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Con base en esto, podemos definir cuatro ejes de predicación sobre los que

deben girar los temas que seleccionamos al exponer la Palabra de Dios. Los enlis-
tamos por orden de prioridad:

1. Enfoque. Jesucristo como piedra angular de la fe.


2. Limpieza y purificación del mensaje.
3. Resultados concretos del Evangelio en las personas y en la comunidad
4. Seguimiento de su entrega y fe.

Enfoque

A lo largo de los siglos, el sentido original de la predicación del Señor Jesús, y por
ende, el sentido del Evangelio, han sido socavados y reemplazados por diversos
temas que han ocupado el interés de la iglesia por subsistir, o por erigirse rectora
inapelable de la vida temporal, apartándose de la encomienda de ser la sal y la luz
del mundo, y la congregación santificada de los redimidos del Señor, cuyo reino
no es de este mundo. Por esto es que el predicador del Evangelio tiene como prin-
cipales tareas reorientar a la iglesia a la centralidad de Jesucristo como la piedra
angular y devolverle el sentido y significado original a su mensaje. Nuestro trabajo
en este rubro es imprescindible, como el de los vigilantes que alertan los peligros,
ese trabajo cosiste, primero en llevar a la congregación a la senda estrecha y se-
gundo hacerlos transitar por ella, por lo tanto, enfocar requiere de:

1. Reorientar a la congregación hacia el sentido espiritual Jesús céntrico y Cris-


to céntrico de las Escrituras
2. Identificar y clarificar el mensaje original del Señor Jesús.
3. Priorizar sus enseñanzas sobre cualquiera “actualización”, invasión de fuen-
tes ajenas (vengan de la filosofía, las religiones o los escritores y predicado-
res de modas) y los énfasis privilegiados por los movimientos o denomina-
ciones.
4. Concientizar a la congregación de la originalidad y supremacía del Evange-
lio sobre toda otra alternativa de salvación.

Ser Cristo-céntricos es tomar la ruta de las Escrituras, que claramente definen


que no hay otra manera de salvarse, ni otra fuente de salvación sino la sangre ben-
dita de Cristo, como la de un cordero sin mancha ni contaminación. No hay otro
nombre bajo el cielo en que podamos ser salvos, ni otra manera, sino su sacrificio.

Hch. 4:12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Gál. 2:20-21 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
justicia, entonces por demás murió Cristo.
1Pe. 1:18-20 Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas co-
rruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado
desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

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