- El problema de la tierra: Mariátegui estudia la cuestión agraria unida
necesariamente a la del indio, reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado de servidumbre que suponía el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cómo el colonialismo que destruyó y aniquiló la economía incaica de tipo “comunista”, no supo reemplazarla más que con el feudalismo. Pero revolución de la independencia hispano-americana «encontró al Perú retrasado en la formación de su burguesía…» Si bien se abolieron las mitas, se dejó en pie la aristocracia terrateniente, la que si bien ya no conservaba «sus privilegios de principio, conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú la clase dominante». Esta clase, apoyada por el militarismo gobernante, retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía urbana. 4.-El proceso de instrucción pública: Mariátegui analiza este proceso estrechamente ligado al económico-social. Reconoce y analiza las tres influencias en la educación peruana: la española, la francesa y la norteamericana. La educación en la colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza», en otras palabras, una educación elitista y escolástica. La República, que heredó las estructuras coloniales, buscó luego el modelo de la reforma francesa, ya en las postrimerías del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda enseñanza de 1902, empezó a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del país. 5.- El factor religioso: La religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de abstracciones metafísicas. Su iglesia (por llamarla de algún modo) fue una institución social y política, cuyo culto estaba subordinado a los intereses sociales y políticos del imperio; la iglesia era el estado mismo. Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se impuso el culto católico más que la prédica del evangelio, de modo que el culto pagano de la religión incaica subsistió bajo el culto católico, fenómeno al que se conoce como sincretismo religioso. El rol de la iglesia católica durante el virreinato fue de aval del estado feudal y semifeudal instituido. Si bien es cierto que hubo choques entre el poder civil y el eclesiástico, éstos no tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron meras querellas domésticas. Con el advenimiento de la República no hubo cambio en tal sentido. La revolución de la Independencia, del mismo modo que no tocó los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. 6.- Regionalismo y Centralismo: Para Mariátegui, este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los demás. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser más que una expresión vaga de un malestar y un descontento. El problema planteado entre Centralismo y Federalismo es de larga data. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales, mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. 7.- El proceso de la literatura: En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial: «Declaro sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas…».
Uno de los aportes más interesantes de Mariátegui al juzgar el proceso de
la literatura peruana fue su propuesta de periodización, que comprendía tres etapas: Literatura colonial Literatura cosmopolita Literatura nacional Pero no se trataban de etapas que se cancelaran por sucesión automática o continua, pues las imaginaba más bien como ideas que, en diversos momentos de la historia, podían aparecer como una tendencia dominante, emergente o residual.