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Sin embargo, en la vida escolar no todos los lenguajes reciben el mismo rango y
atención en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, es el desarrollo de
conocimientos y habilidades verbales y numéricas lo que domina nuestra escuela.
Lo que hoy se llama “educación plástica”, o más recientemente aún “educación visual”,
comenzó a llamándose dibujo según la denominación oficial que consta en los planes
de estudio.
Hacia fines del siglo XIX y especialmente durante las primeras décadas del siglo XX,
distintas investigaciones provenientes del campo de la psicología y la pedagogía
centran el eje de atención en las características del sujeto que aprende.
Toda esta producción teórica aportó a la educación una nueva mirada respecto de la
infancia, mostrando la como un momento cualitativamente diferente de la edad
adulta, con características propias en sus modos de acción, sus formas de pensamiento
y conocimiento, y por supuesto sus propias formas de representación visual.
Como nunca, a partir del siglo XX de las artes plásticas alejan su interés de la
descripción del objeto para centrarnos en la búsqueda de quien crea; para hacer ese
objeto (pintado, dibujado o esculpido) el vehículo de las ideas, los sentimientos, el fluir
del inconciente o de la pura gestualidad del autor.
Hasta la década del 40, el pensamiento más transformador se había expresado,
conceptualizado y sistematizado en las publicaciones de dos autores que ejercieron (y
aún ejercen) una gran influencia en la formación de los docentes de plástica en nuestro
país: Herbert Red y Viktor Lowenfeld. En consonancia con el pensamiento de Dewey,
entre otros pedagogos, estos autores concebía la infancia como un momento de gran
potencial creativo y capacidad expresiva; la enseñanza del arte de la escuela debía
permitir que los niños pusieran fuera de ese caudal creativo en beneficio de su
desarrollo personal.
En este momento en que se acumulen conceptos como educación por el arte (para
diferenciarla de la educación artística) y Libre expresión, conceptos que se convertirán
en pilares de la enseñanza más progresista.
Pero esto también trajo acciones colaterales, así después de tantos años en los que los
chicos se vieron sometidos a recibir preceptos de afuera hacia dentro decí, se trata
ahora de invertir esa dirección proponiendo se trabajar adentro hacia fuera. Y para
que esto pudiera efectivizarse, lo mejor ir a dar libre curso a las acciones espontáneas
por parte de los chicos, juzgando sé todo interrogación como una vuelta atrás, un
ratón una metodología asignada por los preceptos del alumno.
Se instaló, entonces una creciente tensión entre la pregonada libertad de expresión y
las adquisiciones escolares a través de las intervenciones del docente.
Esto significó en la vida práctica del aula que los docentes fueron restringiendo sus
intervenciones o volviendolas excesivamente generales o lábiles, resignando así su
función de enseñante. La educación plástica se vio fuertemente influida por esta
corriente de pensamiento ligada al desarrollo espontáneo, y la adopción de esta
perspectiva trajo consigo varias consecuencias para la actividad pedagógica concreta:
1) estableció una falsa polaridad entre el conocimiento y la expresión, instalando un
verdadero temor a enseñar, interpretándose toda instrucción por parte del adulto
como una interferencia en el accionar espontáneo del niño. Sería suficiente con un
hacer adecuadamente Libre por parte de los alumnos como fuente de todo
aprendizaje. De esta manera se consigue la producción plástica como un proceso
asociado al desarrollo espontáneo de los alumnos más que a procesos de enseñanza
y aprendizaje.
2) estimuló a los docentes representaciones sobre sí mismos y sobre su papel más
ligadas a facilitar condiciones y ambientes de trabajo, que relacionadas con el enseñar
y propulsar procesos didácticos dentro del aula.
3) impulsó a muchos educadores a buscar en las producciones plásticas infantiles
significados de carácter psicológico, tomando estas interpretaciones como base para la
toma de decisiones y juicio respecto de sus alumnos.
4) dejo instalada en la sociedad la idea de qué la plástica en la escuela tenía como
función crear un espacio para la manifestación de aspectos emocionales por parte de
los niños.
La situación de la práctica dentro de la escuela refleja el lugar que en las artes plásticas
y el arte en general ocupan y la jerarquía que se les otorga en la sociedad.
Libre Expresion
En la educación plástica suele suceder que apelar a la libre expresión parece suficiente
para dar sentido a la disciplina y delimitar su campo de acción. Pero hablar de libre
expresión merece algo más que invocar estas dos palabras que parecen haberse
convertido, por sí misma, en el paradigma y la fundamentación de toda actividad
plástica.
En principio el concepto de libre expresión está conformado por dos términos, y cada
uno de ellos merece algo de análisis . uno de los problemas relacionados con la
interpretación que se le ha dado la libre expresión surge de la confusión que se ha
establecido entre los conceptos de espontaneidad y libertad. Espontáneo y libre no
son sinónimos. Por definición, lo espontáneo alude a una calidad de pensamientos y
acciones naturales de la persona, sin intervención de motivos externos. Mientras que
la libertad se refiere a la capacidad del ser humano de obrar de una manera u otra,
según su propia elección. Libertad y espontaneidad pueden o no ir de la mano.
Expresión libre y expresión espontánea debe ser entendidas por los educadores como
conceptos diferentes.
Si realmente existe respeto por los intereses de los alumnos, se deberán diseñar
estrategias para adentrarse en ellos, para saciar la curiosidad que provocan. Es
importante tomarse el tiempo para pensar, abordarlos, de manera de no analizarlos o
tratarlos superficialmente.
Se podría afirmar hoy que no es deseable que el docente trabaje ignorando a los
intereses de sus alumnos, pero tampoco tiene que suponer que debe subordinar a
ellos la direccionalidad de la enseñanza.
La escuela cuenta con sus propios intereses pedagógicos a los que debe dar curso. En
todo caso se trata de poder construir los nexos entre los aportes de los alumnos y lo
que la escuela cree que debe enseñar.