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ESTUDIO DE CASO N° 3

T. es el primero de dos hijos, desde el preescolar llamaba la atención porque tenía que tocar todo,
no se podía estar quieto en el pupitre y daba manotazos a diestra y siniestra, tanto que en el
pueblo donde vivían tuvieron que inscribirlo en un preescolar privado, en donde pudieron
tolerarlo.

Cuando ingresó a la escuela, tuvo una educadora intolerante y poco preparada para manejar su
problema, era una señora de más de 60 años. Casi siempre lo sacaba del salón por su mal
comportamiento: cogía el borrador a uno, al otro le tiraba el cuaderno, botaba los lápices y no
podía estar sentado en el puesto; los profesores llegaron a pegarle porque su comportamiento los
sacaba de casillas.

T. lloraba de pensar que tenía que ir a la escuela. Ante esas dificultades, fue evaluado por un
neurólogo quien recetó el uso de ritalina, la cual tomó desde cuando cursaba el tercer grado.
Debido a la atención médica y a la necesidad de buscar un colegio más especializado, la familia se
trasladó de pueblo a la ciudad, en donde ingresó a una institución en la que cursó de tercer grado
hasta séptimo.

En el colegio se observó que T., además de su comportamiento difícil, era preocupante su


desempeño académico: presentaba mucha dificultad en el manejo del espacio, su letra era
particularmente grande e ilegible, no respetaba los renglones, invertía las letras b-d, p-q y algunas
palabras. En matemáticas, se le dificultaba ubicar los números para sumar y restar y seguir las
secuencias en los procedimientos. Debido a esto, se le solicitó una evaluación, en la que a T. le
identificaron capacidad intelectual normal.

Durante estos años en el colegio, su inquietud era más moderada o se le encauzó mejor. Se citaba
a los padres con menor frecuencia, pero en el séptimo grado se descuidó, poco estudiaba, se
distraía en clase y se dedicó a las amistades de la calle, que le desfavorecían.

Ese año estaba en toda su adolescencia, lo perdió y decidió dejar de estudiar. La familia determinó
regresar al pueblo y allí ingresó a un colegio oficial, masificado y con un método tradicional. Esa
época fue de total descontrol porque se relacionó con los más necios del grupo, no estudiaba y sus
padres continuamente recibían quejas de él porque incumplía con las tareas y se quedaba fuera de
las clases. En su tiempo libre permanecía en la calle; se dedicó a montar en moto con un loco
desaforado sin medir consecuencias y a altas velocidades. Se retiró del liceo a los 4 meses, pues su
aprovechamiento era mínimo.

En el año siguiente empezó a estudiar semiescolarizado y terminó el bachillerato de 19 años de


edad. Se negó a seguir estudios superiores, por lo que sus padres lo involucraron en su negocio
familiar y allí empezó a trabajar.

Después del trabajo se iba a recorrer las calles del pueblo y aunque no hubo evidencias de que
consumiera sustancias psicoactivas, frecuentaba la compañía de amigos que sí lo hacían.

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