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LEGISLACIÓN TRIBUTARIA
El aluvión de novedades tributarias generadas en el marco de fin de año es de tanta magnitud que no solo resulta costoso su conocimiento sino mucho más
su ordenación en perspectiva de sistema tributario, porque se trata de legislación fiscal pura y dura, superpuesta a las estructuras de lo que fue el sistema
tributario acabado a mediados de los 90, a cuya coherencia poco contribuyen, como ocurre con la injustificable introducción de un régimen fiscal especial
para las Islas Baleares. Pero no nos aceleremos y tratemos de ir con un poco de orden.
La principal fuente de novedades tributarias anuales suele/solía ser la Ley de Presupuestos, que por imperativo constitucional tiene una capacidad
innovadora limitada, que acotan las leyes sustantivas de los tributos y su propia finalidad de ordenación del gasto público. Por eso se esperan de ella
medidas de actualización o de coyuntura en el marco de autorizaciones existentes, análisis que habría que hacer siempre por razones de higiene
constitucional, pero al que renunciamos de antemano dado que requeriría un espacio del que carecemos.
El conglomerado de normas tributarias incorporadas a la Ley de Presupuestos es denso. Afecta a la mayoría de los tributos significativos, pero le falta para
empezar algo fundamental como es la actualización de la tarifa del IRPF en términos de inflación como correspondería a la coyuntura de IPC que padecimos
en 2022, próximo al 10%. Con lo cual se habilita para 2023 una imposición sobre la inflación de rentas, contraria a la consideración de la capacidad
económica individual que debe presidir este Impuesto. Pero es esta una resistencia tradicional de los Gobiernos que, por experimentada con anterioridad,
ya no nos sorprende a pesar de su efecto injusto.
Hay otras medidas de actualización en la Ley de Presupuestos, pero muy selectivas: o para rentas de baja cuantía (reducción por obtención de rendimientos
del trabajo o de actividades económicas, límite de la obligación de declarar, gastos de difícil justificación en estimación directa simplificada pero sin
actualizar el importe del límite, reducción del 10% del rendimiento neto calculado por el método de estimación objetiva o la ampliación de la deducción por
maternidad) o contra las rentas altas , como es el aumento del tipo impositivo de las rentas que se integran en la base imponible del ahorro, superiores a
200.000 euros. La escala de gravamen, evidentemente, tampoco es objeto de actualización. Pero como iremos viendo, este conflicto pernicioso forma parte
de la política tributaria del presente, en sintonía con la dialéctica política del momento.
En la misma línea, en el Impuesto sobre Sociedades se arbitra un tipo de gravamen reducido del 23 por ciento para pequeñas entidades cuyo importe neto
de la cifra de negocios del período impositivo inmediato anterior sea inferior a 1 millón de euros.
El IVA , que es objeto de una revisión técnica importante en cuestiones muy sustantivas, también se ve alcanzado por este suave maná de concesiones
tributarias, con la reducción del tipo aplicable a compresas, tampones, protegeslips, preservativos y otros anticonceptivos no medicinales. Lo que se ha
llamado el IVA rosa.
Interesa reseñar tres medidas en el IVA, de carácter técnico, que mejoran la aplicación del Impuesto para los contribuyentes en general, aunque no me
atrevo sin más análisis, a dictaminar si se corresponden todas con el marco de autorizaciones a la Ley de presupuestos o con la exigencia de neutralidad
externa que tiene este tributo por su naturaleza comunitaria. Se trata, en primer lugar, de la modificación de la norma del art.70.2 LIVA para servicios de
empresa a empresa prestados al extranjero, dejándolos fuera del Impuesto, aunque se utilicen en territorio español; en segundo lugar, en relación con el
art.80 LIVA y en sintonía con la jurisprudencia del tribunal de Justicia europeo, se flexibilizan los requisitos y limitaciones temporales para recuperar
cuotas de IVA correspondientes a créditos incobrables o concursales, y en tercer lugar, se afinan los supuestos de inversión del sujeto pasivo dando
entrada a nuevos supuestos (sector desechos y desperdicios) y salida a otros, con dificultades prácticas de aplicación (arrendamientos de bienes inmuebles).
Al final, la clasificación de las medidas tributarias de la Ley de Presupuestos resulta difícil, porque van de lo técnico (no solo actualización), a lo que puede
calificarse de intervención económica, lo que no deja de ser función cualitativa del sistema tributario, e incluso se adentran en algunos ejercicios de
dirigismo negativo, aunque esto sea más visible en alguna otra norma de las aprobadas en el entorno del fin de año, que luego reseñamos.
Porque ¿qué pensar de la reducción de porcentajes de retención sobre los rendimientos del trabajo derivados de la elaboración de obras literarias, artísticas
o científicas y, en general, de la propiedad intelectual , o de la introducción al segundo intento de un régimen fiscal especial para las Islas Baleares , o de las
numerosas concesiones a los contribuyentes en estimación objetiva?.
Hace ya muchos años que el maestro NEUMARK formuló en PRINCIPIOS DE LA IMPOSICIÓN (1970, traducción IEF, 1974) su repulsa al dirigismo fiscal y
su delimitación con respecto al intervencionismo fiscal, como Principio de evitar las medidas tributarias dirigistas por su incompatibilidad con el orden
económico y sus efectos en general censurables por razones económicas, sociales, de justicia, etc. La formulación del principio no es compleja: «...la política
fiscal debe abstenerse de aquellas intervenciones en la economía de mercado que de manera asistemáticamente fragmentaria favorezcan o perjudiquen
grandes o pequeños sectores parciales de la vida económica en su evolución y/o en su estructura formal (incluidas las formas jurídicas).» O sea, «el
"dirigismo tributario" se caracteriza por el hecho de que las medidas a él imputadas tienden a favorecer o perjudicar relativamente, mediante un
gravamen fiscal diferenciador...a grupos económicos aislados (presupuestos privados, empresas, figuras empresariales, etc.), a determinados sectores de
la producción, a algunas categorías del consumo, a las estructuras creadoras o aplicativas del capital, etc., sea por razones puramente económicas o por
razones metaeconómicas (específicamente políticas, militares, sociales, etc.) ». Las medidas tributarias dirigistas no surgen, por tanto, de la burocracia
directiva ni de los expertos, académicos o independientes, sino que suelen ser resultado de la lucha política por el poder.
Como explica NEUMARK, el intervencionismo fiscal va por otro lado: «... pretende actuar mediante su influencia sobre las magnitudes económicas
globales... inspirado en los objetivos generales de la política económica y de la política social».