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1º Bachillerato
En primer lugar, debemos distinguir entre culturas bárbaras y culturas civilizadas. Las
culturas bárbaras son aquellas que, ya sea en el pasado o en el presente (en lugares a los
que no ha llegado aún la cultura Occidental, por ejemplo) tienen como característica el
hecho de que se transmiten de manera oral de generación en generación, ya que carecen
de escritura, y en particular de escritura alfabética. Puede ser el caso, por ejemplo, de
una tribu de indígenas del Amazonas hoy en día. Y era el caso, también, en el pasado
europeo antes de la aparición del alfabeto griego (procedente del alfabeto fenicio).
Las culturas civilizadas se caracterizan por hacer uso de un alfabeto para dejar
constancia escrita de los conocimientos y para transmitirlos de esa manera a las
siguientes generaciones. La escritura tendrá manifestaciones diversas, en forma de
transacciones comerciales, en conocimientos teóricos y en conocimientos prácticos
como las normas de conducta o las leyes que dan lugar a la aparición de un Estado.
Cuando estudiamos el pasado, hablamos de “Prehistoria” en la medida que estudiamos
un período del que no tenemos testimonios escritos. Hablaremos de “Historia” sólo si
tenemos algún testimonio escrito de ese período del pasado.
1. Culturas bárbaras:
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La técnica es un saber productivo consistente en un conjunto de reglas que tiene por
objeto un resultado o un producto final.
Los antiguos egipcios tenían conocimientos técnicos para medir los campos
(agrimensura), a lo que se veían obligados cada año para poner de nuevo límites a los
campos tras ser aquellos borrados por la crecida anual del Nilo. Los egipcios
desconocían la ciencia de la geometría, pero tenían un conocimiento práctico que les
facilitaba la medición.
Para poner un ejemplo del presente: una tribu del Amazonas puede seguramente
construir hoy canoas para navegar por el río. Desconocen los principios científicos que
explican la navegación, pero conocen reglas de carácter técnico para producir canoas
que ciertamente navegan sin hundirse.
Los saberes acríticos (ya sean teóricos o prácticos) propios de las culturas bárbaras
son:
a. Mitos
b. Magia
c. Religión
c. Religión. Definir qué es religión (del latín religare o re-legere) ha sido y es motivo
de controversia. La etimología del término ‘religión’ ha sido también debatida
durante siglos debido a las dos interpretaciones que se han sostenido. La primera
interpretación relacionada con el culto es la del orador latino Cicerón (siglo I a.c.),
que en su obra De natura deorum ofrece la siguiente etimología: «Quienes se
interesan en todas las cosas relacionadas con el culto las retoman atentamente, y
como las releen, son llamados “religiosos” a partir de la relectura». La otra
etimología, propuesta por Lactancio (III-IV d.c.), hace derivar la palabra ‘religión’
del verbo latino religare: «Obligados por un vínculo de piedad a Dios estamos
“religados”. Este segundo sentido resalta la relación de dependencia que «religa» al
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hombre con las potencias superiores de las cuales él se puede llegar a sentir
dependiente y que le lleva a tributarles actos de culto.
El filósofo Gustavo Bueno sostiene que ‘Religión’ tiene muchos sentidos, pero no
enteramente desvinculados entre sí. Ante todo, hay un sentido lato (amplio), en
virtud del cual la ‘religión’ se hace equivalente a ‘lo sagrado’ (lo que merece un
respeto excepcional, que no se puede ofender, por oposición a lo profano). Pero
también hay un sentido estricto en virtud del cual distinguimos los valores religiosos
de los restantes valores de lo sagrado. Según esta acepción estricta la religión se
circunscribe al campo de las relaciones e interacciones entre hombres y númenes o,
si se prefiere, al campo de las relaciones de religación de los hombres y los
númenes.
En El Animal Divino, Gustavo Bueno señala que las tres grandes etapas del curso de
la religión corresponden a la religión primaria (o religión nuclear de los númenes
reales, los animales), a la religión secundaria (o religión de los dioses, de los
hombres divinizados y de los seres mitológicos) y la religión terciaria (o etapa de
las religiones superiores monoteístas).
La religión en su fase primaria, como relación del hombre con los animales
entendidos como númenes, es constatable por la ingente cantidad de animales que
han sido tenidos como tótem en muy diferentes culturas. El león, el águila, el oso, la
serpiente… Esos y otros muchos animales han sido invocados en rituales durante
milenios con el fin de solicitarles ayuda, reclamarles clemencia, etc.
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que esas bandas humanas mantenían su desarrollo orgánico gracias a una dieta
sostenida durante milenios en tasas muy abundantes de carne.
A medida que transcurran los siglos a lo largo de los cuales las sociedades humanas
vayan incrementando su demografía y vayan estructurándose como sociedades
urbanas (es decir, como sociedades políticas), aparecerán las religiones terciarias
(Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), caracterizadas por su monoteísmo y por un
lento pero paulatino desprendimiento de los rasgos mitológicos de las religiones
secundarias. En el cristianismo de hoy, y tras la crítica desde la filosofía durante
siglos, a menudo se da a los mitos dogmáticos tradicionales una novedosa
interpretación metafórica. La Teología Natural puede incluso cuestionar si la
existencia de los ángeles alados o del demonio debe considerarse literal o solo
metafórica. La imagen mitológica del Dios cristiano como un anciano barbudo es
cuestionada, pues Dios no tiene cuerpo, es sólo espíritu y está en todas partes. Sin
embargo, ese Dios sigue siendo el Dios de una religión en la medida que es
considerado un numen (espíritu dotado de inteligencia y voluntad) capaz de
castigarnos o perdonarnos y con el que podemos relacionarnos lingüísticamente
mediante la oración. Dios nos entiende (inteligencia) y toma decisiones (voluntad)
sobre nuestras vidas: nos perdona o castiga. Negar que Dios tenga esa inteligencia y
voluntad sería tanto como llegar al ateísmo religioso. Un dios carente de esos rasgos
ya no sería una entidad religiosa. Cuando una persona dice: “Yo creo que tiene que
haber algo”, pretendiendo por ejemplo que ha de haber una causa (Dios) que
explique la existencia del mundo, no necesariamente esa persona es una persona
religiosa.
El Dios de la Teología de Aristóteles, el dios de los filósofos (el Acto puro, el Motor
inmóvil, el Primer Motor, la Causa incausada, etc.) no es propiamente un numen,
salvo por construcción dialéctica, puesto que con él no es posible interacción
operatoria (lingüística) alguna. No tiene sentido decir algo así como: “¡Oh, Causa
Primera, apiádate de mí!”. Porque la Causa Primera no es un espíritu con
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inteligencia ni voluntad. No es un numen. Y por tanto ese Dios no tiene propiamente
nada que ver con la religión. Estaríamos en el campo de la metafísica, no en el de la
religión.
Gustavo Bueno no considera, sin embargo, que podamos dar por agotada la
categoría religiosa, contra la pretensión de quienes piensan que la ciencia y la
tecnología controlan ya las claves del universo y la sociedad. De hecho, existen al
menos dos ejemplos donde se atisban posibles nuevas manifestaciones del
fenómeno religioso. Por un lado, las relaciones novedosas que desde ciertos
ecologismos se establecen entre los hombres y los animales (particularmente con los
primates, como hace el Proyecto Gran Simio) podrían llevarnos a una nueva religión
en la línea de las religiones primarias. Gustavo Bueno menciona, en segundo lugar,
el universal interés que nuestro presente mantiene hacia los extraterrestres, y el
análisis de las instituciones consagradas a investigarlos (el Proyecto Arecibo, por
ejemplo) puede considerarse, hoy por hoy, como una reminiscencia, de intensidad
inesperada, de la fase secundaria o mitológica de la religión. Es evidente que si los
«contactos» tuvieran lugar de hecho en un futuro próximo, una fase especial de la
religión primaria podría considerarse reestablecida.
2. Culturas civilizadas:
En las culturas civilizadas los saberes son desarrollados de manera escrita, y es así como
se transmiten de generación en generación. En una cultura civilizada podemos encontrar
conocimientos propios de las culturas bárbaras que han sido llevados finalmente a la
escritura. Pero además podemos encontrar otros tipos de saberes que no existen en las
culturas bárbaras. Unos serán conocimientos acríticos, pero otros serán conocimientos
críticos (logos). Comencemos por éstos.
Acerca del origen del conocimiento crítico (logos) se han dado muchas explicaciones
diversas. Es tradicional la explicación según la cual la Filosofía habría surgido por el
asombro (Platón) o la admiración (Aristóteles) que el hombre experimenta ante los
fenómenos que le rodean y mediante la duda (Sócrates) para encontrar respuestas.
Siguiendo ese esquema, el filósofo alemán Jaspers (1883-1969) habla de una especie
de “sacudida mística y espiritual” que se habría producido en la humanidad entre los
siglos VI y V a. c. y que explicaría la coincidencia temporal de figuras como Lao-Tse y
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Confucio en China; Buda en la India; Zoroastro en Persia; Jeremías, Daniel y Ezequiel
en Israel, y los orígenes de la Filosofía Occidental en Grecia con los presocráticos y
Sócrates. Sin embargo, la Filosofía Occidental que se origina en Grecia tiene rasgos
distintivos frente al pensamiento de esos otros autores de otras culturas que se han
mencionado, y hemos de explicar por qué ese tipo de pensamiento (la Filosofía
Occidental) tuvo su origen precisamente en Grecia y no en otra parte. La explicación no
puede descansar en una idealista apelación a una sacudida del “espíritu” en la
humanidad, sino que debe explicar por qué se produjo esa “sacudida del espíritu” con
características propias en el lugar (Grecia) y el momento (siglos VI-V a. c.) que se
produjo.
Por razones semejantes, podemos calificar también como idealista la famosa Ley de los
Tres Estadios del positivista francés Augusto Comte (1798-1857), según la cual el
conocimiento humano (tanto históricamente como en cada individuo) pasa por tres fases
o estadios (estados) del espíritu: el estado teológico, el estado metafísico y el estado
positivo. El primero es un estado preparatorio, el segundo es transitorio respecto al
tercero, que es el definitivo.
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entre los siglos XIII a XVIII para descomponer el sistema teológico en los distintos
géneros del saber. Por eso es una fase destructiva y crítica, no constructiva.
El estado positivo. (Real). Última etapa del desarrollo del espíritu humano. No busca el
porqué de las cosas sino el cómo aparecen y se comportan los fenómenos. Solo interesa
la descripción fenoménica y la regularidad de su obrar. Es el estado definitivo de la
positividad racional y tiene como rasgo distintivo el de la subordinación constante de la
imaginación a la observación; el espíritu humano renuncia a las explicaciones absolutas
de etapas anteriores y se circunscribe al dominio de la verdadera observación de la
experiencia.
La explicación de la Ley de los Tres Estadios de Comte está muy extendida, de modo
que es habitual considerar a la Filosofía como un saber previo o anterior a las ciencias
positivas (la ‘madre’ de las ciencias). Es una versión más del tradicional ‘árbol de las
ciencias’ (con sus ramas), donde la Filosofía está en el tronco común. Sin embargo, en
realidad Comte no ha explicado cómo se produjo el surgimiento de las ciencias
positivas particulares, ni dónde, ni cuándo ni por qué allí y en aquel momento. Sólo está
constatando la preponderancia creciente de las ciencias desde el Renacimiento, que van
desplazando a la Metafísica teológica en la disputa por el "poder espiritual".
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procedería de conocimientos técnicos como el alfabeto fenicio (y luego el griego) o las
técnicas de los escribas o de los traductores, etc.
Además, si bien la Filosofía hunde sus raíces en el análisis de los mitos de la tradición,
lo cierto es que la Filosofía Occidental, la que aparece en Grecia (a diferencia de la
Filosofía tradicional de la India o de China, por ejemplo), surge paralelamente a la
ciencia de la Geometría y de la mano de los mismos autores (Tales, Pitágoras,
Anaxágoras, Platón…), pretendiendo ser una “geometría de las Ideas”. No puede
pensarse en la Filosofía de Platón al margen de la existencia previa de la ciencia de la
Geometría. Por lo demás, no es cierto que el florecimiento de las ciencias desde el
Renacimiento haya anulado la actividad filosófica… En todo caso, el florecimiento de
la “revolución científica” dejará en evidencia la invalidez de la filosofía anterior a esos
conocimientos científicos, pero ello no puede excusar la inevitable necesidad de
construir Ideas filosóficas (teóricas y prácticas) que han de tener presentes, claro está,
los saberes científicos de cada momento histórico dado. En este sentido, la Filosofía no
sería un saber anterior a las ciencias, sino paralelo o incluso posterior a ellas, en la
medida que se construye sobre la base de los conocimientos científicos vigentes en cada
caso.
Tenemos entonces que del conocimiento técnico surgen las ciencias, y de las ciencias
surge la Filosofía (la Filosofía Occidental, que es la que nos ocupa en esta materia
académica). Hemos llamado ‘logos’ al conocimiento crítico (ciencias y Filosofía).
Veamos brevemente una explicación materialista de las causas del llamado “paso del
mito al logos” que se produjo en Grecia desde el siglo VI a.c.
Causas del paso del mito al logos en Grecia desde el siglo VI a.c.:
La filosofía surge en las colonias griegas en el siglo VI a.c.. ¿Por qué ahí y en ese
momento y no en otros cualesquiera? Suelen señalarse dos hechos como causas:
1º) El fenómeno de las colonizaciones griegas que tiene lugar en la época Arcaica, entre
los siglos VIII y VI a.c.. La filosofía presocrática surge en las colonias (en las islas
griegas, en la costa de la actual Turquía o en la Magna Grecia, situada en el actual sur
de Italia). Ningún filósofo presocrático importante es de la Grecia continental.
2º) Las reformas políticas que en los siglos VII y VI a.c. llevarán a las ciudades griegas
(polis) a terminar con una organización política que había estado basada durante siglos
(época Micénica –ejemplo: Troya en el siglo XIII a.c.--) en una estructura familiar
(clanes, tribus) que había entrado en crisis (época Oscura –XI-IX a.c.--), sustituyéndola
por una organización política paulatinamente más democrática.
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decir, el pensamiento crítico (aparecerán las primeras ciencias y la filosofía de los
presocráticos), y un auge de la economía (que favoreció el ocio necesario para el
pensamiento contemplativo), lo que nos lleva al asunto de las reformas políticas.
Finalmente, existe un cuarto factor que explica por qué fue en Grecia donde apareció
la filosofía. En la cultura griega, a diferencia de las culturas egipcia o mesopotámica, no
existían libros sagrados ni un sistema educativo organizado. No existía casta
sacerdotal alguna que estuviera encargada de velar por la ortodoxia de ningún conjunto
de creencias de obligado acatamiento. Viajeros, exiliados o habitantes de ciudades
fronterizas, como los jonios, acostumbrados a vivir con persas, helenos o egipcios,
fueron los primeros que se ocuparon de filosofar.
2.2. La tecnología.
Cuando hemos hablado de las culturas bárbaras hicimos mención de que en ellas pueden
encontrarse saberes productivos de carácter técnico. Se trata del conocimiento de ciertas
reglas que nos permiten llegar a producir un resultado práctico determinado. Ese
conocimiento técnico puede darse en ausencia de conocimientos científicos, y de hecho
así ocurre en las culturas bárbaras. Pusimos el ejemplo de la tribu amazónica que
construye canoas pese a ignorar la explicación científica de la navegación.
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Así, pues, una vez que en las culturas civilizadas se produce la aparición de los primeros
conocimientos científicos (derivados de conocimientos técnicos previos, como hemos
visto), se iniciará a su vez el camino de los desarrollos de la tecnología. Pues será
tecnológico todo conocimiento técnico o productivo que exija conocimientos científicos
previos.
Podemos señalar tres tipos de conocimiento acrítico propios de las culturas civilizadas
(ideologías, paraciencias y teología), cada uno de los cuales está en correspondencia con
uno de los tres conocimientos acríticos que hemos mencionado en las culturas bárbaras
(por este orden: mitos, magia y religión). La característica común entre las ideologías,
las paraciencias y la Teología es que son conocimientos acríticos que, sin embargo, se
presentan ante la opinión pública con la pretensión de ser conocimientos críticos, habida
cuenta el prestigio que el conocimiento crítico tiene en las sociedades civilizadas. Sin
embargo, no son conocimientos realmente críticos y debe manifestarse con claridad que
no merecen tal consideración.
a. Ideología
b. Paraciencias o pseudociencias
c. Teología
La palabra ‘ideología’ fue utilizada por primera vez por el ilustrado sensualista
francés Destutt de Tracy (1784-1836) en el periodo de la Revolución francesa y con
el significado de ‘ciencia de las ideas’, tomando ideas en el sentido amplio de
estados de conciencia. Para él, lo que el estudio de la ideología posibilitaba era el
conocimiento de la verdadera naturaleza humana al preguntar de dónde provenían
nuestras ideas y cómo se desarrollaban. Originalmente denominaba así a la ciencia
que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las
relaciones con los signos que las expresan.
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profesores de dicha materia de predicar la oposición a su gobierno. Napoleón da a la
palabra ‘ideología’ un sentido peyorativo al entender que los ideólogos son un
obstáculo para la actividad resolutiva.
Pero el sentido que nos interesa aquí de la palabra ‘ideología’ no es ninguno de esos
dos. El sentido de la palabra ‘ideología’ que es pertinente para nosotros ahora es el
que dio a esa palabra Karl Marx a mediados del siglo XIX. Para Marx, la ideología
es el conjunto de las ideas que explican el mundo en cada sociedad en función de
sus modos de producción, relacionando los conocimientos teóricos y prácticos
necesarios para la vida con el sistema de relaciones sociales; la relación con la
realidad es tan importante como mantener esas relaciones sociales, y en los sistemas
sociales en los que se da alguna clase de explotación, se trata de evitar que los
oprimidos perciban su estado de opresión. En su célebre prólogo a su libro
Contribución a la crítica de la economía política Marx dice:
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paraciencias se amparan en la ignorancia del público al que se dirigen y en el que
encuentran clientes.
Entre las paraciencias podemos mencionar, entre otros, los siguientes ejemplos: la
quiromancia (adivinación a través de las manos –del griego khéir, "mano"- para
conocer la personalidad del sujeto y, presuntamente, adivinar su futuro), la
curandería o curanderismo (con métodos, entre otros, como la imposición de
manos o la polémica homeopatía), la alquimia (que durante siglos buscó una
sustancia llamada piedra filosofal, capaz de transformar metales como el plomo en
oro; esa sustancia estaba relacionada también con el elixir de la vida o panacea que
curaría todas las enfermedades; hoy la alquimia está casi desaparecida), la
numerología (basada en doctrinas pitagóricas según las cuales todo en el mundo
está escrito en caracteres matemáticos), la grafología (trata de la supuesta relación
entre la escritura y la personalidad del individuo; no debe confundirse con la
caligrafía forense, que es usada en la justicia como técnica auxiliar para determinar
si un escrito pertenece a una persona en particular), la parapsicología (sostiene la
existencia de fenómenos como la telepatía, la videncia a distancia y del futuro, y la
telequinesis, entre otros; a menudo introduce nociones como “fuerzas positivas y
negativas” que pretenden dar apariencia de cientificidad a sus explicaciones), el
creacionismo (que se opone al evolucionismo y hoy mantiene la teoría del diseño
inteligente), la ufología (estudio de los objetos voladores no identificados –ovnis- y
frecuentemente incluye la creencia de que los ovnis son la evidencia de visitantes
extraterrestres), la astrología (creencia en una relación causal entre la posición
relativa de determinados planetas, satélites, estrellas y constelaciones zodiacales y la
personalidad y expectativas futuras de las personas), etc…
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