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CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DEPARTAMENTO DE MUSICOLOGÍA

Conservatorio Superior de Música “Andrés de Vandelvira” de Jaén Sociología y estética de la música

Texto para comentar nº 1 (Grecia)


En cuanto a cierta opinión común que recomienda el cultivo de la música, no por sí
misma, sino como un utilísimo medio de descanso, puede preguntarse, aun aceptándola,
si la música es verdaderamente cosa tan secundaria, y si no se le puede asignar un fin
más noble que aquel vulgar empleo. ¿Es posible que no pueda esperarse de ella otra
cosa que este vano placer, que excita en todos los hombres? Porque no se puede negar,
que causa un placer físico, que encanta sin distinción a todas las edades y a todos los
caracteres. ¿O es cosa que debe averiguarse si ejerce algún influjo en los corazones y en
las almas? Para demostrar su poder moral, bastaría probar que puede modificar nuestros
sentimientos. Y ciertamente los modifica. [...]
La música es, pues, un verdadero goce; y como la virtud consiste en saber gozar, amar,
aborrecer, como pide la razón, se sigue que nada es más digno de nuestro estudio y de
nuestros cuidados que el hábito de juzgar sanamente las cosas y de poner nuestro placer
en las sensaciones honestas y en las acciones virtuosas. Ahora bien, nada hay tan
poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad
tanto como es posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia, y todos los
sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a éstos. [...] Los demás
sentidos, como el tacto y el gusto, no reproducen ni poco ni mucho las impresiones
morales; el sentido de la vista lo hace suavemente y por grados, y las imágenes a que
aplicamos este sentido, concluyen poco a poco por obrar sobre los espectadores que las
contemplan. Pero ésta no es precisamente una imitación de las afecciones morales; no
es más que el signo revestido con la forma y el color que ellas toman, limitándose a las
modificaciones puramente corporales que revelan la pasión. [...]
La música, por el contrario, es evidentemente una imitación directa de las sensaciones
morales. Cada vez que las armonías varían, las impresiones de los oyentes mudan a la
par que cada una de ellas y las siguen en sus modificaciones. [...] Estas diversas cualidades
de la armonía han sido bien comprendidas por los filósofos, que han tratado de esta
parte de la educación, y su teoría no se apoya sino en el testimonio de los hechos. Los
ritmos no varían menos que los modos. Los unos calman el alma, los otros la conmueven;
pudiendo ser las formas de estos últimos más o menos vulgares, de mejor o peor gusto.
Es por lo tanto imposible, vistos todos estos hechos, no reconocer el poder moral de la
música; y puesto que este poder es muy verdadero, es absolutamente necesario hacer
que la música forme parte de la educación de los jóvenes. Este estudio guarda también
una perfecta analogía con las condiciones de esta edad, que jamás sufre con paciencia
lo que le causa fastidio, y la música por su naturaleza no lo causa nunca. La armonía y el
ritmo parecen cosas inherentes a la naturaleza humana, y algunos sabios no han temido
sostener, que el alma no es más que una armonía, o, por lo menos, que es armoniosa.

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