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Los zorros son muy distintos de los perros, lobos y otros miembros de la familia de los
cánidos: sus hábitos son por lo general nocturnos y solitarios (a diferencia de los
perros que tienden a la manada), y no se comunican mediante ladridos, sino a través de
posturas del cuerpo y movimientos de la cola, o mediante aullidos y chillidos sumamente
característicos.
Se trata de animales poco dados a la domesticación, aunque algunas especies han sido
aprovechadas para proteger granjas agrícolas de sus plagas naturales. Esto ha hecho que,
paradójicamente, el zorro sea una especie amenazada de extinción en algunas regiones
del mundo y una verdadera plaga en otras, cuya reproducción descontrolada ha
ocasionado múltiples extinciones de las especies locales.
El zorro es mayormente omnívoro, es decir, que se alimenta de lo que sea. Sin embargo,
sus hábitos son los de un cazador o depredador.
Emplean su fino olfato y oído para detectar pequeños roedores, insectos, escorpiones,
huevos, aves pequeñas, pero también pueden alimentarse de frutas, semillas y granos.
En condiciones de proximidad con el ser humano, los zorros comerán desde comida de
mascotas abandonada hasta basura y aves de cultivo como las gallinas o las palomas.
Sin embargo, las especies más comunes prefieren climas temperados como el
de Europa, parte de Asia y el norte africano, o el de la mayoría de Norteamérica.
En cautiverio, en cambio, los zorros pueden llegar a superar los 12 años de vida, pero
su domesticación es siempre difícil y riesgosa en la mayoría de los casos.
Como todos los mamíferos, el zorro se reproduce de manera sexual, durante una época
de celo que suele ser en invierno. Al no vivir en manadas, por lo general los zorros andan
en solitario o en pareja, ya que son monógamos.
Su período de gestación dura entre siete a ocho semanas, al final de las cuales la hembra
da a luz a un promedio de 5 cachorros, generalmente en una madriguera invadida y
adaptada por los zorros para protegerse del frío (ya que los zorros no hibernan).
Allí permanecen los cachorros unas cinco semanas, hasta que emergen junto a sus
padres en verano, para ser cuidados y educados en la cacería, hasta que en otoño, ya
totalmente adultos e independientes, emprendan su propio camino.