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Desarrolle al menos 3 argumentos para sostener que un

programa de movilización de suelo ocioso mejora el


funcionamiento de los mercados de suelo en términos de
eficiencia e inclusión socio-urbana.
La regulación para promover la movilización de suelo ocioso permite mejorar el funcionamiento de
los mercados del suelo.

La implementación de cargas sobre suelo ocioso desincentiva la retención del suelo ampliando la
oferta física del suelo (bien escaso e irreproducible) en zonas estratégicas y óptimas por estar cerca a
los centros, con acceso a servicios básicos, a infraestructura vial, y a equipamientos urbanos (urbanizar
lejos de estos factores implica una mayor inversión con presupuesto público) para la ubicación de
nueva vivienda, teniendo en cuenta un modelo de ciudad compacto y de mayor densidad (evitando el
crecimiento horizontal de la ciudad y con ello el mayor consumo de áreas rurales, ecológicas o
agrícolas), con un menor costo de inversión y que garantiza calidad de vida para los usuarios.

Las cargas impuestas al suelo ocioso, que consideran un incremento con los años y que son
estratégicamente altas, favorecen la reducción de los costos del suelo, haciéndolo más accesible. Las
cargas a la retención del suelo pueden implicar pérdida de ganancias para el propietario, siendo así
más rentable colocar la propiedad en el mercado, y con ello ampliar y crear competitividad en la oferta
de un bien que por su propia naturaleza no puede serlo (a diferencia de otros mercados en donde el
insumo puede reproducirse), contribuyendo a la reducción de precios del suelo urbano y de la
vivienda.

La adecuada implementación de estas cargas sumado a estándares de utilización del suelo, garantiza
la ampliación de oferta de vivienda de calidad. Sólo la implementación de cargas puede motivar a que
se cree vivienda de baja calidad con objeto de obtener el máximo uso y mayores ganancias, por ello
la importancia de regular el suelo considerando diversos tipos de instrumentos.

En suma, la movilización del suelo ocioso favorece la oferta física y económica del suelo, permitiendo
consolidar centros poblados más compactos (que reducen costos de inversión por parte del Estado),
con productos de vivienda a un menor precio y de calidad (a implementar una regulación estratégica),
que pueden competir y hacer frente al mercado informal y a la expansión dispersa que implican
mayores gastos y no garantizan la vivienda digna.

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