en otras ocasiones
hemos caído por falta de vigilancia y de energía, y
nos sirve para hacer repetidos actos de contrición, de
confusión y de humildad, que ayudan a purificar
nuestra alma; también nos obliga a esforzarnos
enérgica y constantemente para no sucumbir, y de
este modo nos hace expiar nuestras negligencias con
actos contrarios. Por eso, cuando Dios quiere
purificar un alma para elevarla a la contemplación,
permite que padezca grandes tentaciones.
Finalmente, es un medio para adelantar en la
virtud. La tentación es como un latigazo que nos
despierta en el mismo momento en que íbamos a
quedarnos dormidos y descuidados, haciéndonos
entender la necesidad de no detenerse a la mitad del
camino (el que no avanza retrocede). Es escuela de
humildad, es decir, de desconfianza de nuestras
propias fuerzas, haciéndonos entender la necesidad de
mortificar la fuente de las tentaciones. Es una escuela
de amor a Dios, porque para resistir con mayor
seguridad nos debemos echar en los brazos de Dios
buscando en Él la fuerza y protección.
Nunca hay que olvidar las sabias palabras del
ángel a Tobías, según la versión de la Vulgata:
Porque eras grato a Dios, fue menester que la
tentación te probara (Tob 12,13).

Frecuencia de las tentaciones. La frecuencia y la


violencia de las tentaciones varían en extremo: hay
almas que son continua y fuertemente tentadas; otras
que apenas lo son y sin sentir fuertes conmociones.
Esto se explica por muchas causas. Ante todo, por el
temperamento y el carácter: hay almas muy
apasionadas y al mismo tiempo débiles de voluntad,
las cuales son muy tentadas y andan revueltas con la
tentación; otras que son equilibradas y esforzadas,
que apenas padecen de vez en cuando alguna
tentación, y que conservan la calma en medio de
ellas. Otra causa es la educación: hay almas educadas
en el temor y el amor de Dios, y en el cumplimiento
de sus deberes de estado; otras se han educado en el
amor al placer y al horror al padecimiento, y han
recibido sólo ejemplos de vida sensual; las
tentaciones tienen más de qué agarrarse en los
segundos y no tanto en los primeros. Pero sobre todo,
lo determinante son los designios providenciales de
Dios: hay almas a las cuales elige para un elevado
estado de santidad, y cuya pureza resguarda con
celoso cuidado; otras, a las que también destina para
la santidad, pero queriendo que pasen por pruebas
muy duras; otras, no son elegidas para vocación tan
elevada, y habrán de ser tentadas pero no tanto como
las demás.

3) Actitud ante la tentación


Para vencer las tentaciones y hacerlas redundar en
provecho propio, hay que procurar tres cosas
principales: prevenirlas, pelear con ellas y dar gracias
a Dios después de la victoria o levantarnos después de
la caída.
a) Prevenir la tentación. Más vale prevenir que
curar. El Señor lo enseñó a sus Apóstoles en
Getsemaní: Velad y orad para no caer en tentación
(Mt 26,41). La tentación se previene por medio de la
oración y de la vigilancia. Vigilar significa estar
alertas para no ser sorprendidos por las tentaciones;
implica dos disposiciones: la desconfianza de sí
mismo y la confianza en Dios. Hay que huir de la
presunción que nos arroja en medio de los peligros
con el pretexto de que somos fuertes para resistir: El
que crea estar en pie, mire de no caer (1 Cor 10,12).
También hay que evitar el otro extremo: los miedos
vanos que no hacen sino aumentar el peligro; somos
débiles, pero Dios está con nosotros. La desconfianza
razonable consiste en evitar las ocasiones peligrosas,
que pueden ser: personas determinadas, la ociosidad,
cierta molicie habitual. Hay que vigilar el punto débil
del alma, especialmente con el examen particular.
Junto a la vigilancia debe haber una oración asidua:
la elevación constante del alma a Dios la hace
invencible.

b) Resistir a la tentación. Esta resistencia será de


diversas maneras según la naturaleza de la tentación.
Hay unas que son frecuentes, mas poco graves; a
éstas hay que tratarlas con desprecio, como explicaba
San Francisco de Sales3. En cambio, a las que son
graves hay que resistirlas oponiéndose pronta y
enérgicamente, con constancia y humildad. San Juan
de Ávila tiene un admirable capítulo dedicado a los
medios para resistir las tentaciones; aunque él habla
principalmente de las tentaciones contra la castidad,
vale la pena entresacar algunos párrafos:
“Ahora oíd lo que habéis de hacer, cuando os
acometiere y os diere el primer golpe. Señalad luego
la frente o el corazón con la señal de la cruz,
llamando con devoción el santo nombre de Jesucristo,
y decid: ¡No vendo yo a Dios tan barato!...
Y, si con esto no se quita, abajad al infierno con el
pensamiento, y mirad aquel fuego vivo cuán
terriblemente quema... Y decid entre vos lo que San
Gregorio dice: ‘Momentáneo es lo que deleita, y
3
Cf. San Francisco de Sales, Vida devota, IV, IX.
eterno lo que atormenta’.
Y, si esto no os aprovecha, subíos al cielo con el
pensamiento, y represénteseos aquella limpieza de
castidad, que en aquella bienaventurada ciudad hay; y
cómo no puede entrar allí bestia ninguna, quiero
decir, hombre bestial, y estaos un rato allá hasta que
sintáis alguna espiritual fuerza, con que aborrezcáis
vos aquí lo que allí se aborrece por Dios.
También aprovecha dar con el cuerpo en la
sepultura, según vuestro pensamiento...
También aprovecha ir luego a Jesucristo puesto en
la cruz, y especialmente atado a la columna y
azotado, y bañado en sangre de pies a cabeza...
También aprovecha representar súbitamente
delante de vos a la limpísima Virgen María,
considerando la limpieza de su corazón y entereza de
su cuerpo, y aborrecer luego aquella deshonestidad
que os vino, como tinieblas que se deshacen en
presencia de la luz.
Mas, si sabéis cerrar la puerta del entendimiento
muy bien cerrada, como se suele hacer en el íntimo
recogimiento de la oración hallaréis con facilidad el
socorro más a la mano que en todos los remedios
pasados...
También aprovecha tender los brazos en cruz,
hincar las rodillas y herir los pechos. Y lo que es más,
o tanto como todo junto, es recibir con el debido
aparejo el santo cuerpo de Jesucristo nuestro Señor, el
cual fue formado por el Espíritu Santo, y está muy
lejos de toda impuridad. Es remedio admirable para
los males, que de nuestra carne concebida en pecados
nos vienen...
Y si, con todas estas consideraciones y remedios,
la carne bestial no se asosegare, debéisla tratar como
a bestia, con buenos dolores, pues no entiende de
razones tan justas...”4.

c) Después de la tentación. Es necesario


guardarse mucho de examinar minuciosamente si
consentimos o no; porque tamaña imprudencia abriría
nuevamente la puerta a la tentación, y nos pondría
otra vez en peligro. Además, es muy fácil de ver, por
el testimonio de la conciencia, sin necesidad de un
profundo examen, si quedamos vencedores o
vencidos. Si hemos vencido, hay que dar gracias a
Dios, pues la ingratitud es el principio de toda caída.
Si caímos en la tentación, hay que levantarse con
presteza, pedir perdón y poner los medios para no
volver a caer.

4) Las principales tentaciones en los


principiantes
Solamente señalo las tentaciones más propias de
los principiantes en la vida espiritual. Estas son:

4
San Juan de Ávila, Audi, filia, c. 10.
a) Las ilusiones que provienen de las
consolaciones. que suelen ser causa de gula espiritual,
fomentan a menudo la soberbia en forma de vana
complacencia, vanidad y presunción.
b) Las sequedades. causa de sufrimientos, de
desconfianzas, de desaliento y de titubeos en la vida
espiritual.
c) La inconstancia.
d) La excesiva solicitud. Otra fuente de
tentaciones en los principiantes proviene del
demasiado ardor y solicitud que ponen en la obra de
su perfección (se entiende que es un ardor
imprudente) que acaba por cansarlos y quedan
rendidos ante los esfuerzos inútiles. Esto proviene del
suplantar la actividad de Dios por la actividad propia.
Se trata de grandes pasos... pero fuera del camino. Se
junta en esto algo de presunción y de curiosidad.
e) Finalmente, una fuente importante de
tentaciones provienen de los escrúpulos

Dice San Alfonso: «Algunas personas se imaginan


que son amadas de Dios, cuando prosperan en todo y
no tienen nada que sufrir. Pero se engañan, porque
Dios prueba la fidelidad de sus servidores, y separa la
paja del grano por la adversidad y no por la
prosperidad: el que en las penas se humilla y se
resigna con la voluntad de Dios, es el grano destinado
al Paraíso, y el que se enorgullece, se impacienta, y
por fin abandona a Dios, es la paja destinada al
infierno. El que lleva su cruz con paciencia, se salva;
el que la lleva con impaciencia, se pierde». Dos
fueron los crucificados a cada lado de Jesús, y la
misma pena hizo, del uno, un santo y, del otro, un
réprobo.

a) Antes de la tentación: vigilar y orar para no caer


en ella, depositando la confianza en Dios, en la
Virgen Madre y en el ángel de la guarda que Dios ha
dado a cada uno para que le proteja del demonio
tentador:

b) Durante la tentación: resistirla con energía,


buscando distracciones que lleven nuestros
pensamientos a cosas distintas de la tentación; o bien
directamente haciendo lo contrario a lo que la
tentación nos incita.

c) Después de la tentación: dar gracias a Dios por


haber alcanzado la victoria, o arrepentirnos
humildemente si hemos tenido la desgracia de
consentir con ella. Pero sea como sea, jamas
desconfiar de la misericordia divina.
Ppio: “Cuanto más grande es el pecador, tanto más
derecho tiene a mi misericordia divina”. (Cristo a
santa Faustina Kowalska).
«Dónde encontró la Madre Teresa la fuerza para
ponerse completamente al servicio de los demás? …
La encontró en la oración y en la contemplación
silenciosa de Jesucristo, su Santa Faz, su Sagrado
Corazón --respondió--.

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