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Conferencia sobre la Biblia y la homosexualidad

Bueno, me gustaría empezar dá ndoles las gracias a todos por venir


esta noche y por estar interesados en aprender má s sobre este tema –
se los agradezco mucho. También quiero dar las gracias a la Iglesia
Metodista Unida de College Hill por acoger cordialmente este evento.
Mi nombre es Matthew Vines, tengo 21 añ os y soy un estudiante en la
universidad, aunque he estado ausente durante la mayor parte de los
ú ltimos dos añ os con el fin de estudiar el material que les voy a
presentar esta noche. Nací y crecí aquí en Wichita, en un hogar
cristiano lleno de amor y en una comunidad cristiana que sostiene la
interpretació n tradicional de las Escrituras sobre este tema.

Só lo para ofrecer una breve reseñ a de esta presentació n: Voy a


empezar considerando algunas de las cuestiones má s amplias y las
divisiones que está n detrá s de este debate, luego examinaré con má s
detalle los principales textos bíblicos que está n involucrados en ella; y
posteriormente voy a ofrecer algunos comentarios finales. El tema de
la homosexualidad, de la ordenació n de clérigos homosexuales y de la
bendició n de uniones del mismo sexo, ha causado enormes divisiones
en la iglesia en las ú ltimas décadas, y la Iglesia continú a
sustancialmente dividida sobre el tema hasta hoy. Por un lado, las
razones má s comunes expresadas por los que buscan cambiar la
enseñ anza tradicional de la Iglesia sobre la homosexualidad son: La
aceptació n, la inclusió n y el amor. Mientras quienes se oponen a estos
cambios expresan su preocupació n sobre: la pureza sexual, la santidad
y lo má s fundamental, el lugar de las Escrituras en nuestras
comunidades. ¿Continuamos sosteniendo la Biblia como fuente
fidedigna y tomando las enseñ anzas bíblicas de manera seria, aunque
nos incomoden?

Quiero comenzar esta noche retomando la interpretació n


tradicional de las Escrituras sobre el tema, en parte porque sus
conclusiones tienen una historia mucho mayor dentro de la Iglesia, y
también porque creo que muchos de los que se adhieren a esta
perspectiva consideran que los que está n abogando por una nueva aú n
no han proporcionado argumentos teoló gicos que sean tan
fundamentados en las Escrituras como los propios, y en tal caso la
posició n má s bíblicamente correcta debe prevalecer.
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La interpretació n tradicional, en forma resumida, es la siguiente:

Hay seis pasajes en la Biblia que se refieren de alguna manera a las


conductas entre el mismo sexo, y todos ellos son negativos. Tres de los
cuales son claros y directos. En Levítico del Antiguo Testamento, las
relaciones sexuales entre hombres son prohibidas y llamadas una
“abominació n.” Y en el Nuevo Testamento, en Romanos, Pablo habla de
las mujeres “intercambiando las relaciones naturales por las no
naturales” y los hombres abandonando “las relaciones naturales con
las mujeres y cometiendo actos vergonzosos con otros hombres.” Y así,
de acuerdo con la interpretació n tradicional, tanto el Antiguo como el
Nuevo Testamento coinciden en su rechazo a las relaciones entre el
mismo sexo. Son solamente estos tres versículos y otros tres de los que
hablaré má s adelante. Es cierto que 6 versículos no son muchos a
comparació n de los 31,000 de las Escrituras. Pero no só lo son todos
negativos, desde las perspectiva tradicional, adquieren un significado
má s amplio y coherencia en los primeros capítulos del Génesis, en los
cuales Dios crea a Adá n y Eva, masculino y femenino. Esa fue la
creació n original, antes de la caída y antes que el pecado entrara en el
mundo. Se suponía que las cosas debían ser así. Y así, de acuerdo con
esta perspectiva, si alguien es gay, entonces su orientació n sexual es un
signo de la caída, un signo de la caída humana y el quebrantamiento. Se
suponía que las cosas no debían ser así. Y aunque tener una
orientació n homosexual no es en sí un pecado, segú n la interpretació n
tradicional, actuar segú n ella sí lo es, porque la Biblia es clara, tanto en
lo que prohíbe negativamente y en lo que aprueba positivamente. Los
cristianos que son gay, los que só lo son atraídos a los miembros del
mismo sexo, son llamados a abstenerse de actuar segú n su orientació n,
a negarse a sí mismos, a tomar su cruz y seguir a Cristo. Y aunque nos
parezca injusto, los métodos de Dios son má s altos que los nuestros, y
no es nuestro rol cuestionar, sino obedecer.

Dentro de este marco, la gente gay tiene un problema, y es que


quieren tener relaciones sexuales con las personas equivocadas. Ellos
tienden a ser vistos como seres esencialmente lujuriosos y sexuales.
Así, mientras los heterosexuales se enamoran, se casan, y forman sus
familias, los gays só lo tienen relaciones sexuales. Pero todos tienen una
orientació n sexual – y esta no se trata só lo de sexo. Los heterosexuales
no está n realmente obligados a considerar su orientació n sexual como
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una característica distintiva, pero sigue siendo una parte de ellos, e


influye en grandes partes de sus vidas. Para los heterosexuales la
orientació n sexual es su capacidad de amar romá nticamente y
entregarse al otro. No es só lo la atracció n y comportamiento sexual. Es
gracias a nuestra orientació n sexual que somos capaces de
enamorarnos de alguien para construir una relació n sentimental
comprometida y de largo plazo con el fin de formar una familia. La
familia no es só lo sobre el sexo, pero para muchos de nosotros sigue
siendo necesario tener compañ ía, un có nyuge. Y eso es cierto para la
gente gay como para los heterosexuales. Eso es lo que la orientació n
sexual también significa para ellos. Los gays tienen la misma capacidad
que las personas heterosexuales para amar romá nticamente y auto-
entregarse. El vínculo emocional que comparten las parejas gay y la
calidad de su amor es idéntica a las de las parejas heterosexuales. Los
gays, al igual que la mayoría de nosotros, han crecido en familias, y
ellos también desean formar a futuro la suya.

Pero la consecuencia de la interpretació n tradicional de la Biblia es


que, mientras se les pide a los heterosexuales evitar la lujuria, las
relaciones ocasionales, y la promiscuidad, a los gays se les pide evitar
por completo las relaciones romá nticas. La sexualidad de los
heterosexuales es vista como algo fundamentalmente bueno, como un
regalo. Se puede utilizar de maneras pecaminosas e irresponsables,
pero también puede ser aprovechada y orientada hacia una relació n
matrimonial amorosa, bendecida y celebrada por su comunidad. Pero a
los gay, a pesar de que tienen la capacidad de amar y desean relaciones
de amor con la misma importancia para ellos, se les dice que incluso
una relació n comprometida para toda la vida sería pecaminosa, porque
su orientació n sexual está completamente equivocada. No es una
cuestió n de lujuria contra el amor, o de relaciones ocasionales contra
relaciones comprometidas, porque las relaciones del mismo sexo son
intrínsecamente pecaminosas sin importar la calidad ni el contexto. La
orientació n sexual de las personas gay está tan equivocada y tan en
mal estado que nada bueno puede provenir de ellas: Ninguna relació n
moral, buena o divina. Ademá s se les dice que nunca tendrá n un
vínculo romá ntico celebrado por su comunidad y que nunca tendrá n
una familia.
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Filipenses 2,4 nos dice que no só lo miremos nuestros propios


intereses, sino también a los intereses de los demá s. Y en Mateo 5,
Jesú s enseñ a que si alguien te hace ir una milla, que vayas con ellos a
dos millas. Y por eso le voy a preguntar: ¿Te pondrías en mis zapatos
por un momento y caminas conmigo una milla, incluso si eso te hace
sentir un poco incó modo? Yo soy gay. Yo no elegí ser gay. No es algo
que yo habría elegido, no porque necesariamente sea algo malo serlo,
sino porque es extremadamente inconveniente, estresante y difícil,
porque ser diferente te hace sentir aislado, solo, incomprendido y no
aceptado. Yo crecí en el hogar y con la familia má s estable y llena de
amor que podría imaginar. Amo a mis padres y tengo una buena
relació n con los dos. Nadie abusó de mí mientras crecí y no podría
pedir una familia que me haya dado má s apoyo y una niñ ez tan
gratificante como la que tuve. Nunca he tenido novio y siempre he
creído en la abstinencia hasta el matrimonio. Pero también tengo un
deseo profundamente arraigado de casarme, compartir mi vida con
alguien má s y formar mi propia familia.

Sin embargo, segú n la interpretació n tradicional de las Escrituras,


como cristiano, estoy excluido completamente de la posibilidad de
amar, de tener compañ ía y formar una familia. Pero a diferencia de
alguien que siente un llamado de Dios al celibato, o a diferencia de una
persona heterosexual que simplemente no puede encontrar a la pareja
adecuada, yo no siento un llamado especial al celibato y podría má s
adelante encontrar a alguien a quien llegue a amar y con quien me
gustaría pasar el resto de mi vida. Pero si eso llegara a suceder, a raíz
de la interpretació n tradicional, si yo me enamorara de alguien y esos
sentimientos fueran correspondidos, mi ú nica opció n sería la de
marcharme, romper mi corazó n y refugiarme en la soledad. Y esto no
sería una angustia de una sola vez. Continuaría a lo largo de toda mi
vida. Cada vez que conozca a alguien cuya compañ ía me guste, tendré
miedo que me guste demasiado, y que pueda llegar a amarlo. Y dentro
de la interpretació n tradicional de las Escrituras, enamorarse es una de
las peores cosas que podrían sucederle a una persona gay. Debido a la
angustia, cada vez tienes que evitarlo y eso ocurrirá cada vez que le
tomas mucho cariñ o a alguien. Permanecerá s solo, mientras que ves a
tus amigos enamorarse, casarse y formar familias. No podrá s
compartir la alegría de tener un có nyuge y tus propios hijos. Siempre
vas a estar solo.
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Algunos podrá n decir, lo siento mucho, de verdad es triste. Pero no


es posible poner tus experiencias sobre la autoridad de las Escrituras
para ser feliz. El cristianismo no se trata de ser feliz. No se trata de la
autorrealizació n personal. El sacrificio y el sufrimiento son parte
integral de la vida de Cristo, y como cristianos, estamos llamados a
negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle. Eso es
cierto. Pero eso supone que no hay ninguna duda sobre la exactitud de
la interpretació n tradicional de las Escrituras sobre el tema, lo cual
estoy a punto de explorar. Ya se han presentado dos problemas
importantes con esa interpretació n. El primero es: En Mateo 7, en el
Sermó n de la Montañ a, Jesú s nos advierte contra los falsos maestros, y
ofrece un principio que puede ser utilizado para distinguir las buenas
enseñ anzas de la malas enseñ anzas. Por sus frutos, los conoceréis, dice.
Todo á rbol bueno da fruto bueno, pero el á rbol malo da fruto malo. Un
á rbol bueno no puede dar fruto malo, y un á rbol malo no puede dar
fruto bueno. Las buenas enseñ anzas, de acuerdo a Jesú s, tienen buenas
consecuencias. Eso no quiere decir que la enseñ anza cristiana sea o
deba ser fá cil, de hecho, muchos de los mandamientos de Jesú s no son
nada fá ciles: Poner la otra mejilla, amar a nuestros enemigos, dar la
vida por la de los amigos. Pero todos esos son actos profundos de amor
que reflejan el amor de Dios por nosotros y afirman fuertemente el
valor de la vida y de los seres humanos. Las buenas enseñ anzas,
incluso cuando son muy difíciles, no son destructivas para la dignidad
humana. No conducen a la destrucció n emocional y espiritual, y la
pérdida de la autoestima. Para los gay, esas han sido las consecuencias
de las enseñ anzas tradicionales sobre la homosexualidad. No han dado
buenos frutos en sus vidas y les ha causado un dolor y sufrimiento
incalculable. Si estamos tomando en serio a Jesú s, que la fruta mala no
puede venir de un á rbol bueno, entonces eso debe llevarnos a
cuestionar si la enseñ anza tradicional es la correcta.

El segundo problema que se ha presentado con la interpretació n


tradicional proviene de los primeros capítulos del Génesis, desde el
relato de la creació n de Adá n y Eva. Esta historia se cita a menudo para
argumentar en contra de la bendició n de uniones del mismo sexo: en el
principio, Dios creó un hombre y una mujer, y dos hombres o dos
mujeres sería una desviació n de ese diseñ o. Pero esta historia bíblica
merece mayor atenció n. En los dos primeros capítulos del Génesis,
Dios crea los cielos y la tierra, las plantas, los animales, el hombre, y
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todo en la tierra. Y declara toda la creació n buena o muy buena,


excepto por una cosa. En Génesis 2,18, Dios dice: “No es bueno que el
hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.” La ayuda idó nea
que Dios hace para Adá n es Eva, una mujer. Y una mujer es la compañ ía
adecuada para la gran mayoría de los hombres… de los hombres
heterosexuales. Pero este no es el caso para los hombres gay. Para
ellos, una mujer no es una compañ ía adecuada. Y así como una mujer
es la compañ ía adecuada para los hombres heterosexuales, para los
hombres gay un hombre es la compañ ía adecuada. Y lo mismo es cierto
para las mujeres lesbianas. Para ellas, otra mujer lesbiana es la
compañ ía adecuada. Pero la consecuencia necesaria de la enseñ anza
tradicional sobre la homosexualidad, es que aunque los gay tengan
parejas adecuadas, ellos deben de rechazarlas, y vivir solos por el resto
de sus vidas, sin un có nyuge o familia propia. Ahora estamos
declarando buena la primera cosa que Dios declaró mala en las
Escrituras: El hombre no debe verse obligado a estar solo. Y el fruto
que esta enseñ anza ha dado es muy hiriente y destructivo.

Esto es un problema muy importante. Al sostener la interpretació n


tradicional, estamos contradiciendo las propias enseñ anzas de la
Biblia: la Biblia enseñ a que no es bueno que el hombre se vea obligado
a estar solo, y sin embargo, eso es lo que estamos enseñ ando. La
Escritura dice que las buenas enseñ anzas dará n buenos frutos, pero
ahora ocurre lo contrario, y decimos que no es un problema. Algo está
mal, fuera de lugar. Y es a causa de estos problemas y contradicciones
que má s y má s cristianos han reexaminado estos 6 versículos de las
Escrituras que se han utilizado para basar una condena absoluta a las
relaciones entre el mismo sexo. ¿Podemos echar un vistazo má s de
cerca a estos versículos y ver qué podemos aprender de un mayor
estudio de ellos?

¿Cuá les son estos 6 versículos? Hay tres en el Antiguo Testamento y


tres en el Nuevo Testamento, así que voy a ir en el orden de aparició n
en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, tenemos la historia de la
destrucció n de Sodoma y Gomorra en Génesis 19, así como dos
prohibiciones en Levítico 18 y 20. Y en el Nuevo Testamento, tenemos
un pasaje de Pablo en Romanos 1, así como dos términos griegos en 1ª
Corintios 6 y 1ª Timoteo 1.
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Para iniciar, echemos un vistazo a Génesis 19, la destrucció n de


Sodoma y Gomorra. En Génesis 18, Dios y dos á ngeles se presentan en
forma de hombres para visitar a Abraham y Sara en su morada junto al
Mar Muerto. Abraham y Sara todavía no se dan cuenta quienes son,
mas no obstante muestran su generosa hospitalidad. A mitad del
capítulo, Abraham comienza a reconocer a Dios, y É l le dice “[e]l
clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y su pecado tan grave
que iré  hacia abajo para ver si lo que han hecho es tan malo como el
clamor que ha llegado hasta mí.” El sobrino de Abraham, Lot, y la
familia de Lot, vivían en Sodoma, por lo que Abraham le pide a Dios
que no destruya la ciudad si encuentra hasta 10 personas justas allí.

Al inicio del siguiente capítulo, en Génesis 19, llegan los dos á ngeles
a Sodoma, todavía en la forma de hombres. Lot les invita a pasar la
noche en su casa, y les prepara comida. Sin embargo, comenzando en el
versículo 4, leemos lo siguiente: “Aú n no se habían acostado cuando los
hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin
excepció n, tanto jó venes como ancianos, estaba allí presente.” Y
llamaron a Lot: “¿Dó nde está n los hombres que vinieron a pasar la
noche en tu casa? ¡É chalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!”
Lot salió a su encuentro, cerró la puerta tras el y les dijo: “No, mis
amigos. No hagan esta cosa mala. Yo tengo dos hijas que nunca se han
acostado con un hombre. Permítanme traérselas, para que puedan
hacer lo que quieran con ellas. Pero no hagan nada a estos hombres,
porque ellos han venido bajo la protecció n de mi techo.”

Sin embargo, los hombres siguen amenazando, por lo que los


á ngeles los golpean con ceguera. Luego Lot y su familia huyen de la
ciudad y Dios destruye a Sodoma y Gomorra con fuego y azufre.
Originalmente la destrucció n de Sodoma y Gomorra no se consideraba
relacionada con la sexualidad, incluso si existe un componente sexual
en el versículo que acabamos de leer. Fue a partir de la Edad Media que
comenzó a ser ampliamente aceptado que el pecado de Sodoma, la
razó n por la que Sodoma fue destruida, fue la homosexualidad en
particular. Esta interpretació n dominó durante siglos, dando lugar al
término en inglés “sodomía,” lo cual técnicamente se refiere a
cualquier forma de comportamiento sexual no procreativo, pero en
varios momentos de la historia, se ha referido principalmente a las
relaciones sexuales entre hombres. Pero esta ya no es la interpretació n
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predominante del pasaje, y que las sociedades lo hayan asociado con la


homosexualidad simplemente no quiere decir que eso es lo que la
Biblia enseñ a. En el pasaje, los hombres de Sodoma amenazan con una
violació n colectiva a los á ngeles que visitaban a Lot, quienes habían
llegado en forma de hombres, y este comportamiento en apariencia es
una relació n sexual entre el mismo sexo. Pero esa es la ú nica conexió n
que puede establecerse entre el pasaje y la homosexualidad en general,
y existe una gran diferencia entre las acciones violentas y coercitivas
con las relaciones consensuales, monó gamas y amorosas. Nadie en la
Iglesia o en ningú n otro lado aboga por la aceptació n de la violació n en
grupo; esto es muy diferente a lo que estamos hablando.

Algunos sostienen que los hombres de Sodoma eran homosexuales


porque querían violar a otros hombres. Y que fueron sus deseos
homosexuales y no la amenaza de violació n los que Dios estaba
castigando. Pero la violació n colectiva de hombres hacia hombres fue
utilizada como tá ctica comú n de humillació n y agresió n durante la
guerra y otros contextos hostiles de los tiempos antiguos. No tenía
nada que ver con la orientació n sexual o la atracció n; el punto era
humillar para vencer. Ese es el contexto apropiado para la lectura de
este pasaje de Génesis 19, el cual, notoriamente, es un contraste a dos
relatos de generosa acogida y hospitalidad: el de Abraham y Sara en
Génesis 18, y la muestra de hospitalidad de Lot en el mismo Génesis
19. Las acciones de los hombres de Sodoma pretenden resaltar su trato
cruel a los extranjeros, y no decirnos que eran homosexuales.

Y de hecho, en los siguientes libros de la Biblia se hace referencia


20 veces a Sodoma y Gomorra, algunas veces con explicaciones
detalladas de sus pecados, pero la homosexualidad nunca es conectada
con ellos. En Ezequiel 16,49, el profeta cita a Dios diciendo: “Tu
hermana Sodoma y sus aldeas pecaron de soberbia, gula, apatía, e
indiferencia hacia el pobre y el indigente.” Así que el mismo Dios en
Ezequiel declara que el pecado de Sodoma fue la arrogancia y la apatía
hacia los pobres. En Mateo 10 y Lucas 10, Jesú s asocia el pecado de
Sodoma con el tratamiento hostil a sus discípulos. De todas las 20
referencias a Sodoma y Gomorra en el resto de las Escrituras, só lo una
relaciona sus pecados con las transgresiones sexuales en general. El
libro del Nuevo Testamento de Judas, versículo 7, dice que Sodoma y
Gomorra “cometieron inmoralidades y perversiones sexuales.” Pero
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hay muchas formas de inmoralidad y perversió n sexual, e incluso si


Judas 7 se considerara como referencia específica a la amenaza de
violació n colectiva de Génesis 19,5, veríamos que no tiene nada que ver
con el tipo de relaciones de las que estamos hablando.

Ahora los estudiosos de ambos bandos del debate reconocen que el


relato de Sodoma y Gomorra no ofrece suficiente evidencia bíblica para
sustentar la creencia de que la homosexualidad es un pecado. Pero los
siguientes dos versos de Levítico son citados comú nmente para
sostener ese pensamiento: “No te echará s con varó n como con mujer:
es abominació n.” Ciertamente se puede afirmar que son de mayor
relevancia a nuestro tema que la violació n colectiva, por lo que
merecen de nuestro estudio cuidadoso. Hagamos una pausa un
momento y démosle un poco de contexto: Levítico es el tercer libro de
la Biblia. Tenemos Génesis, É xodo, Levítico, Nú meros y Deuteronomio.
Desde É xodo hasta Deuteronomio, Dios entrega las 613 reglas de la Ley
a los Israelitas.

El libro del Levítico se ocupa principalmente de cuestiones


relacionadas con las prá cticas ceremoniales de culto apropiados en el
taberná culo: las distintas ofrendas y la forma de prepararlas, los
alimentos puros e impuros, las enfermedades y fluidos corporales, los
tabú es sexuales, y las reglas para los sacerdotes. El capítulo 18 del
Levítico contiene una lista de prohibiciones sexuales, y el capítulo 20 le
sigue con una lista de los castigos. En estos capítulos se prohíben las
relaciones sexuales entre hombres, y el castigo para los que rompan la
regla es la muerte. En específico los versículos son: Levítico 18,22 y
20,13. Y dicen: “No te echará s con varó n como con mujer: es
abominació n.” Y 20,13 continú a diciendo: “Si alguno se ayuntare con
varó n como con mujer, abominació n hicieron; ambos han de ser
muertos; sobre ellos será su sangre.”

Bueno, ahí lo tenemos. Para muchos, aquí termina el debate bíblico.


Es sorprendente que tantas personas sigan creyendo que estos
versículos de Levítico son de alguna manera el centro del debate
teoló gico sobre la homosexualidad. De hecho, los versículos son de
importancia secundaria al pasaje de Pablo en Romanos 1. La razó n no
es que su significado sea vago, pero su contexto en la ley del Antiguo
Testamento los hace inaplicables a los cristianos. Gran parte del Nuevo
Testamento trata sobre el lugar de la antigua ley en la iglesia cristiana.
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Como los gentiles estaban siendo incluidos por primera vez primera en
lo que antes era una fe exclusivamente judía, se armaron fuertes
debates y divisiones entre los primeros judíos cristianos acerca de si
los gentiles conversos tendrían que seguir la Ley, con sus má s de 600
normas. En Hechos 15, vemos que el debate se resolvió de la siguiente
manera. En el añ o 49 dC, los primeros líderes de la iglesia se reunieron
en lo que se llamó el Concilio de Jerusalén, y decidieron que la antigua
ley no sería obligatoria para los creyentes gentiles. Los aspectos
culturales má s distintivos de la antigua ley eran el complejo
reglamento de los Israelitas para cumplir la dieta kosher y la prá ctica
de la circuncisió n masculina. Pero después del Concilio de Jerusalén,
incluso esas partes centrales de la identidad israelita no se aplicaron a
los cristianos. Aunque es un argumento comú n en la actualidad, no hay
razones que lleven a pensar que estos dos versículos de la antigua ley
en Levítico sean aplicables a los cristianos, incluso si otras partes de la
Ley no lo son.

En Gá latas 6, Pablo expresó que en Cristo, ni la circuncisió n ni la


incircuncisió n tienen significado alguno. É l habla de la antigua ley
como un “yugo de esclavitud” y advierte a los cristianos a no ser
agobiados por ella. En Colosenses 2, Pablo escribe que a través de
Cristo, Dios “nos perdonó todos los pecados y anuló la deuda que
teníamos pendiente por los requisitos de la ley. É l anuló esa deuda que
nos era adversa, clavá ndola en la cruz.” En los Evangelios, Jesú s se
describe como el cumplimiento de la Ley, y en Romanos 10,4, Pablo
escribe que “Cristo es el fin de la ley.” Hebreos 8,13 dice que el antiguo
pacto se ha “declarado obsoleto,” porque Cristo es la base de la nueva
alianza, liberando a los Cristianos de la Antigua Ley, de la cual la mayor
parte era para los antiguos israelitas, su comunidad y sus prá cticas
propias de adoració n. Los cristianos siempre han considerado el libro
de Levítico como inaplicable para ellos debido al cumplimiento de
Cristo de la ley. Si bien es cierto que Levítico prohíbe las relaciones
sexuales entre hombres, también prohíbe otra gran variedad de otras
conductas, actividades y alimentos que los cristianos nunca han
considerado prohibidos. Por ejemplo, el Levítico 11 prohíbe el
consumo de carne de cerdo, camarones y langosta, cosa que la Iglesia
no considera como un pecado. El Capítulo 19 prohíbe la plantació n de
dos tipos de semillas en un mismo campo, el uso de ropa tejida con dos
tipos de tejido, y cortarse el pelo a los lados de la cabeza. Los cristianos
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nunca han considerado estas cosas como pecado, porque la muerte de


Cristo en la cruz liberó a los cristianos de lo que Pablo llamó el “yugo
de la esclavitud.” No estamos sujetos a la antigua ley.

Sin embargo la antigua ley contiene algunas reglas que los


cristianos continú an observando, por ejemplo, los Diez Mandamientos
Por lo que algunos argumentan que Levítico 18,22 y 20,13, las
prohibiciones de las relaciones sexuales entre el mismo sexo, deben
ser una excepció n a la regla, y que deben seguir siendo vá lidas para los
cristianos de hoy. Hay tres argumentos principales para esta posició n.
El primero es el contexto inmediato de los versos: Levítico 18 y 20
también prohíben el adulterio, el incesto y la bestialidad, lo cual sigue
siendo considerado como pecado, por lo que la homosexualidad
debería ser así. Sin embargo, a 3 versículos de distancia, en Levítico
18,19 se prohíbe las relaciones sexuales con la mujer durante su
menstruació n. A esto también se le llama “abominació n” en el cierre
del capítulo. Pero los cristianos no consideran esto como pecado, sino
que es visto como un asunto limitado a la limpieza ceremonial de los
antiguos israelitas. Todas las otras categorías de prohibiciones
establecidas en los capítulos (el adulterio, el incesto y la bestialidad) se
repiten varias veces durante el resto del Antiguo Testamento, tanto
dentro de la ley como fuera de ella: en É xodo, Nú meros, Deuteronomio
y Ezequiel. Pero las relaciones del mismo sexo entre hombre só lo
aparecen en Levítico, rodeada de docenas de prohibiciones que los
cristianos nunca han considerado aplicables.

Bueno… Si Levítico lo llama abominació n, y si fue una abominació n


en ese tiempo, seguro que no puede ser cosa buena ahora. La palabra
“abominació n” se aplica a una gama muy amplia de las cosas en la
Antigua Ley. Como comer mariscos en Levítico 11 y comer conejo o de
cerdo en Deuteronomio 14. Eso también fue llamado abominació n.
Como acabo de decir, el sexo durante la menstruació n de la mujer
también se conoció como una abominació n. En el Antiguo Testamento
el término “abominació n” se utiliza sobre todo para distinguir aquellas
prá cticas comunes en las naciones extranjeras con las que eran
claramente israelitas. Esta es la razó n por la cual Génesis 43,42 dice
que para los egipcios comer con los hebreos sería una abominació n
para los egipcios. También por la cual É xodo 8,26 dice para los egipcios
sería una abominació n que los israelitas hicieren sacrificios cerca del
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palacio del faraó n. Claro que no hay nada malo con los sacrificios de los
israelitas. El problema con estas dos prá cticas es que se desdibujan las
líneas entre las prá cticas que son específicamente israelitas y las que
son extranjeras. La palabra “abominació n” en el Antiguo Testamento es
culturalmente específica intencionalmente; define las diferencias
religiosas y culturales entre Israel y otras naciones. Pero no es una
declaració n sobre lo que es intrínsecamente bueno o malo, correcto o
incorrecto, y por eso muchas cosas del Antiguo Testamento han sido
aceptadas por mucho tiempo en la vida y prá ctica Cristiana.

Eso está bien, pero la pena es la muerte; sin duda eso indica que el
comportamiento en cuestió n es especialmente malo y por eso debemos
considerarlo como pecaminoso. Pero lo anterior pasa por alto la
gravedad de todos los castigos de la Antigua Ley. Teniendo en cuenta
las amenazas que enfrentaban los Israelitas como la hambruna,
enfermedad, discordia interna y ataques de otras tribus, mantener el
orden y la cohesió n era de suma importancia para ellos, por lo que la
mayor parte de los castigos del Antiguo Testamento nos parecerá n
muy duros. Una pareja que tuviera relaciones sexuales durante el
período menstrual de la mujer era expulsada permanentemente de la
comunidad. Si la hija de un sacerdote caía en la prostitució n, ella era
castigada en la hoguera. Cualquier persona que usara el nombre del
Señ or en vano, no só lo era amonestado, también era apedreado. Y todo
aquel que desobedeciera a sus padres también era apedreado. Incluso
algunas situaciones que no consideramos como cuestiones morales
recibían la pena de muerte en el Antiguo Testamento. Segú n É xodo
35,2 trabajar durante el día de reposo era una ofensa capital. Y en
Ezequiel 18, la pena de muerte era aplicada a cualquier persona que
cobrara intereses sobre un préstamo, y en el cierre del capítulo se
llama a esto, también, una “abominació n”. Que algo haya sido castigado
con la pena de muerte en el Antiguo Testamento no es motivo
suficiente para que los cristianos deban verla como algo pecaminoso.
Hay demasiada variació n para que ese sea un enfoque coherente y
eficaz. Los cristianos durante casi dos milenios han visto los cientos de
reglas y prohibiciones del Antiguo Testamento como cumplidas por
Cristo y no hay argumentos suficientes para que Levítico 18,22 y 20,13
sean excepciones a esa regla.
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Si tras una examinació n detallada los tres pasajes del Antiguo


Testamento no presentan argumentos contra las relaciones amorosas
entre parejas gay Cristianas, ¿qué pasa con los tres pasajes del Nuevo
Testamento? Aquellos que han estudiado este debate teoló gico sabrá n
que el má s importante de los seis pasajes no se encuentra en el Antiguo
Testamento, sino en el primer capítulo de la carta de Pablo a la iglesia
en Roma: Romanos 1,26-27. Este es el versículo má s importante por
tres motivos: En primer lugar, está en el Nuevo Testamento, por lo que
no se encuentra con los mismos problemas de contexto y aplicabilidad
de Levítico. En segundo lugar, a diferencia de Levítico, habla de
hombres y mujeres. Y en tercer lugar, aunque no es muy largo, los dos
versículos consecutivos son la discusió n má s larga de cualquier forma
de relació n entre el mismo sexo en las Escrituras. Ya que estos dos
versículos se encuentran dentro de un argumento complejo teoló gico
sobre la idolatría, hablaré má s tiempo de este pasaje que de cualquier
otro.

Pablo comienza su carta en Romanos 1-3 describiendo la injusticia


de toda la humanidad, tanto judíos como gentiles, y la necesidad
universal de un salvador. Cerca del final de Romanos 3 está el famoso
versículo: “Pues todos han pecado y está n privados de la gloria de
Dios.” En Romanos 3,10 Pablo dice, “No hay un solo justo, ni siquiera
uno.” Para sustentar su opinió n, Pablo argumenta en el capítulo 2 que
aunque los judíos tengan la Ley ellos no la siguen lo suficiente para
ganarse la salvació n por su cuenta. Pero en el capítulo 1 comienza
describiendo la impiedad de la humanidad en general. Y en Romanos
1,18-32, Pablo escribe sobre la caída de los gentiles en la idolatría y las
consecuencias de su rechazo de Dios. É l dice que ellos sabían la verdad
de Dios, pero la rechazaron, cambiaron la verdad por una mentira y
dieron culto a otras cosas en lugar que al Creador: Aves, animales,
reptiles. Dios los dejó porque ellos le renunciaron. É l los dejó vivir sin
É l. Ellos cayeron en vicios y pasiones. Entre las pasiones se incluía el
sexo lujurioso entre el mismo sexo. En los versículos 26 y 27, leemos lo
siguiente:

“Por tanto [en relació n a su idolatría], Dios los entregó a pasiones


vergonzosas. En efecto, las mujeres cambiaron las relaciones naturales
por las que van contra la naturaleza.  Así mismo los hombres dejaron
las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones
14

lujuriosas los unos con los otros. Hombres con hombres cometieron
actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su
perversió n.”

Pareciera que el caso está finalmente cerrado. A pesar de que los


versículos de Levítico no se aplican a los cristianos, aquí tenemos a
Pablo en el Nuevo Testamento enseñ ando claramente la
inadmisibilidad y pecaminosidad de las relaciones entre el mismo sexo.
Y a pesar de que só lo habla de las conductas lujuriosas, y no de las
relaciones de amor, él llama antinaturales a las uniones del mismo
sexo. Está n fuera del diseñ o natural, exclusivamente heterosexual,
establecido por Dios en Génesis 1 y 2. Así que incluso si una relació n
del mismo sexo es amorosa y comprometida, todavía es pecaminosa.
Esa es la interpretació n tradicional de Romanos 1,26-27.

¿Qué tan só lida es esa interpretació n? Este pasaje nos obliga a


rechazar la posibilidad de relaciones amorosas entre la gente gay, y si
es así, ¿có mo puede esa posició n tener sentido, teniendo en cuenta los
problemas que he descrito antes? ¿Era la intenció n de Pablo enseñ ar
que Dios desea que la gente gay deban estar solas durante toda su vida,
debido a que su orientació n sexual está arruinada y fuera del diseñ o
natural que É l creó ?

La manera que comprendemos este pasaje depende en gran parte


de có mo definimos los términos “natural” y “antinatural.” La mayoría
de los que sostienen la interpretació n tradicional suponen que los
términos se refieren a Génesis 1 y 2 y que su objetivo es definir la
heterosexualidad como el diseñ o natural de Dios, y la homosexualidad
como una distorsió n antinatural de su diseñ o. Pero una vez má s, un
examen má s detallado no soporta esta interpretació n. Para entender lo
que Pablo quiso decir con el uso de estos términos, tenemos que
considerar dos cosas. En primer lugar, para entender la funció n del
término “naturaleza” en el versículo debemos mirarlo desde un
contexto má s amplio. Y en segundo lugar, tenemos que ver có mo Pablo
utiliza estos términos en sus otras cartas y la forma en que fueron
comú nmente aplicados a la conducta sexual, en particular en el mundo
antiguo.

Primero, el contexto del pasaje. En 1,18-32, Pablo está haciendo un


argumento má s amplio acerca de la idolatría, y ese argumento tiene
15

una ló gica muy precisa. La razó n, dice en los versículos 18-20, que las
acciones de los idó latras son censurables es porque ellos conocían a
Dios. Ellos comenzaron con el conocimiento de Dios, pero optaron por
rechazarlo. Pablo escribió : “Lo que se puede conocer acerca de Dios es
evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la
creació n del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su
eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de
lo que él creó , de modo que nadie tiene excusa.” Los idó latras no tienen
excusa por que conocían la verdad, comenzaron con la verdad, pero la
rechazaron. Las declaraciones posteriores de Pablo acerca del
comportamiento sexual siguieron el mismo patró n. Las mujeres, dice,
“intercambiaron” las relaciones naturales por las antinaturales. Y los
hombres “abandonaron” las relaciones con las mujeres y cometieron
actos vergonzosos con otros hombres. Tanto los hombres como las
mujeres comenzaron con la heterosexualidad, a la que se encontraban
naturalmente dispuestos de la misma manera a la que se encontraban
naturalmente dispuestos al conocimiento de Dios, pero rechazaron sus
inclinaciones originales y naturales por otras que eran antinaturales:
Para ellos, las relaciones entre el mismo sexo. El argumento de Pablo
sobre la idolatría requiere que haya un intercambio; la razó n, dice él, es
que los idó latras son culpables por que primero conocieron a Dios y
luego lo intercambiaron por ídolos. La referencia de Pablo al
comportamiento del mismo sexo está destinada a ilustrar el gran
pecado de la idolatría. Pero para que esta analogía tenga alguna fuerza,
para que tenga sentido con su argumento, las personas que el describe
deben comenzar naturalmente con relaciones heterosexuales y luego
abandonarlas. Y así es exactamente como él las describe.

Pero eso no es de lo que estamos hablando. Las personas gay tienen


una orientació n natural y permanente hacia el mismo sexo; no es algo
que escogen y no es algo que ellos puedan cambiar. No está n
abandonando o rechazando la heterosexualidad, para empezar; esa
nunca fue una opció n para ellos. Y si se aplica a las personas
homosexuales, el argumento de Pablo aquí en realidad debería
funcionar en la otra direcció n: Si el punto de este pasaje es reprender a
aquellos que han rechazado su verdadera naturaleza, ya sea religiosa
cuando se trata de la idolatría o sexual, entonces así como los que son
naturalmente heterosexuales no deben estar con los del mismo sexo,
los que tienen una orientació n natural hacia el mismo sexo no deben
16

estar con el sexo opuesto. Para ellos, eso sería intercambiar de la


misma manera “lo natural por lo antinatural.” Tenemos naturalezas
diferentes cuando se trata de la orientació n sexual.

¿Es este só lo un argumento ingenioso sin fundamentos en el


contexto histó rico del mundo de Pablo y por lo tanto produce una
interpretació n diferente a la que él quiso originalmente? Después de
todo, el concepto de orientació n sexual es muy reciente; se desarrolló
en el siglo pasado y llegó a ser ampliamente entendido en las ú ltimas
décadas. Entonces ¿có mo podemos tomar nuestras categorías y
entendimientos modernos para usarlos para interpretar un texto tan
lejano? Pero esa distancia es precisamente el punto. En el mundo
antiguo, la homosexualidad fue considerada, no como una orientació n
sexual diferente o algo inherente a una minoría, pero como un exceso
de lujuria o pasió n a la que cualquier persona podría ser propensa si se
dejaba llevar demasiado. Lo ilustraré con un par de citas. Dió n
Crisó stomo, un reconocido filó sofo griego del Siglo I, escribió :

“El hombre cuyo apetito es insaciable en estas cosas [refiriéndose a


las relaciones heterosexuales]… despreciará la facilidad de conquistar
el amor de una mujer, lo considerará muy fá cil de obtener… y
continuará sus acosos en las habitaciones de los hombres… pensando
que encontrará un tipo de placer difícil de conseguir.”

Un escritor cristiano del siglo IV dijo de la conducta del mismo


sexo: “Usted verá que todo este deseo se deriva de una codicia que no
permanece dentro de sus límites habituales.” El abandono de las
relaciones heterosexuales por lujuria hacia el mismo sexo era
comparado con la gula al comer y beber. La sexualidad era vista como
un espectro, en el que las relaciones con el sexo opuesto eran el
producto de un deseo “moderado” y las relaciones con el mismo sexo
un producto de una cantidad excesiva de deseo. La orientació n
personal no tenía nada que ver con ello. Pero dentro de este marco,
como dije, las relaciones entre el mismo sexo eran asociadas con los
límites del exceso de lujuria, y por eso Pablo las menciona en Romanos
1. Su propó sito fue mostrar que los idó latras se entregaron a las
pasiones desenfrenadas y lo ilustra con una escena de caos y exceso
sexual. Y eso es completamente coherente con la forma en que las
relaciones del mismo sexo eran descritas comú nmente en ese tiempo.
La ú nica razó n que ayuda a Pablo ilustrar el caos sexual general al
17

referirse a los comportamientos entre el mismo sexo, es que las


personas que describía comenzaron con relaciones heterosexuales y
luego, en una explosió n de lujuria, las abandonaron, intercambiá ndolas
por otra cosa.

También es muy importante que Pablo só lo habló de conductas


lujuriosas y casuales. No dijo nada sobre personas enamoradas,
comprometiéndose por vida y formando una familia juntos. Nunca se
nos ocurriría leer un pasaje en las Escrituras acerca de lujuria y
promiscuidad heterosexual para luego condenar todos los
matrimonios de cristianos heterosexuales. Hay una enorme diferencia
entre la lujuria y el amor cuando se trata de nuestra sexualidad, entre
las relaciones casuales y las comprometidas, entre la promiscuidad y la
monogamia. Esta diferencia siempre ha sido considerada primordial en
la enseñ anza cristiana de la ética sexual a los cristianos heterosexuales.
¿Por qué no consideramos primordial esa diferencia para los cristianos
gay? ¿Có mo podemos tomar un pasaje acerca de la lujuria y
promiscuidad del mismo sexo para condenar todas las relaciones
amorosas que podrían surgir entre los gay? Ese es un está ndar muy
diferente al que se le aplica a las personas heterosexuales.

Y de nuevo, el argumento primordial usado para sostener las


normas diferentes, es que Pablo no condenó ú nicamente la lujuria
entre el mismo sexo, sino también llamó los deseos del mismo sexo
“vergonzosos” y a las uniones del mismo sexo “antinaturales.” Ya
expliqué por qué el uso del término “antinatural” por parte de Pablo
requiere el rechazo voluntario de los idó latras hacia sus deseos
heterosexuales. Y así es como funciona el término dentro del pasaje,
reflejando el cambio de los idó latras de Dios por ídolos. Pero antes de
dejar este pasaje, tenemos que considerar có mo Pablo utilizó estos
términos en sus otras cartas y có mo los términos “natural” y
“antinatural” eran aplicados a las conductas sexuales de su tiempo.

Una de las referencias má s significativas de Pablo a la “naturaleza”


fuera de Romanos 1 se presenta en 1ª Corintios 11. Allí, en los
versículos 13-15, escribe:

“Juzguen ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios


sin cubrirse la cabeza? ¿No les enseñ a el mismo orden natural de las
18

cosas que es una vergü enza para el hombre dejarse crecer el cabello,
mientras que es una gloria para la mujer llevar cabello largo?”

Este en realidad es el pasaje má s similar a Romanos 1,26-27 en el


Nuevo Testamento, porque Pablo no só lo se refiere a la “naturaleza,”
sino también habla del concepto de “desgracia,” que es el mismo
término que se traduce como “vergonzosa” en Romanos 1. Pero la
forma en que interpretamos estos términos en 1ª Corintios 11 es muy
diferente a como la interpretació n tradicional quiere leerlos en
Romanos 1. Uno de los significados má s comunes de la palabra griega
que significa “naturaleza” es “costumbre,” y así es como los cristianos
hoy en día comú nmente interpretan este pasaje en 1ª Corintios. Y la
menció n de “desgracia” o “vergü enza” se refiere específicamente a lo
que es vergonzoso segú n ciertas costumbres. Entonces la manera como
leemos a Pablo en 1ª Corintios es así: “¿No dictan las costumbres de
nuestra sociedad que es vergonzoso que un hombre tenga el cabello
largo, pero que para una mujer es honorable?” Esta lectura se alinea
con las antiguas actitudes mediterrá neas sobre el género y la longitud
del cabello, y tiene mucho má s sentido que la idea que los procesos
bioló gicos llevan a los hombres a tener pelo corto. Por “naturaleza,”
crecería largo.

Repitiendo, el pasaje sobre la longitud del cabello en 1ª Corintios es


el má s similar de los escritos de Pablo al pasaje de la conducta sexual
en Romanos 1. Así que si entendemos las menciones de Pablo sobre la
“naturaleza” y “desgracia” como relacionadas a las costumbres, ¿por
qué no hacemos lo mismo en Romanos 1? De hecho, a diferencia de la
interpretació n tradicional, este enfoque sería coherente con la manera
en que los términos “natural” y “antinatural” eran utilizados en
relació n a la conducta sexual por los antiguos griegos y romanos. En
aquellas sociedades patriarcales, en las que la mujer era considerada
como inferior a los hombres, la mayor distinció n que hacían al discutir
la conducta sexual no era la orientació n, mas bien, la funció n activa o
pasiva. Los griegos y romanos, junto con las otras sociedades de los
tiempos bíblicos, creían que el rol natural y tradicional del hombre era
ser activo en las relaciones sexuales, mientras que el de la mujer era
ser pasivo. Cuando cualquiera de esos roles se invertía, cuando un
hombre era pasivo o una mujer activa, se etiquetaba el
comportamiento como vergonzoso y “antinatural” en el sentido que
19

violaba los roles tradicionales de género. Por eso es que comú nmente
llamaban a las uniones entre el mismo sexo “antinaturales.” Pero al
igual que las actitudes de los griegos y romanos sobre la longitud
apropiada del cabello, sus puntos de vista sobre los roles de género son
específicos a esas culturas patriarcales. En ambos casos, Pablo
meramente usaba los términos que habían ganado amplia aceptació n
para describir las cosas en las sociedades a las que se dirigía. Y usa el
término “naturaleza” en Romanos 1, de la misma manera que lo hace
en 1 Corintios 11. Así que si vamos a ser coherentes e histó ricamente
exactos en nuestra interpretació n bíblica, tenemos que reconocer para
Romanos 1 lo que reconocemos de 1ª Corintios 11: el término
“naturaleza” se refiere a la costumbre social, no al orden bioló gico, y es
un término culturalmente específico.

Los dos versículos restantes está n menos involucrados que los


demá s, por lo que tomaré menos tiempo con ellos. Son 1 Corintios 6,9 y
1 Timoteo 1,10. En ellos el debate se centra en la traducció n de dos
términos griegos. En 1 Corintios 6,9-10, Pablo advierte a aquellos que
no heredará n el reino de Dios. Y luego lista 10 tipos diferentes de
personas que no heredará n el reino. Debido a que esta disputa es sobre
la traducció n, comenzaré con la versió n King James de este pasaje, que
fue publicada hace má s de 400 añ os y precede a esta controversia
moderna. [N.de.T: Para la traducció n españ ola se ha utilizado Reina
Valera del Siglo XVII] Dice así:

“¿No sabéis que los injustos no poseerá n el reino de Dios? No


erréis, que ni los fornicarios, ni los idó latras, ni los adú lteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los
avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores,
heredará n el reino de Dios.

Las palabras clave en este debate son las palabras traducidas como
“afeminados” y “los que se echan con varones.” Estas traducciones un
tanto ambiguas de la versió n King James son coherentes con como las
palabras se han traducido al inglés por cientos de añ os: un tipo de
inmoralidad o abuso, pero nunca se especificó de qué tipo. Esto cambió
a mediados del siglo pasado, cuando algunos traductores de la Biblia
comenzaron a conectar estos términos directamente con la
homosexualidad. La primera aparició n de este cambio se produjo en
1946, cuando una traducció n de la Biblia simplemente señ aló que los
20

“homosexuales” no heredará n el reino de Dios. Algunas décadas má s


tarde, después que la distinció n entre la orientació n sexual y el
comportamiento sexual llegara a ser má s ampliamente entendida, esto
fue cambiado para decir que ú nicamente los “homosexuales
practicantes” no heredará n el reino de dios. Sin embargo, estos
términos y conceptos relacionados con la orientació n sexual son
completamente ajenos al mundo bíblico. Ni el griego, el lenguaje del
Nuevo Testamento, ni hebreo, la lengua del Antiguo Testamento, ni
latín, la lengua de las primeras traducciones cristianas de la Biblia,
tenían una palabra que significara o correspondiera a la palabra en
inglés “gay.” El concepto de la orientació n sexual y en particular de la
orientació n hacia el mismo sexo no existía en el mundo antiguo. El
término Inglés “homosexual” no fue acuñ ado hasta el fin del siglo XIX. Y
así, las traducciones de estas palabras que sugieren que Pablo estaba
usando estos conceptos y categorías distintamente modernos son
altamente sospechosas. Hoy en día, muchas traducciones de la Biblia,
pero no todas, vinculan estos términos de alguna manera con la
homosexualidad, traduciéndolos como “los hombres que practican la
homosexualidad,” “hombres que tienen sexo con hombres” o
“prostitutos.” ¿Cuá l es la base de este cambio en la traducció n?

La palabra traducida como “los que se echan con la humanidad” [N


del T: “los que se echan con varones” en Reina Valera Antigua] en la
versió n King James es una palabra compuesta. En griego es
“arsenokoites,” “arsen,” que significa “hombre” y “koites” que significa
“cama,” generalmente con una connotació n sexual. El argumento es
que determinamos el significado de este término con su etimología:
“hombre” y “cama” en su forma plural debe entonces referirse a los
hombres que se acuestan con otros hombres. Pero hay varios
problemas con este enfoque. En primer lugar, simplemente mirar los
componentes de la palabra no nos dice su significado. En inglés hay
muchas palabras en las que este enfoque sería un fracaso: Por ejemplo,
las palabras “understand” [entender], “butterfly” [mariposa] y
“honeymoon” [luna de miel]. Los componentes “miel” y “luna” en
realidad no nos dicen nada acerca de lo que esta palabra significa. Para
entender lo que significa una palabra, se debe considerar có mo se
utiliza en su contexto. El problema con la palabra “los que se echan con
varones,” “arsenokoites,” es que se usaba muy raramente en griego
antiguo. De hecho, el uso de ella por Pablo en 1 Corintios es el primer
21

uso de esa palabra registrado en cualquier lugar. Y después de Pablo,


los pocos lugares en los que aparece tienden a ser listas de vicios
generales, que no son los má s ú tiles de los contextos.
Afortunadamente, muchas de esas listas son agrupadas por categoría y
esta palabra griega aparece constantemente má s en los pecados de
naturaleza fundamentalmente econó mica que en los de naturaleza
fundamentalmente sexual. Ese y algunos otros datos contextuales
indican que el término se refería a algú n tipo de explotació n econó mica
a través de medios sexuales. Esto podría haber involucrado formas de
comportamiento entre el mismo sexo, pero de maneras coercitivas y
explotadoras. No hay apoyo contextual que vincule este término a las
relaciones amorosas y fieles.

La otra palabra discutida en este pasaje, traducida como


“afeminado” en King James y Reina Valera Antigua, es “malakos” en
griego. Esta era una palabra muy comú n en griego antiguo, y
literalmente significa “suave.” Fue utilizado como un insulto en una
amplia variedad de contextos, para referirse a aquellos que eran
considerados de cará cter débil, cobardes o perezosos. Esas carencias,
sobre todo, eran asociadas a las mujeres en la antigü edad, por lo que se
tradujo como “afeminado.” En un contexto específicamente sexual, la
palabra era usada para describir el libertinaje y el desenfreno pero no
era limitada a ningú n tipo de relació n en particular. Algunas veces se
llamaba de esa manera a los hombres que tomaban un rol pasivo en las
relaciones sexuales, lo cual fue la base sobre la que se basa la conexió n
con la homosexualidad de las traducciones modernas. Sin embargo,
muchas personas fueron llamadas con este término por muchos
motivos diferentes, la mayoría ni siquiera de manera sexual, y la
mayoría de menciones por motivos sexuales se referían a relaciones
entre hombres y mujeres. No hay una base vá lida para escoger esa
razó n de las docenas de razones que Pablo podría haber tenido en
mente. Sería má s fiel al texto volver a la ambigü edad que prevaleció
por má s de 1,900 añ os de la traducció n. La idea que Pablo está
individualizando a las personas gay y diciendo que ellos no heredaran
el reino de Dios no se sostiene bajo escrutinio.

En el pasaje final de 1ª Timoteo 1,10, la primera palabra, “los que se


echan con varones,” vuelve a aparecer en la lista de personas que está n
contra la ley segú n Pablo. En este caso, la traducció n es “los que se
22

deshonran con hombres” [N. de. T: Tomado de King James] Sus


problemas de traducció n y debates son los mismos que los de 1ª
Corintios. Una vez má s, la inferencia má s fuerte que se puede extraer
de los otros usos del término es que se refiere a la explotació n
econó mica a través de la coerció n sexual, posiblemente con actividad
homosexual, pero de un tipo diferente de la que estamos hablando.

Así que estos son nuestros seis pasajes, los seis versículos en la
Biblia que se refieren de alguna manera a las relaciones entre el mismo
sexo. Y, de hecho, todas son negativas. Pero ese argumento no es
concluyente. En la Biblia la mayoría de las referencias a la conducta
sexual en general y al comportamiento heterosexual son negativas. Eso
no es porque la sexualidad sea algo malo, sino porque la mayor parte
de las referencias en las Escrituras son a la lujuria, excesos, infidelidad,
promiscuidad, violació n o violencia. Y sí, la Biblia también contiene
afirmaciones positivas a las relaciones con el sexo opuesto, ademá s de
los cientos de versículos negativos acerca de algunas de sus formas. Y
no contiene declaraciones positivas explícitas acerca de las relaciones
homosexuales. Pero tampoco habla mucho de cualquier tipo de
relaciones entre el mismo sexo y las pocas referencias que hay son en
contextos completamente diferentes a las relaciones amorosas. En
Génesis 19 hay una referencia a las violaciones sexuales colectivas. En
1ª Corintios 6 y 1ª Timoteo 1, hay una referencia a lo que parece ser la
explotació n sexual. En Romanos 1, Pablo se refiere al comportamiento
lujurioso entre el mismo sexo como parte de una ilustració n general
del caos y exceso sexual. Y a pesar que él llama a este comportamiento
“antinatural,” él utiliza el término en el sentido de roles de género
“antitradicionales,” de la misma manera que describe el pelo largo en
los hombres como “antinatural.” El ú nico lugar en las Escrituras donde
se prohíben las relaciones entre hombres es en Levítico, que se
presenta en el contexto de las leyes del Antiguo Testamento que nunca
aplicaron a los cristianos.

La Biblia no menciona directamente y sin duda no condena las


relaciones amorosas y comprometidas entre el mismo sexo. No hay
enseñ anza bíblica sobre la orientació n sexual, ni hay un llamado al
celibato para la gente gay. Pero la Biblia claramente rechaza la soledad
forzada al expresar la voluntad divina para los seres humanos, no solo
en el Antiguo Testamento, cuando Dios dice que “no es bueno que el
23

hombre esté solo,” sino también en el Nuevo Testamento. En 1


Corintios 7, Pablo escribe sobre el matrimonio y el celibato. É l era
célibe y menciona que desea que todo el mundo pudiese ser célibe
también. Pero dice que cada persona tiene su propio don. Para Pablo, el
celibato es un don espiritual, uno que él se da cuenta que muchos
cristianos no tienen. Sin embargo, debido a que muchos de ellos
carecen del don del celibato, Pablo señ ala que la inmoralidad sexual
crecía desenfrenadamente. Y prescribe el matrimonio a los cristianos
que no tienen el don del celibato como un remedio o protecció n contra
el pecado sexual. “Es preferible casarse que quemarse de pasió n,” dice.
Ahora, la gran mayoría de cristianos no sienten el don del celibato o la
llamada al mismo. Esto es cierto tanto para los cristianos
heterosexuales y homosexuales. Y si el remedio contra el pecado sexual
para los cristianos heterosexuales es el matrimonio, ¿por qué los
cristianos gay no pueden tener el mismo remedio?

Los argumentos y debates que tenemos sobre el matrimonio gay,


tanto en la iglesia como en la sociedad civil, tienden a perderse en
abstracciones. ¿Es correcto que un hombre se case con otro hombre?
¿O que una mujer se case con otra mujer? Bueno, no me parece justo.
No es así como Dios nos diseñ ó . É l hizo a los hombres para las mujeres,
y a las mujeres para los hombres. Ese es su diseñ o, su definició n de
matrimonio, y eso nosotros no lo debemos manipular o cambiar. Sin
embargo, estos argumentos son siempre hechos por personas
heterosexuales, que siempre han encajado, que no han soportado añ os
de tormento interno y agonía por que tienen una orientació n sexual
diferente a sus amigos, a la de sus padres o al resto de personas del
mundo. Pero esas personas, las personas homosexuales, son tan hijos
de Dios y tan parte de su creació n como los demá s. Es algo
terriblemente impropio de los cristianos heterosexuales que insistan
que los cristianos homosexuales son inferiores a ellos, o son
defectuosos, o que solo existen por causa de la caída, o que Dios en
realidad quiso hacer a todos heterosexuales como ellos. Pero saben: yo
también soy parte de la creació n, incluyendo mi orientació n sexual. Soy
parte del diseñ o de Dios. Eso es lo primero que aprendí cuando asistía
a la escuela dominical, que Dios me creo, que Dios me ama, que soy un
hijo amado de Dios, ni má s ni menos valioso que cualquier otra
persona. Amo a Dios. Amo a Jesú s. En verdad. Pero eso no quiere decir
24

que tengo que odiarme a mí mismo, o revolcarme en la autocompasió n,


miseria y desprecio por el resto de mi vida. Dios no me creó para eso.

Nuestra discusió n de este tema, de la “cuestió n gay,” no puede


llevarse a cabo en el reino de las abstracciones, de las reflexiones del
deseo ideal ni de los roles de género, como si la gente gay no existiera.
Jesú s dio un énfasis especial a aquellos que los demá s ignoraban, a los
marginados y a las minorías maltratadas. Y si estamos trabajando para
emular la vida de Cristo, en eso es en lo que nos debemos enfocar.
Romanos 12 nos dice que nos “honremos mutuamente,” que nos
“alegremos con los que está n alegres” y “lloremos con los que lloran.”
Hebreos 13,3 dice “Acuérdense de los maltratados, como si fueran
ustedes mismos los que sufren.” ¿Qué tanto ha absorbido, no só lo la
existencia de los gay y lesbianas cristianos, pero la profundidad del
dolor que sus propias hermanas y hermanos les han causado? ¿Les
hace llorar ese dolor como si fuera el suyo?

¿Qué tan consientes está n de las maneras en que podrías estar


contribuyendo al sufrimiento y dolor de las vidas de las personas gay?
Todavía es comú n escuchar a los cristianos decir: “Sí, yo creo que la
homosexualidad es un pecado, pero no me culpes, só lo estoy leyendo la
Biblia. Eso es exactamente lo que dice.” Bueno, en primer lugar, no, no
só lo está s leyendo la Biblia. Está s tomando unos versículos fuera del
contexto y extrayendo de ellos una condena absoluta que nunca fue su
intenció n. Pero también está s golpeando el nú cleo mismo de otro ser
humano, destripando su sentido de dignidad y autoestima. Está s
reforzando el mensaje que las personas gay han escuchado por siglos:
Siempre vas a estar solo. Vienes de una familia, pero nunca podrá s
formar la tuya. Eres singularmente indigno de amar y ser amado por
otra persona, porque eres diferente, porque eres gay.

Ser diferente no es un crimen. Ser gay no es pecado. Y que una


persona gay desee y busque el amor, matrimonio y familia no es má s
egoísta o pecaminoso que cuando un heterosexual desea y busca las
mismas cosas. El Cantar de los Cantares nos dice que el día de la boda
del rey Salomó n fue “el día que su corazó n se alegró .” Negar a una
pequeñ a minoría, no solo el día del matrimonio, pero una vida entera
de amor y compromiso y familia es causarles a ellos un nivel
devastador de dolor y angustia. No hay nada en la Biblia que indique
que los cristianos está n llamados a perpetuar ese tipo de dolor en la
25

vida de los otros en lugar de aliviarlo, especialmente cuando es un


problema tan fá cil de arreglar. Todo lo que necesita es aceptació n. La
Biblia no se opone a la aceptació n de los cristianos homosexuales y a la
posibilidad que ellos tengan relaciones sentimentales amorosas. Y si tú
te sientes incó modo con la idea que dos hombres o mujeres se amen, si
está s empecinado contra la idea, entonces te pido que mires las cosas
de manera diferente por mi bien, incluso si eso te hace sentir
incó modo. Quiero que te preguntes esto: ¿Qué tanto te importa tu
familia? ¿Cuá nto amas a tu pareja? ¿Cuá nto lucharías por ellos si
supieras que está n en peligro? Así es cuá nto te debería importar, y
cuá n tenazmente deberías luchar por las mismas cosas en mi vida,
porque así es como me importan a mí. Los gay deben ser una parte
valiosa de nuestras familias y comunidades, y la verdadera respuesta
cristiana a ellos debe ser la aceptació n, el apoyo y el amor. Muchas
gracias, y gracias a todos y todas por venir esta noche.

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