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Juana de Ibarbourou

Juana de Ibarbourou fue una escritora y poeta uruguaya nacida en Melo en 1892, conocida como
Juana de América, es considerada una de las principales figuras de la literatura uruguaya y
latinoamericana del siglo XX. Los poemas de este ente literario reflejan el contexto social de su
época, marcado por la lucha por los derechos de las mujeres y la búsqueda de una identidad
nacional en América Latina. En sus poemas, Juana aborda temas como el amor, la sexualidad, la
naturaleza y la libertad desde una perspectiva feminista y moderna, desafiando los estereotipos
de género y las normas sociales de su tiempo. Además, su obra también refleja la influencia del
modernismo literario y del movimiento de vanguardia en la poesía latinoamericana del siglo XX.
Lo antes mencionado lo podemos ver en su poema El Fuerte Lazo, cuando la autora utiliza
versos como:
Crecí
para ti.
Tálame. Mi acacia
implora a tus manos su golpe de gracia.
Florí
para ti.
Córtame. Mi lirio
al nacer dudaba ser flor o ser cirio.
En la resonancia de estas letras se lee a una autora con cierto grado de sensualidad al emitir sus
palabras, pero con el sufrimiento a flor de piel. Su voz es sumisa y se encuentra subyugada a ese
amor, presa a las condiciones de esa persona amada. Por medio del dolor, es evidente como
demuestra que estaría dispuesta a sacrificarse y queda en bandeja servida la dependencia
emocional que muestra. Su lenguaje es intenso, emotivo y doloroso.
Por ti sufriré.
¡Bendito sea el daño que tu amor me dé!
¡Bendita sea el hacha, bendita la red,
y loadas sean tijeras y sed!

Ibarbourou se muestra muy devota al amor, lo vive en carne propia y lo hace suyo. Habla de él
de tal manera que se ven enmarcadas sus experiencias y puede evocar en el lector esa mirada
profunda al Eros. Es tal, en su poema amor:

El amor es fragante como un ramo de rosas.


Amando, se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas
de todas las umbrías y todas las praderas.
Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,
de salvajes corolas y tréboles jugosos.
¡Efluvios ardorosos de nidos de jilgueros,
ocultos en los gajos de los ceibos frondosos!
¡Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!
Perfume de floridas y agrestes primaveras
queda en mi piel morena de ardiente transparencia
perfumes de retamas, de lirios y glicinas.
Amor llega a mi lecho cruzando largas eras
y unge mi piel de frescas esencias campesinas.

En estas líneas la autora otorga al amor una sensación saborizada de belleza y calidez. Describe
la experiencia amorosa como algo fragante y embriagador, que trae consigo aromas de la
naturaleza. La poeta hace una comparación del amor con las rosas, es presentado como un
perfume exótico impregnado en la carne de la persona amada.

En un mismo orden de hechos e ideas, en el son del amor, tenemos a una mujer susceptible y
abierta a los giros que da la vida juntamente con el tiempo. Para la autora el amor es intensidad y
un ahora, la hora no es más tarde, más bien el momento. El ser hay que desvivirlo en el entonces
y desviarse de lo que podría ser. El amor desde su perspectiva puede ser efímero y es necesario
vivir el presente. En su escrito titulado La Hora, expresa las siguientes palabras:

Tómame ahora que aún es temprano


y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría


esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa


y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera


la sandalia viva de la primavera.

Ahora que en mis labios repica la risa


como una campana sacudida aprisa.
Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

La poeta utiliza imágenes sensoriales para evocar la frescura y la fragancia de la naturaleza en


primavera, y para transmitir la intensidad emocional del momento presente. El tono del poema es
apasionado y urgente, con un lenguaje que evoca la belleza y la fugacidad de la vida. sugiere una
visión romántica del amor, que se asocia con la noche clara, aromosa y mística, y con la
presencia de seres mágicos como los faunos y las luciérnagas. El lenguaje es poético y evocador,
con imágenes que transportan al lector a un mundo de belleza y sensualidad.
La obra e Ibarbourou presenta ciertos rasgos característicos del posmodernismo, enfatizando las
estructuras tradicionales y experimentar con nuevas formas de aflorar la expresión poética al
utilizar un lenguaje audaz y desafiante despampanando en llamas vivas el amor, pasión y
naturaleza humana. En su poema Amémonos se evidencia esa aproximación al concepto amoroso
y como de manera desmesurada rompe los estribos del ser y el anhelo del querer.
Bajo las alas rosa de este laurel florido,
amémonos. El viejo y eterno lampadario
de la luna ha encendido su fulgor milenario
y este rincón de hierba tiene calor de nido.
Amémonos. Acaso haya un fauno escondido
junto al tronco del dulce laurel hospitalario
y llore al encontrarse sin amor, solitario,
mirando nuestro idilio frente al prado dormido.
Amémonos. La noche clara, aromosa y mística
tiene no sé qué suave dulzura cabalística.
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos
y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,
con estremecimientos breves como destellos
de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

En definitiva, Juana Ibarbourou se presenta tal y como refleja su poética, como una flor
desesperada, desventurada y en espera incesante de un amor.
Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,
y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.
Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o solitaria,
como una sola flor desesperada.
Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
que sólo en él respira levantada.

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