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“General”

La voz de uno de mis tripulantes corto la explicación que salía de mis labios, mientras trataba
de explicarles a otros, como nos tendríamos que regresar a Persia para poder equiparnos con
más armas.
“¿Qué quieres?”
“Shirin vio un cuerpo flotando en un pedazo de madera. Lo salvamos”
“¿Un cuerpo?, ¿un muerto?”
“Eso pensábamos, hasta que abrió sus ojos”
“¿Ella?”
“Sí. Ahora ella está amenazando a la tripulación con un cuchillo?”
“¡¿Trae un cuchillo?!”
“Sí”
“Debiste haberme dicho eso primero, animal”
Con rapidez, salí de la pequeña habitación en la que estábamos, subiendo por unas pequeñas
escaleras para poder ver la escena que se estaba formando.
Una chica cubierta con un vestido blanco, cabello seco y maltratado por la sal del mar, y con
unos ojos rojos, se movía de un lado al otro, amenazando a mis hombres con un cuchillo.
“¿Dónde estoy?” gritaba “¿quiénes son ustedes?”
Los hombres, como buenos hombres, ni siquiera se dignaron a intentar responder, solo
querían acercarse.
“Tranquilizate”
La chica volteo a verme, escuchando mi petición. Pude notar como sus agarre en el cuchillo
se aflojo un poco, para volver a apretar su puño alrededor de él.
“¿Quién eres tú?, ¿dónde estoy?”
“Bienvenida al barco persa, soy…”
“Artemisia…”susurro
“La misma”
Antes de que pudiéramos reaccionar, la chica salió corriendo en mi dirección, pero antes de
que pudiera clavarme el cuchillo, golpee su cabeza, haciéndola caer inconsciente en el piso,
soltando el arma. Con delicadeza, tome el arma y la revise. Era de hierro, y en la hoja venía
grabado algo. Ἰσοκράτης
Esta mujer era nada más y nada menos que la hija de Isócrates, el famoso político ateniense.
Esta mujer era la definición de una mina de oro.
“¿Qué hacemos con ella, general?”
“Tu y tu, encadenenla y encierrenla bien en la bodega. No le den ni una oportunidad de
escapar” rápidamente 2 hombres tomaron el cuerpo y comenzaron a bajar las escaleras. “Y tú
y tu, van a tomar uno de los botes y van a remar hasta Atenas, irán con Isócrates y le
platicaran la triste historia de cómo su hija terminó en un barco del enemigo” me burlé,
haciendo que mis marineros se rieran. “Tal vez así obtengamos algo más que la cabeza de
Temístocles.”
Todos los marineros soltaron una risa profunda, sabiendo que algo grande se veía al otro lado
del horizonte.

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La próxima vez que baje a las bodegas, la mujer, que ahora sabía que tenía el nombre de Y/N,
estaba despierta, e incluso, estaba tratando de desatar los nudos en sus muñecas.
“Por más que lo intentes, no podrás escapar”
Mi voz pareció asustarla, provocando que dejara de mordisquear la cuerda.
“¿Por fin me vas a dejar salir?” su voz estaba ronca. Como si no hubiera tomado agua. Mis
ojos miraron el suelo, dandome cuenta de que no había tocado ni su comida ni el vaso de
agua.
“Necesitas comer, necesitas hidratarte”
“¡Te hice una pregunta!” alzó la voz, lo cual me hizo alzar las cejas, pero eso no la hizo
retroceder “¿Por fin me vas a dejar ir?” volvió a preguntar.
“No” me senté frente a ella, tomé el plato que le habían dado, dándome cuenta de que solo le
habían dado una miserable manzana y un vaso de agua, así que con la mirada comencé a
buscar algo de comida. “No hasta que tu querido papi nos mande lo que queremos”
Y/N soltó una pequeña pero fuerte carcajada, lo cual me hizo apartar los ojos de los sacos de
cereales y posarlos en los ojos marrones de Y/N
“Entonces tendré que morir aquí”
“¿Qué quieres decir?”
“Mi padre me desterró de Atenas. Así que, sin importar si mañana me cortas en pedazos o me
dejas viva, mi padre no querrá saber nada más de mi”
Me quedé en silencio, viendo como mi plan maestro se caía pedazo por pedazo.
Solté un gran suspiro y me levanté, tirando la manzana.
“¿A dónde vas?”
“Te traeré mejor comida”
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Con el tiempo, me tuve que dar cuenta de que Y/N tenía razón.
Mis hombres regresaron con las manos vacías y negativa verbal por parte del gran político.
“Entonces, ¿Qué haremos?”
Ni siquiera tuve el cerebro para contestarles. Ni yo sabía que íbamos a hacer con la chica.
Era una boca más que alimentar, un peso más para este navío.
Pero, era la mujer más sensual que habían visto mis ojos.
No podía simplemente tirarla por la borda.
“¿Alguien sabe si está despierta?”
“Omar fue a darle su ración hace poco y estaba despierta”
Sin esperar más, me levanté y caminé hasta la puerta de la bodega, abriéndola y
encontrándome a la mujer, que ahora estaba sostenida solo por una cuerda en su tobillo.
“Tenías razón, tu padre nos ignoró”
“Te lo dije” comentó con la boca llena de arroz. Estaba completamente jorobada ya que su
plato estaba en el piso.
Con rapidez, quite la cuchara de su mano y tome el tazón. Tomé una cucharada de la comida
y se la acerque a la boca.
“Tengo que pedirte una disculpa” ella me miró confundida, pero abrió la boca, dejándome
alimentarla, pero alzó las cejas, pidiéndome una explicación. “Por mantenerte en un lugar
como este. Te mereces algo mejor”
“Eso significa que no me vas a dejar ir, ¿Verdad?” volvió a hablar con la boca llena. Estaba
hambreada.
“¿Tienes algún lugar donde seas completamente bienvenida?” Y/N se quedó callada y
simplemente espero a que yo le diera otra cucharada. Así que, la tomé y se la llevé a la boca.
“Aquí te daré la vida digna de alguien como tu”.

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Las cosas escalaron muy rápido, demasiado como para que yo pueda relatar con lujo de
detalle lo que realmente pasó.
Y/N me encantó, tanto así que, pasó de dormir encima de un saco de frijol, a dormir en mi
cama, todas las noches, claro, después de que le metiera los dedos hasta su cuello uterino.
Al principio, Y/N al principio, no quería que ni me le acercara porque decía que jamás se
dejaría atrapar por las garras del enemigo.
“¡Por favor… no pares!”
Separe mi boca de su coño mientras miraba sus cejas fruncirse, pequeñas gotas de sudor
sobre su frente, sus ojos cerrados con fuerza y una boca abierta que no dejaba de ser tan
sensual como ella misma.
“¿Quieres más, dulce niña?”
“Sí, por favor”
Con fuerza, golpee una de sus nalgas, provocando que Y/N diera un pequeño salto mientras
un chillido agudo salió de esos labios gordos.
“Sabes cómo pedir correctamente”
“Mi señora, por favor, déjeme correrme”
“Correte para mi, mascota”
Volví a enterrar mi cabeza entre sus piernas y comencé a succionar su protuberancia,
mientras que mi dedo índice, medio y anular en su vagina, casi queriendo tocar sus entrañas,
provocando que ahora, soltará un gemido fuerte, casi como un grito.
“¿General?”
La cabeza de Omar se asomo a mi habitación, provocando que despegara mi cara del coño de
Y/N y con la mano derecha cubriera el cuerpo desnudo de la mujer con la cobija.
“¿Qué quieres imbécil?”
“Tenemos a los barcos de Misia en la mira”
“Solo lárgate”
El hombre cerró la puerta de golpe. Con cuidado me levanté de la cama.
“¿A dónde vas?” pregunto Y/N como un reclamo
“A fuera. Necesito que te calles”
“Pero Artemi…”
“¡Te dije que te calles”
Ella no volvió a hablar y me permitió salir sin más.

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“Sabemos que la tienes, Artemisia”


Deje de dar vueltas por la habitación solo para centrar mi mirada en el hombre atado en la
silla.
“¿De quien hablas?”
“No te quieras pasar de lista conmigo, Artemisia, sabemos que tienes secuestrada a Y/N”
“Lamento informarle, general Temístocles, pero aquí no se tiene secuestrado a nadie” los
hombres a sus espaldas comenzaron a reír ligeramente “la dama Y/N está aquí por voluntad
propia”
“¿Por qué una mujer tan digna como Y/N estaría con alguien como tu?”
“Porque yo la cojo como nadie nunca podrá hacerlo. Si hubiera llegado hace algunos
minutos, tal vez se hubiera deleitado con sus gemidos”
“Eres un peligro. No mereces nada de ella”
“¿Y tú sí?” con rapidez, saque mi navaja y la puse en su cuello.
“Ella se merece algo mejor”
“¡Ella es mía!”
“¡Ella ni siquiera quiere estar aquí contigo!”
“¿No?” me alejé de Temístocles y le hice una señal a Omar. Minutos después llegó con una
Y/N con las piernas temblorosas y envuelta en la cobija.
“Y/N!”
“Temístocles?”
“Oh, cariño” le regale una sonrisa “Ven, acércate”
Ella tan obediente como siempre, se acercó a mi lado, dejándome pasar mi brazo por su
cadera.
“¿Esta bien Y/N?, ¿Esta mujer le ha hecho algo?” preguntó el ateniense.
“Vamos, mascota, dile a este hombre que tú te quieres quedar conmigo”
Me levanté para caminar hasta su lado y agachar mi cabeza para que quedara en la curva de
su hombro y su cuello, dejando pequeños besos en su suave piel. Incluso llegué a sentir que la
piel se ponía de gallina.
“Dile, mi amor” susurré cerca de su oreja “dile que eres mía”
“Perdóneme general Temístocles, pero, yo me quiero quedar con mi general Artemisia. Ella
es a quién pertenezco”
Le regale un último beso en su cuello para regalarle una sonrisa cínica y victoriosa al
guerrero griego.

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