Está en la página 1de 3

INTERPRETACION CONSTITUCIONAL

Para hablar de interpretación constitucional es necesario definir cada uno de los términos que
componen este título. Interpretar es darle sentido a un texto, a una acción o a un concepto o en
términos generales es atribuir un significado a un signo lingüístico, se interpreta en la medida en
que se posibilita la comprensión.

Esta interpretación presenta un alto grado de complejidad debido a que la normas constitucionales
no tienen jerarquía, están en un mismo nivel, lo que implica tensiones al momento de su 8
interpretación, además porque existen enunciados en el texto constitucional que no se identifican
con la noción tradicional de norma o regla, sino que son normas que reconocen principios, valores
y derechos fundamentales, que hacen necesario tener en cuenta las estructuras sociales y
circunstancias al momento de su interpretación y posterior aplicación porque determinan el sentido
en el que se debe interpretar las demás normas del texto constitucional y de todo el ordenamiento
jurídico en general.

SEGÚN DWORKIN

La interpretación constitucional según Dworkin Ronald Myles Dworkin es uno de los más influyentes
del derecho de las últimas décadas. Un gran aporte fue el intento de elaborar la teoría del derecho
no positiva combinada con la teoría no utilitarista sobre los derechos.

A mediados de la década del ochenta, Dworkin publicó Law’s Empire, libro en el cual estableció los
fundamentos de su filosofía interpretativa del derecho. Con ello, elaboró una concepción sobre la
interpretación constitucional a la que denominó la “lectura moral” de la constitución.

Dworkin señala que la la constitución incluye una declaración de derechos, formulada en un


lenguaje amplio y abstracto. La interpretación constitucional propone que jueces, abogados y
ciudadanos interpreten y apliquen una declaración de derechos, formulada en un lenguaje amplio
y abstracto. en el entendimiento de que ellas invocan principios morales relativos a la decencia
política y a la justicia. De ese modo, la interpretación constitucional incorpora a la moralidad política
como núcleo del derecho constitucional.

La moral resulta inescindible de la práctica jurídica. Sin embargo, en el caso del derecho
constitucional, la necesidad de contar con una adecuada teoría de la moralidad política se vuelve
acuciante. Ello es el resultado, entre otras cosas, de la circunstancia de que la constitución es el
fundamento del resto del derecho. Su interpretación debe encajar con, a la vez que justificar, el
diseño básico del poder político de la comunidad, razón por la cual debe proveer una justificación
que surja de la vertiente más filosófica de una teoría política.

Como vemos, para Dworkin la tarea interpretativa posee dos dimensiones que deben ser tenidas en
cuenta para llevar adelante interpretaciones exitosas. Por un lado, una interpretación debe encajar
con los elementos que, de acuerdo a cierta descripción, son considerados como centrales o
constitutivos de una determinada práctica, en la cual el propio intérprete participa. Por otra parte,
la interpretación debe ser capaz de mostrar esos elementos en su mejor luz, esto es, debe ofrecer
una justificación de esos elementos con fundamento en principios de moralidad política. Dworkin
sostiene que, en el marco de la primera dimensión, existe un consenso relativamente amplio entre
los intérpretes pues, en general, todos están de acuerdo en la identificación de los materiales
jurídicos relevantes. Al mismo tiempo, sin embargo, Dworkin admite que, en la segunda dimensión,
pueden producirse desacuerdos entre los intérpretes, quienes diferirán acerca de cuál pueda ser la
justificación adecuada para la práctica. Aquellas dos dimensiones dejan abierta la puerta para una
tercera dimensión de la tarea interpretativa, a la cual Dworkin denomina prospectiva, y que consiste
en señalar que la justificación ofrecida de acuerdo a la segunda dimensión puede guiar la conducta
de los participantes de la práctica en el sentido de transformar aquellos elementos identificados en
la primera dimensión que no puedan ser adecuadamente justificados.

Una objeción habitual a esta forma de entender la tarea interpretativa es que ella permitiría que los
jueces impongan sus propias visiones sobre lo que la moral requiere, en lugar de obligarlos a que
decidan los casos invocando normas jurídicas las cuales, según se suele asumir, tienen un carácter
menos subjetivo que las morales. Sin embargo, Dworkin enfrenta esta objeción recurriendo a un
valor que, a su juicio, es central para entender el funcionamiento del derecho. Se trata de la
integridad. Dicho valor les exige a los jueces que “identifiquen los deberes y derechos legales, hasta
donde sea posible, sobre la suposición de que todos fueron creados por un mismo autor (la
comunidad personificada) que expresa una correcta concepción de justicia y equidad”.

De ese modo, un juez que actúe de buena fe incorporará a la integridad en sus consideraciones a la
hora de resolver un caso. Por cierto, otros valores, como la justicia, la equidad o el debido proceso,
también entran en el juego, y el juez deberá decidir cómo reconciliarlos. Lo relevante es, sin
embargo, que su sentencia no estará adecuadamente fundamentada si no tiene en cuenta a todos
esos valores. Por lo tanto, aun cuando tenga un margen importante de libertad, en la concepción
dworkiniana, los jueces también están limitados. Y parte importante de esos límites surgen del
hecho de que el juez debe dar cuenta de las decisiones pasadas, adoptadas por los constituyentes,
por los legisladores o por otros jueces, para poder tomar una decisión en la actualidad

En conclusión Dworkin afirma explícitamente que los jueces no deben ver expresadas a sus propias
convicciones en las cláusulas de la constitución, ni tampoco deben leer dichas cláusulas como si ellas
expresaran un juicio moral particular, por muy atractivo que el mismo les parezca, salvo que
consideren que él es coherente, en principio, con el diseño estructural de la constitución, así como
también con la sucesión de interpretaciones constitucionales adoptadas por los jueces en el pasado.
En otros términos, los jueces deben verse a sí mismos como parte de una práctica cooperativa, en
la cual, junto con otros jueces y funcionarios públicos, de la actualidad y del pasado, se elabora una
moralidad constitucional coherente, debiendo además comprobar que su contribución a esa
práctica encaje con la tarea realizada por el resto.

1.2. PRINCIPIOS DE INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL Los principios son entendidos como los
preceptos que dan fundamento a lo que establece la Constitución, sin ellos la norma suprema
carecería de la esencia misma que la caracteriza como norma suprema base del ordenamiento
jurídico. Según la doctrina, se han definido los siguientes principios que permiten orientar la
interpretación constitucional: Principio de la unidad de la Constitución. Según este Principio, las
normas constitucionales no se pueden interpretar en forma aislada sino como un todo o una
unidad. En este sentido señala, Rubio Correa: “Según este criterio de interpretación, el operador
jurisdiccional debe considerar que la Constitución no es una norma (en singular), sino, en realidad,
un ordenamiento en sí mismo, compuesto por una pluralidad de disposiciones que forman una
unidad de conjunto y de sentido” (2005, p.309). Principio de la concordancia práctica. Por este
principio debe existir concordancia entre distintas normas constitucionales que protejan
diferentes bienes jurídicos, no debe haber lugar a contradicciones entre las normas
constitucionales. El autor Hoyos manifiesta que: 10 “Los bienes constitucionalmente protegidos
deben ser coordinados y ponderados en un momento dado, y frente a un caso concreto el juez
constitucional tiene que establecer prioridades, porque a veces entran en conflicto derechos
fundamentales previstos en normas de la Constitución” (1993, p. 18). De esta manera los
conflictos que se presenten entre diferentes preceptos constitucionales al momento de resolver
un caso no deben significar la solución del mismo con la superioridad de uno y el sacrificio de otro,
sino que se debe realizar una ponderación entre ellos con el fin de desarrollar este principio.
Principio de la eficacia integradora de la Constitución. La interpretación constitucional debe estar
orientada a buscar la eficacia de las normas constitucionales, persiguiendo que sus fines se
realicen con la mayor eficacia posible. Al respecto Lafuente Balle explica: “Conforme a esta regla,
supuestas varias interpretaciones posibles de una norma subconstitucional, se optará por la que
en mayor medida favorezca la eficacia de la norma constitucional. Y aun especialmente en el caso
de las normas dogmáticas, es decir de las reguladoras de derechos y libertades” (2000, p. 113).
Principio de la corrección funcional Mediante este principio se establece que la interpretación que
se realice de la Constitución no debe interferir en el ámbito de las funciones propias de cada
órgano del Estado definidas por la misma Constitución. Se debe respetar la distribución de
funciones consagradas por la Constitución para conservar el equilibrio entre los poderes del
Estado. Para Monroy Cabra “este principio debe respetar la denominada “regla de corrección
funcional” en virtud de la cual el intérprete deberá respetar el marco de distribución de las
funciones estatales establecido en la Constitución” (2002, p. 89). Principio de la fuerza normativa
de la Constitución. Este principio declara que todo el ordenamiento jurídico debe interpretarse
conforme a la Constitución. 11 Casal H. indica: “La aceptación de la fuerza normativa de la
Constitución, hoy indiscutible, obliga a proteger la norma suprema de toda acción u omisión de los
poderes públicos violatoria de sus disposiciones, sin que sea lícito reconocer al legislador un
espacio de inmunidad al control judicial cuando el desconocimiento de la Constitución se origina
en su inactividad” (2006, p. 189). Principio in dubio pro libertate. Según este principio además
conocido como “favor libertatis”, en caso de duda, ésta se resolverá a favor de la libertad del ser
humano, como garantía de la efectiva vigencia de los derechos fundamentales. Sobre este
principio León Bastos señala: “Implica que no sólo en supuestos dudosos deberá optarse por la
interpretación que mejor proteja los derechos fundamentales, sino que también implica concebir
el proceso hermenéutico constitucional como labor tendente a maximizar y optimizar la fuerza
expansiva y la eficacia de los derechos fundamentales en su conjunto” (2010, p.57)

También podría gustarte