Está en la página 1de 18

El cristiano y la homosexualidad: Definiciones, papel de la iglesia,

discipulado y más
Reflexiones de un creyente con atracción hacia su mismo sexo
POR JAVIER ARAGALL

ABRIL 6 DE 2021

Foto: @nayigomezi

“Y Él os dio vida a vosotros cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”


Efesios 2:1
A finales de febrero de 2020 mi vida fue completamente revolucionada por la luz de Cristo y
transformada por el amor inconmensurable de nuestro Padre. Durante los 18 años previos a ese
momento viví una vida abiertamente homosexual. Quiero ahora compartir algunas reflexiones
personales sobre la vida cristiana de alguien que vive lo que yo he vivido. Quiero expresar los que
fueron mis temores más recurrentes. Quiero compartir una perspectiva bíblica sobre la
homosexualidad y cómo entiendo el proceso de santificación. Es mi anhelo enfrentar una
problemática cada vez más común en nuestra sociedad y en nuestras iglesias. Es mi anhelo que no
cedamos a los lineamientos ofrecidos por la sociedad actual y la teología liberal, y que conservemos
indemne la verdad del evangelio. Es mi anhelo cumplir con la mutua edificación a la que estamos
llamados como iglesia.
Voy a condensar mi testimonio para que usted, estimado lector, se haga una idea de la persona que
escribe: nací en un hogar cristiano, soy el menor de 5 hijos y crecí en una iglesia bautista
conservadora. Como es usual en las familias cristianas, la iglesia hizo parte de mi vida diaria hasta
los 22 años, participando en sus actividades y reuniones, tocando el piano y cantando.
Respecto a mi sexualidad, hasta donde puedo recordar, siempre sentí atracción hacia otros varones.
No fue algo que yo haya decidido conscientemente, razón por la que se convirtió en una pesada
carga por la vergüenza que suele traer consigo, más aún en el contexto en el que vivía. A la edad
de 22, después de recibirme como abogado y tras varios desencuentros con el liderazgo de la iglesia
a la que asistía por ese entonces, causadas por un proceso de consejería conflictivo cuando busqué
abordar “mi problema”, tomé la decisión de “aceptarme” y vivir una vida abiertamente gay por los
siguientes 18 años.
Recuerdo que la primera sensación que tuve fue la de un inmenso alivio, como si me hubiera sacado
el peso del mundo de encima. Comencé a frecuentar bares, conocer personas y llevar una vida
sexual activa. Algunos años después me mudaría a la Argentina, renunciaría a mi trabajo como
abogado y me dedicaría a empezar una nueva vida estudiando música y trabajando como cantante
de ópera, realizando también otros trabajos gracias a que de chico había aprendido otro idioma. Sin
ser consciente de ello, mi vida se redujo al trabajo, los estudios, el gimnasio, los hombres y a
satisfacer mi apetito sexual.
Para el verano austral de 2018 comenzaron a aparecer algunas sensaciones incipientes sobre la
dinámica de las relaciones en las que me involucraba, nada que el placebo de un rato de sexo o de
pornografía no pudiera calmar temporalmente. En cuestión de meses, esas sensaciones se
convirtieron en preguntas y me comencé a cuestionar seriamente sobre la vida que estaba llevando,
el futuro que me esperaba, los vicios que habían tomado control de mí, la intrascendencia cada vez
más palpable en mi interior. A menudo compartía estas inquietudes con algunos amigos gay sin
encontrar respuesta alguna. También comenzaba a ver con recelo la dirección que estaba tomando
el mundo y la sociedad en contra de los valores tradicionales que había aprendido en casa y que al
menos, en teoría, yo también compartía.
Una noche a finales de febrero de 2020, estando solo en mi habitación meditaba en silencio en esas
preguntas y en el fastidio y desasosiego que me azotaba el intelecto y el corazón. Por alguna razón
vino a mi mente una canción que escuché por primera vez a los 13 años en un evento evangelístico
en mi pueblo. Conocía la letra de la canción, pero esa noche la escuché por primera vez. Un
fragmento de esa canción dice:
Cuando estés solo y tu corazón esté roto, Él es todo lo que necesitas. Cuando estés confundido y tu
alma esté golpeada, Él es todo lo que necesitas. Él es la roca de tu alma, el ancla que te sostiene en
medio de tu desesperación; cuando tu camino esté lleno de dudas su amor te sostendrá y la paz
encontrarás. Su perdón es real y te confortará y sanará tu alma cansada de pecar (…) A lo largo de
toda tu vida, las alegrías y las tristezas, Él es todo lo que necesitas.1
Absorto como estaba en mis pensamientos, la letra de esa canción se me clavó en el corazón. En
ese momento el peso de las decisiones que había tomado a lo largo de mi vida y la consciencia de
no poder hacer absolutamente nada para remediarlo, me sobrecogió. Luego entendí que además no
tenía el poder de dejar de hacer lo que hacía, de dejar de vivir como vivía, de saberme en una deriva
que no podía detener, y me quebranté por completo. Supe que mi vida espiritual y emocional estaba
en total bancarrota y que necesitaba ser rescatado. Allí, sentado en el borde de mi cama, cerré mis
ojos llenos de lágrimas y todo lo que le pude decir a Dios desde lo más profundo de mi ser fue:
“Necesito que me rescates. Necesito que me rescates hoy.”
Esa fue la noche de mi redención. A partir de ahí mi historia se partió en dos. Desde entonces soy
una persona diferente a la que fui los primeros 40 años de mi vida. Pese a haber nacido en un hogar
cristiano y haber sido criado en la iglesia, nunca llegué a comprender la profundidad y gravedad de
mi pecado ni mucho menos la gracia salvadora del Padre en la persona de Jesucristo. En otras
palabras, durante 40 años había escuchado hablar de Dios, pero solamente hasta esa noche mis ojos
lo vieron, como confesó Job. Justamente, a raíz de la forma revolucionaria en que desde entonces
Dios ha estado cambiando mi vida, es que quiero compartir las siguientes reflexiones sobre la
homosexualidad y la vida cristiana.
Uno de los temas culturales más álgidos es la misma definición de lo que significa "ser homosexual" / Foto: Unsplash.

Un problema de definición de conceptos


La RAE define el vocablo ‘homosexual’ de la siguiente manera: “dicho de una persona: inclinada
sexualmente hacia individuos de su mismo sexo.” Hoy día, sin embargo, socialmente este vocablo
se entiende, no solo como alguien que tiene inclinaciones sexuales hacia su mismo sexo, sino (cada
vez más preponderantemente) como alguien que ha asumido una identidad, es decir, ha devenido
en una definición ontológica.
Esta nueva concepción dual parece estar haciendo mella en el entendimiento de los círculos
cristianos. Sin embargo, las Escrituras se refieren a la homosexualidad como una práctica, nunca
como una definición del ser. Alguna traducción actual de las Escrituras usa la palabra ‘homosexual’
en 1 Corintios 6:9 y 1 Timoteo 1:10. Esto puede generar confusión ya que socialmente se ha
entendido la homosexualidad como una identidad y no solo a una práctica.
El original griego para “homosexual” en esos dos pasajes es arsenokoitēs, cuya mejor
traducción es ofrecida por la edición Reina-Valera (1960) como “los que se echan con
varones.” De esto podemos extraer dos conclusiones muy importantes: la primera, que
el concepto de “homosexual” en su sentido original y estricto hace referencia a una
práctica y no a una identidad, y dos, que las Escrituras, siempre que abordan el tema,
lo relacionan con la práctica, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento.
¿Se nace o se hace?

Una de las grandes preguntas que se suele hacer sobre este tema es si alguien nace
homosexual o si se hace homosexual. Como comenté en mi testimonio, en mi caso (y
sé que en muchos otros también) la atracción homosexual apareció por sí misma,
espontáneamente a temprana edad. Es decir, nunca decidí conscientemente sentirme
atraído hacia otra persona de mi mismo sexo. Sé que también hay algunos casos en los
que esta tendencia aparece en momentos posteriores de la vida, por lo que es difícil
establecer parámetros absolutamente unívocos al respecto.

De acuerdo con un estudio de grandes proporciones llevado a cabo en 2019 dirigido


por el investigador Andrea Ganna, cuyo fin fue determinar le existencia de alguna
predisposición genética que permitiera explicar la atracción homosexual, los
investigadores encontraron cinco variantes genéticas que se asociaron estadísticamente
con conductas sexuales entre personas del mismo sexo, pero ninguna tuvo un efecto
importante y ninguna pudo predecir por sí misma conductas del mismo sexo.2 Esto
llevó a concluir que debían tenerse en cuenta también factores ambientales, personales
y sociales que, actuando sinérgicamente, podrían explicar mejor el comportamiento
homosexual.

Marcha del "orgullo gay" en Roma, Italia / Foto: Unsplash

Para poder abordar mejor esta cuestión de si se nace o se hace desde una perspectiva
cristiana, tenemos que hacer algunas distinciones previas en cuanto al deseo sexual. El
sentir atracción hacia alguien es muy distinto a actuar (sea de pensamiento u obra) con
base en esa atracción. Esto es algo sobre lo que nuestro Señor Jesucristo dio algunas
indicaciones cuando habló sobre el adulterio (Mateo 5:27-28). Jesús incluyó en el
pecado, no solo el acto propio del adulterio (relación sexual), sino también el deseo
activo de cometerlo.
El pasaje en cuestión dice así: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” Aquí se indica una acción
positiva en el interior de la persona: mirar para codiciar. La codicia está definida por
la RAE como “desear con ansias.” Podríamos decir entonces que es pecado ver a una
mujer para desearla con ansias, es decir, independientemente de que se traduzca o no
en acciones, ya hay una actividad positiva en el pensamiento respecto del objeto de
deseo, que es considerado pecado.
Ahora, sentirse atraído hacia alguien no implica necesariamente llegar a
desear con ansias a alguien. Todas las personas tienen una pulsión sexual natural
(“sexual drive” en inglés) que es la que asegura la reproducción y supervivencia de
nuestra especie y que es algo que hace parte del diseño original de Dios. Esto implicaría
que encontrar a alguien atractivo(a) no es en sí mismo algo pecaminoso. De lo
contrario, tendríamos que llegar a la absurda conclusión de que la pulsión sexual es
entonces necesariamente pecaminosa.
Así pues, ¿la atracción hacia el mismo sexo es en sí misma pecado o no, aun cuando
no haya lugar a la codicia de la que habla Mateo 5:27-28? Es cierto que, en la mayoría
de los casos, las personas que sentimos atracción hacia el mismo sexo afirmamos no
haber buscado o deseado dicha atracción y que la misma apareció por sí sola en un
momento de nuestra vida, en muchos casos a temprana edad. Si esto es así ¿podríamos
asumir que la “homoatracción” que aparece espontáneamente, al no ser decidida,
escogida o buscada, no constituye pecado?

He estado meditando profundamente sobre este punto y la realidad es que me sentí muy
incómodo, porque de alguna manera, de ser pecaminoso ese tipo de pulsión sexual,
implicaría hacerme cargo de algo que involuntariamente apareció en mi vida, que yo
no decidí ni busqué3. Revisando las Escrituras con detenimiento llegué a la conclusión
de que la atracción homosexual, ese tipo de pulsión sexual, es una expresión de nuestra
naturaleza caída, de la misma manera en que cualquier otro sentimiento pecaminoso
que se expresa en nuestra vida lo es.
Permítanme explicar cómo llegué a esa conclusión. Vale la pena entrar en los detalles
de un asunto tan controversial. Génesis 1:31 afirma que, al finalizar el sexto día de la
creación, que fue el día en que creó al hombre, Dios vio que todo lo que había hecho
ese día era bueno en gran manera; estaba totalmente complacido en la obra que había
realizado. Unos versículos atrás, los 27 y 28, cuando se relata el momento en el que
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, los bendijo con el mandamiento de ser
fecundos y multiplicarse. Este mandamiento implica que la pulsión sexual que lleva al
hombre a generar prole es la que es considerada por Dios buena en gran manera
(versículo 31) y que es bendecida por Él. En otras palabras, la pulsión de tipo
heterosexual es buena puesto que una de tipo homosexual claramente haría imposible
cumplir con el mandato divino. Esto confirma que el diseño original de Dios para el
hombre no es la heterosexualidad solo como acto sino también como impulso.
Con la caída y la entrada del pecado en el mundo, el hombre perdió parcialmente
su imago Dei, alterando dramáticamente y para siempre el funcionamiento del corazón
humano, dando lugar a debilidades y distorsiones de todo tipo en él. De allí deviene
una amplia gama de comportamientos y sentimientos, entre las cuales la inclinación
homosexual es una más en la larga lista que leemos en 1 Corintios 6:9-11. Esa pulsión
se convierte en una expresión de nuestra naturaleza caída, algo que Pablo abordó
magistralmente en Romanos 1:20-32 y 5:12-21. El Señor Jesús nos da algunas pautas
adicionales para comprender mejor cómo se expresa nuestra naturaleza pecaminosa.
Cuando el Señor abordó el tema de qué es lo que contamina al hombre ( Mateo 15:16-
20), fue enfático en afirmar que todo pecado, sea de pensamiento u obra, sale del
corazón del hombre. La palabra griega usada para ‘corazón’ es kardia, entendida en
este contexto como el centro de la vida espiritual del hombre, donde tienen lugar sus
pensamientos, pasiones, deseos, apetitos, afectos y propósitos. Este es el lugar que fue
afectado por la caída y corrompido por el pecado. Nuestro corazón es el centro de
nuestra naturaleza pecaminosa, razón por la cual, en numerosas ocasiones, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos revela que su propósito principal
es cambiar el corazón del hombre.

Yo entiendo lo incómodo que puede sonar esto para aquellos que sentimos una
atracción homosexual, muchas veces involuntaria. Yo mismo me he sentido incómodo
estudiando y tratando de entenderlo. Sin embargo, las Escrituras apuntan al hecho de
que la atracción homosexual en sí misma es una expresión de nuestra naturaleza caída
y frágil, al igual que cualquier otra pulsión que refleja esa naturaleza y que puede
traducirse en pensamientos o actos pecaminosos.

Doy gracias a Dios porque el sacrificio de Jesucristo no solo fue suficiente para la
expiación de todos nuestros pecados, sino también para hacernos vivir libres del yugo
del pecado. Aunque hasta el último día tendremos que lidiar con nuestra vieja
naturaleza, el Espíritu Santo transformará nuestro corazón para que nuestra vida
terrenal sea hecha a la semejanza de Cristo.

Solo el cristianismo ofrece una verdadera esperanza que va más allá del sufrimiento por el pecado / Foto: Unsplash.
Un asunto de vida cristiana
Uno de los efectos inmediatos de nuestra salvación es la ‘santificación posicional’,
según la cual somos declarados justos ante Dios. La justicia de Jesucristo nos es contada
como propia por medio de la fe en su sacrificio redentor4. Pero también hemos recibido
la ‘santificación progresiva’, según la cual el creyente es transformado a la semejanza
del carácter de Cristo5. Esta santificación progresiva es inaugurada gracias a la
resurrección de Jesús, por la cual fuimos hechos nuevas criaturas, posibilitando el que
el cristiano pueda vivir una nueva vida en obediencia al mandato divino 6. En esta
santificación progresiva necesitamos aprender a caminar según el Espíritu 7, a renovar
nuestra mente8, por medio de una vida de oración y estudio continuo de las Sagradas
Escrituras.
Al igual que cualquier otro cristiano, una persona con atracción hacia el mismo sexo
necesita entender que estas disciplinas son absolutamente necesarias para crecer en la
vida cristiana. También debe tener muy claras las expectativas reales en este lado de la
eternidad respecto de su propio proceso de santificación en cuanto a la atracción
homosexual. No cabe duda de que la voluntad de Dios para con nosotros es la
santificación9, y el fin último de dicho proceso es desarrollar un carácter como el de
Cristo en todo aspecto. Sin embargo, sabemos que en este mundo y en este cuerpo no
llegaremos a la perfección, y que ésta solo se logrará en su totalidad el día en que
regrese Jesucristo, cuando todo nuestro ser y naturaleza corruptible sean totalmente
transformados en una existencia incorruptible. En otras palabras, nuestra lucha nunca
acabará del todo en esta vida.
No estoy diciendo que Dios no pueda transformar esa parte de nuestras vidas
totalmente, sino que, por un lado, lograr la perfección en todos los aspectos de nuestro
ser es un objetivo inasible en esta vida; y por el otro, también es probable que Dios, en
Su soberanía, permita que luchas de este tipo y en diferente grado continúen, no porque
quiera incomodarnos, sino porque puede considerar que la mejor manera de pulir
nuestro carácter y de lograr una mayor dependencia de Su gracia sea a través de estas
debilidades.
Visto de esta manera, sale a la luz el hecho de que tenemos un llamado mucho más alto
y trascendente que la heterosexualidad: vivir en plena comunión con nuestro Padre. En
el contexto de esa plena comunión es por supuesto posible que muchas de nuestras
debilidades, expresiones de nuestra naturaleza caída, sean transformadas10, y no solo
las de tipo sexual, sino también todas las demás, porque nuestra santificación no está
limitada a nuestras debilidades sexuales. Cuando logré entender esto, mi oración dejó
de estar centrada en mi debilidad (aunque por supuesto pido sabiduría para andar en el
Espíritu), y me enfoqué en conocerlo y entenderlo a Él11, en quien reside el poder de
transformarlo todo conforme al perfecto designio de su voluntad.
Todos sabemos de cristianos que genuinamente aman al Señor, le sirven, y viven y
obedecen Su palabra, pero que también luchan en algún grado con algún pecado o
inclinación durante toda una vida. Yo mismo he visto esto en mi propia experiencia. Si
comparo mi vida actual con el pasado, no hallo punto de comparación. Mi vida ya no
gira en torno al deseo y práctica homosexual como antes, aunque sigo sintiendo
atracción hacia otros varones en algún grado y en algunas ocasiones. También conozco
testimonios de personas cuyos deseos sexuales fueron completamente transformados,
como también algunos que, pese a lidiar en algún grado con la atracción homosexual,
han formado hogares cristianos, sustentados en la gracia divina y en Su poder. ¡Por
todos estos testimonios no puedo sino glorificar a Dios!12
He tratado de traer a mi memoria hechos puntuales que pudieran tener relación con mi
atracción homosexual. Pude establecer algunos hitos que durante mi infancia afectaron
la forma en que percibí situaciones difíciles a mi alrededor y terminaron por generar
una idea distorsionada de mí mismo, alterando la forma de relacionarme con otros
varones. Sin entrar en mayor detalle, el lector puede estar seguro de que no es nada
fácil navegar a través de esos recuerdos, pero que sí es necesario comprenderlos y
tramitarlos con toda la carga emocional y espiritual que puedan traer consigo. El
salmista escribió que Dios sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.13

Una correcta relación con Dios Padre es fundamental en este proceso, especialmente
porque la misma dinámica (buena o mala) que desarrollamos con nuestro padre terrenal
la solemos repetir con nuestro Padre celestial. Así mismo, Dios el Hijo no solo logró
nuestra salvación, sino que también modeló para nosotros la vida de un Hombre
completamente sometido en amorosa obediencia al Padre, por lo que Jesús es nuestro
modelo perfecto en cuanto a masculinidad, santidad, coraje, amor, misericordia,
templanza, mansedumbre, valentía y obediencia, y es el arquetipo de persona que el
Padre quiere que nosotros imitemos y escuchemos atentamente14. Por último, el Espíritu
Santo nos enseña, nos redarguye, nos prepara, intercede por nosotros y nos habilita
para andar en obediencia a los mandatos y estatutos del Padre. Es decir, nos capacita
15
para poder vivir de acuerdo con Su palabra

La gran mayoría de las iglesias no están lo suficientemente preparadas para dar respuesta a creyentes que lidian con la
atracción homosexual / Foto: Pexels

¿Celibato obligatorio?
Uno de los sentimientos que más ronda al homosexual es la soledad, por la dinámica
de las relaciones en que se suelen involucrar, regularmente de poca duración y
promiscuidad, y por la tendencia a concentrarse en los logros económicos y/o
profesionales para asegurarse una vejez cuando se agote la juventud y no haya una
familia propia.
Por supuesto que ese también fue uno de los asuntos sobre los que me pregunté. Al
respecto, hay que entender dos verdades. La primera es que hay que diferenciar entre
celibato y castidad. El celibato es un don cuyo propósito es que la persona célibe
dedique su tiempo y esfuerzo por completo al servicio del Señor, mientras que la
castidad es un compromiso de pureza de no tener relaciones sexuales si no es dentro
del vínculo matrimonial. El celibato es un don dado a algunos, pero la castidad se
predica de todos los creyentes solteros. La segunda verdad es que no es del todo cierto
que el destino único de un creyente que sienta atracción homosexual sea la soltería.
Hay testimonios de hermanos que en su andar con Cristo han visto su lucha cesar
totalmente o reducirse a un grado mínimo tal que no ha sido impedimento para construir
familias cristianas. Claro, también hay aquellos que han determinado permanecer
célibes para dedicarse por completo a los asuntos del Reino.

En todo caso, no podemos ignorar el hecho de que es factible que el decreto del Señor
sea la soltería y esto no es algo que haya que temer, porque podemos descansar en el
hecho de que Él sabe qué es lo mejor para nosotros. La soltería era algo que Pablo veía
con buenos ojos según 1 Corintios 7, siendo él mismo soltero. La realidad es que
también tenemos que aprender a ver las cosas de esta vida con una perspectiva eterna:
el tiempo aquí es corto y las cosas de este mundo son pasajeras, incluyendo el
matrimonio. No debemos perder de vista que tenemos una eternidad por delante y que
las tribulaciones, angustias e incomodidades que podamos experimentar en esta vida
palidecen comparadas con la gloria venidera que nos espera16. En amor digo esto:
permanecer solteros no debería ser algo que nos deba preocupar demasiado y que más
bien deja entrever dónde tenemos nuestro corazón.

Establecer una familia heterosexual es uno de los retos más grandes de un homosexual convertido / Foto:
Pexels.
Un problema de identidad y el costo del discipulado
Hay una frase que Jesús decía con regularidad a aquellos que lo seguían: “Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que
quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la
hallará.”17
El precio a pagar para cualquier seguidor de Jesús es altísimo: nuestra muerte. Este
pasaje suele entenderse con un cierto romanticismo respecto de la cruz, asemejándola
con las dificultades cotidianas, penurias económicas o alguna enfermedad que podamos
sufrir. Sin embargo, en el primer siglo las personas que escucharon esta frase de labios
de Jesús entendían perfectamente lo que significaba la cruz: la muerte. Esa era la única
manera de ser sus discípulos. Había que renunciar por completo a nuestra forma de ver
y vivir la vida; había que morir a sí mismo.
La historia del encuentro del joven rico con Jesús18 ilustra más claramente qué significa
negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle. Jesús le pidió que
renunciara a sus bienes y lo siguiera, y el joven se fue triste “porque era dueño de
muchos bienes.” Este joven había construido toda su identidad alrededor de las
posesiones que tenía, de tal manera que eran las posesiones lo que le daba sentido a su
vida, por lo que le fue imposible acceder al pedido de Jesús.
Durante 18 años construí mi identidad sobre mi sexualidad porque era lo único que
daba algún sentido a mi vida. El llamado de Jesucristo para cada uno de nosotros es
renunciar a esa identidad, a esa vida que nos hemos construido, y reemplazarla por la
identidad en Jesucristo. Si insistimos en conservar esa antigua identidad, esa vieja vida,
vamos a terminar perdiéndonos, pero si perdemos esa vida y esa identidad, hallaremos
la vida abundante, la vida de Cristo. ¿Cuánto cuesta seguir a Jesús? Todo. El costo es
nuestra vida.
Me arriesgo a pensar en que eran esas palabras de Jesús las que Pablo tenía en mente
cuando escribió: “Con Cristo he sido crucificado y ya no soy yo el que vive, sino que
Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí19.” Todos los que decimos seguir
a Cristo, sin excepción, estamos llamados a morir. Es imposible ser verdaderos
discípulos sin morir.

Solo el evangelio de Jesucristo puede transformar el corazón de una persona que tiene luchas por su atracción hacia
personas del mismo sexo / Foto: Unsplash

El papel de la iglesia y la familia


Como mencioné al comienzo de este ensayo, mi experiencia con la Iglesia al compartir
la lucha que se libraba en mi interior cuando tenía 20 años no fue la mejor. En varios
sentidos la respuesta del liderazgo en ese momento fue bastante torpe, para usar un
adjetivo lo más liviano posible. En ese tiempo la iglesia no solía abordar problemáticas
sexuales abiertamente a pesar de contar con una perspectiva bíblica al respecto. Al
decidir no hacerlo, estaba entregando tácitamente el monopolio conceptual sobre la
sexualidad a la sociedad secular.
Hoy presenciamos una lenta imposición de parte del Estado y los organismos
internacionales de la “agenda de género” en la educación, la ley y la familia. La iglesia
ha comenzado a despertar del letargo, de ese coma inducido generado por la
complacencia del status quo. Estamos en una sociedad que hasta hace algún tiempo
estaba poco dispuesta a aceptar cambios bruscos en las prácticas sexuales, mucho
menos de incentivarlas activamente a través de los medios de comunicación como se
ve hoy.
Afortunadamente, ahora vemos liderazgos mucho más preocupados por entender esta
problemática de manera integral. La iglesia ahora quiere profundizar en lo que las
Escrituras tienen para decir al respecto y en cómo hacer frente, no solo a la amenaza
externa, sino también a la interna, esa corriente liberal que desde adentro de la iglesia
busca modificar la interpretación de las Escrituras para que resulte menos incómoda
para la sociedad en general y en especial para la comunidad LGTBIQ+.
En la iglesia hay una postura tácita según la cual el homosexual inconverso necesita
una forma modificada de evangelio. En el fondo el problema es no saber cómo abordar
una conversación que lleve al evangelio. Sí, es difícil hablarlo cuando el homosexual
conoce la postura tradicional de la iglesia respecto de la sexualidad. Sin embargo, el
evangelio es el mismo para todos porque todos, sin excepción, hemos pecado y hemos
sido destituidos de la gloria de Dios20.
Nos es difícil mantener un equilibrio entre verdad y amor, pero a eso estamos llamados.
Cualquier persona merece ser tratada con dignidad y respeto por el solo hecho de ser
portador de la imagen de Dios, al tiempo que no debe comprometerse o diluirse la
verdad de lo que Dios manda. Hay que reconocer que esta es una tarea difícil, porque
el mundo actual ha redefinido el concepto de amor, que es el fundamento sobre el cual
descansa la verdad, y se le ha pensado como un sinónimo de aceptación.
En palabras de Alisa Childers:
Según la Biblia, el amor es paciente y bondadoso, absolutamente. Pero el amor también
se niega a deleitarse en el mal; en cambio, se regocija con la verdad (1 Corintios 13:6).
[El amor] es una característica definitoria de Dios mismo (1 Juan 4:16). Y el amor de
Dios no puede afirmar ni celebrar nada que contradiga su santidad. Cuando el amor es
arrancado de su contexto bíblico y la moralidad es definida por deseos personales, uno
21
se queda con un evangelio hecho a su propia imagen .
Ahora, también resulta llamativo que las nuevas generaciones de cristianos otorguen
mayor importancia a los sentimientos, a las experiencias o al “mover del Espíritu”, que
al hecho de que nuestra fe debe estar correctamente fundada en la verdad de las
Sagradas Escrituras. Las nuevas generaciones tienen serios problemas para estudiar y
entender la Biblia22, por lo cual degenera en que, por ejemplo, les resulta incorrecto
evangelizar a otros23 y son proporcionalmente más escépticos que otras generaciones24.
Preocupante. La reacción prima facie es preguntarse si estos cristianos son
verdaderamente cristianos. Lo digo desde la experiencia: yo mismo fui un falso
convertido.

La iglesia debe ser un refugio seguro para todos los pecadores / Foto: Pexels

La iglesia y la familia cristiana tienen mucha responsabilidad en esto, en gran parte por
la ausencia de compromiso de muchos padres cristianos en la evangelización y
enseñanza de sus hijos. Delegan a la iglesia y la escuela dominical tareas que son su
responsabilidad25, ignorando la importantísima tarea de ser modelos del carácter de
Dios para sus hijos.
Con el tiempo los hijos aprendemos a mimetizarnos dentro del ecosistema cristiano sin
que entendamos de corazón la gravedad de nuestra condición de pecadores necesitados.
Aprendemos a relacionarnos en el contexto del cristianismo, adoptando una ética
cristiana, pero esto no sirve de mucho a la hora de enfrentar sentimientos homosexuales.
Al no haber una comprensión genuina, profunda y verdadera del amor, la gracia y la
verdad de Dios, se es presa fácil de los sentimientos y la influencia ocasionada por el
constante bombardeo de la sociedad.
Adicionalmente, la iglesia, debido a una deficiente comprensión integral de la
problemática planteada, ha fallado en ofrecer contención efectiva y asistencia espiritual
a aquellas personas que, cristianas o no, sufren en silencio a raíz de la culpa y el temor
que genera el sentirse atraído por personas del mismo sexo.
En muchas ocasiones, la consejería se limita a enrostrarle a esa persona los versículos
que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hacen referencia a la
homosexualidad, sin sentir verdadera y genuina misericordia hacia ese ser humano que
ha abierto su corazón. Mi experiencia personal en este tipo de consejería fue
lamentable, y el pobre manejo que se le dio, en cierta manera, terminó por facilitar mi
decisión de vivir una vida abiertamente gay.
Es de importancia capital en los tiempos que corren que la iglesia comience a hablar y
enseñar abiertamente con verdad y misericordia, no solo sobre la homosexualidad, sino
también sobre todas las demás debilidades sexuales que constituyen pecado y que en
muchas ocasiones se barren bajo la alfombra. ¡Nos horrorizaríamos al comprobar la
cantidad de feligreses que luchan con la pornografía26!
Las Escrituras, en tanto revelación en todo asunto de conducta y fe para el ser humano,
nos animan a confesar mutuamente nuestras faltas y a orar los unos por los otros para
ser sanados27. Somos animados a llevar las cargas los unos de los otros28, abandonando
las pasiones y reemplazándolas por objetivos santos como la justicia, la fe, el amor y
la verdad, junto con los hermanos que también invocan al Señor29.
Esto es un simple esbozo de la gran importancia que tiene el cuerpo de Cristo en esa
tarea de contención, compañerismo y discipulado, no solo de alguien que experimenta
atracción hacia el mismo sexo y lidia con la lujuria, sino de cualquier cristiano que
procura caminar en dirección a la santidad. La santidad para un creyente no es optativa
sino imperativa, pues las Escrituras afirman explícitamente que sin santidad nadie verá
a Dios.30 A manera de corolario, hay que redundar en lo necesario que es para nosotros
los creyentes animarnos al amor y a las buenas obras, procurar que nuestras vidas
reflejen la vida de Cristo, y que tengamos muestras genuinas de misericordia y de
verdad para con nuestro prójimo31.
En ningún momento estas reflexiones pretenden ser autoritativas, ni mucho menos
exhaustivas en una problemática que es multifacética y que suele involucrar asuntos
más profundos y delicados de lo que se pueden ver a simple vista. Sin embargo, es mi
deseo que estas reflexiones puedan ayudar a tener una mejor comprensión sobre los
retos y dudas cotidianas a los que se ve enfrentado alguien que siente atracción por el
mismo sexo, conservando siempre el apego a las Escrituras.
Doy por hecho que pueden existir diferencias de opinión, pero de lo que puede estar
seguro el lector es que todo el análisis acá fijado ha sido un ejercicio en bona fide,
procurando evitar caer en la poco recomendable eiségesis al interpretar los textos
sagrados. He dependido del Espíritu Santo para comprender y aceptar aquellas cosas
que incluso a mí me generaron incomodidad y rechazo en un primer momento, pero
que por cuya importancia me llevaron a reconsiderar mi posición. Deseo que este
material aliente bendición y reflexión y, sobre todo, que nos anime a amar a nuestro
prójimo y a orar fervientemente por aquellos que viven aún en oscuridad, teniendo
siempre presente que en su momento Él nos dio vida cuando estábamos muertos en
nuestros delitos y pecados.

1 traducción propia.

2 Estudio disponible en: https://www.nature.com/articles/d41586-019-02585-6.

3 Consideremos este otro ejemplo: cuando sentimos envidia, ¿la escogemos sentir o simplemente aparece?

¿Diríamos entonces que siempre y cuando no actuemos impelidos por ese sentimiento de envidia, no pecamos? Pero

así no actuemos, ahí está la envidia en el corazón, viva. Entonces ¿el simple hecho de su aparición en nuestro

corazón ya consuma el pecado?

4 Romanos 3:24-26, 5:19

5 Efesios 4:13, Filipenses 1:5, Salmo 138:8

6 En este sentido Ezequiel 36:26-27; Romanos 6:1-14, 22; 2 Corintios 5:17; Gálatas 5:1

7 Romanos 8:12-23; Gálatas 5:16-17

8 Romanos 8:5-6, 12:2

9 1 Tesalonicenses 4:3

10 Romanos 8:5-13

11 Jeremías 9:23-24

12 1 Corintios 1:26-28, 2 Corintios 9:8-11

13 Salmos 147:3

14 Mateo 17:5

15 Ezequiel 36:27, Juan 16:13-15


16 Romanos 8:18

17 Mateo 16:24-25

18 Mateo 19:16-26, Marcos 10:17-30

19 Gálatas 2:20

20 Romanos 3:10-18, 23

21 https://www.thegospelcoalition.org/reviews/fierce-free-fire-jen-hatmaker/

22 https://lifewayresearch.com/2020/07/29/churchgoers-express-confidence-and-confusion-over-the-bible/

23 https://www.barna.com/research/millennials-oppose-evangelism/

24 https://www.christianitytoday.com/news/2016/may/what-latest-bible-research-reveals-about-millennials.html

25 En este sentido Deuteronomio 6:6-9, Proverbios 3:12-12, Proverbios 13:24, Proverbios 22:6, Efesios 6:4,

Colosenses 3:21

26 https://www.thegospelcoalition.org/article/factchecker-do-christian-men-watch-more-pornography/

27 Santiago 5:16 29 2 Timoteo 2:22 31 Proverbios 16:6

28 Gálatas 6:2 30 Hebreos 12:14

También podría gustarte