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DEPARTAMENTO DE

ESTRATEGIA
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MODULO
02
HISTORIA MILITAR DE
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ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA

Bogotá, D.C., Colombia - Carrera 11 No. 102-50


Teléfono 6208510
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CONTENIDO

Pagina

INTRODUCCIÓN 5

1. OBJETIVO 6

1.1 OBJETIVO ESPECIFICO 6

2. METODOLOGÍA 6

3. ÉPOCA PRECOLOMBINA 8
3.1. La América Precolombina 8
3.1.1. Los Caribes 8
3.1.2. Los muiscas 10

4. DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA 12
4.1. Rutas y conquistas del interior del reino 15
4.2. Resistencia de Paeces y Yalcones 18
4.3. La conquista del noroeste 19
4.4. Sometimiento del nordeste 19
4.5. La guerra de exterminio contra los indómitos muzos 19
4.6. La cruenta y prolongada guerra contra los Pijaos 21

5. LA COLONIA (1550-1810) 23
5.1. El ejército en la Colonia 23
5.2. Contexto militar de la capitulación 23
5.3. La encomienda y su perfil castrense 24
5.4. El régimen militar y la Real Audiencia 25
5.5. Las letras y la espada 25
5.6. Don Juan de Borja 26
5.7. Choque de imperios 27
5.8. Confrontación de dos estrategias 27
5.9. De los corsarios a las armadas de guerra 28
5.10. El mar, obsesión defensiva española 29
5.11. El siglo XVIII y la evolución militar hispánica 30
5.12. Erección del virreinato de Santafé 30
5.13. Cartagena de Indias, baluarte militar 30
5.14. Suspensión y restablecimiento del virreinato 31
5.15. La guerra de “la oreja de Jenkins” 32
5.16. Sitio de Cartagena por el almirante Vernon 32
5.17. Las fuerzas defensoras de Cartagena 33
5.18. Reparación de las fortificaciones 34
5.19. Evolución militar bajo Carlos III 35
5.20. Carlos III y el régimen militar 35
5.21. Resurgimiento del fuero militar 35
5.22. La Rebelión Comunera y su impacto militar 36
5.23. Reestructuración militar en el virreinato 37

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6. LA INDEPENDENCIA 39
6.1. Principales antecedentes 39
6.2. La independencia de los Estados Unidos 39
6.3. La revolución francesa 39
6.4. La independencia de Haití 39
6.5. Primera expedición de Miranda 39
6.6. La invasión a España por Napoleón Bonaparte 39
6.7. Desarrollo del movimiento independentista 1810-1819 41
6.8. El 20 de Julio de 1810 41
6.9. Rivalidades internas 43
6.10. Declaraciones de Independencia absoluta 44
6.11. Primeras campañas militares de Bolívar en la Nueva Granada 44
6.12. La Campaña Admirable 45
6.13. Campañas de Nariño en el Sur 45
6.14. Desastre en Venezuela 46
6.15. El retorno de Fernando VII 46
6.16. La carta de Jamaica 47
6.17. La reconquista 47
6.18. Sitio de Cartagena 47
6.19. Toma de Santa Fe 48
6.20. El régimen del terror 49
6.21. Campaña Libertadora de 1819 51
6.22. Batalla del Pantano de Vargas 52
6.23. Batalla del Puente de Boyacá 56
6.24. Desplazamiento de Barreiro 56
6.25. Dispositivos de marcha 57
6.26. Escenario de la batalla 57
6.27. Consecuencias 59
6.28. El Nacimiento de la Republica 1819 59
6.29. El Congreso de Angostura 60
6.30. Batalla Naval de Maracaibo y liberación definitiva de Venezuela 60
6.31. Paso de la barra y asalto a Maracaibo 62
6.32. Congreso de Cúcuta y Constitución de 1821 64
6.33. Independencia de Ecuador, Perú y Bolivia 65
6.34. La Gran Colombia 65

7. LAS GUERRAS CIVILES DEL SIGLO XIX 67


7.1. Guerra Civil de 1812-1813 67
7.2. Guerra Civil de 1839 (o de los Conventos o de los Supremos) 68
7.3. La Fundación de los partidos 69
7.4. Guerra Civil de 1851 70
7.4.1. Antecedentes 70
7.4.2. Desenlace 71
7.5. Guerra Civil de 1854 72
7.6. Guerra Civil de 1859 75
7.7. Guerra Civil de 1860 76
7.8. La Constitución de 1863 (o Constitución de Rionegro) 78

3
7.9. Guerra Civil de 1876 79
7.10. Guerra Civil de 1885 80
7.10.1 Antecedentes 80
7.10.2 Desenlace 81
7.11. La Constitución de 1886 81
7.12. Guerra Civil de 1895 82
7.13. Guerra de los Mil Días 84
7.14. La Separación de Panamá 89

8. PRINCIPALES HITOS MILITARES EN LA HISTORIA DEL SIGLO XX 91


8.1. Antecedentes e inicios de la Escuela Naval 93
8.2. Establecimiento de la Aviación Militar 94
8.3. Nuevos Grupos Políticos 95
8.4. El Conflicto Colombo-Peruano de 1932 98
8.5. Bajo la República Liberal (1930-46) 102
8.6. Ospina Pérez y el 9 de Abril 102
8.7. La Guerra de Corea 104
8.8. Política y Subversión (1950-66) 107
8.9. Orígenes de la Subversión 109
8.10. Política y Subversión (1966-2002) 110
8.11. En Misiones de Paz 113
8.12. Una larga y gloriosa tradición 114

9. NUESTROS PROCERES MILITARES

9.1 Simón Bolívar 115


9.2 Antonio Nariño
9.3 Francisco de Paula Santander
9.4 Atanasio Girardot
9.5 Antonio Ricaurte
9.6 Francisco Jose de Caldas
9.7 Jose Maria Córdova
9.8 Antonio Jose de Sucre
9.9 Jose Prudencio Padilla
9. 10 Rafael Reyes

BIBLIOGRAFÍA 116

PREGUNTAS DE AUTOEVALUACÍON 1

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Módulo de Historia Militar 2014

ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA


DEPARTAMENTO DE LIDERAZGO MILITAR Y HUMANIDADES

MÓDULO DE HISTORIA MILITAR DE COLOMBIA


PARA LOS EXÁMENES DE ADMISIÓN DEL CURSO DE ESTADO MAYOR

INTRODUCCIÓN

La Historia como relación de causalidad histórica para entender el pasado en


función de comprender el presente y visualizar el porvenir, pues lo que pasó
ayer nos sirve para entender el hoy y proyectarnos al mañana.

La historia como fuente del amor a la patria, de la identidad nacional y de los


valores democráticos que sustentan el régimen político colombiano. Teorías sobre el
origen de la Nación Colombiana

La historia como base del poder político, fundamento del poder militar y esencia de
las ciencias militares: la estratégica, la táctica y la logística, el liderazgo y
conducción de las grandes campañas, batallas y combates.

La historia militar es el estudio de la guerra en su contexto político, social, económico


y militar, de manera que este módulo de estudio busca incentivar al aspirante al
curso de Estado Mayor, hacia el conocimiento de este fundamental aspecto en la
vida del militar, permitiendo una mejor comprensión del presente de la sociedad el
método más eficaz para explicar la estructura de la sociedad actual.

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1. OBJETIVO

Que los alumnos del Curso de Estado Mayor de la Escuela Superior de Guerra,
futuros Comandantes de Unidades Tácticas y su equivalente en la Armada y
Fuerza Aérea, adquieran herramientas teóricas, analíticas y conceptuales sobre la
Historia Militar de Colombia dentro del marco del origen y desarrollo de la Nación y
del Estado Colombiano; sus hechos guerreros trascendentales en cuanto a sus
objetivos, organización, estrategia, táctica y logística empleada, los grandes
caudillos militares del país y sus condiciones de liderazgo, las relaciones de
causalidad histórica y demás aspectos temáticos militares. Con tales
conocimientos deben entender mejor la evolución militar del país y comprender
con objetividad la realidad presente y visualizar la del porvenir, en aras de una
óptima conducción militar, de la perfección de las condiciones de mando que las
circunstancias del presente requieren y el fortalecimiento de su patriotismo, todo
ello con el fin último de obtener la unidad nacional, la solidaridad social, la paz, el
progreso y el desarrollo espiritual, humano y material de Colombia.

1.1 OBJETIVO ESPECIFICO

Preparar y actualizar al futuro alumno del curso de Estado Mayor 2014 en temas
puntuales de la historia militar Colombiana, con el propósito de brindarles
fundamentos útiles que le permitan participar del debate y análisis; en el entendido
de que ello se convertirá en nuevas competencias o habilidades para el futuro
Teniente Coronel o Capitán de Fragata de las Fuerzas Militares.

2.- METODOLOGÍA

La materia la estudiaran los alumnos por su propia cuenta, durante el año previo a
su llamamiento al curso de Estado Mayor. Con tal estudio los alumnos deben
presentar el examen de admisión a tal curso, obtener capacidad analítica,
conceptual y crítica, sobre la evolución de la historia militar del país y fortalecer su
patriotismo e identificación con los valores supremos de la Nación Colombiana.

La autoría de los distintos capítulos corresponde a los siguientes catedráticos.

1) Época Precolombina: basado en textos del Brigadier General Roberto Ibáñez *


y del Dr. Luis Henrique Gómez.
2) Descubrimiento y Conquista: Brigadier General Roberto Ibáñez. *
3) Colonia: General Alvaro Valencia Tovar. *
4) Independencia: Margarita Peña y Carlos Alberto Mora. **
5) Guerras Civiles del Siglo XIX: Dr. Luis Henrique Gómez Casabianca. ***
6) Principales episodios militares del Siglo XX: Dr. Luis Henrique Gómez C. ***

6
Fuentes:
* Historia de las Fuerzas Militares de Colombia. Ed. Planeta. Bogotá. 1993.
** Historia de Colombia. Ed. Norma. Bogotá. 1987.
*** Capítulos especialmente elaborados para este texto.

Al final de cada capítulo hay una bibliografía básica, de la cual fueron tomadas las
citas complementarias, sirviendo de referencia para futuras consultas.

Plataforma

Como herramienta de comunicación, se cuenta como plataforma de consulta la


pagina web www.esdegue.edu.co y los teléfonos del departamento de Estrategia
6204066 extensión 21065.

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3. ÉPOCA PRECOLOMBINA

3.1. LA AMÉRICA PRECOLOMBINA

3.1.1. Los Caribes

Los Caribes, quienes ocupaban gran parte del litoral antillano y habían penetrado al
interior del país empleando los ríos como sus vías de comunicación y
exploración tenían una organización social basada en lo militar. En algunas
regiones, la guerra era una actividad transitoria de todo el grupo.

Estos indígenas usaban como armas, el arco con flechas envenenadas; pesadas
mazas; la macana, (o sable de madera dura, llamado en ocasiones „espada‟ por
los cronistas); y jabalinas del mismo material. Solían desplazarse por los ríos y a
través del Mar de las Antillas en „flecheras‟ unas maniobrables y rápidas
embarcaciones movidas a remo o vela que eran su principal medio de transporte y
asalto.

"Los caribes -señala López de Gómara- ciertamente son bravos, belicosos y


crueles, ponen por hierro en las flechas huesos de haya, que de por sí es
enconado, y lo untan con zumo de manzanas ponzoñosas y con otra hierba,
hecha de muchas cosas, que hiriendo mata. Los indios tienen otra hierba que con el
zumo de su raíz remedia la ponzoña de esta fruta, restituye la vista y cura todo mal
de ojos. Esta hierba la llaman escorzonera."

Se empleaban en América diversos tipos de arcos. Algunos de más de 2 metros


de alto; otros pequeños con que se enseñaba a los niños; en ocasiones eran
hechos en maderas tan rígidas que un hombre moderno difícilmente puede llegar
a tensarlos; y algunos que para ser accionados, los arqueros debían
acostarse espaldas en el suelo y operarlos con las manos y los dos pies.

Tiro de elevación hecho por un infante Caribe

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Los caribes, refiere Terrero Monagas, “fueron soldados valerosos y veteranos;
instruidos en el manejo de sus arcos los que descargaban en todas las posiciones de
combate; maniobrando con destreza, hacían sus tiros por elevación, tal era el grado
de perfeccionamiento a que habían llegado en sus constantes
adiestramientos con las armas. Con aquel don hereditario en ellos, tenían la
intuición de la balística, para emplear con los mejores resultados el funcionamiento
del arco; calculaban cuándo el enemigo se hallaba ocupando una posición
elevada, es decir en una altura, para ejecutar la proyección de sus flechas
mediante las parábolas de sus tiros.”

Entre los caribes había un cuerpo especial de guerreros, llamado los mapurites,
cuya función es descrita así por Terrero Monagas: “cuando era amenazada su
línea de retaguardia, entonces entraba en juego el elemento defensivo de esta
unidad, el cual se reducía a una sustancia que ellos llamaban anoc-mafutiliqui
(espíritu de mapurite), la cual portaban en pequeñas vasijas de barro cocido (al
igual que el curare) herméticamente tapadas, cuya forma era redonda (...) que
arrojaban al enemigo como granadas; al reventar estos comprimidos de barro, se
regaba en el aire aquel veneno cuyo efecto era semejante al que hacía en los
peces el barbasco; produciendo en el enemigo un gran desconcierto en virtud de
sus condiciones tóxicas (...) esta actitud defensiva la habían ellos observado e
imitado del mapurite (o zorrillo).”

Los caribes iban prácticamente desnudos al combate, con el cuerpo embijado o


cubierto de aceite para, de ser necesario, escurrirlo en el agarre de los asaltos
nocturnos. También usaban unas compresas de fibras de palma en los brazos y
piernas, sumamente ajustadas. Estas bandas tenían un doble objetivo militar: les
daban mayor resistencia en las largas marchas de campaña y actuaban como
preventivo contra las flechas curarizadas; en caso de resultar herido el
combatiente en cualquiera de las extremidades, las compresas evitaban por el
momento la circulación del veneno en el sistema sanguíneo, dando tiempo a la
cura de la cauterización que aplicaban como antitóxico a los heridos. (Terrero M.).

Infante del Ejército Caribe

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Quienes dirigían el ataque entre los Caribes se llamaban Ditaynos. Estos, en las
Quazábaras (o combates) usaban mantas tejidas para cubrirse de los proyectiles del
enemigo. Entraban a la refriega con ellas dobladas sobre el brazo izquierdo,
dando las voces de ataque; las flechas que pegaban en la parte colgante de la
manta, como no encontraban firmeza se desviaban, y de este modo se cubrían
mientras realizaban el avance. Este sistema de oponer un cuerpo dúctil que no
presentara resistencia, fue una de tantas demostraciones del avance en la
evolución militar de estos guerreros. (Terrero M.)

Además empleaban muchas trampas y ardides, al tiempo que eran maestros en el


arte del camuflaje.

3.1.2. Los Muiscas

El pueblo muisca fue menos guerrero que el Caribe, pero de organización social
más avanzada. Los muiscas ocupaban el altiplano cundiboyacense y se
dedicaban principalmente a la agricultura, la cerámica, la minería (de sal y
esmeraldas), el arte textil y la orfebrería, de la que llegaron a ser verdaderos
maestros.

Sus principales centros de poder fueron Bacatá (hoy Funza), Hunza (hoy Tunja) y
Guatavita, que además era su principal centro de orfebrería. El Zipa gobernaba
con centro en Bacatá, el Zaque en Hunza y el Guatavita en la población que
llevaba su nombre.

El territorio de los muiscas estaba rodeado por otras tribus, algunas de ellas de
origen caribe, como los muzos y los Panches, quienes eran sus enemigos y
además tenían terrible fama de caníbales. Las fronteras entre estos grupos no
eran inmóviles; de hecho los caribes se hallaban en constante expansión, y los
muzos habían expulsado a los muiscas de la región de Muzo, que antaño les
perteneciera y de donde se extraían las más finas esmeraldas.

Para prevenirse de cualquier intento de invasión panche, el Zipa organizó en


aquella frontera fuertes guarniciones con guerreros llamados güechas, donde
paralelamente entrenaba a sus hombres en las difíciles y arriesgadas labores
guerreras, principalmente la emboscada, el ardid y las trampas en el suelo con
agudas estacas, que fueron los fundamentos de su táctica guerrera. Los Güechas
se diferenciaban del resto de población en que usaban el cabello rapado, cubrían la
cabeza con una gorra de plumas y en las narices llevaban pequeños cilindros de
oro, uno por cada guerrero enemigo que hubiese muerto.

Cuando se avecinaba una guerra, el Zipa daba orden a sus caciques menores y
jeques de que efectuaran el reclutamiento, y éstos salían presurosos a cumplir con
ese encargo. Cada uno por sus respectivas tierras iba reclutando cuanto varón
encontraba apto para la guerra y recolectando toda suerte de elementos bélicos,
principalmente macanas, garrotes, hondas, mazas estrelladas erizadas de puntas,
picas, flechas, tiraderas, escudos y broqueles de cobre y madera. También se

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aprovisionaban de maíz, para preparar bollos, mazamorra y chicha; fríjoles,
cubios, chuguas, tomate, repollo, ají y a veces yuca que intercambiaban por sal
con otros pueblos de clima cálido. Estos víveres eran almacenados en las
poblaciones por donde debía pasar el ejército. Como alimentación especial de los
caciques se cazaban venados y los pueblos llevaban curíes, conejos, patos y
algunas aves como tórtolas y perdices. Al lugar fijado para la concentración,
empezaban a llegar numerosos escuadrones según la importancia y jerarquía del
cacique o usaque que los mandaba; del oriente los del gran Guatavita, adornados
sus pechos con gruesos pectorales de oro y collares; por el norte las huestes del
leal cacique de Sopó y las del poderoso Tisquesusa, cacique de Chía y heredero
del trono, llevando en andas a su señor; por el occidente las austeras pero
aguerridas formaciones de güechas, que por su veteranía y audacia formaban la
columna vertebral del ejército del Zipa. Cada uno de estos cuerpos era seguido
por grupos de mujeres que llevaban múcuras llenas de chicha, bebida que fue
poderoso estimulante de guerreros.

Debió ser imponente el aspecto que a la distancia presentaba el ejército


muisca. Frente a cada grupo se distinguía el cacique, adornado con medias lunas
de oro y vistosas plumas en la frente, grandes petos y brazaletes del mismo metal
y las respectivas insignias fabricadas en algodón de colores diversos, junto con las
momias de sus antepasados más valerosos. El jefe pasaba revista transportado en
lujosas andas de madera con delicadas figuras de oro que sus orfebres habían
elaborado cuidadosamente.

El combate se iniciaba al estridente ruido de fotutos, sonajeras y gritos, con nubes


de piedras lanzadas a distancias por los honderos de uno y otro ejército que
causaban algunas bajas, luego zumbaban por los aires las flechas, hasta llegar al
choque cuerpo a cuerpo, en el cual las tiraderas, macanas y el garrote manejado
diestramente, diezmaban las formaciones. Los jefes arengaban a los suyos
mientras eran llevados en andas de un lado a otro del frente de batalla.

_______________________________________________________________

- López de Gómara, Francisco. Historia general de las Indias. Ed. Orbis. 1985.

- Terrero Monagas, J.C. Los Caribes. Ed. Elite. Caracas. 1933.

- Albi, Julio. La defensa de las Indias(1764-1799). Instituto de Cooperación


Iberoamericana. Madrid. 1987.

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4. DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA

Síntesis del texto realizado por el Brigadier General Roberto Ibáñez para el libro
“Historia de las Fuerzas Militares de Colombia”. Ed. Planeta. Bogotá. 1993.

Tras el descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón en 1492, la Corona española
estableció en Sevilla el Consejo para la dirección de los negocios de Indias, que
más tarde conformó el Consejo Supremo de Indias y la Casa de Contratación
como instrumento rector para otros descubrimientos y para la conquista y
poblamiento de América, cada uno de los interesados en estos aventurados
negocios establecía un contrato privado, mediante el cual organizaba, armaba y
dotaba la expedición, a cambio del quinto real y de la evangelización de los
indígenas, para lo cual recibía el nombramiento de gobernador o de alguna otra
forma de autoridad.

El signo caballeresco español y el desconocimiento que inicialmente se tenía de la


guerra contra los aborígenes hicieron que la Corona otorgara prerrogativas y
territorios a caudillos o gobernadores capitulantes como contraprestación a su
inversión económica y al compromiso de velar por la seguridad de las colonias.
Como inmediato colaborador en la empresa, el llamado gobernador capitulante
enganchaba capitanes, algunos de ellos veteranos de guerras en Europa,
especialmente de la campaña de Italia, y otros sin mayores conocimientos
militares, los cuales reclutaban para conformar compañías de entre 50 y 100
hombres, que eran rigurosamente disciplinados, aunque no recibían mayor
instrucción militar.

Las expediciones estaban integradas por grupos humanos heterogéneos,


reclutados en las diferentes capas sociales, la gran mayoría pobres y desposeídos
que nada tenían que perder en la península y, consecuentemente, identificados
por el afán de adquirir riquezas y fama o, cuando menos, aventuras ricas en
esperanzas. El soldado raso, para poder embarcarse, tenía que sufragarlo todo
para su subsistencia, desde el valor de la travesía hasta su vestuario y
alimentación; sus armas también debía adquirirlas al gobernador, a su capitán o a
un mercader y constaban de una rodela para su defensa y protección, y de una
ballesta o una lanza para el ataque. Sólo inicialmente, o en contadas ocasiones,
fue pagado por la Corona, y apenas le correspondía una quinta parte de lo que
tocara a su capitán o caudillo en el reparto del botín. Entre el capitán y el soldado
raso, se organizaban los arcabuceros y jinetes, con algún grado y jerarquía, que
disfrutaban de ciertas ventajas.

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Un arcabucero de 1510

Durante la época de la Conquista se vivió el celo evangelizador y compasivo del


misionero, al tiempo con la exacción y el despojo vulgar del conquistador o
encomendero; el afán justiciero del togado en compañía de la abominable traición;
el heroísmo supremo y el crimen atroz. Por eso el conquistador estuvo presto por
igual al sacrificio y a la felonía, a la generosidad y a la codicia, a la lealtad y a la
revuelta a veces contra la propia autoridad real. Raro es el hecho de la época que
no esté signado por tales contradicciones, empezando por el propio Colón, que
tuvo que pagar con cadenas la envidia de sus subalternos, y con pena el recelo
del monarca Fernando. Así, cada uno de los descubridores y conquistadores
construyó su gloria con la desgracia de su jefe o compañero.

A Alonso de Ojeda cupo el mérito de haber pisado tierra colombiana en el Cabo de la


Vela en 1500 y, junto con Diego de Nicuesa, haber logrado de la Corona el
establecimiento de la primera autoridad española en nuestro suelo en 1509, lo
mismo que la primera fundación, San Sebastián de Urabá, que fue abandonada y
reemplazada por Santa María de Antigua del Darién, también de efímera
existencia, pero que sirvió de base para la expedición de Vasco Núñez de Balboa
hacia el descubrimiento del océano Pacífico en 1513 y a Pedrarias Dávila para
fundar a Panamá en 1519.

El cimentador del descubrimiento de nuestra costa norte fue Rodrigo de Bastidas


quien, después de haberla explorado, fundó a Santa Marta, en 1525, desde la cual
Pedro de Heredia partió a fundar a Cartagena ocho años más tarde; poblaciones
imprescindibles para explorar el actual territorio patrio. Dentro de un somero
análisis militar de la conquista, a veces resulta difícil comprender cómo un
pequeño grupo expedicionario pudo someter vastas y pobladas regiones
aborígenes. Una de las respuestas está en los alcances de la civilización
renacentista y en las luchas tribales que fueron hábilmente explotadas por los
españoles. Dentro de las primeras, la pólvora fue el elemento que sorprendió y
sobrecogió inicialmente de tal forma al indígena, que creyó enfrentarse a seres
sobrenaturales ante los cuales resultaba estéril toda resistencia. El caballo tuvo

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similar interpretación, al ser considerado uno solo con su jinete; una bestia feroz
que alcanzaba a cualquiera y acometía sin piedad. El perro complementó el
espanto y temor del aborigen, mientras la espada de acero y la lanza superaban
ampliamente el poder destructor de los dardos y flechas precolombinas. Las
armaduras y cotas de malla importadas por los hispanos hacían inútiles las flechas
al tiempo que reforzaban la impresión de los indígenas acerca de sus poderes
sobrenaturales.

Cuando los aborígenes salieron de la sorpresa, fue tarde para pretender una
defensa colectiva; con escasa conciencia política y carentes de espíritu de unidad,
sus guerras y disputas tribales, a veces enconadas, sirvieron a los conquistadores
para establecer alianzas a su conveniencia.

El primer contacto de la España renacentista con la América aborigen se realizó


en las Antillas pobladas por los caribes, grandes guerreros, excelentes
navegantes, y según se ha dicho, salvajes y antropófagos. Por tanto, las batallas o
„guazábaras‟ no se hicieron esperar. Los indígenas procuraron su defensa con el
ingenio de la emboscada, su gran conocimiento del terreno y la trampa.

Los indios por regla general atacaban a la distancia, en montonera y con armas
arrojadizas que poco efecto tenía en los españoles. Los caribes consideraban
una victoria cuando llegaban a matar a un español, a un caballo o a un perro. Los
conquistadores, por el contrario, protegidos eficazmente con escudos, rodelas y
gruesos sayos de algodón o cotas de malla (técnica que aprendieron de los
indios), y en algunos casos con yelmos y armaduras, buscaban el contacto
personal con los grupos beligerantes indígenas, diezmándolos previamente con
los fuegos de los arcabuces y con las lanzas, para luego introducirse en sus filas y
causarles horribles matanzas. A pesar de todo, las flechas envenenadas con
curare derrotaron algunas veces a los españoles; tal como ocurrió a Alonso de

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Ojeda y a Juan de la Cosa cuando, después de un éxito inicial, intentaron penetrar en
territorio de los turbacos y éstos, emboscados en los montes, los sorprendieron y
destrozaron completamente, contándose entre las víctimas al diestro y osado
marino. Ojeda se salvó milagrosamente huyendo por la selva al mar.

En síntesis, el aspecto determinante de la derrota indígena se dio por su


estructura social diversa. Algunos estaban tan atrasados que, prácticamente,
constituían grupos de familias apenas cohesionados por el instituto tribal de
protección frente al ambiente hostil que les rodeaba, varios de ellos aislados entre
sí o con el débil intercambio que les demandaba su supervivencia. Sólo los
chibchas tuvieron una organización social superior, pero a su vez esto facilitó su
receptividad hacia los invasores. La relación jerárquica, tanto de orden espiritual
como político, que ejercían los caciques sobre sus pueblos, sirvió a los españoles.
Les bastaba capturar al jefe para aquietar a toda la tribu y obtener su sumisión.

Las anteriores condiciones hicieron que el proceso conquistador, militarmente


hablando, se convirtiera en una guerra de exterminio, o cuando menos de
extracción y esclavitud para los indígenas, explicable además porque la distancia
cultural entre españoles y caribes fue tal, que no sólo contribuyó a imposibilitar el
entendimiento y la paz, sino a hacer la contienda más cruel, por la avaricia y
fanatismo de los conquistadores y la antropofagia y otras costumbres feroces de
las tribus caribes, dentro de la más absoluta incomprensión entre unos y otros.

Tal distancia de milenios de cultura se expresa en el manifiesto real que


conminaba a los indígenas a la fe cristiana, a la obediencia al Papa y a la sumisión
al rey; ellos respondieron: «Que eso de que había un solo Dios, así debía ser,
pero que el rey debía ser algún loco, pues andaba repartiendo lo que era de
otros.»

4.1. Rutas y conquistas del interior del reino.

Explotada la costa atlántica y descubierto y conquistado el Perú por Pizarro, la


avalancha conquistadora prosiguió al interior de la actual Colombia. Sus ejes de

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penetración fueron impuestos por la geografía a través de líneas naturales, y por
eso hasta hoy han sido las rutas de acceso humano y comercial al corazón del
país. Desde Santa Marta, por el río y valle del Magdalena, ascendió al centro del
gran pueblo muisca el licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada, trayendo el
acervo espiritual y la fuerza social que habría de personificar con mayor claridad a
la nación. Desde el Perú, y a través de los valles interandinos, penetró Sebastián
de Belalcázar, y desde Venezuela, por los llanos orientales, arribó Nicolás de
Federman.

La expedición de Quesada es la más importante en el proceso histórico de la


conquista. Se organizó en Santa Marta con más de 800 hombres y se realizó
inicialmente por vía fluvial y terrestre a través de una región selvática y malsana,
donde las fieras, las serpientes y toda suerte de plagas fueron los enemigos que
diezmaran considerablemente a los españoles. A las tierras muiscas apenas
llegaron 166 hombres, la quinta parte de los que habían partido, los cuales fueron
suficientes para conquistar y someter los vastos y poblados dominios del zipa y del
zaque.

La ruta de Belalcázar está signada por la fundación de Popayán, Cali y Pasto, y la


de Federmann por la travesía de los Llanos orientales, para llegar a la Sabana de
Bogotá, poco tiempo después de Quesada, con quien concertaron pacíficamente,
y todos a una se dieron a buscar El Dorado y a descubrir tierras, después de
fundada por don Gonzalo la ciudad de Santafé el 6 de agosto de 1538, la cual
pronto se convirtió en epicentro cultural, social y político del llamado Nuevo Reino
de Granada.

Fueron los muiscas, como ya se advirtió, los más receptivos a los conquistadores,
que inicialmente procuraron corresponderles con buen trato, más por temor al
número que por convicción civilizadora. Desafortunadamente, la codicia
incontrolable terminó sobreponiéndose en el espíritu español y los indígenas
tuvieron que pagar cara su hospitalidad. Don Gonzalo Jiménez de Quesada,
después de entablar la paz con el Zipa Tisquesusa, fue a explorar las minas de
esmeraldas en Somondoco y los Llanos de San Martín, donde salió mal librado. A
su regreso tuvo noticias de los tesoros del zaque Quemuenchatocha en Hunza y
allí se dirigió para arrebatárselos, consiguiéndolo sin mucho esfuerzo. Pero no
satisfecho, lo puso preso y una fracción de su tropa siguió al templo sagrado de
Sugamuxi, donde el fuego descuidado de la avaricia lo redujo a cenizas.

Las exacciones y abusos comenzaron a exasperar a los indígenas, y la reacción


española no se hizo esperar. Tisquesusa fue atravesado por una flecha del
caporal de ballesteros Alonso Domínguez. Le sucedió el Saquesazipa, que se
arregló inicialmente con los españoles y en su compañía combatió y derrotó a los
temibles Panches. Pero, acusado de ocultar los tesoros de su predecesor, murió
atormentado por orden del propio general conquistador. Igual suerte cupo luego a
Quemuenchatocha por disposición del hermano del adelantado.

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Tantas inquietudes generaron varias rebeliones como la de Tisquezoque quien,
cansado con la tiranía del conquistador Juan Gascón y en alianza con el cacique
de Saboyá, le dio muerte. O la del cacique Tundama, que ofreció en el pantano de
la Guerra (hoy de Vargas) batalla campal a sus enemigos y, después de haberlos
rechazado varias veces, se retiró ordenadamente a proseguir la resistencia; más
tarde, halagado por los conquistadores, acudió a su campamento para sufrir
traicioneramente la muerte a manos del capitán Baltasar Maldonado. También
cabe mencionar la fiera resistencia de los Sutas y Simijacas contra el capitán Juan
de Céspedes, que alentó la esperanza de una rebelión general, sangrienta y
cruelmente prevenida por Hernán Pérez de Quesada en la persona del sucesor de
Quemuenchatocha, el joven Aquiminzaque y de otros caciques importantes que
fueron cruelmente ejecutados.

A la fundación de Santafé siguieron la de Tunja, un año después, en tierras del


Zaque, por el capitán Gonzalo Suárez Rendón y la de Vélez por el capitán Martín
Galeano, ambos veteranos de jornadas bélicas en Europa, el primero en la
campaña de Italia a órdenes del Gran Capitán y el segundo en la famosa batalla
de Pavía. Consolidado el dominio sobre los chibchas y constituidas éstas y las
demás fundaciones como bases de operaciones en el interior, la conquista
prosiguió teniendo como objetivo militar el Dorado que, como nunca satisfizo
completamente, poco a poco empezó a esfumarse en los horizontes de la
leyenda.

Después de haber culminado la rápida conquista del altiplano, Gonzalo Jiménez de


Quesada realizó otras expediciones en busca de oro, que lo llevaron al Valle de Iraca
(Duitama) y al Valle de las Tristezas (Neiva).

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La expedición de Jerónimo de Lebrón en 1540, que trajo consigo las primeras
mujeres españolas, animales y semillas, fue definitiva para el crecimiento de la
población de Santafé y Tunja y para la prosperidad agropecuaria del interior del
reino en aras de la gestación de la más densa y trascendental ecúmene del país.

4.2. Resistencia de paeces y yalcones

A finales de 1538, desde Popayán, los capitanes Pedro de Añasco y Juan de


Ampudia remontaron la cordillera oriental y fundaron a Timaná en tierra de los
yalcones y paeces, donde los indios los recibieron en paz; pero, cuando vieron
que los invasores se apoderaban de sus tierras y los sometían a la esclavitud, se
coligaron bajo el mando del cacique Pigoanza. Añasco fue el primero en caer en
una emboscada en la que se defendió valerosamente y mató a muchos indios,
pero, agobiado por el número, fue tomado prisionero y entregado a la vengadora
cacica Gaitana, que había perdido un hijo a manos del español. Exhibido de
pueblo en pueblo, Añasco encontró una muerte cruel. Similar destino tuvo el
capitán Osorio en otra emboscada.

Avisado del desastre español en Timaná, el capitán Juan de Ampudia salió de


Popayán a castigar a los rebeldes. Pero Pigoanza, vigilando cada uno de los
pasos obligados del camino, mediante acciones dilatorias le hizo una guerra de
desgaste y lo condujo al combate en condiciones desventajosas de número y
terreno. Allí, empleando el cacique un sistema de relevos, semejante a las líneas
manipulares de la legión romana, derrotó y dio muerte a Ampudia, obligando a los
que salieron ilesos a huir apresuradamente a Popayán.

Los paeces por varios años continuaron desafiantes y victoriosos en sus tierras,
sobre la cordillera oriental, amenazando a Popayán. Ni siquiera Belalcázar en
persona pudo dominarlos, cuando en 1541 organizó una expedición con la cual
incursionó por Pitayó a sus dominios en la cuenca del río Páez. Allí la lucha fue
intensa y sangrienta, porque los indómitos indígenas, a pesar de las bajas que les
hacían los invasores, se defendieron paso por paso hasta derrotar al notable
conquistador en el peñol de Tálaga, elevado risco donde murió el capitán García
de Tovar. Los españoles se vieron forzados a retirarse a Cali, diezmados y
maltrechos.

Estas tribus tuvieron que ser rodeadas para lograr su sometimiento, que empezó
cuando los conquistadores los invadieron por el norte y el capitán Sebastián
Quintero fundó en el valle de Cambis la población de San Bartolomé, que luego
tomó el nombre de San Sebastián de La Plata, ciudad ésta que en 1553 sirvió de
base al alzamiento de Álvaro de Hoyón, español que, traicionando a su patria,
después de tiranizar a La Plata y asolar a Timaná, con cien hombres de la peor
ralea intentó atacar a Popayán, pereciendo en su intento a manos del gobernador,
capitán Diego Delgado.

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4.3. La conquista del noroeste

Empezó en 1538 cuando el licenciado Juan Badillo organizó en Cartagena una


expedición conformada por más de 500 jinetes y 350 infantes, bien dotados y
provistos, para buscar hacia el sur la ruta con el Perú. Se internó por Urabá a la
serranía del Darién y el Chocó hasta alcanzar la serranía de Abibe, perdiendo en el
camino cerca de un centenar de hombres y ciento diecinueve caballos, la
mayoría devorados por la selva o despeñados en los riscos. Al llegar al valle de
Barítica, no pudo establecer en él fundación alguna por la resistencia del cacique
Nutibara, viéndose obligado a seguir a Cali.

El fracaso de Badillo llevó al capitán Jorge Robledo, el año siguiente, a marchar en


sentido contrario, fundar a Anserma y luego a Cartago, no sin antes haber
librado combate en las riberas del río Cauca contra los indios pozos, donde resultó
herido. Llegó así a los dominios quimbayas, orfebres relucientes de la América
precolombina, y luego se internó hacia el norte hasta llegar al valle de Aburrá,
donde muchos indígenas prefirieron ahorcarse con sus mantas antes de
someterse a los invasores. A orillas del río Cauca en 1541, el futuro mariscal fundó la
villa de Santafé de Antioquia.

La costa pacífica fue explorada por el adelantado Pascual de Andagoya, quien no


logró establecer fundación duradera, a causa del medio geográfico inhóspito y de la
hostilidad de los indígenas.

4.4. Sometimiento del nordeste

Poblado por guanes y laches de la gran familia chibcha, este territorio fue
explorado por el capitán Martín Galeano, a quien el cacique Mataregua le ofreció
batalla. Venciéndolo, consiguió dominar la región, sin más contratiempos militares
que algunas escaramuzas aborígenes que terminaban en desbandada cuando los
jinetes y los perros acometían sin piedad. Poco tiempo después los guanes se
rebelaron, pero fueron rápidamente sometidos por el capitán Pedro de Ursúa. Un
año más tarde, Hernán Pérez de Quesada salió de Santafé en busca de El
Dorado, a través del camino del sol, por tierras de los laches, pero al no
encontrarlo en esa dirección, regresó para internarse por los llanos orientales a las
selvas del Caquetá, desde donde remontó la cordillera para salir por Pasto a
Santafé, sólo con una tercera parte de la expedición.

Ocho años después, Ortún Velasco y Pedro de Ursúa, por mandato del
gobernador Miguel Díez de Armendáriz, consolidaron tales expediciones con la
fundación de Pamplona en 1549, en la comarca de los indios chitareros.

4.5. La guerra de exterminio contra los indómitos Muzos

Otra de las tribus que presentó oposición enconada y tenaz al invasor fue la de los
temibles muzos, que resistieron varios años la oleada conquistadora, con inusitado
valor, tenacidad y algunas dotes militares. Los muzos dominaban la abrupta

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comarca de las esmeraldas, de difícil acceso e inhóspito clima, ubicada al norte
del territorio de los muiscas, a los cuales mantenían en permanente estado de
zozobra, con incursiones destinadas a satisfacer su antropofagia. A someterlos
marchó a finales de 1539 el capitán Luis Lancheros con escasos cuarenta
hombres, que él consideró suficientes para su propósito. Pero cuán lejos estaba
de la realidad: los muzos, avisados previamente, se aprestaron a la defensa de su
territorio. Situaron un fuerte destacamento en el paso obligado que protegía la
entrada y el resto se escondió con sus familias en la selva, recogiendo
previamente todo fruto o vitualla que pudiera servir al invasor. A duras penas logró
Lancheros franquear la entrada con pérdida de algunos de sus hombres pero, una
vez internado en la región de mortífero clima y escabroso terreno, sin poder
emplear caballos ni perros y permanentemente hostilizado por los indios, se vio
obligado a sacrificar sus monturas y el cuero de sus aparejos para satisfacer el
hambre y enseguida a abandonar la zona, diezmado y con grandes riesgos,
atravesando dominios panches, para llegar a Santafé.

Este primer éxito envalentonó de tal forma a los muzos, que con la ayuda del
cacique de Saboyá se dieron a nuevas incursiones contra los muiscas,
causándoles gran alarma. El gobernador de Santafé se vio obligado a enviar al
capitán Melchor de Valdés con cien españoles y varios centenares de indígenas a
someterlos. Tal como a Lancheros, le presentaron a la entrada fiero combate.
Después procuraron mediante hostigamiento diario y empleo de trampas durante la
marcha, que consistían en hoyos con estacas con puntas envenenadas
clavadas en el fondo, diezmarlos y desmoralizarlos por el hambre y la fatiga, hasta
llevarlos al río Zarbe (Minero) donde los caballos eran más estorbo que arma de
guerra. Allí, aprovechando el momento en que los españoles estaban fraccionados en
las dos orillas, les cayeron con todo el peso numérico y, aun cuando más de 500
muzos resultaron muertos, se consiguió la derrota de los españoles. Valdés perdió
la mitad de sus efectivos, pero logró escapar con los sobrevivientes huyendo
por los montes hasta llegar a Simijaca.

La tercera incursión española, mejor equipada y más numerosa, se organizó a


órdenes del capitán Diego Martínez con 160 españoles. Creyendo sorprender a
los muzos, penetró por el norte, donde emergen como torres los cerros del Fura
Tena, divididos por el río Zarbe, pero los indígenas, ahora acaudillados por el
altivo cacique Itoco, habían perdido el temor y respeto a los españoles. Otra vez
hicieron una campaña de desgaste y acoso permanente, obligándoles a salir de su
territorio, sin otra ventaja que la de haber descubierto las minas de esmeraldas y
con la mala fortuna de haber perdido al valeroso capitán Martín Oñate.

Por fin el bravo capitán Pedro de Ursúa en 1551, con ciento cuarenta infantes y
veinte jinetes, pudo sorprender, penetrar y pasearse victorioso por tierras de los
muzos, sin que éstos pudieran expulsarlo. Convencido de que su expedición era
definitiva, fundó la villa de Tuteda, que apenas supervivió cuarenta días a la salida
del conquistador, pues coaligados los muzos con los nauras, la atacaron y
obligaron a sus moradores a penosa y sangrienta retirada.

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El sometimiento definitivo de los muzos sólo se realizó en 1559, cuando
exasperados los muiscas y conquistadores por sus sangrientas incursiones que
llegaban hasta Ubaté, el capitán Luis Lancheros organizó dos columnas de
españoles e indígenas y, aprovechando su experiencia de veinte años atrás, en el
primer combate logró derrotarlos decisivamente y escarmentarlos en la
persecución con sinnúmero de perros que había preparado para tal propósito.
Así, la población aborigen fue diezmada y muchos indios huyeron al Carare,
donde se organizaron en cuadrillas de salteadores de caminos. Para afirmar la
conquista, Lancheros fundó la villa de Santa Trinidad de los Muzos que, gracias a
sus famosas esmeraldas, pronto cobró importancia, siempre en medio de la
violencia por la explotación de las gemas y el espíritu pendenciero de sus
habitantes.

4.6. La cruenta y prolongada guerra contra los pijaos

Los pijaos (del Tolima) fueron los más tenaces y fieros defensores de su territorio.
Como auténticos guerreros, preparados desde la infancia a través del sufrimiento, la
agilidad y el valor, eran temidos por las otras tribus y por las fundaciones
establecidas en su territorio, a las cuales asaltaban y asolaban cada vez con
mayor osadía. Sus armas consistían en dardos, flechas, macanas, hondas y
piedras, que luego completaron con cuchillos y picas cuando tuvieron acceso al
hierro conquistador. Las galgas o piedras que utilizaron con máxima eficacia para
emboscar al enemigo causaron estragos en las numerosas expediciones
españolas que se organizaron para someterlos.

El primer conquistador que pisó su suelo fue Sebastián de Belalcázar que, como
pasó sin detenerse, no tuvo mayores dificultades. Baltasar Maldonado penetró en
1540 en la comarca de los pantágoras, vecinos de los pijaos por el norte e
igualmente belicosos, siendo su sorpresa mayúscula al encontrar cada pueblo
fortificado con elevados palenques de madera, que demandaban cada uno el
correspondiente asedio y asalto. El bravo conquistador se dio a la empresa, pero
en uno solo de estos ataques perdió veinte hombres y tuvo que contramarchar a
Santafé.

La siguiente expedición la acometieron los capitanes Juan Alonso y Andrés López


de Galarza en 1550, para establecer dos fundaciones en el valle de las Lanzas,
así denominado por Belalcázar en razón del número de guerreros. A su defensa
acudió el cacique Titamo con las tribus coyaimas y natagaimas, logrando obligar a
los españoles en batalla campal, a encerrarse en empalizadas y fortificaciones,
mientras se curaban las heridas (pues no había uno solo ileso) y recibían
refuerzos de Santafé. Una vez repuestos y reforzados, lograron derrotar
parcialmente a Titamo y tuvieron tiempo de fundar a Ibagué, pero el valeroso
cacique volvió al combate, aliado con otras tribus, obligando a los invasores a
trasladar la población a un lugar más seguro al pie de la cordillera.

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Luego los capitanes Juan Alonso y Francisco Núñez Pedroso fundaron a Neiva y
Mariquita, respectivamente, las cuales se convirtieron junto con Ibagué en plazas
militares para sostener una guerra que duró cerca de un siglo.

En 1552, se alzaron los Pijaos acaudillados por Titamo y sitiaron a Ibagué. Sin
embargo, prevenidos los españoles, pudieron resistir hasta la llegada de 200
hombres de Santafé al mando del sargento mayor Hernando Salinas, quien desde la
población se lanzó en busca de sus osados enemigos, los cuales en número de 2000
lo esperaron en una colina. En vano trataron los españoles de coronarla para
expulsar a los indios a campo llano y someterlos a las cargas de los jinetes y
dentelladas de los perros; cada vez que lo intentaron fueron emboscados por
nubes de flechas y piedras, quedando el combate indeciso. No corrió igual suerte
Neiva, en 1569, cuando fue asaltada y destruida por los indomables Pijaos,
obligando a su asentamiento más al sur.

Estas tribus antes de entrar al combate se embriagaban y consultaban a sus


mohanes, desistiendo de la guerra si los albures les eran desfavorables; eran
feroces con sus víctimas, las mujeres y niños seguían a los guerreros, cargados
de bejucos para amarrar a los prisioneros y de canastos para llevarlos
descuartizados y comerlos. Se lanzaban a la batalla en medio de tremendo
algarabía, profiriendo insultos y amenazas contra sus enemigos. Desbaratados en
el combate inicial, regresaban al poco tiempo e insistían una y otra vez hasta
quedar totalmente extenuados. Cuando eran vencidos, velozmente huían a las
montañas sin que los españoles pudieran encontrarlos en sus refugios.

Hasta los primeros años de la Colonia ha de prolongarse ese enfrentamiento.

________________________________________________________________

- Lemaitre, Eduardo. Breve historia de Cartagena.

- Argos. Cursillo de historia de Colombia. Editorial Colina. Bogotá. 1995.

- Arteaga, Manuel/ Arteaga, Jaime. Historia política de Colombia. Ed. Planeta.


Bogotá. 1999.

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5. LA COLONIA (1550-1810)

Síntesis del texto sobre la Colonia escrito por el General Alvaro Valencia Tovar y el
Doctor Fernando Mayorga García para el libro „Historia de las Fuerzas Militares de
Colombia‟. (Planeta. Bogotá. 1993).

5.1. El Ejército en la Colonia

La ocupación de tierras en la empresa americana quedó desde sus inicios


sometida a la dirección del Estado, pero la realización que por lo general implicaba
el empleo de la fuerza armada, se confiaba a particulares que actuaban a nombre
de los reyes y, más tarde, bajo su dirección. Sobre estas bases se organizó
durante el siglo XVI el acto gigantesco de la conquista de las Indias. Felipe II
regularizaría el sistema por medio de sus „Ordenanzas reales para nuevos
descubrimientos, poblaciones y pacificaciones‟, de 1573.

Durante todo el siglo XVI se llevaron a cabo numerosas capitulaciones entre la


Corona y particulares, en las que se concedían a éstos determinados poderes,
variables para cada caso, convirtiéndose el capitulante en funcionario, por lo
general con carácter civil y militar: gobernador, adelantado y capitán general. Esta
investidura quedaba condicionada, sin embargo, a la realización de la empresa o,
cuando menos, a su iniciación en el Nuevo Mundo. Dentro de ese perfil militar la
capitulación presentaba rasgos civiles y administrativos: a la vez se insistía en que
el descubrimiento o la población de una comarca había de procurarse por medios
pacíficos, permitiendo que se acudiera a las armas tan solo cuando ellos
fracasaran, con lo cual la penetración pacífica podría transformarse en empresa
guerrera.

5.2. Contexto militar de la capitulación

En el aspecto militar la capitulación determinaba expresamente la región donde


había de actuarse, muchas veces con la imprecisión propia del desconocimiento
geográfico del lugar de referencia, las facultades que se concedían al caudillo y el
número de personas que había de llevar consigo y que él se comprometía a
reunir. En las expediciones de conquista los participantes lo hacían siempre en
forma contractual. En los primeros tiempos la fama de las fabulosas riquezas de
las Indias atrajo gentes con espíritu de aventura, dispuestas a alistarse con el afán de
lucro como móvil primario. Más tarde, sin embargo, el desengaño comenzó a
extenderse y a disminuir el entusiasmo inicial, con lo que la colonización fue
sustituyendo el simple aliento aventurero. En todo caso, el capitán que acaudillaba la
empresa reclutaba sus soldados, bien por sí mismo, bien por sus tenientes, en
España o en las mismas Indias.

Del asiento entre capitán y soldado nacía una relación no exclusivamente militar,
como tampoco lo era la hueste que se organizaba, pero sí con tal acento
preponderante. Tenía carácter aleatorio: el soldado se comprometía a contribuir
con su vida y su servicio militar al logro de la empresa incierta. Si esta fracasaba,

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no obtenía beneficio alguno. Si triunfaba en cambio, era factible alcanzar gloria,
riqueza, prestancia, representadas en oficios, encomiendas, tierras o participación en
el botín.

Las condiciones en que estos soldados prestaban su servicio militar variaban


según las circunstancias. Por lo general, se costeaban sus armas y manutención, si
bien el capitán las suministraba a condición de que las pagaran más tarde. La
retribución en caso de éxito consistía, como ya se dijo, en tierras de cultivo y
repartimientos de indios.

5.3. La encomienda y su perfil castrense

Resulta visible que los ejércitos surgidos de las capitulaciones produjeron el


dominio de las Indias. No obstante, terminada en cada caso la empresa, los
improvisados guerreros se transformaban en propietarios, agricultores o
encomenderos, para gozar del fruto de sus esfuerzos y asentarse en las
fundaciones de villas y ciudades que iban apareciendo en toda América. Esta
metamorfosis se logró merced a una nueva institución: la „encomienda‟.

En la fase continental de la encomienda deben distinguirse varios aspectos: en


primer lugar, las relaciones entre el encomendero y el indio, que en el aspecto
militar implicaban una obligación definida para aquél.

La obligación militar del encomendero guardaba proporción con la importancia de su


repartimiento. El que tuviese menos de 500 indios, debería poseer en buen
estado lanza, espada, puñal, dos picas, celada, bambote, armas defensivas de las
de España, ballesta o escopeta, con sus respectivos accesorios minuciosamente
especificados en las ordenanzas. El que careciese de lo estipulado sería
sancionado con multa o perdería los indios.

Entre 500 y 1000 indios de posesión se imponía, además de lo anterior, la


obligación de disponer de un caballar con todos los aperos de rigor, para lo cual se
le otorgaba plazo de un año. Las multas, análogas a las ya señaladas, se
elevaban a 50 pesos la primera vez que se concurriese a los alardes sin armas o
cabalgadura, 100 la segunda y a la tercera perdería los indios. Siguiendo la escala
ascendente de responsabilidades y sanciones, tener más de 2000 indios implicaba
la obligación de aportar 3 lanzas, 6 picas, 4 ballestas o escopetas con sus
accesorios en el plazo de un año, con multas elevadas al doble con respecto al
nivel anterior.

No se especificaba en las ordenanzas los casos en que los encomenderos debían


tomar las armas. Pero si se tiene en cuenta que las entradas y expediciones de
conquista se efectuaron durante todo el siglo XVI, se comprende que la obligación
básica se ligaba con la defensa contra ataques externos y levantamientos de los
indios.

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Si bien el servicio militar estaba a cargo de los encomenderos, la dirección de los
asuntos concernientes a la milicia era responsabilidad de los virreyes, donde los
hubiere, de las audiencias y de los gobernadores.

5.4. El régimen militar y la Real Audiencia

Al establecer la Real Audiencia en el Nuevo Reino de Granada subsistió el


sistema militar basado en las responsabilidades castrenses de los encomenderos.

Esta conjunción de funciones a cargo de la Real Audiencia produjo numerosos


conflictos y discordias. Para superarlos se concedió en 1562 al primer presidente
efectivo, don Andrés Díaz Venero de Leiva, la facultad de gobernar el Nuevo
Reino de Granada sin intervención de los oidores, lo que constituía una real
separación de funciones ejecutivas y de justicia, incluyendo la responsabilidad
militar, que taxativamente se asignó al presidente.

El procedimiento subsistió durante todo el período de los presidentes de la Real


Audiencia de Santafé. Además del título de gobernador y capitán general del
Nuevo Reino de Granada, se ordenaba en los correspondientes títulos a todas las
autoridades y habitantes que obedeciesen sus mandatos y colaborasen con ellos en
todo lo necesario para los intereses reales, el engrandecimiento del territorio y el
beneficio material y espiritual de los indígenas.

5.5. Las letras y la espada

El alarmante incremento de ataques y depredaciones de corsarios y filibusteros en el


Caribe indujo a Felipe II a pedir se le nominaran letrados y caballeros “de capa y
espada”, para dirigir las operaciones de defensa.

A la dimensión de la amenaza planteada por la presencia de corsarios y piratas en el


mar, se sumaba al hecho de que los aborígenes caribes libraban una guerra sin
cuartel, que había prácticamente desarticulado el territorio neogranadino. Sobre el río
Magdalena, carares y yariguíes obstaculizaban la navegación. En
Cundinamarca, los feroces panches proseguían su lucha indomeñable. En el
Tolima los pijaos y en el Cauca los paeces interferían las comunicaciones con la
Audiencia de Quito.

En 1604, Felipe III decidió adjudicar los títulos de presidente, gobernador y capitán
general a don Juan de Borja, señalando en el primero de ellos que, hasta nueva
orden, se concederían esos oficios a caballeros “de capa y espada” que reunieran las
condiciones requeridas.

Durante el siglo XVI cerca de 50 incursiones españoles bien mandadas y armadas


intentaron sin resultado someter a los pijaos y establecer otras fundaciones. Los
indígenas las incendiaban y saqueaban de manera impune; apenas sobrevivieron
Chaparral y Maito. De esta manera, dominando la cordillera oriental, lograron
establecer una guerra de guerrillas mediante incursiones y ataques veloces, sin

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presentar batalla en campo abierto y montando emboscadas en los pantanos y
pasos obligados de la montaña, aislando prácticamente el interior del occidente
del reino, especialmente la provincia de Popayán de la de Santafé, Ibagué,
Timaná, Neiva, La Plata, Cartago y Buga se vieron en peligro de ser destruidas.

5.6. Don Juan de Borja

A tal punto llegó la amenaza, que la propia Corona tuvo que intervenir, designando
a un presidente de capa y espada, con vasta experiencia militar, para someter a
tan valerosa tribu: don Juan de Borja, que llegó a Santafé en 1605. Posesionado
de su cargo, el nuevo presidente se dio a la tarea de preparar en forma la guerra
contra los pijaos. En primer lugar reunió a los más expertos capitanes, los cuales
determinaron tres factores esenciales: hacer un reconocimiento para saber
cuántos eran, para cuyo efecto nombraron al gobernador Domingo Erazo. En
segundo lugar, hacer la guerra simultáneamente desde Popayán y Santafé. Y en
tercer lugar, financiar la empresa con el concurso de los encomenderos.

Erazo salió con 260 hombres bien equipados a cumplir su misión, pero cuando la
iniciaba, los indígenas, al mando del cacique Calarcá, atacaron a Ibagué con
astucia militar sorprendente, obligando al español a acudir en su auxilio y luego a
perseguirlos. Terminada tal operación, hizo alianza con los coyaimas y para
probarla envió una expedición mixta a Amoyá y Maito, principal bastión de los
pijaos, pero estos huyeron hábilmente el combate, dedicándose los españoles a
incendiar y asolar los rancheríos indígenas. Luego Erazo construyó el fuerte de
San Lorenzo en Chaparral como base importante de operaciones, mientras en
Popayán se daba comienzo a la guerra por el occidente con la creación de otra
plaza militar en Bulira.

Con tales operaciones preliminares, el 27 de enero de 1607 salió don Juan de


Borja de Santafé, con un ejército de más de 450 soldados y cientos de indios
cargueros, con destino al fuerte de San Lorenzo de Chaparral, a donde llegaron un
mes más tarde. Allí se determinó un plan de operaciones que estableció enviar
tres columnas, así: dos compañías a la provincia de Amoyá, la más poblada y
rebelde; una compañía de mercenarios contra Maito, Otaima, Cacataima, Beuní y
Molú; y dos compañías a la provincia de Ambeima; todas con la misión de buscar
y combatir a los pijaos y asolar sus poblados y sementeras para someterlos por
hambre.

La primera expedición no cumplió su cometido, pues fue severamente castigada


por las emboscadas indígenas, obligándola a regresar a Chaparral. La de
Ambeima cumplió su propósito excediéndose en la destrucción. La columna
dirigida contra Maito, Otaima, Cataima, Beuní y Molú encontró sinnúmero de
emboscadas y dificultades, superadas por el valor y astucia del capitán Diego
Ospina y de su guía y aliado el cacique don Baltasar, quienes lograron llegar al
fuerte de Maito, para recuperar a sus hombres y el propio capitán restablecerse
del paludismo. En esta disposición, el fuerte de Maito fue asaltado por el famoso
cacique Calarcá coaligado con Coyara y Cocurga, quienes a través de espías

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lograron sorprender a los españoles y al propio capitán Ospina, a quien
encontraron convaleciente en su lecho. Calarcá descargó contra él su lanza, pero el
bizarro español le dio muerte con su pistola y tuvo alientos para capturar a
Cocurga, mientras don Baltasar y demás soldados se batían admirablemente y
rechazaban el asalto.

Entre tanto, nuevas expediciones punitivas españolas recorrían poblados, campos


y cementeras pijaos, asolándolo todo a su paso para rendirlos por el hambre y
obligarlos a la paz, que algunas tribus aceptaron mientras otras se retiraban
exhaustas a los montes. Se calculan en cerca de un millar, entre muertos y
heridos, las pérdidas de los pijaos en esta primera campaña del presidente Borja.

En 1608, volvió a preparar y a realizar una segunda expedición a territorio pijao,


logrando en ella hacer alianza con los natagaimas; y aun cuando sus tropas
sufrieron emboscadas, lograron arrasar poblados y sementeras, lo que
prácticamente agotó a los indígenas. Otras dos incursiones de Borja en 1610 y
1613 encontraron exigua resistencia; los pijaos que no habían sido exterminados
por los españoles habían sucumbido por el hambre y las enfermedades.

5.7. Choque de imperios

Entre tanto, España, dueña del mar Caribe, veía amenazado su dominio por
naciones que no estaban dispuestas a respetar su hegemonía en las Indias.

El oro de América, la bizarra tradición guerrera forjada en ocho siglos de lucha


contra los moros y perfeccionada por el Gran Capitán, la grandeza del imperio
donde en breve no se pondría el sol, daban a España el primer lugar entre las
potencias de su tiempo. Sin embargo, la extensión misma del imperio lo hacía en
extremo vulnerable, en especial cuando a su poder continental se enfrentó la
potencia naval de Inglaterra.

5.8. Confrontación de dos estrategias

España se vio forzada por las circunstancias a asumir una estrategia defensiva.
Era la poseedora del territorio y debía defenderlo contra la codicia de ingleses,
franceses y holandeses en el mar y de los portugueses en tierra firme. De esos
territorios extraía metales preciosos, pedrería, finas maderas, especias de alto
valor, que sus naves transportaban a la metrópoli, a trueque de mercaderías
sobre las cuales la Corona mantenía un monopolio. Los galeones que hacían el
viaje entre las posesiones de ultramar y la metrópoli eran objeto de ataques por
parte de piratas, corsarios y filibusteros que, no contentos con los tesoros
capturados en el mar, realizaban incursiones audaces y depredaciones sin cuento en
los puertos de islas y costa firme del Caribe español.

En aquel choque de imperios, Inglaterra fue adquiriendo el predominio naval. Lo


primero que le arrebató a España fueron las Antillas Menores, en particular las
islas de Barlovento. Más tarde caerían las Guayanas en manos de ingleses,

27
franceses y holandeses, reduciendo el espacio caribeño español. Para
contrarrestar esas amenazas, la Corona optó por un sistema de puertos
fortificados que mantuviesen un polígono protector y un conjunto de bases para
sus naves de guerra y de transporte.

Inglaterra asumió desde el comienzo una estrategia ofensiva, basada en la


dispersión y habilidad de sus marinos, en las características de sus naves de
guerra y en el hecho de no tener posesiones qué defender. Dentro del polígono del
poder español en el Caribe introdujo otro propio, que le permitía ofender por líneas
interiores, manteniendo una amenaza latente sobre las comunicaciones marítimas
y los puertos de su adversario. España respondió con la organización de convoyes
fuertemente escoltados que defendiesen los tesoros extraídos de las Indias contra la
rapacidad de sus múltiples enemigos. Tales convoyes cambiaban de ruta siguiendo
la cadena de bases fortificadas, pero sujetos en buena medida al mandato de los
vientos y con cierta subordinación a los tres canales que surcan el Caribe: los pasos
de la Mona, Yucatán y Barlovento.

Dentro de ese polígono, Cartagena de Indias vino a convertirse en el baluarte más


poderoso del sistema defensivo español. Contribuían a ello las características de
su bahía, clausurada en Bocagrande y custodiada por castillos fuertemente
artillados en Bocachica, aparte de una gruesa cadena de hierro con que se
cerraba la estrecha abertura de ingreso hacia el puerto amurallado, cuyo sistema
de bastiones y castillos, perfeccionado con los siglos, se tornaría prácticamente
invulnerable.

El encadenamiento de plazas fuertes proseguía de Cartagena a Portobelo, San


Agustín en La Florida, La Habana, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, para
descender luego a Cumaná y Barcelona en el oriente venezolano, Carúpano,
Puerto Cabello y Santa Marta. La cuña introducida por Inglaterra se anclaba en
Jamaica como base principal, las posesiones británicas en las islas de Barlovento,
en particular Granada, y Belice en la América Central, que no requería fortalezas
para su defensa, por cuanto una cadena de arrecifes solamente abría una entrada
tan estrecha, que cualquier flota se veía forzada a desfilar con un navío a la vez,
del cual daban buena cuenta los enjambres de embarcaciones sutiles que
arremetían contra él, como hubo de sufrirlo la escuadra española que intentó
recuperar el territorio que había formado parte de la capitanía general de
Guatemala.

5.9. De los corsarios a las armadas de guerra

El siglo XVIII señaló la llegada a la cúspide del poderío naval inglés. Corsarios y
piratas comenzaban a ser fenómenos del pasado, y en su reemplazo surgía la
armada británica para cimentar la grandeza de un imperio oceánico aún más
extenso que el español en sus mejores días. El Caribe sería, una vez más, el
escenario de la confrontación entre las dos potencias navales, con suerte alterna
que alcanzó su clímax con el asedio del almirante Vernon a Cartagena de Indias y

28
la valerosa defensa que de la plaza sitiada hicieran el virrey don Sebastián de
Eslava y el legendario don Blas de Lezo.

5.10. El mar, obsesión defensiva española

No es de extrañar que el acento de la lucha en el mar diera a España un sentido de


prioridad decisiva a la estructuración y defensa de sus plazas fuertes.
Exterminadas las últimas naciones caribes más de un siglo atrás, no confrontaba la
metrópoli enemigos en el interior de sus vastas posesiones americanas, lo que
explica su virtual abandono militar. Sus adversarios venían siendo depredadores del
mar, sin interés en la posesión de los territorios interiores, particularmente en la
franja malsana y ardiente de su zona tórrida.

Los metales preciosos del Perú alcanzaban el puerto fortificado de Panamá, de


donde eran trasladados a lomo de mula a Portobelo, con escala en el fuerte de
San Lorenzo sobre el río Chagres. De allí proseguía a Cartagena para integrar los
convoyes armados hacia España. Interesaba, pues, guarnecer las fortalezas
costaneras que permitían trazar el itinerario protectivo en dirección a la metrópoli.

29
En el interior, guarniciones escasas y figurativas en capitales como Santafé, o de
vigilancia y protección donde existían remanentes aborígenes como Popayán.

5.11. El siglo XVIII y la evolución militar hispánica

Dentro de esta preferencia por la defensa marítima, la importancia creciente de


Cartagena por las razones expuestas, recibió un espolazo de fuego con el ataque
de Desjeans, barón de Pointis, en 1697, contra la aún insuficientemente
defendida fortaleza, cuyo proceso defensivo data del siglo XVI. En efecto, para
reparar los daños de la expoliación del corsario Francisco Drake en 1568 y
construir una real plaza fuerte, se habían enviado desde España a los expertos
Juan Bautista Antonelli y Juan de Tejada, ingenieros militares.

5.12. Erección del virreinato de Santafé

En España los Borbones ascendieron al trono, lo cual benefició al Nuevo Reino de


Granada, que fue elevado a la jerarquía de virreinato. Lo que vino a cobrar forma el
27 de noviembre de 1718 con la posesión del primer virrey, teniente general don
Jorge de Villalonga, pero sus informes adversos movieron a la Corona a
clausurar el virreinato el 27 de mayo de 1724

5.13. Cartagena de Indias, baluarte militar

Con Felipe V, primer Borbón en acceder al trono español, se iniciaron trabajos de


gran alcance para reconstruir las fortalezas deterioradas por el tiempo o por los
asaltos enemigos y levantar otras nuevas que correspondiesen a la importancia
militar asignada por la estrategia militar hispana a Cartagena de Indias. Presidía
aún la Real Audiencia don Gil de Cabrera y Dávalos, y regía los destinos de
Cartagena el mariscal de campo don Juan Díaz y Pimienta, con el ingeniero militar
don Juan de Herrera y Sotomayor como experto en fortificación. En el curso de
los veinte años siguientes, el programa restaurador se realizó en todas sus partes, y
los 23 fuertes que componían el sistema defensivo del puerto lucían de nuevo su
proverbial grandeza, siguiendo la evidente pericia y el talento militar de don Juan de
Herrera. En este empeño ayudaron no poco las lecciones dejadas por el ataque de
Pointis en cuanto a vulnerabilidades defensivas.

A la parte técnica de las fortificaciones se sumó una reforma orgánica de gran


importancia: la creación de una Inspección Militar de la Plaza con su Estado
Mayor, verdadero comando castrense dentro del cual funcionaba el ingeniero
militar, medida que permitió unificar la dirección de los trabajos y la defensa misma
de la Plaza.

Para 1740, un año antes del ataque del almirante Vernon, todo aquel formidable
complejo defensivo constaba de:

Una fortaleza de primera clase con cuatro castillos: San Felipe de Barajas, Castillo
Grande o De la Cruz, San Luis de Bocachica y San José de Bocachica, con un

30
subtotal de 122 cañones. Dos fortalezas de tercera clase con la caleta de San
Sebastián de Pastelillo y Manzanillo, 28 cañones. Tres fortines: San Felipe de
Bocachica, Santiago de Bocachica y Remedia-pobres, 26 cañones. Dos baterías:
1 y 2 de Los Castilletes, 15 cañones. Dos reductos abaluartados: San Lorenzo y
Santo Domingo, 32 cañones. Cuatro semi-reductos abaluartados: La Media Luna,
San Lucas, Santa Catalina y San Ignacio, 50 cañones, dos hornabeques
abaluartados: La Cruz y Chambacú, con 11 cañones, dos hornabeques: El
Revellín y La Tenaza, 7 cañones. Doce baluarte: Santa Teresa, Santa Lucía, San
Pedro Mártir, San Andrés, San Pablo, San Pedro Apóstol, San Javier, Santa Clara, La
Merced, San José, Santa Isabel y San Juan Bautista, 131 cañones, para un gran
total de 425 bocas de fuego de diversos calibres, distribuidos en los 33 puntos
fortificados de la lista precedente1 .

Esquema operativo del teatro bélico de Bocachica a principios del siglo XVIII

5.14. Suspensión y restablecimiento del virreinato

En el período subsiguiente a la suspensión del virreinato en 1724 y antes de su


restablecimiento en 1739, sólo ocurrió un hecho de armas en Cartagena: el ataque
del pirata inglés J. Hossier en 1727, décimo sufrido por la ciudad a manos de
filibusteros. Con 9 buques armados y una tripulación estimada en 1.500 hombres,
el bucanero intentó forzar la entrada por Bocagrande, aún no acabada de bloquear
dentro del programa adelantado por el ingeniero y coronel don Juan de Herrera.
Fracasado su empeño, lo repitió por Bocachica, siendo sometido al fuego
devastador de los nuevos fortines que así probaron su eficacia, lo que determinó
el fin de este que sería el último empeño pirático contra la ciudad.

1 Dousdebés, Pedro Julio, General. Cartagena de Indias, Plaza Fuerte. Bogotá. Ministerio de
Guerra, 1958, pp. 140 a 142.

31
Cuatro presidentes se sucedieron en ese período de 15 años, al cabo de los
cuales y ante la inminencia de una nueva guerra con Inglaterra, Felipe V decidió
restablecer el virreinato para elevar su jerarquía y asegurar la unidad defensiva
del litoral Caribe. El 20 de septiembre de 1739, en efecto, la real cédula del
monarca designaba al teniente general de los reales ejércitos, don Sebastián de
Eslava, virrey y capitán general del Nuevo Reino de Granada, con la misión
específica de organizar fuerzas de mar y tierra para la defensa del territorio.

En abril del año siguiente llegaba al puerto el nuevo virrey, trayendo consigo parte
del regimiento de Victoria, algunos de cuyos componentes había desembarcado en
Maracaibo y Santa Marta con el fin de reforzar esas guarniciones. En
Cartagena se encontraba desde comienzos de 1739 el teniente general de la
armada don Blas de Lezo, nombrado comandante del apostadero y de las
fuerzas navales que en él hicieran escala. Ante las informaciones recibidas de
este brillante marino, el virrey decidió permanecer en Cartagena para hacer frente a
las contingencias que se avizoraban.

Un hecho singular, acaecido a comienzos del siglo, denotaba el aliento


expansionista del imperio británico en formación. A fines de 1699 una agrupación
de 400 escoceses se radicó en el Darién, en vecindades de lo que había sido
Santa María la Antigua, fundando la ciudad de Nueva Edimburgo. Correspondió a
Díaz y Pimienta enfrentar esta situación, para lo cual partió de Cartagena el 14 de
febrero de 1700, batiendo a los escoceses y recuperando la zona el 21 de abril del
mismo año.

5.15. La guerra de “la oreja de Jenkins”

La contienda entre las dos grandes potencias imperiales del siglo XVIII que se
venía gestando, estalló por fin a raíz de un incidente que podría considerarse
trivial - aunque horrendo- dentro del gran contexto de una confrontación armada: el
capitán español Juan de León Fandiño apresó con su nave guardacostas Isabel a un
buque contrabandista inglés comandado por el capitán Robert Jenkins, a quien
hizo cortar una oreja como castigo. El mutilado marino llegó hasta la Cámara
de los Comunes con su apéndice facial en un frasco de alcohol. La protesta
encendida del parlamento llegó hasta el trono de Jorge II y el 13 de junio de 1739
Inglaterra declaró la guerra a España.

5.16. Sitio de Cartagena por el almirante Vernon

La contienda entre los dos imperios tuvo el Caribe como uno de los principales
escenarios.

Jamaica fue el punto de concentración de una formidable escuadra inglesa,


destinada a tomar los puertos de La Guaira, Portobelo y Cartagena, a la vez que a
cortar las líneas de comunicaciones entre España y sus posesiones de ultramar.
Fracasado en su intento ante La Guaira, y antes de que tuviese lugar la
concentración naval en Jamaica, el almirante británico Edward Vernon tomó a

32
Portobelo «con solo seis navíos», según rezan las medallas que se acuñaron para
perpetuar este hecho de armas.

El 13 de marzo de 1741 se hicieron presentes ante Cartagena las avanzadas de la


escuadra inglesa y el día 15, a las 3 de la tarde, lo hizo el total de la fuerza
expedicionaria. Los preparativos planes generales del ataque no eran desconocidos
para el virrey Eslava, gracias al espionaje español en Jamaica, por lo cual las
defensas de la ciudad se encontraban en su mejor forma y las contramedidas al
desembarco enemigo fueron un primer elemento de sorpresa para el sitiador.

Muchas fueron las incidencias del asedio, que finalizó el 8 de junio, cuando la flota
inglesa inició el repliegue hacia Jamaica, derrotada no sólo por la heroica defensa
de la ciudad amurallada, sino por las enfermedades tropicales que se ensañaron
en sus hombres, causándoles más pérdidas que las armas de los sitiados.
También hubo anticipada acuñación de medallas sobre la rendición de Cartagena
que, al revés de lo ocurrido en Portobelo, resultaron vanas. El héroe de la
prolongada lucha fue don Blas de Lezo, que pasó a la historia con su pierna y su
ojo izquierdo perdidos en batallas anteriores, al igual que su brazo derecho
lesionado de por vida. El paciente trabajo de don Juan de Herrera y Sotomayor no
había sido en vano.

5.17. Las fuerzas defensoras de Cartagena

El virrey don Sebastián de Eslava, comandante en jefe de la plaza, asumió el


mando personal de las fortalezas interiores y don Blas de Lezo la defensa móvil,
constituida por los buques de guerra, y las defensas exteriores.

33
Como segundos actuaban respectivamente el gobernador civil de la ciudad,
coronel don Melchor de Navarrete, y el teniente coronel ingeniero Carlos Des
Noux, comandante a la vez de la línea defensiva de Bocachica, con sede en el
castillo de San Luis.

Artillería: a los 425 cañones emplazados habría que agregar 50 piezas entre
obuses y coronadas.

Defensa móvil: se denominaban así las naves de guerra surtas en la bahía, el


Arsenal y la gran bahía, consistentes en una flota compuesta por los navíos de
línea Dragón, Conquistador, África, San Carlos, Galicia y San Felipe, con 240
cañones y 1200 tripulantes. Una flota de 6 galeones tripulados por 300 marinos.
Una flotilla de embarcaciones menores y chalupas de 100 unidades y una fragata
francesa de 30 cañones.

Con estas fuerzas Cartagena hizo frente a la escuadra atacante de 51 naves de


guerra con 1.490 cañones, 136 naves de transporte para un total de 187 buques
tripulados por 13.590 hombres, infantería de desembarco con un total de 9000
hombres y, posiblemente, 2000 macheteros jamaiquinos y un destacamento de
norteamericanos dentro de ese total.

Las pérdidas sufridas en el asedio fueron espantables, sin que sea posible
precisar su número, que pudo llegar en las fuerzas inglesas a 12.000 hombres, y en
las españolas a 1.500 entre muertos, heridos y desaparecidos.

5.18. Reparación de las fortificaciones

El sitio había producido considerable deterioro a la fortaleza por el fuego


implacable de las naves de guerra inglesas. La Corona tomó acción pronta y
aunque Vernon regresó a Cartagena con aprestos de ataque en abril de 1742, no
se produjo un nuevo asedio. En septiembre de ese año fondeó en el puerto una
flota de 15 navíos españoles de línea que escoltaban 11 galeones cargados con
mercancías para reabastecer la ciudad y materiales para la restauración de las
fortificaciones, tarea que estuvo a cargo del coronel de ingenieros don Juan
Bautista MacEvans. Este distinguido militar, en asocio de don Carlos Des Noux,
ascendido a teniente general del cuerpo de ingenieros por su actuación en la
defensa, acometieron la tarea que, no sólo cumplieron en forma completa, sino
que añadieron la escollera levantada entre Santa Catalina y Bocagrande, tanto
para alejar navíos atacantes como con el fin de proteger el recinto amurallado
contra los embates del mar.

En cuanto se refiere a la guarnición, llegaron tropas del regimiento Burgos que


cubrieron las bajas sufridas por las tropas regulares, elevando el pie de fuerza a su
nivel anterior.

34
5.19. Evolución militar bajo Carlos III

Los planes defensivos de Cartagena prosiguieron dentro del programa trazado y el


virreinato continuó siendo desempeñado por militares de alto rango, lo que dio
continuidad a la preeminencia castrense en las preocupaciones de la Corona y de
sus representantes en el Nuevo Reino de Granada. A Eslava sucedió el teniente
general de la real armada don José Alfonso Pizarro, que llegó a Cartagena en
noviembre de 1749 y permaneció allí seis meses inspeccionando las obras
militares, antes de viajar a Santafé. En ese lapso se inició la construcción del
castillo de San Fernando en Bocachica y se dio término a la reparación y refuerzo de
Pastelillo y Castillo Grande, se recibió terminado el castillo Del Angel con sus 20
cañones y se adelantaron construcciones de polvorines en los fuerte de
Manzanillo y San José de Bocachica.

En 1753 sucedió a Pizarro el joven mariscal de campo don José Solís Folch de
Cardona, una de las figuras más brillantes y atractivas en la galería virreinal. En
sus ocho años de gobierno prosiguieron con dinamismo los trabajos castrenses en
la Ciudad Heroica, continuados por su sucesor, teniente general de los reales
ejércitos Pedro Messía de la Cerda. El esfuerzo por mantener las fortalezas en la
más alta capacidad defensiva cubrió el resto del siglo XVIII y primeros años del
XIX.

5.20. Carlos III y el régimen militar

Al morir sin descendencia Fernando VI en 1759, accedió al trono su hermano,


Carlos III.

Sin embargo, al firmar en Madrid el tercer pacto de familia con Francia, abrió el paso
a un nuevo conflicto con Inglaterra que, de hecho, repercutiría en América como
todas las guerras en que se comprometían las metrópolis europeas. Los ingleses
tomaron La Habana en 1762, configurando un nuevo peligro para el sistema
defensivo español, basado en la tríada estratégica de su armada, sus fortalezas y
sus fuerzas terrestres, sólidos los dos últimos componentes, débil el primero ante la
superioridad británica en los mares.

Cartagena ofrecía para entonces un carácter aún más inexpugnable que treinta
años atrás, cuando fue asediada por Vernon, sus fortificaciones restauradas,
completa su artillería y amunicionamiento. En cambio, las fuerzas terrestres
habían disminuido, por lo cual se reforzaron con 5 compañías del 2º batallón del
regimiento de Cantabria y 7 compañías del 2º batallón del regimiento de Navarra,
con un total de 1408 efectivos.

5.21. Resurgimiento del fuero militar

O‟Reilly había percibido las dificultades del servicio militar en América para los
cuerpos regulares españoles, por lo cual dirigió el esfuerzo reorganizado en dos

35
direcciones: crear incentivos que atrajeran a los peninsulares al servicio en
ultramar y recurrir a milicias nativas que sustituyeran en parte al ejército regular.

En el primer aspecto obtuvo del rey algunas preeminencias por las cuales se
eximía a los militares en América de ciertos impuestos y se les concedían diversos
beneficios. Por otra parte consiguió el resurgimiento del fuero militar instituido por
Felipe V, pero venido a menos más tarde, dando pie a conflictos de toda índole.

En el segundo, se establecieron tres tipos de cuerpos armados: La Milicias


Disciplinadas y los regimientos de Blancos, Pardos y Morenos. Las primeras
consistían en cuerpos mixtos de tropas españolas y criollas, tanto en sus mandos
como en el reclutamiento de soldados por sorteo, previo censo por los
gobernadores de los varones en edad militar. Se buscaba situar en cada nivel un
comandante español experimentado y un segundo criollo, no necesariamente
veterano o, menos frecuente, el caso contrario. Las unidades se apuntalaban,
además, con veteranos peninsulares en suboficiales y clases.

Los regimientos o batallones de Blancos, Pardos y Morenos eran formados por


composición étnica, en el último caso con esclavos libertos. La denominación de
Morenos desapareció bien pronto y subsistió la de Pardos para todos los hombres de
color. Dentro de este nuevo criterio, el virrey Messía de la Cerda comunicaba a
Madrid en 1772 la creación del regimiento de Milicias Disciplinadas en la provincia de
Cartagena, con carácter permanente.

5.22. La Rebelión Comunera y su impacto militar

La larga historia de conflictos armados con Inglaterra volvió a cobrar forma con la
nueva alianza franco-española. Para 1779 el virrey Manuel Antonio Flores, que se
había trasladado a Cartagena ante la inminencia del peligro británico, escribía al
ministro de Indias José de Gálvez asegurando que la plaza de Cartagena estaba
bien defendida, las tropas preparadas y en excelente estado de instrucción.

36
Este nuevo conflicto tomó a España en precaria situación económica. Exhaustas
sus arcas, recurrió a las colonias para llenarlas con un régimen impositivo
asfixiante que el regente visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres aplicó en el
virreinato de la Nueva Granada en forma inmisericorde.

España y sus gobiernos de ultramar despertaron en forma súbita a una realidad


militar y política en un todo ajena a su pensamiento, vertido a las amenazas
navales que por más de dos siglos habían gravitado sobre los litorales
americanos. No existía una estructura de poder interior que garantizase la
sumisión de súbditos, ni ésta, que se había dado por segura, seguía siendo
confiable ante el autoritarismo peninsular ni sus despóticas manifestaciones.

La marcha comunera sobre la capital del virreinato halló a Santafé guarnecida en


teoría por una compañía de alabarderos y otra de caballería, más con funciones
ceremoniales y guardia de honor del virrey, que de guarda del orden. Habiendo
marchado la caballería como escolta del virrey Flores a Cartagena, lo único que
pudo enviarse a detener la marejada rebelde fue un destacamento de 50
alabarderos, 22 guardas de rentas y un reducido número de voluntarios, en tanto
la ciudad quedaba con el remanente de 25 alabarderos como única protección.

El colapso de la pequeña fuerza al mando del capitán Joaquín de la Barrera en


Puente Real puso de manifiesto la desoladora indefensión del interior del reino.
Agotada la posibilidad de represión, se recurrió a la falacia y al engaño, mientras
se recuperaba el poder que, sin el respaldo de la fuerza, había demostrado
absoluta impotencia. Las capitulaciones permitieron a los aterrados oidores ganar
tiempo y obtener la dispersión de la muchedumbre alzada en rebeldía. El virrey
Flores en Cartagena, oprimido por la doble amenaza de la flota inglesa avistada
en vecindades de Maracaibo y del pueblo levantisco de las diversas provincias
agitadas por la rebelión, se vio compelido a enviar un destacamento de 500
hombres: 250 de las Milicias, tomados por mitades de los batallones de Blancos y
de Pardos, 250 regulares del batallón Fijo, bajo mando del comandante de esta
unidad, coronel José Bernet, que partió de Cartagena el 1º de julio, alcanzando
Santafé el 6 de agosto de 1781, año del alzamiento comunero.

De esta sucesión vertiginosa de acontecimientos que estremecieron la Pax


Hispánica de virreinatos de Lima y Santafé, quedaba un corolario en la mentalidad
del gobierno español. La necesidad de guarnecer el interior para asegurar la
obediencia de unos vasallos que de la noche a la mañana habían cuestionado la
autoridad levantándose en airada protesta.

5.23. Reestructuración militar en el virreinato

La deteriorada salud del virrey Flores y la súbita muerte del gobernador y mariscal
de campo Juan de Torrezal Díaz y Pimienta nombrado para sucederlo, antes de
alcanzar a Santafé, colocaron el virreinato en manos del arzobispo de Santafé,
Antonio Caballero y Góngora, gestor máximo de las capitulaciones de Zipaquirá,
cuyo criterio en torno al fortalecimiento de la decaída autoridad virreinal sobre la

37
base de una estructura militar coincidió con el de su antecesor. Ningún régimen
fiscal y tributario podía imponerse sin el respaldo de la fuerza.

Lo asesoró en la tarea de preparar esa estructura un brillante oficial español, el


teniente coronel andaluz Anastasio Cejudo, llegado a Cartagena en 1773.

En junio de 1783 Caballero y Góngora sometió a la Corona un proyecto de


reestructuración militar, del cual Zejudo fue el arquitecto, basado en la
transferencia de fuerzas de Cartagena a Santafé, la creación de un regimiento
Auxiliar en la capital, con 900 hombres distribuidos en 9 compañías orgánicas, y
otras 6 de a 50 hombres cada una, agregadas, pero distribuidas en los centros
más importantes de la insurgencia comunera: Pamplona, Socorro, Tunja, San Gil,
Neiva y los Llanos. En cambio se contemplaba la reducción de la guardia virreinal a
media compañía de caballería como guardia de corps, dada la impotencia
demostrada ante la rebelión.

Las Milicias Disciplinadas incluirían un regimiento de caballería a 9 compañías de 50


hombres cada una, aparte de los efectivos ya existentes. El regimiento
veterano de Cartagena, por su parte, constituiría la espina dorsal de la guarnición de
Cartagena, constituida además por 2 regimientos de infantería de Milicias, 1
batallón de infantería separado y 2 compañías de Dragones.

Cejudo, promovido al grado de coronel, recibió el mando del regimiento Auxiliar,


pero fue en la reestructuración militar mucho más que eso. Después del drenaje
sufrido por el batallón Fijo a 9 compañías por el traslado de las restantes a
Santafé, Caballero y Góngora lo envío a Cartagena para reorganizar las fuerzas
destacadas en la provincia, que incluían guarniciones en Riohacha, Santa Marta y
Barranquilla, así como algunas guarniciones eventuales como Lorica, Mompox y
otras menores, relacionadas con la guarda del orden y la cobertura del río
Magdalena o de sus aproximaciones terrestres. El coronel Zejudo, pues, se había
convertido en las fuerzas reales en el virreinato, en un equivalente a lo que hoy
sería un inspector general.

La rebelión comunera, pues, vino a producir un cambio total en la estructura militar del
Nuevo Reino de Granada, con ramificaciones a la audiencia de Quito y
capitanía general de Venezuela. Paradójicamente, fue el único virrey no militar en la
serie iniciada con Sebastián de Eslava y, por más señas, eclesiástico, a quien
correspondió esta importante tarea.

El arzobispo virrey fue sucedido por el teniente general de la armada don


Francisco Gil y Lemus en 1789.

38
6. LA INDEPENDENCIA

Por Margarita Peña y Carlos Alberto Mora, Historia de Colombia. Ed. Norma. Bogotá
1987.

6.1. Principales antecedentes:

A finales del siglo XVIII se produjeron varios acontecimientos en el contexto


internacional que sirvieron de apoyo o inspiración para el proceso político y militar
desarrollado en la Nueva Granada entre 1810 y 1819, el cual culminó en la
Independencia definitiva de Colombia. Fueron éstos:

6.2. La Independencia de los Estados Unidos (1776), proceso que concluyó


en el establecimiento de la primera democracia del mundo moderno. En la
antigüedad los griegos fueron los inventores de la democracia, concepto por el
cual el pueblo debería elegir a sus gobernantes y debían garantizarse las
libertades civiles y políticas. En esa época fue establecida esa forma de gobierno,
pero luego desapareció. De modo que el éxito del proceso independentista y el
establecimiento de un régimen democrático en Norteamérica, se constituyó en un
hito de la mayor importancia, en un momento en que el mundo entero se hallaba
dividido entre monarquías y colonias.

6.3. La revolución francesa (1789). Movimiento acaudillado por la burguesía,


el cual dio al traste con la centenaria monarquía francesa y aunque condujo a una
etapa muy cruenta, conocida como „El Terror‟, divulgó ampliamente los ideales de
„Libertad, igualdad y fraternidad‟, al tiempo que ponía en severo entredicho a los
otros regímenes monárquicos de Europa, los que en adelante han de actuar a la
defensiva.

6.4. La Independencia de Haití (completada en 1804). Durante la cual se


proclamó la liberación de los esclavos y se instauró una república dirigida y
conformada por negros libertos.

6.5. Primera expedición de Miranda (1806). Ese año el venezolano don


Francisco de Miranda organizó y dirigió la primera expedición para liberar el
continente del dominio español. Su intento fracasó cuando se encontraba cerca del
territorio venezolano, por falta de recursos económicos y por falta de apoyo del
pueblo americano que todavía no se identificaba con estas ideas. Pese a su
fracaso, esta acción demostró a los españoles que en América del Sur existían ya
líderes que podían dirigir un movimiento independentista.

6.6. La invasión a España por Napoleón Bonaparte (1808). España quedó


sometida a Francia, y así la metrópoli de la cual dependían las colonias de
América del Sur se convirtió en colonia de los franceses. Los españoles, decididos
a resistir a la invasión, formaron entonces juntas regionales de gobierno, cuyo
objetivo era gobernar provisionalmente y organizar la guerra contra los franceses.
Estas juntas gobernarían a nombre de Fernando VII, el rey prisionero y

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defenderían sus derechos como único monarca del territorio español y de sus
colonias.

En 1809, un grupo de criollos notables de la ciudad de Quito, se constituyó como


junta de gobierno y destituyó a las autoridades españolas que se opusieron al
movimiento. La nueva junta declaró su fidelidad al rey Fernando VII y rechazó el
dominio de los franceses.

En 1810, en Venezuela los criollos destituyeron al capitán general y lo


reemplazaron por un gobierno provisional. Así, una vez manifestada la voluntad de
los criollos de participar activamente en el gobierno colonial, comenzó el proceso
que culminó, años más tarde, con la separación definitiva de las colonias de
América del Sur.

A nivel local hay que citar estos antecedentes:

En 1794, el bogotano don Antonio Nariño, quien conoció a fondo el ideario de la


Ilustración y la Revolución Francesa, se empeñó en difundirlo. Ese año tradujo e
imprimió el texto de „Los Derechos del Hombre y el Ciudadano‟. Este
documento, en que se proclamaba la igualdad de los individuos entre sí y su
derecho a la libertad, fue censurado por las autoridades españolas y por su
publicación Nariño fue encarcelado y condenado a varios años de prisión. Logró
escapar y, tras recorrer algunos países europeos, regresó a la Nueva Granada a fin
de integrarse a la lucha por la independencia.

Antonio Nariño y Álvarez. Retrato a lápiz de José María Espinosa.


Casa Museo 20 de julio, Bogotá

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Por su parte, en la Nueva Granada, el abogado Camilo Torres elaboró un
documento que se conoce como el Memorial de Agravios, en el cual protestaba
contra la discriminación a la que estaban sometidos los criollos. El escrito no
defendía la independencia pero amenazaba a los españoles con llevarla a cabo si
no se reconocía a los americanos la igualdad de derechos con relación a los
ibéricos.

También hay que anotar que en el observatorio astronómico venía reuniéndose


un grupo de criollos ilustrados, para comentar en secreto las noticias que llegaban
del extranjero y preparar un futuro cambio de gobierno. Dirigía en ese entonces el
observatorio Francisco José de Caldas y participaban en esas reuniones
Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Matiz, Manuel Rodríguez Torices, José
Fernández Madrid, Lozano y Peralta, José María Carbonell, Frutos Joaquín
Gutiérrez, Eloy Valenzuela, Custodio García Rovira, José María Cabal, Joaquín
Camacho, Sinforoso Mutis, Camilo Torres, Antonio Nariño y Pedro Fermín de
Vargas, entre otros.

6.7. Desarrollo del movimiento independentista: 1810-1819.

El movimiento que culminó con nuestra definitiva separación de España comenzó


en 1810, con la conformación de una junta de gobierno en Santa Fe. La lucha ha de
prolongarse durante 9 años, y se desarrollará a través de varias etapas, tal como
lo veremos a continuación.

6.8. El 20 de Julio de 1810.

Los acontecimientos de las colonias vecinas de Ecuador y Venezuela inquietaron


aún más a los criollos de Santafé, quienes deseaban conformar una junta de
gobierno pese a la oposición de las autoridades españolas encabezadas por el
virrey Amar y Borbón.

Un pretexto les serviría como fulminante para iniciar el proceso que buscaban. El
20 de julio de 1810, en horas de la mañana, Joaquín Camacho se presentó ante
el virrey y le solicitó autorización para conformar una junta de gobierno en Santa
Fe. La esperada negativa del virrey ocasionó la continuación del plan previsto por
los criollos.

Cerca del medio día, Luis Rubio y los hermanos Morales se presentaron en la
tienda del español José González Llorente a quien solicitaron el préstamo de un
florero con el que adornarían la mesa del banquete que iban a ofrecer a don
Antonio Villavicencio (comisionado real que llegaba a la ciudad). La aparente
negativa del español fue el motivo de la disputa en la que participaron criollos e
hispanos y que llamó la atención de toda la gente reunida en la plaza, por ser día
de mercado.

En el momento acordado, los chisperos, o integrantes más jóvenes del grupo que
dirigía la revuelta, se dispersaron por toda la plaza gritando “Queremos Junta”,

41
“Viva el Cabildo” y consignas semejantes que exaltaron los ánimos de la multitud allí
reunida, la cual se lanzó contra las residencias y almacenes ubicados en la plaza,
la mayoría de propiedad de españoles.

En las horas de la tarde, la multitud, que todavía no veía el significado que tenía el
movimiento promovido por los criollos, comenzó a dispersarse y a regresar a sus
casas. Los criollos, que aún no habían logrado el objetivo que se habían propuesto
ese día, tuvieron que desplegar una gran actividad a fin de mantener la
manifestación popular ya que sin ella el Virrey no accedería a autorizar la
formación de la junta. Fue entonces cuando José Acevedo y Gómez dirigió una
proclama al pueblo para animarlo a apoyar la rebelión.

Entre tanto, José María Carbonell, un criollo joven y con gran capacidad de líder,
corría de casa en casa, invitando a la gente a unirse al movimiento y a pedir
cabildo abierto.

El apoyo de la multitud reunida en la plaza de Santa Fe, obligó al Virrey a acceder a


la petición de los criollos. La junta de gobierno quedó conformada por criollos
notables, entre los cuales se contaban Camilo Torres, José Miguel Pey, Joaquín
Camacho, José Acevedo y Gómez y otros más. Como presidente de la junta fue
nombrado el virrey Amar y Borbón.

En ausencia de Amar, el bogotano José Miguel Pey (vicepresidente de la junta)


ocupó la presidencia. Fue, pues, el primer granadino que rigió nuestros destinos.

Firma del Acta de Independencia. (Oleo Museo del 20 de julio.)

42
Una vez conformada la junta, sus integrantes procedieron a elaborar un
documento conocido como el Acta de la Revolución, la cual no es precisamente
una declaración de independencia con relación a España. El Acta de la Revolución
reconocía a Fernando VII como autoridad suprema y nombraba al virrey Amar y
Borbón como presidente del nuevo gobierno. Además, declaraba que la junta se
constituía como gobierno provisional y se comprometía a redactar una constitución
con la participación de todas las demás provincias del virreinato.

Indica el historiador Arteaga que “el 20 de julio de 1810 termina nuestra vida
colonial, como también la época de los precursores (...) La nación había nacido sin
sangre. El populacho no llegó a los terribles excesos a que con frecuencia se
abandona en circunstancias semejantes, pero siempre se dejó sentir por la
violencia de sus actos. Aprisionó al virrey, a la virreina y a todas las autoridades
coloniales el 15 de agosto del mismo año.”

Pronto esos antiguos mandatarios fueron expulsados del virreinato y procedió a


organizarse el nuevo gobierno, el que sin embargo, protestaba su fidelidad al rey
Fernando VII. A fines del año llegó a Bogotá don Antonio Nariño, liberado tras
sufrir dura prisión en Cartagena.

6.9. Rivalidades internas.

A partir de 1810 se hicieron los primeros intentos de organización republicana,


pero la inexperiencia y la rivalidad existente entre los grupos dominantes en cada
una de las regiones produjeron una serie de conflictos políticos que han de
desembocar en la primera guerra civil, protagonizada por los partidarios de
diferentes formas de gobierno: los centralistas y los federalistas.

Aún no se había consolidado la independencia, y por eso algunos han llamado a


esta etapa „La Patria Boba‟.

Según los federalistas, el gobierno debía organizarse de tal manera que cada
provincia gozara de autonomía económica y política. Las provincias deberían estar
unidas por un pacto de federación y representadas en un organismo central (el
congreso) que residiría en la capital del territorio. Los Estados Unidos, que ya se
habían organizado de esta manera, sirvieron como ejemplo a quienes defendían el
federalismo. Dirigía esta corriente don Camilo Torres.

Los centralistas, por el contrario, creían que la mejor forma de organizar el


gobierno era la centralización del poder en la capital. Esto quiere decir que todas las
provincias debían depender de un centro, desde el cual se gobernaría todo el
territorio. Antonio Nariño fue quien más defendió esta forma de gobierno.

En 1811 Nariño fue nombrado presidente de Cundinamarca.

Las tensiones entre centralistas y federalistas estallaron a fines de 1812, en forma


de la primera guerra civil; la cual se libró entre 1812 y 1813 y terminó con el

43
triunfo de Nariño, al frente de los centralistas. (Para un recuento más detallado de
este enfrentamiento, ver el capítulo dedicado a las guerras civiles del siglo XIX).

6.10. Declaraciones de Independencia absoluta.

El 11 de noviembre de 1811, Cartagena se declaró libre del dominio español y se


constituyó como estado soberano. En 1813, el estado de Cundinamarca, presidido
por Nariño, hizo una declaración semejante. Otras provincias siguieron el ejemplo.

6.11. Primeras campañas militares de Bolívar en la Nueva Granada.

Simón Bolívar. Oleo e Tito Salas, 1941. Casa de Nariño, Bogotá

Simón Bolívar nació en Caracas en 1783. Gozó de buena educación y tuvo la


oportunidad de viajar a Europa donde recibió la influencia del movimiento de la
Ilustración. Después de jurar solemnemente en Roma que liberaría a su patria de
la dominación española, regresó a Venezuela y participó activamente en el
movimiento independentista de ese país, gracias a lo cual obtuvo el grado de
coronel.

Bolívar llegó al territorio neogranadino en 1812, tras haber sufrido una grave
derrota en Venezuela (derrota que significó el hundimiento de la Primera
República en ese país; la recuperación del dominio por parte de los españoles y la
captura del General Francisco de Miranda).

Desde Cartagena, Bolívar dirigió una carta a los granadinos (el Manifiesto de
Cartagena) en la cual explicó las razones del fracaso del movimiento
independentista en Venezuela y donde los invitaba a unificar sus esfuerzos para
conseguir la libertad. En la misma carta, Bolívar criticaba al federalismo como
44
forma de gobierno para los territorios hispanoamericanos que luchaban por
independizarse de España.

Conocida la carta de Bolívar, el Congreso de las Provincias le asignó la misión de


expulsar algunas tropas españolas que ocupaban la región del Bajo Magdalena. En
diciembre de 1812 venció a los realistas que se encontraban en Mompós,
Tamalameque y zonas vecinas; a continuación pasó a Ocaña y en persecución de
las tropas realistas se tomó la ciudad de Cúcuta. A pesar de haber desobedecido las
órdenes que recibiera de las autoridades cartageneras, de permanecer en la zona
del Bajo Magdalena, los triunfos obtenidos por Bolívar en esta Campaña del Norte le
hicieron merecer el título de ciudadano granadino.

Tras presentar su informe al Congreso, regresará a Venezuela para continuar allí la


lucha por la Independencia.

6.12. La Campaña Admirable.

El 23 de marzo de 1813 se inicia la que será conocida como “La Campaña


Admirable”: Al frente de unos 600 soldados, granadinos y venezolanos, Bolívar
emprende la liberación de su patria. Entre los oficiales granadinos que lo
acompañan están: Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte, José María Ortega,
Hermógenes Maza, Luciano D‟Elhuyar y Francisco de Paula Vélez. Entre los
venezolanos están: Rafael Urdaneta, José Félix Ribas y José Francisco
Bermúdez. Toman la ruta Ocaña-Cúcuta-Venezuela.

En Venezuela los españoles los esperan escalonados. Pero los patriotas avanzan y
van capturando una a una las posiciones enemigas. Llegan a Mérida; y tras
derrotar a varios contingentes enemigos, entran en la ciudad de Trujillo. Allí
Bolívar se entera de los crímenes que han cometido los españoles en Caracas y
como respuesta expide su célebre decreto de „Guerra a muerte‟.

Continúan el avance: entran a Barinas y San Carlos; en todas partes el enemigo


intenta detenerlos, pero la ofensiva de los patriotas no se detiene. Ocupan
Valencia, a lo cual el gobernador español Monteverde opta por refugiarse en la
fortaleza de Puerto Cabello.

El ejército emancipador entra en triunfo a la capital venezolana el 6 de agosto de


1813. En el curso de esta campaña fue cuando Bolívar recibió el título de „El
Libertador‟.

De inmediato organiza un nuevo gobierno en Caracas y parte a asediar la


fortaleza de Puerto Cabello.

6.13. Campañas de Nariño en el Sur.

Después de solucionar la antigua discordia entre el gobierno del Estado de


Cundinamarca y el Congreso de las Provincias Unidas, Antonio Nariño fue

45
encargado por el Congreso de encabezar los ejércitos que debían desalojar las
tropas realistas que habían ocupado los territorios del sur y que ponían en peligro el
proceso de la Independencia.

Nariño partió con sus fuerzas y en diciembre de 1813 derrotó a las fuerzas
realistas que comandaba Juan Sámano en la batalla del Alto Palacé, cerca de
Popayán. Continuó su marcha hacia el sur y después de otras victorias intentó
ocupar la ciudad de Pasto pero fracasó debido a la hostilidad de sus habitantes
que eran partidarios de los realistas. En Pasto fue encarcelado, de allí le enviaron a
Quito y luego fue remitido a la cárcel de Cádiz en España, donde ha de
permanecer prisionero por cuatro años.

Entre tanto, en el estado de Cundinamarca Manuel Bernardo Álvarez, quien


había asumido la presidencia en la ausencia de Nariño, fue proclamado
dictador.

6.14. Desastre en Venezuela.

En Puerto Cabello, Monteverde resiste el asedio de Bolívar, al tiempo que


numerosas fuerzas realistas se alzan por todo el país, atacando las líneas y
posiciones de los patriotas. Surgen caudillos como Boves y Morales, quienes
levantan un poderoso ejército de llaneros para defender la causa española. Esos
jefes, al frente de las llamadas “legiones infernales', cometerán toda clase de
crímenes, e irán propinando duros golpes al ejército de Bolívar. Al final, éste tiene
que replegarse a Caracas, mas tampoco consigue defender esta ciudad, así que
opta por retirarse hacia el oriente de Venezuela, al frente de una emigración
masiva. Boves se toma a Caracas y Morales es enviado a perseguir a los
patriotas. Los granadinos combaten con enorme valor, pero las superiores fuerzas
enemigas acaban por dispersarlos. En ese año trágico de 1814, se hunde en
Venezuela la Segunda República.

Bolívar opta por regresar a la Nueva Granada.

6.15. El retorno de Fernando VII.

En 1813 los ejércitos de Napoleón fueron vencidos en España y Fernando VII


regresó al poder. La noticia alarmó a los granadinos que temían una violenta
reacción del gobierno español contra la causa independentista. Los gobernantes
granadinos intentaron unificar el territorio para enfrentar la posible agresión
española. Pero ya era demasiado tarde: Alvarez, dictador en Cundinamarca, se
negó a formar parte de las provincias unidas. A Bolívar -quien se encontraba de
regreso- se le encomendó la dirección de un ejército y hubo de tomar a Santa Fe
por la fuerza.

Después de cumplir ese encargo, Bolívar se encaminó a Cartagena a fin de


conseguir apoyo para someter a los realistas de Santa Marta. El gobierno
cartagenero le negó el apoyo y Bolívar, decepcionado, abandonó el país rumbo a
Jamaica.

46
6.16. La Carta de Jamaica.

Una vez en Jamaica, Bolívar dirigió a los pueblos hispanoamericanos una carta en la
cual analizaba la historia latinoamericana desde los tiempos de la conquista
española y hacía ver la necesidad de que los pueblos hispanoamericanos
lucharan por su independencia. Así mismo, hacía algunas reflexiones y
advertencias sobre lo que sería el futuro del continente, una vez que lograra su
independencia.

6.17. La Reconquista.

Una vez en el poder, Fernando VII concentró todos sus esfuerzos en someter
nuevamente a las provincias que se habían rebelado contra el dominio español.
Con este fin organizó una expedición pacificadora al mando del experto militar don
Pablo Morillo, quien debía restablecer el orden en Nueva Granada e imponer otra
vez el dominio español.

Cuando los granadinos se enteraron de que Morillo y un ejército de 11.000


hombres se encaminaban ya hacia las costas de Cartagena, era demasiado tarde
para organizar la defensa. El territorio se encontraba arruinado por las luchas
internas y todavía existían divisiones entre las diferentes provincias. En estas
condiciones, la labor de Morillo fue relativamente fácil.

6.18. Sitio de Cartagena.

La Reconquista española se inició en 1815. Después de abandonar Venezuela,


primera escala del ejército pacificador, Morillo se dirigió a Santa Marta a fin de
preparar el sitio de Cartagena. Con este sitio, que consistía en rodear la ciudad
amurallada para impedir que los cartageneros se abastecieran de armas y
alimentos, Morillo pretendía lograr la rendición pacífica de los habitantes de la
ciudad. Sin embargo, los cartageneros resistieron el asedio que se prolongó
durante 106 días, desde el 18 de agosto hasta el 6 de diciembre de 1815. El
hambre y las enfermedades permitieron que las tropas realistas se tomaran la
ciudad. Tras fusilar a un grupo de famélicos defensores, Morillo desde Cartagena
preparó las campañas militares que culminaron con la conquista de todo el
territorio granadino.

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Fusilamiento de los próceres de Cartagena el 24 de febrero de 1816 por orden del gobierno español. Pintura anónima del
siglo XIX. Museo Nacional, Bogotá

6.19. Toma de Santa Fe.

Morillo dividió sus fuerzas en 4 ejércitos que debían penetrar al país por diferentes
sitios. Una columna, al mando de Bayer, penetró por el occidente del país
ocupando Quibdó y Nóvita, y tomando luego hacia el río Cauca; Otra columna, al
mando de Warleta, ocupó Mompós, luego Zaragoza, Buga, Cali y Popayán; otra al
mando de Santacruz, pasó por Mompós y ascendió por el río Magdalena hasta
ocupar Honda; la otra, al mando de Morillo y Enrile, avanzó desde la costa hacia
Ocaña y de allí a Sogamoso, a Tunja y a Santa Fe. Mientras tanto, desde el sur,
Sámano avanzó desde Pasto hacia El Tambo.

Algunos contingentes enviados por los patriotas a detener el avance del ejército
español fueron batidos por las avanzadas de Morillo y tuvieron que replegarse.
Francisco de Paula Santander, con algunos compañeros, optó por retirarse hacia
los Llanos Orientales para mantener allí viva la llama de la Independencia.

En Santa Fe los patriotas quisieron organizarse para resistir a la invasión, pero no


fue posible conseguir recursos suficientes para lograrlo. Camilo Torres, presidente
del Congreso de las Provincias Unidas, renunció a su cargo. El 6 de mayo de
1816, Santa Fe se rindió a las tropas de Morillo y después de la derrota en la
batalla de Cuchilla del Tambo, la totalidad del territorio pasó a manos de los
españoles.

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6.20. El Régimen del Terror.

Pese a que Santa Fe se había rendido pacíficamente, Morillo inició la persecución de


todas aquellas personas que de cualquier manera habían participado en los
movimientos de independencia. Para lograrlo, implantó el Régimen del Terror, o
sea un sistema que actuaba a través de tres organismos: La Junta de Secuestros,
encargada de confiscar los bienes a los perseguidos, el Tribunal de Purificación a
cargo de destierros y encarcelamientos y el Consejo de Guerra responsable de
llevar a cabo los juicios por traición.

Durante el Régimen del Terror fueron ejecutados en el cadalso muchos líderes del
movimiento independentista. Entre ellos José María Carbonell, Camilo Torres,
Francisco José de Caldas, Antonio Villavicencio y Joaquín Camacho.

Una vez controlada la situación, la Corona procedió a implantar de nuevo el


régimen político de la Colonia. Francisco Montalvo fue nombrado virrey y la sede del
virreinato se estableció en Cartagena. Montalvo, quien no se encontraba de
acuerdo con la forma como Morillo estaba conduciendo la campaña pacificadora,
renunció a su cargo y en su lugar fue nombrado Juan Sámano. Los fusilamientos
continuaron bajo su mandato.

Sámano ordenó la ejecución de Policarpa Salavarrieta quien, como otras muchas


mujeres, apoyaba efectivamente la causa independentista. Policarpa Salavarrieta
fue fusilada junto con algunos de sus compañeros, acusados de enviar informes a los
ejércitos patriotas de Casanare.

Policarpa Salavarrieta

Según cuenta en sus „Memorias‟ el general José Hilario López, quien siendo un
joven soldado estuvo presente en la ejecución de Policarpa: «La Pola marchó con

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paso firme hasta el suplicio y en vez de repetir lo que le decían sus ministros, no
hacía sino maldecir a los españoles y encarecer su venganza. Al salir a la plaza y
ver al pueblo agolpado para presenciar su sacrificio, exclamó: "¡Pueblo indolente!
¡Cuán diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad! Pero no
es tarde. Ved que aunque mujer y muy joven, me sobra valor para sufrir la
muerte y mil muertes más y no olvidéis este ejemplo». Ya al pie del banquillo,
volvió otra vez los ojos al pueblo y dijo: « ¡Miserable pueblo, yo os compadezco!
¡Algún día tendréis más dignidad"!».

“Las dramáticas circunstancias de su inmolación y en especial el temple de su


carácter hasta el momento final, hicieron de Policarpa con justicia la más
grandiosa heroína de todas las mujeres de la gesta emancipadora. Además de
esa ejemplar actitud y de su ánimo sereno para recibir el martirio, la historia
exaltará su nombre por lo que fue su diligente actividad dentro de la organización
clandestina que desde Santafé contribuyó a mantener enhiesto en las fuerzas de
Casanare y en las guerrillas patriotas el estandarte de la Libertad.” (R. Ibáñez).

Como consecuencia de la Reconquista y de la forma como había sido llevada a


cabo por los ejércitos españoles, en Nueva Granada creció la oposición contra
Fernando VII y su gobierno. Los antiguos partidarios del régimen no podían
defender ahora un gobierno que los había reprimido con tal violencia.

Las fuerzas patriotas, desplazadas por los españoles de los territorios ocupados,
se habían refugiado en Casanare, donde se preparaban para acciones futuras.
Entre tanto, Bolívar buscaba el apoyo internacional para sus campañas
libertadoras. Poco después de haber enviado la Carta de Jamaica, se dirigió a
Haití para solicitar el respaldo económico del presidente negro Alejandro Petión.
Este concedió el apoyo solicitado a cambio de la promesa de Bolívar de que una
vez lograda la independencia, liberaría a todos los esclavos existentes en este
territorio.

Con apoyo de los haitianos, Bolívar organizó una nueva expedición hacia
Venezuela.

El fracaso de la expedición libertadora apoyada por los haitianos demostró a


Bolívar que era necesario cambiar su visión acerca de la guerra. Bolívar
comprendió que no lograría la victoria si no contaba con el respaldo de las clases
populares que hasta ese momento no se habían integrado a la causa
independentista por considerar que ella no les representaba ningún beneficio en
cuanto a sus condiciones de vida. En adelante, la guerra debería tener un carácter
popular y por esta razón Bolívar se puso a la tarea de conseguir que el pueblo
apoyara su proyecto independentista.

Los ejércitos patriotas de Casanare comandados por José Antonio Páez y


Francisco de Paula Santander, hostilizaron continuamente a los españoles entre
1817 y 1819. Ante la imposibilidad de expulsar de Venezuela a los españoles,
Bolívar planeó una campaña militar para liberar a la Nueva Granada, contando

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para ello con los ejércitos reunidos en los Llanos de Casanare. Después de
analizar las condiciones del territorio llegó a la conclusión de que lograría el triunfo si
penetraba al país por el oriente, es decir por los Llanos y si hacía marchar a sus
ejércitos con gran rapidez a fin de cruzar la cordillera y sorprender a los realistas.
Esta atrevida decisión de Bolívar no había sido prevista por los españoles debido a
la dificultad que existía para atravesar la cordillera.

Francisco de Paula Santander. Litografía de Leveillc sobre un original de José María Espinosa. 1836. Casa
Museo 20 de julio, Bogotá

6.21. Campaña Libertadora de 1819.

El plan fue apoyado por los altos mandos del ejército en mayo de 1819. Los
ejércitos venezolanos se dirigieron entonces a Mantecal y desde allí enviaron
comunicaciones a Santander quien se encontraba en Casanare. El ejército de
Bolívar se componía de 2.000 hombres y contaba con el apoyo de la Legión
Británica, enviada por el gobierno de Inglaterra.

En los primeros días de junio, las tropas de Bolívar se reunieron con las de
Santander y ambos líderes discutieron sobre la forma como proseguirían la
marcha. El 22 de junio iniciaron el paso de la Cordillera. Según el plan trazado, las
tropas escalaron el Páramo de Pisba, una ruta muy poco transitada. La situación
de los ejércitos no era buena: no tenían uniformes militares ni alimentación
suficiente para resistir el frío del páramo. Muchos soldados perdieron la vida.

El 27 de junio, los patriotas se enfrentaron con tropas realistas en Paya y las


vencieron. Desde allí Bolívar dirigió un comunicado a los granadinos, asegurando
que la batalla definitiva estaba próxima y que los españoles serían expulsados del
país. En Socha las tropas se recuperaron y reabastecieron, y se unieron a ellas
nuevos soldados. Mientras tanto, el virrey Sámano había designado al general
Barreiro para detener la ofensiva patriota y éste y sus fuerzas se ubicaron en la
región de Tópaga, al tiempo que Bolívar avanzaba por las llanuras de Bonza.

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El 25 de julio, el ejército libertador llegó al sitio denominado Pantano de Vargas, un
valle rodeado por algunas alturas, inundado a causa de las lluvias.

6.22. Batalla del Pantano de Vargas (por el Brigadier General Roberto Ibáñez).

Escultura de Arenas Betancourt en honor a los lanceros del Pantano de Vargas

El Pantano de Vargas es un valle angosto ubicado unos cinco kilómetros al oriente


de Paipa. Tiene unos cuatro kilómetros de longitud de sur a norte y uno y medio
de ancho de oriente a occidente; por el centro, en sentido longitudinal, corre hacía
el norte la quebrada de Varguitas en busca del río Grande o Chicamocha, que
cierra el valle por ese lado. Está rodeado de una cadena montañosa que lo separa
de la población de Paipa al occidente, de Tuta por el sur y de Tibasosa al oriente.
En la zona sobresale el cerro del Picacho, conocido hoy como de la Guerra, y su
estribación occidental, el cerro del Cangrejo, que domina el camino que en aquella
época iba de Tibasosa y los Corrales de Bonza a Tuta, Toca y Tunja.

El área plana se encontraba surcada por numerosas corrientes de agua que se


represaban en pequeños charcos y lagunas dándole características de pantano. Al
sur se encuentra la hacienda de Vargas y sobre las zonas altas del valle, casitas
campesinas que le dan un carácter pintoresco. La cubierta en las partes bajas es
inexistente y en las alturas es densa con árboles de algún tamaño, especialmente
pinos.

Como por la relativa igualdad de fuerzas era un tanto arriesgado atacar


frontalmente, tan pronto llegaron los ingleses Bolívar planeó un movimiento
desbordante por el flanco derecho del dispositivo realista, con miras a ocupar Tunja,
siguiendo la vía del Pantano de Vargas a Toca. Pero, como el éxito de esta operación
radicaba en el cruce rápido del río Grande o Sogamoso, empresa ciertamente
difícil, pues no existía puente en este sitio, desde el 23 de julio ordenó al alcalde de
Tibasosa confeccionar con los vecinos de la región balsas suficientes para el paso del
ejército. Y cuando estuvieron listas en la madrugada del 25, dispuso la iniciación
de la marcha.

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Ciertamente, fue un error táctico y falta de previsión el no calcular las posibles
líneas de acción del adversario, así como la eventualidad del cruce de un
obstáculo natural e insalvable sin medios apropiados, que al dejarlo a retaguardia
no le daba al ejército patriota otra posibilidad que la de vencer o morir. Por eso,
cuando el ejército realista apareció aquella mañana sobre los cerros del Salitre, las
fuerzas de la república se vieron abocadas al combate en condiciones de terreno
adversas y sin posible vía de retirada. Pero el Libertador, acostumbrado a
combatir contra las mismas fuerzas de la naturaleza, era a la vez supremo
inspirador de la lucha revolucionaria y forjador en sus hombres de la fe
inquebrantable en la victoria final. Arrastrado por esa fuerza moral que lo hacía
irresistible ante las circunstancias, no cejó ante la contingencia táctica y dispuso el
combate, dosificando el empleo de sus unidades en forma conveniente.

Barreiro, por su parte, enterado del paso del río por las tropas libertadoras,
dispuso en la mañana del 25 de julio la marcha de la división, llevando una
compañía de Dragones como vanguardia.

La batalla se inició al filo de las 10 de la mañana, cuando una fracción de


reconocimiento patriota de unos 40 hombres, que había sido destacada a las
alturas del Salitre, fue sorprendida en el sitio Cruz de Murcia por la vanguardia
realista. Esta circunstancia dio tiempo y espacio a Barreiro para ocupar el terreno
crítico dominante, con el batallón 1° del Rey sobre el cerro del Picacho y el 2° del
Rey sobre el cerro del Cangrejo, taponando el camino real. El batallón 2° de
Numancia en inmediaciones del cerro de La Guerra y una compañía del 3° de
Numancia junto al escuadrón de Dragones como reserva. Barreiro estableció su
puesto de mando en la casa de Vargas.

Bolívar desde una pequeña elevación observaba impaciente el despliegue realista.


Cuando aún algunas de sus tropas se encontraban pasando el río, ordenó al
batallón Cazadores capturar el cerro del Picacho, orden que se cumplió de
inmediato. Ya casi coronaba esta unidad la altura, cuando, reforzado el 7° del Rey
por una compañía del 2° de Numancia y aprovechando su ventajosa posición,
luego de una hora de combate, rechazó a los patriotas a la quebrada. Pero el
Cazadores, reforzado con todo el batallón 1° de Línea, otra vez empezó a ascender
hacia el Picacho. Cuando, por segunda vez, columbraban los patriotas el
horizonte, reforzados los realistas por el batallón 2° de Numancia, rechazaron
nuevamente a los patriotas hacia la quebrada.

En esta situación. Bolívar dispuso un ataque general de toda la infantería, con lo cual
se inició una tercera progresión pero, como la posición realista era formidable, fue
asimismo por tercera vez rechazado el ejército libertador, con lo cual quedó en
condiciones extremadamente críticas.

A esta situación contribuyó la ventajosa posición realista, hasta el punto de que al


cejar el último ataque independiente, Barreiro creyó oportuno emplear su reserva
compuesta por 200 infantes por los cerros de la derecha y 500 Dragones
montados por el camino, con el fin de dar el golpe definitivo.

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Bolívar, desde el cerro que hoy se conoce con su nombre, dirigía la acción. Al ver a
su infantería rechazada, a todo el ejército sin posible vía de retirada y a la
caballería enemiga avanzando imponentemente, cuando él no contaba sino con
escasos 300 jinetes semidesnudos, no pudo menos que impacientarse y exclamar
entrecortadamente delante de su estado mayor y otros oficiales que les
acompañaban: «Se nos vino la caballería y se perdió la batalla».

Llegó así el momento estelar de la acción y como en otros tantos decisivos de la


historia, surgió un bizarro paladín para definir su curso. Juan José Rondón, héroe
de las Queseras del Medio, hombre providencial que llevaba en su férreo brazo el
signo de las victorias imposibles, tenía también reservado el cenagoso panorama
de Vargas para salvar la libertad y al Libertador cuando ambos se encontraban
perdidos. Al oír la exclamación del supremo caudillo, le respondió extrañado:
«¿Cómo se ha de perder, si yo ni mis jinetes hemos peleado? Déjenos hacer una
entrada».

Tal vez la expresión arrebatada y espontánea de quien para combatir no contaba el


número de adversarios, hizo volver al Libertador a la realidad heroica del
llanero, y acordándose de sus hazañas, confió a la lanza del centauro la salvación de
la patria. Rondón bajó entonces del cerro agitando su corrosca llanera, y con voz
estentórea que aún parece escucharse sobre los horizontes, entrecortada por el
brioso piafar de los potros boyacenses, exclamó: «Camaradas, los que sean
valientes síganme, porque en este instante triunfamos».

Catorce jinetes que inicialmente alcanzaron a oírle se arrojaron por el camino


sobre el cerrado escuadrón enemigo, con furor. Apoyados luego por el resto de
lanceros que a veloz galope iban entrando al combate con el mayor denuedo,
arrollaron todo a su paso, transformando una derrota material que hubiera sido
decisiva para la causa, en victoria moral de innegable repercusión en los sucesos
posteriores de la campaña.

Desde luego, la decisión de la jornada no corrió por cuenta exclusiva del coloso
centauro y de los catorce más que le siguieron en su apoteosis, pues, como lo
afirma el parte realista, «toda la infantería y caballería cargó de inmediato». Sin
embargo, ellos dieron el ejemplo.

La batalla del Pantano de Vargas no solamente se caracterizó por la carga de los


famosos lanceros, sino por otros hechos heroicos singulares, entre ellos, la titánica
lucha sostenida en los alrededores del cerro del Cangrejo, entre el capitán realista
Bedoya y el sargento Inocencio Chincá: «Un bizarro y diestro lancero realista —
dice el canónigo Peñuela— se halla frente a frente de uno de esos llaneros
atezados por el sol de los trópicos, descalzo, con un calzón de manta que apenas
le llega a la rodilla, larga camisa que lleva suelta por fuerza y sombrero muy alón;
el realista arremete con furia y después de varios botes de lanza que esquivan uno
y otro con pasmosa agilidad, logra por fin hacer blanco en el cuerpo del llanero; da
este un bramido de furor y, trastornado y ciego de ira, le acierta a su contrario tan
formidable golpe, que lo cruza de parte a parte y lo derriba del caballo. Así acabó

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el famoso capitán Bedoya a manos del sargento Chincá, quien, herido de muerte,
fue llevado al otro día para Tibasosa, mientras repetía por el camino "Bedoya me
pringó, pero también se fue". A los tres días murió, a pesar de todos los cuidados
que le prodigaron».

También son dignos de mención, el particular heroísmo del coronel Jaime Rook,
quien ofreció su sacrificio «a la patria que habría de darle sepultura», y la
temeridad del teniente Juan Carvajal, que peleó contra varios adversarios
simultáneamente, ganándose por ello el sobrenombre de "León del Pantano de
Vargas".

La conducta del teniente coronel Juan José Rondón y del teniente Juan Carvajal fue
reconocida por el Libertador al día siguiente, ascendiéndolos a coronel y
capitán, respectivamente.

La anterior visión panorámica de la batalla del Pantano de Vargas, se encuentra


plenamente respaldada por las afirmaciones de los dos jefes en contienda. En
primer lugar, el coronel Barreiro, en el parte de la acción rendido al virrey Sámano,
consignó: «La columna de reserva recibió orden de flanquearlos y la caballería de
cargarlos, en el desfiladero por donde se hallaban precisados a retirarse. Su
destrucción era inevitable y tan completa que ni uno solo hubiera podido
escaparse de la muerte. La desesperación les inspiró una resolución sin ejemplo.
Su caballería y su infantería, saliendo de los abismos en que se hallaban, treparon
por aquellos cerros con furor. Nuestra infantería, que por un ardor excesivo y por
lo escarpado de la posición se hallaba desordenada, no pudo resistir sus fuerzas;
sin embargo, les disputó a palmos el terreno y cedieron la posición al enemigo
después de la más obstinada defensa». El Libertador, un año después, el 23 de
julio de 1820, desde la Villa del Rosario de Cúcuta, escribió al general Santander:
«Mañana es San Rondón, y cumplo años yo, y todos mis compañeros en Vargas».
Y un poco antes había dicho al vicepresidente: «Era necesario ser justo y
reconocer que, sin el valor de Piar, la república no contaría tantas victorias, sin el
de Nonato Pérez, no vivirían muchos ilustres patriotas y sin Rondón no sabría, lo
que hubiera sido de ellos en la batalla de Vargas».

Resumiendo, el triunfo limitado pero significativo del Pantano de Vargas fue en su


orden producto del generoso patriotismo de los boyacenses de aquella época, de
la inspiración heroica de Rondón, del valor innato de los llaneros y desde luego del
espíritu genial del Libertador que, por ser en sí mismo la revolución de
independencia, supo infundir en sus soldados un fervor místico por la patria y sus
razones de lucha. Esta victoria fue limitada, porque tuvo más un cariz moral que
material, ya que si bien las fuerzas patriotas quedaron dueñas del campo y las
realistas tuvieron que replegarse a los cerros del Salitre y población de Paipa,
ambas quedaron tan desgastadas, que se vieron obligadas a retornar a las
posiciones que tenían antes de la acción, sin haber obtenido ventaja estratégica
decisiva.

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Después de la acción de Vargas, el ejército libertador retrogradó a Bonza y
Duitama, mientras el realista lo hizo hacia Paipa, quedando así prácticamente en las
mismas posiciones anteriores a la batalla.

El ejército libertador logró su recuperación con las guerrillas que operaban en El


Socorro y Tunja, así como con reclutas que, después de publicada la ley marcial en
Duitama, empezaron a llegar de estas dos provincias. El realista pudo
igualmente reforzarse con la incorporación del batallón Tambo proveniente del
Socorro, y el batallón 3° de Numancia y artillería, llegados de Tunja.

Así, los dos ejércitos, ocho días después de la sangrienta batalla, quedaron en
condiciones de combatir. El realista, mermado psicológica y anímicamente, vio
agravarse su situación cuando el Libertador, con un movimiento de extraordinario
alcance ocupó a Paipa el 3 de agosto y luego, mediante hábil escaramuza y una
marcha nocturna en estricto secreto, retrocedió por el Salitre, tomó el camino de
Toca y en la mañana del 5 de agosto se apoderó de Tunja, cortándole a Barreiro las
comunicaciones con Santafé. Bolívar entró a Tunja en medio del entusiasmo de sus
habitantes a las 11 de la mañana, escoltado por la caballería del coronel Juan
José Rondón. La infantería llegó a las 5 de la tarde.

6.23. Batalla del puente de Boyacá (Por el Brigadier General Roberto Ibáñez).

En Tunja permaneció el ejército republicano dos días, recuperándose de todas las


fatigas de la campaña. Jefes, oficiales y soldados, volvieron a dormir bajo techo.
Causa realmente asombro la forma como los tunjanos contribuyeron a la patria en
aquellos instantes decisivos; muchos entraron a servir al ejército, otros aportaron
víveres, caballos, herramientas, ganado y buena parte de lo que poseían; las
damas hicieron 2.000 uniformes para el ejército, bordaron casacas para los
oficiales y hasta tuvieron tiempo para agasajar a los libertadores con suntuoso
baile en la noche del 6 de agosto, en que participó lo mejor de la sociedad tunjana.
Con razón Bolívar llamó a esta ciudad: „Taller de la Libertad‟.

6.24. Desplazamiento de Barreiro

Cuando desde Loma Bonita, frente a Paipa, Barreiro se dio cuenta de que el
ejército libertador había abandonado la población y en ella sólo permanecía la
guerrilla patriota del negro Félix Pabón, se percató de su aislamiento con Santafé y
por ello no pensó en otra cosa que recuperar sus líneas de comunicaciones. Por
tanto, el mismo día 5 de agosto marchó hacia el pueblo de Motavita, situado al
noroeste de Tunja, en condiciones adversas, pues los víveres y vituallas se habían
agotado y el rancherío estaba desierto por abandono de sus moradores; además,
durante la marcha, el ejército realista fue permanentemente hostigado por partidas
sueltas de la caballería patriota y por algunas guerrillas.

Parece ser que Bolívar, valiéndose de un espía tunjano, amigo personal de


Barreiro, le hizo saber que sus intenciones eran las de permanecer en esa ciudad,

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por lo que el jefe realista determinó con un movimiento flanqueanté recuperar sus
comunicaciones con Santafé.

6.25. Dispositivos de marcha

Notificado el Libertador de la maniobra adversaria, en la madrugada del 7 de


agosto de 1819 dispuso el alistamiento de sus fuerzas en la plaza principal,
mientras él, con su estado mayor, se trasladaba al cerro de San Lázaro, para
observar la marcha del ejército realista. Cuando verificó que tomaba la dirección
de Samacá, en busca del camino real a Santafé que confluye con el de Tunja en el
puente de Boyacá, ordenó la marcha del ejército libertador, dispuesto para
combatir en cualquier momento, en el siguiente orden: una fracción de caballería
como descubierta, a órdenes del capitán Andrés Ibarra. Batallón Cazadores,
batallón 1°. de Línea de la Nueva Granada; escuadrón Guías de Casanare. Estas
fuerzas comprendían la División de Vanguardia, a órdenes del general Santander.
Seguía el grueso a órdenes del general Anzoátegui: batallón Rifles, Legión
Británica, batallón Barcelona, batallón Bravos de Páez, escuadrones de caballería.
Finalmente, la reserva constituida por 800 hombres de las milicias de Tunja y el
Socorro.

El ejército realista, ignorante del movimiento paralelo de los patriotas, con su


mirada en Santafé, marchaba dispuesto así: Batallón Tambo y compañías de
Cazadores de los cuerpos, como vanguardia a órdenes del coronel Francisco
Jiménez. Batallones 1o del Rey y 2° de Numancia, caballería y tres piezas de
artillería como grueso a órdenes del propio Barreiro; batallón 3° de Numancia a
órdenes del coronel Juan Loño, como reserva.

6.26. Escenario de la batalla

El campo de Boyacá está formado por un valle ondulado en declive que va de


norte a sur a morir sobre el río Teatinos o Boyacá, que corre de occidente a
oriente. Está enmarcado por las alturas que lo separan de Tunja y Samacá, los
contrafuertes que descienden bruscamente hacia el oriente y la altiplanicie que lo
comunica al sur con Ventaquemada. Los caminos que de Samacá y Tunja iban a
Santafé, se unían en la Casa de Teja, un kilómetro al norte del puente. La
vegetación está constituida por cultivos en las zonas del valle y arbustos y árboles en
las cañadas y alturas dominantes.

A mediodía la vanguardia realista llegó a la Casa de Teja y su comandante


dispuso el almuerzo. De pronto, aparecieron algunos jinetes de la descubierta
patriota y el coronel Jiménez, creyendo que apenas se trataba de alguna guerrilla
con deseos de intranquilizarles el rancho, ordenó que una compañía de cazadores
los dispersara, mientras el resto continuaba almorzando. Cuál no sería su
sorpresa cuando, de entre la niebla que al parecer reinaba sobre el campo aquel
día, vio surgir la vanguardia patriota desplegada y dispuesta al ataque.

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Esta situación obligó a la vanguardia realista a organizar una débil resistencia
sobre la casa y luego sobre otros paredones más al sur, para asegurar el paso del
puente y su organización defensiva en la orilla opuesta de la quebrada Teatinos,
presionada denodadamente por los batallones Cazadores y 1° de Línea.

Barreiro, al enterarse de la presencia del ejército patriota, desplegó sus fuerzas e


intentó el contacto con Jiménez, pero este esfuerzo lo frustraron el batallón Rifles
y la Legión Británica, quedando de esta forma desarticulado el ejército realista y
fraccionado el campo de batalla en dos sectores: sobre el puente y con la
quebrada y hondonada que ésta forma, de por medio, las dos vanguardias; y
sobre el valle inclinado, los gruesos de los dos ejércitos. Bolívar se situó en un
punto dominante cerca de la Casa de Teja, con las milicias de Tunja y del
Socorro.

Dislocado el ejército realista y empeñado el combate en dos frentes, la sorpresa


fue determinando desde un comienzo la desorganización y desmoralización en
sus filas. En el área de las vanguardias el batallón Cazadores y algunos jinetes
patriotas intentaron cruzar el puente, pero se vieron inicialmente obligados a
mantener la posición, mientras una fuerza de exploración del escuadrón Guías de
Casanare, al mando del capitán Duran, guiados por algunas banderas,
encontraban un vado al oriente y sorprendían a las fuerzas del coronel Jiménez por
la espalda, obligándolas a la dispersión.

Entre tanto, las unidades de retaguardia rodeaban los batallones de realistas que
intentaban mantener sus posiciones. Parte de la caballería española con el
coronel Esteban Díaz, jefe del Estado Mayor, abandonó el campo de combate y
huyó por la vía Samacá-Chiquinquirá a Honda, mientras los otros cuerpos eran
rebasados y copados por el ímpetu del ataque patriota. De tal suerte, en poco
tiempo tanto en la vanguardia como en la retaguardia fue derrotada
completamente la Tercera División realista que aseguraba el virreinato de la
Nueva Granada. Barreiro con su segundo el coronel Jiménez, la mayoría de sus
oficiales y 1600 soldados cayeron en poder del ejército libertador y con ellos su
armamento, artillería, municiones y equipo de combate.

Las pérdidas patriotas fueron sólo de 13 muertos y 53 heridos, contándose


infortunadamente entre los primeros al capellán de la división de vanguardia fray
Miguel Díaz.

A la luz del análisis militar, fue esta acción un combate de encuentro, donde la
sorpresa; lograda por Bolívar gravitó desde el primer contacto, propiciando un
impacto psicológico negativo en la Tercera División realista, debilitada por las
marchas forzadas anteriores, lo que influyó para que su resistencia fuera endeble.
Algunos sostienen que fue casi una emboscada; quizás las circunstancias morales
generadas por la última carga del Pantano de Vargas pesaron grandemente en
Barreiro y sus fuerzas. Esta es la razón para que algunos resten importancia a la
acción del 7 de agosto en beneficio de la del 25 de julio.

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Sin embargo, los resultados de una acción militar no se miden por las
circunstancias de su desarrollo y sus proporciones, sino a la luz de sus efectos en el
campo estratégico de la campaña y en el campo político de su objetivo final. Por eso
Boyacá es la más importante batalla librada en suelo colombiano.

Desde luego, pese a las consideraciones expuestas anteriormente, esta campaña,


antes que una planeada jornada militar, fue una epopeya gloriosa con dosis de
aventura, de intrepidez y de intuición genial, especialmente por la imprevisión de
medios para enfrentar una geografía abrupta inimaginada por los llaneros. Pero
Bolívar pudo realizar tan gigantesca empresa concebida más con el corazón,
porque fue un genio intuitivo de extraordinaria imaginación creadora, que supo
inspirar en sus hombres fuerzas sobrenaturales para superar con creces las
difíciles situaciones no previstas. (Hasta aquí el recuento de la batalla hecho por el
Brigadier General Roberto Ibáñez).

6.27. Consecuencias.

El triunfo en la batalla del Puente de Boyacá le aseguró a Bolívar la toma de Santafé.

Al mismo tiempo esa noticia estimuló a los patriotas de otras provincias a


organizarse para defender la independencia. En Antioquia y Chocó los españoles se
rindieron pacíficamente.
En el Cauca las gentes se rebelaron contra los partidarios del gobierno español y
fueron frecuentes los encuentros armados tras los cuales fueron derrotados los
realistas.

La Batalla de Boyacá significó el fin de la dominación española en nuestro país.


Los residuos de los ejércitos realistas fueron vencidos fácilmente. Nueva Granada se
convirtió entonces en el centro de donde partieron las expediciones
libertadoras que más tarde destruyeron el dominio español en Venezuela,
Ecuador, Perú y Bolivia.

6.28. El Nacimiento de la República (1819).

Una vez lograda la separación definitiva de España, se inició la organización de la


República. En un comienzo, la Nueva Granada se unió a Venezuela y Ecuador
para formar a Colombia (más tarde llamada „La Gran Colombia‟).

La idea de la República estuvo asociada desde un comienzo con la idea de unir en


solo bloque a las naciones hispanoamericanas que lograran su independencia.
Esta unión se veía necesaria para fortalecer a las nuevas naciones en caso de
otro intento de reconquista por parte de España y para facilitar su crecimiento
económico.

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6.29. El Congreso de Angostura.

Con anterioridad a la Campaña Libertadora de 1819, se había reunido en Santo


Tomás de Angostura un congreso conformado por representantes venezolanos y
granadinos. Bolívar presidió ese congreso, el cual aprobó la propuesta del
Libertador de unir Venezuela y a la Nueva Granada en una sola República. Bolívar y
Francisco Antonio Zea fueron designados provisionalmente, como presidente y
vicepresidente de la República.

El Congreso se reunió nuevamente en diciembre de 1819 y, bajo la dirección de


Bolívar aprobó la Ley Fundamental de la República de Colombia. Este
documento contenía los siguientes puntos:

-La República de Colombia se dividió en tres departamentos: Venezuela,


Cundinamarca y Quito. El nombre de Cundinamarca se aplicó a la totalidad de
nuestro territorio y se suprimió el de Nueva Granada. Las capitales de estos
departamentos eran Caracas, Bogotá y Quito (pues se suprimió el nombre de
Santa Fe).

-Se nombró un jefe o vicepresidente para cada uno de los departamentos: Germán
Roscio en Venezuela y Francisco de Paula Santander en Cundinamarca.

-Bolívar y Zea fueron reelegidos como presidente y vicepresidente de la República


y se convocó a un congreso nacional que debería elaborar una constitución para
el país.
Finalizado el Congreso de Angostura, Bolívar emprendió las campañas militares que
culminarán en la liberación de Venezuela, lograda en la batalla de Carabobo en
1821.

6.30. Batalla naval de Maracaibo y liberación definitiva de Venezuela


(por el Brigadier General Roberto Ibáñez).

Pese a que la batalla de Carabobo fue decisiva para la libertad de Venezuela, la


guerra prosiguió durante más de dos años. El espíritu realista perduraba en
algunas provincias y las fuerzas del general Miguel de Latorre, amparadas tras los
muros de la plaza fuerte de Puerto Cabello, contaban con suficientes hombres y
artillería para resistir, a la vez que la superioridad española en el mar garantizaba
los abastecimientos de la fortaleza y amenazaba con efectuar desembarcos en
otros lugares del litoral. En tierra, la caballería que consiguió escapar de
Carabobo, fraccionada en guerrillas, hostilizaba a los patriotas y efectuaba toda
suerte de depredaciones contra la población civil.

Para enfrentar ambas amenazas. Bolívar dispuso que el general Páez se


encargara del mando de las provincias de Caracas y Barinas, con la doble misión de
proseguir el sitio de Puerto Cabello y someter las partidas realistas de los
Llanos; al general Bermúdez lo designó comandante de las provincias de oriente,
con la misión principal de conducir el sitio de Cumaná.

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La situación para la República se tornó crítica cuando los españoles de Puerto
Cabello amenazaron con desembarcar cerca de Caracas y por poco obligan al
general Carlos Soublette a evacuar la ciudad. El riesgo fue aún mayor cuando el
general Morales, que reemplazó a Latorre en el mando de las fuerzas
realistas de Venezuela, logró derrotar a dicho jefe patriota en junio de 1822 en el
combate de Dobajuro y se apoderó nuevamente de Coro. De esta ciudad regresó
a Puerto Cabello con el propósito de romper el cerco patriota y amenazar el
centro de Venezuela.

Morales, avisado de la escasa fuerza patriota que protegía a Maracaibo,


aprovechó su superioridad en el mar para dirigirse hacia la península de la
Guajira. Bajando con la corriente de la marea logró penetrar hacia Maracaibo,
donde derrotó al general Clemente el 7 de agosto en Salina Rica y penetró en la
ciudad.

Las repercusiones inmediatas de la pérdida de Maracaibo fueron notables, en


primer término por alterar los planes libertadores sobre el Perú, y luego porque
consumió ingentes esfuerzos del gobierno colombiano para improvisar fuerzas y
adoptar severas medidas a fin de impedir la progresión realista hacia el interior de
Venezuela y, eventualmente, hacia el oriente de la Nueva Granada.

Dueño de Maracaibo, el activo jefe realista dictó un decreto restableciendo la


guerra a muerte. Evidentemente el esfuerzo bélico se trasladaba hacia el mar,
donde la república no contaba con el poder naval suficiente para medirse con la
escuadra española, ni para interceptar la afluencia de refuerzos y abastecimientos
con los cuales Morales tenía en mente adelantar una nueva reconquista partiendo de
Coro y Maracaibo.

En tales circunstancias, la incipiente pero heroica armada colombiana, que había


demostrado su espíritu y su capacidad combativos en la noche de San Juan y en
la toma de Cartagena, zarpó el 24 de noviembre de 1822 a órdenes de su bizarro
comandante, el coronel riohachero José Padilla desde la Ciudad Heroica con
rumbo a Maracaibo. La fuerza naval republicana estaba integrada por 6
bergantines, 2 corbetas, 8 goletas y 3 flecheras, con un total de 96 cañones y mil
hombres de tripulación.

El 15 de enero de 1823 se oficializó el bloqueo al lago de Maracaibo, notificándose a


las armadas neutrales que, después de los 30 días siguientes, no podría ningún
buque o armada surcar las aguas interiores entre el cabo de San Román y el de
Chichivacoa.

Morales, por su parte, artilló sus buques en Maracaibo con los cañones del castillo
de San Carlos y fuerte Zapara, a la espera de la flota española que desde La
Habana navegaba hacia el lago a órdenes del capitán de navío Ángel Laborde.

Padilla tuvo que desembarcar en Santa Marta para sofocar una insurrección
realista que había logrado apoderarse de la ciudad, mientras el gobierno de la

61
república, en reconocimiento a sus hazañas en el sitio y toma de Cartagena, le
confería el grado de general de brigada (equivalente al de contralmirante) el 2 de
abril de 1823.

6.31. Paso de La Barra y asalto a Maracaibo

A comienzos de mayo el capitán Renato Beluche, que había sido enviado con el
bergantín Independiente, las goletas Antonia Manuela, Juana, Leona, Favorita y el
falucho Erosiont con auxilios para el general Soublette, junto con el capitán
Daniels que mandaba las goletas Carabobo y María Francisca, se vio obligado a
combatir contra la flota española cerca de La Guaira en condiciones
desventajosas y fue derrotado. Reluche apenas pudo salvar el Independiente, la
Leona y la Antonia Manuela, con las cuales enrumbó en busca de Padilla a quien
encontró en Los Teques.

La derrota naval sufrida, a más de acrecentar la superioridad española en el mar,


tornó infructuoso el bloqueo republicano a Maracaibo y situó en difíciles
circunstancias a la armada colombiana. Aquí brilla el coraje de Padilla en su mejor
expresión. Lejos de amilanarse o buscar en la retirada un mejor momento para la
acción decisiva, decidió luego de reunirse con sus comandantes subordinados,
tomar rumbo al sur con el propósito, arriesgado en extremo, de forzar La Barra y
penetrar al lago de Maracaibo. Buscaba así neutralizar la superioridad naval del
adversario, batir separadamente a Morales y obligar a Laborde a buscarlo en el
área más conveniente para librar la batalla decisiva donde el español no pudiera
emplear sus unidades mayores.

El lago de Maracaibo tiene 13.500 kilómetros de superficie, 155 kilómetros de


norte a sur y 120 kilómetros de anchura máxima. Es, por tanto, un pequeño mar
mediterráneo que se comunica con el de las Antillas por un estrecho donde
chocan las corrientes marinas de manera brusca. Esta angostura se encontraba
protegida por un sistema defensivo terrestre conformado por las fortalezas de San
Carlos y Zapara, desde donde se podían cruzar fuegos haciendo en extremo difícil
penetrar al lago. En esta forma la operación prevista por Padilla era temeraria en
extremo, digna de su carácter intrépido y decidido. Preocupaba al jefe de la
escuadra republicana el apoyo que requería por la parte terrestre desde el oriente
hasta el puerto de Altagracia y desde el occidente hacia Maracaibo, donde
Montilla, con la columna de Riohacha, no se mostraba presto a colaborar como en
efecto ocurrió.

De todas formas la suerte estaba echada y la flota se aprestó a forzar el paso de


la barra con los siguientes buques colombianos y sus tripulaciones: Bergantines:
Independiente, con 100 hombres; Marte, con 96; Gran Bolívar, con 102; y
Confianza, de transporte, con 37; goletas: Independiente, con 72; Espartana, con
80; Atrevida, con 46; Terror, con 55; Criolla, con 18; Antonieta Manuela, con 110;
tres flecheras con 110; 2 lanchas con 32 y 1 bote con 8 hombres; en total, la flota la
integraban 929 hombres y los buques contaban con 96 cañones.

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Las fuerzas realistas, por su parte, contaban con 2 000 veteranos bien armados
guarneciendo los fuertes, más un escuadrón de caballería y 1.000 reclutas en
instrucción. Morales aguardaba la flota española de Laborde, cuyo poder de fuego
era muy superior a la republicana. La sola fragata Constitución contaba con 42
cañones de gran calibre.

Acción del castillo de Maracaibo. (Oleo de la época, de autor anónimo)

Del 14 al 19 de mayo las dos flotas realizaron acciones de tanteo en las que la
realista llevó la peor parte, con varias bajas de oficiales y marinería. El 20,
mientras las naves republicanas eran lanzadas por un temporal hacia El Tablazo,
la armada realista intentó acometerlas, centrando el ataque sobre el buque
insignia Independiente, que lograron abordar, y en la refriega subsiguiente Padilla
fue herido en la cabeza en forma que perdió el conocimiento y se llegó a darlo por
muerto. Vuelto en sí, con su coraje habitual recobró el mando al grito de «Padilla
no ha muerto, viva la Virgen de los Remedios de Riohacha». El ataque fue recha-
zado con pérdidas de alguna consideración para los realistas, por lo cual Morales
quiso juzgar a varios oficiales, de lo que finalmente desistió ante el temor de un
levantamiento.

El 25 de mayo, en otro intento ofensivo del adversario, los republicanos hicieron 20


prisioneros con 14 piraguas surtidas de víveres que remediaron en buena parte sus
necesidades alimentarías, y hundieron la flechera Naireña, a costa de 3
marineros muertos. El 28 Padilla atacó con 100 hombres el puerto de Moporo con el
ánimo de buscar contacto con la columna terrestre el coronel Manrique, lo que le
permitió incautar buena cantidad de ganado para abastecer sus tropas,
concentrando luego su flota en el puerto de La Corona en espera de noticias de las
columnas terrestres. Sin haberlas recibido, se dirigió a Altagracia, atacando de paso
los buques realistas menores que se dirigían hacia el castillo de San Carlos
causándoles considerable daño.

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Entre tanto, el general Francisco Gómez, que había reemplazado transitoriamente
a Montilla por enfermedad de éste, intentó apoyar a Padilla, para lo cual alcanzó la
población de Sinamaica, pero el invierno lo obligó a regresar. Sin embargo, su
maniobra forzó a Morales a abandonar a Maracaibo para salir a su encuentro,
dejando apenas una guarnición de 500 hombres al mando del coronel Sebastián
de la Calzada. Avisado Padilla, coordinó con el coronel Manrique el ataque a la
ciudad, que se desencadenó los días 15 y 16, logrando hacerse a toda la artillería
del castillo, que hizo trasladar a sus buques, y capturando las embarcaciones
menores surtas en el puerto, con un costo de 40 muertos y 130 heridos por 80
muertos y 200 heridos del enemigo. Ante el inminente regreso de Morales con sus
2.500 hombres, Padilla evacuó la ciudad, trasladando su flota a la isla de Burros,
donde se repararon algunas embarcaciones y se repararon otras.

El 28 de junio. Padilla sorprendió otra vez las fuerzas sutiles enemigas,


haciéndoles más de 100 bajas y echando a pique una flechera y 2 piraguas. A
pesar de esta sucesión de éxitos, Montilla intrigaba por relevarlo del mando ante los
generales Soublette y Santander, y así el formidable guerrero pudo
aproximarse a su hora de gloria.

Fue una gran victoria para las armas de la república, que consolidó, ahora sí
definitivamente, la independencia de Venezuela, y liberó a Colombia de la guerra
en dos frentes, para dedicar su máxima atención al sur, donde Simón Bolívar se
aprestaba a librar la campaña libertadora del Perú. Puerto Cabello y Cumaná
quedaban perdidas para la causa del rey y en breve tiempo se rendían a los
ejércitos de Colombia. El arrojo de Padilla corrió parejo con su pericia naval, para
conquistar la más grande victoria en el mar de toda la guerra de Independencia.

6.32. Congreso de Cúcuta y Constitución de 1821.

El Congreso Nacional convocado por el Congreso de Angostura se reunió en


Cúcuta en 1821. Después de muchas discusiones durante las cuales surgieron las
antiguas tendencias centralista y federalista, el Congreso aprobó una constitución
para la República de Colombia. Según esta constitución, el estado estaría
constituido por tres poderes: el legislativo, conformado por dos cámaras, una de
representantes y otra de senadores. El ejecutivo, conformado por un presidente
elegido cada cuatro años por las asambleas electorales y asesorado por un
vicepresidente y un Consejo de gobierno. El poder judicial conformado por la Alta
Corte de Justicia, los tribunales y los juzgados.

Entre las leyes expedidas por el Congreso de Cúcuta hay que citar las siguientes: Se
abolió la trata de negros y se proclamó la „libertad de partos de las esclavas‟ o sea
que, en adelante los hijos de los esclavos serían considerados hombres libres. Se
declaró la igualdad de los indígenas con respecto a los demás ciudadanos. Y se
suprimieron algunos impuestos coloniales.

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6.33. Independencia de Ecuador, Perú y Bolivia.

Mientras se celebraba el Congreso de Cúcuta, Bolívar marchó con sus tropas


hacia Ecuador para expulsar de allí a los españoles. En la batalla de Pichincha,
ocurrida el 24 de mayo de 1822, se selló la independencia de Ecuador.

Luego, en 1824, Perú y Bolivia consiguieron la independencia de España después de


las batallas de Junín y Ayacucho.

Bolivia, que hasta entonces había formado parte del Perú, se organizó
independientemente y adoptó tal nombre como homenaje al Libertador, quien no
aceptó el cargo de presidente pero redactó la constitución que debía regir al país.

Las campañas de independencia de Ecuador, Perú y Bolivia las llevaron a cabo


soldados de la Gran Colombia, de los cuales un buen número procedía de la
Nueva Granada. Así mismo, Nueva Granada proporcionó gran parte de la
financiación requerida para la guerra.

Entre los comandantes que se destacaron en esa campaña hay que citar al
venezolano Antonio José de Sucre, a quien Bolívar confirió el título honorífico de
Gran Mariscal de Ayacucho; y al granadino José María Córdoba, quien se hizo
famoso al arengar a sus tropas y llevarlas al combate al grito de “A paso de
vencedores!”.

6.34. La Gran Colombia.

Se había completado la liberación de Suramérica; pero desafortunadamente la


Gran Colombia duró poco. Varios factores conspiraron contra su existencia.

Hubo conflictos entre los venezolanos y el gobierno central (presidido por


Santander, mientras Bolívar se hallaba de campaña en el sur). Páez y Santander
tuvieron fuertes divergencias; y en 1826 varias ciudades venezolanas se rebelaron
contra el Gobierno, proclamaron a Páez jefe civil y militar de Venezuela y una
asamblea decretó la separación de Venezuela de la Gran Colombia. Bolívar
aplacó la sublevación, pero confirmó a Páez como jefe civil y militar y en esta
forma desautorizó al gobierno de Santander.

Por otra parte, se presenta una ruptura ideológica entre Bolívar y Santander, por la
forma como debería organizarse la joven república. Bolívar planteó una
constitución autoritaria que proclamaba la existencia de un presidente vitalicio que
gozaba de amplios poderes. Santander estaba en desacuerdo. Como consecuencia se
forman dos bandos: los que siguen a Santander, que fueron llamados „civilistas‟, y
los que siguen a Bolívar, que fueron llamados „militaristas‟.

El país parece dirigirse hacia la anarquía; entonces Bolívar se declara en ejercicio de


facultades extraordinarias. Sus enemigos lo acusan de haberse convertido en
dictador.

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El 25 de septiembre de 1828 un grupo de hombres intentó asesinar al Libertador,
quien logró salvarse huyendo por una ventana del Palacio de San Carlos.
Controlada la conspiración, fueron ejecutados algunos de sus dirigentes y
Santander, fue desterrado, pues alguno de los complotados lo acusó de haber
participado en la conspiración.

Poco después, el general José María Córdoba se sublevó en Antioquia contra la


dictadura e invitó a Páez a hacer lo mismo en Venezuela. El alzamiento fue
controlado, pero la crisis interna no había podido solucionarse.

Finalmente, Bolívar, cansado, enfermo y decepcionado a causa de las intrigas que


surgen por doquier, renuncia al cargo de presidente y se retira a Santa Marta,
donde fallece el 17 de diciembre de 1830.

El año de 1830 marcó la disolución de la Gran Colombia, con la definitiva


separación de Venezuela y del Ecuador.

___________________________________________________________________

- Argos. Cursillo de historia de Colombia. Editorial Colina. Bogotá. 1995.

- Arteaga, Manuel/ Arteaga, Jaime. Historia política de Colombia. Ed. Planeta.


Bogotá. 1999.

- Caballero, Lucas. Memorias de la guerra de los mil días. Colcultura. Bogotá.

66
7. LAS GUERRAS CIVILES DEL SIGLO XIX

Por: Luis Henrique Gómez Casabianca (Miembro de la Academia Colombiana de


Historia Militar)

Al completarse el proceso de la Independencia (que duró 9 años) se rompieron los


lazos con la Metrópoli española y se estableció en Colombia el sistema
republicano. Éste se iría afinando durante el siglo XIX, mas el proceso no fue fácil
como tampoco lo sería la consolidación del ideal democrático.

Fue así como en ese lapso se desataron varias guerras civiles cuya motivación
estuvo principalmente en las radicales diferencias que surgieron acerca de la
forma como debería organizarse la naciente república.

La mayoría de estas guerras tuvo carácter político, pero algunas se produjeron


también por causas económicas e incluso religiosas.

El siguiente es un recuento de los principales conflictos:

1. Guerra entre Centralistas y Federalistas (1812-1813).


2. Guerra de los Conventos o de los Supremos (1839-42).
3. Guerra de 1851.
4. Guerra de 1854.
5. Intento separatista en Santander (1859).
6. Levantamiento del General Mosquera (1860-63).
7. Guerra religiosa de 1876-77.
8. Guerra de 1885. (Alzamiento contra Núñez).
9. Guerra de 1895. (Alzamiento contra Caro).
10. Guerra de los Mil Días. (1899-1903).

Un analista político de la época señaló: “cada guerra trae una nueva constitución y
cada constitución trae una nueva guerra.”

El promedio de vida de las constituciones expedidas durante el siglo XIX fue de 10


años. Las hubo tanto de carácter liberal como conservador, aunque hay que
anotar que para el tiempo en que se libraron las primeras guerras civiles, no se
habían constituido aún estos partidos.

7.1. Guerra Civil de 1812-1813.

En realidad, nuestra primera guerra civil se desató durante la Primera República


(1810-1816), cuando aún ni siquiera se había consolidado la Independencia; y se
produjo entre los partidarios de dos formas opuestas de organizar el país: los
Centralistas y los Federalistas. Los primeros abogaban por el establecimiento de un
poder central fuerte; y los segundos por una distribución equitativa del poder en los
distintos polos regionales.

67
No fue posible conciliar las diferencias y en 1812 los dos grupos acudieron a las
armas. Dos próceres encabezaron las facciones encontradas: el grupo centralista
estuvo dirigido por don Antonio Nariño, Presidente de Cundinamarca; en tanto que el
grupo federalista lo estuvo por don Camilo Torres.

Nariño dirigió en persona su ejército. Las primeras victorias de la guerra fueron


para el bando de los federalistas. En diciembre de 1812, Nariño fue derrotado en
Ventaquemada por las tropas de Baraya, mas consiguió recuperarse y al frente de su
ejército puso sitio a Santafé de Bogotá. El choque decisivo se produjo el día 9 de
enero de 1813, al librarse la batalla de San Victorino, donde los centralistas
finalmente coronaron su victoria.

Sin embargo, estaba latente el peligro de una reconquista española, y Nariño


debió marchar hacia el sur del país (en junio de 1813) a enfrentar un ejército
realista, en lo que se llamó „La Campaña del Sur‟. Tras librar varios combates
exitosos, el general Nariño cayó prisionero cerca de Pasto y su ejército se retiró en
desorden.

La corona española conservaba importantes enclaves en América y dos años más


tarde lanzó su mayor operación para retomar el control de las provincias
americanas que habían proclamado su independencia. Esta acción se llamó „La
Reconquista‟ y estuvo dirigida por el general don Pablo Morillo. Éste, tras
apoderarse de Cartagena y más tarde al entrar en Bogotá (mayo de 1816)
estableció el llamado „Régimen del Terror‟. Entonces, anegada en sangre, terminó la
Primera República.

Fue así como la Guerra Civil de 1813 debilitó y dividió a los republicanos,
facilitando el proceso de la Reconquista Española.

7.2. Guerra Civil de 1839 (o de los Conventos o de los Supremos).

Tras la Independencia, en el Congreso de Cúcuta de 1821 se estableció, entre


otras cosas, que los conventos que tuviesen menos de 8 religiosos debían
clausurarse. En el año 1839, el gobierno del presidente José Ignacio de Márquez, a
instancias del obispo de Popayán, decidió hacer efectiva esa norma y expidió la
orden de cerrar una serie de conventos en el sur del país “y que los bienes que les
quitaran fuesen destinados a la educación pública.” (Argos).

En el sur del país, “la noticia de la clausura ocasionó el incendio”. (Argos). Ante la
orden de cerrar dichos conventos, en Pasto el furor no tuvo límites y los frailes de
los conventos de Cali resolvieron resistir y oponerse con las armas en la mano. El
monje fray Francisco Villota monta a caballo, “empuña el estandarte de San
Francisco de Asís y seguido por más de 5.000 devotos, cual otro Pedro el
ermitaño, predica la guerra santa.” (Arteaga).

Esta será una terrible guerra religiosa. El gobierno envió al general Pedro
Alcántara Herrán a debelar el movimiento. Este marchó hacia el sur donde hubo

68
de enfrentar a los revolucionarios organizados en guerrillas y dirigidos por los
diestros Andrés Noguera y Estanislao España. En esa misma región el general
José María Obando, tras declararse “Supremo Director de la Guerra”, se unió al
alzamiento, mas fue derrotado y hecho prisionero.

Dice Argos que esta guerra pasó de ser religiosa a ser política.

Aunque el general Herrán obtuvo algunos triunfos en el sur; estalló otra


sublevación contra el gobierno en Vélez, Santander. El coronel Manuel González
avanzó desde Zipaquirá en dirección a Bogotá y ésta se aprestó a resistir. Hubo
un combate al occidente de la Sabana, donde el coronel Juan José Neira, jefe de la
guarnición capitalina, logró imponerse a los invasores, aunque resultó herido de
consideración y murió poco después.

En 1841 fue elegido presidente de la república el general Pedro Alcántara Herrán,


mas ello no trajo la anhelada paz. Continuaron los combates en distintas regiones
y especialmente al sur-occidente del país. En Cartago el general Tomás Cipriano
de Mosquera, nombrado Ministro de Guerra, hizo fusilar a varios prisioneros; y otro
tanto hizo un Dr. Aranzazu, “quien no conmutó la pena de muerte a los cabecillas
revolucionarios.” (Arteaga). Finalmente, fue capturado el guerrillero Sarria y
enviado a las bóvedas de Cartagena, con lo cual se puso fin a esta larga y
sangrienta guerra. (1839-1842).

7.3. La Fundación de los Partidos.

En 1848 se organizó, de manera programática y oficial el Partido Liberal. En el


mes de julio, Ezequiel Rojas publicó su primer programa conocido.

También en 1848 se dio a la publicidad el primer programa oficial del Partido


Conservador. Apareció en el periódico La Civilización y fueron sus autores José
Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez.

- Los liberales se definen como admiradores del general Santander.


- Son civilistas.
- Simpatizantes del Federalismo (o autoridad descentralizada).
- En economía son apuestos al intervencionismo del Estado.
- Y partidarios del Librecambismo.
- En cuanto a religión, cuestionan el influyente papel de la Iglesia.
- Defienden la libertad de cultos.
- Proponen total independencia entre Iglesia y Estado.
- Apoyan la educación laica en oposición a la espiritualista.
- Son propicios a la transformación institucional.
- Defensores acérrimos de las libertades de palabra y opinión.
- Asimismo, de la liberación de los esclavos.
- Admiradores de la Revolución Francesa de 1848.
- Muchos de ellos militan en la Masonería.
- Su insignia es la bandera roja.

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- Por su parte, los conservadores se definen como admiradores de Bolívar.
- Partidarios de una autoridad fuerte y centralizada.
- Que el Estado sea regulador de las actividades económicas.
- La religión católica debe ser la orientadora moral de la nación.
- Abogan por estrechos vínculos entre la Iglesia y el Estado.
- Además luchan por conservar las tradiciones, la lengua y los valores
heredados de la Colonia.
- Su enseña es la bandera azul.

Los conservadores representarán la tradición y el orden (la derecha), en tanto que los
liberales tomarán la bandera de la libertad y las transformaciones,
identificándose en este caso con los movimientos de izquierda europeos.

7.4. Guerra Civil de 1851.

7.4.1. Antecedentes:

Las elecciones presidenciales de 1849 se realizaron en un clima de gran agitación


y zozobra. Los congresistas, que entonces eran los encargados de elegir al
presidente, votaron en medio de presiones y amenazas. Desde el año anterior se
habían formado las llamadas „Sociedades Democráticas‟, grupos violentos de
origen liberal, cuyos miembros se declaraban admiradores de la Revolución
Francesa de 1848; y se manifestaban dispuestos a obtener el poder para su
partido a como diese lugar, aún empleando los más violentos expedientes.

Así, las „Sociedades Democráticas‟ empiezan a protagonizar desórdenes públicos y


ataques contra sus adversarios.

Desde las primeras horas del día 7 de marzo de 1849, señalado para la elección, se
vieron corrillos formados por toda clase de individuos con grandes divisas que
decían: “¡Viva López, candidato popular, terror de los conservadores!”. Se trataba
del candidato liberal José Hilario López.

Según refiere el historiador Arteaga: “El populacho invadió las cámaras del
Congreso y con gritos y amenazas quiso imponer su voluntad.” Las barras
pudieron ser despejadas, pero la multitud afuera grita, se exaspera y amenaza
romper las puertas. El Congreso se convence que de las amenazas pasará a los
hechos e intimidado, elige a López. El jefe conservador Mariano Ospina Rodríguez
escribe en su papeleta: “Voto por López para que el Congreso no sea asesinado”.

A pesar de las circunstancias anómalas que rodearon el proceso electoral, la


elección fue declarada legítima y José Hilario López ascendió a la presidencia ese
mismo año.

Su gobierno estuvo marcado por diversas circunstancias y en él se emprendieron


importantes reformas. Entre otras, se estableció la Comisión Corográfica
(expedición geográfica y científica dirigida por el coronel Agustín Codazzi); y se

70
decretó la abolición definitiva de la esclavitud (1851). Pero al mismo tiempo, se
tomaron duras medidas anticlericales (por las cuales López sería excomulgado) y se
aumentó la agitación sectaria.

Refiere Arteaga que durante una de las borrascosas reuniones políticas


escenificadas en esos días, el señor Francisco Morales pidió desde la barra
permiso para hablar y terminó su discurso diciendo: “En prueba de que mis
principios son liberales, si se quiere ahorcar al arzobispo, yo seré su verdugo!”.

Por otra parte, la situación de inseguridad se tornó muy grave, especialmente en


Bogotá, con hurtos y asaltos por doquier. “No habiendo seguridad (...) cada casa se
convirtió en una fortaleza. Las puertas de ellas no se abrían sino después de las 7
a.m., no sin antes asomarse a los balcones y ventanas a fin de cerciorarse de que
no había peligro de bandidos. Todas las casas se comunicaban con las vecinas
por medio de campanas y durante la noche se oían mil detonaciones de revólver
para amedrentar a los bandidos.” (Así lo refieren varios cronistas como Codovez
Moure y otros).

“Las Sociedades Democráticas, especialmente las del sur, cometían graves


abusos, azotaban y daban muerte a sus enemigos políticos.” (Arteaga). El jefe
liberal Manuel Murillo Toro trató de justificar esas acciones diciendo que sólo se
trataba de “retozos democráticos”.

En ese ambiente estalló la guerra de 1851.

7.4.2. Desenlace:

Dice el historiador liberal Aníbal Galindo: “La revolución conservadora de 1851


contra el gobierno del general López (...) se explica, y aún puede decirse con
todas las reservas del caso, que admite cierta justificación.”

Existen dos interpretaciones sobre esta guerra: la primera explica que fue a causa
de los atropellos protagonizados por los grupos exaltados liberales en contra de
los conservadores, con la tácita anuencia del gobierno. La segunda tesis afirma
que la causa de la guerra fue el decreto de liberación de los esclavos, pues “los
grandes propietarios de ellos se juzgaron arruinados al tenerlos que liberar.”
(Arteaga).

El 23 de abril de 1851 principió en Pasto el movimiento revolucionario encabezado


por el coronel Manuel Ibáñez; poco después lo siguió Julio Arboleda, quizá el
mayor propietario de esclavos en el sur. Mas la suerte les fue adversa, el general
Manuel M. Franco los derrotó en Buesaco y la casa de Arboleda fue saqueada.

En Antioquia, el general Eusebio Borrero, quien se levantó en armas, sería


combatido por el general Tomás Herrera, en una campaña ruda y sangrienta. En
el Tolima se pronunciaron los Caicedo y en Guasca, Cundinamarca, don Pastor
Ospina. En Bogotá fue capturado don Mariano Ospina, a quien el gobierno

71
consideraba el alma del movimiento. El 6 de agosto de 1851 se libró en el Tolima la
batalla de Garrapata, donde el ejército oficial derrotó a la caballería enemiga
compuesta por los famosos lanceros tolimenses.

La guerra fue corta. Tan solo duró dos meses, pero se ocasionó una notable
pérdida de vidas, y se ocasionaron grandes gastos económicos, desmoralización y
odios profundos. Sin embargo, no hubo represalias; se decretó el indulto; el
partido liberal salió fortalecido y José Hilario López gobernará exclusivamente con él
a la nación.

7.5. Guerra Civil de 1854.

En abril de 1854, el general José María Melo, quien era ministro de guerra, dio un
golpe de cuartel contra el presidente José María Obando y se declaró en ejercicio
del poder. Esto desencadenó otra guerra civil.

José María Meló, 1854. Acuarela atribuida a José María Espinosa o a


José Gabriel Tatis. Museo Nacional, Bogotá.

Esta guerra tuvo, al parecer, motivos económicos, pues fue librada entre
„Librecambistas‟ y „Proteccionistas‟.

Vale la pena revisar algunos antecedentes: Bajo el primer gobierno de Mosquera


(1845-49) se produjo la segunda apertura económica (la primera había sido
durante el gobierno de Bolívar). En esta ocasión, Mosquera instrumentó esa
medida por intermedio de su ministro Florentino González. “De repente se abrieron
las compuertas a una nueva avalancha de „Libre Cambio‟ para competencia sin
árbitros entre la gigantesca Inglaterra de entonces y la adolescente Nueva
Granada.” (De Maetzu). A consecuencia de ello se produjeron numerosas
quiebras en el sector artesanal. “Se opusieron a ello casi con las uñas los grupos
nacionalistas que entonces fueron conocidos como „Draconianos‟, comandados por
el antiguo oficial realista José María Obando.”

72
' José María Obando. Litografía de Sarony sobre fotografía de Demetrio Paredes, realizada en 1852,

El tema del Libre Cambio ha dividido al liberalismo entre gólgotas (o radicales),


partidarios del Libre Cambio; y draconianos, defensores del proteccionismo (y
partidarios de cerrar las fronteras a la importaciones para proteger la incipiente
artesanía e industria nacional).

En 1853, Obando fue elegido para la presidencia, y aunque simpatizaba con los
draconianos, se vio obligado a aprobar la constitución de 1853, que era la
continuación de la política librecambista establecida por el gobierno anterior.
Efectivamente, José Hilario López, a pesar de las promesas que hiciera a los
artesanos, durante su mandato estableció el librecambio. Esta reforma favoreció a los
comerciantes importadores - exportadores y a los terratenientes interesados en
vincularse al mercado internacional.

La expedición de esa constitución acentuó el descontento de los draconianos y se


volvieron frecuentes los enfrentamientos entre éstos y los gólgotas o radicales, que
pertenecían al grupo de ricos comerciantes.

La institucionalización del librecambio trajo como consecuencia el levantamiento de


los artesanos quienes, comandados por el general José María Melo,
protagonizaron el golpe de estado de abril de 1854.

Melo, defensor del proteccionismo, se proclamó jefe supremo del Estado, y como tal
abolió la constitución y disolvió el Congreso. Estos antecedentes fueron los que
desencadenaron la guerra.

73
En Tunja, el general Tomás Herrera se declaró presidente constitucional del país y
luego se trasladó a Ibagué, declarándola capital de la República. Herrera tomó el
mando de las tropas leales al gobierno legítimo; José Hilario López asumió el
mando del Ejército del Sur; en tanto que Tomás Cipriano de Mosquera
encabezaba el Ejército del Norte. Más tarde se les unió el general Herrán,
fortaleciendo esa coalición de liberales y conservadores contra el general Melo.
(Hay que anotar que para esa época el general Mosquera era conservador,
algunos años más tarde ha de cambiar de partido).

Escribe Vargas Martínez, biógrafo de Melo: “Las tropas leales a los partidos
políticos creados en la década anterior, bajo la dirección de tres expresidentes, se
unieron para acabar con el experimento social único en la historia del continente, de
crear (...) una república de artesanos.”

Los artesanos fueron organizados en milicias, junto con las tropas fieles a Melo y
se inició el enfrentamiento. El 20 de mayo de 1854 se dan los combates de
Zipaquirá y Tíquisa, donde Melo, encabezando sus fuerzas, propina sendas
derrotas a Tomás Herrera. Pero a continuación, el general Melo inicia una política
defensiva que lo hizo replegar dentro de los límites de la Sabana de Bogotá.

La guerra fue cruenta y Melo resistió durante 8 meses, hasta que el final las
fuerzas enemigas convergieron sobre la capital. El 4 de diciembre de 1854, luego de
un encarnizado combate, en que se luchó casa por casa, el general Melo optó por
rendirse.

74
El general Melo fue capturado y se le juzgó, condenándosele a una pena de 8
años de destierro. Ha de morir en México.

Esta guerra, en que triunfaron los expresidentes López, Mosquera y Herrán, con el
respaldo de los comerciantes y de los terratenientes conservadores, significó un
triunfo para el Librecambismo. El bando de los artesanos fue aplastado por esa
coalición y “centenares de artesanos (unos 200) fueron apiñados en campos de
concentración en Chagres, Panamá, donde murieron de fiebre y desamparo.”
(De Maetzu).

Los historiadores económicos coinciden en señalar que el resultado de esa guerra,


tras la cual se estableció el librecambismo y desaparecieron los draconianos,
significó un duro revés para la economía colombiana y sus incipientes
manufacturas, las cuales bajo una avalancha de productos importados casi
llegaron a desaparecer.

7.6. Guerra Civil de 1859.

Esta no tuvo carácter nacional sino local, pues estuvo localizada en Santander, sin
embargo reviste una gran importancia.

A mediados de 1859 el Dr. Vicente Herrera, presidente liberal del Estado


Soberano de Santander, lanzó su idea de establecer una llamada „República del
Zulia‟, la cual estaría conformada por territorios de Colombia y Venezuela.

Entonces los conservadores, dirigidos por los generales Leonardo Canal y Juan
José Márquez, se levantaron en armas contra el gobierno de Herrera: Para
encarar la insurrección, éste logró reunir una fuerza de 1.000 hombres, y se inició el
enfrentamiento.

Las tropas de Vicente Herrera son derrotadas en Suratá por las fuerzas
conservadoras del general Márquez, pero los liberales recuperan la iniciativa y
vencen a sus contrarios en los campos de Güepsa, San Andrés y Oratorio. Las
huestes azules quisieron continuar la lucha en Boyacá, pero dieron en el sitio de
La Concepción (Santander) con el ejército liberal del entonces coronel Santos
Gutiérrez.

“El 29 de agosto de 1859 -relata Cordovez Moure- se libró en el pueblo de


Concepción uno de los combates más sangrientos que registran los anales
militares de esa época. Se dieron cita los liberales (...) a órdenes del coronel
Santos Gutiérrez; y los conservadores al mando de los valientes jefes Juan José
Márquez y Melchor Coreana.” De los 1.000 hombres que entraron en combate,
200 quedaron muertos y heridos la mayoría. En esta refriega tocó a Coreana
defender la iglesia que fue el último punto que se rindió y donde este jefe cayó
prisionero.

75
Tras librar otros enfrentamientos, cuyo desenlace fue generalmente adverso,
finalmente los conservadores del Estado de Santander, se vieron obligados a
capitular y firmaron la paz en Bogotá, el 17 de septiembre de 1859.

Sin embargo, vale la pena anotar que con su acción evitaron que fuera separado de
Colombia el Estado de Santander.

7.7. Guerra Civil de 1860.

En mayo de 1860, el presidente del Estado Soberano del Cauca, general Tomás
Cipriano de Mosquera, acusó al presidente de la República, el conservador Ospina
Rodríguez de interferir en los asuntos regionales y declaró la guerra al gobierno
central.

Mosquera, que había sido conservador, busca el apoyo de los liberales para esta
aventura bélica y tras nombrarse “Supremo Director de la Guerra”, marcha hacia la
capital al frente de un ejército de macheteros. Muchos se unen a la insurrección de
Mosquera, hasta su antiguo enemigo, el general Obando.

El ansia de poder juega un papel esencial en ese levantamiento. Según relata


Gómez Aristizábal, durante las elecciones anteriores, “Mosquera, hombre de fines y
no de principios, anunció que si triunfaba Ospina lo derribaría con los liberales y que
si triunfaba Murillo Toro lo haría con los conservadores.”

Y ha sido el mismo presidente Ospina, quien tras asumir la primera magistratura, ha


tenido el gesto de nombrar al general Mosquera Presidente del Cauca.

De modo pues, que Tomás Cipriano de Mosquera, que había sido bolivariano y
conservador, se insurrecciona con apoyo de los radicales y -señala Plazas Vega,
cambia de partido.

El presidente Ospina despacha fuerzas contra Mosquera, al mando del general


Joaquín Posada. En Santander, en apoyo al gobierno, se organizan los
conservadores al mando del general Leonardo Canal, y vencen en los encuentros
parciales de Galán y Jaboncillo, así como en el sangriento campo de Oratorio. El 16
de agosto se establece en ese Estado un gobierno conservador presidido por el
propio general Canal.

Mientras tanto, en Manizales, Mosquera es batido por el general Posada y tiene


que replegarse. Más tarde derrota en Segovia al general Joaquín París; pasa a
Neiva donde une sus fuerzas a las del general y expresidente José Hilario López y
abre operaciones sobre Cundinamarca.

En la costa norte, las tropas liberales de Cartagena, comandadas por Juan José
Nieto, le ponen cerco a Santa Marta. Dirige la defensa de esta plaza el poeta y jefe
conservador caucano don Julio Arboleda, quien tras resistir un asedio de varias

76
semanas tiene que escapar con un puñado de sus hombres hacia Panamá; y
Santa Marta cae en manos de los revolucionarios liberales.

En marzo de 1861 Mosquera cruza el río Magdalena y penetrando en


Cundinamarca, avanza hacia Bogotá. En Subachoque derrota a las fuerzas del
general París (25 de abril); pero en el caserío de El Rosal, muy cerca de allí, fue
muerto a lanzadas su liado y antiguo enemigo, el general José María Obando.

Con el apoyo del general Santos Gutiérrez, quien llega desde Tunja, Mosquera se
toma a sangre y fuego la capital. (18 de julio de 1861).

Poco después don Mariano Ospina, quien ya ha concluido su período presidencial, y


su sucesor provisional, don Bartolomé Calvo, son apresados y enviados al
castillo de Bocachica.

Fue así como gracias al decidido respaldo de los radicales, el general Tomás
Cipriano de Mosquera se estableció por segunda vez en la presidencia. Esta vez a la
cabeza de un gobierno de facto. La dictadura instaurada por él en 1861, a
diferencia de su primera administración, ha de caracterizarse por su espíritu de
franca intolerancia, en especial contra la Iglesia que hubo de sentir los rigores de la
persecución.

Varios grupos conservadores continuarán resistiendo a Mosquera a nombre de la


legitimidad: los ejércitos de don Julio Arboleda (quien ha reaparecido en el Cauca); del
general Braulio Henao en Antioquia; y del general Leonardo Canal en
Santander; al igual que el contingente de Pedro Rivera en el Tolima y la Guerrilla de
Guasca en Cundinamarca. Contra todas esas fuerzas Mosquera envía
contingentes, los cuales a veces dirige en persona.

En febrero de 1862 los Guascas atacan a Bogotá irrumpiendo desde los cerros
orientales, mas tienen que replegarse llevando herido a su jefe, el coronel Manuel
Obando.

Ese mismo mes, el general Canal pasa con su ejército de Santander a Boyacá y de
allí a Bogotá. El general Mosquera se encuentra ausente de la ciudad y
entonces sus partidarios se atrincheran en el antiguo convento de San Agustín,
ahora convertido en cuartel. Las fuerzas de Canal le ponen sitio al convento, pero
tras un asedio de 3 días, tienen que retirarse con cuantiosas pérdidas, pues se
acercan refuerzos enemigos encabezados por el general Santos Gutiérrez y por el
propio general Mosquera.

El general Canal pasa a Antioquia y luego al Cauca donde une sus restantes
fuerzas a las de don Julio Arboleda, quien ha reaparecido en esa región. Tras
varios combates en el sur, en que la suerte se inclina en una u otra dirección,
Arboleda decide encaminarse hacia Pasto, acompañado sólo de sus edecanes.
Pero es una decisión fatal, pues al atravesar la sombría montaña de Berruecos
cae víctima de una emboscada. Es el 12 de noviembre de 1862.

77
Con ese asesinato prácticamente terminó la resistencia legitimista. El 30 de
diciembre de 1862 el general Canal se ve precisado a capitular en Pasto, lo cual
pone fin a la guerra en el sur. Los restantes focos de resistencia serán derrotados al
año siguiente.

Mosquera, quien ha desconocido la constitución, cita a una Asamblea para


redactar una nueva carta magna. Esa se reunirá en la población de Rio negro,
Antioquia, en febrero de 1863. Todos los convencionistas pertenecen al
liberalismo y la mayoría al ala radical. La nueva constitución, finalmente aprobada y
expedida el 8 de mayo de 1863, por los convencionistas de Rio negro, era una
carta genuinamente liberal y federalista.

Con el triunfo del general Mosquera se inaugura el período de la hegemonía


radical, el cual ha de extenderse de 1861 a 1885 (es decir, cerca de 24 años).

Los conservadores quedaron totalmente marginados del gobierno y a partir de


1861 sólo lograrían algunos avances a nivel regional.

7.8. La Constitución de 1863 (o Constitución de Rio negro).

- Esta dio al país el nombre de Estados Unidos de Colombia, en lugar de


Confederación Granadina que tenía hasta 1858.

- Se fortaleció el sistema federal, que ya había empezado a regir desde la


Anterior constitución.

- Administrativamente la nación quedó conformada por los siguientes Estados


Soberanos: Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena,
Panamá, Santander y Tolima.

- Se probó el principio de la soberanía absoluta de los Estados; (con lo cual los


radicales buscaban descentralizar los problemas de orden público -léase
levantamientos y guerras civiles- al pretender que éstos no volverían a
extenderse a todo el territorio nacional si quedaban circunscritos sólo al
territorio del Estado donde se iniciaron).

- Se estableció la libertad absoluta de prensa.

- Se eliminó la pena de muerte, que se venía aplicando desde la Independencia.

- Quedó contemplado el libre comercio de armas y municiones, así como el derecho


de insurrección.

- Se decretó la separación de la Iglesia y el Estado; éste se declaró laico y el


nombre de Dios fue omitido de la nueva carta.

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- Se estableció la ausencia de un ejército profesional y permanente en
Colombia; mientras que los Estados sí podrían tener sus propias fuerzas
militares.

- La carta de 1863 resultaría en la práctica un instrumento inmodificable, ya que


para introducirle cambios, se requeriría el voto unánime de todos los Estados
componentes de la Federación.

- Por último, la Constitución de Rionegro redujo el período presidencial a dos años.

Se afirma que a Víctor Hugo, el gran literato francés, le hicieron llegar una copia
de esta constitución y que tras leerla comentó: “Es una constitución para ser
aplicada en un país de ángeles.”

7.9. Guerra Civil de 1876.

Las sucesivas medidas anticlericales tomadas por los gobiernos radicales, fueron
poco a poco caldeando el ambiente político hasta que, en julio de 1876, los
conservadores decidieron levantarse en armas contra el gobierno del presidente don
Aquileo Parra.

Otros analistas creen que ese alzamiento estuvo motivado, más que en la cuestión
religiosa, en un deseo de recuperar el poder que les fuera arrebatado. Pero
muchos conservadores vieron esta guerra como una verdadera cruzada y un buen
número de religiosos hizo causa común con el alzamiento.

La guerra comenzó en el Cauca y pronto se sublevaron Antioquia y el Tolima, al


tiempo que se formaban guerrillas conservadoras en Cundinamarca, Boyacá y
Santander. En Cundinamarca aparece la célebre guerrilla de Los Mochuelos
(compuesta por jóvenes bogotanos de la primera sociedad) y se reactiva la ya
famosa guerrilla de Guasca.

Entre los jefes destacados de las fuerzas gubernamentales hay que citar a los
generales Santos Acosta, Sergio Camargo y Julián Trujillo; mientras que
encabezando el alzamiento descollan los generales Leonardo Canal, Antonio
Cuervo, Marceliano Vélez, Manuel María Córdoba y Manuel Casabianca.

El 1 de agosto de 1876, un ejército conservador al mando del general Córdoba es


derrotado en la batalla de „Los Chancos‟ (Cauca) por el general Trujillo.

En el Tolima, el general Casabianca recibe órdenes del general Cuervo, de unir


sus fuerzas tolimenses con las antioqueñas del general Vélez. Logran encontrarse
en Manizales y se pone la comandancia en manos de Vélez. De allí este
contingente se dirigió hacia el Tolima, encontrándose en el llano de Garrapata con
un ejército del gobierno, al mando del general Santos Acosta. Los días 20 y 21 de
noviembre de 1876 se produjo el choque que habría de decidir esta guerra: la

79
Batalla de Garrapata. A pesar de las fuertes cargas de caballería del general
Casabianca, el ejército de Santos Acosta logró resistir y al producirse una tregua del
combate, aunque éste se hallaba indeciso, Vélez dio orden a sus fuerzas de
retirarse en dirección a Antioquia. Esta decisión causó fuertes críticas entre sus
oficiales y desmoralizó a sus partidarios.

Proseguirán los combates en varias regiones, pero el general Canal es hecho


prisionero en Santander y uno a uno se van apagando los focos rebeldes.

En abril de 1877, tras un combate en Manizales, el general Vélez capitula en esa


misma ciudad, ante el general Trujillo y se pacta el fin de las hostilidades.

El general Manuel Briceño, quien estuvo todo el tiempo en la guerrilla de Guasca,


escribe y publica la historia de esta guerra (La revolución de 1876-77).

Al finalizar las hostilidades, el gobierno de don Aquileo Parra se mostró generoso:


expidió una amnistía y no se persiguió a los vencidos; aunque sí hubo algunas
represalias contra la Iglesia y sus jerarcas que habían participado o apoyado al
bando azul.

7.10. Guerra Civil de 1885.

7.10.1. Antecedentes:

A Comienzos de la década de 1880, el partido liberal se había dividido en dos


grupos: los Radicales (continuadores y defensores de la política que hasta ahora
había llevado su partido y de la constitución de Rionegro); y los Independientes,
quienes veían con ojos críticos la situación del país, sus guerras civiles y los
diversos problemas generados a la sombra de la constitución de Rionegro (o de
1863).

Los Independientes estaban dirigidos por el abogado cartagenero Rafael Núñez, a


quien se unió el general Julián Trujillo (vencedor de „Los Chancos‟), quienes
consideraban que era necesario establecer algunas reformas a la constitución de
Rionegro, a lo cual se oponían decididamente los radicales. Núñez sostenía la
tesis de “Regeneración o catástrofe”.

Trujillo ganó las elecciones de 1878 y subió a la presidencia. Para el siguiente


período (1880-82) fue electo Núñez. Sería su primer mandato; en este realizó
varias obras importantes, sobre todo de infraestructura y brindó su apoyo al
gremio de los artesanos, lo cual empezó a atraerle la animadversión de los
comerciantes.

Núñez nuevamente fue elegido presidente para el período 1884-86 y esta vez
emprendió su proyecto de reformar la constitución de 1863, lo cual le atrajo una
feroz oposición por parte del radicalismo que no estaba dispuesto a dejar mover
una coma de esa carta. El presidente intentó formar un gobierno de coalición con

80
los radicales pero éstos lo rechazaron, prefiriendo irse a la guerra contra el
gobierno.

7.10.2. Desenlace:

El levantamiento se inició en diciembre de 1884. Varias guarniciones del ejército y


algunos mandatarios regionales se sublevaron. El asediado presidente optó
entonces por llamar en defensa del gobierno al conservatismo y sus más
importantes jefes militares. Al general Canal se le encomendó dirigir el llamado
„Ejército de Reserva‟ y a éste fueron convocados los generales Casabianca,
Quintero Calderón, Manuel Briceño y Alejandro Posada, entre otros.

En breve campaña, el general Casabianca capturó el sublevado territorio del


Tolima (1885), mientras que el general Payán (liberal independiente) derrotó a un
ejército antioqueño rebelde.

En la costa norte, los radicales sitiaron a Cartagena, pero ésta resistió hasta la
llegada de refuerzos al mando del joven general Rafael Reyes. Los
revolucionarios, dirigidos por Gaitán Obeso y el general Sergio Camargo, optaron
por remontar el Magdalena en varios barcos de vapor que habían capturado, pero
en el sitio de „La Humareda‟ recibieron una apabullante derrota a manos del
general Guillermo Quintero Calderón, quien se había atrincherado allí.

El ejército rebelde se desbandó y a poco fueron capturados sus cabecillas.

Al finalizar la guerra, con el triunfo del gobierno, el presidente Núñez apareció en


el balcón ante una multitud que lo vitoreaba y exclamó: “La constitución de
Rionegro ha dejado de existir!”

En breve citó a una Asamblea Constituyente, la cual estuvo conformada por


liberales independientes (50%) y conservadores (50%). Los radicales quedaron
excluidos. Fue expedida entonces la constitución de 1886, de corte conservador y
centralista, cuyos principales artífices fueron el literato y político bogotano don
Miguel Antonio Caro y el propio Rafael Núñez.

La constitución de 1886 es la carta que más duración ha tenido en nuestro país,


pues a pesar de haber sufrido varias reformas, mantuvo su vigencia hasta 1991, es
decir por 105 años.

Los siguientes fueron sus principios:

7.11. La Constitución de 1886.

- Se retomó el nombre de Dios, proscrito anteriormente por los liberales,


iniciándose su texto con estas palabras: “En nombre de Dios, fuente suprema
de toda autoridad...”

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- Se dio al país el nombre de República de Colombia.

- Fue eliminado el sistema federal, estableciéndose en cambio una


centralización política; paralela, eso sí a una descentralización administrativa.

- Se abolió la figura de los Presidentes estatales, siendo sustituida por la de


Gobernadores. Estos con menos prerrogativas.

- Asimismo, se eliminaron los ejércitos regionales y se prohibió a los particulares


fabricar armas o comerciar con ellas.

- Fue establecida una sola legislación para toda la República y un ejército único.

- Los antiguos Estados, en adelante se llamarían „Departamentos‟ y sus


gobernadores , aunque tendrían autonomía en asuntos tales como obras
públicas, educación y servicios públicos, entre otros, ya no serían elegidos por
el pueblo, sino por el Presidente de la República.

- La nueva constitución proclamó la religión católica como elemento básico


dentro del orden social. Se estableció que el Estado debía protegerla y que la
educación debía estar en concordancia con sus principios.

- Se fortaleció el poder del Presidente, concediéndole incluso, en circunstancias


excepcionales, atribuciones por encima de la misma constitución. Y se
prolongó el período presidencial de 2 a 6 años.

- Fue restablecida la pena de muerte para delitos graves.

7.12. Guerra Civil de 1895.

Los radicales no simpatizaban con la nueva constitución (de corte centralista y


conservador); ni con los recientes acercamientos a la Iglesia efectuados por el
gobierno; ni terminaban de aceptar su derrota y alejamiento del poder. También
les ofendía que varios de sus propagandistas habían sido expulsados del país.

Núñez falleció en 1894 y fue sucedido por su vicepresidente don Miguel Antonio
Caro, a lo cual los radicales vislumbraron una posibilidad de retomar el poder,
lanzándose a una nueva aventura bélica. Esta se inició el 3 de enero de 1895.

Para esas alturas el partido conservador se encontraba dividido. La corriente que


apoyaba a Caro se denominaba de „ Los nacionalistas‟, en tanto que sus
opositores se llamaban a sí mismos „Los históricos‟; estos últimos eran dirigidos
por el general antioqueño Marceliano Vélez y publicaron un manifiesto de
solidaridad con los liberales.

Estos, encabezados por Eustacio de la Torre Narváez y Juan Félix de León,


planearon un golpe de mano contra el presidente, pero fueron descubiertos y

82
arrestados por la policía junto con otros conspiradores, pero otros siguieron
adelante con la rebelión.

En Facatativá un grupo de reclutas fue villanamente asesinado mientras dormía;


las autoridades de ese pueblo se vieron reducidas a prisión y vino el
„pronunciamiento‟ de los rebeldes (23 de enero de 1895). Reforzados con
simpatizantes del occidente de la Sabana, éstos se concentraron en la estratégica
posición de La Tribuna, cerca de Faca, la cual controlaba el principal acceso a la
capital por el occidente.

El levantamiento fue secundado por otros grupos radicales en Santander, Boyacá y


el Tolima.

En apoyo al gobierno acude el general Reyes a Bogotá, quien en 3 días organiza


un ejército mediano y sale a debelar la insurrección. El 28 de enero se encuentra
en La Tribuna frente al ejército rebelde que comanda el general Siervo Sarmiento.
En la mañana del día 29 se abren fuegos. Reyes, a la cabeza de sus hombres,
ataca la posición; y tras un denodado combate, hacia la una de la tarde, se sella el
triunfo del Ejército Nacional. Los rebeldes optan por replegarse hacia el Tolima.

Reyes marcha a perseguirlos y los alcanza en el río Magdalena. Allí parlamenta


con ellos y convence a Siervo Sarmiento de firmar una honrosa capitulación. Esta se
concreta el día 9 de febrero.

Mientras tanto, el general Manuel Casabianca, al frente de otro contingente del


Ejército Nacional, derrota a los rebeldes del coronel Marco A. Piñeres en Chicoral y
retoma el control del departamento del Tolima.

El general Reyes prosigue hacia la Costa; vence al rebelde Lugo en las planicies
de Bolívar; y toma el camino de Santander donde une sus fuerzas con las del
gobernador. Juntos se preparan a repeler a dos ejércitos rebeldes que se hallan
reforzados por unidades venezolanas (pues Crespo, el dictador de ese país,
apoya al bando revolucionario). El primero de estos ejércitos está al mando del
general y médico José María Ruiz y el segundo al mando del general campo Elías
Gutiérrez.

Llegado el Ejército Nacional al pueblo de Enciso, cae por sorpresa sobre el primer
ejército liberal, con el agravante de que su jefe, el general Ruiz, se hallaba
ausente.

Tras una dura batalla, el contingente rebelde es batido y opta por retirarse del
campo. El triunfo del gobierno en Enciso es completado al final del día, de forma
involuntaria, por los propios liberales, quienes precipitan una segunda catástrofe.
En efecto, el segundo ejército liberal, el cual procede del sur, ignorante de lo
ocurrido en Enciso, ve llegar a las fuerzas derrotadas allí y las confunde con las
huestes del general Reyes, entablándose a continuación entre las dos legiones

83
liberales, una feroz batalla. Y así “los dos ejércitos que debían haberse reunido para
hacerle frente a Reyes, se aniquilan entre sí.” (Lemaitre).

Al conocer las derrotas de sus copartidarios, los rebeldes de Boyacá, que


sumaban unos 3.000 hombres, se rindieron el 16 de marzo.

Por primera vez en Colombia, una revolución había sido liquidada por completo en
menos de dos meses.

Fue un gran triunfo para el gobierno, el cual con generosidad expidió un indulto
general. Quizá fue un error, pues tal como lo indica Lucas Caballero, de inmediato los
jefes liberales se reunieron en casa de don Eustacio de la Torre Narváez “para
organizar un movimiento revolucionario mejor preparado y más pujante.”

7.13 Guerra de los Mil Días.

El radicalismo, que para entonces era uno solo con el liberalismo (pues poco a
poco se había ido disolviendo el grupo de los Independientes), no se resignaba a sus
recientes derrotas, ni a su alejamiento del poder, y argumentando las políticas de
exclusión contra su colectividad adelantadas por los gobiernos conservadores de la
época, su mínima representatividad, su restringido acceso al sufragio, así como el
destierro de algunos de sus propagandistas, se lanzó a una nueva guerra, la cual ha
de resultar la más devastadora de todas las contiendas del siglo XIX. La guerra de los
Mil Días.

En las elecciones de 1898, Caro impulsa la candidatura de Manuel Antonio


Sanclemente a la presidencia y de José Manuel Marroquín a la vicepresidencia,
hombres meritorios aunque ya ancianos, a los que confía poder manejar
fácilmente.

Sanclemente y Marroquín triunfaron en esas elecciones, en tanto que el


conservatismo histórico salió derrotado, tras lo cual empezará a conspirar con el
radicalismo (ala radical del partido liberal) y se compromete a secundarlo en la
próxima aventura bélica.

El 3 de noviembre de 1898 Sanclemente asumió el cargo, en medio de un


caldeado ambiente político.

Casi un año más tarde, el 17 de octubre de 1899, el Dr. Pablo Emilio Villar, jefe del
liberalismo santandereano, dio la orden de alzamiento. De inmediato lo
secundaron otros jefes en Santander, Boyacá y Cundinamarca. El conservatismo
histórico, en lugar de cumplir con lo pactado, se colocó al margen de los
acontecimientos.

En breve acuden a Santander, a ponerse al frente de la insurrección, el general


Benjamín Herrera, el periodista Rafael Uribe Uribe, el hacendado José Vargas
Santos y el político santandereano Foción Soto.

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De inmediato empiezan los combates en esa región, mientras que numerosos
focos guerrilleros se alzan en todo el país, desde el Cauca hasta Panamá.

Guerrilla Liberal de Zipaquira

Un grupo de rebeldes encabezado por Julio E. Vengoechea, captura los vapores del
Magdalena, y planea organizar con ellos una flota para dominar el río, la cual no
obstante en breve fue deshecha en la batalla de „Los Obispos‟ (24 de octubre de
1899) por los dos buques artillados que le restaban al gobierno en el río, al
mando del general Diego de Castro.

En Santander, donde se arma un verdadero ejército revolucionario y se libran


varias acciones con suerte variable: Uribe Uribe ataca a Bucaramanga (12-13 nov.
1899) y sufre una derrota estruendosa; pero luego en el puente de Peralonso (15-
16 dic. 1899) consigue recuperarse y tras un prolongado intercambio de disparos
consigue imponerse a un numeroso continente del Ejército Nacional, al mando del
general Vicente Villamizar, que es derrotado y entra en desbandada.

Mas en vez de aprovechar ese triunfo y seguir hacia la capital, los rebeldes se
repliegan temporalmente y muchos se entregan a una celebración etílica.

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Campaña del Norte (Dibujo) General Manuel Casabianca al centro

Esto da tiempo al general Casabianca, quien ha acudido a tomar el mando del


Ejército Nacional, de detener su desbandada y lo reorganiza para situarlo en el
Cañón del Chicamocha, donde va a detener al nutrido ejército revolucionario y a
encerrarlo en Santander. Allí quedará bloqueado, mas recibe refuerzos del
dictador venezolano Cipriano Castro, quien simpatiza con el grupo rebelde.

En los meses siguientes se darán varios combates y escaramuzas en ese frente,


mas el ejército revolucionario no logra romper el cerco.

El general Casabianca es nombrado Ministro de Guerra y debe trasladarse a


Bogotá, mientras que el general Próspero Pinzón queda encargado del así
llamado „Ejército del Norte‟.

Este finalmente tendrá su encuentro decisivo con el ejército rebelde en el sitio de


Palonegro, cerca a Bucaramanga (11 mayo 1900). El lugar elegido para el choque no
era el mejor. “Palonegro es una arrugada meseta cortada en todas direcciones por
zanjas y montículos. No es lugar favorable para una batalla.”

Vargas Santos, quien por ser el de mayor edad de los jefes revolucionarios había
sido nombrado „Generalísimo‟ del ejército rebelde, además de no efectuar un
reconocimiento previo del terreno, cometió otro grave error: en vez de atacar en

86
bloque, desplegó sus tropas (que ascendían a unos 7.500 hombres) en una
extensa línea de cerca de 20 kilómetros.

Por su parte, el general Pinzón (quien contaba con unos 9.000 soldados)
respondió con un error similar: “A una línea tan dilatada y fácilmente vulnerable
como la adoptada por Vargas Santos, Próspero Pinzón le opone una similar.
Fácilmente hubiera podido concentrar su tropa, romper la línea enemiga y destruir
rápidamente a los liberales.” (Villegas/ Yunis).

El 11 de mayo se inicia la descomunal batalla de Palonegro. Esta se resolverá en


una serie de escaramuzas y combates parciales que desgastan por igual a los dos
bandos y en que “durante muchos días la victoria, como un péndulo cambia de
manera regular.” (Jaramillo).

Allí luchan durante 15 días con sus noches. Al final, las fuerzas rebeldes son
derrotadas y unos 3.000 sobrevivientes tienen que replegarse. Allí comete otro
grave error Vargas Santos: escoge para ello el peor camino la llamada „Ruta de
Torcoroma‟ que lleva hacia Ocaña, pero que en realidad es una selva salvaje e
insalubre, donde van a perder la vida muchos más y a desaparecer lo que
quedaba del ejército liberal. Finalmente hasta sus jefes entran en conflicto y se
separan cada uno con un puñado de sobrevivientes.

Mientras tanto en otras regiones numerosos grupos guerrilleros (unos 326 según
Jaramillo) se crecen. Entre sus muchos jefes hay que citar al Negro Marín,
Aristóbulo Ibáñez, Max Carriazo y Tulio Varón en el Tolima; a Benito Ulloa y Juan
MacAllister en Cundinamarca; al indio Victoriano Lorenzo en Panamá y al general
Avelino Rosas (veterano de la guerra de Cuba y experto en tácticas guerrilleras)
en el Cauca.

Contra todos ellos y muchos más tiene que abrir operaciones el Ejército Nacional,
liderado por comandantes como el general Nicolás Perdomo, el general Peña
Solano, el general González Valencia y el general Lucio Velasco, entre otros.

Además, en Bogotá el jefe de la policía, general Arístides Fernández, pone presos a


numerosos ciudadanos liberales por evidencias o sospechas de estar ayudando a la
revolución.

Hay que anotar que la Guerra de los Mil Días no fue exclusivamente civil o interna,
pues otros países intervinieron en ella apoyando al bando revolucionario. Fueron
ellos Venezuela; Ecuador, Guatemala y El Salvador, cuyos gobiernos liberales
conformaban entonces una „Internacional Liberal‟ y querían ayudar al
derrocamiento del gobierno conservador colombiano.

El Ejército Nacional, sin embargo, logró batir a los restos del ejército revolucionario en
Santander e irá dando cuenta uno a uno de los distintos focos guerrilleros, al tiempo
que repele las agresiones extranjeras. Es una página de gran importancia y relevancia
en la historia de nuestras fuerzas militares.

87
A pesar del triunfo gubernamental en la batalla de Palonegro, el grupo de los
conservadores históricos, en inteligencia con el vicepresidente Marroquín, fragua
un complot para derrocar a Sanclemente. El golpe se da el 31 de julio de 1900,
con apoyo de algunas unidades del ejército. Sanclemente (quien por su salud
debía despachar en Villeta) es detenido allí mismo, al tiempo que en Bogotá
Marroquín asume la primera magistratura. Los históricos, ahora dueños del poder,
nombran un nuevo gabinete. Arístides Fernández, el jefe de la policía, quien apoyó
tácitamente el golpe, mantendrá ese cargo y además es ascendido a Gobernador
de Cundinamarca.

Pero la guerra continúa con igual intensidad. En Santander prosiguen los


combates; en Cundinamarca los rebeldes intentan tomarse la capital. Por su parte,
Uribe Uribe busca mantener viva la revolución en la Costa. El 13 de septiembre de
1901 es derrotado en Carazúa, Guajira.

El gobierno mantiene la presión en todos los frentes y poco a poco va recuperando el


dominio del territorio.

El general Benjamín Herrera desembarcó en Panamá con un contingente y allí


libró varias batallas, con las cuales prácticamente se adueñó de todo el
departamento. Llega a conformar un ejército de unos 9.000 hombres.

Uribe Uribe también reaparece para atacar a Cundinamarca desde los Llanos,
pero es derrotado en el Guavio. Opta por escapar hacia la Costa, pero allí sufre
una nueva derrota y finalmente decide deponer las armas y en tal sentido firma el
Tratado de Neerlandia, el 24 de octubre de 1902.

En Panamá Herrera pretende tomar las ciudades de Colón y Panamá, pero sus
hombres “son detenidos por los cañones de la flota norteamericana surta en la
bahía de esta última ciudad. La notificación es perentoria: los marines no
permitirán el ataque a estas ciudades. El gobierno de Marroquín ha solicitado su
apoyo. Herrera comprende que todo está perdido y accede a capitular.” (E. Santa).

La capitulación es firmada el 21 de noviembre de 1902, a bordo del acorazado


norteamericano Winsconsin. En las siguientes semanas se rendirán o serán
sometidos los últimos focos rebeldes.

La guerra de los Mil Días le costó al país unas 100.000 vidas, unos 370 millones
de pesos de la época en daños materiales, gran deterioro a la economía y a la
infraestructura, y unos daños morales imposibles de cuantificar. El radicalismo
resultó prácticamente destruido, en tanto que el gobierno, a pesar de obtener un
bien ganado triunfo, quedó dueño de un país prácticamente en ruinas. A partir de
1904 el general Reyes iniciará el proceso de su reconstrucción física y moral.

El partido conservador se afianza en el poder y ha de mantenerlo hasta 1930. La


época de su predominio es llamada „La hegemonía conservadora‟ y bien puede
trazarse desde 1885 hasta 1930, para un total de 45 años.

88
7.14. La Separación de Panamá.

Un colofón de la guerra de los Mil Días fue la pérdida del Departamento de


Panamá.

Ya desde hacía varias décadas, el istmo panameño estaba en la mira de las


potencias como la zona más aconsejable para construir un canal interoceánico, el
cual ya empezaba a considerarse vital para el comercio mundial, las
comunicaciones y el futuro desplazamiento de navíos de guerra.

Inglaterra, Francia y los Estados Unidos ya habían manifestado al gobierno


colombiano su interés de construirlo, y en los últimos años del siglo XIX el istmo se
había convertido en punto focal del interés internacional y en la más estratégica
región del país. En la década de 1880, una compañía francesa dirigida por el
célebre ingeniero francés Fernando de Lesseps había obtenido la autorización del
gobierno colombiano y de inmediato emprendió las obras, pero fue vencida por la
selva, la topografía quebrada, los suelos deleznables y las enfermedades
tropicales. En 1893 tuvo que declararse en quiebra en medio de un gran
escándalo financiero y suspender los trabajos.

Por su parte, los Estados Unidos construyeron un ferrocarril que unía las ciudades
de Colón y Panamá, a través del cual empezaron a desplazarse personas y
mercancías en ruta desde la costa este a la costa oeste del territorio
norteamericano. Con la guerra de Cuba (1898) la necesidad del canal se hizo aún
mayor.

Entonces, al producirse la guerra de los Mil Días y llevar el conflicto hasta esa
región, primero el indio Victoriano Lorenzo y luego Benjamín Herrera, los E.U.
vieron en riesgo sus intereses en la zona. Sus representantes advirtieron
inicialmente al general Salazar y al General Albán y luego al General Benjamín
Herrera que no permitirían ataques contra las ciudades de Colón y Panamá, ni
tampoco contra el ferrocarril.

De modo que cuando el general Herrera, virtualmente dueño del Departamento,


quiso apoderarse de las ciudades, la amenazadora presencia de los marines y de
los cañones navales norteamericanos se lo impidió. Al parecer, por otra parte, el
gobierno colombiano había solicitado esa ayuda. Gracias a esa intervención,
Herrera hubo de capitular y se puso fin a la guerra.

En aquel momento se discutía en Bogotá un tratado que permitiría a los Estados


Unidos emprender las obras del canal, lo cual haría con sus propios recursos,
pidiendo en contraprestación que una vez terminado lo administraría por 99 años, al
final de los cuales se lo entregaría a Colombia.

El presidente Roosevelt confiaba en la aprobación de ese tratado, y más aún


luego de que sus tropas ayudaran al gobierno colombiano a controlar la triunfante y
amenazadora revolución en el istmo.

89
En Bogotá, el presidente Marroquín presentó el tratado al Congreso para su
aprobación, pero resulta que don Miguel Antonio Caro, como senador que era y
enemigo de Marroquín, desde el golpe del 31 de julio, volvió pedazos el
documento, asegurando que esa propuesta lesionaba gravemente la soberanía del
territorio colombiano. Entonces el tratado no fue aprobado.

En Washington, Roosevelt se enfureció por lo que pudo interpretar como una mala
jugada del gobierno colombiano, y decidido a llevar adelante el proyecto del canal,
favoreció y ayudó a organizar un movimiento separatista panameño que, dirigido
por el Dr. Manuel Amador y con la complicidad del jefe de la guarnición
colombiana, general Esteban Huertas, declaró la independencia de Panamá con
respecto a Colombia el 3 de noviembre de 1903. Barcos de guerra de los E.U.
apoyaron con su presencia esa decisión y el gobierno colombiano no logró hacer
nada para evitarlo.

Pocos días más tarde, el gobierno panameño firmaba con los E.U. un tratado que le
concedía la autorización para construir el canal, cuyas obras van a efectuarse
entre 1903 y 1914.

________________________________________________________________

- Caballero, Lucas. Memorias de la guerra de los mil días. Colcultura. Bogotá.


1980.

- Cacua Prada, Antonio. Nariño es la Patria. Universidad del Meta. Bogotá. 2001.

- Gómez Casabianca, Luis Henrique. El General Manuel Casabianca y su tiempo.


Imprenta Nacional. Bogotá. 1998.

- Lemaitre, Eduardo. Rafael Reyes. Banco de la República. Bogotá. 1981.

- Peña, Margarita/ Mora, Carlos A. Historia de Colombia. Ed. Norma. Bogotá.


1987.

99
8. PRINCIPALES HITOS MILITARES EN LA HISTORIA DEL SIGLO XX

Por: Luis Henrique Gómez Casabianca (Miembro de la Academia Colombiana de


Historia Militar)

La época de la hegemonía conservadora enmarcada entre los años de 1903 y


1930 se caracteriza por ser una etapa básicamente pacífica en la historia nacional. Se
realizaron importantes avances en diversos campos tendientes al desarrollo
social y material, al tiempo que se establecían bases de reconciliación. En este
lapso hubo pocos y esporádicos brotes de violencia.

Entre 1904 y 1909, desde la presidencia, el general Rafael Reyes desarrolló su


tarea de reconstruir la nación. Entre sus muchas iniciativas, hay que indicar que en el
campo militar reorganizó el ejército mediante la contratación de una misión
chilena; fundó la Escuela Militar en 1 de junio de 1907; ese mismo año fundó la
Escuela Naval; y en 1909 la Escuela Superior de Guerra, con lo cual dio pasos
fundamentales para profesionalizar las Fuerzas Armadas.

Su sucesor en la presidencia, el general Ramón González Valencia (1909-10)


contribuyó a la obra de Reyes de establecer un ejército apolítico. Además convocó
una Asamblea Nacional Constituyente que en 1910 hizo reformas fundamentales a
la Constitución de 1886, estableciendo la Abolición de la pena de muerte; y la
reducción del período presidencial a cuatro años, sin derecho a reelección para el
período inmediato.

Luego, el presidente Carlos E. Restrepo (1910-14) excluyó a la Fuerza Pública del


derecho al sufragio para conseguir de ésta una absoluta imparcialidad en el
proceso electoral y se reglamentó el servicio militar obligatorio.

En esta época se presentó un choque armado en la frontera sur, el cual pudo


tener graves consecuencias para la integridad física de la República.

Desde mediados del siglo XIX se desató en la región del Amazonas y el Putumayo
una fiebre del caucho que va a traer serios efectos. Los selváticos territorios
meridionales de Colombia empezaron a ser invadidos por los caucheros en busca
del oro vegetal. Una incursión continuada por muchos años, la cual estuvo a cargo
principalmente de la siniestra Casa Arana, empresa peruana conformada por
aventureros sin escrúpulos que explotaban el caucho, esclavizando a los
indígenas, exterminando tribus enteras y asolando regiones sin respetar ni Dios ni
ley. José Eustacio Rivera da cuenta de ello en La Vorágine.

“Detrás de los hombres de presa de la Casa Arana -Relata Alfonso Mejía


Robledo- el gobierno de Lima enviaba contingentes de civiles y militares,
encargados de respaldar las fechorías de la empresa cauchera y de ir afirmando
lentamente la expansión política del Perú en los territorios colombianos
sojuzgados económicamente por Arana.”

91
La frontera sur de Colombia fue durante el siglo XIX el río Napo, afluente del
Amazonas, pero desde allí los peruanos fueron avanzando muchos kilómetros
hacia el norte, penetrando en el territorio colombiano. Para la primera década del
siglo XX los caucheros habían extendido su poder incluso al norte del río Caquetá.

Para consolidar esos avances, en 1911 los peruanos intentaron un audaz golpe de
mano: en el remoto puesto militar de La Pedrera, situado en la orilla sur del
Caquetá colombiano, cierto día tres buques de guerra peruanos hicieron su
aparición. Acto seguido el jefe de la flotilla, respaldado por las bocas de fuego de
sus cañones y fusiles, intimó a la guarnición colombiana a retirarse al otro lado del
Caquetá, alegando que la ribera sur era peruana. Ante la negativa de la
guarnición, procedieron a atacarla con 500 hombres armados de ametralladoras y
cañones. Los colombianos, 70 en número, la mayoría enfermos, bajo el mando del
general Isaías Gamboa, resistieron heroicamente el ataque por tres días, al final
de los cuales los peruanos lograron ocupar la posición. En julio de 1911 se firmó
un nuevo acuerdo entre los dos países, para dirimir las diferencias y “alejar todo
peligro de choque”. El puesto de La Pedrera fue devuelto, gracias a lo cual
Colombia prácticamente se salvó de perder los departamentos del Putumayo y el
Amazonas.

Como colofón a esta historia hay que añadir que el comandante de ese ataque -
coronel Oscar Benavides- sería premiado años más tarde con la presidencia del
Perú.

En Colombia continuaba el proceso de modernización. En 1919, el presidente


Marco Fidel Suárez (1918-21) reglamentó la aviación en Colombia, y en junio de
1920 contrató una misión francesa para fundar la Escuela Militar de Aviación
que hoy lleva su nombre. En 1919 se fundaron la CCNA (o Compañía Colombiana
de Navegación Aérea) y la SCADTA (Sociedad Colombo Alemana de Transportes
Aéreos), las primeras empresas de aviación del continente.

Vale la pena indicar que el llamado período de la hegemonía conservadora no fue


un régimen exclusivamente de partido (como sí lo había sido la hegemonía radical
de 1861-85), pues a partir del gobierno del general Reyes se dio participación a
los liberales en los distintos gabinetes ministeriales, así como en otros cargos.

En cuanto a la lucha partidista, refiere Alvaro Gómez que en el período de la


hegemonía conservadora, “La violencia perdió su legitimidad. Se fue aclimatando la
idea, entonces todavía insólita, de que era posible vivir en paz dentro de un
orden legal, cuya vigencia debería consolidarse paulatinamente hasta conseguir el
total reconocimiento de su legitimidad. A medida que el estado de derecho
recientemente establecido demostró ser capaz de subsistir, se fue afianzando el
respeto por la vida humana, hasta convertirse en un propósito colectivo (...) Y
aunque la democracia que se instauraba era imperfecta y ocurrían fraudes
electorales y violencias callejeras, lo cierto fue que durante ese período de casi
treinta años, no hubo derramamiento de sangre.”

92
8.1. Antecedentes e Inicios de la Escuela Naval.

Vale la pena aquí citar algunos antecedentes:

Durante la gesta emancipadora nace la Armada Nacional. Esta libra numerosos


combates con la poderosa marina de guerra española y termina venciéndola en la
batalla del Lago de Maracaibo, bajo el acertado comando del general José
Prudencio Padilla.

No obstante, en los primeros años de la República, el general Santander,


argumentado problemas presupuéstales, redujo el ejército y la marina a un
mínimo, dando comienzo a lo que el capitán Román Bazurto denomina “el mar del
olvido”. Durante los siguientes años, la Marina de Guerra continuó languideciendo,
víctima de nuevos recortes presupuéstales, y sobre todo de la falta de una
conciencia marítima en el país.

En 1867, el presidente Santos Acosta, siguiendo instrucciones del Congreso,


expidió un decreto por el cual suprimió definitivamente lo poco que quedaba de la
Armada Nacional y ordenó el desarme y venta de los buques de guerra.

Fue sólo hasta finales del siglo XIX que ésta, poco a poco, comenzó a
reconstituirse, aunque no como fuerza autónoma sino dependiente del Ejército
Nacional. Esa incipiente fuerza naval debió resistir los embates de las guerras
civiles de 1885, 1895 y 1899, en todas las cuales combatió con heroísmo en
defensa de la legalidad.

El 6 de julio de 1907 el presidente, general Rafael Reyes, dictó el Decreto 793 que
restablecía la Escuela Naval, ahora con el nombre de Escuela Naval Nacional, el
cual se complementó con el Decreto 1075, por el cual se reorganizó la Armada.
Para el efecto, se le destinaron los cruceros “Próspero Pinzón” y “Cartagena”, el
transporte “Marroquín” y los cañoneros “Hércules” y “Boyacá”.

El general Reyes encargó a un jefe político liberal que había sido su rival en la
guerra de 1895, Rafael Uribe Uribe, ahora Ministro Plenipotenciario en Chile (o
sea embajador) la misión de contratar en ese país una misión militar para fundar
una nueva escuela naval. Uribe Uribe contrató al teniente de la armada chilena
Alberto Asmussen.

Desafortunadamente, a los dos años de iniciadas sus labores, la institución fue


cerrada por orden del presidente Ramón González Valencia (1909-10), en lo que
sería calificado más tarde por el capitán Enrique Román Bazurto como “un
inexplicable acto de ceguera para un país con dos extensos litorales, esquina
oceánica del continente”.

Pasaron varios años hasta que en la presidencia del general Pedro Nel Ospina
(1922-26), el gobierno adquirió los cañoneros Junín, Boyacá, Pichincha y
Carabobo, con lo cual se dio un nuevo impulso a la Armada Colombiana.

93
La necesidad de contar con una marina de guerra sólo ha de ser cabalmente
comprendida en 1932, con ocasión del conflicto colombo-peruano.

8.2. Establecimiento de la Aviación Militar.

Tras la Primera Guerra Mundial (1914-18), las autoridades colombianas


comprendieron la naciente importancia de la aviación militar, y así en 1919 el
presidente Marco Fidel Suárez determino establecer el arma de Aviación Militar
como uno de los componentes del Ejercito Nacional.

En febrero de 1921 se inauguró la primera Escuela de Aviación Militar, en el


municipio de Flandes, Tolima. El Coronel Gabriel Páramo fue su primer director.
Para los efectos de instrucción y mantenimiento de aviones, el gobierno nacional
contrató los servicios de una misión militar francesa de aviación, la cual llegó al
país al mando del capitán René Guichard, quien recibió el grado de teniente
coronel honorario de Colombia.

Los primeros aeroplanos que arribaron a la base de Flandes eran: 3 aviones


Caudron G-3 de entrenamiento; 4 bimotores Caudron G-4; y 4 aviones Nieuport
monoplazas de combate. Con ellos se inició la preparación de los noveles pilotos
colombianos.

El primer vuelo sin instructor de un alumno tuvo lugar el 21 de junio de 1921 y lo


protagonizó el mayor Félix Castillo, quien llevó como acompañante al cadete
Justino Mariño.

El 4 de octubre de 1921 se graduó la primera y única promoción, pues por la difícil


situación económica del momento, el gobierno expidió el Decreto 580 de 1922, por
el cual se suspendía el funcionamiento de la primera escuela militar de aviación.
Los asesores franceses regresaron a su país, en tanto que los jóvenes pilotos
colombianos fueron reintegrados a sus unidades de origen en el Ejército.

No obstante, en 1924, el presidente Pedro Nel Ospina ordenó reactivar la Escuela


de Aviación Militar, la cual fue ubicada esta vez en Madrid (Cundinamarca). Se
adquirieron nuevas unidades aéreas y se contrató una misión militar suiza, al
mando del mayor Henry Pillichody, quien dirigiría la escuela. En 1927 ha de
graduarse la primera promoción de aviadores egresada de la escuela de Madrid.

Fue así como a partir de 1919, la aviación colombiana, tanto civil como militar, irá
estableciendo rutas aéreas e integrando el territorio nacional como ningún otro
medio de transporte podía hacerlo.

La Fuerza Aérea ha de enfrentar su bautismo de fuego en el conflicto colombo-


peruano de 1932.

94
8.3. Nuevos Grupos Políticos

En 1919 algunas asociaciones artesanales, sociedades de beneficencia y


sindicatos obreros fundaron en Bogotá el primer Partido Socialista Colombiano.
Su lema fue “libertad, igualdad y fraternidad”. En las elecciones para Cámara y
Concejos de 1921 tuvo una destacada participación electoral. En Medellín superó a
los liberales y en el Concejo de Girardot obtuvo la mayoría, lo cual sirvió para que
el partido liberal se decidiera a incorporar algunas reivindicaciones obreras y
socialistas en su programa. No obstante, la adhesión en ese mismo año de los
más destacados dirigentes socialistas a la candidatura del liberal Benjamín
Herrera haría casi desaparecer el partido socialista.

Nuevos grupos políticos, de carácter disociador y extremista, hicieron su aparición


en la década de 1920. Ello ocurrió durante el gobierno de Pedro Nel Ospina (1922-
26).

En 1922 se estableció en Colombia la primera célula del Partido Comunista.

Refiere el diario El Tiempo: “Desde 1922 viene sesionando en la capital un


heterodoxo grupo autodenominado comunista en el que se que destaca un
personaje ruso de nombre Silvestre Savitski, soldado del Ejército Rojo que había
sido enviado por Lenin a Pekin a conseguir trigo para solucionar la hambruna en
Rusia. Se gastó el dinero y junto con una rusa llegó a Bogotá a comienzos de la
década. Savitski ha entusiasmado al nuevo grupo con las buenas nuevas de la
Revolución Rusa. Lo acompañaron en su aventura Luis Tejada y otros jóvenes
universitarios como Gabriel Turbay, Alberto Lleras, Alejandro Vallejo, Moisés
Prieto, Diego Mejía y Luis Vidales. El grupo propuso entre otros objetivos la
bolchevización del socialismo colombiano. En este papel es destacable la intensa
actividad que adelantó el presidente del grupo, el periodista Luis Tejada.” (Siglo
XX. A través del Tiempo).

Algunos de sus integrantes iniciales han de mantenerse en esa línea, otros han de
pasarse al liberalismo.

En esta época se consolidan otros grupos de izquierda revolucionaria:

En 1924 tuvo lugar el primer Congreso Obrero efectuado en Colombia. En él


quedó planteada la división entre los socialistas y comunistas criollos.

“En 1926 el 3er Congreso Obrero Nacional empezó a sesionar en Bogotá el 21 de


noviembre y aprobó la creación del Partido Socialista Revolucionario (PSR).
Los constituyentes se denominaron revolucionarios para diferenciarse del
socialismo anterior. Entre los organizadores del PSR se destacan Eugenio Molina,
Guillermo Hernández, Francisco de Heredia y Tomás Uribe Márquez quien fue
elegido secretario general.” (Siglo XX a través de El Tiempo). Sobresalían también
entre sus líderes Ignacio Torres Giraldo, Alberto Castrillón, María Cano y Raúl
Mahecha. El grupo se definió no como un partido de militantes sino de masas; y

95
aunque adhirió a la Internacional Comunista, mantendría bastante autonomía
programática, organizativa y política respecto a ésta.

Durante el gobierno de Abadía Méndez (1926-30), más exactamente en 1929, se


presentó el grave problema de las Bananeras.

Este es explicado así por Plazas Vega: “A comienzos de 1927 empezó a


presentarse un fenómeno nuevo en Colombia, que aún perdura: la propagación de
ideas disociadoras se sembró entre los trabajadores de la Tropical Oil Company
en Barrancabermeja y de la United Fruit Company en la zona bananera. Muchos
de los disociadores eran extranjeros. La solicitud de aumento de salarios vino
acompañada de destrucciones de la línea férrea, destrucción del banano que
estaba listo para exportar, atentados contra los obreros que querían seguir
trabajando y no secundaban el movimiento. Finalmente los alzados desarmaron
una escolta del ejército, destruyeron las líneas telefónicas y telegráficas, atacaron
las propiedades particulares y las hicieron víctimas del pillaje y el incendio. El
Ejército, poco experto en este tipo de problemas, intervino con un saldo de varios
revoltosos muertos. Había nacido un nuevo grupo político.”

Escribe Alvaro Gómez: “El episodio dolorosísimo pero aislado de las Bananeras,
en que perdieron la vida cien trabajadores, estremeció al país, por lo insólito, por
su inexplicable primitivismo. Pero el espíritu de convivencia se mantuvo e hizo
posible el cambio de gobierno pacífico en 1930, cuando el liberalismo subió al
poder.”

En efecto, el liberalismo ganó las elecciones de 1930, pues el Partido Conservador


había llegado dividido y ya sufría un lógico desgaste, el cual se había agravado
con la crisis de las Bananeras.

No obstante, como lo señala Gómez Aristizábal, durante la llamada Hegemonía


Conservadora se realizaron importantes avances sociales: Se consagró el derecho
a la huelga (1919), la jornada de 8 horas (1923), se establecieron bases jurídicas
para la participación del obrero en las utilidades de las empresas (1923) y se
fundó la Oficina del Trabajo (1923). Por otra parte, “La modernidad empezó en la
década de 1930, época del cine, el automóvil, el avión, inauguración del Banco de
la República, de la Contraloría y de la Federación Nacional de Cafeteros.” (Gómez
A.).

En 1930 ascendió a la Presidencia don Enrique Olaya Herrera, para el período


1930-34, quien dio inicio a la llamada „República Liberal‟, la que ha de extenderse
entre 1930 y 1946.

Por desgracia, a partir de 1930, surgieron nuevos brotes de violencia partidista.


Alvaro Gómez explica así las causas de esta nueva escalada: El “clima de
tolerancia empezó a deteriorarse cuando reaparece la incertidumbre sobre el
predominio político. Los liberales, que habían conquistado la Presidencia de la
República, no logran en las siguientes elecciones, la mayoría en el Congreso. Se

96
ejerce entonces desde el gobierno una fuerte presión sobre el electorado con el fin de
alejarlo de las urnas, y se engendra así un sistema de violencia partidista que da pie
al bando perseguido para discutir la legitimidad del régimen. Se rompió entonces
la intangibilidad de ese respeto por la vida humana que había sido la gran
conquista de los gobiernos conservadores. Lo que ocurrió en algunas regiones
del país a partir de 1932, creó un funesto antecedente para que, cuando más
adelante ascienda al poder el partido conservador, el fenómeno de la
violencia se repita, a la inversa y con intensidad mucho mayor.”

En 1930 se oficializó el Partido Comunista Colombiano. El 1º de mayo comienza a


discutirse en varios niveles el establecimiento del PCC. El 5 de julio se reúne en
Bogotá el pleno ampliado del Partido Socialista Revolucionario (PSR), para
„fundar‟ el Partido Comunista Colombiano. El 17 de julio, tras desfile por las
principales calles de Bogotá, este grupo político es oficialmente establecido.
(Almanaque Colombia 1993). El PCC surgió en Colombia como un apéndice o
una avanzada del Partido Comunista Soviético y desde un principio se matriculó
con los lineamientos de la Internacional Comunista, cuya sede central estaba en
Moscú.

El PCC plantea como objetivo la toma del poder y sostiene como táctica “La
combinación de todas las formas de lucha.” Tal como lo expresara el Secretario
del PCC: “Aplicar todas las formas de lucha, ya sean legales o ilegales). Por otra
parte, Lenin el jefe mundial del movimiento, ha establecido el modus operandi: “En
principio nosotros no hemos renunciado jamás, ni renunciaremos al terror.”

Los actos de violencia que surgen a comienzos de la década de 1930, reeditando


viejos episodios de intolerancia bipartidista que se creían superados, tienen dos
explicaciones. Por una parte, está lo ya expuesto por Alvaro Gómez; y por otra es
importante anotar que muchos de estos insucesos fueron instigados por los
nuevos grupos políticos, especial por el Partido Comunista, violento por
naturaleza.

Según explica Urdaneta Arbelaez: “En la lucha centenaria de nuestros partidos se


había acudido muchas veces a las guerras civiles; pero éstas eran guerras
regulares. Este nuevo sistema que empezó a practicarse después de 1930, con
asaltos traicioneros y asesinatos colectivos, especie de genocidio, no se había
presentado nunca en nuestra guerra; era algo que discrepaba de la índole de los
dos partidos históricos; coincidía en cambio con los métodos implantados en otras
latitudes por el comunismo internacional, que preconiza francamente la violencia
como la mejor táctica para obtener la victoria.”

El método empleado por los violentos sería azuzar a la agresión: “Producido el


primer ataque sangriento de liberales contra conservadores o viceversa, el
proceso se desarrollaría automáticamente; vendría entonces el deseo de
venganza y quedaría urdida la cadena de violencia que, después sería casi
imposible de romper.” (Urdaneta). Los beneficiarios del caos resultante serían

97
eventualmente los comunistas, quienes a través del desorden podrían acceder al
poder.

8.4. El Conflicto Colombo Peruano de 1932

En 1932, siendo presidente Olaya Herrera, se produjo un incidente internacional


que inspiró al país a mirar hacia sus fronteras y a volcar sus energías en la
defensa del territorio nacional. Tanto así que Laureano Gómez, quien era jefe de
la oposición, exclamó ante el Senado: “¡Paz, paz en el interior y guerra en las
fronteras!” Como pocas veces, una amenaza externa ha de cohesionar a los
colombianos y de galvanizar sus voluntades alrededor de un propósito patriótico.

El día 1 de septiembre de 1932, los puertos colombianos de Leticia y Tarapacá


fueron tomados por militares peruanos, apoyando las pretensiones de la Casa
Arana de apoderarse de ese territorio rico en producción de caucho. En un
nuevo capítulo del avance peruano sobre esa región, los peruanos pretendían
capturar todo el Trapecio Amazónico, único territorio que le restaba a Colombia
de sus antiguas posesiones entre los ríos Putumayo y Amazonas.

Por otra parte, los agresores desconocieron el tratado Lozano-Salomón de 1922, así
como la declaración de Washington del 3 de agosto de 1932 en la cual
Colombia y Perú condenaban la adquisición de territorios por la fuerza.

Ante esa grave emergencia, el gobierno colombiano obtuvo una gran solidaridad
nacional y dio orden de iniciar las operaciones militares necesarias para recuperar el
Trapecio Amazónico. Se desplazaron hacia allá varias fuerzas: Un grupo de
cañoneras fue enviado desde Cartagena. Al mismo tiempo que al embajador en
Francia, general Alfredo Vásquez Cobo, se le encomendó la misión de adquirir allá
unos buques de guerra y con ellos cruzar el Atlántico remontar en Amazonas
hacia el teatro de los acontecimientos.

Flotilla Colombiana en el Amazonas

98
De forma paralela, una fuerza terrestre compuesta por unidades de infantería y
artillería fue enviada desde el centro del país atravesando los departamentos del
Huila y el Caquetá, en dirección al Putumayo.

En aquel momento se presentó un ofrecimiento que fue providencial: los pilotos de


la compañía aérea Scadta, alemanes en su mayoría, se ofrecieron a colaborar en
la defensa del territorio nacional. Su oferta fue aceptada y de inmediato
emprendieron la tarea de adaptar para la guerra sus aviones de pasajeros,
principalmente naves capaces de acuatizar, pues en esa selvática región no había
otras pistas de aterrizaje que los ríos. Practicaron algunas perforaciones en el
fuselaje de sus aviones, para poder lanzar bombas (a mano) e instalaron
ametralladoras a bordo. El aporte de estos pilotos alemanes y de un puñado de
colombianos en esta emergencia fue fundamental. Establecerían un sistema
eficiente de comunicaciones, transporte de tropa y suministros, en una especie de
puente aéreo, y hostilizarían a las unidades aéreas peruanas.

Pilotos alemanes voluntarios en la Fuerza Aérea Colombiana

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Hidroaviones Colombianos en los ríos del sur

Después de una campaña en que hubo operaciones terrestres, navales, anfibias


(como el ataque a Güepí) y aéreas, las armas colombianas lograron imponerse, a
pesar del hostil marco geográfico y de la gran distancia desde los centros
poblados hasta el escenario del conflicto; y finalmente los invasores peruanos se
vieron forzados a retirarse del Trapecio Amazónico.

100
Combate de Güepi

101
El 30 de abril de 1933 fue asesinado en Lima el dictador peruano Sánchez Cerro y
su sucesor, el general Benavides invitó al gobierno colombiano a la negociación.
El 25 de Mayo de 1933, fue firmada la paz en Ginebra, Suiza, aceptando el Perú
retirar sus tropas de Leticia y Colombia devolver la capturada posición de Güepí.
Fue un importante triunfo militar y diplomático para Colombia. El Protocolo de paz,
amistad y cooperación entre Colombia y Perú sería firmado en Río de Janeiro en
1934.

Entre las consecuencias de este enfrentamiento se pueden citar las siguientes: se


obtuvo la solidaridad americana en contra de la agresión peruana; se aumentaron los
efectivos del Ejército Nacional de 4.000 a 12.000 hombres; se recuperó esa
estratégica región; se modernizaron las Fuerzas Militares; y tras evidenciarse la
importancia de la Aviación Militar, ésta recibió un definitivo respaldo por parte del
gobierno nacional.

8.5. Bajo la República Liberal (1930-46).

Puede decirse que en general, el período de la llamada „República Liberal‟ fue


pacífico, con el paréntesis del conflicto colombo-peruano y algunos brotes aislados de
una violencia partidista que amenazaba con renacer.

En esa época agitadores comunistas se fueron infiltrando en los sindicatos y las


universidades, incluso con el aval de algunos presidentes liberales como López
Pumarejo quien llegó a nombrar a personajes provenientes de esa colectividad
como rectores de importantes centros de educación superior, entregándoles de
una forma ciega el manejo y control de uno de los sectores más estratégicos del
país: la educación; en este caso la instrucción pública. Esa decisión tendrá
gravísimas consecuencias a largo plazo.

“Bajo López Pumarejo fue nombrado rector de la Universidad Nacional, Gerardo


Molina, connotado comunista y muchos de los rojos españoles expulsados de su
país, ocuparon puestos en la educación y en otras actividades de la vida pública.”
(Gómez A.).

“Los sindicatos van ganado desmedida libertad y poder; controlados por los
comunistas, van haciendo exigencias cada día mayores, trayendo un estado de
agitación permanente y un gran malestar social, sobre todo los braceros del río
Magdalena, los trabajadores petroleros y ferroviarios.” (Gómez A.).

8.6. Ospina Pérez y el 9 de Abril

La República Liberal concluyó en 1946, cuando el partido liberal se dividió en las


elecciones, contribuyendo involuntariamente con el triunfo del candidato
conservador doctor Mariano Ospina Pérez.

102
El presidente Ospina fue un mandatario ponderado que le dio participación al
liberalismo en su gabinete, pero encontró una fiera oposición de parte de éste y de los
diversos movimientos izquierdistas que se habían venido consolidando.

Indica Gómez Aristizábal que “Cuando subió Ospina Pérez (en 1946) el liberalismo se
dedicó a impedir que pudiera gobernar. De 1946 a 1947 se desataron terribles
huelgas dirigidas por la izquierda. Una de las más poderosas fue la petrolera. En los
dos primeros años de gobierno de Ospina hubo 600 huelgas.”

“Varios gobernadores manifestaron su simpatía con la oposición y la policía,


mayoritariamente liberal, se indisciplinó.” (Gómez A.).

Jorge Eliécer Gaitán, aunque tiene varios ministros en el gabinete, recrudece la


oposición al gobierno. El 11 de abril de 1947 Gaitán entregó su famoso „Memorial
de agravios‟ a Ospina Pérez, denunciando las supuestas persecuciones del
gobierno. “Son 8 páginas, sólo habla de 7 muertos y generaliza otros cargos.”
(Gómez A.).

En 1947 Gaitán se hizo proclamar candidato a la presidencia; y al comenzar 1948


propuso la resistencia civil y ordenó a concejos y asambleas paralizar la marcha
de la administración, no aprobando los presupuestos.

En abril de 1948 se iba a celebrar en Bogotá la Conferencia Panamericana, la cual


estaría presidida por el General Marshall de los Estados Unidos, y tendría como
objeto principal el establecer un bloque continental contra la penetración del
comunismo.

El 9 de abril de 1948 Gaitán fue asesinado a la salida de su oficina en Bogotá y


esto desató una violenta insurrección de sus seguidores, llamada “El 9 de abril” o “El
bogotazo”, la cual instigada por agitadores comunistas y exaltados gaitanistas
desde las emisoras, se convirtió en una verdadera revuelta que se extendió a
muchas ciudades del país.

Incendio del tranvía en el centro de Bogotá

103
Numerosos edificios públicos fueron quemados, los comercios saqueados, las
turbas liberaron a los presos y cometieron incontables asesinatos. El palacio
presidencial fue sitiado y el propio Ospina Pérez, estuvo a punto de caer en manos de
los extremistas. Gran parte de la policía se sumó a la revuelta y repartió armas a los
rebeldes. Muchos agitadores izquierdistas se habían dado cita en Bogotá y
participaron en los desórdenes que quisieron canalizar hacia el derrocamiento del
gobierno. Entre ésos hay que citar a Fidel Castro y Rafael del Pino, quienes
habían llegado de Cuba.

Sin embargo, la reducida guarnición de Bogotá logró resistir hasta la llegada de


refuerzos procedentes de Tunja y tanto en la capital como en las otras ciudades,
poco a poco se logró ir controlando la situación.

En las siguientes semanas se va recuperando el control del orden público, mas no


del todo, pues algunos furibundos seguidores de Gaitán organizan grupos
subversivos que deciden continuar la lucha en el campo: las guerrillas del Llano
(Guadalupe Salcedo, Dúmar Aljure, hermanos Bautista); las guerrillas del
Sumapaz (Juan de la Cruz Varela); las del Tolima (Mariachi, general Peligro,
Mayor Líster, Pedro Brincos, Charro Negro); y en otras zonas (con jefes como
Chispas, Efraín González, Sangrenegra, Desquite, Capitán Venganza, Alma
Negra, Joselito, Tarzán, El Mico, Chelito Velásquez, Tiro Fijo y otros).

Al respecto vale la pena consultar el libro „Crónicas de la vida bandolera‟, de Pedro


Cláver Téllez.

Muchos de estos cabecillas son simples bandoleros que se dedican a matar a


robar y a asolar los pueblos y regiones; otros hacen lo mismo pero a nombre de
una supuesta ideología liberal o de unas hipotéticas reivindicaciones sociales.

En los siguientes años, los reductos de bandoleros de origen liberal, ya


permeados por el comunismo, se agrupan en zonas apartadas a las que Laureano
Gómez denominó “repúblicas independientes”, como Marquetalia, El Pato, Río
Chiquito, Guayabero, Sumapaz y El Ariari.

El Ejército colombiano, en defensa de las instituciones y cumpliendo el mandato


constitucional de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos, ha de encarar
este múltiple desafío y con valor se enfrenta, en todas las regiones ya
mencionadas, con el destructivo fantasma de la lucha guerrillera.

8.7. La Guerra de Corea

En 1950 se produjo un grave incidente internacional que hizo que el gobierno


colombiano decidiese enviar un contingente militar a participar en un lejano
conflicto: la Guerra de Corea.

Hay que anotar una serie de antecedentes: Al terminar la segunda guerra mundial,
en 1945, la península de Corea que había estado ocupada por los japoneses, fue

104
dividida en dos zonas de ocupación: la región situada al norte del paralelo 38 sería
administrada por los soviéticos; y la región al sur, lo sería por los norteamericanos.

La Unión Soviética y los Estados Unidos, que emergieron de la guerra como las
dos superpotencias del mundo, han de protagonizar a partir de ese mismo año la
llamada „Guerra Fría‟, un sordo enfrentamiento que ha de escenificarse en todo el
globo, explotando en algunos lugares en forma de guerras locales, las cuales no
llegan a convertirse en un enfrentamiento generalizado entre las dos
superpotencias. Los E.U. eran los líderes del mundo capitalista y democrático; en
tanto que la URSS lideraba a los países comunistas y buscaba extender su
sistema y predominio al resto del globo.

En Corea del Norte fue colocado como jefe de gobierno el jefe comunista Kim Il
Sung; mientras que en Corea del Sur fue nombrado presidente Syngmann Rhee. Se
habló de unificación de la península coreana, pero las conversaciones no
condujeron a nada.

Los soviéticos se retiraron, mas dejaron atrás el régimen de Kim Il Sung, al frente
de un gobierno comunista y de un numeroso ejército entrenado y armado por
Moscú. A su vez, los norteamericanos se fueron retirando de Corea del Sur,
aunque dejaron allí algunos contingentes, en apoyo al gobierno de Syngmann
Rhee.

En 1949 se produjo otro hecho que vino a alterar el equilibrio geopolítico de esa
región. En China, después de muchos años de lucha, los guerrilleros comunistas,
encabezados por Mao Tse Tung, entraron en Pekin y proclamaron la fundación de
la República Popular China; o sea el establecimiento de un sistema comunista en
esa populosa nación. En breve la China Roja estableció un tratado de ayuda
mutua con la URSS de José Stalin, todo lo cual constituía un grave revés para la
política exterior de Washington, que sin embargo, no pudo hacer nada para
impedirlo.

En 1949 la URSS detonó su primera bomba atómica, la cual tuvo un carácter


experimental, pero demostró al mundo que había logrado salvar la brecha
tecnológica que la separaba de los E.U. y eventualmente podría enfrentarse a la
potencia norteamericana de igual a igual.

La Guerra Fría ha de tener diferentes escenarios y uno de los primeros fue la


península de Corea.

En junio de 1950 el ejército norcoreano (con el apoyo encubierto de la Unión


Soviética y de China) se lanzó a invadir Corea del Sur. En rápido despliegue sus
unidades cruzaron el Paralelo 38 y en pocos días, tras atropellar a las fuerzas
surcoreanas y a las tropas norteamericanas que se encontraban allí, cruzaron el
país meridional y sitiaron a los defensores en Pusán, al sur de la península.

105
Desde Japón, el General MacArthur acudió con refuerzos, en tanto que las
Naciones Unidas condenaban la agresión norcoreana. En el consejo de la ONU se
determinó enviar tropas multinacionales a repeler esa invasión. Muchos países
aceptaron ese llamado, tomando la decisión de despachar contingentes militares a
contener la agresión comunista.

Mientras tanto, MacArthur organizó una operación consistente en atacar a los


norcoreanos por la retaguardia. Dirigió el exitoso „Desembarco de Inchón‟, tras el
cual las unidades norteamericanas cortaron las líneas de suministro enemigas y
atacaron desde el norte a las unidades que rodeaban Seúl. Esto significó un
desastre para el ejército norcoreano que tuvo que retirarse hacia el norte en gran
desorden, perseguido por las tropas norteamericanas y surcoreanas.

Pero este éxito finalizó al acercarse éstas al río Yalú, en la frontera china. De
forma sorpresiva fueron atacadas por un enorme ejército chino que, cruzando la
línea limítrofe se desbordó causando confusión entre los norteamericanos
y atropellándolos de nuevo hacia el sur. Con sus maltrechas unidades MacArthur
lograría detener esa ofensiva en una línea irregular muy cercana al Paralelo 38,
allí se estancó el frente de batalla y los norteamericanos y surcoreanos se vieron
obligados a realizar una campaña que recordaba la guerra de trincheras de 1914-18.

Diversas naciones acudieron al llamado de la ONU, enviando tropas en auxilio de


Corea del Sur, entre otras, hay que citar a Australia, Sudáfrica, Etiopía, Reino
Unido, Nueva Zelanda, Turquía, Bélgica, Holanda, Canadá. De toda América
Latina, el único país que aceptó ese llamado fue Colombia.

El presidente Laureano Gómez (quien había sucedido a Ospina Pérez) decretó la


participación colombiana en la guerra de Corea. El 21 de mayo de 1951 viajó
hacia ese remoto país el Batallón Colombia, compuesto por 1.060 soldados, el
cual se embarcó en Buenaventura a bordo de un buque norteamericano (el Aiken
Victory), con la misión de unirse a las tropas de la ONU.

El Batallón Colombia partió bajo el mando del teniente coronel Jaime Polanía y
arribó al puerto surcoreano de Pusán, el 15 de junio. Después de 6 semanas de
preparación, el contingente colombiano fue incorporado al Regimiento 21 de la
XXIV División de Infantería de Estados Unidos.

Los colombianos llegaron precisamente cuando el frente de guerra ya se había


estancado en inmediaciones del Paralelo 38, y han de vivir la experiencia terrible de
la guerra de trincheras, como se dijo antes, con circunstancias muy similares a las
sufridas por los combatientes de la primera guerra mundial.

El 7 de agosto el Batallón Colombia entró en acción. Ha de destacarse por su


heroísmo en diversas acciones de armas como la toma de Kumsong (22 oct.), la
batalla de Old Baldy, la toma del Cerro 400, y otros combates librados contra el
poderoso ejército chino.

106
Sobre la participación colombiana en la guerra de Corea, vale la pena recomendar
los siguientes libros:
-„Colombia en la Guerra de Corea‟, del general Alvaro Valencia Tovar y Jairo
Sandoval.
-„Por la libertad en tierra extraña‟, del brigadier general Gabriel Puyana García; y -
„Banzay‟, del coronel Francisco A. Caicedo Montúa.

Durante el tiempo que estuvo en Corea, el Batallón Colombia en varias ocasiones


recibió refuerzos de modo que, bajo el tricolor, en los combates llegaron a
participar 4.294 hombres. De ellos murieron 131; desaparecieron 60 y fueron
heridos 448.

Tomaron parte también en la guerra de Corea las fragatas colombianas „Almirante


Padilla‟, „Capitán Tono‟ y „Almirante Brión‟. Básicamente las tareas que les fueron
encomendadas consistieron en bombardear con su artillería naval algunas
posiciones enemigas, servir de barreminas, de escoltas, de transportes, y
colaborar en misiones de inteligencia.

La guerra de Corea terminó con un armisticio firmado por las partes enfrentadas, el
27 de julio de 1953. El Batallón Colombia, después de haber contribuido a la
defensa de la democracia y a proteger de la agresión comunista a una nación que
después ha sido ejemplo de desarrollo y prosperidad, partió hacia Colombia el 29 de
octubre de 1954.

Como escribe el general Puyana, esos hombres lucharon y se sacrificaron “para


que la Libertad y la Democracia universales mantuvieran su vigencia.”

8.8. Política y Subversión (1950-66).

Mientras estas acciones tenían lugar en el campo internacional, en nuestro país se


agudizaba el enfrentamiento bipartidista.

107
En 1950 Ospina Pérez entregó el poder a su copartidario Laureano Gómez, tras
una elección presidencial a la cual el liberalismo no se presentó alegando falta de
garantías.

En ese momento las guerrillas liberales protagonizaban graves desmanes en


varios departamentos. Para reprimirlas, el gobierno puso en marcha una dura
política de guerra que se hizo extensiva a diversas comunidades liberales que en
realidad no tenían que ver con el alzamiento, pero que al ser sometidas a
represalias se unieron o dieron su apoyo a las fuerzas rebeldes.

Así el país se vio inmerso en un nuevo y extendido enfrentamiento bipartidista,


que sería conocido como “La violencia” o “La violencia de los años 50”.

En noviembre de 1951, Laureano Gómez se enfermó y entregó el poder al


designado Dr. Roberto Urdaneta, bajo cuyo mandato la situación de orden
público empeoró.

“El 13 de junio de 1953 Laureano Gómez intentó reasumir el poder ante la


negativa de Urdaneta de acatar algunas de sus instrucciones, pero fue apresado
por tropas leales al Comandante General de las Fuerzas Militares, general
Gustavo Rojas Pinilla, y enviado fuera del país.” (Plazas V.).

Urdaneta se retiró y el general Rojas asumió la presidencia, con el beneplácito de


los dos partidos.

El general Rojas Pinilla pacificó el país, en particular los Llanos Orientales, donde
los guerrilleros entregaron sus armas y recibieron una amnistía que les permitió
incorporarse a la vida normal de la nación; aunque algunos de ellos fueron
asesinados posteriormente, en episodios que nunca se aclararon del todo.

El 10 de mayo de 1957, presionado por los dos partidos y por diversas huelgas y
protestas, el general Rojas renunció al cargo, nombrando para sucederlo una
Junta Militar, de 5 miembros, la que ha de gobernar entre 1957 y 1958.

Por medio de un acuerdo entre los dos partidos, se inició un período llamado el
„Frente Nacional‟. Este, que ha de prolongarse hasta 1974, consistía en una
alternación de los presidentes: habría uno liberal, uno conservador, uno liberal y
así sucesivamente. El objetivo de ese pacto político era poner fin a los cruentos
enfrentamientos bipartidistas.

El primer presidente elegido dentro del Frente Nacional fue el Dr. Alberto Lleras
Camargo. De filiación liberal y conocido por su espíritu patriótico, ha de gobernar
entre 1958 y 1962. Con el apoyo de ambos partidos, “su gobierno ofreció una
amnistía a los grupos alzados en armas, que fracasó porque el bandolerismo
continuó ya con visos políticos de extrema izquierda que habrían de declararse
años después.” (Plazas V.).

108
En 1962 fue elegido presidente el conservador Guillermo León Valencia. Entre
sus principales cometidos está el haberse dedicado a la pacificación del país.
“Enfrentó con valor poco común, a los insurgentes que habían establecido las
„repúblicas independientes‟ de Marquetalia, Riochiquito, El Pato y El Guayabero,
desalojándolos de allí mediante una combinación del empleo de la fuerza pública y
las labores de acción cívico-militar. Sin embargo, durante su mandato nacieron
dos peligrosos movimientos subversivos: Las FARC en 1964 y el ELN en 1965.

8.9. Orígenes de la Subversión

Ya en 1949 el PCC (Partido Comunista de Colombia) lanzó la consigna de


organizar las masas para la resistencia armada. (M.J. Santos).

En los años siguientes varios grupos guerrilleros liberales, alzados en armas tras la
muerte de Gaitán en 1948, al tiempo que combatían al gobierno y buscaban
establecer “repúblicas independientes” controladas por ellos, iban siendo
permeados por la ideología comunista.

Tras la „Operación Marquetalia‟ (1964), en que las FFMM recobraron el control de


ese territorio, en 1966 una de esas guerrillas, denominada „Bloque Sur‟ y liderada
por Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, se transformó en las FARC. Ya había
publicitado su ideología comunista y establecido su objetivo: “la vía revolucionaria
armada para la toma del poder”.

En 1965, como continuación de otros movimientos rebeldes, surgió el ELN, bajo el


mando de los hermanos Vásquez Castaño y Medina Morón, grupo de orientación
castrista.

Para ese entonces, Fidel Castro, quien había establecido un régimen comunista
en Cuba, buscaba „exportar la revolución‟ hacia América Latina y daba un activo
apoyo a varios focos guerrilleros en la región. Su lugarteniente, el Che Guevara,
planteó el objetivo: “Crear dos, tres, muchos Vietnams.”

En 1967 el PCC-ML (Partido Comunista Colombiano, Marxista Leninista) decide la


fundación del EPL (o Ejército Popular de Liberación). Este, de línea maoísta,
planteaba “desarrollar la lucha en zonas rurales, principalmente dentro de una
concepción de guerra popular prolongada.” (Alape). Al estilo Mao Tse Tung.

Esos tres grupos irregulares desde un principio recurrieron al asesinato, la


emboscada, el asalto, el secuestro, la intimidación, el ataque a la fuerza pública y
muchas otras prácticas terroristas.

Es importante indicar que estos tres grupos se formaron en el contexto


internacional de la Guerra Fría: el enfrentamiento global entre las naciones
democráticas y capitalistas por una parte, con el bloque comunista (liderado por la
URSS, la China Roja y por Cuba en América Latina); y que esos grupos sirvieron a
los regímenes comunistas como puntas de lanza para penetrar en Suramérica.

109
Los tres grupos subversivos recibieron apoyo de esos países para desestabilizar al
gobierno colombiano y derrocarlo para establecer un régimen marxista.

Fue así como el grupo de las FARC recibió apoyo económico, logístico e
ideológico por parte de la URSS; el ELN recibió otro tanto de parte de la Cuba
castrista; y el EPL de parte de la China Roja.

8.10. Política y Subversión (1966-2002).

El presidente Guillermo León Valencia fue sucedido por los gobiernos de Carlos
Lleras (1966-70), Misael Pastrana (1970-74), Alfonso López M. (1974-78) y Julio
César Turbay (1978-82).

En los primeros años de la década de 1970 fue tomando fuerza en el país el


problema del narcotráfico. Primero empezó a sembrarse marihuana en la Sierra
Nevada de Santa Marta y luego el negocio se iría diversificando con la aparición
de cultivos y laboratorios para el procesamiento de coca en otras regiones.

Durante el gobierno de Misael Pastrana surgió otro elemento de desestabilización


que fue el M-19, movimiento guerrillero que se declaraba seguidor del general
Rojas Pinilla y acusaba al gobierno de Lleras de haberle robado al general Rojas las
elecciones de 1970 en beneficio de Pastrana.

El M-19, que busca establecerse como guerrilla urbana, y con un modus operandi
similar al de los Tupamaros del Uruguay, da golpes publicitarios, al tiempo que
ejecuta secuestros, robos de armas y asesinatos. Al igual que el ELN, contará con el
apoyo de Cuba.

En materia de seguridad fue notoria la labor del Dr. Turbay Ayala (1978-82).
“Mediante la aplicación de una serie de medidas de seguridad que ya habían sido
dictadas por gobiernos anteriores, compiladas en lo que se llamó „El Estatuto de
Seguridad‟, su gobierno puso fin a un amago de guerra civil promovida por la
subversión comunista. Fueron capturados los miembros de un grupo denominado
„Autodefensa Obrera‟ y se dieron efectivos golpes al M-19, al PLA, al ELN y a las
FARC. Pero lo más importante fue que en forma incruenta y aplicando
ejemplarmente los procedimientos jurídicos, redujeron a prisión a medio millar de
miembros del grupo terrorista M-19. Fue una batalla jurídico-militar ganada por las
fuerzas del orden, que más tarde se convertiría en una derrota política al quedar
libres los terroristas y perdonados sus crímenes.” (Plazas V.).

El presidente Belisario Betancur (1982-86) decretó una amnistía que cobijó a los
miembros del M-19 y puso en libertad a sus presos. El movimiento subversivo sólo
había querido ganar espacio político y tiempo para reorganizarse. “Los combates
se recrudecieron en 1985, cuando el M-19 se organizó como un ejército regular en
Los Robles (Cauca) fortificando una considerable franja de territorio y obligando al
gobierno a sacarlos de allí mediante una decidida acción del ejército.” (Plazas V.).

110
Luego, un comando del M-19 protagonizó la cruenta toma del Palacio de Justicia
(noviembre de 1985). Allí murió un centenar de personas, entre ellas 11
magistrados, varios militares y policías, cerca de 30 particulares y 48 terroristas del
M-19, entre ellos varios extranjeros. En esa ocasión estuvo a punto de
sucumbir el sistema.

Mientras tanto, las FARC sostenían conversaciones con el gobierno, con el solo
propósito de adelantar su labor organizativa y su estructuración armada, llegando a
convertir el sitio de „Casa Verde‟, en el Meta, en una especie de santuario o
centro de convenciones.

El gobierno Betancur, por otra parte, firmó el contrato con una empresa sueca
para la construcción de la base naval de Bahía Málaga, con lo cual se dio un
importante paso para el desarrollo de la Armada y del litoral pacífico.

El presidente Virgilio Barco (1986-90) tuvo que enfrentar una sangrienta ofensiva del
narcotráfico. El asesinato del Dr. Luis Carlos Galán, por orden de la mafia, dio
origen a que el gobierno tomara fuertes medidas contra los grupos de
narcotraficantes, que llevaron al desmantelamiento de algunas bandas de
delincuentes y a la caída de sus cabecillas. Los narcos respondieron con actos
violentos, como el colocar carros bombas en distintas ciudades, principalmente en
Bogotá y Medellín.

Virgilio Barco logró pactar la paz con el M-19, movimiento guerrillero que
finalmente entregó las armas y tomó parte en las elecciones presidenciales de
1990.

Bajo el mandato del presidente César Gaviria (1990-94) arreció la batalla con el
narcotráfico. Durante su gobierno se dio de baja al capo Pablo Escobar y se
desmanteló el Cartel de Medellín, poniendo fin a sus actos de terrorismo.

Por otra parte, durante su gobierno se logró la desmovilización de 7 grupos


guerrilleros:

-El PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). 200 hombres.


-El EPL (Ejército Popular de Liberación). 2.000 hombres.
-El Movimiento Armado Quintín Lame. 175 hombres.
-Los Comandos Ernesto Rojas. 25 hombres.
-La CRS (Corriente de Renovación Socialista). 433 hombres.
-Las Milicias de Medellín (3 grupos). 650 hombres.
-El Frente Francisco Garnica. 150 hombres.

Más tarde, durante el gobierno de Ernesto Samper (1994-98) se logrará la


desmovilización de otro grupo guerrillero: el „Movimiento Independiente
Revolucionario-Comandos Armados (MIR-COAR).

111
En las décadas de 1980 y 1990, las FARC y el ELN siguieron creciendo y
diversificando sus acciones terroristas, agregando a las ya conocidas de asalto,
secuestro, emboscada y extorsión, las de ataques a los pueblos, voladura de
oleoductos, destrucción de la infraestructura eléctrica y vial, colocación de minas
antipersonales y terrorismo indiscriminado.

Al mismo tiempo, durante la década de 1990, esos grupos se fueron involucrando


más y más en el negocio del narcotráfico. En una primera fase, cuidaban a los
narcos sus cultivos ilícitos; en una segunda fase tomaron control de muchos de
ellos y construyeron numerosos laboratorios para el procesamiento de la coca.
Fue así como esos grupos pasaron a convertirse en lo que el embajador
norteamericano Lewis Tambs llamó acertadamente la „narcoguerrilla‟.

En el panorama internacional hay que señalar que entre 1989 y 1991 se produjo en
el mundo el colapso del sistema comunista. En 1989 fue derribado el muro de Berlín
y se desplomaron uno a uno los regímenes de Europa Oriental. En 1991 cayó el
sistema comunista en la URSS, víctima, no de un ataque externo, sino de sus
propias contradicciones.

En todo el mundo numerosos grupos revolucionarios que habían sido apoyados


por la Unión Soviética y sus aliados, al quedarse sin norte optaron por
desmovilizarse, lo que ocurrió por ejemplo con varios grupos subversivos en
Centroamérica.

En Colombia se desmovilizó el EPL (en febrero de 1991); pero las FARC y el ELN,
que tenían su financiación asegurada por el secuestro, la extorsión y el negocio del
narcotráfico, persistieron en la lucha. La cual cada vez se ha visto más
desprovista de un factor ideológico y más sustentada en consideraciones
económicas, pues manejan un negocio que cada año mueve millones de dólares.
¿A cambio de qué estarían dispuestos a desmantelarlo?

El gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) intentó un muy publicitado proceso de


paz con las FARC. Les concedió poder establecerse en un área de 42.000
kilómetros cuadrados, que abarcaba varios municipios con centro en El Caguán. El
gobierno esperaba llegar a firmar la paz con ese grupo guerrillero y a lograr su
desmovilización; pero las FARC, abusando de todas las concesiones, incentivaron
sus ataques a pueblos indefensos, los secuestros, extorsiones y asaltos,
redoblando sus acciones de narcotráfico y terrorismo, con apoyo técnico de narcos y
terroristas extranjeros. Tras casi 4 años de inútiles conversaciones, que sólo
sirvieron para permitir a la subversión ganar tiempo y espacio, mientras se
fortalecía, el gobierno tuvo que cancelar el proceso y dio a las Fuerzas Militares
orden de recuperar el territorio del Caguán.

Por otra parte, hay que anotar que durante el gobierno Pastrana las Fuerzas
Militares se vieron fortalecidas con la formación de nuevas unidades, el aumento del
pie de fuerza y la modernización de las distintas armas.

112
Las Fuerzas Militares de Colombia, a lo largo de las últimas décadas han luchado
contra la amenaza planteada por la subversión, la cual pone en riesgo no sólo las
instituciones democráticas, sino la vida, honra y bienes de los ciudadanos, así
como su patrimonio ambiental, sometido a graves daños por las actividades del
narcotráfico.

Igualmente las Fuerzas Militares han combatido a las Autodefensas Ilegales, que en
varias regiones han perpetrado asesinatos selectivos y colectivos, han causado
desplazamientos forzosos de las regiones y también se han involucrado en
negocios de narcotráfico.

8.11. En Misiones de Paz.

A lo largo de su historia, las Fuerzas Militares de Colombia han prestado sus


servicios en tiempos de paz y de guerra. En varias oportunidades han sido
convocadas por la comunidad internacional para garantizar la coexistencia pacífica
entre los pueblos.

Fue así, como en noviembre de 1956 el Batallón Colombia participó en una misión
internacional, al ser enviado a Egipto bajo la bandera de las Naciones Unidas,
formando parte de fuerzas de paz destacadas al Canal de Suez, que tras haber
sido nacionalizado por el presidente Nasser de Egipto fue invadido por una
coalición de israelíes, franceses y británicos.

La ONU se opuso a esa invasión y para actuar como fuerza de paz, despachó un
contingente multinacional, del cual hizo parte el Batallón Colombia, el cual se
destacó en aquel legendario desierto por el eficiente cumplimiento de su
misión.

113
Luego, desde 1982, Colombia hace presencia con el Batallón Colombia No. 3, en la
Fuerza Multinacional de Observadores (MFO) que vigila la frontera entre Egipto e
Israel (península del Sinaí).

8.12. Una Larga y Gloriosa Tradición

Desde su fundación, en los albores de la República, las Fuerzas Militares de


Colombia, se han destacado en misiones de guerra y paz.

Durante la Independencia, el Ejército y la Armada nacionales lucharon en la causa


de la emancipación, contribuyendo a llevar la libertad no sólo al territorio
colombiano, sino a Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia.

En el siglo XIX, época marcada por las guerras civiles, el Ejército Nacional y la
Armada hicieron su mejor esfuerzo en defensa de la ley y el orden, contribuyendo de
manera eficaz al establecimiento de un ordenamiento jurídico duradero, en una
época de gran inestabilidad política.

En el siglo XX, las Fuerzas Militares (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) lucharon
por defender la integridad del territorio colombiano, en episodios tan destacados
como el conflicto colombo-peruano de 1932.

Así mismo, unidades del Ejército y la Armada, junto con tropas de la ONU,
combatieron en la remota península de Corea para salvaguardar el derecho de
autodeterminación de los pueblos y proteger la libertad y la democracia. Gracias a
su participación, hay que decir que Corea del Sur es hoy una nación próspera y
libre.

Durante la segunda parte del siglo XX, las Fuerzas Militares de Colombia (Ejército,
Armada y Fuerza Aérea) han realizado grandes esfuerzos para proteger a la
República y sus habitantes frente a una conspiración comunista internacional
(auspiciada durante años por la URSS, China y Cuba) y luego frente al ataque
combinado de la subversión, el terrorismo y el narcotráfico, tres elementos que se
fusionaron para convertirse en uno solo.

En todo ese tiempo y a través de esos distintos episodios, las Fuerzas Militares de
Colombia han sido garantes del ordenamiento jurídico y defensoras de la
democracia, en cumplimiento de su tarea constitucional de proteger el territorio
nacional, así como la vida, honra y bienes de sus habitantes.

Pero además de estas acciones valerosas y decididas, como todas las que
registra su gloriosa historia, las Fuerzas Militares han sido llamadas a realizar
otras tareas en el campo internacional, para preservar la paz y la concordia entre los
pueblos.

Es el caso de su participación en las fuerzas de paz destacadas a Egipto (1956) y en


el Sinaí (desde 1982).

114
Por todo ello, podemos concluir que las Fuerzas Militares de Colombia, tanto en
nuestro país como en el extranjero, son garantes de paz, abanderadas de la
democracia y defensoras de los más arraigados valores del pueblo
colombiano.

Este las ha premiado con su admiración y afecto, circunstancia que se refleja


hasta en las más recientes encuestas, en las cuales las Fuerzas Militares tienen un
bien merecido puesto de honor en la credibilidad y respaldo del pueblo
colombiano.

9. NUESTROS PROCERES MILITARES

9.1 Simón Bolívar: Caudillo y Libertador, no existe un soldado como él,


9.2 Antonio Nariño: Genio Militar capaz de atreverse a todo en todo y contra todo
9.3 Francisco de Paula Santander: figura histórica que mejor personifica a Colombia.
9.4 Atanasio Girardot: El ídolo del Ejército, el predilecto de su jefe.
9.5 Antonio Ricaurte: Determinación y valor del héroe, el líder con ejemplo.
9.6 Francisco Jose de Caldas: La sabiduría y la cultura, para la libertad.
9.7 Jose Maria Córdova: Lealtad, valor y sacrificio, la expresión del soldado virtuoso.
9.8 Antonio Jose de Sucre: Talento militar, soldado genial y hombre virtuoso.
9.9 Juan Jose Rondon:El héroe de la batalla mas importante de la independencia.
9. 10 Jose Prudencio Padilla: Maestro Naval, proa de la libertad, la epopeya y el martirio
9.11 Rafael Reyes: Hombre integral, visionario, reformador político y estadista.

115
BIBLIOGRAFÍA

- Historia de las Fuerzas Militares de Colombia. Ed. Planeta. Bogotá. 1993.

- López de Gómara, Francisco. Historia general de las Indias. Ed. Orbis. 1985.

- Terrero Monagas, J.C. Los Caribes. Ed. Elite. Caracas. 1933.

- Albi, Julio. La defensa de las Indias (1764-1799). Instituto de Cooperación


Iberoamericana. Madrid. 1987.

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- Lemaitre, Eduardo. Breve historia de Cartagena.

- Argos. Cursillo de historia de Colombia. Editorial Colina. Bogotá. 1995.

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Bogotá. 1999.

- Caballero, Lucas. Memorias de la guerra de los mil días. Colcultura. Bogotá.


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- Gómez Casabianca, Luis Henrique. El General Manuel Casabianca y su tiempo.


Imprenta Nacional. Bogotá. 1998.

- Lemaitre, Eduardo. Rafael Reyes. Banco de la República. Bogotá. 1981.

- Peña, Margarita/ Mora, Carlos A. Historia de Colombia. Ed. Norma. Bogotá.


1987.

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1993.

- Santa, Eduardo. La guerra de los mil días. Historia de Colombia. Salvat. Bogotá.
1988.

- Vargas Martínez, Gustavo. José María Melo los artesanos y el socialismo. Ed.
Planeta. Bogotá. 1998.

- Villegas, Jorge/Yunis, José. La guerra de los mil días. Carlos Valencia Editores.
Bogotá. 1979.

116
- Almanaque Colombia 1993. Ed. El Carnero. Bogotá. 1993.

- Cláver Téllez, Pedro. Crónicas de la vida bandolera. Ed. Planeta. Bogotá. 1987.

- Gómez Aristizábal, Horacio. Alzate Avendaño. Ed. Kimpres. Bogotá. 2000.

- Gómez Hurtado, Alvaro. Soy libre. Ediciones Gama. Bogotá. 1989.

- Plazas Vega, Alfonso. Presidentes de Colombia. Ed Panamericana. Bogotá.


1993

- Santos, Manuel José. El ejército en la guerra irregular de Colombia. Bogotá.


2002.

- Urdaneta Arbeláez, Roberto. El materialismo contra la dignidad del hombre.

- Valencia, Alvaro/ Sandoval, Jairo. Colombia en la guerra de Corea. Ed. Planeta.


Bogotá. 2001.

- Siglo XX a través de El Tiempo. Casa Editorial El Tiempo. Bogotá. 2000.

- Centro Nacional de Consultoría. El Tiempo. 23 de marzo de 2003.

- Revista histórica Ejercito Nacional. Liderazgo Militar en la Historia. ed. 2012

117
MÓDULO DE HISTORIA MILITAR DE COLOMBIA

PREGUNTAS DE AUTOEVALUACÍON

1) ¿Quién fue el principal ingeniero militar que trabajó en las fortificaciones


de Cartagena?
a) Rodrigo de Triana
b) Juan de Arévalo
c) Domingo Duquesne
d) Juan Bautista.

2) ¿Qué oficial comandó la llamada “Campaña Admirable”?


a) Sucre
b) Nariño
c) Bolívar
d) Santander.

3) ¿Quién dirigió la Reconquista española (1815-16)?


a) El Virrey Eslava
b) Juan Sámano
c) Pablo Morillo
d) El General Barreiro.

4) ¿Qué presidente haitiano colaboró con la independencia de Colombia?


a) Luis Aury
b) Alejandro Petión
c) Jean Desalines
d) Jean Duvalier.

5) ¿Entre Quiénes se desató la primera guerra civil (1812-13)?


a) Librecambistas y proteccionistas
b) Centralistas y federalistas
c) Liberales y conservadores
d) Santanderistas y bolivarianos.

6) ¿Quién dirigió la escuadra patriota en la batalla del Lago de Maracaibo?


a) Francisco de Paula Vélez
b) Juan José Rondón
c) Luis Brión
d) José Prudencio Padilla.

7) ¿Qué presidente fundó la Escuela Militar de Aviación?


a) Pedro Nel Ospina
b) José Vicente Concha
c) Carlos E. Restrepo
d) Marco Fidel Suárez.

118
8) ¿Qué era la casa Arana?
a) La casa donde murió Bolívar
b) la primera compañía exportadora de café
c) una empresa cauchera del Perú
d) la sede de la Expedición Botánica.

9) ¿Qué presidente decretó la liberación definitiva de los esclavos?


a) José Hilario López
b) el general Mosquera
c) Rafael Urdaneta
d) Olaya Herrera.

10) ¿Quién dirigió las tropas del gobierno en la Batalla de Palonegro?


a) El general Próspero Pinzón
b) El general Enrique Arboleda
c) el general Carlos Albán
d) el general Diego de Castro.

11) ¿Qué eran las flecheras?


a) Mujeres guerreras del Amazonas
b) Embarcaciones de los caribes
c) Recipientes para llevar las flechas
d) Las mujeres encargadas de envenenar los proyectiles.

12) ¿Qué eran las guazábaras?


a) Gritos de guerra
b) Combates con los nativos
c) Armas de los muiscas
d) Impuestos coloniales.

13) ¿Qué es un arcabucero?


a) Un esclavo fugitivo
b) Un soldado español provisto con un arma de fuego
c) Un ingeniero militar
d) Un depósito de pertrechos.

14) ¿Qué eran las “Sociedades Democráticas”?


a) Las que dirigieron a los Comuneros
b) Las que organizaron el 20 de Julio
c) Tertulias literarias del siglo XIX
d) Grupos liberales extremistas.

15) ¿En qué año se completó la independencia de la Nueva Granada?


a) 1810
b) 1824
c) 1819
d) 1830.

119
16) ¿Quién comandaba el ejército realista en la Batalla del Puente de
Boyacá?
a) El general Morillo
b) El general Barreiro
c) El coronel Morales
d) El comandante Sámano.

17) ¿Quién es el autor del Memorial de Agravios?


a) Francisco José de Caldas
b) Antonio Nariño
c) Antonio Villavicencio
d) Camilo Torres.

18) ¿Quién dirigió la Misión Suiza encargada de reorganizar la Escuela de


Aviación en Madrid?
a) El mayor Henry Pillichody
b) El coronel Herbert Boy
c) El capitán von Engel
d) El coronel René Guichard.

19) ¿Quién fue Inocencio Chincá?


a) Un lancero patriota
b) El fundador del Partido Liberal
c) El jefe de la flotilla colombiana en 1932
d) El primer piloto colombiano.

20) ¿Bajo qué rey se efectuó la Reconquista Española?


a) Carlos V
b) Felipe II
c) Fernando VII
d) Carlos III.

21) ¿Quién es conocido como el soldado mas virtuoso?


a) Atanasio Girardot
b) Antonio Ricarte
c) Jose Maria Córdova
d) Pedro Pascasio Martinez
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RESPUESTAS

AUTOEVALUACÍON

1) ¿Quién fue el principal ingeniero militar que trabajó en las fortificaciones


de Cartagena?
d) Juan Bautista.

2) ¿Qué oficial comandó la llamada “Campaña Admirable”?


c) Bolívar

3) ¿Quién dirigió la Reconquista española (1815-16)?


c) Pablo Morillo

4) ¿Qué presidente haitiano colaboró con la independencia de Colombia?


b) Alejandro Petión

5) ¿Entre Quiénes se desató la primera guerra civil (1812-13)?


b) Centralistas y federalistas

6) ¿Quién dirigió la escuadra patriota en la batalla del Lago de Maracaibo?


d) José Prudencio Padilla.

7) ¿Qué presidente fundó la Escuela Militar de Aviación?


d) Marco Fidel Suárez.

8) ¿Qué era la casa Arana?


c) una empresa cauchera del Perú

9) ¿Qué presidente decretó la liberación definitiva de los esclavos?


a) José Hilario López

10) ¿Quién dirigió las tropas del gobierno en la Batalla de Palonegro?


a) El general Próspero Pinzón

11) ¿Qué eran las flecheras?


b) Embarcaciones de los caribes

12) ¿Qué eran las guazábaras?


b) Combates con los nativos

13) ¿Qué es un arcabucero?


b) Un soldado español provisto con un arma de fuego

121
14) ¿Qué eran las “Sociedades Democráticas”?
d) Grupos liberales extremistas.

15) ¿En qué año se completó la independencia de la Nueva Granada?


c) 1819

16) ¿Quién comandaba el ejército realista en la Batalla del Puente de


Boyacá?
b) El general Barreiro

17) ¿Quién es el autor del Memorial de Agravios?


d) Camilo Torres.

18) ¿Quién dirigió la Misión Suiza encargada de reorganizar la Escuela de


Aviación en Madrid?
a) El mayor Henry Pillichody

19) ¿Quién fue Inocencio Chincá?


a) Un lancero patriota

20) ¿Bajo qué rey se efectuó la Reconquista Española?


c) Fernando VII

21) ¿Quién es conocido como el soldado virtuoso?


c) Jose Maria Córdova

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