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Otra vez la guerra

La película Golda, aborda el papel de la primera ministra de


Israel durante la guerra de Yom Kipur en 1973. Esta película criticada
por algunos por servir a la propaganda israelí se estrenó
recientemente, al cumplirse 50 años del ataque sorpresivo de Egipto y
Siria, aprovechando la conmemoración de la más importante festividad
judía.
Como hace medio siglo, la feroz arremetida de Hamás desde la
Franja de Gaza el sábado pasado, aparentemente, volvió a sorprender
a Israel. A este ataque sobrevinieron bombardeos indiscriminados por
parte del gobierno de Netanyahu y el corte de agua, electricidad,
alimentos y combustible sobre Gaza que, si bien está controlada por
Hamas, es habitada por más de 2 millones de personas en su mayoría
palestinos.
De inmediato en el mundo comenzaron las reacciones. En
Colombia, el hecho fue utilizado por sectores políticos de la derecha
más visceral desde Jota Pe hasta la Cabal, quienes lanzaron dardos
contra el gobierno Petro.
Estas voces, que pontifican sobre la violencia en Oriente Medio
con la misma superficialidad con que hablan de nuestro conflicto
interno, olvidan que hay que rechazar con vehemencia la violencia de
Hamás como también, los crímenes de guerra que, según la Corte
Penal Internacional, ha cometido Israel en contra de los palestinos de
Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, con acciones como la Operación
Margen Protector en Gaza o las Marchas del Retorno.
Olvidan, además que el repudiable ataque de Hamás, milicia
islamista que no puede confundirse con la Autoridad Palestina, ocurre
en el contexto de décadas de ocupación de territorios palestinos por
Israel incumpliendo la Resolución 181 de 1947 proferida por la ONU
que reconoce la necesidad de un Estado palestino.
El ataque islamista del sábado pasado favorece los intereses de
la coalición de extrema derecha y los partidos ultraortodoxos que
desde 2022 sostiene en el poder al corrupto Netanyahu quien
políticamente buscará fortalece en esta nueva escalada del conflicto.
Netanyahu no solo pretende dominar los territorios palestinos de
Gaza, Cisjoradania y Jerusalén oriental, desconociendo la referida
resolución de la ONU; también impulsa una reforma judicial, que le
quita poder a la Corte Suprema de Justicia y es rechazada por la mitad
de los ciudadanos, reforma con la que pretende demoler lo que queda
de democracia en Israel, con la misma impunidad con que su régimen
demuele las casas de los palestinos para forzarlos a huir de su patria.

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