N AT I O N A L G E O G R A P H I C . C O M .

E S | M AY O 2 0 2 2

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LO S B O S Q U E S L A E S T R AT E G I A D E LO S GA B Ó N , U N F R ÁG I L
MÁS AMENAZADOS ABORÍGENES: FUEGO R E F U G I O PA R A
D E L P L A N E TA CONTRA EL FUEGO LO S E L E FA N T E S
22 de abril
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N AT I O N A L G E O G R A P H I C
S U M A R I O
2
Los bosques más
amenazados del planeta
El cambio climático y otras
alteraciones antropogénicas
son una seria amenaza para
los árboles del mundo entero.
M AY O 2 0 2 2
Todavía no somos capaces
de cuantificar el alcance
planetario de todas estas
repercusiones, pero sí impedir
que el panorama empeore.
P OR CRAIG WELCH
En portada
Las hojas de un arce
fotografiado en Múnich
se tiñen de rojo y amarillo
con la llegada del otoño.
Entre los años 2018 y
2020 desaparecieron en
Alemania 300.000 hectáreas
de bosque.
MARA BRANDL / IMAGEBROKER /
GETTY IMAGES
ORSOLYA HAARBERG
R E P O R TA J E S S E C C I O N E S

34
EXPLORA
La ondulación de los anillos
revela una sorpresa en
Saturno

Hay medusas para rato

La estrategia de los aborígenes:
fuego contra el fuego
A lo largo de decenas de miles de I N ST I N TO BÁ S I C O
años, los aborígenes australianos se A ellas les gustan cachas
valieron del fuego para evitar los
incendios forestales. Hoy, después 25 AÑOS DE
de que muchos de ellos regresaran N G E S PA Ñ A
a sus tierras ancestrales, han Jóvenes con actitud
recuperado esa tradición cultural Gádor Muntaner,
para conservar sus territorios. nadando con tiburones
POR KYLIE STEVENSON
Automoción
F O T O G R A F Í A S D E M AT T H E W A B B O T T
Un progreso colosal

54
GRAN ANGULAR
Educar y reforestar para
proteger la selva

E D I TO R I A L
Gabón: un frágil refugio
para los elefantes EN TELEVISIÓN
El elefante de bosque, una especie
amenazada por la caza furtiva y la P RÓX I M O N ÚM E RO
pérdida de hábitat, se enfrenta a
la escasez de alimentos en Gabón,
donde unas lluvias cada vez más
escasas podrían estar reduciendo
la cantidad de frutos disponibles de
los árboles de los que se alimentan.
P O R Y U D H I J I T B H AT TA C H A R J E E
F OTO G RA F Í A S D E JA S P E R D O E ST

78
Soluciones forestales
Trasplantes, ingeniería genética,
Envíanos tus cartas
o comentarios a
forum-ngme@rba.es

reforestación, no intervención… Síguenos en Twitter en

¿Cuál es la mejor solución para @NatGeoEsp
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que son nuestros bosques? La de Facebook: facebook.com/
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lucha contra el cambio climático. en @NatGeoEsp
P O R A L E JA N D R A B O RU N DA ,
CRAIG WELCH, SARAH GIBBENS en nues ra p gina we :
Y A N D R E W C U R RY nationalgeographic.com.es

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Teléfono 910 920 129 (de lunes a viernes, de 10 a 15 horas)
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DE ARRIBA ABAJO: MATTHEW ABBOT; JASPER DOEST; IAN TEH


FARO DE FUENCALIENTE
Fotografía nocturna de uno de los
lugares más emblemáticos de La Palma.
El fotógrafo Saúl Santos la tomó con el
OPPO Find X5 Pro utilizando los siguien-
tes parámetros en modo manual: f/1.7,
32 segundos de exposición e ISO 3.800.
SAÚL SANTOS
Equipado con una linterna
frontal y ropa de invierno,
Saúl Santos maneja su
OPPO Find X5 Pro para
capturar una imagen
nocturna desde el Roque
de los Muchachos, en La
Palma. Durante su amplia
carrera como fotógrafo
ha podido capturar algu-
nos de los espectáculos
naturales más impresio-
nantes del planeta.
 PICO DE LA CRUZ
Las luces del amanecer se abren paso
en el horizonte por encima del mar de
nubes. Utilizando el modo automático
con Inteligencia Artificial y un ISO de
400 consiguió esta toma desde una de
las mayores elevaciones de la isla.

OPPO FIND X5 PRO

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pensado y diseñado
para los amantes de la
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desarrollada por OPPO
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memorables con cualquier
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artificial integrada, además
de disponer de 3 filtros y
un modo máster desarro-
llado por Hasselblad. OPPO
pone en manos del usuario
una herramienta única
para fotografiar en
cualquier condición
climatológica.

CIELOS NOCTURNOS

La Palma, protago
El experimentado fotógrafo palmero Saúl Santos es un especialista
en captar la naturaleza en diversas condiciones de iluminación.

H
ogar de algunas de las formaciones
volcánicas más impresionantes de
España, la isla de La Palma es un es-
pectáculo natural en sí misma. Cuan-
do se pone el sol y reina la noche, la isla canaria
mantiene intacta su esencia al desplegar un cie-
lo único que la convierte en uno de los mejores
lugares para la fotografía nocturna del país. Es
un paraíso para los fotógrafos y una tierra que
Saúl Santos conoce bien, pues nació y se crió en
estos parajes. Guardián de los secretos mejor
guardados del territorio palmero, el experimen-
tado fotógrafo se aventuró en un viaje a lo largo
y ancho de la isla para exprimir las posibilidades
de su OPPO Find X5 Pro, un dispositivo ideado
para capturar cada detalle. Cuando la tecnología
móvil más vanguardista y los años de experiencia
tras la cámara se dan la mano, el resultado habla
por sí solo. La Palma exhibe todo su potencial y
se muestra exuberante ante los ojos del mundo.
LA ONDULACIÓN DE LOS
ANILLOS REVELA UNA
SORPRESA EN SATURNO
de nuestro
E L D I O S D E L A A B U N DA N C I A
sistema solar esconde en su interior un
tesoro inesperado: el enorme núcleo de
Saturno, que supone hasta el 60 % de su
diámetro. Medido recientemente y reve­
lado por unas sutiles ondulaciones per­
ceptibles en sus anillos, se cree que está
compuesto de hielo, roca y gas, mezcla­
dos en una masa amorfa de bordes des­
dibujados.
«Es gigantesco –dice Chris Mankovich,
investigador del Instituto Tecnológico
de California y coautor de un estudio
publicado en la revista Nature Astro-
nomy–. Una sorpresa en toda regla».
Para escudriñar las entrañas de Saturno,
los científicos recurrieron a sus anillos,
que hacen las veces de sismógrafo y regis­
tran los vaivenes y las pulsaciones inter­
nas del gigante gaseoso. Descifrando
ondulaciones muy sutiles, descubrieron
que el núcleo no es el trozo separado y
compacto de roca y hierro que se pensaba.
Ahora la ciencia debe determinar cómo
pudieron formarse planetas gigantes del
estilo de Saturno con núcleos tan grandes
y desorganizados. Por si fuera poco com­
plicado, el descubrimiento de este núcleo
hace difícil explicar la presencia del cam­
po magnético de este planeta, que pre­
senta una singular simetría en contraste
con la inclinación e irregularidad de los
campos de la Tierra y de Júpiter.
Aunque inesperado, el resultado casa
con los hallazgos de la nave Juno de la
NASA, que apuntan a que el núcleo de
Júpiter podría ser una mezcla de ingre­
dientes igual de difusa.
En el futuro podrían utilizarse métodos
idénticos para estudiar los anillos y los
núcleos tanto de Urano como de Neptuno.
Mediante la observación de
las ondulaciones de los anillos
de Saturno –retroiluminados
por el Sol en la imagen
superior– los científicos
midieron el tamaño del núcleo
(abajo), que equivale a unas
17 veces la masa de la Tierra
y alberga una mezcla de roca,
hielo, hidrógeno y helio.
TEXTO: NADIA DRAKE. IMAGEN: NASA / LABORATORIO DE PROPULSIÓN A CHORRO-CALTECH /
I NSTITUTO DE CIENCIAS ESPACIALES (ARRIBA). ILUSTRACIÓN: ROBERT HURT, CALTECH
E X P L O R A | C OM P O RTA M I E N TO A N I M A L

HAY MEDUSAS PARA RATO

ahora y siempre, es el imperativo inexorable
« A DA P TA R S E O M O R I R , O T R O S D AT O S
de la naturaleza», escribía H. G. Wells en 1945. La capacidad de A finales de verano
adaptación ha sido desde los inicios de la vida una de las fuerzas las medusas maduras se
reproducen sexualmente y
motoras de la supervivencia, una aptitud clave en épocas de cam­
las hembras liberan al agua
bios ambientales como los que estamos viviendo en la actualidad miles de huevos al día, de
a causa del calentamiento global. Una especie superadaptable es los que emergen pequeñas
la medusa huevo frito (Cotylorhiza tuberculata), protagonista de larvas que se adhieren al
numerosas proliferaciones masivas en el Mediterráneo, un fenó­ lecho marino. Posteriormente
se convertirán en pólipos,
meno que acarrea pérdidas económicas importantes, en especial
los cuales se reproducen
en el sector del turismo. La investigadora Angélica Enrique ha podido asexualmente. En primavera
comprobar su tenaz talento para subsistir en el Instituto de Cien­ tiene lugar la estrobilación,
cias Marinas de Andalucía (ICMAN­CSIC), donde cultivan pólipos un proceso mediante el cual
de distintas medusas bajo las condiciones proyectadas por el Grupo los pólipos liberan pequeñas
medusas a la columna de
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)
agua: las éfiras.
para 2100: mayor temperatura y disminución del pH. «La especie
ha mostrado una alta tolerancia a los cambios ambientales, lo que
le permitirá adaptarse gradualmente a las condiciones de tempera­
tura y acidificación previstas», afirma Enrique. Esto se debe, en parte, En España la medusa
a las microalgas simbiontes con las que convive, las zooxantelas, huevo frito se observó
que modulan los efectos negativos derivados del descenso del pH. por primera vez en el
Mar Menor en 1995, tras
Sin embargo, el calentamiento y la acidificación sí podrán afectar
el dragado de uno de
a la fase de transición de pólipo a medusa, aunque todo indica, los canales de navegación
añade la científica, que tendrá tiempo suficiente para superarlo que comunican la laguna
y… para seguir poblando el Mare Nostrum hasta 2100 y más allá. con el Mediterráneo.

N AT I O N A L G E O G R A P H I C TEXTO: EVA VAN DEN BERG. FOTO: ARDEA.COM / PAULO DE OLIVIERA / AGE FOTOSTOCK
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E X P L O R A | INSTINTO BÁSICO

A ELLAS LES GUSTAN CACHAS

(Sarcophilus harrisii) es un marsupial
E L D I A B L O D E TA S M A N I A O T R O S D AT O S
exclusivo de este estado insular australiano. Fiero y robusto, es célebre Los primeros colonos
europeos adjudicaron
gracias al personaje Taz de la serie de animación Looney Tunes y sin a este animal el sambenito
duda se trata del animal más emblemático de la isla. Aunque son soli- de diablo después de
tarios, los diablos de Tasmania, del tamaño de un perro pequeño, se oír por primera vez sus
espeluznantes gruñidos
vuelven muy sociales a la hora de alimentarse: carnívoros y carroñeros nocturnos. Desde los años
(Sarcophilus significa «amante de la carne), comer en grupo les permite noventa la especie sufre
el azote de un cáncer
desmembrar presas más grandes, nos explica Tamara Keeley, bióloga facial transmisible que
experta en reproducción animal de la Universidad de Queensland, en ha causado la muerte del
Australia. También lo son a la hora de aparearse, lo que hacen una vez 80 % de los ejemplares.
Hoy quedan unos 20.000,
al año. «Curiosamente, aunque las hembras solo pueden criar a cuatro y desde 2008 la especie
bebés de cada camada porque tienen cuatro mamas, paren entre 30 y se considera en peligro
de extinción.
40 crías de apenas 30 gramos de peso cada una. Pero solo sobreviven
las cuatro que consiguen agarrarse al pezón, al que se mantendrán
pegadas casi un año, antes de salir del marsupio», añade Keeley.
Durante la época de reproducción son frecuentes las luchas entre
machos, porque las hembras solo sucumben a los encantos de los ejem-
plares más grandes y dominantes. Pero ni siquiera el vencedor de la
batalla tendrá asegurados los favores de la «diabla». Todavía deberá
demostrarle que es capaz de someterla, o de lo contrario… de copular,
ni hablar. Y cuidadín, porque ellas se muestran superagresivas con los
machos que no les gustan. Así que, cuando consiga conquistarla por
la fuerza, el bravucón la agarrará del pescuezo para llevársela a su
guarida. Allí se aparearán y, mientras a ella le dure el celo, una semana
aproximadamente, el diablo la custodiará a sol y sombra y solo saldrán
de la cueva para beber agua, algo que ella hará bajo extrema vigilancia: Dos diablos de Tasmania
se enfrentan furibundos,
si intenta escapar, él la perseguirá y la arrastrará de vuelta a casa. Pero,
gruñendo y mostrándose
como los científicos han comprobado, una camada puede tener varios mutuamente los afilados
padres, lo que sugiere que las hembras logran escabullirse frecuente- colmillos. Los machos
pesan entre nueve y doce
mente de sus captores para aparearse con otros machos. Y es que a las kilos, y las hembras, entre
diablas de Tasmania los supermachotes les ponen de lo más. seis y nueve.

TEXTO: EVA VAN DEN BERG. FOTO: BJORN SVENSSON / AGE FOTOSTOCK
 PUBLIRREPORTAJE

MAZDA CX-60

TECNOLOGÍA DEL FUTURO

L
a reinvención en la forma SISTEMA DE
de movernos ha llegado, y RECONOCIMIENTO
Mazda ha revolucionado el FACIAL
mercado automovilístico para El vehículo identifica al
atender las necesidades de cada conductor y adecúa a
conductor. La excelencia en la sus preferencias varios
tecnología y el diseño definen al parámetros: altura
nuevo Mazda CX-60, el primero del asiento, posición
de una serie de modelos híbridos de los retrovisores,
enchufables que la marca japone- climatización y hasta
sa introducirá en Europa. el sistema de sonido.

Un espectacular habitáculo HEAD UP DISPLAY

diseñado con la precisión de los Una pantalla Head
maestros Takumi se fusiona con Up Display tres
veces mayor que en
tecnología de última generación
modelos anteriores
para representar todo lo que la
proporciona al con-
firma ha incorporado a su ADN a
ductor información
lo largo de un siglo. El nuevo SUV
fácil de interpretar,
híbrido enchufable de Mazda
reforzando la sensa-
cuenta con increíbles prestacio-
ción de seguridad en
nes que respetan el medioam-
la carretera.
biente y ofrece una excelente
experiencia de conducción. Un MY DRIVE
modelo que apuesta por un El selector Mazda
futuro verde en una industria que Intelligent Drive per-
crece a un ritmo vertiginoso. fecciona su fórmula
ampliando hasta
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tenibilidad para convertir cada conducción que ofre-
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J Ó V E N E S C O N A C T I T U D
NADANDO CON TIBURONES
ni sonó
N O A PA R E C I Ó S OM B R A D E T E MO R ,
el eco del tópico cinematográfico, el día
que Gádor Muntaner, con 16 años, des­
pués de conseguir el título para bucear en
aguas abiertas en Maldivas, se encontró
cara a cara con su primer tiburón. «Sentí
una paz, una relajación y una admiración
ante un animal tan perfecto y tan distinto
a lo que se cree de él que me enamoré»,
confiesa con entusiasmo. Recuerda aque­
lla inmersión y el flechazo con nitidez:
«Era un tiburón de arrecife de puntas
negras, un ejemplar juvenil, con una
mirada muy inocente: tenía más miedo
él de mí que yo de él». Desde ese momento,
el buceo se convirtió para Gádor en una
obsesión: «Para mí el mar era una medi­
tación en tiempos de revolución adoles­
cente». Y el tiburón, en su causa: «Quise
darle voz porque es un incomprendido».
GÁDOR E STUDIÓ farmacia para seguir la
tradición familiar, pero la duda planeaba
insistente. Al acabar el tercer curso dio un
giro de timón y se matriculó en ciencias
del mar en la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria. «Quería ser científica y
pasar todo el tiempo posible bajo el agua».
Casi le tumban el sueño: un profesor le
dijo que tenía el síndrome de Cousteau y
| GÁ D O R MU N TA N E R
que lo que le daría de comer eran la física
y la dinámica costera. Por suerte, no le
hizo caso. Siguió inmersa en su ideal y
obtuvo una beca para acabar la carrera
en Baja California, donde realizó una
investigación sobre los contaminantes
presentes en el tiburón blanco: «Hay pes­ Gádor Muntaner, nacida
ticidas que ya no usamos, como el DDT, en Barcelona en 1991, es
prohibido desde hace 50 años, pero que oceanógrafa especializada
en tiburones. Involucrada
son tan potentes que persisten en el mar
en diversos proyectos
y en los tejidos de los animales». Dado para la conservación del
que se estima que 100 millones de tibu­ mundo submarino,
rones mueren al año para acabar en el combina su labor científica
plato, a Gádor le gusta poner este estu­ con la divulgación. Es
dio… sobre la mesa: «Tal vez a los comen­ embajadora de la revista
National Geographic España
sales no les importan los tiburones, pero
en su 25 aniversario.
sí saber que su salud está en riesgo».
es clave,
L A D I V U LGAC I Ó N C I E N T Í F I C A
pues necesitamos cambios urgentes, afir­
ma esta oceanógrafa con causa que, junto
con otras 11 mujeres, ha creado una ONG
en Baja California para guiar el tránsito
de una comunidad dedicada a la pesca
del tiburón hacia el ecoturismo. Mientras,
bucea por todos los mares del mundo. Y
si es con tiburones, mejor: «Por su impor­
tancia en el equilibrio de los ecosistemas
marinos y por haber sido tratados como
monstruos sin serlo, se lo merecen».
RAFAEL FERNÁNDEZ CABALLERO (ARRIBA); GÁDOR MUNTANER (RETRATO)
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 HACIA UN MUNDO MÁS AMARILLO | AUTOMOCIÓN

Un progreso colosal
mientras la edición española de National
F U E E N E L M I S MO A Ñ O 1 9 9 7:
Geographic se estrenaba en los quioscos, los países industrializados
firmaban en Kioto un acuerdo para reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero. Entre ellas, las producidas por el sector del trans­
porte. Eran tiempos en los que llenar el depósito valía la mitad que
ahora. Por contra, un coche medio, según datos del Área Metropolitana
de Barcelona, contaminaba tanto como 36 coches actuales.
Han pasado 25 años y, afortunadamente, los progresos alcanzados
en la automoción han sido espectaculares. En especial, nos cuenta el
ingeniero industrial Manuel Lage, historiador del automóvil y secre­
tario general de la Asociación Empresarial Small Scale Gas Natural,
«la enorme reducción de contaminantes lograda mediante sucesivas
normas europeas, lo que se consiguió mejorando la combustión en los
motores e instalando catalizadores y filtros de partículas en el tubo de
escape, así como la disminución de las emisiones de CO2 gracias a los
motores de menor tamaño y sobrealimentados». También se eliminó
el plomo de las gasolinas, un aditivo que fue sustituido por biocom­
bustibles, de origen vegetal y renovable.
Hoy los vehículos son además mucho más seguros, gracias al ABS
de serie que llevan todos los automóviles y a otras mejoras en su direc­
ción, estabilidad, suspensión y alumbrado. Otro plus de protección
son los sistemas de seguridad pasiva, como el airbag, las lunas lami­
nadas o la implementación de zonas de deformación controlada en la
carrocería. También ha mejorado el nivel de confort, y los sistemas de
navegación han optimizado la conducción.
Obviamente, los vehículos de un siglo xxi marcado por el precio al
alza de los combustibles también consumen menos. En nuestro país,
más del 50 % de las matriculaciones de coches nuevos no híbridos son
de gasolina. Los diésel han pasado de copar el 70% de las ventas a repre­
sentar solo un 28 %. «Las ventas han caído brutalmente desde 2015,
cuando salió a la luz la famosa polémica con algunos motores diésel.
Sin embargo, por su mejor rendimiento térmico, son los que menos
CO2 emiten a igualdad de potencia», explica Lage. El porcentaje res­
tante corresponde a los coches híbridos y a los 100 % eléctricos, a los
que solemos incluir en el mismo saco. «Es un grave error considerar­
los conjuntamente como ecológicos. En los híbridos el porcentaje de
uso en eléctrico puro es muy reducido, de un 10 a un 20 % en recorrido
urbano y prácticamente cero en interurbano y carretera», señala Lage.
Sin duda falta mucho para que los coches 100 % eléctricos y con
emisiones cero, capaces de cubrir grandes distancias, sean mayoría
en la carretera. Por el momento hemos asistido a grandes transforma­
ciones, tanto en el diseño de los motores eléctricos –que hoy por hoy
obtienen la energía de baterías, que son pesadas, de difícil reciclaje y A lo largo de estos 25 años,
en National Geographic hemos
con una autonomía limitada– como en la implementación de los carga­ abordado temas que ponían
dores, cada vez más comunes en nuestras ciudades. En estos vehículos sobre la mesa el necesario
hemos puesto muchas esperanzas. Habrá que ver de dónde sacaremos reenfoque emprendido por
toda la electricidad necesaria para cargar tantas baterías –solo de las el sector de la automoción,
como recogen estas portadas
renovables no será posible– y cómo insertaremos todos sus compo­ dedicadas al pico del petróleo,
nentes en un circuito de economía circular. ¿Seremos capaces de resol­ los biocombustibles o la
ver todas las dudas en el próximo cuarto de siglo? revolución tecnológica.

N AT I O N A L G E O G R A P H I C ABSTRACT AERIAL ART / GETTY IMAGES

A caballo entre un
pasado que ya se
desvanece y una
primavera en plena
ebullición, así parece
circular este coche
que, en una imagen
simbólica, transita
hacia un futuro que
promete ser más
verde y sostenible.
 HACIA UN MUNDO MÁS AMARILLO | AUTOMOCIÓN

25 AÑOS DE CAMBIOS
1997
EN ESTE CUARTO DE SIGLO, LA INDUSTRIA DEL AUTOMÓVIL
HA VIVIDO UNA REVOLUCIÓN. Aunque la hegemonía
de los motores de combustión y la dependencia de los
combustibles fósiles eran principios irrevocables, hoy
Ese año se vendieron en España casi un millón de coches, el mayor
están cambiando a marchas forzadas. Los coches son ahora
volumen de la década, lo que correspondía a un crecimiento
más eficientes, menos contaminantes y producen menos del 11 % respecto al año anterior. Estaba en marcha un cambio
residuos. Por otro lado, han surgido nuevos problemas. de ciclo: por primera vez, la matriculación de nuevos vehículos
¿De dónde procederá la energía eléctrica necesaria para diésel superó, en 1998, a la de vehículos de gasolina.
hacer funcionar miles de millones de vehículos eléctricos?
¿Habrá suficientes reservas de minerales esenciales
para baterías y convertidores? El coche se activaba casi exclusivamente
con una llave, aunque ya existían
algunas dotadas de sistema remoto,
mediante una señal de radio modulada.

En 1997 todos los vehículos

funcionaban con derivados
del petróleo, un combustible
fósil que importamos.

La navegación por
satélite era todavía
un sueño lejano.
Nos guiábamos por
mapas físicos para Tiempo de llenado:
no perder el rumbo.
3 MINUTOS.

El combustible se quema al En enero de 1997, el precio

mezclarse con el oxígeno y máximo del litro de gasolina
genera energía, pero una parte súper era de 120,60 pesetas
de la misma se pierde a través (unos 72 céntimos de euro).
del agua de refrigeración Un barril de petróleo importado
y de los gases de escape. costaba solo nueve dólares.

Según datos de la industria, un

depósito de 40 litros en un vehículo
diésel permitía una autonomía de unos:
Un coche de gasolina
con un consumo normal
900 KM
(6 litros cada 100 kilómetros)
emite una media de
CO2 en perfectas condiciones de tráfico y en
143 gramos de CO2 por conducción defensiva (conduciendo
kilómetro recorrido. a una velocidad media de 90 km/h).

TIPOS DE COCHES EN CIRCULACIÓN (2021)

GLP y gas natural
1,63 %
El GLP (gas licuado de petróleo)
concentra el grueso de los
turismos de gas. Los autobuses
y camiones usan gas natural com-
primido o licuado (GNC y GNL).
Convencionales Híbridos no enchufables Híbridos enchufables Eléctricos
65,05 % 25,53 % 5,03 % 2,76 %
La suma de coches Estos vehículos Los modelos plug-in Los coches totalmente
de gasolina y diésel híbridos con motor de híbridos (PHEV) suponen eléctricos (BEV + E-REV)
representa algo más combustión interna un porcentaje mínimo representan el mínimo
de la mitad de los (HEV) suponen una respecto a los vehículos porcentaje de las
vehículos matriculados. cuarta parte del total. con motor de gasolina. nuevas matriculaciones.
 Según datos del Área
Metropolitana de
=
Barcelona, un solo 1 en 1997

2022
coche contaminaba
tanto en 1997 como
36 en la actualidad. 36 en 2022

En 2021 se matricularon 859.000 nuevos turismos, un crecimiento

del 0,97 % respecto al año anterior, pero estos fueron años atípicos,
marcados por la pandemia. El sector espera crecer en 2022.
El mercado se ha diversificado en los últimos 25 años, y la fuente
de energía es ahora un factor más en la elección del consumidor.

La navegación Además de la tecnología Los vehículos eléctricos o híbridos requieren

por satélite es de llave remota, un simple electricidad. Esta procede de fuentes renovables
ahora dominante. teléfono inteligente puede en un 55,6 % (principalmente eólica, pero
Muchos modelos abrir la cerradura y controlar también hidráulica), seguida de la nuclear y
ya tienen GPS el automóvil a través de la los ciclos combinados. El carbón cae a mínimos
y mapas digitales. tecnología Bluetooth. históricos: menos del 2 % de la producción.

La batería de un
coche eléctrico tiene
una autonomía media,
a velocidad moderada, de:

470 KM

En funcionamiento, el coche eléctrico no produce

emisiones de C02, pero el argumento en contra es
que la huella de carbono de todo el ciclo de CO2
producción es igual o superior a la de fabricar
un vehículo con motor de combustión interna.

Se tarda de 20 a 30 minutos
La batería del coche eléctrico, muy grande, en cargar la batería
tiene un electrolito por el que circulan iones en corriente alterna y
cargados que almacenan energía eléctrica. continua. En las estaciones
Durante la marcha, alimenta al motor eléctrico de servicio hay puntos
de tracción y se va descargando. Pero gracias de carga ultrarrápida.
al frenado regenerativo, el motor hace de
generador y se recarga parcialmente.

En un coche con motor de combustión, la batería es de tamaño Las baterías de los coches
reducido y sirve para arrancar el motor y dar servicio a los faros, eléctricos se agotan
limpiaparabrisas, etc. Durante la marcha se recarga continuamente más deprisa cuando
con el alternador del motor térmico. baja la temperatura.

INFOGRAFÍA: ANYFORMS DESIGN. FUENTES: MANUEL LAGE (ASOCIACIÓN EMPRESARIAL SMALL SCALE GAS NATURAL);
«CHANGES IN FUEL ECONOMY: AN ANALYSIS OF THE SPANISH CAR MARKET» (MATAS ET AL., 2017); ANUARIO ANFAC, 2021; REE, 2021.
 Construyamos una vida más
CIRCULAR
IKEA.ES
Los expertos llevan mucho tiempo
advirtiéndonos cuán vulnerables somos al
calentamiento global y a la emergencia
climática. A los cambios de la naturaleza.
Sin embargo, recién lo estamos asumiendo.
Hoy, tras dos años de pandemia, muchos
de nosotros somos más conscientes que
nunca de nuestra fragilidad y deseamos
mejorar de forma activa la situación plane-
taria, una actitud que, además, nos aporta
equilibrio y bienestar.
Por un consumo sostenible
Uno de los hábitos que más redundan en el
medio ambiente es nuestra forma de con-
sumir, por eso cada vez más gente busca
cómo hacerlo de forma responsable. ¿Cuál
es la vía para evitar la compra excesiva, el
derroche y el desecho de objetos que están
en buen estado? En IKEA están conven-
cidos de que la respuesta está en otorgar
nueva vida a nuestros enseres. En llevar un
estilo de vida más circular que nos permita
reducir la compra de productos innecesarios
y generar así menos residuos.
¿El límite? Tu imaginación
En la red de IKEA encontrarás muchísimas
ideas para que, fácilmente, puedas trans-
formar esa mesilla, esos platos, ese molde
que casi nunca usas o esa alfombra de la
que ya te has cansado, entre tantos otros
objetos, en piezas únicas que podrás reuti-
lizar, regalar o revender. Si te decantas por
esta opción, recuerda que tienen su propio
servicio de compra-venta de muebles
usados IKEA. LLeva el tuyo: lo tasarán, te
darán una tarjeta regalo IKEA por el precio
pactado y lo pondrán a la venta en los es-
pacios Circular Hub de sus centros.
¡Muy fácil! Atrévete a customizar todas
esas cosas que tienes arrinconadas en
casa. Transfórmalas. Decóralas. Dales una
nueva función. Practica la vida circular:
nunca una toma de conciencia fue tan
provechosa y satisfactoria.
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madalenas 12€).
En colaboración con la población
local, Anita Studer recoge
semillas de los árboles de la mata
atlántica de Pedra Talhada para
hacerlas crecer en sus viveros.
Posteriormente esos plantones
son replantados para salvaguardar
este valioso bosque, hábitat
de una miríada de especies,
endémicas y amenazadas.
©ROLEX / DIEGO BRESANI
EDUCAR Y REFORESTAR
PARA PROTEGER
LA SELVA
L A C O N S E R VA C I O N I S TA Y O R N I T Ó L O G A S U I Z A A N I TA
S T U D E R T R A B A JA D E S D E H AC E M Á S D E T R E I N TA A Ñ O S E N
L A R E C U P E R AC I Ó N D E L A M ATA AT L Á N T I C A D E B R A S I L .
 P O R E VA VA N D E N B E R G
L
Así apodaron a Anita Studer algunos
L A G R I N G A LO C A .
de los habitantes de Quebrangulo, un municipio brasi­
leño del estado de Alagoas, en el nordeste del país, en
plena mata atlántica. El mote se lo adjudicaron a media­
dos de la década de 1980, cuando esta conservacionista
suiza, tan rubia, menuda y siempre sonriente, empezó
a ser una presencia constante en este territorio empo­
brecido, donde la única salida para sus habitantes, tra­
bajadores a sueldo de grandes hacendados dedicados a
la ganadería y al cultivo de la caña de azúcar, era talar
el bosque. Esta valiosa selva neotropical, que se extiende
por Brasil, Paraguay y Argentina, es una de las más
amenazadas del planeta y ha quedado reducida a frag­
mentos discontinuos. La deforestación, iniciada en el
siglo xvii, avanzaba ya por aquellos años ochenta a un
ritmo alarmante. Hoy apenas subsiste un 12% de la masa
arbórea original.
La primera incursión de Anita Studer a este ecosis­
tema selvático se produjo en 1976, cuando, con 31 años,
viajó con su marido al extraordinariamente biodiverso
bosque de Pedra Talhada para avistar aves, su gran
pasión. «Brasil me enamoró nada más llegar –recuerda–.
Desde el primer momento me sentí como en casa». Tras
aquella toma de contacto inicial, Studer regresó a Gine­
bra, en su Suiza natal, y acudió al Museo de Historia
Natural para consultar bibliografía sobre aves brasileñas.
Quería aprender más sobre ellas, pero encontró muy
poca cosa. Decidió que en sus próximos viajes fotogra­
fiaría todas las especies que viera, y así lo hizo: durante
los siguientes años pasó la mitad del tiempo explorando
la naturaleza brasileña. Cuando posteriormente se gra­
duó en Ornitología en la Universidad de Nantes, Francia,
decidió hacer su tesis doctoral sobre un pequeño pájaro
N AT I O N A L G E O G R A P H I C
negro de la familia de los ictéridos, una especie endémica
de unos pocos estados del nordeste de Brasil, entre ellos
Alagoas: el amenazado chango de Forbes (Anumara
forbesi), conocido en el lugar como anumará. Y en 1981,
acompañada de su director de tesis, el ornitólogo fran­
cés Jacques Vielliard, volvió a la selva de Pedra Talhada
para estudiarlo al detalle. «Date prisa –le espetó el pro­
fesor–, porque en nueve o diez años este bosque desa­
parecerá y, con él, también el chango». Impactada por
esa aseveración, Studer reflexionó. ¿No sería mejor
dedicarse primero a salvar este hábitat y, con él, al
chango de Forbes y al resto de sus moradores? Aunque
entonces aún no lo sabía, ese pensamiento selló su
destino para siempre. «Nunca hubiera imaginado que
dedicaría el resto de mi vida a preservar el bosque»,
asegura Anita.
Para empezar, decidió establecer contacto con los
hombres de poder del territorio, hacendados y políticos
al mando de un arraigado sistema feudal. «Ser bajita me
ayudó, pues desde el primer momento ninguno de ellos
me percibió como una amenaza», recuerda Studer,
conocida por su buen carácter y simpatía. Pero aunque
la escuchaban, no se la tomaban demasiado en serio,
no lograba avanzar. ¿Cómo conseguiría, se preguntó,
que la gente del lugar se aviniera a preservar la selva de
Pedra Talhada? Para la mayoría, la selva no era más que
la guarida de animales peligrosos y ladrones y la fuente
de la leña que les daba de comer. Studer se percató de
que para conseguir su propósito debía poner en marcha
un proyecto no solo ecológico, sino también social, que
involucrara a los habitantes del lugar. Tras observar que
la escuela de Quebrangulo necesitaba ser reconstruida,
se le ocurrió proponerle al alcalde, en plena campaña
electoral, un pacto que, le aseguró, le granjearía muchos
votos: ella obtendría fondos para levantar una nueva
escuela si él conseguía que los demás alcaldes de la re­
gión firmaran una petición para preservar un fragmento
de Pedra Talhada. El alcalde aceptó la proposición y
Studer, consciente de que necesitaba recaudar dinero,
fundó en 1985 la asociación Nordesta para la reforesta­
ción y la educación, con sede en Ginebra y un claro
objetivo: preservar los bosques y mejorar las condiciones
de vida de las poblaciones rurales en las zonas tropicales.
La escuela fue reconstruida y, paralelamente, con el
fin de transmitir esa necesidad imperiosa de proteger
Anita Studer fue galardonada en 1990 con un Premio
Rolex a la Iniciativa por su ambicioso proyecto para
restaurar parte de la mata atlántica brasileña. En la
actualidad ya ha plantado más de ocho millones de
árboles de distintas variedades en colaboración con
la gente del lugar, que ha aprendido que preservar
la selva es la mejor manera de salvaguardar su futuro.
©ROLEX / DIEGO BRESANI
la selva, Anita Studer puso en marcha una campaña de
educación ambiental para divulgar las bondades de un
ecosistema protector, de una gran belleza, que es fuente
de agua y está lleno de valiosas especies animales y
vegetales. Y lo hizo a través de la música y el arte, uniendo
a los artistas con los científicos para hilvanar un mensaje
destinado a toda la población, pero en especial a los
niños de Quebrangulo, puntal del futuro de este lugar.
A ellos les enseñó entonces, y continúa haciéndolo hoy
en día, el papel esencial que desempeñan los árboles,
sostén de la madre naturaleza.
«Dejen de talar el bosque de Pedra Talhada, donde
emergen hasta 169 manantiales que dan de beber a
300.000 personas, y empiecen a plantar árboles», pidió
a los terratenientes. Lentamente su mensaje fue calando
y, con el soporte de Nordesta, inició un plan de refores­
tación que se estrenó con el cultivo de 800 hectáreas.
N AT I O N A L G E O G R A P H I C
El embalse de Carangueja (arriba) es el corazón del
área de trabajo de Anita Studer, la Reserva Biológica
Nacional de Pedra Talhada, de 50 kilómetros cuadrados
de superficie. Salvar el bosque significa plantar entre
50 y 100 variedades de árboles, por lo que supervisa
bien las semillas (derecha, abajo, seis especies locales).
Poco después, en 1989, el Gobierno del país declararía
reserva biológica nacional 4.500 hectáreas de Pedra
Talhada, y un año más tarde Studer recibía el Premio
Rolex a la Iniciativa en reconocimiento a una labor que
representa perfectamente los valores de estos galardo­
nes desde hace ya más de cuatro décadas: apoyar a
personas que, con sus proyectos innovadores, mejoran
la vida en el planeta, amplían el conocimiento humano,
responden a grandes retos o preservan nuestro patri­
monio natural y cultural para las generaciones futuras.
©ROLEX / DIEGO BRESANI (TODAS)
 Gracias al tesón de esta mujer llena de energía, los
lugareños han replantado ya más de ocho millones de
árboles distintos –hasta un centenar de variedades– que
se cultivan en viveros en los alrededores. También pue­
den aprender apicultura, otra herramienta que Studer
ha puesto a su disposición para que tengan unos ingre­
sos extra y promuevan el incremento de la polinización.
Studer ha construido más de 40 escuelas y centros de
capacitación y ha impulsado un programa de becas para
jóvenes. Además, gracias a Nordesta, cada año acuden
a Quebrangulo voluntarios suizos expertos en distintas
disciplinas para aportar aquí su grano de arena.
Hoy, aquel primer proyecto iniciado en Quebrangulo
se ha replicado en muchísimas iniciativas repartidas
por 14 estados brasileños. Además de Alagoas, en Minas
Gerais, Mato Groso, Bahia, Sergipe, Pernambuco, Cearà,
Piaui, Maranhao, Tocantins, Parà, Amazonia y Acre.
En estos territorios, Studer ha instalado placas solares
para iluminar escuelas, ha promovido una campaña
para proteger especies amenazadas y ha puesto en mar­
cha y coordinado investigaciones científicas para estu­
diar la biodiversidad de la mata atlántica brasileña.
«Paso a paso vamos logrando nuestros objetivos»,
asegura, optimista, mientras observa el bosque que
tanto ama. «Entonces había apenas 300 anumarás en
la selva. ¡Hoy se estima que hay unos 3.000!», afirma.
Así de poderoso puede ser el brío de una ilusión. j
La conservacionista y ornitóloga suiza Anita Studer fue
Laureada de los Premios Rolex a la Iniciativa en 1990. Este
artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con
National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia,
la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan
los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra.
Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.
M AYO 2 0 2 2
 Creemos que cuando las personas entiendan mejor el mundo
que habitamos, tomarán mayor conciencia sobre su protección.

national geographic magazine national geographic society

españa National Geographic Society es una organización internacional
sin ánimo de lucro que se apoya en el poder de la ciencia, la exploración,
GONÇALO PEREIRA ROSA , ora General
la educación y la comunicación para conocer y proteger las maravillas
de nuestro mundo. Desde 1888, National Geographic ha desafiado
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JOSEP OYA Director General de Operaciones
Phadungruangkij. TURQUÍA: Zeynep Sipahi
RAMON FORTUNY Director de Producción
 UNA CERVEZA QUE SE BEBE
TAL CUAL: SIN FILTRAR
E
Una cerveza sin sta no es una cerveza
filtrar, repleta de corriente. Es para gente
sabores inspirados como tú, a la que le gusta
en sus orígenes, a darle la vuelta a las cosas.
la que tienes que También El Águila Sin Filtrar
darle la vuelta para necesita un giro para despertar
despertar su sabor. todo su sabor.
UNA CERVEZA SIN FILTROS
De singular sabor e inspirada
en una receta centenaria, esta
cerveza ligera y refrescante posee
unos aspectos muy particulares.
Su característico aspecto turbio
procede de las levaduras en
suspensión que potencian su
aroma y preservan sus propieda-
des organolépticas: esas caracte-
rísticas que se pueden percibir
con los sentidos.
Un sabor que ha sido premiado
en distintos certámenes interna-
cionales, como el Premio Interna-
cional Grand Gold Quality.
El Águila recomienda el consumo responsable
Pero la cerveza El Águila Sin
Filtrar ofrece otros toques
especiales. Entre ellos, el lúpulo
Lemondrop® que se incorpora
lentamente al final de la cocción
en un proceso denominado late
hopping. Así se intensifica su
toque amargo, añadiéndose una
nota cítrica muy fresca que la
convierte en una bebida ideal para
consumir en cualquier momento.
EL RITUAL
El Águila Sin Filtrar necesita
que cuando llegue a tus manos
le des la vuelta, sin agitarla, antes
de beber; un ritual que no solo
despertará la levadura que lleva
dentro, sino también todos tus
sentidos cuando la degustes.
Una cerveza sin filtros ni artifi-
cios, pensada para espíritus
inconformistas.
¿Te encaja? ¡Pues dale la vuelta!
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desembarque. Se aplica únicamente a trayectos con origen o destino Madrid y Barcelona; los vuelos domésticos en España no están incluidos, pero sí se incluyen los vuelos domésticos en Ecuador.consulta condiciones. La naviera incluirá dos noches pre crucero en Quito, en el hotel Marriot o similar. Consultar conexiones aéreas desde otros puntos de España. Reserva por 60€ persona (no aplica
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M AY O | EDITORIAL
BOSQUES ETERNOS
Actualmente, los bosques (sombreados en verde) cubren una tercera parte de la tierra
firme: casi 40 millones de kilómetros cuadrados. Junto con otras zonas con vegetación,
absorben cada año hasta un tercio del CO2 liberado por la quema de combustibles fósiles.
AMÉRICA
DEL SUR
o e
AU N Q U E LO S Á R B O L E S e er
el bosque, Suzanne Simard se enfrentó
en su día a duras críticas por su trabajo.
Esta profesora de ecología forestal de la
Universidad de la Columbia Británica
refutó la teoría predominante de que los
árboles de un bosque eran individuos
aislados. Sus experimentos demostraron
que los árboles coexisten en interdepen-
dencia y comparten recursos a través de
redes subterráneas de las que dependen
los ecosistemas. En este concepto se
fundamenta este número.
Los bosques mantienen nuestro mun-
do en equilibrio. Son los «pulmones» del
planeta, absorbiendo dióxido de carbono
y exhalando oxígeno. Son el hábitat de
innumerables especies. Y en un planeta
que se calienta, son nuestra mejor opor-
tunidad de sobrevivir.
Sin embargo, corren peligro. «Es mal
momento para los árboles –dice el perio-
dista Craig Welch en el primer artículo
de esta revista–. La Tierra ha perdido
A S I A
R I C
ECUADOR
TRÓPICO DE CAPRICORNIO
A
Altura del dosel arbóreo
Menor Mayor
una tercera parte de sus bosques en los La medición de los árboles
últimos 10.000 años, la mitad de ellos por vía satélite ayuda a
los científicos a monitorizar
desde 1900. Los talamos para explotar su la transformación de los
madera, para hacer sitio a cultivos y pas- bosques.
tos, para construir casas y carreteras».
Las condiciones extremas asociadas al
cambio climático también están aca-
bando con los árboles en el mundo entero.
Pero no es tarde para remediarlo. El
pasado otoño, más de un centenar de
líderes mundiales se comprometieron a
poner fin a la deforestación mundial
antes de 2030. Es una señal alentadora.
En este número ponemos el foco en
cómo los aborígenes de Australia renue-
van sus tierras con la práctica ancestral
de las quemas planificadas, presentamos
estrategias que podrían ayudar a salvar
los bosques y ofrecemos fotografías, grá-
ficos y mapas, oportunidades para cono-
cer y apreciar nuestros bosques.
Gracias por leer National Geographic.
David Brindley
Director interino
MARTIN GAMACHE Y MATTHEW W. CHWASTYK, NGM. FUENTES: ÍNDICE DE INTEGRIDAD
DEL PAISAJE FORESTAL; LABORATORIO GLAD, UNIVERSIDAD DE MARYLAND
 EL CALOR
Y LA SEQU A
EST N
ACABANDO
CON NUESTROS
BOSQUES.
PERO
PODEMOS PONER
COTO AL DAÑO
CON UN
GOLPE
DE TIM N.
POR CRAIG WELCH
3
 PÁG I N A S A N T E R I O R E S
Con 66 metros de altura
y una edad estimada
de más de cinco siglos,
el Gran Doug Solitario,
un árbol de la isla
de Vancouver, en la
Columbia Británica, se
salvó de la tala en 2011
cuando un maderista se
quedó impresionado
por su tamaño. Resultó
ser el tercer abeto de
B O S Q U E N AC I O N A L D E L A S S E C U OYA S
CALIFORNIA
LOS INCENDIOS DE LOS
DOS ÚLTIMOS AÑOS HAN
ACABADO CON HASTA UN
20 % DE LAS SECUOYAS
MÁS GRANDES
Una lluvia de brasas cae
desde la copa de una
secuoya que se incendió
tras recibir el impacto
de un ascua arrastrada
por el viento en 2021.
El árbol sobrevivió.
PÁ G I N A S S I G U I E N T E S :
En una ladera quemada
de la Sierra Nevada
estadounidense, su
único hábitat nativo,
Douglas más grande
de Canadá por su
perímetro, altura y
tamaño de su copa.
En todo el mundo los
bosques primarios se
enfrentan a excavadoras
y motosierras, y el
cambio climático entraña
amenazas nuevas: más
incendios forestales,
plagas, calor y sequías.
GARTH LENZ
las secuoyas gigantes
–algunas milenarias– se
yerguen como puñales
negros entre los demás
árboles muertos:
abetos blancos, pinos
de azúcar, calocedros
de California. Aunque
las secuoyas suelen
sobrevivir a los
incendios rastreros
porque apenas tienen
ramas bajas, esta vez
las llamas alcanzaron
las copas. El cambio
climático y la práctica
de extinguir cualquier
conato de incendio
están favoreciendo la
aparición de incendios
forestales de mayor
magnitud.
SUE CAG;
JEFF FROST (PÁGINAS SIGUIENTES)
 C O S TA N O RT E

AUSTRALIA
39 MILLONES DE MANGLES de 2015-2016 les dio
el golpe de gracia al
MURIERON DE SED causar un descenso
temporal del nivel del
Años de calor mar de 40 centímetros
y sequía extremos que secó las raíces de
habían estresado los mangles. Esta foto
cientos de kilómetros de 2021 muestra una
de manglares de la ligera recuperación; el
costa del golfo de verdor corresponde a
Carpentaria. El intenso una especie de mangle
fenómeno de El Niño bajo que sobrevivió.
MATTHEW ABBOTT
 que salta a
la vista en este bosque desfigurado por el fuego es
el color. No hace mucho, este terreno al sur del
Parque Nacional de Yellowstone era una estampa
monocroma de ceniza y pinos carbonizados. Pero
el verano pasado, pinos jóvenes que no levantaban
un palmo del suelo y brotes y plántulas de álamos
temblones americanos lo pintaron de verde bri-
llante. La adelfilla orlaba de violeta los troncos
ennegrecidos, y las seferdias, de rojo intenso. La
brisa hacía bailar el amarillo de las árnicas. Cinco
años después de que el incendio de Berry de 2016
aniquilase 84 kilómetros cuadrados de territorio
de Wyoming, este pedazo de tierra calcinada res-
pondía al fuego como durante milenios han hecho
los bosques de las Montañas Rocosas: renaciendo.
Monica Turner catalogaba esa recuperación. En
un sofocante día de julio, esta profesora de ecología
de la Universidad de Wisconsin-Madison recorría
a paso de tortuga los 50 metros de cinta métrica
que había desenrollado sobre el suelo. Asistida
por un estudiante de posgrado, contaba hasta el
último plantón de pino contorta que asomaba en
una franja imaginaria de dos metros de ancho,
uno a cada lado de la cinta. La carretera estaba tan AL SUR DE
lejos que cualquier habitante del bosque podría Y E L LOW S TO N E
estar al acecho: uapitíes, ciervos, alces, lobos.

WYOMING
A los pies de los investigadores se agolpaba tal
cantidad de troncos diminutos que tardaron casi
una hora en recorrer una distancia que normal-
mente salvarían en segundos. Al final contaron
2.286 pimpollos en una superficie equivalente a ESTE BOSQUE QUEMADO
media pista de tenis. En aquel lugar estaban
naciendo 172.000 pinos por hectárea. «Típico del
ESTÁ RENACIENDO.
pino contorta –dijo Turner–. Renace a lo bestia».
PERO OTROS, NO.
La víspera, sin embargo, en una zona adyacente La ecóloga Monica Turner
de bosque quemado, Turner había documentado cuenta los pimpollos de
pino contorta que brotan
algo inquietante. En vez de un río de pinos recién ( junto con las adelfillas)
nacidos, el suelo era una mezcla de flores, hierbas entre los pinos calcinados
y tierra apelmazada. Había álamos, pero también en 2016. El fuego abre las
piñas y libera las semillas,
hierbas invasoras y acederillas. En un tramo de propiciando la regeneración
50 metros solo había localizado 16 pinos nuevos; de los pinares, pero si se
en otro, apenas nueve. En total aquella zona produce otro incendio
antes de que los árboles
estaba produciendo menos de la quincuagésima maduren, es posible que
parte de coníferas jóvenes que su vecina. ya no vuelvan a crecer.
SOFIA JARAMILLO

10 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
 Las dos zonas de bosque eran casi idénticas.
Antes del incendio de Berry, una y otra habían
ardido ya en la época de la guerra de Secesión. Pero
había una diferencia. La que tenía menos pinos
había sufrido otro incendio en el año 2000. Cuando
sucumbieron en 2016, los árboles nacidos tras el
incendio de 2000 aún no habían alcanzado la
madurez suficiente para producir bastantes semi-
llas. Allí, en lugar de resembrar el pinar, el incen-
dio de Berry había transformado el paisaje en algo
nuevo para los siguientes siglos o incluso milenios.
Yellowstone forma parte de una tendencia pla-
netaria. Desde la Amazonia hasta el Ártico, los
incendios forestales son cada vez más grandes,
más intensos y más frecuentes a medida que cam-
bia el clima. Los que sufrió Australia en 2019 y
2020 calcinaron una superficie del tamaño de
Florida. Eso ya es de por sí bastante devastador.
Pero en el caos del momento muchas veces se pasa
por alto lo que ocurre tras la muerte de esos árbo-
les: que muchos bosques se las ven y se las desean
para recuperarse. Y eso tampoco es exclusivo de
Yellowstone, ni viene siempre dado por un incen-
dio: es consecuencia del cambio climático.
En muchos lugares los bosques ya no pueden
regenerarse por sí mismos. Algunos de los más
importantes del planeta están transformándose
en algo distinto. Algunos nunca volverán a ser los
bosques que fueron. Otros puede que no vuelvan
a ser bosques en absoluto.
La Tierra
E S M A L M O M E N T O PA R A L O S Á R B O L E S .
ha perdido un tercio de sus bosques en los últimos
10.000 años, la mitad de ellos solo desde 1900. Los
talamos para explotar su madera, para hacer sitio
a cultivos y pastos, para construir casas y carrete-
ras. En todo el mundo la deforestación ha dismi-
nuido después de tocar techo en la década de 1980,
pero las tendencias varían en función de la región.
EL FUTURO DE LOS BOSQUES 11
 S I B E R I A O R I E N TA L
RUSIA
EN 2021, 8,4 MILLONES
DE HECTÁREAS ARDIERON
EN ESTA REGIÓN FAMOSA
POR EL FRÍO
La nieve cubre un
bosque boreal de la
República de Sajá que
se quemó el verano
anterior. En esta región
cuya superficie
duplica la de Alaska
se producen a menudo
pequeños incendios.
Pero en 2021 ardió
un área cuatro veces
superior al promedio
anual, liberando quizás
el carbono antiguo
sellado en el permafrost
y transformando el
bosque en praderas.
ANTOINE BOUREAU
 C O S TA S U D O R I E N TA L
BRASIL
PRIMERO LLEGÓ LA
SEQUÍA. LUEGO, EL
GRANIZO DEVASTADOR.
Seis meses después
de la mortandad de
mangles australianos
de 2015, el mismo
episodio de El Niño
causó una tormenta
que afectó a los
mangles del estuario
del río Piraquê-Mirím.
La sequía ya había
estresado a estos
árboles, en parte al
aumentar la salinidad
del agua. El granizo y
el viento acabaron con
casi una tercera parte
de ellos. La principal
amenaza de los
manglares –la tala por
intereses madereros
o agrícolas– se va
aliviando en todo
el mundo, pero crece
la preocupación por
el cambio climático.
VICTOR MORIYAMA
En Indonesia, donde se habían hecho talas para
plantar palmas aceiteras, la pérdida de bosques
primarios ha descendido desde 2016. Entre agosto
de 2020 y julio de 2021, la Amazonia brasileña
perdió 13.000 kilómetros cuadrados de selva, un
aumento del 22 % respecto del año anterior. Desde
1990 en todo el mundo se han talado más bosques
que toda la superficie forestal de Estados Unidos.
Ahora las emisiones de los combustibles fósiles
están transformando los bosques en otros aspec-
tos trascendentales. A medida que el dióxido de
carbono y otros gases de efecto invernadero calien-
tan el planeta, algunas de las 73.000 especies arbó-
reas que, según las estimaciones, existen en el
mundo, se desplazan hacia los polos y montaña
arriba, arrastrando consigo otras formas de vida.
Los alisos verdes, los sauces y los abedules enanos
se expanden por el Ártico, desde Escandinavia
hasta Canadá, ofreciendo cobijo y alimento a la
liebre americana y al alce. Los árboles crecen más
deprisa conforme absorben el exceso de CO2, un
ingrediente clave de la fotosíntesis. Ese «reverde-
cimiento» del planeta ha contribuido hasta ahora
a frenar el cambio climático.
Pero al mismo tiempo el cambio climático está
acabando con los árboles. Y lo que cada vez quita
más el sueño a los expertos en ciencias forestales
es la aceleración de los fenómenos extremos:
incendios, tormentas más violentas, plagas de
insectos y, por encima de todo, un calor y una
sequía severos que pueden agravar los efectos de
todo lo anterior. Estos episodios singulares, a
menudo sin precedentes, pueden traducirse rápi-
damente en la muerte masiva de árboles, empu-
jando a bosques que existen desde la última
glaciación hacia escenarios totalmente nuevos.
«Tenemos todo un conjunto de mecanismos
que inducen a los bosques de la Tierra a crecer
más y absorber más CO2», afirma William Ande-
regg, biólogo de la Universidad de Utah. Pero esos
mecanismos «chocan de frente con los mecanis-
mos que empujan a los bosques de la Tierra hacia
el borde de un precipicio, con más mortandad de
árboles y más pérdida de carbono».
Los que ya se han precipitado por ese abismo
son una mínima parte de los tres billones de árbo-
les y 4.000 millones de hectáreas de terreno arbo-
lado que hay en el planeta. El cambio climático
es todavía menos peligroso para ellos que la tala
y el desbroce, pero la amenaza está creciendo por
momentos. «¿Cómo va aumentando esa propor-
ción con el paso del tiempo, y cuándo cambiarán
las tornas?», se pregunta Matt Hansen desde la
16 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
SIERRA DE JÉMEZ
NUEVO MEXICO
LOS ANILLOS REVELAN combustible, se instaló
una larga sequía, y en
UNA LARGA HISTORIA DE 2011 un megaincendio
arrasó 117 kilómetros
INCENDIOS SUPERADOS cuadrados en una
Este pino ponderosa noche. ¿El resultado?
sobrevivió a 15 incendios «Un ecosistema
desde 1650, pero en liquidado que nunca
el siglo xx se sofocaron volverá a verse aquí»,
la mayoría de ellos. sentencia el científico
El bosque acumuló Craig Allen (derecha).
KEITH LADZINSKI
Universidad de Maryland, donde monitoriza los
bosques mediante satélites.
El problema es que todavía no podemos cuan-
tificar el alcance a escala planetaria de los impac-
tos climáticos. Los datos de satélite muestran, de
hecho, que entre 1982 y 2016 la superficie arbolada
de la Tierra aumentó un 7 %, un área mayor que
México. Pero esto no significa que los bosques
estén de enhorabuena: los datos no distinguen
entre bosques naturales y plantaciones industria-
les de árboles, como son los millones de palmas,
eucaliptos y pinos plantados como cultivo al mis-
mo tiempo que se tala el bosque lluvioso. Los datos
tampoco distinguen entre los bosques que sucum-
bieron a las motosierras y los que murieron en
eventos de índole climática.
No existe todavía un modelo informático capaz
de proyectar la transformación que ejercerá el
clima sobre los bosques en todo el mundo, ni las
consecuencias que tendrá sobre el clima la libe-
ración del carbono que almacenan. «Hasta ahora,
los modelos del sistema terrestre no han logrado
captar esta relación en toda su complejidad»,
explica el climatólogo Charlie Koven, quien cola-
boró con el Grupo Intergubernamental de Exper-
tos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC,
por sus iniciales en inglés). De sus 11 modelos, solo
dos incluyen tanto los incendios como los cam-
bios geográficos de la flora.
La cifra global de árboles no es el único dato
pertinente. El cambio climático está remodelando
los bosques a nivel local casi de la noche a la ma-
ñana, transformándolos incluso allí donde se han
tomado medidas para protegerlos. Y ocurre tan rá-
pido que no podemos discernir las consecuencias.
Aunque perdemos árboles de todo tipo y tamaño,
los más grandes y más viejos almacenan más car-
bono, son importantes para la biodiversidad y
serán los más difíciles de recuperar. «Los árboles
grandes revisten una importancia especial y no
pueden reponerse con rapidez, si es que pueden
reponerse», advierte Nate Stephenson, científico
emérito del Servicio Geológico de Estados Unidos.
Y lo sufriremos todos. Los humanos estamos
ligados a los bosques. Nuestra historia está unida
a los árboles. Descendimos de sus copas y los usa-
mos para hacer fuego. La llegada del papel –y la
imprenta– propició el florecimiento de la litera-
tura y la ciencia. Nos aportan alimento, cobijo,
medicinas. No somos conscientes hasta qué punto
nos apoyamos en ellos en muchísimos aspectos:
nos infunden asombro e inspiración y nos ayudan
a relajarnos en un mundo de estridencias.
Una de mis escapadas favoritas es la selva de
Hoh, en la península Olympic, a cuatro horas de
donde vivo en el estado de Washington. Es un lugar
donde los helechos tapizan el suelo y las píceas y
los arces guarnecidos de musgo verde esmeralda
impiden ver el cielo. Lo que se aprecia a simple
vista en entornos como este no está exento de
complejidad, pero los humanos también estamos
empezando a entender lo mucho que ocurre fuera
de nuestro campo visual. Los árboles de un bosque
no son individuos aislados; comparten nutrientes
y datos entre especies mediante redes subterrá-
neas de hongos. Hablan entre sí, transmitiéndose
mensajes químicos, advirtiendo a sus compañeros
de plagas y otros peligros.
Los bosques primarios son colaborativos, me
dijo Korena Mafune, investigadora postdoctoral
de la Universidad de Washington, mientras paseá-
bamos por la selva de Hoh. Ella sospecha que estas
redes de hongos pueden existir, en versión dimi-
nuta, incluso en las ramas altas. Ha encontrado
tierra debajo del musgo que crece en las copas,
con árboles minúsculos que brotan de las ramas
vivas de los árboles grandes y viejos, «un mini
bosque dentro de un bosque», dice. Le preocupa
que incluso este antiguo paraje pueda alterarse
rápidamente si un período de sequía y tempera-
turas lo bastante altas se prolonga demasiado.
El derretimiento temprano de la nieve de Alaska
ya está privando al ciprés de Nootka de su manto
aislante, lo que causa que las olas de frío congelen
sus raíces y los maten por millares. El calor y la
sequía provocados por el cambio climático han
acabado desde 1945 con hasta el 20 % de los árbo-
les en el Sahel, en el sudoeste de Marruecos y
18 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
en el Oeste de Estados Unidos, según el último
informe del IPCC. Cinco de las ocho especies arbó-
reas más abundantes en el Oeste americano han
registrado un notable declive desde el año 2000,
sobre todo por culpa de los incendios y las plagas
de insectos. El pino contorta encabeza la lista.
«En esta era de cambio climático los bosques son
mucho más vulnerables de lo que piensa la gente»,
afirma Craig Allen, especialista en ecología del
paisaje que se jubiló el año pasado del Servicio
Geológico de Estados Unidos. Lleva dos décadas
intentando alertar a la ciudadanía de ese peligro.
y una energía
T U R N E R T I E N E L A S O N R I S A P R E S TA
inagotable más propia de una universitaria que de
una veterana de 62 años. El verano pasado com-
partí con ella varios días en el John D. Rockefeller
Jr. Memorial Parkway, un terreno de artemisa y
pino más grande que Manhattan, que conecta los
parques nacionales de Yellowstone y Grand Teton.
Turner llegó a Yellowstone en 1978 para trabajar
como guardabosques. Sus praderas doradas y sus
caleidoscópicas charcas hidrotermales la hipno-
tizaron. Con el tiempo regresaría e invertiría déca-
das en estudiar sus árboles.
DESDE 1990 EN EL MUNDO
SE HAN TALADO MAS
BOSQUES QUE TODA
LA SUPERFICIE FORESTAL
DE ESTADOS UNIDOS.
En 1988 ella y un colega, el ecólogo Bill Romme,
sobrevolaron el parque en helicóptero para calibrar
las consecuencias de la peor temporada de incen-
dios en un siglo. En apenas unos meses, un tercio
de Yellowstone –321.270 hectáreas– había sido
pasto de las llamas. Turner temía que nunca se
recuperase. Pero en aquel vuelo empezó a creerse
lo que Romme ha sugerido recientemente: que
Yellowstone estaba comportándose como debía.
Muchos habían dado por hecho que los grandes
incendios de Yellowstone se debían a que las bri-
gadas llevaban más de cien años apagando cual-
quier conato de incendio, lo que propiciaba que
el exceso de árboles llenase los bosques de yesca.
 PERDIDAS PLANETARIAS
Los árboles experimentan una mortalidad sin precedentes en el mundo entero.
Se prevé que la tendencia se acelere a medida que las sequías y las olas de calor,
más frecuentes y severas, empujen a los árboles –especialmente a los bosques primarios
que maduraron en condiciones pretéritas– más allá de su umbral de supervivencia.

Es probable que las mortandades

de los bosques boreales y los
bosques lluviosos, sumideros
cruciales de dióxido de carbono,
estén infracuantificadas.

bicación de los 675 lugares

ocumentados con
ortandad de árboles
1970-2018)
AMÉRI
DEL S Bosque boreal
Total de lugares 57 A
Bosque tropical húmedo

TODOS LOS
BOSQUES CORREN
PELIGRO
Los árboles pueden Número de lugares
soportar una horquilla con mortandad de árboles
más o menos amplia
de condiciones
4.000
climáticas, pero cuando 100
mm
la temperatura y las
precipitaciones varían 50
en frecuencia, duración

675
25
o intensidad, los árboles 43
10
–incluso bosques
5
enteros– pueden
escenarios de
sucumbir.
mortandades
científicamente
documentadas
en las últimas
cinco décadas

RÍ Y H
FRÍO ME
HÚMEDO CÁLIDO Y SECO

68
3.500 No puede haber 30 °C
mm bosques en estas
condiciones 60
3.000 extremas de frío 25
H

O
Ú

y humedad.
D
M

LI
ED

28 77
CÁ
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2.500 20

143
2.000 15
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Más de 2.500 9 estudios

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1.000-1.500 21 FRÍO Y SECO
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SE

ÍO

0-500 67
CO

FR

MONICA SERRANO Y CHRISTINA SHINTANI, NGM.

LOS DATOS CLIMÁTICOS MOSTRADOS REPRESENTAN
FUENTE: WILLIAM HAMMOND ET AL., NATURE COMMUNICATIONS
EL PROMEDIO DE CINCO DÉCADAS, DE 1970 A 2018. L R DE LOS B Q 1
19
 LAS RAICES DE UNA CRISIS
Conforme aumentan las temperaturas a causa del cambio
CALOR Y SEQUÍA

El aire recalentado extrae más agua

del suelo y de los árboles durante una
sequía, justo cuando el estrés térmico
climático, los árboles acusan las olas de calor y las sequías, exige a estos llevar más agua hasta las
que los matan o debilitan su resistencia a una avalancha de hojas. Para sobrevivir a unos estresores
que van en aumento, los árboles
estresores, desde plagas hasta el ascenso del nivel del mar.
pueden suspender temporalmente
algunos procesos.

SANO Dióxido
de carbono
Agua
ESTRESADO
convertido
en alimento

3 Mayor absorción
Estomas de agua por parte t
CO2 abiertos de la atmósfera

Interior Acícula
de la hoja

Agua

ACCESO ABIERTO BLOQUEADO

Para fabricar alimento Los estomas se cierran
(carbohidratos) y para evitar la pérdida
mantenerse fresco, el de agua, pero esto
árbol absorbe dióxido detiene la captación
de carbono y libera de CO2. Si agota sus
agua a través de unos reservas de nutrientes,
poros llamado el árbol puede morir.

Agua

ime Alime Burbujas

de aire

Corcho Xilema
FLUJO NORMAL Floema FLUJO QUEBRADO
La atmósfera hace 2 La falta de agua puede
ascender el agua desde Corteza crear en el xilema
las raíces hasta la copa por RESERVAS burbujas de aire que
los conductos del xilema. afectan el transporte de
Alimento
El alimento se distribuye agua y elevan el riesgo
por medio del floema. de muerte del árbol.
Agua

Raíz Raíz
Pino
piñón Menos
Agua
agua

SUELO HÚMEDO SUELO SECO

Las raíces pueden
aumentar o reducir su
tamaño y profundidad
según la disponibilidad
de agua en el suelo.
En una sequía, el árbol
1 debe disputar el agua al
suelo reseco. Demanda
El suelo seco más agua, aunque haya
retiene el agua. menos disponible.
 PLAGAS PATÓGENOS

En condiciones de estrés repetido, Los árboles pueden contraer y

OTROS FACTORES Cambio
hasta los árboles más resistentes a las ser portadores de enfermedades
climático
plagas corren peligro. El barrenillo Sequía infecciosas como la roya del pino
de corteza, un escarabajo xilófago al blanco, que hace estragos en muchas Aumento de
que se creía que la secuoya gigante Incendio extremo especies de pinos. Un clima más la temperatura
era invulnerable, ha acabado cálido puede alterar los ciclos vitales
recientemente con decenas de estos Aumento de de los patógenos y prolongar los
la temperatura
colosos tras sequías e incendios. tiempos de esporulación.

SANO ESTRESADO La roya del pino blanco tiene

un segundo hospedador,
las plantas del género Ribes
(groselleros), que liberan
esporas que infectan a Algunos pinos situados
los pinos; estos reinfectan en zonas más secas y
1 a su vez a los groselleros. de mayor altitud pueden
evitar la infección, pero
3–4 mm sus ecosistemas están
Esporas cambiando.
Barrenillo de
corteza

Los barrenillos de
corteza emprenden 2
su asalto atacando
las ramas de corteza Los estomas de las Roya del
más fina. acículas deben pino blanco
estar abiertos para
infectarse.
3

Sano / Estresado

Resina

2 Defensas
traspasadas

Un árbol sano produce

defensas químicas y
resina en abundancia
para repeler a los
invasores; el estrés
debilita esas defensas.

Túneles

3
4

Las ampollas causadas

por la roya liberan
más esporas.
Una vez dentro, abren
túneles y se alimentan del
Pino
floema de la corteza, que
blanco
debería estar distribuyendo
Secuoya Cicatriz americano
los nutrientes.
gigante causada por 1
el fuego
Grosellero
(Ribes sp.)

El alza térmica puede
acelerar el ciclo vital
Ciclo vital Ciclo vital de algunos insectos,
2 años 1 año
lo que se traduce en
ataques más frecuentes.
Producción Susceptibilidad
de esporas del hospedador
El cambio climático también
puede alterar los momentos Condiciones actuales
de susceptibilidad del
hospedador, creando más
Aumento del calentamiento
oportunidades de infección.
 PÉRDIDA DE VAPOR DE AGUA SUBIDA DEL NIVEL DEL MAR

El dosel arbóreo amazónico libera Aumento de Los manglares son barreras Aumento de
la mayor parte del vapor de agua la temperatura naturales de protección de la temperatura
de esta selva, factor clave del muchas de las costas del
mayor ecosistema de reciclaje Sequía planeta, pero los mangles Meteorología
de agua de la Tierra. Si el calor necesitan agua dulce para extrema
y la sequía se cobran demasiados sobrevivir. La subida del nivel Sequía
árboles, el sistema podría del mar los está privando
desmoronarse. de ese recurso vital.

AGUA En condiciones normales, El calor y la sequía elevan

ATMOSFÉRICA los mangles halófilos la demanda atmosférica
dependen del oxígeno de agua, lo que estresa
y de la absorción de agua aún más un sistema ya
1 dulce a través de sus sometido a la presión de
El vapor de agua Menor vapor raíces para prosperar. unos mares en ascenso.
enfría el bosque. de agua total

LLU
UVIA
UV A CALOR LLUVIA
59 % Mayor absorción
Total de agua Agua
de agua por parte
reciclad de la atmósfera
que vuelve
la atmósfer

CO2 CO2
26 %
del dosel

Cuando el estrés
22 % causa el cierre
de la de los estomas,
evaporación el vapor de agua
no se absorbe.

Cuando sube el nivel

del mar, los mangles
Mangle inundados acusan la
rojo falta de oxígeno y
la salinidad extrema.
4,5 % Esto puede conducir
del a unas condiciones de
sotobosque estrés similares a las
de una sequía en tierra.

Ca
assttaño Árbol Subida del nivel del mar
d Pará moribundo

O2 O2

Entrada de agua Menor entrada Agua salada

dulce, baja salinidad de agua dulce
2

41 % La merma de este Nivel del suelo

La escorrentía
fluvial nutre los
manglares costeros.
sistema de reciclaje
hídrico reduce el agua
Se deposita un suelo Erosión del suelo y alta
que llega a los manglares
costeros por los ríos. rico en nutrientes concentración de sal

MONICA SERRANO, NGM; MESA SCHUMACHER. FUENTES: CRAIG D. ALLEN, UNIVERSIDAD DE NUEVO MÉXICO; BRENDAN CHOAT, UNIVERSIDAD DE SYDNEY OESTE; ANGELO
BERNARDINO, UNIVERSIDAD FEDERAL DE ESPÍRITO SANTO; NATHAN L. STEPHENSON, USGS; ANNA W. SCHOETTLE, ESTACIÓN DE INVESTIGACIÓN DE LAS MONTAÑAS ROCOSAS
DEL SERVICIO FORESTAL DE ESTADOS UNIDOS; GRETCHEN BAKER, SERVICIO DE PARQUES NACIONALES; NATE MCDOWELL, LABORATORIO NACIONAL DEL PACÍFICO NOROESTE
Así ocurre, de hecho, en algunas zonas del Oeste
del país. Pero mientras recorría las sendas abiertas
por los animales para cartografiar el historial de
incendios del parque, Romme descubrió que his-
tóricamente Yellowstone sufría incendios de gran
magnitud muy de vez en cuando. «No se registra-
ban muchos ni siquiera en la época anterior a las
brigadas de extinción –me explicó un día en el
parque–. Fue sorprendente constatarlo».
Yellowstone es un mundo de pinos contorta.
Ocupan el 80 % de los bosques del parque. Algu-
nos son serótinos, es decir, que necesitan del fuego
para que las piñas liberen sus semillas. Romme
demostró que aquellos bosques habían vivido me-
gaincendios muy destructivos en los siglos XVIII
y XIX. Eran muy infrecuentes porque el parque
estaba «demasiado húmedo y hacía demasiado
fresco», me dijo. Pero una vez cada 100 a 300 años,
en algún verano excepcionalmente caluroso y
seco, trechos enormes ardían en una gran confla-
gración de la que el bosque acababa renaciendo.
Los bosques, comprendió Turner, eran resilien-
tes. Pero se necesitaría tiempo para aceptar que
quizá dejarían de serlo.
se dejó
U N O D E LO S P R I M E RO S A L DA B O N A ZO S
sentir en 2002, en medio de la peor sequía vivida
en el Sudoeste en cinco décadas. Semanas antes
de conocer a Turner, trepé por un talud cerca del
Monumento Nacional Bandelier, en Nuevo México.
A mi lado, Craig Allen y el geólogo Nate McDowell
examinaban una foto tomada por Allen en 2002
que mostraba densas concentraciones de pino
piñón, con las agujas teñidas de naranja porque
se estaban muriendo. Allen llevaba desde los años
ochenta estudiando los bosques de aquella franja
árida cercana a la sierra de Jémez. Los pinos adul-
tos de su foto habían desaparecido. Solo quedaba
tierra cuarteada, resistentes enebros y algún pino
joven, o pimpollo.
En los años cincuenta se había registrado una
sequía aún más intensa, pero los árboles sufrieron
más entre 2002 y 2004: en algunas zonas murieron
más del 90 %, muchos de ellos víctimas del escara-
bajo del pino piñón, un depredador natural que
se extendió como nunca antes. En todo el Sudoeste
murieron unos 350 millones de pinos piñón, el
árbol estatal de Nuevo México. Unos incendios
sin precedentes se llevaron por delante decenas
de miles de hectáreas de pino ponderosa.
Allen no se explicaba la magnitud de lo ocurrido.
Pero poco a poco, él, McDowell y sus colegas lle-
garon a comprenderlo: aquella sequía se asociaba
a unas temperaturas más elevadas. La ligera alza
térmica achacable a las emisiones de gases de
efecto invernadero bastaba para desencadenar la
mortandad de los árboles de Nuevo México.
Y lo que Allen ha tenido cada vez más claro,
gracias a su propia investigación y a la de otros
muchos, es que en todo el mundo los árboles son
vulnerables al calor añadido. Una atmósfera más
cálida absorbe más humedad de las plantas y del
suelo. Para reducir la pérdida de agua durante las
sequías, los árboles cierran los poros de sus hojas
–llamados estomas– o directamente se deshacen
de ellas. Pero como esto limita el CO2 que absor-
ben, pasan hambre además de sed. Cuando el
calor se recrudece, incluso acaban rezumando
parte del agua que ansían retener.
Cuando el suelo se seca demasiado, los árboles
no son capaces de mantener la presión en los con-
ductos internos que transportan el agua hasta las
hojas. El flujo queda interrumpido por burbujas
de aire que causan embolias letales. Algunos árbo-
les se protegen ahondando las raíces o almace-
nando más agua, pero tales inversiones se cobran
un precio: no pueden crecer para competir con
sus congéneres por la luz y el espacio.
La consecuencia, descubierta en la última dé-
cada, es que muchos árboles en la mayoría de los
paisajes, desde la cálida y lluviosa Amazonia hasta
la fría y seca Alberta, viven con sus sistemas hi-
dráulicos al límite incluso en condiciones norma-
les. Esto significa que una sequía calurosa puede
condenarlos. La que castigó el Sudoeste de Esta-
dos Unidos en 2002 actuó exactamente así: el
estudio de los anillos de los árboles mostró más
tarde que aquel fue, con diferencia, el año más
seco y el peor para el crecimiento en un milenio.
Todo lo anterior hizo que Allen tomase concien-
cia de lo que hoy considera una grave amenaza
global. «Al asistir a la transformación del paisaje
que llevaba estudiando toda mi vida adulta […],
el cambio climático dejó de ser una teoría», me
dijo. Empezó a estar atento a mortandades masi-
vas sucedidas en otras localizaciones. A lo largo
de las dos décadas siguientes, el calor y la sequía
acabarían con miles de millones de árboles directa
e indirectamente: en España, en Corea del Sur, en
Australia. En la Siberia central, Rusia perdió
800.000 hectáreas de abetos. En Texas, la sequía
condenó en 2011 a más de 300 millones de árboles,
uno de cada 16.
EL FUTURO DE LOS BOSQUES 23
 H Ö L S T E I N , C E RC A D E B A S I L E A
SUIZA
¿QUÉ ÁRBOLES PODRÁN
SOBREVIVIR A UN
FUTURO MÁS CÁLIDO
Y MÁS SECO?
¿Cómo mueren de
sed los árboles? En el
marco de un proyecto
de 20 años que busca
dar respuesta a estas
preguntas, Ansgar
Kahmen (a la derecha),
fitoecólogo de la
Universidad de Basilea,
y el técnico Lucio
Rizzelli se adentran
con asiduidad en el
dosel de un bosque
de investigación.
En la imagen, ambos
están midiendo el
vapor de agua que
desprende una pícea
común por sus acículas.
ORSOLYA HAARBERG
 S U D O E S T E D E C O P E N H AG U E
DINAMARCA
EL BIEN QUE HACEN
LOS BOSQUES
TRASCIENDE CUALQUIER
CUANTIFICACIÓN
Los beneficios tangibles
–alimentos, madera,
secuestro de carbono–
no son los únicos. La
ciencia ha demostrado
que adentrarse en
un bosque –darse un
«baño de árboles»–
reduce el estrés mental
y físico. Los visitantes
del Camp Adventure
ascienden por una
pasarela de caracol
de 45 metros de alto
para ver los árboles, y
quizá la vida, desde un
nuevo punto de vista.
ORSOLYA HAARBERG
 El aumento del calor contribuyó a la propagación
de plagas forestales mortales, debilitando los
árboles y propiciando que escarabajos y polillas
soportasen los inviernos o se reprodujesen con
más frecuencia. Hubo mortandades por plagas en
Honduras, Turquía y Argelia. Su llegada a Europa
Central fue tan devastadora como sorpresiva.
Un frío día del pasado otoño subí los 227 esca-
lones de una vieja estación de vigilancia de la Gue-
rra Fría que se alza a 1.315 metros de altitud en las
afueras de Prášily, una población checa cercana a
Alemania. Me costó seguir el ritmo a Petr Kahuda,
guardabosques del Parque Nacional de Šumava,
y Zdeněk Patočka, experto en ciencias forestales
de la Universidad Mendel. En lo alto, un mirador
circular domina los bosques en los que hoy enor-
mes parcelas están agonizando, víctimas de un
escarabajo, el barrenillo tipógrafo de la pícea.
En 2018 Europa Central vivió la peor sequía en
cinco siglos. Las temperaturas estivales se situa-
ron 3,3 °C por encima de la media. La muerte de
árboles se disparó y los supervivientes, debilita-
dos, atrajeron a los barrenillos. El país más afec-
tado fue Chequia. Los maderistas se lanzaron a
salvar lo que pudiesen.
Alemania vio morir 300.000 hectáreas de bos-
que entre 2018 y 2020. La historia agravó la crisis:
apenas quedan bosques autóctonos en Centroeu-
ropa. El ser humano ha transformado el paisaje
de arriba abajo. Originalmente dominadas por
hayas y robles, muchas masas forestales se habían
replantado con píceas y pinos. Tras la Segunda
Guerra Mundial se realizaron talas masivas para
exportar madera y abonar reparaciones a los alia-
dos. Aunque la pícea crece de forma natural en
zonas más altas y frías, los silvicultores también
la plantaron en cotas bajas. Creció sin problemas
durante 70 años. Y entonces, dice Henrik Hart-
mann, experto en bosques del Instituto Max
Planck de Biogeoquímica, «el cambio climático
hizo que aquel hábitat dejase de ser adecuado».
DURANTE UN TIEMPO Turner siguió confiando en
el ciclo de quema y renacimiento de Yellowstone.
Pero en un congreso celebrado en 2008 los mapas
presentados por un colega sugerían que en el fu-
turo Yellowstone podría ver temporadas de incen-
dios como la de 1988 casi todos los veranos. El año
1988 «dejaría de ser una excepción; los años excep-
cionales pasarían a ser la norma», recuerda Turner.
28 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
Al principio no se lo creyó. Durante miles de
años, los megaincendios de Yellowstone habían
ardido sin orden ni concierto, calcinando unos
puntos y saltándose otros. Aquella estructura de
mosaico permitía que los animales y los árboles
recolonizasen lo quemado con facilidad. Pero...
¿y si el sistema ya no funcionaba así?
Turner empezó a investigar. Descubrió que los
pinos nuevos apenas medraban en las estaciones
cálidas y secas. En la universidad le habían ense-
ñado que el pino contorta joven era demasiado
verde para arder, pero ella vio con sus propios ojos
cómo alimentaba incendios explosivos. Vio cómo
zonas del parque quemadas en 1988 volvían a
arder. Vio incendios que lo devastaban todo cuan-
do los arbolillos jóvenes todavía no habían tenido
tiempo de producir piñas cargadas de semillas.
Algunos incendios eran tan enormes y ardían a
temperaturas tan infernales que no sobrevivía ni
un solo árbol capaz de repoblar el bosque.
En cinco puntos alrededor de Grand Teton y
Yellowstone detectó que los bosques volvían a
crecer ralos, o directamente ya no renacían. El
cambio climático estaba reconfigurando algunos
de los paisajes más célebres. Simulando un futuro
en el que no reduzcamos las emisiones, vislumbró
algunos de sus lugares favoritos tal y como los
podrían ver sus hijos algún día: los pinares podrían
convertirse en prados.
LOS INCENDIOS RECONFIGURAN
LOS PAISAJES:
ALGUNOS BOSQUES
VUELVEN A CRECER RALOS,
0 YA NO RENACEN.
Turner había creído ver en Yellowstone «el lugar
más resiliente del mundo». De pronto su investi-
gación mostraba que sus bosques estaban transi-
cionando hacia un nuevo estado. Otros científicos
llegaban a conclusiones similares en otros lugares.
Camille Stevens-Rumann, ecóloga forestal de la
Universidad Estatal de Colorado, estudió 1.485 pun-
tos de Colorado, Idaho, Montana y Washington
afectados por 52 incendios. La proporción de para-
jes calcinados que no se recuperaban pasó del 19 %
antes de 2000 al 32 % en años posteriores. «Y cuan-
do digo que "no se recuperan" me refiero a que no
creció ni un árbol nuevo, ni uno», puntualiza.
 No hace mucho tiempo, el Servicio de Bosques
de Estados Unidos solía replantar únicamente
después de las talas: contaba con que las zonas que-
madas se regenerarían de forma natural. Ahora,
«más del 80% de nuestras necesidades de refores-
tación obedecen a incendios forestales catastró-
ficos», dice David Lytle, director de gestión de
bosques y pastizales de la entidad. Más de la mitad
de las más de un millón de hectáreas quemadas
últimamente en 154 bosques nacionales no se
recuperarán si no se repueblan. Incluso así, en
decenas de miles de hectáreas es muy posible que
los árboles plantados no arraiguen, advierte Lytle.
Pero en el mundo hay otros factores más allá de
las sequías y los incendios. Después de que el
calor extremo y la sequía debilitasen los mangles
en cientos de kilómetros de la costa norte de Aus-
tralia, un episodio de El Niño, probablemente
agravado por el cambio climático, provocó entre
2015-2016 un descenso temporal del nivel del mar.
Más de 7.000 hectáreas de mangles murieron de
sed. En el sudeste de Brasil, el mismo episodio
redujo las precipitaciones, estresando a los man-
gles que habitan las aguas someras y turbias del río
Piraquê-Mirím. De pronto, un día de junio de 2016
una granizada descargó bolas de hielo grandes
como puños sobre aquel tórrido paisaje por pri-
mera vez desde que había registros, al tiempo que
unas rachas de viento de 100 kilómetros por hora
arrancaban el follaje de los árboles y arrastraban
los troncos a distancias de hasta 500 hectáreas.
Cinco años después visité el lugar con Angelo
Bernardino, oceanógrafo de la Universidad Fede-
ral de Espírito Santo. Desde un bote observamos
cómo el río se llevaba la tierra que había sostenido
los árboles muertos. Pocos mangles –quizá nin-
guno– volverían a nacer en aquellas riberas.
de resistir un cambio
S I H AY U N A E S P E C I E C A PA Z
climático, podríamos pensar que es la secuoya
gigante. No en vano muchos ejemplares llevan en
pie desde tiempos de Julio César. Pero no: el cam-
bio las ha embestido con una rapidez aterradora.
El artículo de portada del número de diciembre
de 2012 de National Geographic nos hablaba de un
impresionante ejemplar del Parque Nacional de
las Secuoyas. Con 75 metros de altura, se cree que
el Presidente, como llaman al coloso, era un retoño
cuando en la Tierra había menos habitantes de
los que en la actualidad hay en Francia. Nuestro
reportaje cantaba las gestas de resiliencia de las
secuoyas: los taninos que supuestamente las
hacían invulnerables a los escarabajos xilófagos,
la gruesa corteza casi ignífuga. Los investigadores
eran cautelosos con el futuro, pero sin alarmismos.
El verano pasado, menos de una década des-
pués, contemplé el Presidente desde la copa de
una secuoya cercana a la que había trepado con
una cuerda de escalada para unirme al ecólogo
forestal Anthony Ambrose. Acudí porque Ambro-
se y otros científicos estaban conmocionados.
En 2014 las secuoyas empezaron a perder hojas,
una medida drástica con la que pretendían redu-
cir la demanda de agua en vista de la espantosa
sequía. Los investigadores detectaron a continua-
ción que 33 árboles estaban sucumbiendo a ata-
ques mortales de los barrenillos de corteza.
Hasta entonces las secuoyas se consideraban
los «bichos raros» del mundo de las coníferas por-
que «nunca se había visto que los insectos pudie-
sen con ellas», me contó Nate Stephenson. Si lo
decía él, que ha estudiado a estos colosos durante
más de 40 años, tenía que ser cierto.
En 2015, poco después de la caída de las hojas
y la llegada de los insectos, Stephenson se reunió
con Christy Brigham, la jefa de recursos del par-
que, quien le preguntó: «¿Es grave?». Stephenson
no veía motivo para que cundiese el pánico.
Los modelos climáticos predecían que las se-
cuoyas tendrían que enfrentarse a sequías e incen-
dios, pero la mayoría les daba décadas de margen.
Los parques nacionales de las Secuoyas y de Kings
Canyon habían sido pioneros en la introducción
de quemas controladas para eliminar la maleza y
los troncos caídos y que los incendios forestales
no se desbocasen. En aquella coyuntura, aumen-
tarían el número de quemas controladas y listo,
decidió Brigham. Contrató a Ambrose y a la ecó-
loga forestal Wendy Baxter para que vigilasen
cómo gestionaban las secuoyas el estrés hídrico.
Ambrose ha visto cómo las secuoyas ponen su
maquinaria fotosintética al ralentí en tiempos de
sequía. Un árbol que llega a beber 3.000 litros de
agua al día no sobrevive durante milenios sin
aprender a «racionar», dice. Pero en 2021, mien-
tras contemplábamos juntos al Presidente al tér-
mino de la temporada de incendios más tremenda
de la que se tiene constancia, el ecólogo se pre-
guntaba cuánto más podrían soportar.
Las secuoyas necesitan incendios rastreros de
baja intensidad para que las semillas salgan de las
piñas y puedan arraigar en un suelo limpio. La
altura de sus ramas hace improbable que los
EL FUTURO DE LOS BOSQUES 29
 C E RC A D E B O U L D E R
COLORADO
ÁRBOLES QUEMADOS
QUE NUTREN EL PAISAJE
Un helicóptero dispersa
sobre un bosque que
se incendió en 2020 los
restos pulverizados de
los árboles carboniza-
dos, como si de unas
cenizas funerarias se
tratase. Ese mantillo
ayudará a estabilizar
las laderas de las
estribaciones,
favoreciendo que
la nueva vegetación
eche raíces y evitando
la erosión del suelo,
que de otro modo
podría dañar los lagos
y arroyos de la zona.
KEITH LADZINSKI
incendios se propaguen por las copas. Pero en
2020 nuestro historial de extinción de incendios
se topó con un clima que cambiaba rápidamente.
El mismo período de sequía que costó el follaje a
las secuoyas había acabado con decenas de millo-
nes de árboles en los densos bosques cercanos. Y
en ellos estalló el incendio de Castle, que no tardó
en saltar los montes y prender en las secuoyas.
Las llamas devoraron las copas. Ramas altísimas
se vinieron abajo, lanzando piñas y semillas a las
llamas y condenando las generaciones futuras.
En un bosquecillo, Brigham apenas encontró
semillas. «No había nada en el suelo, salvo ceni-
zas. Nunca habíamos visto nada igual. Nunca».
Hasta un 14% del total de las grandes secuoyas de
la Sierra Nevada, su hábitat nativo, estaban muer-
tas o heridas de muerte.
Meses después de mi entrevista con Ambrose,
el desastre se repitió. Los incendios de septiembre
de 2021 carbonizaron la corteza de las secuoyas y
lanzaron ramitas a kilómetros de distancia. Los
árboles del estudio de Ambrose perdieron agua
las 24 horas del día. Las llamas se acercaron tanto
al General Sherman –el árbol más grande de la
Tierra– que los bomberos tuvieron que envolverlo
en material ignífugo. Los incendios de aquel año
se cobraron del 3 al 5 % de las grandes secuoyas.
Hasta un 19 % de estos árboles magníficos se
habían perdido en apenas dos años.
VER CÓMO LOS BOSQUE S SUCUMBEN al cambio
climático parte el alma, pero su pérdida acarrea
otras consecuencias para el ser humano y la fauna.
El humo de los incendios forestales contamina el
aire de grandes ciudades como San Francisco y
Seattle. En los megaincendios australianos de
2020 murieron 33 personas y mil millones de ani-
males, entre ellos 60.000 koalas, y tal vez amplia-
ron la lista de especies amenazadas un 14 %.
La pérdida de bosques también libera un car-
bono que agrava la amenaza climática. El futuro
pinta tan incierto como preocupante.
En los bosques boreales de América del Norte
los macroincendios liberan cantidades inconcebi-
bles de carbono, no solo de los propios árboles, sino
también de los suelos húmedos de turba en los que
crecen. Jennifer Baltzer, ecóloga forestal de la
Universidad Wilfrid Laurier de Ontario, ha descu-
bierto que en muchas zonas quemadas la especie
dominante –la pícea negra– es reemplazada por
32 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
otras como el álamo temblón americano, que en
principio podrían llegar a absorber más carbono
y ser menos propensas a arder. Pero en la región
boreal la mayor parte del carbono está en el suelo,
que parece extremadamente vulnerable.
Mientras tanto, en los bosques boreales de Sibe-
ria, unos incendios cada vez más intensos ame-
nazan con liberar las ingentes reservas de carbono
antiguo que contiene el permafrost. El fuego está
convirtiendo algunos bosques en matorrales o
praderas que de por sí almacenan menos carbono,
apunta Heather Alexander desde la Universidad
de Auburn, en Alabama. Sin embargo, el cambio
a un paisaje de color más claro también ejerce un
efecto de enfriamiento, porque refleja más ra-
diación solar que los bosques oscuros, máxime
cuando lo cubren las nieves invernales. ¿Qué con-
secuencias tendrá todo ello para el clima? Alexan-
der no se anda con rodeos: «Quién sabe».
La selva amazónica presenta un panorama más
evidente y más apremiante. Produce gran parte
de su propia lluvia, reciclando el vapor de agua
una y otra vez. La tala para hacer sitio a explota-
ciones ganaderas y plantaciones de soja se ha
CADA REGIÓN DEL MUNDO
SE ENFRENTA A PROBLEMAS
ESPECÍFICOS, PERO LA
AMENAZA FORESTAL ES
GENERAL Y PLANETARIA.
acelerado de nuevo bajo la presidencia de Jair
Bolsonaro, y el cambio climático puede estar ace-
lerando nuestra carrera hacia un peligroso punto
de inflexión. Las catastróficas sequías de 2005,
2010 y 2015-2016 fueron la causa directa de la
muerte de miles de millones de árboles y contri-
buyeron a la propagación de incendios que aca-
baron con muchos más. A medida que la selva se
tala, se quema o se seca, las precipitaciones dis-
minuyen en un círculo vicioso de degradación.
Algunos científicos temen que esa retroalimenta-
ción amenace con catapultar el mayor bosque
lluvioso del mundo hacia la sabanización.
Cada región del mundo se enfrenta a problemas
específicos, pero la amenaza forestal es general y
planetaria. «Vemos cómo salta una alarma tras
otra allí donde los ecosistemas forestales se acer-
can al límite de lo soportable», advierte Baltzer.
 Y sin embargo, cada vez son más los Gobiernos
que implantan sofisticados planes en virtud de
los cuales las empresas, en vez de reducir sus emi-
siones de combustibles fósiles, las compensan
protegiendo bosques. Muchos de estos planes
pasan por alto la posibilidad de que la supuesta
protección de los bosques sea un imposible. Mien-
tras visitaba las secuoyas el año pasado, un incen-
dio forestal liberaba en Oregón el carbono que
Microsoft había adquirido para compensar sus
propias emisiones.
deparará este verano, o
N A D I E SA B E LO Q U E N O S
el próximo. Pero es hora de que asimilemos nues-
tra nueva realidad. Ya no podemos adelantarnos
a los cambios vertiginosos que experimentan
algunos bosques. El planeta no dejará de calen-
tarse hasta que suprimamos por completo las
emisiones de combustibles fósiles, algo que nos
llevará décadas. Como han visto con sus propios
ojos Craig Allen en Nuevo México y Nate Stephen-
son en los bosques de secuoyas gigantes, algunas
transformaciones pueden ser radicales.
Pero lo que sí está en nuestra mano es impedir
que el panorama empeore aún más. Para empezar
debemos poner fin a la destrucción de los bosques
nativos, en especial los bosques primarios tropi-
cales, boreales y templados. Los beneficios que
nos reportan son insustituibles. La buena noticia
es que muchos de ellos conservan la buena salud.
Por ejemplo, los humanos hemos deforestado
en mucha menor medida la selva del Congo –el
segundo bosque lluvioso en cuanto a mayor ta-
maño del mundo– que los bosques tropicales de
Asia o América del Sur. La selva está recibiendo
menos lluvias, pero muestra resiliencia. Si bien
algunos árboles de Gabón producen menos frutos,
lo que se traduce en menos alimento para los
elefantes de bosque (véase el artículo de la pági-
na 54), las selvas del Congo han evitado la mor-
tandad arbórea generalizada. Incluso en Brasil y
el Sudeste Asiático resisten intactos millones de
kilómetros cuadrados de bosque exuberante.
«Debemos proteger los bosques que todavía
tenemos –insiste Robin Chazdon, experto en res-
tauración de la Universidad de Connecticut–. Es
la prioridad número uno».
También debemos gestionarlos mejor, especial-
mente en lo que respecta a los incendios. En los
meses más fríos y secos del norte de Australia, las
brigadas de guardabosques indígenas recorren el
territorio prendiendo llamas rastreras en la hierba
alta (véase el artículo de la página 34). Hasta la
fecha han logrado frenar drásticamente los explo-
sivos incendios forestales de finales de verano. En
Estados Unidos, la Casa Blanca anunció en enero
una batería de medidas para fomentar las quemas
controladas y la clara de árboles en terrenos tanto
públicos como privados. El objetivo es reducir el
riesgo de incendios en una superficie de 20 millo-
nes de hectáreas en un plazo de 10 años.
Pero no es suficiente. También tenemos que
restaurar los bosques dañados, principalmente
en las regiones ecuatoriales, donde los árboles
autóctonos pueden renacer con rapidez, pero tam-
bién en otras latitudes.
Y, huelga decirlo, debemos acabar con nuestra
adicción a los combustibles fósiles. Sin dilación.
El último día que pasé en Yellowstone con Tur-
ner visitamos terrenos calcinados por otro incen-
dio de 2016. Este había arrasado una meseta ya
quemada en 1988. Las llamas de 2016 se habían
ensañado hasta tal punto con el paisaje que llega-
ron a carbonizar los troncos derribados, sin dejar
más que líneas de ceniza blanca que rayaban
como sombras el suelo ennegrecido. Turner las
llamaba «troncos fantasmas». En 30 años jamás
había visto un suelo tan castigado por el fuego.
¿Queremos que se repita?
Esta primavera se cumplen 150 años desde que
se sancionó la ley que creaba Yellowstone, el pri-
mer parque nacional de Estados Unidos. Turner
prevé que si las temperaturas globales llegan a
elevarse 4 °C respecto de los valores preindustria-
les, las píceas y los abetos alpinos de las cotas altas
de la región podrían desaparecer. La cubierta
forestal podría reducirse a la mitad en 2100. La
densidad de lo que quedase sería aún menor.
No es un escenario inevitable. Si todos los paí-
ses cumplen sus actuales promesas, el planeta se
calentará menos de 3 °C. Estabilizar las emisiones
más cerca de los 2 °C o por debajo podría limitar
la pérdida de bosques en Yellowstone a un 15 %.
Los árboles de las cotas altas seguirían pasándolo
mal, y habría más abetos de Douglas y álamos
temblones. Pero parte de los bosques primarios
resistirían. Los bosques de Yellowstone, como
tantos otros del mundo, nunca serán los mismos.
Pero podrían ser algo muy parecido. j
El redactor sénior Craig Welch lleva más de 20 años
informando sobre el cambio climático. En el último
año ha escrito los artículos de portada sobre los
coches eléctricos y sobre la cultura de las ballenas.
EL FUTURO DE LOS BOSQUES 33
FUEGO
CONTRA
EL
FUEGO
LO S A B O R Í G E N E S AU S T R A L I A N O S H A N
R E C U P E R A D O L A A N C E S T R A L P R ÁC T I C A
D E L A S Q U E M A S C O N T RO L A DA S PA R A
P R E S E RVA R Y R E N OVA R S U S T E R R I TO R I O S . . .
Y CONTRIBUIR A LA MEJORA ECONÓMICA
D E S U S C O M U N I DA D E S .
 POR KYLIE STEVENSON

FOTOGRAFÍAS DE M AT T H E W A B B OT T

35
El humo de una quema PÁ G I N A S A N T E R I O R E S
controlada se eleva Conrad Maralngurra
sobre la Tierra de inicia una quema de
Arnhem. Los aborígenes baja intensidad para
llevan decenas de miles proteger Mamadawerre,
de años viviendo en una comunidad
esta región del norte de aborigen situada en
Australia, que gestionan la linde septentrional
quemando hierbas y del Área Protegida
matorral a principios Indígena de Warddeken.
de la estación seca para En verano es habitual
evitar que los incendios que los rayos provoquen
devasten los bosques incendios forestales
más adelante. en la sabana tropical.
Kaywana Gamarrwu
y Vernon Garnarradj,
un guarda forestal de
Warddeken, recorren
sus tierras ancestrales
con su hija, Vinnisha,
guiados por los fuegos
iniciados por miembros
de su clan. Tras ellos,
un hombre porta lanzas.
La caminata de seis
días a través del bush
se organizó para ayudar
a los aborígenes a
reconectar con su
entorno y aprender las
prácticas tradicionales.
AMANECE cerca de un lugar
llamado Deaf Adder Gorge (el barranco de la Víbo­
ra Sorda), en el límite occidental del Área Indígena
Protegida de Warddeken. Es principios de noviem­
bre. El calor tropical del norte de Australia golpea
como un mazo a Arijay Nabarlambarl cuando salta
de un helicóptero y se acerca a las llamas. Bajas y
serpenteantes, han calcinado los humedales secos
como la yesca, dejando a su paso la tierra carboni­
zada y los árboles de corteza de papel con el tronco
ennegrecido. El joven de 25 años se sitúa detrás de
otros dos guardas forestales, y la sinfonía de los
sopladores de hojas que utilizan ahoga el crepitar
del fuego. El trío recorre metódicamente el perí­
metro, soplando la hojarasca de los bordes hacia
el interior del fuego, para que este no se propague.
Son una de las tres brigadas de guardas fores­
tales indígenas que cuidan este remoto paraje de
la Tierra de Arnhem, a unos 260 kilómetros al este
de Darwin, y combaten un incendio forestal tardío
–de finales de la estación seca– provocado por un
rayo que ha extendido sus tentáculos en múltiples
direcciones.
Nabarlambarl se detiene para evaluar su sección
del incendio. Trabaja de guarda forestal desde que
terminó el instituto; el empleo le dio la oportuni­
dad de dejar la ciudad donde cursó sus estudios Las primas Tabetha
y regresar a la tierra de sus antepasados. En los y Estella Nadjamerrek
ocho años transcurridos desde entonces ha apren­ lanzan cerillas que
prenden pequeños
dido lo que sus mayores cuentan sobre el fuego, incendios en el matorral
historias tejidas a lo largo de las decenas de miles y que se apagarán por
de años que su pueblo lleva habitando este terri­ sí mismos. Cómodos en
su relación con el fuego,
torio. Con la bota arranca un fragmento de corteza los aborígenes lo utilizan
humeante de la base de un árbol, evitando así que en muchos aspectos de
el fuego se apodere de él. «Tiene buena pinta, gra­ su cultura, por ejemplo,
en la caza y en las
cias a las quemas tempranas y a la cercanía del ceremonias tradicionales.
río», explica. Nabarlambarl se seca la frente y mira
a través del humo. En este lugar vive una larga lista
de especies endémicas y amenazadas, como el
walaró negro, el dasiuro septentrional y el maluro
gorjiblanco. Es un paraíso de impresionantes cas­
cadas, formaciones rocosas, ríos y bosques vírge­
nes. Aunque esté ardiendo, su belleza es innegable.
El incendio es uno de los 53 que los guardabos­
ques de Warddeken combatieron a finales de la

40 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
estación seca del año pasado. Entre los meses de
agosto y diciembre, el fuego es implacable. La
sabana tropical es el paisaje más propenso del
planeta a los incendios, y hasta una tercera parte
del norte de Australia arde cada año.
Pero el fuego no es solo el problema. En esta
parte del mundo también es la solución.
Al principio de la estación seca, cuando en el
norte de Australia la temperatura era fresca y la
tierra conservaba la humedad, Nabarlambarl y sus
compañeros no solo no apagaban incendios, sino
que los originaban. Todos los años, desde abril
hasta julio, los guardas forestales recorren a pie
cientos de kilómetros provistos de antorchas de
goteo con las que prenden fuego al suelo, además
de provocar quemas dirigidas desde el aire, lanzan­
do perdigones incendiarios desde helicópteros.
La humedad de la vegetación, las brisas suaves
y las temperaturas frescas de esa época del año se
traducen en unos incendios de menor intensidad
y magnitud que normalmente se extinguen por sí
solos de madrugada. Si la tierra se quema con cui­
dado, los incendios forestales que inevitable­
mente se producirán en los meses posteriores no
serán tan destructivos, y los guardabosques ten­
drán la posibilidad de apagarlos.
Proteger el medio natural con fuego, y del fuego,
es una función que los guardas aborígenes se
toman muy en serio. Ellos son los dueños de la
tierra, sus cuidadores, y a ella los une un profundo
vínculo espiritual.
«Me encanta estar en el campo», declara Nabar­
lambarl. Por eso se hizo guarda forestal. Por eso
volvió a casa.
FUEGO CONTRA EL FUEGO 41
ARRIBA
Mary Kolkiwarra
Nadjamerrek habla a
los escolares sobre arte
rupestre. En los años
setenta colideró un
movimiento de regreso
de los aborígenes a
sus tierras ancestrales.
42 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
ABAJO
Durante una velada en
torno a una fogata, en el
marco de una caminata
por el bush en compañía
de su clan, Garnarradj
y Gamarrwu enseñan a
Vinnisha, de tres años,
a utilizar la lanza.
ARRIBA
La pintura de un canguro
en la que se distinguen los
órganos adorna el techo
de una cueva conocida
como Manaamnam, uno
de los miles de puntos de
arte rupestre que alberga
la Tierra de Arnhem.
FUEGO CONTRA EL FUEGO
ABAJO
Los alumnos de una
escuela de Mamadawerre
fotografían árboles con
sus tabletas. Las clases,
que a menudo se imparten
al aire libre, combinan
la educación tradicional
con la estándar.
43
 no es ninguna
C O M B AT I R E L F U E G O C O N F U E G O
novedad. En todo el mundo hay pueblos indíge-
nas que hacen un uso controlado del fuego, solo
que en los últimos tiempos se le presta más aten-
ción. A medida que nuestro clima se calienta y los
incendios forestales se tornan más extremos,
expertos de todo el planeta instan a reanudar esas
prácticas tradicionales.
En la Tierra de Arnhem, provocar incendios al
inicio de la estación seca fue en su día una práctica
sistemática y generalizada. El fuego era una herra-
mienta de caza y regeneración, y un instrumento
ceremonial. Los ancianos aborígenes dicen que el
fuego devuelve la vida a la tierra; tras una quema,
la tierra renace. Incluso hoy es habitual que los
aborígenes manejen el fuego con toda naturali-
dad: ven un terreno que necesita una quema y
simplemente le arrojan una cerilla encendida.
Como muchos indígenas australianos, Terrah
Guymala está familiarizado con el fuego desde
niño. Hoy, a sus 56 años, recuerda las lecciones de
sus mayores: las llamas sirven para empujar a los
canguros hacia los cazadores; para generar humo
en los rituales, sobre todo en los funerarios; para
carbonizar la vegetación según la época del año.
Guymala es uno de esos indígenas veteranos a
quienes la tradición asigna la propiedad de Man-
moyi, una de las pequeñas comunidades aboríge-
nes de los aproximadamente 14.000 kilómetros
cuadrados de Warddeken y alrededores. Propie-
dad de 36 grupos de clanes, la zona es administrada
mediante un sofisticado sistema de derecho con-
suetudinario. «Antiguamente esta tierra estaba
llena de gente, y ellos gestionaban el fuego», dice
Guymala. Cuando el territorio perdió sus habitan-
tes, los incendios empezaron a devorar el paisaje.
La familia de Guymala, como tantas otras, aban-
donó su tierra para instalarse en misiones y asen-
tamientos en los años posteriores a la colonización.
Regresaron cuando él era niño. Fue un retorno
enmarcado en el movimiento de recuperación de
los territorios ancestrales iniciado en la década
de 1970 por el líder indígena y reputado artista
aborigen Bardayal Nadjamerrek, alias «Lofty». Los
propietarios tradicionales como Nadjamerrek se
dieron cuenta de que en su ausencia el campo
había cambiado. Hierbas invasoras y animales
asilvestrados, como búfalos y gatos, se habían
hecho fuertes en el territorio; algunas especies
nativas, como los emúes, escaseaban; los búfalos
y el fuego dañaban el bim (arte rupestre) milena-
rio; los bosques monzónicos, las llanuras aluviales
y la sabana se deterioraban a ojos vistas.
MARTIN GAMACHE, NGM; CRAIG MOLYNEUX. FUENTES: BASE DE DATOS COLABORATIVA DE ÁREAS PROTEGIDAS DE AUSTRALIA, COMMONWEALTH DE AUSTRALIA;
ORGANIZACIÓN DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA E INDUSTRIAL DE LA COMMONWEALTH; ACADEMIA NAWARDDEKEN; INFORMACIÓN SOBRE INCENDIOS
Lo más preocupante era la situación de los
bosques de anbiniks, de gran importancia cultu-
ral y ecológica. En otro tiempo estos colosales
árboles endémicos –algunos centenarios– abun-
daban en el paisaje. Su savia se usaba como anti-
séptico y con su madera se fabricaban varas de
combate. Ahora solo quedan en rincones que la
propia naturaleza protege del fuego, como desfi-
laderos, o en grupos aislados en la sabana. (El
Fondo Disney para la Conservación concedió una
subvención a la Karrkad Kanjdji Trust para ayudar
a los guardas indígenas a proteger los anbiniks).
Los propietarios tradicionales creían que el
fuego era el hilo conductor de aquel relato de de-
cadencia. La Tierra de Arnhem sufría unos incen-
dios tan intensos e incontrolables que lo engullían
todo. Solicitaron que se retomasen las quemas
estratégicas de principios de la estación seca. Ade-
más de para cuidar el territorio, les servirían tam-
bién para reencontrarse con su cultura.
«La tierra necesita fuego», sentencia Guymala.
se transformó en
AQ U E L L A P R ÁC T I C A A N C E S T R A L
una herramienta moderna a través de un nove-
doso enfoque diseñado por los bininj –nombre
que se dan a sí mismos los aborígenes de la Tierra
de Arnhem occidental– junto con los no aboríge-
nes, a quienes llaman los balanda. Conjugando
la sabiduría atávica sobre cómo, cuándo y dónde
quemar, con herramientas modernas como la car-
tografía por satélite y los helicópteros, empezaron
a realizar quemas desde el aire y a aerotransportar
brigadas de extinción hasta zonas remotas. En
2006 se emprendió en la Tierra de Arnhem occi-
dental el primer proyecto del mundo de reducción
de carbono por quema de sabana, con el apoyo de
la planta de gas natural licuado de Darwin, a la
que se exigía compensar sus emisiones.
Los grupos aborígenes, incluidos los de Wardde-
ken, participan hoy en el mercado australiano del
carbono, en el que los contaminadores adquieren
créditos que representan un volumen de gases de
efecto invernadero que se evita que lleguen a la
atmósfera. Una serie de incendios estratégicamente
diseñados al principio de la estación seca, sumados
a la lucha contra el fuego al final de la misma, ponen
coto a los incendios forestales, protegiendo los bos-
ques y reduciendo el volumen total de humo. Las
emisiones evitadas se venden en forma de créditos.
Hoy los grupos indígenas dirigen unos 80 pro-
yectos de quema de sabana en el norte de Australia
que les reportan unos 53 millones de dólares al año.
El sistema ha despertado el interés en el extranjero.
FORESTALES EN AUSTRALIA DEL NORTE Y TERRENOS DE PASTO.
 INCENDIOS BENEFICIOSOS
Durante decenas de miles de años, los aborígenes
LAS SEIS ESTACIONES
Así dividen el año los aborígenes de la
Tierra de Arnhem occidental (se muestran
en la lengua kundedjnjenghmi).
australianos utilizaron el fuego para evitar incendios
Kudjewk
forestales descontrolados. Hoy, después de que muchos Cálida, lluviosa y húmeda con monzones
de ellos regresasen a sus tierras ancestrales del norte de Bangkerreng
Australia en la década de 1970, la práctica se ha recuperado. Últimas tormentas de la estación húmeda
Iniciando pequeños incendios en puntos estratégicos con Yekke
Período más fresco y más seco
antorchas de goteo y perdigones incendiarios lanzados Wurrkeng
desde helicópteros, los guardas forestales indígenas Fresca, con vientos del sur
crean zonas de sabana quemada que actúan a modo de Kurrung
Período cálido y seco
cortafuegos. En las dos últimas décadas la superficie total
Kunumeleng
arrasada por el fuego en la parte occidental de la Tierra Húmeda, con tormentas y rayos
de Arnhem ha disminuido considerablemente.
Área total quemada (2000-2020)

Miles de kilómetros cuadrados

400
Quemas controladas
durante las
300 estaciones más

LO QUE ARDE ÁR PA
frescas

Los incendios provocados por 200

rayos son habituales entre octubre
y diciembre, antes de que llegue
DEL N. 100
el monzón. Las quemas controladas
para prevenir incendios forestales AUSTRALIA
suelen llevarse a cabo en los meses 0
más fríos y secos, de abril a julio. Canberra
Frecuencia de incendios (2000-2020) E F MAM J J A S O N D
0 5 10 15 20
Bosque tro
opical ÉXITO INDÍGENA
tacion l
Los guardas forestales del
Área Protegida Indígena de
Warddeken aprovechan el
terreno rocoso a la hora de
decidir dónde realizar sus
25 km incendios controlados. Estas
Isl quemas y el paisaje favorable
son dos factores clave que
han ayudado a disminuir los
v e 000.
PARQUE NACIONAL
GARIG GUNAK BARLU
ahía de

Golfo de Beag l e

.I.P.
S

Área Manm e Djelk

ndígena
otegida de
Warddeken ulwarna

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rl
m be PA .P. del
Ki NACI de la
eppi enar i
de ILUK Tierra de Arnhem
al
pic
na tro Sabana tropical de
Carpen
Saba Kath t C 4
ARRIBA
Con su hijo Tyson a su
lado, Maralngurra habla
con el arqueólogo Chester
Clarke sobre desbrozar
los enclaves de arte
rupestre para proteger
las antiguas pinturas de
los incendios forestales.
46 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
ABAJO
Un helicóptero guiado por
Terrah Guymala, guarda
forestal de Warddeken,
lanza dispositivos
incendiarios que entran
en una lenta reacción
química y se encienden
una vez están en el suelo.
ARRIBA ABAJO

Un camino rodea un Enosh Nadjamerrek

bosquecillo aislado de trabaja en la extinción de
anbiniks que crece en la un incendio. Los guardas
sabana. Muchos de estos usan sopladores de hojas
árboles, muy estimados para hacer que el fuego
por los aborígenes, retroceda y eliminar los
han sucumbido a los restos combustibles que
incendios forestales. se hallen en su camino.

FUEGO CONTRA EL FUEGO 47

 «Es enormemente innovador, tiene efectos a
nivel mundial y los pueblos indígenas están, con
gran diferencia, en la vanguardia», afirma Shaun
Ansell, ex director ejecutivo de Warddeken Land
Management, la empresa de propiedad aborigen
responsable de la zona protegida.
En la Tierra de Arnhem occidental, los resulta­
dos han sido revolucionarios. En 2004, antes de
implementarse la gestión del fuego, ardió el 71 %
del territorio, en su mayor parte devorado por
grandes incendios forestales al final de la estación
seca. En 2020, en cambio, el 32 % del suelo se some­
tió a quemas estratégicas que contuvieron los
incendios que se producen después del mes de
agosto a un 2,1 %. Es decir, el 65,9 % del territorio
se libró del fuego, y eso pese a que aquel año las
condiciones para que se produjeran incendios
alcanzaron niveles casi catastróficos. En vez de
miles de kilómetros cuadrados carbonizados, hoy
hay vastas zonas arboladas.
Y lo que beneficia a la flora beneficia a la fauna.
La ecóloga Cara Penton explica que los resultados
del proyecto de monitorización de especies de
Warddeken aún se están compilando, pero que
las cámaras instaladas en la sabana para rastrear
pequeños mamíferos han empezado a captar con
asiduidad especies que sus colegas indígenas no
habían avistado en años. Encontrar dasiuros sep­
tentrionales –pequeños marsupiales carnívoros
en peligro– resultó especialmente emocionante,
dice. «Todo el mundo se llevó una alegría al com­
probar que el dasiuro no había desaparecido».

«¡NGANABARRU!». Tinnesha Narorrga frena en

seco y el todoterreno levanta una nube de polvo Un milano negro,
rojo. La guarda forestal de 25 años y otras dos una de las tres rapaces
mujeres se apean del vehículo. Una de ellas echa conocidas como
«halcones de fuego»,
mano al rifle y las tres desaparecen en el bush (el sobrevuela un incendio
típico paisaje australiano de vegetación poco provocado por los
densa con árboles aislados) tras una pequeña cazadores. Estas aves
se alimentan de los
manada de búfalos en retirada. Las Guardas Daluk insectos, lagartos y
van de caza. demás animales que
Warddeken fundó las Guardas Daluk (daluk huyen del fuego. Está
documentado que
significa «mujer» en las lenguas aborígenes de la transportan palos en
zona) en 2017, y la madre de Narorrga, Suzannah llamas a distancias de
Nabulwad, fue una pieza clave en ello. «Vi cómo casi un kilómetro para
provocar nuevos
los hombres salían al campo y pensé: nosotras incendios.
también podemos». Aquel empleo daría indepen­
dencia a las mujeres. Nabulwad ayudó a poner en
marcha el programa y tiempo después, cuando su
hija terminó la secundaria, también ella se sumó.
Cuando empieza a anochecer, las tres mujeres
vuelven con las manos vacías. Los nganabbarru

48 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
son más rápidos de lo que pudiera parecer. Las
Guardas Daluk son solo uno de los varios progra­
mas de guardas forestales que Warddeken Land
Management financia con créditos de carbono.
Tienen en nómina 240 indígenas de ambos sexos
asignados a tres puestos de guardas de las comu­
nidades de Mamadawerre, Kabulwarnamyo y Man­
moyi. Ser guarda es motivo de orgullo, sobre todo
para las jóvenes como Narorrga, que de otro modo
quizá tendrían que abandonar la tierra de sus
antepasados para buscar empleo en las ciudades.
El dinero de los créditos de carbono permite a
los guardabosques realizar actuaciones de gestión
del territorio, entre ellas la eliminación selectiva
de animales asilvestrados, como los búfalos que
perseguía Narorrga. También erradican plantas
invasoras, vigilan la fauna y protegen el arte
rupestre. Los propietarios tradicionales toman
todas las decisiones sobre la gestión de la tierra.
«Con el programa de guardas se pone en valor
ese conocimiento tradicional, la vinculación con
el territorio y la historia que lo rodea», dice Ansell.
ojos abiertos
P I E R N A S C RU Z A DA S , C A R A S A L Z A DA S ,
de par en par: un grupo de escolares están senta­
dos sobre una estera de color azul a la sombra de
una roca. Es media mañana y han viajado en todo­
terrenos por pistas de tierra desde Kabulwarna­
myo hasta Kundjorlomdjorlom, donde en 2009 se
inauguró el Área Protegida Indígena de Wardde­
ken. Frente a ellos, sentada en una desvencijada
silla de cámping, está Mary Kolkiwarra Nadja­
merrek, de 89 años, poseedora de conocimientos
tradicionales y viuda de Lofty Nadjamerrek.
FUEGO CONTRA EL FUEGO 49
Después de prender
fuego a la corteza
de algunos árboles
cercanos, Stacey Lee
caza serpientes a la luz
de las llamas mientras
Evelyn Narorrga, que
porta una linterna, ya
lleva una en la mano
derecha. Las inofensivas
serpientes serán su
cena. Los aborígenes
llevan milenios usando
el fuego para cazar.
Las paredes de roca están cubiertas de imágenes
pintadas. Es uno de los 30.000 puntos de arte
rupestre que se estima alberga la zona protegida.
Hasta hace poco, y aunque unos 50 niños iban
y venían de Kabulwarnamyo cada año, la comu­
nidad aborigen de Kundjorlomdjorlom no tenía
escuela. Los pequeños debían recorrer largas dis­
tancias o irse a vivir lejos, con parientes, a ciudades
más grandes si querían estudiar. En 2015 la comu­
nidad decidió usar el dinero de los créditos de
carbono para construir su propia escuela. Fundó
la Academia Nawarddeken, que desde entonces
ha abierto escuelas en otras dos comunidades.
Todas ellas imparten un plan de estudios bicul­
tural que da igual importancia a los conocimien­
tos bininj y a la enseñanza estándar del país.
Mientras el sol sigue subiendo, Kolkiwarra Nad­
jamerrek habla a los alumnos en lengua kunwinjku
sobre la conexión con el territorio y la importancia
de la cultura. Al acabar extiende los brazos, ani­
mando a los niños a contemplar las milenarias
obras de arte. Los pequeños se dispersan, trepan­
do por la roca y agachándose para pasar bajo las
cornisas. Es la mejor clase de historia del mundo.
«En el aula trabajamos la lengua y las matemá­
ticas, pero todo lo demás intentamos hacerlo en
el exterior», dice Jodi Vallak, jefa de estudios de
Kabulwarnamyo. Cuenta que basar sus lecciones
en los lazos con el territorio hace que los niños
encaren el aprendizaje con especial entusiasmo.
Ni que decir tiene que las escuelas son crucia­
les, dice Vallak mientras vigila cómo los alumnos
exploran su pasado. Cuando los programas de
guardabosques aumentaron, la población de la
región tuvo que abrir escuelas, pero a su vez estas Unos niños arponean
se han convertido en un aliciente para quienes peces en un arroyo
desean regresar al campo. Los ancianos confían velado por el humo de
una quema estratégica.
en que la generación actual adquiera al mismo Al controlar los
tiempo los conocimientos tradicionales y los con­ incendios forestales y
tenidos curriculares necesarios para generar sus reducir así la cantidad
de humo presente
propias oportunidades sin tener que irse. La tierra en la atmósfera, los
necesita que sus hijos y nietos la cuiden. aborígenes pueden
vender créditos de
carbono. Esos ingresos
Terrah Guymala saca
C O N S U U N I F O R M E C AQ U I , ayudan a costear la
una silla a la terraza del puesto de guardas de labor de los guardas
Manmoyi. Un olor a humo casi imperceptible se forestales y otros
programas, como los
ha abierto paso entre los árboles de corteza de educativos, gracias a
papel y los pandanos e impregna el aire. En los los cuales pueden vivir
días posteriores al incendio del barranco de la en comunidades de
su territorio ancestral.
Víbora Sorda se han producido varios más en este
lado del área protegida indígena.
A la vista del calentamiento global, Guymala
sabe que su trabajo aquí es más importante que

52 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
nunca. Dice que los aborígenes asisten cada día a
la transformación del clima. «De pequeños andá­
bamos por ahí y veíamos grandes manadas de
animales, y además llovía mucho. Y todo llegaba
a su debido tiempo. Hoy el calendario está patas
arriba –explica–. Ahora debería ser la temporada
del ciruelo verde, pero está desincronizado. Y esto
tiene efectos sobre todo: nuestro estilo de vida,
nuestros alimentos de temporada, nuestra agua.
Es culpa de la gente, no de la naturaleza».
Los estudios climáticos proyectan que hacia
2050 el norte de Australia puede registrar una
subida de la temperatura media anual de hasta
2,5 °C, un aumento sustancial del número de días
en que se superan los 35 °C y unas temporadas de
incendios más largas, con un incremento del 40 %
en las jornadas de riesgo muy alto de incendio.
A pesar de estas aciagas predicciones, Guymala
es optimista. La historia y el vínculo espiritual han
propiciado el retorno de muchos aborígenes, pero
el empleo, la familia y la educación es lo que los
retendrá. Confía en que, al volver al territorio,
podrán restaurar lo que se ha perdido. Él cree que
en manos de los bininj regresarán los animales
autóctonos, los arroyos secos volverán a llenarse,
las estaciones retomarán sus pautas habituales.
«Si respetamos a nuestra Madre Naturaleza, ella
nos escuchará y todo se normalizará. Así lo cree­
mos –asegura–. Más hablar con la naturaleza, más
cantar a la naturaleza. Así se arreglará». j
Kylie Stevenson, afincada en Darwin, es coautora
de un libro sobre Larrimah, una ciudad moribunda
del outback australiano. El fotógrafo Matthew
Abbott vivió dos años en la Tierra de Arnhem.
FUEGO CONTRA EL FUEGO 53
El país centroafricano de
Gabón alberga el mayor
número de elefantes
de bosque, unos 95.000,
unas dos terceras partes
de toda su población.
La caza furtiva por su
marfil y la pérdida de
hábitat han reducido la
cifra total en un 80 % a
lo largo del último siglo.

54
 E N U N R E M OTO B O S Q U E D E GA B Ó N ,

L A S N O C H E S M Á S C Á L I DA S Y U N A S

L LU V I A S C A DA V E Z M Á S E S C A SA S P U E D E N
S E R L A C AU SA D E Q U E LO S Á R B O L E S

P RO D UZC A N M E N O S F RU TO S, LO Q U E

S U P O N E U N P E L I G RO PA RA U N O D E LO S

ANIMALES MÁS AMENAZADOS DE ÁFRICA.

'
UN FRAGIL REFUGIO PARA
LOS ELEFANTES DE BOSQUE

POR Y U D H I J I T B H AT TAC H A R J E E

FOTOGRAFÍAS DE JASPER DOEST

Unos elefantes de
bosque pacen en las
praderas de Lopé,
restos de los períodos
áridos del final de
la última glaciación,
hace 12.000 años.
Con una superficie de
unos 5.000 kilómetros
cuadrados, este peculiar
mosaico de sabana y
selva tropical del centro
de Gabón alberga
una rica biodiversidad.
Declarada reserva de
vida salvaje en 1946,
la primera del país,
se convirtió en parque
nacional en 2002.
Un elefante de bosque
alarga la trompa para
alcanzar el fruto de un
Detarium macrocarpum
en el Parque Nacional
de Lopé. La fruta es el
elemento más nutritivo
de su dieta. A su vez,
el elefante contribuye
a la propagación de los
árboles al digerir sus
frutos, lo que hace que
las semillas germinen
con mayor rapidez.
 2

BANQUETE FORESTAL
Estos frutos y semillas del Parque Nacional de Lopé 7
son una parte esencial de la dieta de los elefantes
de bosque, y también de los gorilas y chimpancés.

1. Pentadesma 9. Trichoscypha
grandifolia acuminata
2. Dacryodes buettneri 10. Nauclea latifolia
3. Citrus limonum 11. Strychnos
4. Cassia mannii congolana
5. Uapaca guineensis 12. Nauclea diderrichii
6. Antidesma 13. Sacoglottis
vogelianum gabonensis
7. Duboscia macrocarpa 14. Omphalocarpum
procerum
8. Pentaclethra
macrophylla
8 9 10

11

12

13

14
 nos adentramos en la
C A Í A L A TA R D E C U A N D O
extensión boscosa del Parque Nacional de Lopé,
en el centro de Gabón, dejando atrás la ciudad del
mismo nombre, la última población en el camino
hacia la reserva.
En la distancia, las colinas cambiaban de color,
pasando del azul al gris. A ambos lados de la pista
de tierra, un mosaico de sabana y densa selva tro­ Esta raquítica elefanta
pical se extendía hasta el horizonte. El paisaje de bosque podría ser la
prueba de que el cambio
parecía tan virgen que la civilización humana se climático está castigando
antojaba una ilusión. Y entonces, justo cuando incluso los bosques más
nos disponíamos a penetrar en una densa zona intactos. Los científicos
creen que el aumento
arbolada, nuestro conductor, Loïc Makaga, jefe de de las temperaturas
la estación de investigación del parque, frenó en y la disminución de las
seco el vehículo. precipitaciones están
causando el desplome
«¡Elefantes!», dijo en voz baja conteniendo la de la fructificación en
emoción, y señaló hacia delante. Apagó el motor. los bosques de Lopé, y
A unos cientos de metros por delante de noso­ que la falta de frutos está
dificultando la nutrición
tros, una procesión de elefantes emergió del bos­ de los elefantes.
que. A la luz de la luna conté seis, entre ellos una
cría empujada por la que probablemente fuese su
madre. Cruzaron la carretera a paso lento y se in­
ternaron en la vegetación del otro lado con la
seguridad de quien conoce perfectamente la zona.
Al verlos tan de cerca me sentí como el desco­
nocido que irrumpe sin invitación en el hogar

62 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
ancestral de una familia. Así y todo cogí el teléfono
para capturar el momento, pero mientras me
peleaba con la pantalla táctil, decidido a satisfacer
un deseo tan humano como trivial, un enorme
macho situado a menos de 30 metros barritó con
agresividad, la trompa erguida.
«¡Hay que irse!», exclamó Makaga al tiempo que
ponía el Jeep en marcha.
Las selvas de Gabón son uno de los últimos
reductos de los elefantes de bosque, cuyas pobla­
ciones centroafricanas han caído en picado por
culpa de la caza furtiva. Más pequeños que los
elefantes de sabana, los de bosque son criaturas
enigmáticas que recorren los mismos senderos
generación tras generación, alimentándose de
hierbas, hojas y frutos. De pisada leve, se mueven
sigilosos por entre los árboles, como fantasmas
U N R E F U G I O PA R A LO S E L E FA N T E S D E B O S Q U E
en la noche. Parece que planifican su búsqueda
de alimento, de manera no muy distinta a como
en tiempos inmemoriales los humanos planifica­
mos la recolección en función de las estaciones,
retornando a los mismos árboles en las fechas en
que resulta más probable hallar su fruta madura.
De igual modo que los elefantes dependen del
bosque para sobrevivir, muchos de los árboles de
Lopé dependen de los elefantes para que disper­
sen las semillas con sus excrementos. Algunos
incluso producen frutos que únicamente puede
digerir el estómago del elefante, indicio de una
frágil interdependencia que hunde sus raíces en
la historia evolutiva.
Aunque se trata de una zona remota y relativa­
mente protegida del ser humano, el Parque Nacio­
nal de Lopé y sus elefantes parecen estar en peligro.
63
 JARDINEROS Sección transversal a tamaño natural
de un fruto de Omphalocarpum procerum

DE GABON
Los elefantes de bosque son unos ingenieros
EM N

fundamentales del ecosistema en las selvas de

África. Más de una docena de especies arbóreas
dependen de ellos para que dispersen las
Los frutos llegan a pesar
semillas a través de sus excrementos. A su dos kilos, albergan hasta
vez, los elefantes dependen de los nutritivos 40 semillas menudas y
tienen una pulpa muy
frutos de esos árboles para alimentarse. Pero nutritiva que huele a ajo.
el cambio climático puede estar amenazando C AZÓ
DE U
esta relación al interferir en la fructificación del
SEMILLA
bosque. Los elefantes tienen que invertir más
tiempo y energía en la búsqueda de fruta, y
podrían verse obligados a saquear los cultivos U
de los lugareños para complementar su dieta.

O. procerum R EZA DE F
30 m de alto

EL VIAJE DE UNA SEMILLA

El zumo del fruto de O. procerum es tan pegajoso que
1 Recolectar el fruto impide que los elefantes escupan las semillas. Son los
Los elefantes golpean únicos animales que pueden comerse este fruto duro
el tronco de los árboles como una piedra, tragando –y excretando– las semillas
para hacer caer los frutos,
que después perforan intactas, lo que hace más probable que germinen.
con los colmillos o abren
con las mandíbulas para
comérselos. 4 Regenerar
O. procerum prospera en
las zonas pobladas por
elefantes. Es raro encontrarlo
donde ya no hay elefantes.
2 Procesar las semillas
Su tubo digestivo descompone
las barreras protectoras de las
semillas, que completan el viaje
intestinal en unas 40 horas.

Inte
estino
est i ggrruesso
Est magg Ferrment
Fer mentta
ació
ón
Al acén
acé
de comid
da
Esófa
fago
goo
3 Dispersar las semillas
Los elefantes dispersan las
semillas a unos 5,3 km del
árbol que produjo el fruto
con sus deposiciones.

Denttad
dura Intestino
Grandess delg
delgado
gaado
molar
olare
l eess Tripl
T i l Excrementos
planos
planos l git d
longitud de elefante
corporall

TAYLOR MAGGIACOMO Y RILEY D. CHAMPINE, NGM; MESA SCHUMACHER. FUENTES: EMMA R. BUSH, ROBIN C. WHYTOCK Y KATHARINE ABERNETHY, UNIVERSIDAD DE STIRLING;
ALI NABAVIZADEH, FACULTAD DE VETERINARIA DE LA UNIVERSIDAD DE PENNSYLVANIA; YVETTE HARVEY, REAL SOCIEDAD DE HORTICULTURA; KEW
SANTUARIO DE ELEFANTES
Se cree que millones de elefantes
de bosque vagaban antaño por
todas las selvas de África. Hoy la
especie ocupa una cuarta parte
de su antigua área de distribución,
principalmente en Gabón. Con
sus densos bosques y una baja
tasa de deforestación, el país
alberga unos 95.000 elefantes
B
de bosque, entre el 60 y el 70 %
de la población total del mundo.

e va tropica Los bosques cubren el 89 %

Ele ante de b
e va intacta de la superficie de Gabón.
Loxodonta c
Alrededor de una cuarta
v r
parte de esa área está
Loxodonta a ric T rri ri r en parques nacionales.

SEGUIMIENTO DE UNA HAMBRUNA

Un estudio efectuado a lo largo de
32 años en una zona prístina de las
selvas de Gabón registró una caída
del 81 % en la disponibilidad de
los frutos que comen los elefantes.
Lo más probable es que el cambio
climático sea la causa del desplome.
Se cree que la suma de noches más
cálidas y menos lluvias interfiere stación
ferrocarri
Cada año mueren
que desencadenan arrollados
de 10 a 15
n de los árboles. cerca de L

encontrar rutos
ma uros en e P ue Naciona e

t
Estudio forestal
1 Desde 1986 los investigadores
recorren una vez al mes las sendas
abiertas por los elefantes para
observar los frutos de los árboles.
s Este singular estudio de más de
2.000 árboles se combina con las
6 2 2 1 2 1
mediciones climáticas en tierra
del mismo período, unos datos
m i lim i n l infrecuentes en esta región.
P. N. e Lop , 1984–201 n

EMPERAT RA
M N. DIA I 5 ILÍM TRO
ELLU IAANUALE L hm
5
r
r
l n rv
. proceru
i

La temperatura nocturna de la región se elevó un

3,9 % y las precipitaciones anuales disminuyeron un
17,4 % respecto de las medias de los últimos 34 años.

DATOS DEL MAPA: PAISAJES FORESTALES INTACTOS, 2020; UICN; INSTITUTO DE RECURSOS MUNDIALES; EC *LOS PAISAJES FORESTALES INTACTOS OCUPAN
JRC; DATOS DE OBSERVACIÓN TERRESTRE PROPORCIONADOS EN EL MARCO DE COPERNICUS POR LA UNIÓN AL MENOS 500 KM2 Y ESTÁN MUY POCO INFLUENCIADOS
EUROPEA Y LA AGENCIA ESPACIAL EUROPEA; © COLABORADORES DE OPENSTREETMAP POR LA ACTIVIDAD HUMANA.
Una cría recorre con
su familia uno de los
muchos senderos
que generaciones de
elefantes de bosque
han abierto en la selva
en sus desplazamientos
de un árbol frutal a
otro. Los elefantes
transmiten a las crías
el conocimiento de
qué frutos buscar,
dónde hacerlo
y cuándo es más
probable hallarlos
maduros.
Los investigadores se han dado cuenta de que el
calentamiento del planeta podría estar mermando
el volumen de frutos producidos por muchas
especies arbóreas del parque, lo que a su vez
parece estar provocando que los elefantes de bos­
que pasen hambre. Algunos están tan desnutridos
que se les marcan los huesos bajo la gruesa piel.
Dado que ciertas especies de árboles dependen
de ellos para sobrevivir, los problemas de la pobla­
ción de elefantes podrían poner a su vez en peligro
la sostenibilidad del bosque a largo plazo.
«Ni siquiera en un lugar como el Parque Nacio­
nal de Lopé, con una mínima presión humana y
una densidad de población bajísima, puede la
fauniflora escapar al impacto de las actividades
del hombre, en otras palabras, al cambio climá­
tico», afirma Robin Whytock, experto en ciencias
ambientales de la Universidad de Stirling, en
Escocia, y uno de los autores del artículo de 2020
que describía estos hallazgos en la revista Science.

y soleada cuando me
E R A U N A M A Ñ A N A H Ú M E DA
sumé a Edmond Dimoto, investigador de campo
de la autoridad de parques nacionales de Gabón,
en una caminata por el frondoso bosque que tapiza
las laderas de una montaña llamada Le Chameau,
por su forma de camello con doble joroba.
Dimoto se había cambiado los zapatos por unas
botas de goma de caña alta. Pisando con tiento
sobre un sendero todavía húmedo y resbaladizo
por la lluvia de la víspera, se abría paso cortando Con el sudor resbalándole cuello abajo, Dimoto
zarcillos y enredaderas con unas podadoras. El escudriñó con los prismáticos las copas de los
zumbido de los insectos y el canto de los pájaros árboles e hizo un rápido recuento de los frutos. Al
llenaban el aire. Haciendo un alto al pie de un cabo de unos minutos hizo varias anotaciones
árbol, Dimoto señaló las hormigas que ascendían sobre la abundancia de hojas, flores y frutos. Cada
por el tronco. Su mordedura era dolorosísima, me árbol inspeccionado lo califica en una escala que
dijo: «Si le pican en el brazo, lo tendrá como un va del uno (escaso) al cuatro (abundante).
balón todo el día». Decidimos seguir, salvando Desde hace 25 años, este investigador recorre
ramas y troncos caídos en nuestro ascenso. Me casi todos los meses fragmentos del bosque de
mostró huellas de elefante. Aún recientes, dela­ Lopé para monitorizar sus árboles, cuya especta­
taban que el animal había resbalado en el barro. cular variedad de frutos abarca tamaños que van
Luego se detuvo ante un árbol llamado Ompha- desde lo que abulta un aguacate hasta una sandía.
locarpum procerum, cuyo tronco aparecía salpi­
cado de unos frutos con forma de rosquilla.
Tienen una cáscara dura que los hace incomibles
para todas las especies animales excepto para los DE IGUAL MODO QUE LOS
elefantes, que arremeten contra el árbol usando
la cabeza a modo de ariete para hacer caer los fru­
ELEFANTES DEPENDEN
tos. A continuación, y con una habilidad asom­ DEL BOSQUE, MUCHOS DE LOS
'
brosa, los cogen uno por uno con la punta de la ARBOLES DE LOPÉ DEPENDEN
trompa, colocan el fruto en un recodo de la misma,
se lo acercan a la boca y finalmente le dan un hábil
DE LOS ELEFANTES PARA
empujón y lo engullen. QUE DISPERSEN SUS SEMILLAS.
68 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
 IZQUIERDA
Los frutos con forma
de rosquilla de
Omphalocarpum
procerum crecen
en las ramas y en el
tronco, algo habitual
en los árboles de
las selvas tropicales.
Los científicos creen
que se trata de una
adaptación que
propicia la polinización
por parte de los
insectos que se
encuentran en los
árboles, como son
las hormigas.

ABAJO

Edmond Dimoto,
ayudado por Lisa-Laure
Ndindiwe Malata,
inspecciona las flores,
frutos y hojas de un
árbol de Lopé. Lleva
25 años recorriendo el
bosque prácticamente
todos los meses para
ayudar a llevar a cabo
el estudio continuo
de árboles tropicales
más largo de África.

U N R E F U G I O PA R A LO S E L E FA N T E S D E B O S Q U E 69
Fotografiada de noche
con una cámara de
infrarrojos, una elefanta
come un fruto de
Detarium macrocarpum
mientras guía a su cría.
En 1987 los elefantes
tenían que revisar solo
10 árboles para encontrar
uno cargado de fruta
madura, pero en 2018
ya era en 50 en los que
habían de buscar, lo que
refleja una disminución
de casi el 81 % de la
fruta disponible en
los bosques de Lopé.
DERECHA
Un técnico del parque
mide el perímetro
de unas boñigas de
elefante en el marco de
un estudio que busca
evaluar cómo afecta
el cambio climático a la
dieta de los elefantes
de bosque. Después de
registrar su volumen, el
excremento se sumerge
en un río para que
los investigadores de
campo puedan separar
las semillas y saber qué
ha comido el elefante.

ABAJO
De unas heces de
elefante brota un tallo de
Detarium macrocarpum.
Los elefantes de bosque
son la principal vía de
dispersión de semillas
en las selvas africanas.
Al recorrer largas
distancias en busca de
alimento, dejan por el
camino sus deposiciones
cargadas de simientes,
fertilizando futuros
árboles.

72 N AT I O N A L G E O G R A P H I C

En su primera semana de trabajo un gorila cargó
contra él. La experiencia fue tan aterradora que a
sus colegas les costó convencerlo de que se que­
dase. En otra ocasión se cayó mientras huía de un
elefante enfurecido. «Me di por muerto», recuerda.
Al verlo inmóvil en el suelo, el animal se alejó.
Las observaciones de Dimoto son la continua­
ción de un estudio que la primatóloga Caroline
Tutin inició en 1984, cuando ella y sus colegas fun­
daron en el parque una estación de investigación
que todavía funciona. Querían estudiar de qué mo­
do la disponibilidad de fruta, que varía en función
'
EL ESTADO FISICO DE
LOS ELEFANTES DE BOSQUE
SE DETERIORO' ENTRE
2008 Y 2018. LA ESCASEZ
DE FRUTOS ERA LA
EXPLICACIÓN MÁS PROBABLE.
U N R E F U G I O PA R A LO S E L E FA N T E S D E B O S Q U E
de la estación, afecta a los gorilas y chimpancés.
La investigación de Tutin concluyó a principios
de la década de 2000, pero el seguimiento mensual
de los cientos de árboles numerados con etiquetas
metálicas no se interrumpió. Esa monitorización
se ha convertido en el estudio continuo más pro­
longado de su género llevado a cabo en África.
DESDE 2016, Emma Bush, colega de Whytock en
la Universidad de Stirling, empezó a analizar los
datos recabados y detectó un pronunciado des­
censo en la cantidad de frutos. La probabilidad de
hallar fruta madura en los árboles de las 73 espe­
cies monitorizadas había disminuido un 81 % de
promedio en el período comprendido entre 1987
y 2018. Si en 1987 los elefantes revisaban 10 árbo­
les hasta encontrar uno cargado de frutos madu­
ros, en 2018 tenían que rebuscar en más de 50.
Bush creía saber a qué obedecía aquel desplo­
me. En los años noventa Tutin había observado
un descenso en la floración y fructificación de
determinadas especies de árboles durante los
años en que se registraban temperaturas más altas
de lo habitual. Su hipótesis era que la temperatura
nocturna debía descender por debajo de los 19 °C
para que aquellos árboles floreciesen.
Examinando los datos meteorológicos de Lopé
correspondientes a las tres décadas anteriores,
Bush y sus colegas descubrieron que el promedio
de la temperatura nocturna había subido unos
0,85 grados. La cantidad de lluvia también había
disminuido significativamente. El cambio climá­
tico estaba convirtiendo Lopé en un entorno más
cálido y más seco.
«Pensamos que es la hipótesis más plausible
para explicar el declive de la fructificación», expli­
ca la científica.
Bush compartió sus resultados con Whytock y
ambos buscaron el modo de averiguar si aquello
estaba afectando a la fauna del parque. Whytock
acababa de iniciar un proyecto de evaluación de
la biodiversidad de Lopé para el que contaba con
varios cientos de trampas fotográficas. También
había tenido acceso a imágenes recientes de ele­
fantes captadas por las cámaras trampa que había
instalado Anabelle Cardoso, de la Universidad de
Oxford, para su propia investigación.
Muchos de los elefantes fotografiados estaban
raquíticos. En algunas imágenes, las costillas eran
claramente visibles. Whytock recordó las fotos de
principios de los años noventa, en las que los ele­
fantes lucían vientres henchidos y traseros bien
rellenos. El contraste era estremecedor.
73
Un elefante enfurecido
trata de defenderse tras
ser arrollado por un tren
que cruza las sendas de
estos animales. Se sabe
que los elefantes se
quedan paralizados en
las vías. Los funcionarios
del parque concluyeron
que las lesiones de este
animal eran incurables.
Después de sacrificarlo,
el director del parque
repartió la carne entre
la población de la zona.
 En su búsqueda de imágenes antiguas, Whytock
recurrió a Lee White, un biólogo que actualmente
está al frente del ministerio gabonés de agua, bos­
ques, mar y medio ambiente. A finales de los años
noventa, mientras investigaba en Lopé, White había
grabado con su videocámara cientos de películas
de elefantes. «Y las había conservado todas –dice
Whytock–. Me mandó una caja gigantesca llena a
rebosar de cintas de vídeo. Pero yo no tenía dónde
reproducirlas».
Su madre rescató una videocámara del trastero
de su casa y, a partir de las cintas de White y de
otras fuentes, Whytock pudo recopilar una base
de datos nutrida por miles de fotos de elefantes
de bosque. Descubrió que su estado físico –eva­
luado en función de criterios tales como cuánto
se les marcaban los huesos bajo la piel– se había
deteriorado nada más y nada menos que un 11 %
de promedio entre 2008 y 2018. La explicación
más probable era la escasez de fruta en Lopé. «Los
frutos y las semillas son el alimento más calórico
de su dieta», apunta Bush.
Una de las soluciones con las que los elefantes
Una cámara de
de Lopé intentan compensar esa escasez de frutos infrarrojos sorprende a
es asaltar en plena noche los huertos de la gente. este elefante famélico
Jean­Charles Adigou, cuya casa pertenecía a un asaltando un cultivo
de espinacas y acedera
asentamiento de varias decenas de viviendas en en el huerto de Pascal
la linde del parque, me contó que muchas noches Mambwete cerca del
lo despertaban los elefantes que se acercaban a parque. A medida que
los asentamientos
su huerto, donde cultivaba plátanos y bananas. humanos se expanden
Para espantarlos, Adigou y sus vecinos hacían el por las zonas en las que
mayor ruido posible. Pero muchas veces no llega­ se mueven los elefantes,
los huertos se convierten
ban a tiempo, me dijo. Un grupo de seis elefantes en una tentadora
puede destruir una plantación doméstica en cues­ fuente de un alimento
tión de minutos. «Cuando era joven no pasaba esto muy necesario.
–añadió–. Los elefantes no se acercaban al pueblo».
Otro vecino del asentamiento, un pescador lla­
mado Vincent Bossissi, era pesimista. Cuando
hablé con él estaba sentado bajo un mango de su los científicos
E N E L PA R Q U E N AC I O N A L D E L O P É ,
huerto, donde también cultiva maíz. Cuando le investigan ahora si el cambio climático está alte­
saqué el tema de los elefantes, puso mala cara. Los rando la dieta de los elefantes. Una mañana salí
mangos los atraían especialmente, me dijo. Estaba con dos investigadores de campo a buscar excre­
seguro de que cualquier noche aparecerían por mentos. No tuvimos que conducir mucho para
allí y le dejarían el árbol pelado. localizar un montón al borde de la carretera, una
Aunque a Bossissi no le entusiasmaban los ele­ pila de heces frescas, de color verde parduzco y
fantes, Brigitte Moussavou, una de sus vecinas, del tamaño de un balde. Tras enfundarse unos
me aseguró que muchos lugareños eran conscien­ guantes de goma, uno de los investigadores hizo
tes de que estos animales propician la regenera­ recuento del número de boñigas y midió el perí­
ción de ciertas especies arbóreas, entre ellas el metro de cada una de ellas con una cinta métrica.
estimadísimo moabi, de cuyas semillas se obtiene Me explicó que reparaba en todos aquellos deta­
aceite para cocinar. lles porque debía documentar el volumen de las
«Queremos proteger nuestros cultivos –dijo–, deposiciones; con el tiempo, esos datos revelarían
pero no estamos en contra de los elefantes». qué cantidad de alimento estaban ingiriendo.

76 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
 Tras recoger las heces en una bolsa de plástico,
condujimos hasta un arroyo. Allí vaciaron el con­
tenido de la bolsa en un cedazo y lo sumergieron
en el agua, que se llevó las partículas más finas y
dejó semillas, tallos y ramas. A partir de las semi­
llas, explica Whytock, los científicos confían en
descubrir qué frutos comen los elefantes y en qué
cantidad, y comparar el resultado con los estudios
que White y otros realizaron hace tres décadas.
«Es un modo más directo de calibrar si la ingesta
del elefante de bosque se ha visto afectada», dice.
Cuando partí de Lopé una mañana, no lejos de
donde había visto los elefantes a mi llegada, nos
topamos con un búfalo que bloqueaba la carretera.
Nos quedamos mirándolo; inmutable, nos sostuvo
U N R E F U G I O PA R A LO S E L E FA N T E S D E B O S Q U E
la mirada. La niebla lo envolvía todo. En el silencio,
me puse a pensar en aquel mundo, remodelado
por el alza de las temperaturas. Por fin el búfalo
se alejó y pudimos continuar. A medida que que­
daban atrás las colinas y los bosques me asaltó un
pensamiento inquietante: ¿sería el deterioro del
inmemorial vínculo entre árboles y elefantes en
un lugar tan prístino como Lopé el anuncio de lo
que nos esperaba? ¿Acaso otros bosques aparen­
temente intactos acusaban ya el daño, sin que
hubiese un Edmond Dimoto para detectarlo? j
Yudhijit Bhattacharjee es colaborador habitual
de la revista. El fotógrafo holandés Jasper Doest
documentó la vida de un flamenco muy popular
entre los niños de Curaçao en febrero de 2020.
77
 REPARAR
CON UNA BUENA
GESTIÓN Y CON LA
AYUDA DE LA CIENCIA,
ESTOS SUMIDEROS
DE CARBONO PODRÍAN
LUCHAR MEJOR CONTRA
EL CALENTAMIENTO.
Las lámparas de calor
de una estación de
investigación cercana
al Centro de Ciencias
Forestales de Cloquet,
de la Universidad de
Minnesota, destacan
en esta imagen infrarroja.
Los científicos quieren
saber cómo las altas
temperaturas y las sequías
del futuro podrían
afectar al complejo
ecosistema forestal,
desde el suelo hasta
las copas de los árboles.
DAVID GUTTENFELDER

79
 S O LU C I Ó N

REUBICAR
RBOLES
PODR A
Rand Bieri mide el
dióxido de carbono
presente en el suelo de
una parcela de ensayo
caldeada artificialmente

DAR A LOS
en las inmediaciones de
Cloquet, en Minnesota.
Los investigadores han
plantado árboles jóvenes

BOSQUES
de especies procedentes
de lugares tan lejanos
como Oklahoma para
averiguar cómo toleran
los potenciales impactos

ESTRESADOS
del cambio climático.
DAVID GUTTENFELDER

UNA SALIDA
National
Geographic Society,
comprometida con la
divulgación y protección
de las maravillas de

PARA
nuestro planeta, financia
desde 2014 la labor
narrativa del Explorador
David Guttenfelder en
materia de geopolítica

VENCER EL
y conservación.

CALOR y se
L A S AG U JA S D O R A DA S A L F O M B R A N E L S U E L O
acumulan en el pelo de Greg O'Neill, dándole bri­
llantes reflejos rubios mientras se abre paso a tra­

EN UN CLIMA
vés de una arboleda de alerces altos y elegantes
en el valle de Okanagan, en la Columbia Británica.
«Es un árbol precioso –dice–. Una especie im­
ponente. Cuando encuentra su lugar ideal, crece

CAMBIANTE.
que da gusto».
Pero el «lugar ideal» de muchos árboles, tanto
de la Columbia Británica como del resto del
mundo, está cambiando a la vez que el clima de
la Tierra se calienta. Estos hermosos alerces, de
hecho, no nacieron de unos progenitores de este
valle, ni siquiera de este país. Proceden de un
POR
lugar situado 457 kilómetros más al sur, en Idaho,
ALEJANDRA BORUNDA
donde sus antepasados se adaptaron a las condi­
ciones que ahora son comunes aquí: veranos más
cálidos, inviernos un poco más cortos, regímenes
pluviométricos diferentes.
Forman parte de un experimento diseñado para
dar respuesta a una pregunta acuciante: ¿cómo
ayudar a los bosques a adaptarse al cambio climá­
tico de origen antrópico? Desde el norte de Cali­
fornia hasta la frontera del Yukón, O'Neill –técnico
forestal del Gobierno de la Columbia Británica– y
sus colegas han plantado en parcelas como esta
plantones de alerce y de otras especies extraídas
de arboledas de la costa Oeste para evaluar el con­
cepto de migración asistida. Quieren comprobar
hasta dónde y con qué rapidez habría que trasla­
dar las poblaciones arbóreas en dirección norte
para seguir el ritmo del cambio climático.
El problema es sencillo, afirma Cuauhtémoc
Sáenz­Romero, investigador de la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en México.
«El clima se mueve… y los árboles no tienen patas».
Desde finales del siglo xix, cuando los humanos
empezamos a quemar combustibles fósiles y arro­
jar ingentes cantidades de dióxido de carbono a
la atmósfera, la temperatura media mundial se ha
elevado alrededor de 1,1 °C. Si se mantiene la actual
trayectoria de emisiones, es probable que aumente
al menos otro tanto en las próximas décadas.
En todo el mundo y por término medio, los bos­
ques pueden ampliar su área de distribución hasta
900 metros al año. Esto es así porque los árboles
jóvenes suelen «migrar» hacia sus climas preferi­
dos en dirección a los polos o montaña arriba, en
busca de zonas más frescas. Para seguir el ritmo
del cambio actual, tendrían que moverse entre
seis y diez veces más rápido.
R E PA R A R LO S B O S Q U E S 81
En un esfuerzo por
minimizar los efectos
del cambio climático,
expertos forestales de
la Columbia Británica y
sus colegas han plantado
152.376 plantones de
15 especies arbóreas
en 48 ubicaciones
localizadas entre el
norte de California
y el sur del Yukón. La
iniciativa, denominada
Ensayo de Adaptación
a la Migración Asistida,
busca garantizar que
las especies y las fuentes
de semillas seleccionadas
para su plantación
se adapten bien a las
condiciones climáticas
que puedan conocer
a lo largo de su vida.
REBECCA HALE

ALERCE
AMERICANO
OCCIDENTAL

ABEDUL DE
PAPEL

TUYA
GIGANTE

PÍCEA
HÍBRIDA

PÍCEA DE
SITKA

ABETO DE PINO BLANCO

VANCOUVER OCCIDENTAL
 PINO
PONDEROSA

PINO
CONTORTA

ABETO DE
DOUGLAS

CIPRÉS DE
NOOTKA

TSUGA DEL
PACÍFICO

ÁLAMO
TEMBLÓN
AMERICANO

ABETO DEL ABETO

PACÍFICO ALPINO
 Para un lugar como la Columbia Británica,
donde los bosques tapizan un 60 % del territorio
y son la piedra angular de la economía y la identi­
dad cultural, un bosque mal adaptado al clima es
una amenaza a la existencia misma de la provin­
cia. Un árbol mal adaptado –un árbol cuya gené­
tica se ajusta a una realidad climática diferente– es
más vulnerable a las catástrofes meteorológicas,
las enfermedades y las plagas.
Y así quedó de manifiesto en los albores de este
siglo. Varios años de sequía debilitaron un gran
número de árboles. Los inviernos suaves propi­
ciaron que el destructivo escarabajo del pino de
montaña se desplazase hacia el norte. Entre 1999
y 2015, cada año murieron decenas de millones de
árboles. En 2003, unos incendios sin precedentes
arrasaron más de 2.600 kilómetros cuadrados de
bosque ya desecado por el escarabajo y la sequía.
de la Columbia
E N 2 0 0 9, E L S E RV I C I O F O R E S TA L
Británica inició el mayor experimento de migra­
ción asistida del mundo. En 48 lugares, O'Neill y
EL PROBLEMA ES SENCILLO,
DICE EL INVESTIGADOR
CUAUHTÉMOC SÁENZ-ROMERO:
«EL CLIMA SE MUEVE… Y
LOS ÁRBOLES NO TIENEN PATAS».
sus colegas plantaron en cuadrículas perfectas
plantones de 15 especies diferentes extraídos de
47 arboledas situadas entre Oregón y Prince George,
en la Columbia Británica: 152.376 árboles en total.
Una década después, muchos de los árboles que
crecen con fuerza proceden de poblaciones a unos
500 kilómetros al sur, señal de lo mucho que ha
cambiado el clima en el ínterin. Los primeros datos
fueron tan positivos que en 2018 la agencia fores­
tal adoptó una política que obliga a los silvicultores
a usar semillas de zonas de clima más cálido para
los 280 millones de árboles que plantan cada año.
El experimento echaba por tierra una de las
reglas más básicas de la gestión forestal moderna:
optar siempre por especies autóctonas.
Dentro y fuera de la Columbia Británica, los
científicos protagonizaron encendidos debates
sobre la conveniencia ética de sacar especies de
sus actuales áreas de distribución. Al fin y al cabo,
no sería la primera vez que la introducción de una
84 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
especie en un ecosistema ajeno generase grandes
problemas de invasión. Otros aducían que los seres
humanos ya hemos impuesto cambios sin prece­
dentes a los ecosistemas y que los riesgos de no
actuar podrían ser mayores.
Aun prestando a los bosques la máxima ayuda
posible en la Columbia Británica, su velocidad de
adaptación se topará con muros infranqueables.
Dado que nadie propone talar un bosque sano
para replantar otro, los silvicultores solo pueden
avanzar plantando en tierras quemadas o taladas.
Al ritmo actual, la provincia tardará 80 años en
reemplazar por completo sus bosques talados.
Incluso entonces, los árboles nuevos se limitarán
a seguir el ritmo del cambio climático, sin adelan­
tarse nunca a él, porque es casi imposible plantar
árboles muy lejos de su área de distribución actual
confiando en que prosperen dentro de unas déca­
das: el frío puede impedir el crecimiento o acabar
con los plantones adaptados a un clima más tem­
plado si se plantan demasiado lejos de su actual
zona óptima.
del campus de
E N U N V I V E R O D E I N V E S T I G AC I Ó N
Vancouver de la Universidad de la Columbia Bri­
tánica (UCB) cae una fina llovizna y la doctoranda
Beth Roskilly escudriña el bosquecillo de planto­
nes de alerce que, procedentes de todo el oeste
norteamericano, ha plantado en un bancal eleva­
do. Busca poblaciones que aúnen la tolerancia al
calor y la sequía con la resistencia al frío. «Si vamos
a trasladar los alerces al norte, hemos de estar
seguros de que van a sobrevivir», declara.
Mientras tanto, las presiones climáticas no dejan
de agravarse. En junio de 2021, mientras conducía
cerca de la frontera entre Canadá y Estados Unidos
en medio de una ola de calor que batió todos los
récords, Sally Aitken, genetista forestal de la UCB,
constató con horror que a su alrededor los abetos
de Douglas rezumaban resina y despedían un mór­
bido olor a trementina. «Jamás había visto unos
árboles tan estresados», recuerda. Al día siguiente,
monstruosos incendios arrasaban la región; ese
otoño, unas lluvias sin precedentes se tradujeron
en semanas enteras de corrimientos de tierras.
Pese a estas amenazas climáticas, Aitken lo tiene
claro: «No es una causa perdida –afirma–. Simple­
mente seguimos buscando el modo de seguirle el
ritmo al clima». j
La redactora Alejandra Borunda está especializada
en cambio climático y medio ambiente. En julio de
2021 escribió sobre las políticas que dejaron los barrios
de renta baja de Los Ángeles sin árboles de sombra.
 S O LU C I Ó N y pastos
E N T R E O N D U L A N T E S C A M P O S D E C U LT I VO
verdes a 225 kilómetros al noroeste de la ciudad
brasileña de São Paulo, dos bosques tropicales
despuntan a dúo. El primero es monoespecífico,

PLANTAR hilera tras hilera de eucaliptos foráneos, planta­

dos con escuadra y cartabón en líneas perfectas.
El otro es puro desorden, un batiburrillo de dece­

MS
nas de variedades de arbolitos autóctonos.
Hay que reconocerlo: estéticamente no es gran
cosa. Los eucaliptos, altos y finos, descuellan sobre
grupitos de gordezuelos higuerones y especies

RBOLES, perennifolias. Sin embargo, estos desorganizados

rodales de árboles autóctonos de una hectárea de
superficie, rodeados de una especie exótica de

PERO SIN
crecimiento rápido, figuran entre las muchas ini­
ciativas en marcha para resucitar los bosques del
planeta que ya ofrecen resultados prometedores.
Los eucaliptos, dice Pedro Brancalion, el agró­

PASARNOS. nomo de la Universidad de São Paulo que ha dise­

ñado este experimento, crecen a tal velocidad que
pueden talarse al cabo de cinco años y venderse

DAR A LOS
para fabricar papel o postes para vallas. Las ganan­
cias que proporcionan cubren más o menos el
gasto de plantar los árboles nativos de crecimiento
lento, que luego repoblarán de forma natural la

PLANTONES
zona de los eucaliptos. Y es un proceso que no
dificulta la regeneración natural.
Hoy en día no hace falta buscar mucho para
encontrar colectivos que intentan salvar el mundo

ESPACIO plantando árboles. El Desafío de Bonn, por ejem­

plo, patrocinado por el Estado alemán y la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturale­

PARA
za (UICN), recluta países para reforestar 350 millo­
nes de hectáreas antes de 2030. Grandes campañas
como Un Billón de Árboles, patrocinada por tres
grupos conservacionistas, y la iniciativa del billón

CRECER de árboles del Foro Económico Mundial, plantan

árboles jóvenes al tiempo que tratan de restaurar
o conservar los bosques existentes. Algunas

Y LLEGAR A
empresas incluso tienen campañas en las que
plantan un árbol por cada artículo adquirido.
Sin embargo, apuntan los expertos, muchas de
estas campañas yerran en su enfoque. El pasado

VIEJOS.
otoño, el brasileño experto en restauración eco­
lógica descubrió en una visita a otra de sus arbo­
ledas que si deja zonas de cada parcela vacías de
árboles –si solo planta más o menos la mitad del
terreno–, el bosque se rellena por sí mismo. Den­
tro de unas décadas habrá ahorrado dinero y gene­
rado un denso bosque natural sin plantar tanto.
POR
Es habitual que los colectivos de reforestación
CRAIG WELCH
se obsesionen tanto con el número de árboles
plantados que pierdan de vista lo más importante:

R E PA R A R LO S B O S Q U E S 85
Esta parte de una
antigua plantación de
eucaliptos de Itatinga,
en Brasil, es hoy objeto
de un experimento
para desarrollar modos
económicos de regenerar
bosques. Investigadores
de la Universidad de São
Paulo plantaron árboles
autóctonos junto a
eucaliptos de crecimiento
rápido, que se pueden
talar y vender en pocos
años para sufragar la
restauración. Los árboles
nativos se reproducirán
de manera natural en
el terreno talado.
PAULO GUILHERME MOLIN,
UNIVERSIDAD FEDERAL DE SÃO
CARLOS, CENTRO DE CIENCIAS
DE LA NATURALEZA
¿qué tipo de bosque se crea? ¿A qué coste? Y lo más
importante: ¿cuánto durará? Si se usa el número
de árboles como una «referencia universal» mágica,
dice Brancalion, «se gasta más dinero y se obtie­
nen menores beneficios».
Los árboles pueden no dejarte ver el bosque.

L
de árboles parece una
A P L A N TAC I Ó N
forma sencilla y natural de poner coto
a la abrumadora crisis del cambio cli­
mático y la pérdida de biodiversidad.
Los árboles proporcionan hábitat a la
fauniflora y secuestran CO2 de la atmósfera.
No es de extrañar que se vea en ellos el arma
ideal. ¿Por qué no plantar más árboles y resolver
así más problemas? Sin embargo, por cada impor­
tante campaña de plantación se han encajado
fracasos devastadores. En Turquía, Sri Lanka y
México, las plantaciones masivas han desembo­
cado en millones de plantones muertos o han
inducido a los campesinos a talar bosques intac­
tos de otras zonas. Plantar árboles en lugares
Los trabajadores de
inadecuados ha reducido el agua a disposición de una antigua plantación
los agricultores, ha destruido suelos de praderas de eucaliptos la están
extremadamente diversos y con potencial de transformando en un
bosque de especies
absorber carbono o ha abierto las puertas a la autóctonas en una finca
vegetación invasora. experimental gestionada
«Yo no creo que plantar árboles sea una solución por la Universidad de
São Paulo. Anderson da
sencilla», afirma Karen Holl, experta en restaura­ Silva Lima y Eder Araujo
ción ecológica de la Universidad de California en plantan cucharos, una
Santa Cruz y colaboradora de Brancalion. Refores­ especie predominante
en la mata atlántica
tar el planeta no puede ser la alternativa a reducir brasileña.
las emisiones del carbón, el petróleo y el gas natu­ VICTOR MORIYAMA

ral. Y plantar árboles tampoco puede reponer los

bosques primarios, complejos sistemas biológicos
(y sumideros de carbono) acendrados a lo largo
de cientos de miles de años. Salvarlos es todavía
más importante que plantar nuevos bosques.
El verdadero valor de un árbol es su longevidad,
lo que significa que alguien debe asegurarse de
que no muera. Al revisar propuestas de plantación
de árboles para el Foro Económico Mundial, Holl
descubrió que ni las mejores iniciativas supervi­
saban los resultados más allá de los 24 meses. Si el
objetivo es almacenar carbono y fomentar la bio­
diversidad, «no podemos evaluar los resultados
que a su vez podría agravar el calentamiento del
clima. Convertir en bosques praderas nativas
puede deteriorar paisajes tanto o más importantes.
En 2019 casi la mitad de los países participantes
en el Desafío de Bonn planeaban plantar árboles
y talarlos regularmente para obtener madera o
pulpa, en lugar de generar bosques. Y ello pese al
hecho de que los bosques naturales secuestran de
media mucho más CO2. ¿Qué hacer, pues?

en dos años», dice. En vez de plantar un billón de
árboles y desentenderse, es mejor plantar la mitad
y garantizar que sigan «vivos dentro de 20 años».
También es importante determinar dónde –y
cómo– se planta. Arbolar zonas en las nevadas
latitudes septentrionales oscurece el paisaje, que
en consecuencia absorbe más radiación solar, lo
P
ARA BRANCALION, la respuesta es
obvia: restaurar los bosques nativos,
sobre todo en los trópicos, donde los
árboles crecen rápido y el suelo es
barato. En algunos casos habrá que
plantar, pero también puede bastar con eliminar
hierbas invasoras, rejuvenecer los suelos o mejorar

88 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
el rendimiento de los cultivos, de modo que se
necesite destinar menos superficie a la agricultura
y más hectáreas pasen a ser bosques.
Brancalion se ha centrado en la mata atlántica
brasileña, un 75 % de la cual ha sido talada en aras
de la habitación urbana, la ganadería, la produc­
ción de papel o el cultivo de caña de azúcar y soja.
Pero ese suelo a menudo no se utiliza bien. Las
plantaciones de caña de azúcar no producen bene­
ficios: «cuestan dinero», apunta Brancalion. Esas
zonas –en laderas escarpadas, cerca de restos de
bosque original– ofrecen oportunidades de res­
tauración.
Combinar el cultivo de eucaliptos con la plan­
tación de especies nativas es solo un recordatorio
de que una restauración de éxito debe aportar valor
a las comunidades locales. Desde que en Níger los
agricultores descubrieron que cosechaban más
cereal si sembraban alrededor de los bosques –en
vez de roturarlos–, han vuelto a crecer 200 millo­
nes de árboles. Cerca de donde conocí a Branca­
lion, una organización local ayudó a los vecinos
a plantar árboles de leña y fruta y a cultivar judías
en torno a los bosques degradados, lo que contri­
buyó a evitar la extinción del tití león negro.
Con recursos limitados y sin tiempo que perder,
dar un empujón a los procesos naturales puede
ser positivo, dice Brancalion. En muchos casos, si
dejamos que la naturaleza haga el trabajo pesado,
«el bosque puede regenerarse con eficacia». j
Craig Welch, escritor de National Geographic,
firmó un artículo sobre la actual transición a los
vehículos eléctricos sin emisiones en el número
de octubre de 2021.
R E PA R A R LO S B O S Q U E S 89
 S O LU C I Ó N

LA CIENCIA
PUEDE CREAR
RBOLES El futuro del majestuoso
castaño americano

MS
puede depender de
árboles jóvenes como
los de este invernadero
de Syracuse, en Nueva

RESISTENTES
York. Son arbolillos
genéticamente
modificados para resistir
el ataque de un hongo
que acabó con miles de

CON
millones de castaños a
principios del siglo xx.
AMY TOENSING

INGENIER A
National
Geographic Society,
comprometida con la
divulgación y protección
de las maravillas de

GEN TICA.
nuestro planeta, financia
la labor divulgativa
de la Exploradora Amy
Toensing en materia de
inmigración en Estados

LA GRAN
Unidos desde 2021.

PREGUNTA ES: CUANDO REX MANN, de 77 años, tuvo edad para

trabajar en los bosques de los Apalaches, se los
encontró llenos de cadáveres. «Los llamábamos

DEBEMOS
fantasmas grises», dice este silvicultor jubilado,
refiriéndose a los castaños americanos dispersos
por Carolina del Norte, por entonces su hogar, aún
enhiestos sobre el suelo del bosque.

HACERLO?
Eran los esqueletos de árboles majestuosos que
en su día habían llegado a alcanzar hasta 30 metros
de altura y tres de diámetro. Se calcula que en el
transcurso del siglo xx, 4.000 millones de ellos
–una cuarta parte de los ejemplares que crecían en
los bosques de frondosas de los Apalaches– sucum­
bieron a un hongo asiático importado accidental­
POR
mente a finales del siglo xix. Fue una de las mayores
SARAH GIBBENS
catástrofes medioambientales de América del
Norte… y un adelanto de lo que estaba por venir.
 El barrenador esmeralda del fresno, la muerte
repentina del roble, la grafiosis del olmo, la mar­
chitez del roble americano, el chancro del nogal,
el pulgón lanudo de la tsuga… En un mundo que
se globaliza por momentos, muchos árboles se
enfrentan también a sus propias pandemias. Y el
cambio climático, con sus sequías, inundaciones
y olas de calor catastróficas, está haciendo más
difícil que nunca luchar contra el enemigo. Hasta
el árbol de Josué, icono de los paisajes desérticos
del sudoeste de Estados Unidos, está descubrien­
do que el mundo se ha vuelto demasiado cálido.
Todo ello ha llevado a algunos científicos a pre­
guntarse: ¿podemos crear árboles mejores, más
resistentes? Y es posible que en este punto el cas­
taño americano vuelva a sentar precedente, esta
vez en la senda de la resurrección. Con ingeniería
genética, anuncian los científicos, han creado un
árbol resistente al chancro que está listo para
resurgir. Si eso funciona con el castaño americano,
quizá pueda funcionar también con otros árboles
afectados por los mismos estresores.
«Hay quien dice que estamos jugando a ser Dios
–explica Allen Nichols, presidente de la sección
neoyorquina de la Fundación del Castaño Ame­
ricano–. Y yo respondo: llevamos toda la vida
jugando a ser el diablo, así que es hora de empezar
a jugar a ser Dios si no queremos ver cómo desa­
parece medio mundo».
lo causa un insidioso
E L C H A N C R O D E L C A S TA Ñ O
hongo que cuaja el tronco y las ramas de lesiones
anaranjadas. Estas hendiduras amorfas pueden
cortar el flujo del agua y los nutrientes del árbol.
R E PA R A R LO S B O S Q U E S 91
Hannah Pilkey recoge
en otoño las castañas
de un ejemplar del
Proyecto de Investigación
y Restauración del
Castaño Americano, en
Syracuse. Las flores fueron
fecundadas con polen
de árboles modificados
genéticamente. Las
bolsas garantizan que
el polen y las semillas
no se dispersarán
accidentalmente.
AMY TOENSING
El hongo, Cryphonectria parasitica, no afecta a
los árboles jóvenes. Pero a medida que envejecen,
la corteza se agrieta y las esporas microscópicas
del hongo penetran en el tronco, donde liberan el
ácido oxálico que mata el tejido del árbol.
Como especie, el castaño americano ha sobre­
vivido gracias a los clones resurgidos de las raíces
de los árboles muertos. Pero como en una tarea
de Sísifo, la enfermedad acaba llegando tarde o
temprano, y la capacidad de clonación de los árbo­
les tampoco es infinita.
En sus intentos por salvar los castaños, los sil­
vicultores han rociado los árboles con fungicidas,
los han infectado con virus que matan los hongos
e incluso han calcinado los ejemplares infectados.
Ya en la década de 1930, y más en serio desde los
años cincuenta, se intentó cruzar castaños
94 N AT I O N A L G E O G R A P H I C
americanos con sus equivalentes chinos para
crear un híbrido resistente al chancro. La Funda­
ción Americana del Castaño empezó a trabajar
formalmente en el híbrido en la década de 1980.
«Tras más de 30 años trabajando con híbridos,
sabemos que la resistencia al hongo es mucho más
complicada de lo que pensábamos», dice Tom
Saielli, investigador forestal de la Fundación.
Ahora los científicos creen que la resistencia al
chancro puede cifrarse en la cooperación de hasta
nueve regiones genéticas. La cuestión es: ¿cuál
sería la combinación de genes ideal para producir
resistencia al chancro? La mejora por cruces tam­
bién requiere muchas generaciones nuevas para
ofrecer resultados, y cada generación lleva años.
La ingeniería genética ofrece hoy un polémico
atajo para crear un castaño americano realmente

Un experto retira el
erizo verde de unas
castañas polinizadas
con polen transgénico.
Con cada generación
de árboles modificados
genéticamente, los
científicos avanzan
hacia el día en que los
castaños americanos
puedan prosperar
de nuevo en su medio
natural.
AMY TOENSING
resistente al chancro. En los años noventa Charles
Maynard y Bill Powell, de la Escuela de Ciencias
Medioambientales y Forestales de la Universidad
Estatal de Nueva York en Syracuse (Nueva York),
iniciaron esa búsqueda valiéndose de lo que por
entonces era una tecnología emergente. Según
Powell fue como tener que «construir una barca
para salir a pescar. Nos pusimos a probar genes».
Su momento eureka llegó cuando supo de un
gen del trigo que mejoraba la resistencia a los pató­
genos en los tomates. El gen en cuestión produce
oxalato oxidasa, una enzima que descompone el
ácido producido por el hongo del chancro y lo
vuelve inofensivo. En 2014 Maynard y Powell con­
siguieron incorporar ese gen al genoma del cas­
taño. Bautizaron el árbol modificado como Darling
58, en honor a Herb Darling, ingeniero y defensor
entusiasta de su trabajo. Los árboles cultivados
en parcelas de ensayo en Syracuse demostraron
ser tolerantes al chancro del castaño.
Los entusiastas del castaño ardían en deseos de
hacerse con el Darling 58. Ocho años después
siguen esperando. Powell está convencido de que
no comporta peligro alguno, pero los árboles
transgénicos inspiran miedo a lo desconocido.
Estados Unidos es muy estricto a la hora de
regular quién puede cultivar especies modificadas
genéticamente y dónde puede hacerlo. Powell y
sus colegas han solicitado al Departamento de
Agricultura, a la Administración de Alimentos y
Fármacos y a la Agencia de Protección del Medio
Ambiente que se exima de esas regulaciones al
Darling 58, otorgándole el estatus de árbol no
modificado. Es la primera vez que se hace una
petición de este tipo –permitir que un árbol modi­
ficado genéticamente campe a sus anchas en la
naturaleza–, y su respuesta sentaría un prece­
dente para otras especies vegetales.
«En cuanto estén en el bosque no habrá manera
de volver atrás», apunta Anne Petermann, directora
ejecutiva de la organización Global Justice Ecology
Project. A algunos activistas indígenas también
les preocupa que la presencia de estos árboles in­
frinja su derecho a mantener sus territorios libres
de organismos genéticamente modificados.
P
los científicos
E S E A E STO S T E M O R E S
afirman que la ingeniería genética es
una excelente herramienta para pre­
servar ecosistemas forestales. En la
Universidad Purdue se han estado
estudiando formas de modificar genéticamente
el fresno para que pueda defenderse del barrena­
dor esmeralda, un escarabajo superdestructivo.
En Canadá se ha desarrollado un álamo modifi­
cado genéticamente que repele el tórtrix de la
yema del abeto. Y en Syracuse, el laboratorio de
Powell investiga nuevos genes potencialmente
insertables en el olmo y el castaño de Virginia.
Para los amantes del castaño americano, como
Mann, restaurar esta especie demostraría que los
errores medioambientales pueden repararse.
«Mucha gente ni siquiera sabe que nuestro bos­
que ha soportado toda esta muerte y destrucción
–reflexiona–. Creo que no tenemos derecho a que­
darnos de brazos cruzados y dejar que todo desa­
parezca sin más». j
Sarah Gibbens, redactora de la revista, está
especializada en temas medioambientales.
R E PA R A R LO S B O S Q U E S 95
 S O LU C I Ó N al príncipe Constantin zu
C UA N D O E RA N I Ñ O,
Salm­Salm le encantaba pasear con su abuelo por
los dos mayestáticos bosques que poseía la fami­
lia en las inmediaciones de un castillo histórico

ALEMANIA del centro de Alemania. Las 175 hectáreas de píceas

comunes y abetos de Douglas, plantadas décadas
antes de su nacimiento, eran una inversión que

TIENE UN
el joven príncipe esperaba heredar algún día.
Todo cambió una noche de febrero de 1990,
cuando el huracán Wiebke castigó la zona con
vientos de más de 200 kilómetros por hora que

NUEVO PLAN: cargaron con furia sobre las arboladas laderas de

los alrededores de Wallhausen.
Cuando pasó el temporal, nieto y abuelo reco­

DEJAR A
rrieron los bosques. Cientos de árboles imponentes
de 40 años de edad yacían derribados. «El abuelo
lloraba –recuerda el príncipe–. Tenía ante sí una
pregunta trascendental: ¿Qué hacemos ahora?».

LOS BOSQUES Hoy los alemanes se enfrentan a una cuestión

parecida, solo que a una escala infinitamente
mayor. Desde el año 2018 Centroeuropa ha expe­

EN PAZ
rimentado cuatro años consecutivos de sequía o
de temperaturas inusualmente altas. Devastado­
ras infestaciones de barrenillo tipógrafo han aca­
bado con decenas de miles de hectáreas de píceas.

PARA QUE
Al mismo tiempo, el humo de los incendios fores­
tales llegaba hasta el mismo centro de Berlín. En
un país que ama los bosques, la situación ha sus­
citado un debate nacional sobre cómo responder.

LA Una opción es plantar árboles, reponiendo lo

perdido con más de lo mismo.
Las colinas arboladas que rodean Wallhausen

NATURALEZA
ejemplifican otra posibilidad. El príncipe Zu Salm­
Salm forma parte de un grupo creciente de pro­
pietarios forestales germanos que han adoptado
lo que se denomina gestión forestal próxima a la

SE naturaleza. Este enfoque antiintervencionista

evita la plantación de árboles siempre que sea
posible y aboga por ceñirse a las especies autócto­

CURE A
nas en casi todos los casos. La meta es reproducir
los ecosistemas de los bosques naturales, sin reti­
rar la madera muerta y talando exclusivamente
los árboles más maduros.

S MISMA. Zu Salm­Salm lleva más

L A FA M I L I A D E L P R Í N C I P E
de ocho siglos produciendo vino en la zona. Tras
la catástrofe del Wiebke tomaron una decisión.
«Nos dijimos: "Quien mejor sabe lo que debería
haber aquí es la naturaleza"», recuerda el príncipe.
Sus bosques están a una hora al oeste de Frank­
POR
furt, en laderas orientadas al norte que no se pres­
A N D R E W C U R RY
tan a la viticultura. Al margen de la caza de ciervos
y jabalíes, y de la corta de algunos de los árboles
más grandes cada año, no intervienen en absoluto
en los bosques.
Un día de finales de otoño el príncipe se adentra
en su bosque con unas botas verdes de goma y un
chaleco azul de plumón. Bajo las copas de los altos
abetos de Douglas que sobrevivieron al Wiebke,
jóvenes robles, hayas y cerezos que arraigaron tras
el paso del huracán refulgen con las últimas hojas
rojas y amarillas de la estación.
«Todo lo que se ve aquí nació de manera natu­
ral –me dice–. La única inversión que hacemos
son las pistas forestales y la caza».
En cierto sentido, la silvicultura germana está
alejándose de sus raíces. Alemania fue uno de los
primeros países en concebir los bosques como un
recurso gestionable. En 1713 un administrador
llamado Hans Carl von Carlowitz instó a los terra­
tenientes a reforestar las zonas taladas para abas­
tecer a la minería y la metalurgia. Aquello fue el
germen del actual concepto de sostenibilidad,
pero en un sentido más restringido que el de ahora.
Siguiendo a Carlowitz, los silvicultores alemanes
han abordado la gestión forestal con eficiencia
CON LOS BOSQUES DAÑADOS
POR EL HURACÁN «NOS DIJIMOS:
“QUIEN MEJOR SABE
LO QUE DEBERÍA HABER AQUÍ
ES LA NATURALEZA"».
industrial, plantando especies de crecimiento
rápido como la pícea en hileras de una geometría
impecable. Es un enfoque que se impuso en el
mundo entero y sigue siendo popular en Alemania.
Hace un siglo, un botánico llamado Alfred Möller
lo puso en entredicho. Defendió que los bosques
eran organismos complejos y que los árboles no
debían cultivarse como si fuesen un trigo de cre­
cimiento lento. Lo suyo era gestionarlos como lo
haría la naturaleza: talando selectivamente y
manteniendo una cubierta continua.
Möller, fallecido en 1922, no llegó a ver sus ideas
hechas realidad. Después de la Segunda Guerra
Mundial se talaron bosques de toda Alemania para
reconstruir ciudades británicas, francesas y sovié­
ticas arrasadas en el conflicto. Para reemplazarlos,
los silvicultores plantaron millones de árboles,
sobre todo píceas, en los años cincuenta. Fue el
comienzo de una floreciente industria forestal
gestionada por silvicultores como el abuelo del
príncipe Zu Salm­Salm. La madera y sus subpro­
ductos son en la actualidad un sector que mueve
136.000 millones de euros al año y da empleo a
más de 700.000 alemanes. Un tercio del país está
actualmente cubierto de árboles.
Por eso los años de sequías y plagas han sido un
aldabonazo. Por primera vez en su historia, los
alemanes se enfrentan a la posibilidad de un
futuro con menos árboles. «No queremos imagi­
nar semejante escenario en Alemania», dice el
ecólogo Pierre Ibisch.
E
L GOBIERNO ALEMÁN ha dado a la
situación estatus de crisis nacional,
concediendo a los propietarios fores­
tales casi 2.000 millones de euros en
subvenciones para eliminar los árboles
muertos por el barrenillo y repoblar los bosques.
Algunos paladines de la gestión forestal próxima
a la naturaleza temen que sea un error. En lugar
de apresurarse a plantar más árboles, ven la situa­
ción como una oportunidad para moderar las
intervenciones. Dejar que la madera muerta y las
copas de los árboles se pudran lentamente
devuelve los nutrientes al suelo, algo que benefi­
cia tanto la salud como la diversidad de los árbo­
les supervivientes. «En nuestra perspectiva rige
el menos es más», explica Knut Sturm, gestor
forestal del ayuntamiento de Lübeck.
Huelga decir que este enfoque también tiene
sus limitaciones. Los bosques gestionados con
este método pueden ser rentables, pero exigen
que la industria maderera y los silvicultores se
adapten a una forma nueva de hacer negocios.
Con un cambio climático acelerado, también es
importante plantearse la incorporación de espe­
cies importadas que soporten mejor la sequía,
añade Marcus Lindner, científico del Instituto
Forestal Europeo. «Es posible transicionar a una
gestión forestal más próxima a la naturaleza al
mismo tiempo que se introducen especies más
tolerantes a la sequía».
En Wallhausen se pone el sol, y en el pueblo del
valle empiezan a encenderse las luces. «Quiero
que mis hijos puedan elegir entre 10 especies dife­
rentes, no solo entre abeto de Douglas o pícea
–dice el príncipe Zu Salm­Salm–. No podemos
volver a cometer los mismos errores». j
El periodista Andrew Curry está afincado en Berlín.
Su último trabajo para la revista, publicado en el
número de agosto de 2021, nos acercó a la verdadera
historia de los gladiadores.
R E PA R A R LO S B O S Q U E S 97
DEJARLOS EN
PAZ, AMARLOS
DESDE LEJOS
El Paseo por el Dosel
de la Ruta del Langur
atraviesa una selva
atemporal de la isla
malasia de Penang.
Restaurar bosques
complejos podría
tender un puente hacia
un planeta más sano.
IAN TEH
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N AT I O N A L 2 5 A N I V E R SA R I O.C OM / U N E T E
N AT I O N A L G E O G R A P H I C | EN TELEVISIÓN

Tesoros perdidos de Roma

E S T R E N O D O M I N G O 2 2 D E M AY O
A LAS 16 HORAS

La Domus Aurea, la residencia real de Nerón en el corazón

de la antigua Roma, no se había acabado de construir
cuando el emperador se suicidó. ¿Qué ocurrió con aquel
suntuoso palacio cuajado de oro y piedras preciosas?
La nueva serie de National Geographic Tesoros perdidos
de Roma arroja nueva luz acerca de este y otros misterios
del Imperio romano con ayuda de recreaciones audio-
visuales generadas por ordenador, imágenes captadas
por drones y las últimas investigaciones arqueológicas.

Pesca extrema 11
1 0 D E M AY O A L A S 2 2 : 5 0 H O R A S
E N F O R M AT O D E D O B L E E P I S O D I O

Diversos equipos de pescadores

dedicados a la captura del atún
compiten entre sí en la undécima
temporada de esta serie, centrada
esta vez en las técnicas de pesca de
un sector golpeado por la pandemia.

Emite 24 horas al día en: Movistar+ (Dial 70) Vodafone (104) Telecable (52)
R Cable (50) Euskaltel (33) y Orange (30)

NATIONAL GEOGRAPHIC (ARRIBA Y ABAJO); PILGRIM MEDIA GROUP (CENTRO)

Los secretos del zoo:
Tampa 2
V I E R N E S 2 0 D E M AY O
A LAS 18 HORAS

En los nuevos capítulos de esta serie

dedicada al zoo de Tampa, en Florida,
el equipo de esforzados veterinarios se
enfrentará a nuevos retos: entre ellos, el
nacimiento de un orangután y el rescate
de un manatí que sufre estrés térmico.

Wild África
TO D O S LO S D OM I N G O S D E A B R I L
A PA RT I R D E L A S 1 8 H O R A S

Nat Geo Wild vuelve a dirigir su mirada al continente africano

en su nueva programación especial sobre fauna salvaje. En esta
ocasión, con el estreno de la serie Malika: la reina león, en la que
una leona acabará convirtiéndose en la reina de una manada del
Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica, y con el especial Cebras del
Serengeti, en el que las cámaras recogen la gran migración de
ñúes y cebras que tiene lugar cada año en estas grandes llanuras.

NATIONAL GEOGRAPHIC WILD

Emite 24 horas al día en: Movistar+ (Dial 71) Vodafone (105) Telecable (53) R Cable (55)
Euskaltel (37) y Orange (31)

DANIELLE WILLIAMSON / NATIONAL GEOGRAPHIC (ARRIBA); NATIONAL GEOGRAPHIC (CENTRO); EARTH TOUCH (ABAJO)
P R Ó X I M O N Ú M E R O | JUNIO 2022

Aníbal, el desafío Pesca deportiva y Los amenazados Cinco años

a Roma
Hace unos 2.200 años,
Aníbal Barca se atrevió
a enfrentarse a Roma
en su propio terreno,
en una gesta que podría
haber cambiado la
historia. Reconstruimos,
en dos partes, el viaje
del general cartaginés.
cambio climático
El calentamiento de ríos,
lagos y pantanos está
causando estragos en
peces como la trucha o
el salmón, que necesitan
de agua fría para vivir.
¿Cómo se adaptarán
a ello los aficionados
a la pesca deportiva?
corales de Filipinas
Filipinas ha conseguido
proteger algunos de
los arrecifes de coral
más espectaculares del
planeta, pero el cambio
climático y la sobrepesca
están amenazando
muchas de estas
maravillas naturales.
entre tejones
Un fotógrafo siguió
durante cinco años a
un grupo de tejones
en Portugal. Las miles
de imágenes obtenidas
con cámaras ocultas
ayudarán a arrojar luz
sobre estos animales
tan poco conocidos.

N AT I O N A L G E O G R A P H I C ANÍBAL Y SU EJÉRCITO EN LOS ALPES. ENCUENTRO DE DOS CAUDILLOS (FRAGMENTO), POR AGUSTÍN NAVARRO,
1778, ÓLEO SOBRE TELA, REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO, MADRID
El roadtrip definitivo
por el país de Heidi

Un itinerario que atraviesa

los paisajes, ciudades y montañas más
espectaculares de las regiones del
lago Lemán y de Friburgo.
Más en MySwitzerland.com/granruta

Una semana al volante

Este tramo de la Gran Ruta de Suiza es una excusa perfecta para disfrutar de siete días recorriendo
rincones con historia, paisajes asombrosos y lugares con muchísimo sabor. Una propuesta de poco más
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